INTRODUCCIÓN: EL PROCESO DE ESCRIBIR. ESCRIBIR COMO PROCESO
Desde hace algo más de medio siglo, los especialistas en el análisis de la escritura han abandonado la perspectiva de evaluar el resultado final en beneficio del estudio del proceso de composición. Bjork y Blomstand (2000) retrasan este cambio de actitud a los años 60, concretamente hasta la llamada Conferencia de Darmouth, celebrada en 1966. Entienden que cabe hablar desde entonces de cuatro grandes corrientes vinculadas a la pedagogía de la escritura: expresiva, neorretórica, cognitiva y sociocultural. De ellas, nosotros nos fijaremos especialmente en las dos últimas en la medida en que asumen perspectivas de estudio claramente vinculadas al plano pragmático-discursivo de la comunicación.
En opinión de Álvarez (2010) los modelos cognitivo y sociocultural convergen en una serie de rasgos de los que importa destacar ahora algunos. En primer lugar, ambos llaman la atención sobre la importancia del contexto en el que se lleva a cabo la actividad escritora; en ese sentido se ponen en primer lugar variables como la intención, el destinatario o la tipología textual utilizada en la construcción discursiva. En segundo lugar, comparten la percepción de la escritura como un proceso en etapas: planificación, textualización, revisión y edición son las etiquetas aportadas por Álvarez. Finalmente, los dos modelos insisten de muy especial manera en la revisión textual.
La diferencia fundamental estriba en el foco de atención establecido en uno y otro caso. Para el primero, el interés se encuentra en desentrañar lo que ocurre en el cerebro humano durante el proceso de la escritura; es, por tanto, una perspectiva esencialmente psicológica. En el caso del segundo, sin embargo, el análisis se concentra en los factores contextuales y situacionales que condicionan dicho proceso. Se trata, pues, de una posición de naturaleza sociopragmática. Dedicaremos las siguientes líneas a recordar lo esencial de ambas, desde el convencimiento de que su naturaleza es básicamente complementaria.
El modelo cognitivo parte de un trabajo esencial como es el de Flower y Hayes (1981). A partir del estudio de los comentarios grabados por aprendices mientras escriben, los autores postulan una imagen de la escritura como ejercicio de resolución de problemas múltiples de naturaleza dinámica y recursiva. Su teoría acerca del proceso cognitivo de la escritura descansa sobre la base de tres conceptos que etiquetan como claves. Traducimos de manera literal las palabras de Flower y Hayes:
1. El proceso de escritura se entiende mejor como un conjunto de distintos procesos mentales que los escritores orquestan u organizan durante el proceso de composición.
2. Estos procesos tienen una organización jerárquica y muy integrada de modo que
cualquier proceso puede integrarse dentro de cualquier otro.
3. El acto de escribir es en sí mismo un proceso mental dirigido a un objetivo, guiado por la red global de objetivos del escritor, red que está en constante crecimiento.
La interpretación de la escritura se articula en un modelo dividido en tres partes, que representan gráficamente de la siguiente manera:

La memoria a largo plazo del escritor abarca el conocimiento previamente dominado por el autor respecto del tema, la audiencia y el plan de escritura. Se trata, por tanto, del saber acumulado en relación con la escritura prevista. El entorno de la tarea incluye todo aquello que está al margen de quien escribe; se centra, en primer lugar, en el denominado problema retórico, contemplado como definición de la tarea: supone fijar el tema, el destinatario y las exigencias que nos conducen a la escritura; en segundo lugar, analiza el texto provisional, entendido en las diferentes versiones generadas a lo largo del proceso. Tanto la memoria a largo plazo como el entorno de la tarea regulan e interactúan con el proceso de escritura. En este nos proponen tres fases: planificación, traducción y revisión.
La primera de ellas tiene que ver con establecer los objetivos textuales, con generar la información precisa para el texto y con organizar la misma. La planificación se centra, pues, en las circunstancias que nos mueven a escribir: la intención, el destinatario y el autor. Se trata, al fin y a la postre, de llevar a cabo una contextualización de la escritura. Es en este contexto donde se observan más similitudes con el modelo etnográfico que veremos después. En segundo término, la traducción supone verbalizar la información que hasta ese momento aún ha permanecido en una fase solo mental. Finalmente, la revisión está asociada a procesos cognitivos de evaluación y corrección textual. En todo el proceso, el llamado monitor lleva a cabo una función de control y funciona como estrategia de organización de la escritura: ayuda al autor a decidir cuándo pasar o volver de una fase a otra en el proceso de la escritura.
El modelo cognitivo ha fijado esencialmente su atención en la naturaleza dinámica y recursiva de los procesos implicados en la escritura. Como dice Cassany (1999), escribir es una actividad intencional y contextualizada; se trata de un proceso activo y abierto: el autor va y viene en el texto hasta alcanzar el resultado apetecido. Con todo, los seguidores de esta postura han terminado por concentrar su interés en los procesos cognitivos vinculados a la fase de la planificación textual: formulación de objetivos, generación de datos y organización de las ideas. Volveremos sobre todo ello en el capítulo siguiente de este trabajo[1].
El modelo sociocultural se asocia al movimiento de la llamada etnografía de la escritura. La esencia de su postura queda perfectamente representada en el esquema siguiente, que recogemos de Grabe y Kaplan (1996)[2]:
FIGURE 8.1. Models of parameters involved in writing
Witihin a socioculturally defined universe
(when and where)[3]

El modelo persigue responder a una serie de cuestiones que afectan directamente al proceso de escritura: Who writes what to whom, for what purpose, why, when, where and how? Podemos recordar de manera sumaria algunos de los rasgos más relevantes vinculados a cada una de la preguntas formuladas:
– Quién: se ha de crear una taxonomía de autores.
– Escribe: es necesario fijarse en la naturaleza lingüística de la escritura.
– Qué: el resultado de la escritura ha de evaluarse en términos de contenido, de género textual y de registro.
– A quién: uno de los objetivos del modelo ha de ser desarrollar una teoría de la audiencia que permita una definición del perfil de los posibles destinatarios.
– Con qué propósito: análisis de los elementos pragmáticos involucrados.
– Por qué: el uso de un género u otro supone una exteriorización de las intenciones más o menos evidentes que subyacen al texto.
– Dónde y cuándo: importancia de los tiempos y los espacios en la producción del texto.
– Cómo: estudio de los mecanismos cognitivos involucrados en el proceso de producción. En este punto, buena parte de sus posiciones coinciden con las de Flowers y Hayes (1981), y Bereiter y Scardamilia (1987).
En todo el modelo representa un papel fundamental el concepto de género textual en tanto que se trata de una convención comunicativa que nos viene dada por el entorno sociocultural al que pertenecemos. Al final, la escritura debe entenderse desde el contexto social en el que se produce, en la medida en que no se trata de un proceso individual e independiente.
No es el objetivo de este trabajo profundizar en las ventajas e inconvenientes de ambos modelos, sobre todo porque la nuestra es una actitud vinculada a los estudios discursivos en relación con el proceso de la escritura. Sin embargo, optamos por anclar nuestra posición a las dimensiones cognitiva y sociocultural que apenas hemos esbozado. Entendemos que la dimensión discursiva está presente de manera permanente en los dos elementos que más nos interesa destacar de ambas corrientes: la naturaleza procesual del fenómeno de la escritura y el anclaje contextual y social que lo condiciona y lo regula. Son, sin ninguna duda, las dos primeras bases de ese trípode imaginario sobre el que descansa la composición de textos. La tercera es su acomodo a unas condiciones lingüísticas y textuales que lo convierten en un producto comunicativo único e irrepetible. Y esa adaptación se detecta a lo largo de todo el proceso de composición.
La competencia escritora es una forma de competencia comunicativa y por ello presupone dos subdominios básicos: una competencia situacional y otra de naturaleza discursiva. El dominio de ambas determina todo el proceso de comunicación, no solo alguna de sus fases. Es este el momento adecuado de recordar lo que al respeto ya nos dijo Hymes (1972) hace más de 40 años. Mediante su célebre acrónimo, SPEAKING, resumía las claves que configuran la comunicación:
|
S |
Setting (Marco) Scene (Escena) |
Circunstancias físicas de la interacción |
|
P |
Participants (Participantes) |
Naturaleza del emisor y del destinatario |
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E |
Ends (Fines) |
Intención |
|
A |
Act sequence (Secuencia de hechos) |
Estructura del mensaje |
|
K |
Key (Clave) |
Tono del mensaje |
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I |
Instrumentalities (Instrumentos) |
Canal y sociolecto |
|
N |
Norms of interaction and interpretation (Normas de interacción e interpretación) |
Entorno cultural y social que condiciona la interacción |
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G |
Genre (Género) |
Género textual en el que se desarrolla la interacción |
Pues bien, las ocho variables planteadas corresponden a los dos niveles que hemos planteado más arriba. Podemos reordenarlas del siguiente modo:
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Nivel pragmático |
Circunstancias físicas de la interacción |
|
Naturaleza del emisor y del destinatario |
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|
Intención |
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|
Entorno cultural y social que condiciona la interacción |
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Nivel discursivo |
Estructura del mensaje |
|
Tono del mensaje |
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|
Canal y sociolecto |
|
|
Género textual en el que se desarrolla la interacción |
Esta distinción en dos niveles es más teórica que real. El texto es actuación, es uso y por ello ambos planos interactúan de manera indisoluble. Y lo hacen en los tres momentos del proceso de escritura: planificación, composición y revisión. Evidentemente, la escritura no es lineal; por esta razón, las fases no se interpretan, no se pueden interpretar, de forma unívoca. El usuario va y viene por ellas a lo largo del proceso. Y en todas ellas se detecta la relevancia de los dos niveles apuntados. Aun así, vamos a proponer tres partes fundamentales para este trabajo, que coinciden esencialmente con las fases del proceso. Para la Planificación partimos de la propuesta por Reyes (1998). Interpreta para ella dos fases a las que denomina Toma de conciencia y Descubrimiento. Son dos etiquetas perfectamente acertadas que adoptaremos para las páginas que siguen. La primera se asocia a la dimensión pragmática en la que surge el texto. Nos preguntamos primero por la función de la intención, el tema, el contexto informativo y la situación; dentro de esta última, dedicaremos especial atención a las variables tiempo y espacio. A continuación, nos detendremos en el tipo de relación que se establece entre autor y destinatario a través del texto. La segunda tiene que ver con el acopio de información para la composición y con su organización en un texto concreto. En primer término repasaremos algunas de las técnicas más conocidas para el proceso de acumulación de la información y su posterior organización. En segundo lugar nos detendremos en el papel de los tipos y los géneros textuales en el proceso de planificación textual.
En la Composición nos dedicaremos al análisis del procedimiento de creación del texto. En él intervienen las unidades de construcción textual, el párrafo y el enunciado, que serán objeto de una profunda revisión conceptual. Seguidamente, nos centraremos en los procedimientos de conexión textual; prestaremos especial atención a la función de los conectores y de la puntuación.
La tercera parte del trabajo, y la más extensa, se dedica a la Revisión. Nos detendremos en primer lugar en los tiempos y las operaciones propias de esta actividad. En segundo lugar propondremos una taxonomía de los errores más frecuentes en redacción sobre la base de un corpus de más de 3.000 entradas. Esta clasificación la estructura en cuatro grandes grupos: discursivo, estilístico, léxico-semántico y morfosintáctico. Asimismo, propondremos algunas rutinas para organizar el proceso de revisión.
Notas
[1] El modelo de Flower y Hayes ha seguido diferentes desarrollos entre los que cabe citar los efectuados por los autores de forma conjunta individual o el de Bereiter y Scardamilia. El lector interesado puede disponer de una ajustada interpretación crítica en Grabe y Kaplan (1996).
[2] El esquema originalmente apareció en Kaplan (1991). Sin embargo, Grabe y Kaplan lo incorporan a su trabajo de 1996, que es por el que nosotros lo citamos.
[3] Steiner (1978) plantea cuatro niveles de accesibilidad textual. La dificultad contingente deriva de las referencias técnicas y arcanas incluidas en el texto. La dificultad modal tiene su origen en la interpretación inaccesible o extraña de la condición humana. La dificultad táctica surge del deseo del autor de ser comprendido solo hasta cierto punto. La dificultad ontológica deriva de las limitaciones impuestas por el propio lenguaje.