INTRODUCCIÓN

—¿Tú eres bibliotecaria? Pues fíjate qué casualidad, que justo ayer estuve en una biblioteca y me sorprendió lo que vi. Cuando era pequeña solía sacar libros de la biblioteca del colegio en el recreo para leer después en casa, pero no imaginaba que hoy por hoy las bibliotecas siguiesen funcionando. Como todo está ya en internet, creía que esos sitios ya estaban desfasados y ayer me di cuenta de que todavía funcionan y hacen un montón de cosas con los niños…

Esta conversación, real como la vida misma, no es un caso aislado. No son pocas las personas convencidas de que desde la llegada de internet a nuestras vidas la existencia de las bibliotecas ya no tiene mucho sentido. Además, con la cantidad de soportes más que novedosos, atractivos y transportables que hoy tenemos, en los que caben mil y un documentos, y que ofrecen la posibilidad de conectarnos a la red desde donde y cuando queramos, ¿para qué ir a la biblioteca? Y, para más «inri», en algunos centros educativos ya regalan ordenadores portátiles a su alumnado. ¿Qué sentido tiene entonces la biblioteca escolar?

En las páginas que siguen se plantean los aspectos que, a nuestro juicio, resultan esenciales para entender no solo el sentido de la biblioteca escolar en la actualidad, sino todos aquellos cambios necesarios para que alcance —en un futuro ojalá no muy lejano— el merecido protagonismo de un agente tan determinante para el éxito de cualquier sistema educativo.

El panorama de partida no es, desde luego, muy alentador (figura 1). Por desgracia, son todavía muy altos los porcentajes en España de:

•    Centros escolares sin biblioteca en funcionamiento.

•    Bibliotecas que desempeñan un papel simbólico en su escuela.

•    Bibliotecas usadas sobre todo como lugar de castigo o de estudio individual.

•    Bibliotecas donde el silencio absoluto es la primera norma.

•    Habitaciones cerradas con llave que reciben el nombre de biblioteca escolar porque están llenas de libros.

•    Bibliotecas con muy pocos materiales multiformato.

•    Bibliotecas atendidas por una sola persona, sin preparación específica, y en su tiempo libre.

•    Bibliotecas sin ninguna presencia en internet.

Figura 1. Esquema que sintetiza el panorama de las bibliotecas escolares

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El trabajo que el lector tiene ahora en sus manos quiere ser un grito de denuncia ante una situación de inmovilismo que se prolonga demasiado tiempo. No es fácil encontrar un tipo de servicio educativo cuyo progreso haya sido tan escaso en las últimas décadas a pesar del desesperado llamamiento continuo de profesionales y expertos. Como escribió Cencerrado-Malmierca en 2007, la situación de la biblioteca escolar en España está acabando con la paciencia de un sector de personas implicadas que han invertido muchos esfuerzos para su mejora y, sin embargo, no acaban de ver los frutos.

Cierto es que la legislación educativa no ha contribuido precisamente al avance de las bibliotecas escolares. Hasta la Ley Orgánica de Educación de 2006 las bibliotecas escolares han sido las grandes ausentes de la legislación educativa española de ámbito estatal. Pero la normativa no lo es todo, y además no se trata de mirar hacia atrás para lamentarnos o buscar las causas y los factores o personas responsables de la deficitaria situación actual. Este pretende ser un libro esperanzador, de reclamación constructiva, que aporte ideas claras y factibles sobre el camino que debe seguir la biblioteca escolar en pleno siglo XXI

La necesidad de esta transformación viene claramente reflejada en las nuevas denominaciones que han ido surgiendo en los últimos años como intento «desesperado» de cambiar la propia realidad de las bibliotecas escolares. Como si con la varita mágica del nuevo nombre se pudieran lograr de manera automática los retos que implica una nueva realidad social y tecnológica.

El concepto y el término clásico de biblioteca escolar se han visto contaminados lamentablemente por la realidad descrita más arriba. Y no pocos miembros de la comunidad educativa asocian la palabra biblioteca con aquellos espacios a los que solo acuden los empollones o los castigados. La palabra biblioteca también se suele relacionar con instituciones antiguas, arcaicas, viejas u obsoletas. Por eso, en las últimas décadas han ido surgiendo nuevas expresiones con el objetivo de revitalizar el propio concepto de biblioteca escolar. Algunas de las más exitosas son:

•    Centro de recursos para el aprendizaje (CRA). En algunos casos se usa junto con la denominación clásica: biblioteca escolar CRA.

•    Centro de recursos para la enseñanza y el aprendizaje (CREA). También se emplea en combinación: biblioteca escolar CREA.

•    Centro de recursos para el aprendizaje y la innovación educativa (CRAIE).

•    Centro de recursos multimediales.

•    Mediateca.

•    Centro de recursos documentales.

•    Centro de documentación.

Muchos de estos términos son fruto de esa tendencia que tenemos los humanos de hacer traducciones más o menos inteligibles de otros vocablos extranjeros con la intención de buscar nuevas aplicaciones o funciones de términos ya existentes, consagrados y perfectamente consolidados. Les damos un nuevo aire, más moderno y acorde con los nuevos tiempos (o no tan nuevos).

Obviamente, no solo en nuestro país se disfrazan los términos clásicos con otros más tecnológicos. El uso de la terminología es diferente de un país a otro y lo mismo nos podemos encontrar con School Library Resource Center, con School Library Media Center, Information Center, Open Learning Center —en el ámbito anglosajón—; o con Bibliothèque Centre de Documentation (BCD) o Centre de Documentation et Information (CDI) —en los centros escolares franceses—, por poner solo algunos ejemplos.

Todo esto demuestra que no parecemos estar muy conformes con el vocablo y nos empeñamos en emplear una terminología diferente a lo que siempre ha sido y será una biblioteca. En el fondo, parece que el uso del término biblioteca escolar se nos queda corto debido a dos razones esenciales: por un lado, la diversidad de información y de formatos, y por otro lado, la automatización del manejo de esa información que se ha visto potenciada con las nuevas tecnologías de la comunicación. Es como si el temor a quedarnos descolgados ante los continuos avances quisiéramos mitigarlo con bautizos y rebautizos. De esa forma, y con un nuevo nombre más llamativo y actualizado, parece que incluso podemos atraer a más usuarios…

El problema es que muchos de esos nuevos términos no se usan de forma generalizada, y según sea el centro educativo, la provincia o región española en la que nos encontremos, así será el término utilizado para hablar de biblioteca escolar.

Pero la realidad es que la biblioteca escolar lo alberga todo, es un espacio aceptado por todos e identificado como tal por todos. El cambio de nombre solo supone un lavado de cara de una institución que, en esencia, cuenta con una colección de documentos debidamente organizados y dispuestos para su uso. Entonces, ¿por qué no dejar de buscar acertijos y trabalenguas sobre lo que de verdad es y seguirá siendo una biblioteca escolar? ¿Por qué no dedicarnos a cosas más importantes como la posibilidad de cambiar la imagen que se tiene de ellas y convertirlas en lugares vivos de información, formación y recreo?

Figura 2. ¿Por qué no dejar de buscar acertijos y trabalenguas sobre lo que de verdad es y seguirá siendo una biblioteca escolar?

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En definitiva, claro que la biblioteca escolar debe transformarse para adaptarse a los nuevos tiempos, pero siempre permaneciendo anclada a unos principios sólidos, que pueden resumirse en la breve definición que ofrece el Manifiesto Unesco/IFLA sobre la Biblioteca Escolar (2000): «La biblioteca escolar ofrece servicios de aprendizaje, libros y otros recursos, a todos los miembros de la comunidad escolar para que desarrollen el pensamiento crítico y utilicen de manera eficaz la información en cualquier soporte y formato».

Según este importante Manifiesto, una transformación de la biblioteca escolar (y de sus denominaciones) basada únicamente en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación sería como comenzar la casa por el tejado. Por eso, solo en el último capítulo de este libro se aborda la dimensión digital de la biblioteca escolar. Antes de llegar a ella, debemos asentar otros elementos primordiales como su propia existencia, su protagonismo educativo, las funciones, los servicios, la difusión, los materiales y la coordinación.

Este texto, por tanto, está destinado a todas aquellas personas que apuestan por una visión real y al mismo tiempo optimista de lo que es y puede llegar a ser una biblioteca escolar en su máxima expresión. En especial puede interesar a:

•    Responsables de bibliotecas escolares.

•    Miembros del equipo de apoyo a la biblioteca escolar de su centro.

•    Docentes de cualquier área o especialidad.

•    Directivos y coordinadores docentes.

•    Responsables de la administración educativa.

•    Estudiantes de biblioteconomía y documentación.

•    Estudiantes de educación infantil y primaria.

•    Profesionales de la información y la documentación.

•    Cualquier persona implicada en el mundo de la educación.