Proemio

La sociología tuvo un periodo de gestación desde mediados del siglo xviii –con aportaciones abiertamente sociológicas, como muestran las obras de Montesquieu, entre otras, y en especial su Espíritu de las leyes. Algunos científicos, en el siglo siguiente, como por ejemplo Auguste Comte, que le dio el nombre y acuñó la palabra, la identificaron y definieron como ciencia social específica. Al mismo tiempo se desarrollaban las demás ciencias sociales, como la economía política, la historiografía, la etnología, la antropología cultural y la psicología social. Sin embargo, la sociología de hoy, en pleno siglo xxi, debe su visión, su método así como lo esencial de su problemática a un grupo de sabios que representan su primera maduración. Son Karl Marx, Ferdinand Tönnies, Vilfredo Pareto, Émile Durkheim, Georg Simmel y Max Weber, principalmente. Su obra constituye hoy el canon clásico de la disciplina. A pesar del progreso de esta ciencia social y del hecho de que continúa progresando, nuestro horizonte hoy resta en gran medida muy claramente definido por su aportación. Conocer a Simmel es, pues, fundamental. No es sólo curiosidad histórica. Hacerse las preguntas que él se hacía, sopesar las respuestas que él dio, continuar explorando los caminos que él abrió es aún esencial.
Numerosos conceptos sociológicos usados hoy en sociología fueron acuñados por Simmel o recibieron gracias a él una definición rigurosa. La panoplia conceptual de la ciencia social del siglo xxi está en inmensa deuda con él. Cualquier aprendiz de sociología echa mano de conceptos como los de ‘rol’, ‘grupo de referencia’, ‘distancia social’, ‘integración’, ‘supraordinación’-frente ‘subordinación’ y ‘conflicto’ -como generador de cohesión e identidad-, entre otros varios. De Simmel proceden todos ellos.
Georg Simmel fue una de las mentes más fértiles que nunca ha producido la socio¬logía y la filosofía social. (Como filósofo también se definió él mismo, sobre todo al final de su carrera.) Igualmente notable es su obra como ensayista; como tal se inserta en aquélla tradición europea que , desde Montaigne y Bacon, no ha dejado de iluminarnos, y que tiene en España, desde Baltasar Gracián a Unamuno, Ortega y Joan Fuster, una tradición sólida. La obra simmeliana continúa siendo estimulante y enriquecedora, y nos espolea a probar nuevas hipótesis y explorar problemas y enigmas sociológicos que permanecen abiertos a nuestra indagación y especulación, amén de darnos intuiciones y vislumbres de la condición moderna y contemporánea que se nos antojan insuperables. Sus respuestas , como comprobará el lector, al igual que su preguntas, nos acercan como nadie logró hacerlo en su época a las cuestiones más inquietantes de la modernidad y a la intrigante naturaleza de nuestro tiempo.