La importancia de las imágenes sociales
También ha colaborado en la importancia que adquieren los medios el cambio de paradigma a la hora de definirlos. Los medios no son ya aquellos viejos espejos de los que se decía que reflejaban la realidad, sino que son auténticos constructores de la misma. Dependiendo de lo que aparezca en cada uno de los medios tendremos una percepción u otra de la realidad, siendo la realidad exterior exactamente una única e invariable para todos. Por eso el contenido de los medios ha devenido un foro tan estratégico para todos los actores sociales, porque la sociedad se hará una composición de las cosas u otra según sean abordados los diferentes temas. Y no hablo de una manipulación consciente y torticera –que también– sino de la imposibilidad humana de reproducir el estado de cosas de manera objetiva , pues los seres humanos somos sujetos y sólo podemos aprehender el mundo desde nuestra propia subjetividad: podrá haber más o menos rigor, más o menos profundidad, más o menos imparcialidad, más o menos neutralidad o más o menos tendenciosidad, pero en todos los casos serán percepciones desde una subjetividad de la que no podemos sustraernos.
Los medios de comunicación pueden actuar de dos formas: como motor de cambio, al proponer lecturas novedosas, recoger movimientos latentes o formas de vida minoritarias, aquello que la sociedad en su totalidad todavía no ha asumido. Otras veces actúan más bien como rémora para el cambio, perpetuando modelos ya periclitados que la sociedad ha abandonado por anticuados y obsoletos y que los medios se obstinan en seguir reproduciendo de manera acrítica. La mayoría de las veces sucede que combinan las dos facetas, y así podemos observar aproximaciones a fenómenos nuevos junto a propuestas o modelos estereotipados que causan extrañeza, incomodidad o irritación.
Esta dualidad es la que convierte a los medios en un foro público tan importante: en parte reproducen y perpetúan las bases cognitivas de la sociedad, y en parte son –o podrían ser– poderosos instrumentos para poder propiciar el cambio social. De ahí que haya tanta discusión sobre el tema y aparezcan tan a menudo como responsables de los males que nos aquejan. Es evidente que los medios no tienen la culpa de todo lo que ocurre en el mundo, pero sí que tienen una gran responsabilidad en la manera en que representan lo que ocurre, porque de la representación que se haga dependerá nuestra percepción.
Este libro se centra precisamente en cómo los medios de comunicación representan a los hombres y a las mujeres, cómo esta representación afecta a nuestra percepción de las identidades de género y cómo todo ello puede beneficiar o entorpecer el cambio social, y con él la igualdad o desigualdad entre los individuos que componen la sociedad.
Es evidente que la repetición sistemática de unas imágenes, de unos titulares, de unos valores, de un determinado estado de cosas hace que la realidad sea percibida según aquellos patrones propuestos. Medio en broma medio en serio suelo decir que si un extraterrestre llegara a nuestro país y lo primero que viera fuera un kiosco de prensa, creo que deduciría dos cosas fundamentales: que hace mucho calor, por lo ligeritas de ropa que van todas las modelos que aparecen en portada, y que las mujeres se mueren a los 35 años. Esta boutade adquiere pleno sentido si consideramos que en un estudio realizado en seis cadenas de televisión del norte de Europa2 las mujeres que aparecían hasta 19 años representaban un 51% y los hombres el 49%, lo que se corresponde más o menos con el porcentaje por sexos de la población general. De 20 a 34 años las mujeres eran el 43%; entre 35 y 49 años bajaban al 32% y las de más de 50 quedaban reducidas a un 20% mientras los hombres ascendían al 80%. Es decir, a mayor edad, menos presencia femenina. Las locutoras, las periodistas, las presentadoras, las animadoras, las azafatas de los programas, las modelos de las revistas, las mujeres en los anuncios publicitarios, siempre, siempre son jóvenes –además de guapas– lo que en último término puede llegar a representar la aniquilación simbólica de las mujeres maduras. La vejez femenina puede llegar a ser percibida como una agresión, algo intolerable de ver, ya que el rostro de las mujeres siempre es mostrado, y repetido hasta el delirio, en su máximo esplendor.
Otro ejemplo de cuán importantes son las imágenes sociales es a quiénes tienen los niños como modelos de identificación. Si preguntamos a cualquier niño qué querría ser de mayor o a quien le gustaría parecerse, muchos de ellos dirán que Fernando Alonso (de hecho ya se hizo una encuesta de estas características y el primer nombrado era este corredor de Fórmula 1). Pero también podrían citar a otros deportistas igualmente famosos como Rafael Nadal, Cristiano Ronaldo, Dani Pedrosa, Xavi Alonso, Andrés Iniesta, Leo Messi, Pau y Marc Gassol, Neymar u otro que se encuentre en ese momento en la cúspide de su carrera. Preguntadas las niñas, la mayoría de ellas quería parecerse a... Leticia Ortiz... la flamante princesa que nos remite curiosamente al título de este libro. Pero seguramente también citarían a las top-models, esas mujeres que se han constituido, hoy por hoy, en el modelo a seguir por antonomasia: joven, guapa, alta, delgada, popular y rica. O a las actrices, la mayor parte de ellas jóvenes y espectaculares. ¿No es ese el modelo de identificación para las mujeres que se propone hasta la saciedad? ¿Hasta qué punto esta identificación no es reforzada –aparte el evidente dominio social de esos valores– por la machacona y unidimensional imagen que de las mujeres ofrecen los medios de comunicación?
Muy pocos niñas citarían como modelos a seguir a mujeres políticas como María Teresa Fernández de la Vega, de quien no se dejó de citar su delgadez y sus arrugas, además de otros factores de su personalidad; o ni siquiera a políticas candidatas o presidentas de sus respectivos países, como Ángela Merkel, Dilma Rousseff, Hillary Clinton, Ségolène Royal, Cristina Fernández o Michelle Bachelet; ni siquiera a las deportistas, de las que se habla poco y la mayor parte de las veces por aspectos de su vida extradeportivos, cuando no de su vestuario y aspecto físico, como podremos comprobar en los capítulos siguientes ¿Qué mujeres podrían recordar el o la lectora de este texto como posibles modelos de identificación para las niñas que estén representados en positivo? Sólo existe otro gran grupo de mujeres con las que muchas niñas querrían identificarse, y estas son las cantantes y las actrices, únicos dos centros de interés donde las mujeres tienen más protagonismo, pero siempre que su físico y aspecto se mantengan dentro de los cánones de belleza dominantes: jóvenes y guapas (Shakira, Beyoncé, Penélope Cruz...). La posibilidad de una Tina Turner setentona arrasando en el escenario es vista como un anacronismo, lo cual no dejó de ponerse de relieve en sus últimas actuaciones, mientras Mick Jagger y Keith Richards (más o menos de la misma edad que Tina Turner) preparan una nueva gira mundial. Si hasta para las niñas de 2 a 6 años ha salido una nueva publicación que se llama...Princesas , ¿cómo vamos a conseguir que las mujeres dejen de ser representadas como reinas para ser tratadas simplemente como ciudadanas?