A pesar de que creo que una cosa es la incorporación de las mujeres al periodismo (con todo el derecho legítimo a hacerlo) y otra la producción de los contenidos, introduzco un apartado en este libro sobre la distribución por sexos de los profesionales de la información, para ver cómo ha evolucionado cuantitativamente este colectivo que tantos cambios ha experimentado a lo largo de su no demasiado larga historia. Y quiero que quede claro que no vinculo el cambio en los contenidos con la mayor o menor presencia femenina en las redacciones.
Durante un tiempo se sostuvo la hipótesis de que los contenidos de los medios de comunicación eran tan sexistas porque había muy pocas mujeres ejerciendo la profesión. Cuando hubo más se argumentó que aún eran muy pocas las que tenían capacidad decisoria al representar un porcentaje muy bajo en los cargos de responsabilidad; asimilar el posible cambio de los contenidos al hecho de que haya pocas o muchas mujeres en los medios es lo mismo que esperar que la educación cambie porque las mujeres son mayoritariamente las maestras, que la atención sanitaria sea más humana porque la mayoría de las enfermeras o el personal médico son mujeres o que la justicia modifique sus criterios porque en la judicatura las mujeres son mayoría. Es ciertamente injusto que además del esfuerzo que representa hacerse un hueco y mantener el tipo en unas estructuras sociales con una larga tradición androcéntrica, encima se les exija a las mujeres ser las responsables del cambio. Esta postura, un poco ingenua, cuando no malintencionada –como aquella que sostenía que en el fondo las mujeres eran las culpables de su propia subordinación– olvida que hombres y mujeres forman parte de una sociedad con unas estructuras determinadas, unos presupuestos teóricos e ideológicos concretos, un sustrato cultural que hunde sus raíces en el principio de los tiempos, y que todos –ellas y ellos– han sido socializados y modelados según los sistemas de pensamiento vigente en cada momento histórico, con su reata de preceptos, normativas, sanciones, valores, costumbres y presiones inherentes a toda sociedad cuyo principal objetivo es perpetuarse y reproducirse, tanto a nivel biológico como cultural e ideológico.
A pesar de ello, aún está poco estudiado cómo la incorporación de las mujeres a casi todas las profesiones las ha ido cambiando, ni en qué grado o sentido, si es que lo ha hecho. Por lo que respecta a la información, aún no se ha estudiado a fondo si la paulatina incorporación de las mujeres ha afectado a la profesión, ni cómo lo ha hecho. De los estudios más recientes3 se desprende que, mal que bien, las mujeres periodistas, al incorporarse a la profesión, han adoptado uno de estos tres roles o actitudes: (i) ser una de ellos asumiendo las rutinas y procedimientos profesionales sin cuestionarlos, (ii) mantener una lucha constante por incorporar una visión propia o (iii) marginarse voluntariamente y dedicarse a su manera personal de entender el periodismo, sin aspirar a conseguir ni ejercer cuotas de poder. Hay otras interpretaciones4 que insinúan que la incorporación en masa de las mujeres al periodismo ha representado un cambio en la tradicional concepción de esta actividad, cambio que vendría representado por una aproximación a la realidad desde ópticas más cercanas a la experiencia cotidiana, una actitud menos reverencial hacia el poder o una profundización mayor en los aspectos sociales o psicológicos de los actores sociales. Mi propia experiencia en las redacciones5 de los más importantes diarios españoles me ha mostrado algunas coincidencias con las posturas antes mencionadas. Efectivamente, las mujeres periodistas, por lo general, se mantienen más alejadas de los círculos de poder, tanto externos como internos, se involucran menos en los aspectos empresariales y aunque sean numerosas parece que se ven menos. Muchas de ellas incluso habiendo recibido propuestas para ejercer cargos de responsabilidad o los ejercen durante un tiempo limitado o simplemente los rechazan, ya que no les dan tanto valor como al parecer les otorgan sus colegas varones. Parece ser que aquí sí hay unas prioridades vitales diferentes por razón de género que aún no han sido suficientemente estudiadas.
Otra cosa es que su presencia haya sido la causante de los cambios experimentados en la actividad periodística, cosa que habría que estudiar en profundidad, ya que los cambios ocurridos en lo que hoy llamamos información tienen causas de diversa naturaleza: la misma definición de lo que es informar, el cambio de paradigma respecto a la tan manida objetividad o sobre la función de los medios más como constructores de realidad que como espejos de la misma y, en definitiva, los muchos y variados cambios que ha experimentado la sociedad –que no en vano llamamos de la información– y que son debidos a multitud de factores.
Sin embargo parece que continúa existiendo lo que se ha dado en llamar una cultura profesional periodística compartida por todos los profesionales y que tiene que ver con aquellos valores, creencias, actitudes, rutinas y procedimientos que los periodistas asumen como inherentes a la actividad informativa y que, según mi opinión, está fuertemente imbuida de una cosmovisión de género androcéntrica, que es, en definitiva la que tienen que aprehender los y las profesionales que se incorporan al periodismo. Es muy importante no significarse, no destacar, no ser inconveniente, no cuestionar en definitiva los principios sobre los que descansa la cultura periodística, porque de lo contrario fácilmente se puede incurrir en lo que para los periodistas resulta intolerable: la falta de profesionalidad.
Por lo que respecta a la incorporación cuantitativa, podemos ver que esta fue escasa durante los años 70 y 80, y paulatina a partir de los años 90, si bien no tan espectacular como la presencia mayoritaria de alumnas en las facultades de Ciencias de la Comunicación podría hacer creer. Efectivamente, el alumnado de periodismo es mayoritariamente femenino desde hace más de 20 años, rozando actualmente el 70% y superándolo incluso en algunas universidades6. Ya en el curso 1988-89 había un 58,5% de alumnas frente al 41,5% de hombres, porcentaje que no ha hecho más que incrementarse desde entonces a favor de las mujeres.
En las redacciones, en cambio, las mujeres representaban el 17% en 19907 en el conjunto de España, aunque en Cataluña el porcentaje subía hasta casi el 30%8. Según las Tablas 1 y 2, en estos 20 años la incorporación de las mujeres a la profesión periodística en Cataluña ha sido paulatina pero lenta, siendo el 34,7% en 2002 y el 37,4% en 2007. En el conjunto de España, según datos de la Asociación de la Prensa de Madrid, la presencia de las mujeres en el periodismo es de un 46,5%, aunque con diferencias notables según el soporte de que se trate; en este sentido, los sectores más feminizados son los departamentos de comunicación (57,4%), la televisión (50,8%) la prensa (37,7%) y la radio (33%).
Como se puede comprobar, estos porcentajes bajan cuando se trata de los niveles de responsabilidad, donde podemos ver que en Cataluña el porcentaje de mujeres es del 22,7% en 2002 y sube ligeramente hasta casi un 26% en 2007. Según un estudio del Consell Audiovisual de Catalunya9 en la televisión catalana el 88% de los programas están dirigidos por hombres, y en la radio este porcentaje sube hasta el 90%.
En el resto de España los porcentajes son muy parecidos. El porcentaje más bajo de mujeres con cargo se situaría, para la prensa diaria y según algunos estudios, en un 14%10. En la encuesta que sirve de base a la Asociación de la Prensa de Madrid para radiografiar la profesión se destaca que el 76% de los cargos están ocupados por hombres, mientras el 24% lo ocupan las mujeres, cifras que están en sintonía con los datos del 2007-08 para Cataluña, según se puede comprobar en la Tabla número 2.
Según mi propia elaboración con datos del Anuario de la Comunicación editado por el Colegio de Periodistas de Cataluña de 2002-03 y 2007-08, las Tablas 1 y 2 reflejan la evolución por lo que respecta a hombres y mujeres en los diferentes medios, con expresión de los cargos de responsabilidad11. Es evidente que un 37,4% de presencia en las redacciones no es una excesiva “feminización” de la profesión, y un 26% entre los cargos de responsabilidad tampoco es un dato demasiado alentador para ya bien iniciado el siglo XXI.
En el País Vasco la situación es muy parecida. Según un estudio reciente12, las mujeres redactoras representan en los medios de esa comunidad el 37,3% que baja al 32,6 si se trata de mandos intermedios y al 23,1% si hablamos de los puestos directivos.


Un dato muy interesante que creo necesario consignar lo representa el porcentaje de mujeres que firman los textos según se trate de información u opinión, según estudios realizados hace unos años13 y que cabría actualizar para ver su evolución.
Si se trata de la información, encontrábamos que en 1997 el 12,4% de los textos estaban firmados por mujeres, el 27,8% por hombres, el 59,5% estaba sin determinar (textos sin firma o con iniciales) y el resto lo firmaba una pareja mixta. En cambio, la opinión estaba firmada en un 69,6% por un hombre, un 7,04% por una mujer y el resto sin determinar (editoriales o sueltos) o bien por pareja mixta.
Sorprende, por tanto, esta diferencia entre la autoría de los textos informativos y los textos de opinión. Aunque no es este el lugar para teorizar sobre las diferencias entre informar y opinar, sí que resulta interesante ver que los textos argumentativos, textos en los que los autores defienden sus ideas explícitamente, están escritos mayoritariamente por hombres en un porcentaje abrumador, con todo lo que ello significa de situar en la palestra pública ideas, temas, argumentos etc. y ofrecer diversos puntos de vista sobre los diferentes asuntos sobre los que convenga llamar la atención. ¿Las mujeres no tienen voz? ¿No opinan? ¿No son invitadas a opinar? ¿Les resulta más difícil conseguir espacios en los diarios? ¿Se muestran más renuentes a expresar públicamente sus opiniones? Preguntas todas ellas muy sugerentes para las que, de momento, tenemos pocas respuestas. Otro estudio reciente que conviene tener presente es el Who Makes News 14 que se viene realizando cada cinco años desde 1995. En la cuarta edición de 2010 los resultados más destacables son, por lo que respecta a los profesionales, que el 58% de los informativos de televisión son presentados por mujeres, porcentaje similar en toda Europa. En cambio, por lo que respecta a los reporteros se observa que el 34% de las noticias fueron elaboradas por mujeres mientras los hombres elaboraron el 66% de las historias que se cubrieron. Según se desprende del último informe de 2010, la televisión es el medio donde más mujeres desarrollan su labor profesional como periodistas, mientras que en la radio y la prensa se invierten las cifras y los hombres dominan ampliamente la cobertura de noticias (68% de las noticias en radio y el 73% de las de la prensa fueron cubiertas por hombres, lo que significa que las mujeres cubrieron el 32% de las noticias emitidas y el 28% de las publicadas).
¿Qué interpretación podemos dar a este hecho? Aparentemente podría significar que la televisión es el medio más permeable a la presencia profesional femenina mientras que radio y prensa se muestran más reticentes. Me pregunto si no tendrá que ver con ello las cuestiones de imagen , es decir, el hecho de que en televisión cuenta mucho el aspecto de las personas. Si fuese así no sabríamos decir si esta mayoritaria presencia femenina es debida a la mayor permeabilidad del medio o a la necesidad de dar un determinado tipo. Digamos que las periodistas suelen ser en general bastante más jóvenes que sus colegas masculinos y la mayoría tienen un aspecto físico más que aceptable.
El estudio más reciente y ambicioso, no obstante, sobre la situación profesional en los medios (que no se centra en la cobertura informativa sino en la ocupación) es el realizado por la International Women Media Foundation (IWMF) radicada en Washington. Este estudio, dirigido por la Dra. Carolyn Byerly de la Howard University, escanea 59 países en su informe The Status of Women in the News Companies , cuyos resultados se hicieron públicos en marzo de 2011. Yo fui Coordinadora Regional para España en este trabajo. Entre sus principales conclusiones se pueden destacar las siguientes: las mujeres ocupadas en las 522 compañías estudiadas representan el 35,1% mientras los hombres alcanzan el 64,9%. Por niveles, en el máximo nivel de jerarquía (gobierno de los medios) los hombres representan el 74,1% y las mujeres el 25,9%. No obstante la diversidad de países y situaciones, la participación de las mujeres en los niveles de dirección está 14 puntos por encima del 12%, que era la cifra que Margaret Gallagher establecía en 1995, lo que significa un aumento considerable en estos últimos 15 años, aunque naturalmente muy lejos de la paridad. El nivel más igualitario se sitúa en los niveles profesionales “senior”, donde los hombres representan el 59% y las mujeres el 41%.
Por lo que respecta a Europa podemos apreciar que las cifras son ligeramente superiores a la media mundial (8 puntos por encima), si bien en los niveles directivos no llega a 4 puntos de diferencia (por encima) respecto al resto de países.
Aquí podemos ver las diferencias por niveles profesionales. A nivel europeo, mientras en la cúspide de la pirámide jerárquica las mujeres no llegan al 30%, entre los profesionales senior y junior el porcentaje de mujeres es del 41,8% y el 48,5%, respectivamente. Las mujeres representan en total el 43,3% de la profesión, pero si vemos la media en los cargos de responsabilidad se quedan en el 37,48%.
Tabla 3.
Jerarquía ocupacional. Niveles según sexo en las empresas informativas en Europa Occidental.

Por lo que respecta a España, fueron entrevistados 11 empresas informativas: 4 periódicos diarios, 4 cadenas de televisión y 3 cadenas de radio. En conjunto empleaban –hablo de datos de antes de las últimas remodelaciones provocadas por la crisis– a unos 12.000 periodistas (4.855 mujeres y 7.055 hombres). Las mujeres representaban el 40,7% del total, 3 puntos menos que en Europa. Pero si hacemos la media de todos los niveles de responsabilidad se quedan en el 33,27%.
Tabla 4.
Jerarquía ocupacional. Niveles según sexo en las empresas informativas españolas

Lo más destacable es el escaso número de mujeres en los niveles ejecutivos y de gobierno de los medios donde las mujeres representan sólo el 17,6%, seguido del 20% en los puestos de Management del más alto nivel y los Mandos Senior (19,7%). Estos tres niveles representan los de más alta jerarquía, los que deciden sobre aspectos financieros, la política informativa y las estrategias a seguir.
Las mujeres empiezan a tener cierta presencia en los niveles de profesionales Senior (44%), seguido de producción y diseño (40%) mientras que en la parte técnica el porcentaje de mujeres es mucho menor (26,8%). El único nivel donde las mujeres tienen un porcentaje mayor que los hombres es en ventas, finanzas y administración con un 52,3% y hay paridad en otros cargos no especificados (50%).
De todas formas, acabo este epígrafe con la misma idea con que lo empecé: la situación laboral de las mujeres periodistas, las dificultades para desempeñar cargos de responsabilidad o los problemas que haya en las redacciones por razón de sexo creo que es una cosa y otra la producción y reproducción de los contenidos, y cada aspecto hay que estudiarlo y analizarlo por separado. Con ser importante la situación profesional de las periodistas, creo que es una cuestión que hay que separarla de la producción de los contenidos. Si no, podemos enredarnos en vincular el cambio en los contenidos con la mayor o menor presencia de mujeres en las redacciones, lo que representa reducir la producción del discurso a una mera cuestión de voluntad. Y el discurso periodístico, como veremos en los capítulos siguientes, es un producto que va más allá del género a que pertenezcan sus productores.