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DEDICE SER LÍDER
1. EL 90 POR CIENTO ES ACTITUD
Las personas que lograron una meta, tanto sea ganar un torneo deportivo como hacer un descubrimiento científico, nos despiertan admiración. Son personas que lideran sus proyectos, sus sueños, su vida.
También tú tienes objetivos y metas que alcanzar, y tal vez te preguntes cómo hacerlo. Es fundamental que desarrolles una faceta: la actitud.
La actitud es la conducta, la expresión visible de tu sentimiento interno. Es la manera de reaccionar ante las cosas que nos pasan.
No importa cómo sean los hechos. Ante un mismo problema, la actitud de una persona puede ser deprimirse, paralizarse, mientras que otra puede enfrentarse a ello y avanzar. Aunque debas encararte a la adversidad, una buena actitud puede vencerla. Lo más importante no es el hecho al que te enfrentes, sino cómo lo hagas. En lugar de pensar interminablemente en lo que te pasa, empieza a pensar en lo que haces tú con lo que te pasa.
Un hombre de éxito como Rockefeller dijo que «la vida es un 10 por ciento de las cosas que nos pasan y un 90 por ciento de cómo reaccionamos a lo que nos pasa». Ese 90 por ciento es la actitud. Tu manera de reaccionar ante cada situación se manifiesta en el cuerpo, en el rostro. Va contigo a todas partes. Y la gente lo percibe.
Si vamos al encuentro de alguien pensando: «Es insoportable, seguro que me va a criticar todo lo que diga», ya desde el saludo se lo decimos sin hablar. Con una pequeña arruga en la frente, una sonrisa «de compromiso». Por supuesto, se nos recibe como esperamos.
Una buena actitud es sinónimo de buenas relaciones con los demás. Cultiva buenas relaciones y recibirás lo mejor que el otro pueda darte. Si eres respetuoso, generoso, amable, agradecido, las personas que te rodean confiarán en ti. Serás creíble, no necesitarás convencerlos de tus objetivos. Trata bien a toda la gente. Tal vez esa persona que acabas de conocer mañana sea quien esté en posición de abrir la puerta a tu proyecto.
Si no tienes una buena actitud no solo puedes perder tu trabajo o fracasar en una empresa, puedes crear conflictos en tu pareja o en tu relación con tus hijos. También puede dañar tu relación contigo mismo: una mala actitud, el miedo, la preocupación, la queja, causan enfermedades cardiovasculares.
La gente suele decir que tiene mil y un problemas, pero en realidad tiene uno solo: la mala actitud. Es lo primero que has de cambiar. Dirige tu mente a tu propia superación. Esa tiene que ser tu actitud: no compitas con nadie porque no necesitas vencer a nadie más que a ti mismo. No dejes que los demás determinen tus acciones. Al contrario, adopta las actitudes que modelen la calidad de tus relaciones. La gente con una actitud positiva atrae a quien puede aportar algo a su vida. Tú eliges cuál será tu actitud.
Si dices «es imposible», «no puedo», en el mismo momento en que lo expreses otra persona lo hará. Y si esa persona puede hacerlo, también puedes tú. No permitas que tus pensamientos te bloqueen. Determínate a alcanzar tus objetivos. Oriéntate a resolver los problemas, alcanzar logros y multiplicarlos.
Recuerda:
Tu actitud determinará tu éxito o tu fracaso.
Tu actitud hará que tus sueños vivan o mueran.
Tu actitud acercará a ti a la gente importante, o la alejará.
Tu actitud impulsará o detendrá tus proyectos.
Tu actitud te sanará o te enfermará.
Todos podemos mejorar nuestra vida a través de nuestra actitud. Conserva tu energía y tu estima a lo largo del camino. No cambies de idea, no te desalientes. A medida que veas tus logros, aunque al principio sean pequeños, te sentirás motivado y liberarás todo tu potencial: descubrirás el líder que hay en ti.
2. ¿LO QUE ESTOY HACIENDO ES LO IMPORTANTE?
Es la principal pregunta que necesitas hacerte, por ejemplo, cuando ves que los demás son dueños de su vida, cuando alcanzan rápidamente sus objetivos, cuando logran lo que tanto anhelas. Es probable que esas personas también hayan atravesado momentos de angustia e inseguridad. Pero supieron despertar a tiempo, simplificar sus objetivos, renovarse, estudiar, estar abiertas al cambio de ideas y planes.
Una persona desenfocada:
• Siembra mucho y recoge poco. Trabaja mucho pero obtiene pocos resultados.
• Piensa vagamente en el futuro y en sus metas.
• Se relaciona con cualquier persona.
• Pierde tiempo.
Una persona enfocada en su objetivo:
• Se ocupa de lo primero, de lo importante.
• Da prioridad a las tareas que lo llevan al éxito.
• Se relaciona con las personas correctas, las que agregan valor a su vida.
• Se fija plazos definidos para cumplir sus metas.
Para alcanzar el éxito, tienes que identificar qué tareas te facilitarán conseguir resultados. Ya no sigas ocupándote de cosas que no te acercan a tus objetivos. Deja de hacerlo todo y céntrate en hacer solamente lo importante. Si te enfocas en sueños más grandes, crecerá tu entusiasmo por verlos realizados. No escuches a los que te digan que es imposible. Recuerda que el problema no eres tú, sino el espejo en el que te miras. Aprende a alejar de tu mente los pensamientos negativos y permanece fiel a tu sueño.
Recuerda que:
Hay personas que hacen las cosas.
Hay personas que saben por qué se hacen.
Las personas que hacen las cosas trabajan para los que saben por qué se hacen.
Por eso:
Deja de ser esclavo, deja de hacer las cosas y céntrate en aprender por qué se hacen.
Investiga, aprende de esas personas que vieron sus sueños cumplidos. Conocer sus vidas, saber qué les dio resultado, te va a inspirar para fijarte una meta y alcanzarla.
3. SIN PRISA Y SIN PAUSA
Para que las cosas sucedan, no es suficiente con soñarlas. Cuando tienes un objetivo, una meta que alcanzar, primero has de tener en claro qué esperas, para qué lo vas a utilizar y cómo. Piensa, organiza e, inmediatamente, ponte en acción. Las personas orientadas a la acción saben que cuanto más rápido se mueven, más energía tienen. Si quieres lograr tu objetivo: ¡trabaja rápido! No esperes el momento adecuado, empieza ya.
Una vez que te hayas enfocado en tu objetivo, dedica el cien por cien de tu energía a lo que hagas. No te distraigas. Una hora de trabajo a ritmo constante, sin interrupción, multiplica los resultados.
Y determínate a terminar lo que empiezas. Cuando veas concluido algo que empezaste, crecerá tu seguridad en ti mismo.
No permitas que tus emociones te gobiernen. Algunas personas manejan su vida de acuerdo con lo que sienten: «me siento bien», «me siento mal». Un día están animadas y al siguiente ya están desanimadas, «cansadas», «estresadas». Un día avanzan y otro retroceden. El lunes obtienen el éxito y el viernes se sienten derrotados.
¿Cuál es el secreto de los que son consecuentes en su manera de pensar y actuar? Que tienen el firme propósito de ser mejores cada día, de formar una familia armoniosa, de capacitarse para alcanzar el nivel más alto en su profesión, de multiplicar sus recursos económicos. Y toman la iniciativa, la decisión de actuar. No son erráticos, no ponen excusas. Esta clase de personas se dice siempre: «Voy a avanzar», «Yo voy a por más». Creen en lo que piensan, son leales a su sueño, no se dejan arrastrar por sensaciones.
Son personas que no se conforman con estar bien donde están, quieren más, quieren sumar, quieren triunfar. Salen del lugar donde las cosas no suceden para ir adonde sí ocurrirán. Tienen la convicción de que, si el hoy es bueno, el mañana será aún mejor.
No pongas límite a tus ideas, a tu creatividad. Aprende a gobernar tu mente y a crecer. ¿Te asusta el riesgo? ¡Anímate! Llegará el momento en que rompas tu techo y dejarás de temer. La gente que obtiene resultados sabe que «quien no arriesga no gana». Asume el riesgo con inteligencia, sabiendo claramente lo que quieres y adónde vas.
4. NADIE ES PERFECTO
Las personas que logran aquello que se proponen trabajan con más inteligencia que el común de la gente. La persona inteligente sabe que no es infalible. Por eso:
• No se fija metas demasiado altas, difíciles de alcanzar.
• No le preocupa equivocarse, porque no siente que cometer un error sea fracasar.
• No teme la desaprobación de los demás.
• No se avergüenza por no hacer las cosas perfectamente.
• No siente que aunque haga lo mejor posible no es suficiente.
• No se culpa por no ser la persona que cree que debería ser.
Muchos creen que para alcanzar sus objetivos tienen que ser muy exigentes consigo mismos y con los demás. Pero ese perfeccionismo no los acercará a su meta. Destiérralo de tu mente. Para que tu esfuerzo alcance su fruto es preciso que pienses con mentalidad de conquista, valorando lo que tienes. Distingue lo superfluo de lo importante. Y si descubres que te falta algo, no te lamentes. Determínate a aprender, a trabajar para superarte. Trabaja con inteligencia. Visualiza con claridad tu sueño y toma las riendas de tu vida.
No trates de ser el mejor en todo, sino de sobresalir en lo que mejor haces. Para alcanzar tu meta no es necesario que seas perfecto. Tienes que establecer hábitos de trabajo eficaces, hábitos que te faciliten acercarte a tu objetivo. Adquirir hábitos te da los siguientes beneficios:
• Predispone tu mente para realizar una tarea.
• Fomenta que las cosas más importantes se hagan primero.
• Aumenta la eficacia, la productividad y la calidad de tu trabajo.
• Incrementa la confianza en ti mismo.
• Alienta la mejora continua.
• Para desarrollar hábitos, es útil poner en práctica estas técnicas:
Cada día ordena en tu escritorio todas las cosas que necesitas. El orden da una imagen positiva y motivadora, tanto a los demás como a ti mismo.
Tómate diez minutos para planificar. Esos minutos previos te ahorrarán horas de ejecución. Tu planificación tiene que estar disponible en una planilla, ya sea en papel o en el ordenador, para que puedas consultarla y actualizarla cada vez que sea necesario. Cuando tengas la lista preparada:
• Establece prioridades. Distingue cuáles son las tareas más importantes.
• Comienza por las prioritarias aunque no sean las que más te gustan.
• Delega las tareas que otros pueden realizar.
• Divide el día en bloques de tiempo. Asigna un bloque de 30 o 60 minutos a cada tarea.
• Identifica el momento del día en que más rindes y dedícalo a lo más importante y urgente.
• Determina los objetivos diarios, semanales y mensuales.
• Agrega las nuevas tareas a medida que aparezcan, ¡y tacha las que ya hayas realizado!
Ten presente que tan importante como desarrollar hábitos positivos es eliminar los perjudiciales. Veamos cuáles son:
• Ser informal. Ser impuntual o faltar sin aviso a las citas de trabajo.
• Posponer. Dejar pasar el tiempo en lugar de actuar en el momento.
• Sobrecargarte de trabajo. Trabajar más acelerado no significa ser más productivo.
• Ser inconstante. Empezar y no completar ninguna tarea, dejarlo todo sin terminar.
Cuando pongas en práctica los hábitos positivos y abandones los negativos, cuando pongas «manos a la obra», descubrirás todo lo que puedes hacer. No es necesario que seas perfecto. Recuerda todo lo que has hecho hasta el momento y proyéctate hacia lo que está por venir. No te ocupes de lo que no vale la pena, céntrate solo en lo importante, en lo valioso. Estás preparado para hacerlo: tu cuerpo, tu mente y tu espíritu están a tu disposición; solo tienes que utilizarlos.