Prólogo a la primera edición
Un libro de Psicología del Desarrollo o Psicología Evolutiva (como se la suele denominar comúnmente en los programas universitarios) es una empresa arriesgada. Lo es, en primer término, porque ya existen muy buenos libros sobre el tema en circulación y quizás pudiera juzgarse el presente intento como una pretensión de «última palabra». Ciertamente no es éste el caso. Ante todo, este tratado sale a la luz como una ampliación necesaria del que hace ya tres años publiqué en el marco de la Universitat Oberta de Catalunya. Aquél, por imperativos de espacio y de «créditos» se ceñía al desarrollo en la edad escolar; en el presente aparecen temas allí omitidos, como son los que atañen al desarrollo en los dos primeros años de vida.
Tampoco hay explícitas intenciones de salir a la palestra con un libro que ignora las contribuciones recientes en nuestro país. Prueba de ello es que, al citar en la bibliografía de ampliación trabajos de colegas míos a quienes aprecio profundamente, rindo tributo a sus elaboraciones sobre el tema. El hecho de escribir también sobre lo mismo que ellos escribieron significa que tengo mi manera peculiar de exponer la Psicología del Desarrollo. Mi experiencia docente de más de 15 años me da una cierta autoridad (o yo me la arrogo) para incidir en el tema. Como todo tratado general, éste implica una selección dentro de una amplia temática (inabarcable en un simple manual). Es asimismo una actualización si es que esta palabra tiene sentido en una disciplina que evoluciona tan rápidamente como la nuestra.
Es una empresa arriesgada, también, porque una panorámica acerca del desarrollo infantil y adolescente exige unos conocimientos globales extensos e intensivos. Mi trabajo peculiar de investigación ha sido en el dominio de la comunicación, su marco intersubjetivo y las prolongaciones que ello tiene en la emergencia de los primeros significados y en el juego infantil. El presente libro es, en cierta manera, una prolongación y una amplificación de esta línea de investigación. Adopta una perspectiva decididamente vygotskiana y, por lo tanto, en él cobra un peso muy grande todo lo que concierne al desarrollo social y a la entrada de los niños y niñas en el orden simbólico-cultural.
No he dejado de lado a Piaget (¿cómo podría hacerlo?) pero se constatará que mi postura en relación a él es ambivalente. Le profeso una gran admiración pero, al mismo tiempo, hago mías muchas de las críticas que en los últimos años se han hecho al genio de Ginebra. Gracias a que Piaget ha dicho todo lo que ha dicho, son posibles hoy los avances en Psicología del Desarrollo. Estos últimos han puesto en evidencia muchas de las fragilidades de su magna concepción. Mi interés por Piaget queda patente en el número de páginas que le dedico. Pero en esto alimento también mis «arrière-pensées». Tengo la impresión que, en la península ibérica, Piaget ha sido y quizás sigue siendo un mito intocable y más de un profesor aún «no ha salido de Piaget». Es cómodo tener un punto de referencia «sagrado» ya que nos evita el riesgo de lanzarnos a explorar otros paradigmas diferentes del que él nos legó. La Psicología del Desarrollo hoy ha levado sus anclas de las orillas del lago Leman (Ginebra) y navega hacia otras aguas en la misma incertidumbre de los exploradores históricos que «hacen camino al andar».
Concretamente en el tema del desarrollo cognoscitivo (Piaget hablaba más bien del desarrollo de la inteligencia) las propuestas del «procesamiento de la información» no son terriblemente cautivadoras. Y la analogía de la mente como computadora, subyacente a este paradigma, llevaría –si no se acepta como lo que es: un procedimiento heurístico– a una concepción reduccionista y empobrecedora de la capacidad humana de discurrir. Por otra parte, para captar todo el alcance de esta manera de abordar el desarrollo cognoscitivo, es necesario conocer algo más sobre el mundo de la computación que las meras trivialidades que creemos conocer. De ahí que la exposición que hacen los manuales (incluido el presente) resulta aparentemente sencilla pero uno al final se queda con la sensación de tener las manos vacías. En los últimos 10 años ha aparecido en escena el conexionismo que está cobrando hoy una fuerza inusitada. Lejos de mí augurar que el conexionismo anuncia una nueva era de la Psicología, pero en algunos aspectos de lo que llamamos desarrollo de la inteligencia propone alternativas mucho mas elegantes (lo cual no implica más certidumbre) que los modelos estructuralistas y funcionalistas. No he tratado del conexionismo en el libro porque es prematuro y ésta es una de las autolimitaciones que me he impuesto y que traslado a los estudiantes de Psicología del Desarrollo.
En algunos temas, como por ejemplo la socialización, he tomado posturas que podrían calificarse de éticas. Lo he hecho a sabiendas. El principio –que sostiene más de un colega– de que la ciencia es neutra lo considero capcioso y por tanto rechazable. La aseveración de «la ciencia es neutra» es ideológica. En Psicología del Desarrollo, y por sus prolongaciones en educación, no existe la asepsia en las opiniones. Otra cosa es imponerlas, es decir, dar las personales como incontrovertibles. Todo (o casi todo) es debatible. La coherencia personal y la deontología son dos faros de navegación por estas aguas revueltas.
Entrando ya en los detalles de contenido del libro hay dos aspectos muy importantes que debo, antes que nada, elucidar. El primero se refiere a la organización y distribución de los temas y el segundo –el más novedoso– a la ampliación que ofrezco de los mismos en forma de «hiper-textos» en soporte no impreso. La organización de los temas que integran un curso sobre el desarrollo humano en sus fases de la infancia y niñez (objeto del presente texto) se enfrenta sistemáticamente con el dilema de agruparlos o bien en base a la edad cronológica, o bien en base a una parcelación según dominios: el afectivo, cognitivo, comunicativo– lingüístico, social etc. La manera como ya desde hace años resuelvo este problema es efectuar una especie de vaivén entre el tratamiento cronológico y por dominios. Esta solución ecléctica se me antoja la menos mala pues es fácil ver que las opciones puras tienen mayores inconvenientes. El libro, como he aludido hace un momento, sólo habla del desarrollo en la infancia y niñez. La adolescencia será objeto de un segundo tomo ya en fase de intensa preparación. No está previsto, en cambio, otro tomo sobre el desarrollo en la edad adulta. Opino que es una temática bastante dispar, aunque esté arropada por el concepto genérico de desarrollo. El subtítulo del libro reza: «Un enfoque sistémico». Creo que la sistémica proporciona un marco unificador a la Psicología del Desarrollo, sobre todo al tratar de las primeras edades infantiles. Esta, y no otra, es su razón de ser.
La auténtica novedad de este libro radica en que lo que aparece impreso en texto escrito es sólo una parte del mismo. Hay otra parte invisible (pero no inaccesible). Lo que el lector tiene en sus manos es un manual en el sentido más genuino de este término: un librito que expone los elementos básicos de un campo científico. Muchas de estas nociones básicas, de primera lectura, piden ser matizadas, ampliadas, complementadas y mejor referenciadas. De ahí que paralelamente al manual impreso, he preparado una serie de comentarios ubicados en una «red virtual» (una «web») a la que el lector interesado puede tener acceso. Allí encontrará, además, una bibliografía de ampliación.
El capítulo de agradecimientos no es breve. El primer lugar a mis colaboradores de primera línea, Profs. José Luis Lalueza y Marta Sadurní. Las ideas que aquí se exponen las vengo compartiendo con ellos desde hace muchos años y han trabajado en la redacción de varios de los capítulos del libro. En todo caso, el responsable definitivo del manual soy yo y las imprecisiones del mismo o la falta de claridad en más de un pasaje no son achacables a ellos. En la edición primera, reducida, de la UOC pedí también la colaboración a varios otros colegas y he incluido también aquí las informaciones y actualizaciones que en aquel momento me hicieron llegar: Belén García Torres, de la Universidad Complutense, colaboró en el capítulo 16, Antonio Fuertes, de la Universidad de Salamanca, en el capítulo 23 y Roberto Roche de la Universidad Autónoma de Barcelona en el capítulo 24. En la redacción del capítulo 7 hay muchas ideas que provienen de la colaboración con los Drs. V. Casaprima, J. Catalán, J. Ferré y J. Mombiela del Instituto Médico del Desarrollo Infantil de Barcelona, ideas que tuvieron su gestación, años antes, en el Centro Médico de Diagnóstico y Tratamiento Educativo del Dr. José Moyá. A todos ellos agradezco su amistad y lo que me han enseñado. El Prof. Colwyn Trevanhen de la Universidad de Edinburgh aparece también citado numerosas veces en el texto: los intercambios frecuentes que hemos tenido, a partir de nuestro primer encuentro en 1982, han sido un incentivo constante de formación personal. Agradezco también a la Generalitat de Catalunya la beca que me concedió en el verano de 1995 para trabajar 3 meses en la University of California S. Diego en el Departamento de Cognitive Science donde, aparte de iniciarme en el conexionismo, me familiaricé con las corrientes más actuales en ciencia cognitiva y tuve acceso a bibliografía especializada no cómodamente disponible en nuestras bibliotecas. Agradezco a mi ayudante Alicia Peralta su colaboración en la corrección de los lapsus de redacción y omisiones bibliográficas, confección del índice y otros detalles que dan el acabado del libro. Agradezco finalmente a la UOC la confianza que ha depositado en mi, como autor, y doy fe que la «aventura de publicar» ha sido un placer con un personal editor tan abierto a las innovaciones y tan sugerente en sus propuestas.
Adolfo Perinat
Catedrático de Psicología Evolutiva
Universidad Autónoma de Barcelona
Otoño de 1997.