Legionario Ford. Georgia. 1996
En la ciudad de Atenas, pero no en Grecia, sino en el estado de Georgia, se encuentra la Facultad de Idiomas de la Universidad Estadounidense UGA. En ella, un joven profesor de francés e historia de Francia, de nombre James Ford, profundizó en sus estudios sobre la historia de la Legión Extranjera. Al principio era un hobby, pero con el tiempo se convirtió en su obsesión. Había leído mucho sobre la época en la cual los primeros legionarios, con mucho coraje y sacrificio, se habían hecho acreedores de su bandera y el respeto del rey Luis Felipe.
Para James era un enigma si en la Legión de hoy aún habría criminales, personas extrañas, aventureros o guerreros con experiencias en ejércitos extranjeros. En los medios no se comentaba nada sobre la Legión Extranjera, y muy poca gente tenía conocimiento de que el gobierno francés enviaba a aquellos soldados a los puntos más conflictivos y peligrosos del planeta.
Impulsado por la curiosidad común y interés propio, el historiador tomó la valiente decisión de cambiar su vida de raíz saliendo de la universidad y dejando su carrera docente para viajar a París y descubrir esa sociedad cerrada de hombres duros. No comentó a nadie su idea, que parecía tan extraña, por no decir descabellada. Por otra parte, nada de su vida personal le retenía. No había podido establecer una relación seria con ninguna chica, y la mayoría de su tiempo libre lo pasaba navegando en Internet, en la biblioteca o haciendo deporte. Se levantaba cada día a las cinco de la mañana y corría cinco kilómetros. Después preparaba sus clases. Su única esperanza era aprender algo más del mundo y de su historia.
Cuando se formó la idea de la Legión en su cabeza, James redobló sus sesiones deportivas porque había leído que en los primeros meses de instrucción existían duras pruebas físicas, y él quería llegar en un estado de forma perfecto. Sus estudiantes habían notado que en los últimos meses su profesor había adelgazado y cambiado las camisas y las corbatas por ropa de sport, y el maletín por una mochila.
Durante una de sus últimas clases James habló mucho sobre las colonias francesas en África, y decidió entonces mencionar a la Legión Extranjera. Sus estudiantes se sintieron intrigados por el tema y expusieron diferentes preguntas:
—¿Todos los legionarios han sido criminales? —preguntó una chica.
—¿Algo como en la película Los doce del patíbulo? —siguió con las preguntas otro estudiante.
—¡No exactamente! —respondió entusiasmado James—. Siempre han sido voluntarios y, aunque muchos de ellos han sido perseguidos por la ley, la decisión de ingresar en la Legión ha sido únicamente suya, ya que nadie les ha obligado a hacerlo.
—¿Eso significa que, aparte de los criminales, hay personas que no han sido perseguidas por nadie?
—Sí, claro, siempre ha existido gente así. Como había empezado a explicar, los hombres que deciden ser parte de la Legión Extranjera lo hacen por diferentes motivos. Ha habido, por ejemplo, voluntarios descendientes de la nobleza que se incorporaban como soldados comunes y enseguida llegaban al grado de oficiales. Algunos de ellos dieron su vida por la gloria de la Legión, poniéndose siempre al frente del ataque. A pesar de su composición heterogénea, los legionarios están muy unidos, y diferencias como la nacionalidad, raza o religión carecen de la menor importancia. La Legión es su patria y la misión es sagrada.
—¿Y hubo compatriotas nuestros que lucharon en las filas de la Legión en esas guerras coloniales?
—Como saben, nuestra nación ha sido fundada por hijos de inmigrantes, y al igual que la Legión, siempre ha aceptado y sigue aceptando inmigrantes del mundo entero. Tenemos que aclarar que nosotros nos formamos como nación independiente casi al mismo tiempo que los voluntarios extranjeros que sirvieron al rey de Francia. Al principio se fueron uniendo en diferentes regimientos hasta que en el año 1831 formaron la Legión Extranjera. En los primeros años de su creación se hace muy difícil hablar de norteamericanos porque nuestra nación aún no estaba plenamente formada. Pero hay datos de uno de nuestros militares del siglo XIX que provenía de la Legión. Sirvió en Argelia y después de terminado su contrato volvió a los Estados Unidos y se hizo famoso en el salvaje oeste. Es el ejemplo más fidedigno de un aventurero genuino. Se llamaba Christian Madsen, y fue comandante de la Policía Federal -United StatesMarshals Service- en Oklahoma, sirviendo para el Ministerio de la Justicia de los Estados Unidos a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX.
—Tal como lo veo, se trata de una turba de criminales, aventureros y locos descendientes de la nobleza —empezó a discutir escéptico otro de los estudiantes—. En mi opinión, han sido una banda de mercenarios y usted habla de ellos como si fueran marines.
—En realidad no están por debajo de nuestros marines porque hoy día la Legión Extranjera participa en diferentes misiones para las Naciones Unidas y la OTAN. Podrán comprobarlo si analizan con detenimiento el contingente francés que participó en 1991 en la operación “Tormenta del desierto” en Kuwait. Allí nuestros soldados lucharon hombro a hombro con los legionarios.
—¿Quiere decir que la Legión Extranjera existe en la actualidad?
—No solamente existe, sino que forma parte activa en las acciones más peligrosas de la OTAN. Y en la ONU buscan al contingente francés para sus misiones en África. Francia siempre manda a su Legión porque, precisamente, los legionarios tienen mayor experiencia en el continente desértico y ardiente.
—¿Y la Legión brinda refugio en nuestros tiempos a los criminales como antes?
—Hasta donde yo sé, es parte del ejército francés, aunque sus puertas están abiertas a candidatos del mundo entero. En lo que concierne a la gente con un pasado no muy claro o con un expediente criminal, creo que eso queda como secreto militar y, a pesar de que existen casos hoy día, no creo que queden muchos vestigios de eso. Solamente sé que ahora no es tan fácil ser aceptado en el cuerpo de la Legión Extranjera. Hay una selección de candidatos muy severa, donde apenas el 10% logra superar los exámenes médicos y las pruebas iniciales. Después pasan una segunda selección durante cuatro meses de formación militar, y ahí es donde se separa a los candidatos legionarios del resto del mundo y se les somete a una carga sobrehumana a diario. Allí sucede algo como una selección natural, donde quedan solo los mejores.
—¿Y usted, dónde pudo aprender tanto acerca de la Legión Extranjera, si casi nadie habla de ella en los medios de comunicación?
—Descubrí un libro de la Legión Extranjera en la biblioteca, escrito por André Paul Comor, en el cual se documenta detalladamente la historia de la Legión, desde su creación en Argelia hasta la época de la colonización y el fin de la colonia, cuando los legionarios abandonaron para siempre su cuartel-patria en Sidi Bel Abbès.
—¿Y usted cómo descubrió que existe en la actualidad? —siguieron curioseando los estudiantes.
—El tema me intrigó y simplemente profundicé él, buscando toda la información que había disponible en Internet. Como saben, en Europa están un poco atrasados con la red, y no encontré gran cosa. Había sitios que estaban en proceso de actualización, así que, en un futuro, si alguno de ustedes se interesa, podrá encontrar información más exacta. Ahora tenemos que volver al tema de la clase: “Francia y las guerras coloniales”.
Pero los estudiantes estaban muy sorprendidos por el hecho de que esta Legión Extranjera existiera todavía y que pudiera esconder a algunos bandidos entre sus soldados. No pararon de preguntar a su profesor y no quisieron cambiar de tema. Lo que más les costaba entender es que hubiera personas capaces de ir a la Legión y alistarse voluntariamente a sabiendas de que allí su vida no sería nada fácil y podían encontrarse hasta con criminales. En esta ocasión James no les respondió. No sabía explicar con precisión lo que le había empujado a tomar su decisión. Solo sabía que algo le intrigaba tan fuertemente que no podría estar tranquilo hasta que él mismo pasara por la Legión.
Dos semanas más tarde el joven profesor del estado de Georgia se encontraba paseando por las calles de París. Siempre había tenido interés en esta ciudad maravillosa, considerada la capital del mundo por algunos románticos. Antes de ingresar en la Legión James decidió pasar una semana de excursión visitando el Louvre, el museo D’Orsey y el castillo de Versalles, paseando en barco por el río Sena y terminando con el espectáculo del Lido.
La historia de Francia le había fascinado desde su juventud, cuando estudiaba ese idioma tan difícil de pronunciar. Primero empezó leyendo tebeos en francés de los galos Asterix y Obelix. Después pasó por las novelas de Alejandro Dumas, culminando en la facultad de idiomas. Y, en la actualidad, había decidido protagonizar una antigua leyenda que pervivía en el presente: “La Legión Extranjera Francesa”.
Después del increíble espectáculo y la cena de lujo en el Lido, James dio su último paseo por los famosos Campos Elíseos. Se le estaba acabando el dinero, pero eso no le importaba porque sabía que dentro de poco su vida iba a cambiar para siempre.
A primera hora de la mañana, y con un mapa turístico en las manos, el profesor americano partió hacia la estación del metro Châtelet-Les Halles, donde buscaría un tren llamado RER A. Su objetivo final era Fort de Nogent, donde se encontraba el punto de reclutamiento de la Legión para la región de París. Con una mochila al hombro y el mapa en la mano James parecía más un turista que un candidato a legionario. Se bajó del tren en la estación de Nogent sur Marne y empezó a caminar por las calles de Fontenay-sous-bois. Cuando preguntó a un transeúnte por el cuartel de la Legión el hombre lo miró sorprendido y pensó que no había escuchado bien. El americano hablaba perfectamente francés, pero aun así el transeúnte le hizo repetir dos veces su pregunta y, una vez que había confirmado que se refería realmente a Fort de Nogent, le acompañó hacia el cuartel militar y luego continuó su camino.
Al fin llegó el momento en el que este profesor de la facultad de idiomas se detuvo delante del ancho portón del cuartel de la Legión y lo observó con una mirada soñadora. El sargento al mando salió y se acercó a James preguntándole qué estaba buscando exactamente.
—La Legión Extranjera —fue la respuesta corta del americano, quien sostenía su mapa en manos como si estuviese en un curso de orientación.
El sargento le miró de pies a cabeza y dedujo que este hombre no podía ser un candidato.
—Si usted busca el museo de la Legión Extranjera, se encuentra en Aubagne. Esto es un cuartel y aquí no aceptamos turistas. La ciudad de Aubagne está en las cercanías de Marsella, así que, si quiere visitar el museo de la Legión, tendrá que viajar al sur de Francia.
El militar se dio la vuelta pero James le siguió con las palabras:
—Yo no busco el museo sino, exactamente, el cuartel de Fort de Nogent, el cual según mis investigaciones es el punto de reclutamiento de la Legión Extranjera. He venido a probar suerte.
—¿He escuchado bien? —el sargento se volvió con rapidez, fijando nuevamente su mirada penetrante en James—. Usted habla francés mejor que yo, y no tiene aspecto de alguien con problemas, ¿de dónde es?
—Soy de los Estados Unidos del Norte América y, más concretamente, de Georgia.
—Si hubiera sido de la Georgia de la Unión Soviética le habría podido entender, pero los candidatos norteamericanos son muy escasos en este momento tras la caída del socialismo. Todavía más extraño me resulta que usted hable perfectamente francés.
—Es porque soy profesor de francés —aclaró James.
—Eso no explica por qué está usted aquí, pero ese no es mi problema y no me interesa. Se lo preguntaré por última vez: ¿está usted seguro de que quiere servir en la Legión Extranjera?
—Sí, estoy seguro —fue la respuesta afirmativa de James.
—¡Bueno, pues deme su pasaporte! —de repente, la voz del sargento cobró un tono educado. Ya no hablaba con un turista perdido, sino con un candidato a legionario—. A partir de este momento cada legionario pasa a ser tu jefe y tu único derecho es ejecutar las órdenes dando siempre lo mejor de ti. De aquí en adelante nosotros, y más tarde la comisión en Aubagne, decidiremos si sirves o no para ser legionario.
Este era el primer paso hacia una nueva vida que no tenía nada en común con la docencia universitaria. El deseo de James de ser parte de la Legión era su mayor motivación. Difícilmente podrían entenderlo los demás, pero él sentía que estaba en el camino correcto.