Prólogo

La Lingüística se define de ordinario, y en pocas palabras, como la ciencia del lenguaje. Pero el lenguaje es un fenómeno humano de una magnitud tan impresionante que esta primera caracterización peca por su propia generalidad. En primer lugar, el lenguaje es el elemento más destacado de nuestra condición humana, la característica que mejor define a la especie Homo sapiens y que no se halla en ninguna otra especie del mundo animal. Por tanto, desde este punto de vista, los humanos podemos ser definidos como “los hablantes”.

En segundo lugar, la concreción de esa facultad general en las diversas lenguas del mundo crea los grupos lingüísticos: las comunidades que intercambian fácilmente todo tipo de información porque coinciden en alguna de las, aproximadamente, seis mil lenguas que se estima que existen en nuestro planeta. Esta diversidad se encuentra en el origen mismo de nuestra condición social, que resulta inimaginable sin el fuerte vínculo que se puede establecer gracias a la intercomunicación lingüística.

En tercer lugar, cada hablante es el propietario inalienable de su lengua. Es evidente que las lenguas no se realizan o concretan en un espacio abstracto, en una especie de almacén aislado, al margen del soporte que es cada persona: sin hablantes concretos no podemos imaginar una lengua, al menos no una lengua viva. Esa tercera característica introduce un punto de vista intrapersonal en el universo del lenguaje. Efectivamente, gracias a una lengua se construye la propia personalidad y es posible el diálogo interior con nosotros mismos.

Estos factores (dimensión humana general, aspecto social y vertiente individual) contribuyen a concretar la primera definición de nuestra facultad comunicativa. Estas tres características también podrían ser consideradas como los “poderes (o virtualidades) del lenguaje”, en un sentido muy general. Y estos poderes tienen en su base una arquitectura muy compleja que garantiza la comunicación de cualquier mensaje gracias a unas estructuras fonológicas, morfológicas y sintácticas, en parte propias de todas las lenguas del mundo y, también en parte, características de cada lengua particular.

Así pues, el desarrollo de esta introducción considerará todo un conjunto de aspectos referentes a las características generales del lenguaje y de las lenguas, sin entrar directamente en territorios más particulares y especializados (fonética, fonología, morfología, sintaxis y semántica).

En el primer capítulo, “Los orígenes del lenguaje”, se aborda la cuestión de cómo y por qué surgió esta facultad expresiva en el transcurso de la evolución. Además, se establece una clara distinción entre las características de nuestro sistema de comunicación y cualquiera otra forma de vehicular informaciones propia de los seres vivos no humanos.

El segundo capítulo, “El modelo de la comunicación y los tipos de señales”, establece el marco general en el que se puede acomodar el lenguaje como sistema peculiar de comunicación, y estudia todos los factores (emisor, receptor, mensaje, etc.) que son absolutamente necesarios para que el viaje de las señales entre la fuente productora y el punto de destino se cumpla con garantías de éxito. Se prestará especial atención a las señales lingüísticas y a su dimensión predominantemente arbitraria o convencional.

El tercer capítulo, “Las lenguas del mundo: diversidad y unidad”, ha sido concebido como una introducción cultural a la pluralidad lingüística, a los tipos de lenguas, a las familias en que se agrupan y a su localización geográfica. Paralelamente a esta diversidad, se observará que las diferencias son perfectamente compatibles con ciertos aspectos unitarios que hermanan a todas las lenguas del mundo, en la medida en que todas comparten unas características comunes.

El cuarto, “Las variedades lingüísticas y el cambio”, describe aspectos más particulares y en concreto trata de establecer delimitaciones conceptuales entre los términos lengua, dialecto e idiolecto (especialmente entre los dos primeros), que a menudo son usados con escasa precisión, pudiendo originar malentendidos. También se discute la cuestión de la evolución de las lenguas y de los factores que intervienen en los procesos de cambio y de sustitución.

El quinto y último capítulo, “Historia de la Lingüística”, presenta un breve recorrido a través de las etapas más importantes del pensamiento lingüístico. Hay que decir que todas las ciencias actuales son el fruto de un proceso en ocasiones bimilenario, y que todos los científicos tienen una idea, al menos en síntesis, sobre los orígenes y el desarrollo de su disciplina: éste es un conocimiento necesario que sitúa los avances actuales en el marco de una prolongada historia.

Jesús Tuson