Capítulo I
Un retrato biográfico e intelectual
Afirma Elster en su texto autobiográfico Going to Chicago (incluido en Egonomics, 1997) que tiene la impresión de que durante toda su vida ha estado haciendo lo que
ha querido hacer, con la particularidad de que, a partir de un determinado momento,
empezaron a pagarle para hacerlo. La actividad intelectual ha sido siempre, pues,
una actividad autotélica y autorrealizadora para Elster, una finalidad en sí misma,
y no un instrumento para conseguir otros objetivos (fama, reconocimiento, dinero...).
Y esto repercute directamente en la excepcional calidad teórica y técnica de su obra.
Jon Elster nace en Oslo el 22 de febrero de 1940. Debido a la influencia de sus padres,
ambos escritores, desde joven se interesa mucho por la literatura; el hecho de que
su padre fuera además graduado en matemáticas, mecánica y astronomía despertó su otra
gran pasión: la ciencia y las matemáticas. Tal y como el mismo Elster relata, la suya
fue una infancia expuesta al rigor, la creatividad y la imaginación. En el ámbito
político, y dado que su padre era militante del Partido Laborista Noruego (en la Noruega
de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo), no es extraño que Elster también
desarrollara fuertes convicciones de izquierdas.
En la Universidad de Oslo, Elster estudia matemáticas, filosofía y filología francesa.
En este periodo entra en contacto con el prestigioso lógico noruego Dagfinn Føllesdal,
y se familiariza con el análisis matemático, la filosofía analítica, la lógica formal,
las teorías de la acción y el marxismo.
Una vez graduado en Oslo, se decide a estudiar a Marx en profundidad para dotar de
una base intelectual más sólida a sus ideas socialistas. Sin embargo, sabe que para
hacerlo necesita estudiar a Hegel (el padre de la dialéctica). Así pues, en 1966 viaja
a París y, de la mano del especialista en Hegel, Jean Hyppolite y su círculo, escribe
su tesina de máster, Prise de conscience dans la Phénoménologie de l’Esprit de Hegel, que años más tarde él mismo calificaría de “críptica”.
En el año 1968 Elster vuelve a París, esta vez para estudiar a Marx y, como Hyppolite
había muerto, se puso en contacto con Louis Althusser, el autor marxista más famoso
del momento en Francia y máximo exponente de lo que se denominó el marxismo estructuralista; Althusser había escrito Para leer el Capital (Lire le Capital, 1965) y La revolución teórica de Marx (Pour Marx, 1965) sin haber leído él mismo El Capital ni otras obras fundamentales de Marx, tal como confesó años más tarde. Evidentemente,
Elster vio rápidamente que no era la persona más adecuada para dirigir su tesis doctoral.
Afortunadamente, entró en contacto con Raymond Aron (entonces director de estudios
de L’École Pratique des Hautes Études), uno de los sociólogos y filósofos más relevantes del siglo xx.
Aron, a pesar de su ideología liberal-conservadora, se entendió enseguida con el joven
Elster y ejerció una gran influencia intelectual sobre él: le hizo interesarse por
las ciencias sociales que buena parte de los marxistas de la época despreciaban y
denominaban “burguesas” (principalmente la teoría económica y la sociología matemática).
Fruto de estos intereses, Elster entra en contacto con la obra de dos de las grandes
figuras de la filosofía y las ciencias sociales del siglo xx, que en aquel momento residían en París: el filósofo y economista Serge-Christophe
Kolm y el sociólogo Raymond Boudon, autor de La lógica de lo social (1981), y uno de los grandes precursores, junto con Elster, de lo que hoy conocemos
como sociología analítica.
Es también en estos años cuando descubre el gran clásico de la teoría de los juegos
de estrategia Games and Decisions (1957), de R. D. Luce y H. Raiffa, que le abre los ojos a la teoría de juegos y a
la teoría de la elección racional. Elster estaba convencido de que para que el marxismo
fuera viable, tenía que basarse en una teoría de la decisión (como la que ofrecían
la teoría de la elección racional y la teoría de los juegos), una idea heterodoxa
para el tipo de marxismo dominante en aquella época. En el año 1972 defiende su tesis
doctoral (Production et reproduction: Essai sur Marx) en la Université de París V, ante un tribunal formado, entre otros, por el mismo
Aron y por Raymond Boudon, y obtiene el doctorado en Sociología. Después de volver
a Oslo con una beca de perfeccionamiento, y a París para enseñar Sociología en la
Université de Paris VIII (Vicennes), publica su primer libro importante: Leibniz et la formation de l’esprit capitaliste (1975).
Sin embargo, posteriormente Elster abjura de su trabajo durante este periodo. Según
confesará más tarde, tantos años en contacto con la “palabrería francesa” no dejaron
de afectarle, y el libro sobre Leibniz refleja estos problemas de carencia de rigor
y precisión. El valor de la integridad intelectual, que había aprendido de sus padres
y de maestros como Aron o Føllesdal, le sirve para escapar a la tentación de convertirse
en un cómodo “ensayista” al estilo francófono, de manera que hacia mediados de la
década de 1970 empieza a abandonar cada vez más la Universidad de Oslo (dominada filosóficamente
por el pensamiento maoísta) y a orientarse hacia los Estados Unidos. En el año 1978
publica su impresionante Lógica y sociedad, donde utiliza el aparato formal de la lógica modal cuantificada y lo aplica a varios
temas relacionados con la historia y las ciencias sociales. En 1979 empieza a publicar
su archiconocida trilogía sobre las limitaciones de la racionalidad: Ulises y las sirenas (1979), Uvas amargas (1983) y Juicios salomónicos (1989). En 1984 obtiene una cátedra en la Universidad de Chicago que ocupará hasta
1995.
Pero mientras tanto, un hecho había vuelto a despertar inesperadamente el interés
de Elster por Marx. En el año 1978 había visto la luz La teoría de la historia de Karl Marx: una defensa, de Gerald A. Cohen, una minuciosa reconstrucción analítica del materialismo histórico.
Un año más tarde, Cohen, el mismo Elster y algunos otros filósofos y científicos sociales
fundaron el September Group (así llamado porque solían reunirse en el mes de septiembre),
cuna de los denominados marxistas analíticos. El marxismo analítico aplicó las herramientas de la filosofía analítica de la ciencia,
los modelos matemáticos formales y las teorías científico-sociales más avanzadas al
estudio de los problemas por los cuales se interesaba el marxismo. Reconstruyeron
la lógica inherente al materialismo histórico y superaron el holismo, la teoría del
valor-trabajo y la dialéctica. El marxismo analítico constituyó una saludable reacción
frente al empobrecimiento teórico y el dogmatismo que había sufrido el marxismo durante
el siglo xx, y una vigorosa crítica del bullshit marxism, la palabrería vacua de los Derrida, Negri, Althusser y tantos otros. Algunos de
los exponentes más destacados del marxismo analítico, además de Elster y Cohen, fueron
John Roemer, Robert Brenner, Adam Przeworski, Philippe van Parijs o Erik Olin Wright.
Fruto de la relación con este grupo, Jon Elster publicó dos trabajos capitales para
las ciencias sociales y el marxismo académico del siglo xx: su famosísimo artículo “Marxismo, funcionalismo y teoría de juegos: alegato en favor
del individualismo metodológico” (1982), y Making Sense of Marx (1985), una versión renovada de su tesis, que constituye (quizás junto con el de
Cohen) el mejor trabajo que nunca se ha escrito sobre Marx y probablemente el definitivo
(una versión abreviada se encuentra en Una introducción a Karl Marx, 1986). Este libro, además de “dar sentido” científicamente a algunas partes de la
obra de Marx, supone una dura crítica de aspectos centrales de la misma. En este sentido,
como broma, alguien sugirió también que, en lugar de making sense, Elster podría haber titulado su libro “Haciendo añicos a Marx”. El noruego responde
que él se adhiere a las ideas normativas de Marx: por un lado, a su crítica a la alienación
y a la falta de autorrealización en las sociedades capitalistas; y, por otro, a sus
valores igualitaristas y de justicia social; todo esto lo ha llevado a trabajar sobre
temas como la democracia económica o la autorrealización en el trabajo. Pero, a la
vez, rehúsa el marxismo como teoría global explicativa de la realidad social.
En definitiva, se podría decir que el marxismo analítico murió de éxito (León, 2011).
Hizo una disección de la obra de Marx rechazando todo lo que resultaba lógicamente
defectuoso o empíricamente insostenible, y conservando todo lo que era consistente
con los descubrimientos de las ciencias sociales contemporáneas. El resultado es que,
después del marxismo analítico, Marx ha quedado desprovisto de su aureola de figura
cuasi-religiosa y ha pasado a ser uno más de los grandes clásicos de las ciencias
sociales, como también lo pueden ser Tocqueville, Weber o Merton. Así, del mismo modo
que aún podemos leer a Tocqueville y aprender cosas sin necesidad de identificarnos
ideológicamente como “tocquevillianos”, lo mismo podemos hacer con la obra de Marx:
nada más, pero tampoco nada menos.
Pero volvamos al Elster estudioso de la racionalidad y la irracionalidad humana. La
segunda mitad de la década de los ochenta supuso algunos cambios muy importantes en
los intereses del noruego. La conclusión de su “trilogía de la racionalidad” transmite
un cierto escepticismo respecto del potencial explicativo de la teoría de la elección
racional. Por otro lado, más o menos por aquella época, recibe una curiosa oferta:
la asociación sueca de empresarios le pide que escriba algo acerca del sistema sueco
de convenios colectivos sobre los salarios. Elster se da cuenta enseguida de la enorme
dificultad de explicar las tendencias igualitaristas de los convenios basándose solo
en la racionalidad estratégica. Amos Tversky y Friedrik Engelstad le sugieren que
estudie el posible papel de las normas sociales, y de aquí nace su interés por este
tema, que aún hoy perdura.
En efecto, otra de las grandes aportaciones de Elster a las ciencias sociales consiste
en su teoría de las normas, que veremos en profundidad más adelante. Las normas son
para el noruego una de las tres grandes fuentes de motivación humana junto con la
racionalidad y las emociones. Es decir, la práctica totalidad de la conducta de los
seres humanos se puede explicar a partir de la racionalidad, las normas o las emociones
(o de ciertas combinaciones de estas). Las normas son, además, una de las grandes
fuentes de conducta irracional. Es decir, en una gran cantidad de las ocasiones en
las que la gente no actúa de manera estrictamente racional, está siguiendo una norma.
Fruto de este interés por las normas sociales, en 1989 ve la luz El cemento de la sociedad.
Además de su trabajo sobre las normas, en 1987 Elster había empezado un proyecto sobre
justicia local, otro de los temas por los cuales empieza a interesarse hacia finales de la década
de 1980. La justicia local es la rama de la teoría de la justicia que estudia cómo
las instituciones asignan los bienes escasos y las cargas necesarias. Es decir, a
diferencia de la justicia global, que estudia en qué consiste una sociedad justa,
la justicia local se interesa por cosas como con qué criterios se asignan los órganos
para los transplantes, o las plazas en las escuelas, guarderías, centros de día, etc.
Fruto de este trabajo, Elster publica algunas importantes obras, particularmente Justicia local (1992).
En 1989 se producen algunos hechos que desencadenan un repentino cambio (o ampliación)
en los intereses de nuestro autor. Por un lado, le pidieron que escribiera algo para
una conferencia sobre los dos grandes procesos constituyentes de finales del siglo
xviii: la Asamblea Constituyente de París y la Convención Federal de Filadelfia. Elster
no sabía nada de este tema y optó por empezar a documentarse. Mientras lo hacía, se
produjo un acontecimiento político que le impresionó profundamente: cae el Muro de
Berlín y se precipita el colapso del llamado “socialismo real”. Junto con Stephen
Holmes y Cass Sunstein creó el Center for the Study of Constitutionalism in Eastern Europe, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chicago. Con los años, su interés
se ha ido extendiendo desde el estudio de los procesos constitucionales hasta las
transiciones hacia la democracia. Ha publicado importantes trabajos como Ulises desatado (2000a) o Rendición de cuentas (2004), y ha editado compilaciones como Institutional Design in Post-Communist Societies (1998) y Constitucionalismo y democracia (1999).
En 1992 se produce una nueva ampliación de los intereses de Jon Elster. Aquel año
recibe un premio dotado de una cierta cantidad de dinero, que decide destinar a un
proyecto en el cual hacía tiempo que pensaba: el estudio de las adicciones. Paralelamente,
había empezado ya a trabajar de manera más sistemática en un tema tradicionalmente
olvidado por la teoría sociológica y política: las emociones y su influencia sobre
la acción social. Dan fe de esta línea de trabajo dos libros de 1989, Sobre las pasiones y, sobre todo, Alquimias de la mente. Esta última obra es otra de las grandes aportaciones de Elster a las ciencias sociales.
Como se ha mencionado más arriba, Elster considera las emociones como una de las tres
grandes fuentes de la motivación humana (juntamente con la racionalidad y las normas).
Así pues, cuando las emociones dejan de tener un papel secundario en la obra del noruego
y se convierten en uno de los mecanismos sociales fundamentales para explicar la conducta
humana, podría decirse que su sociología está finalizada.
A una escala más personal, en 1995 se produce un gran cambio en la vida de Elster.
Aquel año deja Chicago y se convierte en profesor de Ciencias Sociales Robert K. Merton
del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Columbia de Nueva York, cargo
que todavía ocupa hoy en día. Algunos años más tarde, en el 2006, vuelve a París para
ocupar la cátedra Rationalité et Sciences Sociales del Collège de France de París, posición que ocupó hasta el año 2011.
En el 2007, ya como profesor en París y en Nueva York, Jon Elster publica otro trabajo
excepcional, La explicación del comportamiento social. A pesar de que cuando empezó a trabajar en este libro pretendía limitarse a actualizar
los contenidos de su aclamado Tuercas y tornillos (1989b), el trabajo acabó cubriendo un abanico más amplio de temas y con una profundidad
considerablemente mayor. Además, Elster modifica su postura sobre algunas materias
en las cuales había trabajado con anterioridad, principalmente las normas sociales,
de forma que deja obsoletos algunos de sus libros anteriores (véase Ovejero, 2009,
y Tena-Sánchez, 2009).
El último libro que ha publicado Elster ha sido Le désintéressement, en el 2009. En este trabajo, critica la tesis por la cual la mayoría de las conductas
humanas se pueden explicar según el ideal del homo economicus. Esto es, la hipótesis típica de la teoría de la elección racional en su forma estándar,
según la cual la única motivación de los seres humanos, o la única relevante en términos
explicativos, es la racionalidad instrumental egoísta. En este volumen, Elster se
centra en las conductas desinteresadas, mientras que en otro libro en el cual ya está
trabajando abordará la cuestión de la irracionalidad. Así pues, ¡atentos a las librerías!
El talento y la creatividad intelectuales de Elster se encuentran en un punto álgido,
y no será extraño que todavía nos sorprenda con alguna innovadora aportación a la
teoría social.