Capítulo I

El arte de la sospecha

A estas alturas nadie duda de que Pierre Bourdieu (Denguin, 1930 - París, 2002) es una de las figuras más influyentes y, a la vez, controvertidas de la sociología de la segunda mitad del siglo xx. Las contribuciones del autor de La distinction son muy relevantes desde el punto de vista de la teoría y la investigación científica. Su principal virtud ha sido hacer compatible una gran vocación teórica –el autor disfrutaba de una sólida formación filosófica– con una dilatada experiencia de trabajo de investigación empírica que, generalmente, contó con la colaboración de investigadores muy preparados.
La obra de Pierre Bourdieu es un ejemplo paradigmático de imaginación sociológica y comporta un desafío a la teoría sociológica clásica y, especialmente, al funcionalismo parsoniano y al marxismo (corrientes dominantes de la sociología europea a mediados del siglo xx).
Bourdieu rehúye las etiquetas que lo han perseguido durante toda la vida. A pesar de ser un autor francamente difícil de clasificar, el mismo Bourdieu en un momento dado caracterizó su paradigma sociológico como “constructivismo estructuralista”, cosa que equivale a situarse dentro de la corriente constructivista hacia la cual convergen autores como Norbert Elias, Anthony Giddens, Peter Berger y Thomas Luckman.
En sus memorias, Raymond Aron –personaje capital de la sociología francesa de la posguerra– dedica unas palabras a Bourdieu, que fue “discípulo” suyo y con quien tuvo una relación personal y profesional muy estrecha durante la década de los sesenta. Le reconoce un extraordinario talento y capacidad: “entonces ya prometía todo lo que ha conseguido: ser uno de los grandes de su generación”. Pero después le reprocha su cara más oscura: “líder de secta, seguro de sí mismo y dominante, experto en intrigas universitarias, despiadado con aquellos que le pueden hacer sombra” (Aron, 1983: 337). A pesar de estas palabras lapidarias, podemos decir que Bourdieu es una figura clave de la sociología europea del siglo xx y supone, dentro de la tradición francesa, un claro continuador del legado de Auguste Comte, Émile Durkheim y Lévi-Strauss.
La obra de Bourdieu sorprende y desconcierta por su amplitud y extensión. Su discípulo Loïc J. D. Wacquant destaca la gama sorprendentemente variada de terrenos de investigación especializados que ha tratado (desde el estudio de los labradores, el arte, el paro, la escuela, el derecho, la ciencia y la literatura, hasta el análisis del parentesco, las clases, la religión, la política, el deporte, la lengua, la vivienda, los intelectuales, el Estado) (Wacquant, 2005). Ante el conjunto de la obra, es admirable la extraordinaria capacidad de trabajo y el hecho de que se prodigara en temas de naturaleza tan diversa. En este sentido, también destaca la multitud de registros y estilos empleados en sus trabajos de investigación más (re)conocidos.
A pesar de la amplitud temática, hay una serie de cuestiones que trata de manera obsesiva y recurrente a lo largo de los años. Estas obsesiones van ligadas a la cuestión del poder y del dominio simbólico. También se centra en el estudio del prestigio y del reconocimiento social, reflexión que inició en la etapa argelina y que culmina, años más tarde, con La distinction (1979), una de sus obras más celebradas.
Bourdieu es un hombre constante y tenaz. A lo largo de los años mantiene una serie de intuiciones fundamentales que constituyen la clave de una obra que –como sucede en los grandes filósofos– se caracteriza por el afán sistematizador. Cómo señala Loïc J. D. Wacquant, el trabajo de Bourdieu está en perpetuo movimiento, puesto que el autor revisa permanentemente el mismo núcleo de interrogantes, objetos y localizaciones empíricas, a medida que su modo de pensamiento recurrente y en espiral se despliega a través del tiempo y del espacio analítico (Wacquant, 2005).
Bourdieu va a contracorriente y pone en práctica la duda metódica, cuestiona las prenociones, las etiquetas y las clasificaciones, tanto las de sentido común como las periodísticas o las administrativas. En este sentido es un personaje incómodo, inconformista y que pone en cuestión los dogmas de la tradición científica heredada. Autor vanguardista, plantea un cambio radical de paradigma científico. Contrario al esencialismo de origen aristotélico, el autor francés es partidario de una metodología que rompa con las maneras de pensar “realistas” o “sustancialistas”. Por eso, como veremos más adelante, elabora la noción de “campo” y propone una manera relacional de pensar la vida social: “si todo aquello real es relacional, es necesario pensar relacionalmente”.
Trabajador infatigable, nos ha dejado un legado de más de cuarenta libros (algunos escritos en colaboración con colegas y discípulos), multitud de artículos en revistas especializadas, entrevistas, conferencias y documentales. Tras su muerte, se han publicado centenares de textos sobre su obra. Si quisiéramos hacer la relación completa de todos los textos publicados del autor (y sobre el autor) necesitaríamos un libro mucho más extenso que este que el lector tiene en las manos (véase, por ejemplo, Delsaut y Rivière, 2002).
Muchos estudiosos ignoran el carácter abierto, ensayístico (y, a menudo, provocativo) de algunos trabajos de Bourdieu. Tratan sus textos como obras acabadas, definitivas. No se dan cuenta de que a menudo son textos de combate. Algunos títulos –ensayo, esbozo, elementos para una teoría, etc.– hacen patente el carácter tentativo y provisional de su trabajo científico. Por este motivo el autor ha revisado y ha reescrito diversas veces alguno de sus textos más notables. Por ejemplo, Le sens practique (1980) es un trabajo fundamental, dado que presenta de manera explícita y sistemática el marco teórico que le sirve para el análisis del mundo social. Se trata de una revisión y actualización de un trabajo anterior, Esquisse d’une théorie de la pratique (1972). (La novedad que comporta la última versión es que incorpora la noción de campo con la voluntad de completar su concepción teórica.)
Es difícil hacer un resumen fiel y sistemático, puesto que el mismo Bourdieu se ha dedicado a revisar y a (re)hacer continuamente un sofisticado edificio teórico que intenta poner a prueba con nuevas conjeturas y que no da nunca por acabado. Curiosamente, la hipercorrección es una constante en un autor poco dispuesto a admitir públicamente sus errores y poco dispuesto –todo se tiene que decir– a aceptar las críticas de sus colegas. La amplitud de sus intereses y la profundidad de sus trabajos dificulta la síntesis. Por otro lado, el estilo literario (si es que podemos hablar de estilo) es oscuro y difícil. En una obra repleta de citas y de referencias eruditas le cuesta admitir abiertamente ciertas influencias. Este es uno de los múltiples enigmas que esconde su producción científica. A Bourdieu le gustaba mantener cierto misterio y daba pocas pistas para descifrar el sentido de su trabajo. Se muestra reacio ante los esfuerzos de algunos de sus discípulos por hacer divulgación de su obra. El éxito de su trayectoria se debe, posiblemente, en parte, al carácter laberíntico y espinoso de su obra.
A riesgo de simplificar podemos señalar dos etapas fundamentales en la trayectoria de Bourdieu. El primer periodo se inició con los trabajos sobre la sociedad argelina (en la década de los años cincuenta) y culmina en 1982, con su nombramiento como catedrático del Collège de France. Entonces se produce un episodio de “consagración”, plasmado en la conferencia inaugural Leçon sur la leçon (1982). El primer periodo se distingue por la confección de sus herramientas teóricas y por una rigurosa correspondencia entre los datos recogidos y los procesos de conceptualización. El segundo periodo se caracteriza por la aplicación de su teoría social a multitud de campos alejados de los campos donde se había gestado inicialmente. Mientras que las obras de la primera etapa se vinculan con la construcción de su teoría social, las obras de la segunda entroncan con la extensión y la aplicación de esta a otros ámbitos (Marqués, 2008).
El libro que el lector tiene en las manos es una invitación a la obra de Bourdieu. Se ofrece una introducción de todo el conjunto de los trabajos del autor francés. Hay que pensar que tras su muerte han proliferado los estudios que focalizan la atención en algún aspecto parcial de la obra del intelectual francés: “en realidad, ha sido una práctica común seleccionar los escritos de Bourdieu atendiendo a una parcela temática concreta, aislándolo del resto de su obra” (Marqués, 2008: 149). Hay que recordar, por ejemplo, que en España los primeros trabajos que se tradujeron provienen del mundo educativo, pero a menudo fueron muy polémicos y mal interpretados al leerlos sin tener en cuenta el contexto general de la obra de Bourdieu. Ciertamente, hay pocos trabajos (de calidad) que nos ofrezcan una visión global y sistemática de su obra. Tenemos algunas excepciones: en castellano podemos destacar, por ejemplo, la obra de Francisco Vázquez (2002): La sociología como crítica de la razón. Por otro lado, el mismo Bourdieu, junto con Wacquant, en Una invitación a la sociología reflexiva (2005), expuso con bastante claridad los elementos clave de la obra bourdieuana y definió con precisión la orientación teórica y metodológica.
En las páginas que siguen destacaremos las principales aportaciones del autor de Denguin y expondremos, de la manera más clara y concisa posible, su concepción del mundo. Desgraciadamente las limitaciones de tiempo y espacio nos obligan a ser muy selectivos y hemos dejado fuera algunos temas importantes. Por otro lado, no resulta fácil tomar distancia respecto de la vida y la obra de un autor de fuerte carácter, que entiende su obra fundamentalmente como una herramienta de combate.
Antes de adentrarnos en su obra, es esencial conocer sus orígenes sociofamiliares, y su propuesta de socioanálisis, que marcan la personalidad de Bourdieu y su compromiso científico. El retrato que hacemos a continuación se basa, en buena parte, en su testimonio directo y en sus propias reflexiones expuestas, sobre todo, en el libro póstumo Autoanálisis de un sociólogo.