Vino la arañota a mi escritorio. Y buscando la araña me encontré con mi pasado. Gracias arañita...
TERESA RALLI
The other animals held a council to see about creating humans (Cherokee).
They couldn’t agree because each wanted humanity to be like himself.
Arguing, they fell asleep at nightfall. The coyote then took a bite form each, swallowed it all and regurgitated a Cherokee… with attributes of the animals, but most like the coyote in the love of singing and acting crazy.
JIMMIE DURHAM
Ad portas del viaje etnográfico y performático al que nos invita Diana Taylor, le queremos brindar una cordial bienvenida a su libro desde el mundo de la antropología social y cultural; estamos muy contentos de poder publicarlo en nuestra colección de Antropología. Vital acts of transfer, es una de las primeras definiciones de la performance mencionada por la autora en su texto. Esto justamente es lo que logra realizar este libro también, desde la triple confluencia de la autora que lo creó, de las miles de personas que actúan a través sus páginas, y de todas las personas que lo hemos leído o lo iremos leyendo y que imaginaremos y crearemos a partir de sus palabras: actos vitales de “transfer” o trans-ferencia de esa gran variedad de prácticas evocadas, que van desde lo más artístico, pasando por lo político hasta lo más cotidiano —y viceversa— para entretejer de manera poderosa espacios y tiempos, experiencias y testimonios, a partir de los heterogéneos panoramas que ofrecen las Américas.
Un múltiple “acto vital de trans-ferencia” que logra problematizar y disolver oposiciones estériles entre diversos campos o cauces de la actividad e imaginación humanas, relativizando tanto las demarcaciones de lo supuestamente artístico (la misma performance como algún campo separado de actividad artística, por ejemplo) como la abrumadora reducción de toda aquella poderosa energía de actuaciones que se suele captar bajo lo cotidiano. Diana Taylor dirige de manera segura y franca su discurso sobre los actos de trans-ferencia con los cuales empatiza y a los cuales analiza en profundidad. Cada capítulo ofrece una generosa reflexión crítica que seduce e invita a leer con detención, a informarse—a oír y a ver— y a rumiar lo experimentado, antes de entregarse a otra etapa del viaje lector, a otra inmersión en lo que somos y podemos ser como homo performans —y por esto mismo como homo politicus—. Escribir, leer y performar se conjugan en este libro como un concierto de movimientos que constituyen vida. Viene a la mente aquí el concepto del wayfaring del antropólogo Tim Ingold, según el cual nuestra humanidad no viene como algo ya constituido o ya construido sino que se va conformando siempre de nuevo a medida que vamos moviéndonos por los caminos de la vida.
Los textos aquí reunidos, con su riqueza interpretativa, su capacidad analítica y su apasionada apreciación de lo performático, ofrecen más que solo un interesante abordaje interdisciplinar. De cada una de sus reflexiones y narraciones emana un rico aliento antropológico que sustenta esta filosofía-antropología de la acción, la que refleja el meollo mismo de las variadas prácticas que Diana Taylor evoca, discute y analiza. Esto se relaciona directamente con el propósito original de la disciplina de los performance studies, cuya reorientación y refundación Taylor (co)protagonizó. Como ya planteó en el prólogo a la versión original (2002), “queríamos reorientar las maneras tradicionales de las que se solía estudiar la memoria social y la identidad cultural en las Américas” (“we were to reorient the ways social memory and cultural identity in the Americas have traditionally been studied”), refiriéndose con esta frase sobre todo a cómo estos temas se estaban estudiando desd el estudio académico de la historia y de la literatura. La reorientación por la que ella abogaba invitaba a mirar (y a analizar) a los “performed, embodied behaviours”, lo cual planteaba un sendero teórico y metodológico plenamente antropológico.
Estos comportamientos “performados y encarnados” tienen que ver con la distinción básica que la autora establece entre el archivo y el repertorio y que reflejan una visión radicalmente dinámica y crítica, característica también de gran parte de la antropología contemporánea. El repertorio y el archivo: “Todo ya se hizo, ya está hecho” (como parte del gran archivo de la humanidad), podríamos decir de manera provocativa, “pero no todavía por mí, no por nosotros”. Más aún, los que nos inspiramos de este inmenso “archivo”, lo podemos explorar de maneras sui géneris y nos habilitamos performáticamente, componiendo constantemente repertorios que llegarán eventualmente a ser considerados como propios a los respectivos grupos en los cuales participamos —enriqueciendo y dinamizando de esta manera el archivo—. Podríamos hablar en este sentido de la constante creación de competencias performáticas. Esta es precisamente la fuerza central del repertorio —por definición múltiple, rizomático y difícilmente disciplinable—, de lo que somos y creamos como actrices y actores empedernidos, dependientes e independientes a la vez. Repertorios que siempre se vuelven a poner nuevamente en escena, en el sentido generoso y constructivo, escapando así a esa genial pero demasiado limitante expresión de Bourdieu, cuando se refería a su habitus como “le choix non choisi entre tant de choix posibles” (de su libro Choses dites). Per-formar un dinámico repertorio, a través de los innumerables contextos y situaciones que caracteriza el mundo contemporáneo, supone crear e innovar, con experiencia, con involucramiento, con conocimiento crítico. No tiene que ver con un conservar o respetar de manera condicionada —casi condenado a reproducir—, sino más bien con un actuar que interpreta y busca, siempre lleno de agencia y de producción (en el rico sentido de la Produktion de Marx). Tiene que ver con un (¿querer?) transformar las cosas, ojalá para bien.
Taylor, “sin ser” antropóloga pero siempre con una escritura y reflexión profundamente antropológicas, desde su afán de reorientar las maneras de pensar la memoria social y las dinámicas de las identidades en las Américas, se muestra también crítica respecto de la disciplina antropológica. Ya en su primer capítulo, de corte más teórico-reflexivo, menciona al antropólogo escocés Victor Turner, conocido por su libro The Anthropology of Performance y por su original aprovechamiento de conceptos como liminalidad —transición y transformación— y comunitas —compartir las experiencias de liminalidad— para interpretar los quehaceres humanos en términos teatrales y rituales. Pero en esas mismas primeras páginas, Diana Taylor critica duramente a Turner por cierta “cosificación” contenida en el marco de análisis al fin y al cabo distante y objetivizante al que Turner recurría. Si bien la autora se inscribe en el campo de los performance studies, ella claramente no observa ni quiere observar tal marco teórico implacable que pretende explicar. Lo suyo nace de manera orgánica —y al mismo tiempo caleidoscópica— desde su involucramiento con y atención hacia las muy heterogéneas prácticas que descubre y describe. Emprende interesantes exploraciones etnográficas siguiendo caminos teóricos-metodológicos relativamente indisciplinados (asociativos) y sensibles, desde la convicción básica —también presente en Victor Turner, por lo demás—, que cualquier acto cotidiano se puede considerar como performance y que, además, puede contener siempre alguna carga disruptiva. Lo cotidiano, como acto lingüístico —remember Austin y Wittgenstein—y como acto cultural en general, per-forma y transforma constantemente. Como dijo alguna vez Ricardo Mendoza Mamani, un consejero importante durante mi trabajo de campo con familias aymara en El Alto, Bolivia: no se trata de hablar de un pachakuti milenarista; las personas aymara van viviendo y transformando su tradición a partir de un pachajkuti cotidiano, mediante pequeños vuelcos y cambios que producen a través de las prácticas de convivencia y de reciprocidad, tanto en sus aspectos positivos como negativos, siempre interactuando con los otros grupos con los que comparten los desafiantes escenarios de la interculturalidad. El libro de Taylor se inspira de allí mismo, desde la fuerza cotidiana-ritual que, por ejemplo, permea las representaciones del colectivo de teatro andino-limeño Yuyachkani, y que da lugar también a los tenaces escraches de H.I.J.O.S. (“y la DNA de la performance”) en Argentina, las que no solamente logran “recuperar” a algunos de los hijos arrebatados por la dictadura, sino que los tienen mágicamente presentes a todos, “cotidianamente”.
Este libro demuestra entonces una sensibilidad y un interés muy grandes hacia lo político que se encuentra contenido en estos actos cotidianos y menos cotidianos. Actos que son capaces de generar cambios—o al menos de imaginar a estos—y de dar forma, encarnadamente, a protestas que tienen que ver con la vida misma, como en el capítulo-testimonio dedicado a las reacciones en la calle producidas por los atentados del 11-S. Actos que nos interpelan de maneras muy diversas y siempre apremiantes, poniendo en escena de maneras seductoras y a veces peligrosas las memorias del pasado, siempre desde la tensión entre archivo y repertorio.
El gran Renato Rosaldo, antropólogo “chicano”—una condición de alguna manera afín a la de la misma Diana Taylor—, reflexiona de la siguiente manera sobre cómo los momentos rituales o de performance se entretejen con la vida vivida cotidianamente y cómo se refuerzan mutuamente, educando la atención precisamente hacia la fuerza (social y política) que emana de estas prácticas, más o menos teatralizadas, de las secuencias vivenciales.
Traduzco directamente de la última reedición en inglés de su ensayo clásico “Aflicción e ira de un cazador de cabezas”, incorporada al final de la última publicación de Rosaldo, The day of Shelly’s death. The Poetry and Ethnography of Grief (2014). En esta reciente y preciosa obra, Rosaldo per-forma “antropoéticamente” la aflicción pero también la ira por la muerte de su esposa Michelle durante un trabajo de campo realizado a principios de los ochenta en la isla de Luzón en las Filipinas, una etnografía caracterizada por un aprendizaje prolongado con el grupo Ilongot. Aquellas fuertes emociones y los posteriores intentos por entenderlas acompañarían a Rosaldo durante toda su vida. Las citas provienen de los últimos párrafos del ensayo en sí: “Ciertos rituales reflejan y crean valores fundamentales, conceptos culturales clave y las bases de la solidaridad del grupo. En otros casos, sin embargo, sencillamente juntan a la gente y proporcionan un conjunto de trivialidades que les habilitan más bien a continuar con sus vidas y no tanto a ofrecerles entendimiento o conocimiento”. Y continúa, ampliando la visión tanto de Van Gennep como de Turner: “Los rituales entonces pueden servir como vehículos para procesos que ocurren tanto antes como después del periodo de su performance. Los rituales funerarios, por ejemplo, no “contienen” todos los procesos complejos del luto o de la aflicción. Sería un error condensar a ambos ya que ni el rito ni la aflicción se encierran ni se explican por completo en estos casos, los rituales solo pueden ser puntos de descanso a lo largo de un número de trayectorias procesales más largas; de ahí la imagen del ritual como una encrucijada donde distintos procesos de vida se pueden intersectar”.
Las muy heterogéneas performances evocadas y analizadas por Taylor encarnan precisamente esto: vitales cruces de caminos como trans-ferencias de vida.
Buen viaje.
KOEN DE MUNTER
Antropólogo
Universidad Alberto Hurtado