Capítulo I
Introducción a la sociedad red
Esta obra presenta un recorrido por las principales transformaciones asociadas a la sociedad red en el Estado, la economía y la sociedad. Seguimos a Castells cuando define a la sociedad red como «la estructura social resultante de la interacción entre organización social, cambio social y el paradigma tecnológico constituido en torno a las tecnologías digitales de la información y la comunicación» (Castells, 2006). En este sentido, el presente no es un estudio sobre la tecnología. Aunque se mencione con frecuencia el efecto de la tecnología en los ámbitos mencionados, lo que buscamos es observar y comprender los mecanismos por los que las tecnologías predominantes en las sociedades contemporáneas han sido creadas socialmente, mientras modifican y son modificadas por el contexto en que se inscriben, en un proceso que deriva en el paso de la sociedad industrial hacia la sociedad de la información. Los procesos políticos, sociales y económicos no tienen una única dirección, no están predeterminados ni se producen activados por estímulos externos. Así, explicitando que rechazamos cualquier mirada mecanicista pero también etnocéntrica sobre los procesos históricos, aclaramos que esta obra se centra especialmente en los procesos observados en Europa y España, mientras a menudo se citan experiencias latinoamericanas para no perder una perspectiva global.
A continuación presentamos tres cuestiones consideradas clave para comprender los cambios que viven las sociedades contemporáneas a partir de la difusión de las nuevas tecnologías. Estas son la configuración de la sociedad red, la globalización y la brecha digital.
1.1. Un nuevo paradigma
Un paradigma es un modelo conceptual que establece principios de actuación e integra nuevos conocimientos en un sistema coherente y caracterizado por la sinergia. El nuevo paradigma con el que tratamos aquí, en pocas palabras, organiza una serie de descubrimientos tecnológicos alrededor de un núcleo y un sistema de relaciones que mejoran la actuación de cada tecnología específica (Castells, 2006).
Los orígenes del cambio se remontan a la concurrencia de diversos procesos, que deben asociarse a los cambios políticos, económicos y sociales que confluyeron en la década de los setenta. En particular, diversos estudios hacen referencia a las crisis del petróleo (1973-1974 y 1979), que hicieron evidente la necesidad de una reestructuración del sistema productivo; los avances de la ciencia y la tecnología que pusieron a disposición de los agentes económicos una serie de herramientas para superar la crisis a través de la flexibilización en la gestión económica; y la globalización del capital, la producción y el comercio.
Los cambios fueron el resultado del triunfo de unas ideas y unas fuerzas sobre otras, aunque tampoco en este sentido puede hablarse de un efecto mecánico y lineal, ya que las ideas y la realidad están en constante interrelación y adaptación. Aun así, puede decirse que los objetivos centrales de la reforma de las instituciones y la gestión de las empresas fueron: 1) mantener los beneficios, 2) aumentar la productividad del trabajo y del capital, y 3) globalizar la producción y los mercados aprovechando las oportunidades de condiciones más ventajosas en diferentes partes del mundo. El apoyo estatal para el aumento de la productividad y competitividad de las economías nacionales se consiguió a menudo en detrimento de la protección social y el interés público (Castells, 1997).
El modo de producción en serie o fordista dio lugar a novedosas formas de producción. Con la incorporación de nuevas tecnologías a los procesos productivos, la gestión y la distribución, la competitividad pasó a depender más del valor añadido aportado por el conocimiento que del proceso de producción entendido en términos tradicionales. En algunos sectores que incorporaron tecnología esto generó un enorme aumento de la productividad y una nueva división del trabajo, con la creciente importancia de los técnicos. El capítulo 3 de este volumen trata especialmente de los cambios en la economía y la empresa. Aquí nos interesa resaltar que el cambio de paradigma no implica que toda la economía y la sociedad pasen a funcionar con base en los mismos parámetros. Por ejemplo, la agricultura sigue siendo una fuente de producción central en muchos países, incluso la agricultura tradicional.
Ya en 1973 Daniel Bell describía una serie de transformaciones en su obra The Post Industrial Society (La sociedad postindustrial):
1. En el sector económico: el cambio de una economía productora de mercancías a otra productora de servicios.
2. En la distribución ocupacional: la preeminencia de las clases profesionales y técnicas.
3. En la organización social: la centralidad del conocimiento teórico como fuente de innovación y formulación política.
4. En la planificación a futuro: la planificación a partir del control de la tecnología y de las contribuciones tecnológicas.
5. En los procesos de toma de decisiones: la creación de una nueva tecnología intelectual. La promesa metodológica de la segunda mitad del siglo XX es la dirección de sistemas complejos (Bell, 1994: 30).
Bell centró su análisis en Estados Unidos e hizo proyecciones sobre la evolución que seguirían otros países, como los de Europa Occidental, la Unión Soviética y Japón. El autor señalaba que el sector servicios crecería ganando posiciones por encima del industrial y la agricultura, habría una mayor burocratización de la ciencia y mayor especialización del trabajo intelectual mientras, a la vez, los problemas gerenciales ganarían lugar frente a los políticos. Las críticas a esta visión esquemática y relativamente homogénea recibidas por la obra han sido numerosas1. Pero también existe cierto consenso al observar algunas de las características de las nuevas sociedades avanzadas, en las que la influencia de la introducción de tecnología en distintos procesos sociales, políticos y económicos ha sido enorme.
Hay coincidencia sobre algunos puntos fundamentales de análisis: a partir de mediados de los setenta se produjo una escisión en las formas de organizar la producción y los mercados en la economía global. La meta fundamental fue hacer frente a la incertidumbre causada por el rápido ritmo de cambio en el entorno económico, institucional y tecnológico de la empresa, aumentando la flexibilidad en la producción, gestión y comercialización. Se redefinieron los procesos de trabajo y las prácticas de contratación, introduciendo el modelo de «producción escueta» con el objetivo de ahorrar mano de obra mediante la automatización de puestos de trabajo, la eliminación de tareas y la supresión de capas directivas (Castells, 1997: 181).
Además de los mencionados procesos, referidos a la crisis y reestructuración del industrialismo y a la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, cobra importancia también la conformación de movimientos sociales y culturales de orientación liberadora que traspasan la conformación de los movimientos sociales tradicionales tanto por sus demandas como por su estructuración global (de lo que nos ocuparemos en el último capítulo de este volumen). A continuación nos centraremos en temas transversales que afectan a todos estos cambios operados en la sociedad red, que afectan por igual a la política, a la economía y a la sociedad: se trata de la globalización y la brecha digital
1.2. Globalización
La globalización es fundamentalmente un fenómeno económico caracterizado por la libre circulación de capitales entre países, el libre comercio y la superación de los límites geográficos para la empresa antes «nacional», ahora «transnacional». Lo novedoso de este nuevo orden que denominamos globalización es que se ha producido con el apoyo de las nuevas tecnologías y de los avances en las comunicaciones que facilitan las transacciones financieras en otros países, el transporte de mercancías y, como consecuencia, la posibilidad de que las empresas muevan el capital y la producción a aquellos países donde pueden obtener mayores beneficios, sea por regulaciones más laxas, beneficios fiscales y/o menores costes de mano de obra.
Este nuevo fenómeno o sistema, según diversos autores, se convirtió en política, economía y ley a lo largo de 20 años (las décadas de 1980 y 1990) constituyendo un experimento que intenta reconfigurar simultáneamente el panorama económico, político, social y cultural, y en consecuencia el tipo, o mejor dicho, los tipos de desarrollo socioeconómico a nivel mundial.
La globalización no existiría sin el progreso experimentado en las comunicaciones y la tecnología, aunque sería osado pensar que la tecnología es responsable de esta u otras transformaciones, cuando los principales agentes del cambio son los actores interesados en que este se produzca. Esta idea será ampliamente difundida durante toda esta obra: la tecnología no determina, es la sociedad y todo lo que la forma quien se inclina a favorecer uno u otro cambio tecnológico, la tecnología por sí misma no tiene «voluntad».
En 1944 fueron creadas dos instituciones económicas que configuraron una de las características fundamentales de la globalización, a saber, la homogeneización política del mundo globalizado en lo que se ha denominado «economía de mercado», «capitalismo financiero» o «capitalismo neoliberal». Como señala George (2001), tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial (BM) han aplicado la misma receta económica para todos aquellos países que están bajo su tutela: el hemisferio sur, Rusia y algunos países de la antigua Unión Soviética, y más recientemente Asia.
»Los países endeudados tienen que privatizar sus empresas estatales, liberalizar sus economías, abolir el control sobre sus divisas, así como participar aún más en los mercados mundiales”» (George, 2001) y, aun así, tendrían que seguir pagando su deuda. En su origen, la creación de estas dos instituciones supranacionales tenía como finalidad distribuir fondos entre los países miembro que, de alguna manera, hacían competencia al mercado financiero y al sector privado. Ahora son instituciones intermediarias entre los gobiernos y los mercados, como señala Stiglitz (2002); han ampliado fuertemente sus sectores de colaboración con las entidades privadas y demuestran, como ha estado sucediendo a lo largo de la actual crisis (iniciada en 2008), estar del lado de los inversores privados y las entidades financieras.
Poco a poco se han convertido en instituciones con un alto grado de poder sobre los gobiernos, al igual que las instituciones financieras y las empresas transnacionales, socavando el poder de los Estados-nación y poniendo en cuestión la legitimidad democrática, como se verá en el siguiente capítulo.
Pensemos en un ejemplo de sustancial importancia, la empresa. Las empresas de la era industrial tenían como objetivo el mercado nacional, competían con empresas del propio país mientras el mercado era predominantemente nacional. A medida que las comunicaciones y la tecnología lo han permitido, las empresas han dejado de conformarse con un mercado limitado (el nacional) en el que debían abaratar costes y precios para superar la competencia que, a su vez, es siempre más numerosa en el entorno nacional donde empresas pequeñas con buena oferta pueden competir en determinados sectores con empresas grandes. Sin embargo, estas mismas «pequeñas» empresas nacionales no tienen infraestructura para competir en mercados transnacionales. Con anterioridad (hasta inicios de los años ochenta) se podía pensar en empresarios satisfechos con un nivel estancado/óptimo de beneficios de por vida, pero lo cierto es que los antiguos límites en el beneficio sobre el producto de la actividad (enriquecimiento limitado) son ahora una idea romántica que ha dejado paso a una figura de empresario que no tiene fronteras a la hora de concebir el beneficio futuro de su empresa. Esto ha producido dos fenómenos en relación con el concepto de globalización: el primero es que se ha abandonado la empresa de producción tradicional, generalmente vinculada al sector industrial. Hay inversores que saben que es mucho más provechoso mover dinero que generar un producto. Esto es posible, en el marco del mundo globalizado, gracias a la libre circulación de capitales a nivel mundial. El segundo fenómeno es la propia transnacionalidad de las empresas; en el fondo deja entrever el objetivo del monopolio, cómodo para la empresa transnacional actual. Si no hay competencia, la empresa marca el precio del producto a nivel mundial tal como, siguiendo el ejemplo del que habla George (2001), han venido realizando las grandes empresas del sector del petróleo.
Hay otros mecanismos de la globalización que aprovechan las empresas para aumentar sus beneficios sin que esto signifique beneficiar a sus consumidores: ahora es posible, y mucho más fácil, la deslocalización de la actividad económica en otros países, habitualmente en países en vías de desarrollo por suponer una ventaja para la empresa productora deslocalizada, que pagará salarios más bajos y en condiciones más precarias, por la producción parcial o total de sus bienes y/o servicios.
A menudo los colectivos críticos con la globalización han culpado a las diferentes instituciones creadas dentro de este modelo económico capitalista mundial, cuya representación más importante son el FMI y el BM, creadas al amparo de los Acuerdos de Bretton-Woods en 1944, y la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta última organización, creada en 1994, sustituyó al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y constituye un intento de regulación de un mercado internacional de bienes y servicios. Nació con la intención de promover el desarrollo de los países miembros en forma de pleno empleo, aumento de la productividad, organización óptima de los recursos, conservación del medio ambiente, etc. Se fundamentaba originariamente en los principios de equidad de trato y de transparencia entre todos sus miembros. Pero como apunta Díaz Mier (2008) la OMC tampoco constituye un ejemplo de gestión justa, ni sirve para favorecer realmente un desarrollo equilibrado y sostenible de los países que lo necesiten.
La OMC representa aparentemente la liberalización del comercio mundial, aunque a menudo se la ha criticado por su falta de transparencia (reuniones a puerta cerrada) y por posibilitar que los países desarrollados graven con altos aranceles las importaciones para que los países en vías de desarrollo no puedan comerciar con sus productos a nivel internacional sin la penalización económica que suponen esos aranceles. Un tema recurrente en este caso es, precisamente, el proteccionismo a los productores de los países desarrollados, que disfrutan de subvenciones y ayudas para el desarrollo de la agricultura local en estos países o la norma antidumping que impide que los países en desarrollo reduzcan los costes de exportación por debajo del coste de producción del país al que se vende, con la intención de abrir mercados. En términos generales, la gestión de la OMC beneficia a los países desarrollados marcando una vez más las diferencias entre los países ricos y los países pobres.
Hay muchas más instituciones globales que han contribuido a este fenómeno económico, y a socavar el margen de acción de los Estados-nación. Un ejemplo claro de reacción ante este tipo de instituciones es la de algunos países latinoamericanos que se han opuesto al Tratado de Libre Comercio Americano (ALCA), formando instituciones similares o de la misma naturaleza para poder comerciar entre ellos en condiciones más igualitarias, evitando así lo que sería una invasión de producto norteamericano en sus territorios y probablemente la incapacidad de competir dentro de EE.UU. con las empresas locales. Es el caso de Mercado Común del Sur (Mercosur), alianza formada por Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay, a la que recientemente se han añadido Venezuela y Bolivia (ambos en 2012).
El Mercosur constituye un ejemplo de alianza económica entre diferentes países sudamericanos, algo semejante a lo que en su día fue el proyecto europeo y en concreto la Comunidad Económica Europea (CEE) fundada en 1957, y resulta destacable porque, a diferencia de las otras instituciones citadas (BM, FMI y OMC), las decisiones de estos organismos son, o deberían ser, siempre de naturaleza política puesto que los representantes en estas instituciones son los propios gobiernos de los países a los que representan y, por tanto, al menos en última instancia, cuentan con legitimidad democrática. En teoría su existencia responde a los intereses políticos de los gobiernos que forman parte de Mercosur. Esta característica, predominancia de lo político sobre lo económico, queda clara, por ejemplo, en la reciente expulsión de Paraguay a partir de la crisis institucional abierta por la destitución de Lugo en junio de 20122, mientras que, por el contrario, siguiendo otro ejemplo paradigmático de predominancia de lo económico sobre lo político, el gobierno hondureño, sin haber superado las consecuencias del golpe de Estado de 2009 contra el presidente constitucional Manuel Zelaya, sigue recibiendo fondos del BM o el Banco Interamericano para el Desarrollo.
La globalización, además del impacto que ha producido sobre las empresas, convertidas ahora en empresas-red transnacionales mundiales, y sobre las «reglas del juego» financieras y del comercio internacional (FMI, BM y OMC), también ha tenido y tiene un impacto en la liberalización de los mercados de trabajo y de movimiento de capitales. Esto ha producido, como apuntábamos anteriormente, un desinterés en la inversión en modos de producción tradicionales generalmente vinculados a la actividad industrial, lo que ha dado paso a una época donde la especulación económica y financiera ha crecido exponencialmente gracias las posibilidades que ofrece su mundialización.
Parece necesario, ante la reciente crisis global, la instauración de procesos inversos que aseguren la protección de los países o de las diferentes partes del mundo con la consiguiente toma del control por parte de los ciudadanos y de los gobiernos.
Pero la globalización no sólo es un fenómeno económico, podemos decir que la globalización económica ha comportado una especie de «homogeneización» global de valores. Pongamos por ejemplo, para finalizar este apartado, a la denominada globa- lización cultural producida como consecuencia tanto de las grandes migraciones como de la creciente facilidad para los desplazamientos ocasionales (viajar hoy es mucho más barato que hace 20 años y la frecuencia de los vuelos ha aumentado de forma considerable). Por otra parte, las redes sociales han fomentado las relaciones internacionales tanto laborales como personales, y los contactos con personas de otros países han producido también un intercambio cultural creciente y, sobre todo, la necesidad de buscar espacios comunes tanto en costumbres como en idioma.
Una consecuencia cotidiana de esta globalización cultural es que nuestro lenguaje se mezcla cada vez más con el lenguaje dominante, que hoy por hoy es el inglés. El 26,8 % de los usuarios de Internet son de habla inglesa, mientras que el 24,2 % habla chino y en tercera posición estaría el español con la ya lejana cifra de un 7,8 %3. La exigencia del inglés como segundo idioma se torna cada vez más necesaria, como expresaba Chao (1980)4, quien argumenta que la extensión del uso del inglés es una especie de «colonización cultural» por parte de los países angloparlantes que, por otra parte, son los más desarrollados. En un interesante artículo de 1980, muestra cómo la creación científica mundial se realiza en este idioma, representativo del mundo globalizado, y señala que el problema de que un matemático o un físico creen sus investigaciones en un idioma que no es el suyo es que la pérdida de la creatividad y del dominio de los conceptos merma, su capacidad expresiva. Pero las universidades americanas, inmensas en su poder económico, se globalizan con fuerza a través de escuelas de negocios, laboratorios, convenios, etc., y ha llegado un momento en que quien está fuera del idioma, también queda fuera del circuito «natural» de la investigación.
Los mercados globales también han impulsado un proceso de homogeneización ofreciendo los mismos objetos y servicios en distintas partes del mundo, que a menudo son asociados con símbolos de éxito y progreso.
La idea de que la globalización afecta a todos por igual es sólo una visión etnocentrista que queda en entre dicho por la evidencia de que para «disfrutar» de las ventajas de la globalización, los países deben estar en el mundo tecnificado. Es decir, que sin determinados avances técnicos el libre movimiento de capitales o el aumento de la competitividad se haría del todo imposible. Por no hablar de la competencia de los países poco desarrollados en relación con los países emergentes o con los países desarrollados. La brecha digital es el concepto que divide aquellos territorios y colectivos que se ven marginados por su déficit tecnológico que vienen experimentando. A continuación explicaremos las razones de la existencia de la denominada «brecha digital».
1.3. Brecha digital
Internet funciona desde 19955 con las características que conocemos en la actualidad: una gran red abierta e interconectada6. La gestión de la red está en manos de la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN), creada en 1998 por el gobierno de Estados Unidos, que reúne a corporaciones privadas, organizaciones sin ánimo de lucro y otras entidades colectivas. La gran red de redes es administrada y utilizada por un amplio espectro de actores que incluye: proveedores de servicios, compañías telefónicas, compañías de televisión por cable, vendedores de hardware y software para ordenadores, compañías de medios de comunicación y, en general, toda clase de empresas que entraron en el comercio electrónico y usan la red como una infraestructura de comunicación y canal de negocios. Por otra parte, también intervienen, desde el ámbito público, la regulación, y desde la sociedad civil, los usuarios, en términos individuales o agrupados en numerosas asociaciones.
La difusión de esta tecnología fue muy rápida pero no fue homogénea sino que presenta diferencias acentuadas entre regiones, entre idiomas predominantes en la red, entre zonas productoras de contenido y zonas consumidoras, y, entre otros, entre niveles sociales y educativos (Dodge y Kitchin, 2001; Castells, 2001; Norris, 2000). Los países líderes comenzaron a intervenir activamente en el desarrollo de la sociedad de la información a principios de los años noventa, aunque pocos años más tarde la sociedad de la información se convirtió en un tema de agenda política tanto para los gobiernos como para instituciones globales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO, por sus siglas en ingles) o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y desde entonces han proliferado las planificaciones, los observatorios, el diseño de indicadores y el benchmarking.
La digital divide es la brecha que separa a los que tienen acceso a las nuevas tecnologías de los que no lo tienen. Esta distancia se puede medir en la relación entre países, entre los ciudadanos y/o las regiones de un mismo Estado, entre sectores del planeta, etc.
La construcción de la sociedad de la información ha dado lugar a varias interpretaciones, desde la más optimista que plantea que las TIC representan el progreso absoluto y el remedio para resolver cualquier crisis social o económica (ciberoptimistas o tecnófilos), pasando por las más pesimistas que concluyen que las nuevas tecnologías no tienen suficiente poder transformador (ciberpesimistas o tecnófobos) y que producen más trabas que beneficios, hasta posiciones intermedias que entienden que la tecnología es un instrumento más y que el cambio siempre es promovido por el hombre quien, a su vez, impulsa una u otra tecnología en función de las objetivos que espere conseguir.
Lo cierto es que las transformaciones técnicas que se han desarrollado en los últimos 50 años y que han dado lugar a la Red y a los avances en comunicaciones y transportes, no han disminuido la desigualdad sino que han aportado una causa más de diferencia entre países ricos y países pobres, o directamente, personas ricas y personas pobres. Hace 20 años el acceso a Internet era un lujo al que muy pocos accedían, pero en el momento en que se extendió a la mayor parte de la población en los países en desarrollo, muchos servicios y productos que antes eran accesibles a todo el mundo, ahora solo lo son a través de un ordenador. El cambio de interfaz es una realidad que las personas de generaciones que no han nacido en la época de las nuevas tecnologías no asimilan igual que las nuevas generaciones. Por ejemplo, hoy en día es rápido y barato gestionar un viaje por Internet, pero esta «ventaja» solo pueden disfrutarla los tecnológicamente adaptados, es decir, aquellos que disponen de un ordenador, de una línea o conexión y de la capacitación necesaria para el acceso.
Pero, ¿quiénes son tecnopobres o quiénes son susceptibles de convertirse en tecnopobres? En primera instancia, los casos más evidentes de tecnopobreza o pobreza digital son los países subdesarrollados que tienen un porcentaje de acceso a Internet muy bajo. Existe entonces una brecha digital global que se constituye a través de las diferencias de acceso a las tecnologías de la información y de la comunicación entre países o zonas geográficas y una brecha digital local que se forma entre grupos de una misma sociedad. La brecha digital local está contenida en la global, de manera que se acumulan los factores que ensanchan esta fractura digital si un individuo se encuentra dentro de los afectados por la brecha digital local y la global. Por ejemplo, las mujeres, un colectivo tradicionalmente más desfavorecido en el acceso a las nuevas tecnologías en España según Castaño (2006), tendrán una circunstancia agravante si habitan un país en desarrollo. Las mujeres, los parados o adultos en situación de riesgo económico, las personas mayores y todos aquellos colectivos en posición de desventaja debido a su situación económica o social, acaban sufriendo las consecuencias de una separación adicional, debido a su exclusión de la sociedad de la información.
La consecuencia más inmediata de la brecha digital es que el mismo desarrollo de la sociedad de la información acontece lógicamente desde el punto de vista de las personas que están incluidas en ella, sus transformaciones son realizadas por los incluidos. Este crecimiento retroalimentado hace que la exclusión sea exponencial, en pocas palabras, los nuevos contenidos y las nuevas herramientas serán concebidos por y para los incluidos, por lo que la brecha digital será cada vez mayor. Esto requiere colaboración e intervención por parte de las instituciones gubernamentales para paliar esta creciente situación de desventaja.
Los tres factores que producen la brecha digital son la falta de conectividad, la falta de infraestructuras y la falta de capacitación:
a) Conectividad
La falta de acceso hace referencia a la falta de acceso a la línea que nos conecta a la red. Como es de esperar, hay muchas diferencias en cuanto a las inversiones en infraestructuras entre los países desarrollados y los países en desarrollo. Las iniciativas para paliar la brecha digital son, generalmente, políticas o gubernamentales ya que el Estado es el principal responsable / interesado en procurar que un país o un colectivo de personas superen un factor de desigualdad. En el año 2003, en España, surgió una iniciativa llamada Telecentros que buscaba en primer lugar7«acercar las nuevas tecnologías a los ciudadanos del medio rural». Como hemos señalado el medio rural está especialmente desfavorecido en algunos países por la falta de inversión que las teleoperadoras realizan en estos lugares tradicionalmente despoblados debido a que no les supone beneficio económico llevar las líneas hasta poblaciones donde tan solo unas pocas personas estarán dispuestas a pagar por la conexión unos precios que, por norma general, son bastante elevados. La red de Telecentros supuso un gran cambio en muchas poblaciones porque a través de esta red, el Estado proveía de un lugar desde donde poderse conectar a Internet de manera totalmente gratuita. Además, estos centros fueron evolucionando e incluyeron servicios de formación como en el ejemplo catalán que explicaremos más adelante.
b) Infraestructuras
Unido a la posibilidad de acceso, es decir, a la oportunidad de acceso a una línea (sea del tipo que sea), se produce la necesidad de contar con infraestructuras necesarias (PC, móvil, tableta, etc.) para que la conexión individual se produzca, por eso diferenciamos aquí entre la posibilidad de acceso a una línea de Internet y el hecho de poder disponer de un ordenador. El primer factor, la conectividad, ha constituido la principal diferencia entre países o territorios dentro de un mismo país, mientras que el segundo factor diferencia también a las personas dentro de un mismo país y territorio.
Dos elementos claves e insustituibles para la conexión son la línea (acceso) y la interfaz necesaria, que en el caso de Internet podemos ilustrar con el ejemplo de la conexión tradicional a través de un ordenador. Es decir, sin el hardware y software adecuado la conexión es imposible. Según datos publicados en la Cumbre sobre la sociedad de información (Ginebra 2003 y Túnez 2005), mientras la media de ordenadores por cada 100 habitantes en los países desarrollados en 2003 era de 36,72, la media para los países en desarrollo ascendía tan solo a 5,77. La escasez de recursos hace que los grupos y países desfavorecidos no puedan mantener la infraestructura necesaria para el acceso a Internet, aunque tuvieran recursos para poder iniciar la primera inversión que supone el hardware y el software necesario para la conexión, el mantenimiento del servicio de la conexión (mantenimiento de la línea telefónica y el pago de los servicios que nos proporciona un ISP8) se convierte en un obstáculo difícil de superar para estas personas. Por otro lado, dentro de un país desarrollado encontramos diferencias de acceso entre, por ejemplo, zonas rurales y zonas urbanas. En las primeras la conexión resulta a veces imposible y, en los casos en los que se puede acceder, es muy costosa.
Hoy en día el precio de la tecnología ha bajado bastante, pero cuando Nicholas Negroponte concibió el programa One laptop per child9 era impensable que pudiéramos acceder a un ordenador portátil por un coste de apenas 199 dólares. El programa de Negroponte, produjo un portátil preparado para duras a condiciones climatológicas, un diseño de plástico resistente a la lluvia o las altas y bajas temperaturas. Este modelo puede además ser cargado con una pequeña batería solar y dispone de conectividad. El software que contiene es fundamentalmente educativo orientado exclusivamente a niños. Esta organización sin ánimo de lucro tenía la intención de proveer a países pobres de estos portátiles. Años más tarde, en 2009, el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, aprobó el Plan Ceiba10, un programa según el cual proveyó a todos los niños uruguayos de uno de estos portátiles11.
c) Capacitación
La capacitación12 es un factor determinante para reducir la brecha digital. La formación es clave para que la penetración de las TIC se produzca en sectores desfavorecidos. Si la lucha contra el analfabetismo digital no se lleva a cabo, la integración de los grupos que ahora se ven afectados por lo que denominamos «brecha digital» será imposible. Está claro que los tres factores que exponemos son requerimientos obligatorios para que se produzca el ingreso de la población a la sociedad de la información y que si determinados grupos de esta no acceden a alguno de ellos, permanecerán excluidos de la sociedad de la información.
El problema de la capacitación, sin embargo, se suele referir a la formación con que el usuario cuenta para usar la tecnología. La informática personal hereda la austeridad y complejidad de aquella informática para expertos, como consecuencia hoy en día los sistemas operativos y programas al uso se presentan más como una barrera que como una ayuda al usuario. El período de adaptación a Internet, por ejemplo, no es comparable al que hemos vivido como consecuencia del surgimiento de otro tipo de «tecnologías domésticas» y es, por ello, mucho más lento.
Las tecnologías requieren, hoy por hoy, ciertas dosis de interés y de formación. Ninguno de los dos factores depende de nosotros mismos, el interés por la tecnología es un factor educacional y cultural, el entorno determina nuestros propios intereses y nuestra capacidad de elección. Ese determinismo antitecnológico deja fuera de las tecnologías de la información a colectivos tradicionalmente «desinteresados» como son las personas mayores que permanecen al margen de unas técnicas que les resultan antinaturales en sus vidas porque han surgido cuando ellos estaban fuera de la vida laboral, que es el ámbito de presencia obligatoria de las TIC.
Respecto a la formación es realmente el factor más fácil de conseguir porque no implica un cambio de cultura ni de óptica ni un cambio social, es una cuestión de recursos económicos. El acceso a la formación necesaria para poder escapar a la brecha digital es un problema estrictamente económico, aunque no se puede separar demasiado del interés por la tecnología. Nos referimos a la formación como requerimiento para que grupos digitalmente desfavorecidos dejen de serlo, es decir, formación inmediata, a corto plazo, para introducir a grupos de personas inicialmente excluidas en la tecnología.
Pondremos un ejemplo que, precisamente por su invisibilidad, es especialmente aleccionador: la brecha digital de género en España. Según un estudio de Anguita y Ordax (1999) los principales obstáculos para la igualdad de oportunidades en la escuela tienen que ver con la imagen estereotipada de la mujer dentro y fuera del aula, es decir, están relacionados con la imagen que el profesor o la profesora tiene de las niñas y los niños y con la imagen que la propia niña tiene de sí misma. De esta manera, las niñas tienen un «natural» menor acercamiento a las máquinas y según este estudio se da siempre un trato preferente a los niños en las clases de informática, no solo por parte de los profesores sino por parte de los propios alumnos que asumen al varón como más capaz a la hora de enfrentarse a las dificultades tecnológicas. Hay otros condicionantes que alejan a las mujeres de la tecnología, como que esta no está construida para ellas. Es el caso de los videojuegos que además constituyen un primer acercamiento a la tecnología para muchos niños. Aunque se va avanzando en su diseño, tal como argumenta García Guardia (2004) es revelador que las principales características de estos juegos sean la violencia, las historias lineales sin demasiado atractivo y la acción, elementos que forman parte del estereotipo masculino y que hacen que la mayor parte de las niñas no opten por estas formas de ocio. Las niñas encuentran, según Gloria Bonder (2002), estos juegos aburridos y repetitivos, no se identifican con los personajes tradicionalmente masculinos (héroes) y tampoco con los malformados y victimarios personajes femeninos. El final de esta historia es una disminución progresiva de la mujer en las carreras técnicas y un acercamiento menor a la tecnología derivado de estos y otros factores sociales. Del total de graduados en la universidad en España en el curso 2010-2011 (datos del INE), el 43,8 % fueron mujeres, sin embargo de los graduados en Ingenierías y Arquitectura el 70,6 % eran hombres.
Hay otros colectivos que, dentro de las mismas sociedades desarrolladas, se ven desfavorecidos por un desigual acercamiento a las nuevas tecnologías. El ejemplo más claro es el de las personas mayores, que se han formado antes del desarrollo de la era de la información y, por tanto, la integración de la tecnología a sus vidas les resulta más «antinatural» según la ITU (Unión Internacional de Telecomunicaciones) en su informe de 2012, el 66 % de las personas mayores de 25 años no usa Internet. En Cataluña, hay un programa incluido en la Conselleria de Benestar Social llamado Xarxa Omnia13que tiene como cometido paliar la brecha digital. Este programa se dirige a los colectivos considerados excluidos, entre los que destacan las mujeres y los mayores. Esta red está formada por los denominadosPuntos Omnia, que constituyen un espacio similar a los telecentros, pero con una voluntad más orientada a la formación que a facilitar la propia conectividad e infraestructuras. Así, podemos encontrar talleres especializados y gratuitos para personas mayores de 60 años que se reparten por toda la geografía catalana. Estos centros acaban constituyendo un centro social para los mayores que se integran en las nuevas tecnologías de la mano de profesionales especializados con cursos orientados a sus necesidades.
A continuación, este volumen se estructura en tres capítulos que dan cuenta de las principales transformaciones asociadas a la sociedad red en 1) el gobierno, la administración y la democracia; 2) la economía, la empresa y el trabajo; y 3) individuos, esfera pública y movimientos sociales.
Bibliografía
ABBATE, J. (1999).Inventig the Internet. Cambridge: MIT Press.
ANGUITA, R. y ORDAX, E. (1999).Las alumnas ante los ordenadores: estrategias y formas de trabajo en el aula. Universidad de Valladolid. http://www.mujeresenred.net/zonaTIC/IMG/pdf/MujyOrdenadores.pdf [consulta: 21 de enero de 2013].
BELL, D. (1994).El advenimiento de la sociedad post-industrial. Barcelona: Alianza. 1.ª ed. 1973.
BELLO, W. (2004). Desglobalización. Ideas para una nueva economía mundial. Barcelona: Icaria Editorial.
BONDER, G. (2002). Las nuevas tecnologías de información y las mujeres: reflexiones necesarias. http://www.eclac.cl/publicaciones/UnidadMujer/2/LCL1742/lcl1742e.pdf [consulta: 21 de enero de 2013].
CASTAÑO, C. (2005). Las mujeres y las tecnologías de la información. Alianza.
CASTELLS, M. (1997).La era de la información. Madrid: Alianza.
— (2001). The Internet galaxy. Reflections on the Internet, business, and society. Oxford, Nueva York: Oxford University Press.
— (ed.) (2006). La sociedad red: una visión global. Madrid: Alianza.
DÍAZ MIER, M.A. (2008). «Visiones críticas de la OMC», en Revista ICE (julioagosto de 2008, n.° 843).
DODGE, M. y KITCHIN, R. (2001).Mapping Cyberspace. Nueva York: Routledge.
GARCÍA GUARDIA, M.L. (2004).Videojuegos de género, el papel de la mujer en las nuevas tecnologías: análisis de SIMS 2. http://www.icono14.net/revista/num4/sims.pdf [consulta: 21 de enero de 2013].
GEORGE, S. (2001).Informe Lugano. Barcelona: Icaria Editorial.
GERSHUNY, J. y MILES, I. (1988). La nueva economía de servicios. La transformación del empleo en las sociedades industriales. Madrid: Ministerio de Trabajo y Bienestar Social.
JORDANA, J. (2001). «Desigualtats digitals i societat de la informació: un debat pendent», Fundació Rafael Campalans, Papers de la Fundació n.° 130.
NORRIS, P. (2000). «The Worldwide Digital Divide». Paper for the Annual Meeting of the Political Studies Association of the UK, London School of Economics and Political Science, 10-13 abril.
SAUL, J.R. (2005). El colapso de la globalización y la reinvención del mundo. Barcelona: RBA.
STIGLITZ, J. (2002). El malestar en la globalización. Madrid: Taurus
1. Por ejemplo, se ha destacado que el análisis refleja la realidad de Estados Unidos pero no la de otros países como Japón y Alemania, en que la industria sigue ocupando un lugar central; que la categoría servicios es demasiado ambigua y debería desagregarse; o que los datos en que basó su análisis remiten más a las transformaciones ligadas al apogeo del industrialismo que a la sociedad de la información (Castells, 1997; Gershuny y Miles, 1988).
2. Visto enThe guardián, http://www.guardian.co.uk/world/2012/jun/24/para-guay-president-fernando-lugo [consulta: 21 de enero de 2013].
3. Fuente: Internet World Stats, http://www.internetworldstats.com/stats7.htm
4. Visto enEl País el 26 de enero de 1980. http://elpais.com/diario/1980/01/26/opinion/317689207_850215.html [consulta: 21 de enero de 2013].
5. Establecemos esta fecha que se corresponde con el nacimiento y su extensión de los primeros navegadores. Internet, como red, existía desde hacía ya unos años, pero su popularización deviene al contar con interfaz gráfica para sus protocolos más usados, como es el hipertexto.
6. La historia de Internet está bien documentada y no es nuestro objetivo tratarla aquí. Para una revisión de la misma nos remitimos a Abatte (1999) y Castells (2001).
7. Portal Telecentros.es. www.telecentros.es [consulta: 21 de enero de 2013].
8. Internet Service Provider
9. One Laptop per Child. http://one.laptop.org [consulta: 21 de enero de 2013].
10. Plan Ceibal. http://www.ceibal.edu.uy/ [consulta: 21 de enero de 2013].
11. «Un portátil para cada niño», Robert Mur(La Vanguardia, 24 de octubre de 2009). Resumen en la ediciónon line: http://www.lavanguardia.es/free/edicionimpresa/res/20091024/53809997095.html?urlback=http://www.lavanguardia.es/premium/edicionimpresa/20091024/53809997095.html [consulta: 21 de enero de 2013].
12. Introducimos en término latinoamericano «capacitación» para distinguirlo de formación, ya que no nos referimos solo a conocimientos sino a la adquisición de habilidades, y creemos que este segundo término define mejor ambas facetas del proceso de aprendizaje.
13. Xarxa Omnia. http://www.xarxa-omnia.org [consulta: 21 de enero de 2013].