Capítulo 4

 

Skyler, ¿qué estás haciendo? Puedo sentirte cerca de mí.

El dolor de la voz de Dimitri la desgarró. Al menos se hallaba en el buen camino si la sentía tan cerca. El bosque era muy oscuro, los árboles grandes y viejos. Casi los oía susurrarse unos a otros.

Skyler siguió las huellas psíquicas que conducían directamente a su compañero eterno. De nuevo, el camino que se extendía era fino y gélido, pero no muy largo. La recorrió una oleada de triunfo. No tendría que tender un puente que salvara una tremenda distancia para sanarlo.

—Se supone que tienes que estar sanando.

El dolor la dejó sin aliento cuando conectó del todo con él. Había pensado que estaba preparada porque, al fin y al cabo, ya sabía qué encontraría, pero lo cierto era que no había forma de recordar el dolor martirizante con tanta claridad hasta que entrabas en contacto con él. Skyler dejó que ardiera en su interior en un esfuerzo para aclimatarse a él.

Josef estaba totalmente exhausto. Habían llegado al bosque en una sola noche de vuelo, pero eso había mermado seriamente su energía. Paul le había dado una cantidad tremenda de sangre, cosa que a su vez lo había debilitado a él. Tendría que tener cuidado y no alargar esta sesión de sanación tanto como la última, pero no podía estar tan cerca de Dimitri sin intentar alejar de su corazón los hilos de plata más amenazadores. Ella había dormido durante la mayor parte del camino y se sentía con más energía sólo porque Dimitri se encontraba en algún lugar de los alrededores.

—Esta vez tendré más cuidado, Dimitri —le prometió—. Tengo que hacer esto. Sabes que no tengo alternativa.

El tiempo que había estado durmiendo había soñado con que la plata venenosa penetraba en el corazón de Dimitri. Sus hermosos ojos azules se habían vuelto fríos como el hielo y la miraban fijamente sin vida. Acusadoramente.

—Llegas demasiado tarde. ¿Por qué has llegado tarde? —le había preguntado él.

—Era un sueño, sívamet. Una pesadilla, nada más. Tú me aliviaste el dolor.

—Entre compañeros eternos no puede haber mentiras —dijo Skyler citando al propio Dimitri—. Sería imposible aliviar tu dolor. Los hilos de plata aún permanecen en tu cuerpo ardiendo tan intensamente como los que te he quitado.

—Quizá sea así, pero lo siento menos. Tu amor me mantuvo a salvo de la Moarta de argint, la muerte por plata.

—¿Es así como llaman a esta tortura?

—Absuelve de toda responsabilidad al consejo de los licántropos. Ellos no me mataron. Básicamente, me mato yo mismo al mover el cuerpo sin parar para intentar escapar al dolor, con lo que la plata penetra aún más. Pueden presentarse ante Mikhail con la conciencia limpia.

Eso la enfureció. ¿Cómo podía el consejo de los licántropos sentenciar a Dimitri a una muerte tan tortuosa y luego asistir a una reunión con los carpatianos para discutir una alianza con ellos?

—Voy a extraer más hilos, Dimitri, pero no voy a poder sacarlos todos. Voy a ir a por los que están más cerca de tu corazón.

No aguardó a que él le respondiera. Entró en su cuerpo como un espíritu puro. Los ganchos que había manipulado seguían cerrados. No había goteado más plata en su cuerpo, pero los que quedaban sí que habían progresado. Ahora Skyler ya sabía qué hacer. Recurrió a su herencia de mago y utilizó de nuevo sus habilidades para expulsar la plata del cuerpo de Dimitri.

 

Plata, plata, de mortal brillo argentado,

Invoco el poder de la tierra para que aplaque tu perjuicio aciago.

Tal como fuiste creada y formada en el interior,

Yo te ordeno, plata, que asciendas y salgas al exterior.

Hebras de plata que se enroscan y causan daño lacerante,

Yo os libero de vuestro hechizo serpenteante.

Te pido, plata, que mi llamada atiendas,

Retoma el camino por el que desciendas.

 

Escúchame, plata, atiende a lo que te mando,

Retírate y no sigas martirizando.

 

En esta ocasión añadió un nuevo elemento para aliviar el dolor de la quemazón que sentía por él. La noche anterior se había agotado tanto que lo había dejado allí, sin más. Había regresado a su cuerpo inconsciente, pero había tenido mucho tiempo para pensar en cómo sufría él.

 

Coridalis, valeriana, reina de los prados, os he reunido,

Enmascarad el dolor inflingido.

 

La plata reaccionó con la misma renuencia, casi como si estuviera viva, retrocediendo, alejándose de su corazón, y las diminutas gotas plateadas le quemaban la piel al atravesar los poros para caer al suelo bajo él.

Skyler se sintió embargada de entusiasmo. La plata respondía a sus órdenes. La veía moverse apartándose de su corazón mientras que el otro extremo atravesaba sus poros y caía al suelo en forma de pequeñas gotas letales. Sin embargo, la plata quemaba a Dimitri allí donde lo tocaba, tanto por dentro como por fuera. Pero esta vez no lo dejaría hasta estar segura de que había sanado todas las heridas que pudiera haber en su cuerpo y que ella pudiera alcanzar antes de que se le agotaran las fuerzas.

 

Aloe, dulce aloe de verde fulgor,

Apelo a tu esencia, busco lo que se oculta en el interior.

Aquello pegajoso y lleno de bálsamo curativo,

Quiero que tu esencia sane lo que ha ardido.

Kathalai, tu apelativo de antaño,

Invoco tu poder para que te lleves el daño.

 

Los elementos se estaban retirando a sus órdenes y las hierbas apaciguaban el dolor. Skyler consiguió sacar tres hilos más antes de que la dominara el agotamiento. Aún quedaban varios más que salían de las pantorrillas y los muslos y otros dos de los ganchos que tenía en las caderas, pero la plata de dichos garfios no había avanzado tan cerca de su corazón como los que ya había sacado.

—¿Puedes soportar este dolor un poco más? Te lo quitaría si pudiera.

—Me has mantenido vivo, csitri, y el simple hecho de que nuestras mentes se toquen me ha hecho más fuerte. ¿Dónde estás? Éste lugar es peligroso.

—Los que te retienen, ¿son lobos renegados?

—No. Licántropos. Es imposible que comprendas el peligro que representan. No vacilarán en enfrentarse a cualquier grupo de rescate carpatiano. Debes transmitir este mensaje a quienquiera que viaje contigo. Mi hermano. Cualquiera de los otros guerreros que estén contigo.

Skyler tuvo que alejarse de él, regresar por el canal psíquico. Necesitaba descansar.

—Soy humana, no carpatiana, y no me acompaña ningún grupo de rescate.

Se hizo el silencio. Skyler se encontró de nuevo en su propio cuerpo, tendida en la hamaca que Paul había colgado para ella entre dos árboles. El viento se movía suavemente entre las ramas y las balanceaba. Le encantaba el sonido de la brisa al rozar las hojas y sentirla en la cara. Tenía un frío gélido, pero tenía el abrigo de piel echado encima. De un modo u otro, aun en su débil estado, Paul se las había arreglado para cuidar de ella.

—Skyler. —Pese al pánico que había en su voz, el tono de Dimitri fue autoritario. Sólo había empleado aquel tono con ella en un par de ocasiones—. ¿Has venido a buscarme sola? ¿Josef está contigo?

Skyler ya sabía que llegaría aquel momento. Había tenido la esperanza de que fuera mucho después. Apretó los labios y asintió con la cabeza aunque él no pudiera ver el gesto.

—Tenemos un buen plan. Cuando te liberemos, ninguno de ellos podrá hacernos daño —dijo con un tono de absoluta confianza.

Ella creía que podían rescatarlo, de lo contrario no hubiera hecho venir a Josef y a Paul. Hubiera venido, pero sin ellos.

—Sólo es cuestión de mantener cerrados esos garfios, sacarte la plata del cuerpo y luego seremos libres para volver a casa —añadió—. Ya sabes que los licántropos no pueden vencerte.

—Skyler, quiero que des media vuelta y salgas de aquí. Lo digo en serio. No te lo estoy pidiendo.

—Aunque me lo pidieras, eso no iba a ocurrir, Dimitri. Voy a venir a buscarte. No soy la niña que todo el mundo cree que soy, y tú lo sabes mejor que nadie. Eres mío y esos licántropos no son nadie para intentar matarte.

A pesar del dolor y el agotamiento, Dimitri no pudo evitar que le hiciera gracia la furia con la que Skyler despotricó de los licántropos. Era única. Especial. Su propio milagro personal. Mucha gente la subestimaba. A él le encantaba el fuego que tenía en su interior. Le encantaba todo de ella.

Estaba orgulloso de su valentía y tenacidad, pese a que la quería fuera de peligro. No quería ni que se acercara a los licántropos. No se fiaba de lo que pudieran hacer los lobos si descubrían que tenía intención de liberarlo. De todos modos… ¿cómo no iba a sentirse eufórico y abrumado por su amor, por el hecho de que se hubiera enfrentado a semejantes peligros para acudir en su busca?

Él era un macho carpatiano, un antiguo cazador, y su primer instinto, su obligación, era proteger a su mujer. Skyler era su otra mitad, y el hecho de saber que la había puesto en peligro le resultaba mucho peor que el dolor aparentemente interminable que había soportado.

—Debes marcharte. No puedo ponerte en peligro y sobrevivir a esto.

El momento de silencio que siguió hizo que se le atrancara el corazón. ¿Acaso Skyler había pasado demasiado tiempo intentando evitar que la plata lo envenenara? ¿Estaría inconsciente? Aunque creía que ella se encontraba mucho más cerca, la distancia seguía siendo complicada. Tuvo que utilizar mucha energía para salvar el vacío, y lo hizo dos veces para sanarlo.

Era perfectamente consciente de que él no podía sacar esa plata envenenada de su cuerpo de la manera en que lo había hecho ella. Skyler había sido meticulosa, y lo que es más, le había aliviado las terribles quemaduras que la plata le había provocado.

—No puedes sobrevivir a esto sin mí y lo sabes.

Lo embargó el alivio. Skyler estaba débil. Él sentía que su nivel de energía estaba muy bajo, pero ni por asomo se acercaba al estado al que había llegado la última vez.

—Te agradezco que estés retirando la plata de mi cuerpo. En cuanto esté fuera, puedo escapar por mí mismo. No puedes acercarte más.

Skyler emitió un leve sonido con su mente, como un bufido molesto.

—No puedes librarte de las cadenas que te sujetan. Si pudieras, mi amor, lo habrías hecho hace semanas.

Dimitri empezaba a sentirse un poco desesperado. Skyler no podía quedarse allí. Si tenía problemas él no podría hacer nada para ayudarla. Tenía razón en cuanto a lo de las cadenas que ceñían su cuerpo. De no ser por la conexión extraordinariamente fuerte que existía entre los dos, él no podría haber llegado a ella. Había intentado llegar a su hermano, Fen, pero en vano.

—Desgraciadamente, ahora mismo yo soy lo único que tienes, Dimitri. Nosotros tres. Josef y Paul harán lo que haga falta para ayudarme a liberarte.

Dimitri quería a los amigos de Skyler. Había llegado a conocerlos a través de ella y del cariño que les tenía. Ambos eran como hermanos para ella, eran familia, pero eran chicos, no hombres, al menos no en el sentido de guerreros con experiencia en combate. No tenían ni idea de a qué se estaban enfrentando, ¿y cómo demonios iban a poder proteger a Skyler de una manada de licántropos?

Inspiró profundamente para intentar no moverse. El ardor que sentía retorciéndose por todo su ser lo incendiaba. A duras penas podía obligar a su cuerpo a permanecer bajo control en lugar de moverse continuamente en un esfuerzo por aliviar el interminable sufrimiento resuelto a destruirlo. Tuvo que admitir que era una tortura medieval digna de un castigo maquiavélico.

—Skyler, te quiero más que a la vida misma. —Le dijo la cruda verdad en voz baja y tono imperioso. La coacción no serviría de nada con ella, pero podía usar su voz más cariñosamente persuasiva—. Mi hermano, Fen, vendrá. Ya está de camino. —Hablaba con una seguridad absoluta. Sabía que Fen iría a buscarlo—. Necesito saber que estás a salvo. Lo necesito más que nada. Quédate donde estás y sigue sacándome la plata del cuerpo. Eso dará a mi hermano el tiempo que necesita para encontrarme. Puedes llegar a él y saber cuánto tardará en venir.

Skyler se tomó un tiempo para meditarlo mientras el miedo por él le aceleraba el corazón. Dejó escapar un leve suspiro.

—La idea es entrar y salir sin que nadie sepa que estamos aquí. Si me pongo en contacto con tu hermano, no tendrá más remedio que hacérselo saber a mi padre. Gabriel vendrá. Y con él vendrá Lucian. Quizás otros. Podría estallar una guerra precisamente cuando Mikhail intenta hacer las paces con esos cretinos.

Sabía que Skyler tenía razón. Su familia vendría y se armaría un buen lío. O peor aún, si la familia De La Cruz averiguaba que Paul estaba con ella, vendrían también y nada detendría a Zacarías si alguien le tocaba un pelo a su sobrino.

Skyler no iba a echarse atrás. Dominó la desesperación. Allí, encadenado por la plata, colgando de un árbol, y con unos ganchos en el cuerpo que lo envenenaban lentamente, no podía hacer nada. Moarta de argint. Si atacaban a Skyler él no podría salvarla.

¿Cómo podía detenerla? No quería que cayera en manos de los licántropos. Se sintió embargado por la desesperación cuando ni en sus peores momentos había considerado, ni por un instante, en ayudar a que la plata le recorriera el cuerpo más rápido. Sabía que podía hacer que terminara el dolor, pero nunca dejaría sola a Skyler, no mientras hubiera una posibilidad. Pero para salvarle la vida…

—¡No te atrevas a pensar siquiera en dejarme! —Un tono de pura furia crispó su voz, ya temblorosa de miedo—. Si optas por marcharte, iré detrás. Y tampoco voy a mostrarme comprensiva al respecto, Dimitri. Tú y yo tenemos un pacto que hicimos hace mucho tiempo cuando todo el mundo quería decidir nuestro destino. Decidimos juntos. Tú. Yo. Juntos.

—No puedo ni pensar que estás en peligro.

—Es porque estás sufriendo…

—Da igual el sufrimiento. Da igual la plata. Da igual la muerte. Tú no tienes ni idea de lo que me mueve. No puedo tolerar que estés en peligro.

La voz de Skyler cambió por completo. El miedo y la furia desaparecieron. Adquirió un tono musical. Suave. Un terciopelo rojo que rozó todas las terminaciones nerviosas inflamadas con un tacto calmante.

—Amor mío, nadie, ni siquiera un antiguo tan valiente y fuerte como tú podría aguantar la falta de sustento. Necesitas alimentarte. Llevas encadenado más de dos semanas y has sufrido dolores que nadie más podría haber soportado. Esta combinación volvería loco a cualquiera.

A veces Dimitri había tenido la sensación de estar loco. Su mente vagaba. Antes de que viniera Skyler, algunas veces no había podido pensar con claridad, pero…

—Tienes que confiar en mí. Soy tu compañera eterna y te llevo en el corazón. Eres la otra mitad de mi alma. Confía en mí para hacer esto bien.

La triste verdad era que Skyler estaba en lo cierto. Los días y las noches se sucedían. Lo habían dejado a la intemperie y en ocasiones se hallaba indefenso, atrapado en la parálisis carpatiana y, sin embargo, incapaz de dormir. El sol que caía a plomo por entre los árboles prácticamente lo cegaba y le quemaba la piel hasta que le salían ampollas, pero, por suerte, el espeso manto de hojas y su sangre de licántropo le evitaron la muerte que la mayoría de carpatianos temían.

La quemazón de la plata era incesante, tenía las entrañas en llamas y la misma sensación que si le hubieran escaldado y chamuscado interminablemente la piel y los huesos. Sintió el azote del hambre hasta que no supo qué era peor, si la necesidad de sangre o el continuo dolor de su cuerpo. Todo eso importaba muy poco ahora que sabía que Skyler corría peligro.

—Dimitri. Esto que sientes por mí… Es lo mismo que siento yo por ti. Estamos hechos el uno para el otro y no puedo marcharme y dejarte solo de esta manera. Me rompería el corazón. Prefiero arriesgarlo todo en la posibilidad de rescatarte que saber que estás sufriendo y que yo no hice nada.

—Llama a Fen. Vendrá y así sabré que estás a salvo.

Dimitri notó el suspiro de Skyler. Estaba exhausta. Los límites de su mente habían abarcado mucho. Temblaba de frío. Él no veía dónde estaba, pero sentía todo aquello.

—Amor mío, ambos sabemos que no llegará a tiempo. La plata estaba a tan sólo unos centímetros de tu corazón. Y aún tengo miedo de descansar por si algo sale mal. Déjame hacerlo. Por ti. Por nosotros. Déjame hacerlo, Dimitri. Puedo hacerlo.

Era imposible decirle que no. Dimitri supo que estaba librando una batalla perdida. Ambos necesitaban conservar las fuerzas.

—Cuéntame tu plan, sívamet.

Sintió que el amor de Skyler lo envolvía. Trató de mantener el cuerpo tan quieto como fuera posible, pero la plata se retorcía atravesándolo, quemándole todas las terminaciones nerviosas hasta que creyó que se volvería loco. Antes, sumido en la oscuridad durante los días y las noches interminables, había tenido ganas de terminar con todo, pero la mera idea de lo que eso le haría a su compañera eterna lo empujaba a seguir intentando permanecer inmóvil para evitar que el veneno le alcanzara el corazón. Ahora, con su amada y su valentía, se sentía animado. ¿Cómo no iba a permanecer con vida cuando tenía a una mujer como Skyler luchando por él?

Dimitri sintió que ella vacilaba y se sorprendió frunciendo el ceño. Skyler no era una mujer dócil, y él adoraba este aspecto de ella, pero lo que más quería era que estuviera a salvo. Se le contrajo dolorosamente el corazón. Iba a hacer algo que sabía que él nunca aprobaría.

—Josef nos ha proporcionado la mejor documentación posible, tres estudiantes que llevan a cabo una investigación sobre los lobos en estado salvaje. Utilizó tu organización y todos parecemos muy legales. Ahora mismo los chicos están levantando el campamento. Debería pasar cualquier inspección.

—Eso no me dice nada.

—Te dice que lo hemos planeado minuciosamente. No queremos una guerra, sólo queremos que vuelvas con nosotros sano y salvo. Mañana saldré a caminar por el bosque y me perderé. Soy humana. Alguien me encontrará. Uno de los licántropos. Me habré torcido el tobillo, Josef es muy bueno en estas cosas. El licántropo me acompañará de vuelta al campamento aunque sólo sea para verificar mi historia. Le colocaré un dispositivo de localización. Eso nos llevará directos a ti.

Dimitri cerró los ojos. Parecía muy sencillo. A veces los mejores planes eran los más simples, pero Skyler estaría en lo profundo del bosque, lejos de la civilización, allí donde habitaban tanto los licántropos como los verdaderos lobos. No todos los hombres eran buenos, ya fueran licántropos o humanos. Y precisamente ella debería saberlo mejor que nadie.

Dimitri guardó silencio, consciente de que lo sabía. Skyler tenía pesadillas con frecuencia. Estaba arriesgando la vida, junto con la tranquilidad de espíritu que tanto le había costado conseguir, y debía de estar aterrorizada, pero lo estaba haciendo por él. Se sintió humilde al pensarlo.

—Tú harías lo mismo por mí.

Él era un guerrero antiguo, ella era joven y vulnerable. Podía sentir lo agotada que estaba entonces. La sanación era difícil bajo cualquier circunstancia. Dada la distancia y el hecho de que la noche anterior se hubiera quedado sin gota de energía, le sorprendió que aún pudiera seguir funcionando. No tenía sentido discutir con ella.

—Si algo sale mal y te metes en líos, júrame que llamarás a Gabriel.

Dimitri claudicó, pero el corazón le palpitaba y la plata se retorció por su cuerpo con la misma rapidez. Notaba el ardor que se abría paso hacia la caja torácica.

—No te preocupes, mi amor, gritaré a voz en cuello.

Skyler tranquilizó a su compañero eterno con sinceridad en su voz.

—Te quiero, y esto ni siquiera empieza a describir lo que siento por ti.

Dimitri decidió que no se habían inventado las palabras que pudieran llegar a expresar el absorbente amor que sentía por Skyler.

—Por favor, mantente a salvo, Dimitri. Quédate muy quieto. Yo estoy contigo —le susurró, y las lágrimas le escocieron en los ojos cuando la conexión entre los dos finalizó de repente.

Skyler no soportaba dejar ir aquel hilo entre los dos. Dimitri estaba muy solo y en muy malas condiciones, mucho peor de lo que podría haberse imaginado jamás. Su Dimitri era tan fuerte, tan poderoso, que no parecía posible que pudiera estar prisionero, que pudiera ser torturado y que su vida se acercara al final.

Entonces notó las lágrimas en la cara. No podía moverse de tan agotada que estaba, pero mientras miraba el dosel que formaban las hojas en lo alto, las ramas que se balanceaban y bailaban al son de la música del viento, se dio cuenta de lo afortunada que era. Dimitri estaba vivo. Estaba tan cerca que podía alcanzarlo y él podía conectar con ella. Juntos encontrarían la manera.

—Sky, voy a darte unos minutos —dijo Josef— y luego tendrás que intentar comer algo. Tenemos mucho trabajo por delante y tienes que estar en forma.

Ella asintió, satisfecha con permanecer tendida en la hamaca y escuchar los sonidos del bosque. El continuo zumbido de los insectos le resultaba familiar y, sin embargo, no lo era en absoluto. Se oía el aleteo de los pájaros que revoloteaban de un árbol a otro. Las marmotas correteaban y los ratones se infiltraban en la vegetación del suelo. El bosque estaba lleno de vida.

Volvió la cabeza para mirar a Paul, que establecía una zona de seguridad. Había depredadores en el bosque y, aunque Josef estaba con ellos, era necesario prepararse por si acaso. Skyler siguió echada en la hamaca, pensando en su última línea de defensa si todo saliera mal. Si los descubrían y los licántropos los atacaban, dependía de ella procurar un refugio para todos. Dimitri estaría débil. Si no había tiempo para darle sangre y sanarlo, tendrían la tarea de buscar un lugar seguro que pudieran defender mientras él se escondía para recuperarse.

Paul se acercó a ella con una botella de agua en la mano.

—Toma. ¿Puedes incorporarte? —Ya le había pasado el brazo por la espalda para ayudarla—. Bebe. Casi hemos terminado el campamento. Josef lo tiene todo en orden. Hasta nuestros hallazgos resistirán un examen minucioso. No puedo imaginarme que los licántropos no se traguen nuestra tapadera.

—Josef dijo que el plan más sencillo era el mejor, y creo que tiene razón —admitió Skyler. Tuvo que apoyarse en Paul para incorporarse lo bastante y poder beber el agua—. Estoy tan cansada que lo único que quiero hacer es dormir. —Levantó la mirada hacia él y frunció el ceño—. Dimitri no puede esconderse ni alejarse del sol. La última vez la distancia era tan grande que no podía ver nada en torno a él y ni siquiera intuir lo que le estaba ocurriendo. El dolor era atroz, pero esta vez…

Se le fue apagando la voz.

—Es fuerte —dijo Paul para tranquilizarla—. Sobrevivirá.

—Sé la suerte que tengo de que me quiera. El hecho de saber que, aun cuando ha estado sometido a tortura todo este tiempo, no se movió ni se retorció deliberadamente para dejar que la plata le atravesara el corazón y permaneció vivo sólo por mí, es una sensación asombrosa. No sé si yo hubiera podido soportar ese tormento tanto tiempo como él.

Skyler tomó otro trago largo y lento. El agua le sentó bien a su garganta reseca. Hacía más de dos semanas que Dimitri no se alimentaba. ¿Qué le provocaría eso? Skyler buscó a Josef con la mirada. Estaba ocupado con la fogata. Siempre le había obsesionado el fuego.

—Si Dimitri no se ha alimentado, Josef, ¿qué le puede pasar?

Josef se volvió lentamente y las llamas de la hoguera proyectaron unas sombras inquietantes.

—Eso no es bueno, Sky. Estará hambriento. Lo mejor será que, cuando lo rescatemos, yo le dé mi sangre primero, no tú.

A Skyler no le gustó cómo sonaba eso. En ocasiones Josef podía ser todo un adulto y parecía muy serio… y preocupado.

—¿Puedes levantarte, Skyler? —le preguntó Paul—. Tenemos una silla para ti y el fuego da calor.

—No lo sé.

Eso era mentira. Si intentaba ponerse en pie se caería de bruces.

Paul la tomó en brazos sin preguntar, la llevó hacia el fuego y la colocó en una silla que había delante.

—Josef, recuerda el chocolate y los malvaviscos —añadió.

—Parece divertido —dijo Skyler.

Josef se acercó por detrás de ella, le rodeó los hombros con los brazos y apoyó el mentón en lo alto de su cabeza.

—¿Crees que mañana estarás preparada para esto? ¿O deberíamos esperar otro día para que puedas recuperarte?

Él era renuente a esperar, Skyler lo notó en su voz. Sabía que, cuanto más tiempo esperaran, más disminuían las posibilidades de que su plan tuviera éxito. Si un licántropo descubría su campamento antes de que ella se «perdiera», su estratagema no funcionaría. Dudaba que pudiera acercarse lo suficiente para poder colocar un dispositivo de rastreo sin que se dieran cuenta si no estaba herida y necesitaba ayuda. Tendrían que encontrar otra forma de localizar a Dimitri y llegar a su prisión. Sabía que en aquel momento podía localizarlo porque el rastro psíquico se hacía más fuerte, pero eso requeriría un tiempo y una energía de los que estaba claro que no disponían. Y luego estaba Dimitri. A él podía ocurrirle cualquier cosa… y ninguna buena.

—Estaré lista —dijo. Tomó la taza de chocolate caliente más para satisfacer a sus dos amigos que porque creyera que fuera a bebérsela—. Lo que necesito es dejar que la Madre Tierra me sane. ¿Puedes abrir el suelo aquí para que me estire dentro?

—No puedes dormir en el suelo, cielo —respondió Josef—. No puedo cubrirte y serías vulnerable a cualquier ataque. Aún no eres carpatiana, loca.

Skyler se sorprendió riendo.

—Me refiero a sólo unas cuantas capas, loco. No tengo intención de dormir ahí. La población de insectos, sin ir más lejos, ya me lo impediría.

—Gusanos —añadió Paul—. Entran y salen de nuestros cuerpos, arrastrándose…

—Y los gusanos entran, los gusanos salen…

Josef citó una vieja canción que los niños se habían cantado unos a otros en los patios de recreo de todo el mundo.

—Calla —le ordenó Skyler. El simple hecho de estar en compañía de sus dos mejores amigos hacía que se sintiera más alegre. Más segura. Más sensata—. Al fin y al cabo voy a dormir sobre la tierra y no quiero pensar en gusanos ni otros bichos arrastrándose por encima de mí.

Necesitaba sentir su conexión con la Madre Tierrra si quería que su plan infalible tuviera alguna posibilidad de éxito. No quería hablar de ello todavía, al menos hasta que estuviera segura de que podía hacerlo. Todo dependía de lo que aprendiera allí, en el suelo de aquel bosque antiguo.

Josef le dio un beso en la cabeza.

—A veces eres como una niñita tiquismiquis, Sky, en serio. Decir «tierra» no es una cochinada. La dijiste con tanto asco… Como una chica.

—Soy una chica, bobo —señaló Skyler. Bajó la mirada al chocolate de la taza. Su estómago se rebeló de nuevo. Iba a necesitar ayuda de Josef otra vez—. Y a ninguna chica le gusta la idea de dormir en el suelo con insectos. Al fin y al cabo soy humana.

—No eres exactamente humana —dijo Josef, y la soltó—. Más bien eres como una pequeña alienígena flipante. A propósito, se me olvidó decírtelo, lo cierto es que he llegado muy lejos en esa base de datos de videntes humanas que Dominic encontró en Sudamérica. He superado las encriptaciones y he averiguado el código que utilizaban para cada persona introducida. Estoy cerca de piratearlo todo. Si lo hago, puedo dar los nombres a Mikhail y esas mujeres pueden ser protegidas de la sociedad humana que intenta matarnos a nosotros, a los vampiros y a todos los que los cazan.

A Skyler se le revolvió el estómago. Se le había hecho un nudo horrible. Bajó la vista y la taza estaba vacía.

—Gracias, Josef.

—¿Por el chocolate o por el cumplido de «pequeña alienígena flipante»?

Paul soltó un resoplido.

—¿Eso es lo que era? ¿Un cumplido? Nunca vas a conseguir nada con las mujeres, Josef, si no mejoras el lenguaje con ellas.

—No voy a malgastar mi estilo con mi hermana aquí presente. —Josef le dio un golpecito en el pie con el suyo—. Me las apaño muy bien con las mujeres.

Paul meneó la cabeza.

—Fui tu compinche en la última fiestecilla a la que fuimos juntos y estoy casi seguro de que quedaste eliminado en cuanto empezaste a hablar. —Le guiñó un ojo a Skyler—. Todas pensaban que era muy mono hasta que abrió la boca y empezó a soltar una especie de teoría numérica.

—¡Oh, Josef! —exclamó Skyler tapándose la sonrisa con la mano—. ¿Eso hiciste? No me digas que sí.

Josef le quitó de la mano la taza vacía y dirigió una mirada fulminante a Paul.

—La chica era guapísima, ya sabes, no era rubia, delgaducha y clonada como la mayoría. Me refiero a que tenía una figura de verdad, el cabello oscuro y reluciente y, cuando sonrió, el corazón me explotó o algo parecido y se llevó consigo mi cerebro. Cuando tengo un cortocircuito, recurro a los números de mi cabeza.

—Ve en números —comentó Paul—, ¿te lo puedes creer?

Josef le puso otra taza en la mano. Skyler reconoció el aroma de sopa de verduras. El nudo en el estómago se le hizo aún más fuerte. Cerró los ojos y deseó quitárselo de encima de una vez. Otra cuestión era si aguantaría la comida o no. Sabía que, antes de dormir, Josef le daría más de su sangre sanadora. No podía convertirse sin un verdadero intercambio de sangre, pero eso no implicaba que no fuera a sentir sus efectos.

Cuando abrió los ojos agradeció que no sólo la sopa hubiera desaparecido, sino también la taza. Paul le había vuelto a dar la botella de agua mientras ella se concentraba en retener la comida en el estómago.

—Josef es asombroso —comentó, y lo decía en serio—. Y tú también, Paul. No podría ser más afortunada. Gracias a los dos por venir conmigo.

—No te pongas en plan nena con nosotros —la reprendió Josef—. Cuando queramos darnos cuenta estaremos sollozando en torno al fuego, nos sorprenderá algún licántropo y pensará que lo mejor es sacrificarnos para que no suframos más.

—Muy bien, abre un trozo de tierra para mí… que llegue hasta allí donde el suelo es rico en minerales.

Josef echó un vistazo al suelo del bosque.

—En cualquier sitio debería ir bien. Ésta es una tierra antigua y se ha estado regenerando durante miles de años.

Quitó la vegetación y la capa superficial del suelo para exponer la riqueza oculta debajo. Paul volvió a coger en brazos a Skyler y la depositó con cuidado en la abertura de unos sesenta centímetros de profundidad. Ella le devolvió la botella de agua y centró toda su atención en el suelo.

Se quedó allí tumbada, sin importarle que la tierra se le metiera en el pelo. Josef se podía ocupar de eso sin problemas. Lo único que importaba era su conexión con la Madre Tierra.

 

Gran Madre Tierra, que a todos nos creaste,

Escucha mi llamada.

Ayúdame, magna madre, muéstrame el camino que debo recorrer,

Me pongo en tus brazos, oye el latido de mi corazón,

Escucha mi llamada.

 

Lo primero que percibió fueron los sonidos. El grave y retumbante redoble de un tambor. Continuo. Provenía del centro mismo de la tierra y se extendía por ella para dar vida a las plantas y árboles, a toda la flora y fauna. Luego vino el goteo del agua, muy leve al principio, pero cuando escuchó, el sonido fue poderoso, el flujo de la sangre de la tierra que se expandía como arterias y venas para nutrir.

 

Magna madre, soy creación tuya,

Te pido el bálsamo curativo,

Necesito de ti y de tus dones,

Mi cuerpo está cansado y fatigado.

 

Nunca había tenido aquella sensación de no dar más de sí, y tenía miedo de que si preguntaba a Paul y a Josef, le dijeran que podían ver por dónde se consumía o los agujeros que se abrían en su piel. Supo que sin la sangre de Josef no conseguiría las fuerzas necesarias para ayudar a Dimitri a liberarse de tan terrible arma.

 

Ayúdame, Madre, vierte tu energía curativa para darme fuerzas.

Mi necesidad es grande. Escúchame. Mírame. Sé parte de mí. Envuélveme en el calor de tus brazos.

 

La rica tierra salía a borbotones en torno a su cuerpo y lo cubrió con una fina capa, pero casi hasta el cuello. Skyler debería de haber sentido claustrofobia pero, en cambio, se sentía abrigada y a salvo. Oyó un grito ahogado de Paul como desde una gran distancia, pero su mente estaba conectada al continuo retumbo del corazón de la tierra. El suyo también latía al compás de aquel fuerte ritmo. Notó los brotes nuevos, las largas y retorcidas enredaderas que salían de la tierra por debajo y junto a ella para enroscarse en su cuerpo formando una colcha de agreste verdor.

Tenía la sensación de estar en la mismísima cuna de la vida, sostenida por sus tiernos brazos. El fino vello de las raíces que se alargaban hacia ella le rozaba las piernas y los brazos. Unos pequeños brotes verdes se le iban acercando, se acurrucaban cerca de su cuerpo y empezaron a entretejerse unos con otros para formar un fino manto que la cubría.

 

Te necesito, magna madre, mi alma gemela se quema,

Cuelga de unos ganchos cuyas puntas vierten veneno de plata en su cuerpo.

Hilos de plata se abren camino hacia su corazón.

 

Su vida se escurre entre mis dedos como finos granos de arena.

Escúchame, magna madre, aporta tu energía curativa,

Dame tu fortaleza, escucha mi llamada, cúrame, Madre.

 

Ya notaba que las fuerzas la inundaban de nuevo. Las pequeñas grietas que sentía que fragmentaban su mente se cerraron poco a poco y el continuo martilleo de su cabeza se desvaneció. Sentía las piernas y los brazos más fuertes que nunca. El caos de su mente se apaciguó y se encontró calmada y decidida.

 

Dime, magna madre,

Aquéllos de estirpe de licántropos que nacieron de este lugar,

¿De qué se crearon?

¿Cómo pueden ser sometidos?

 

Muéstrame su camino,

Revélame sus debilidades,

Enséñame la manera de mermarlos.

Dame el poder de liberar lo que retienen.

Tenía que sentir a los licántropos cuando se acercaran. Eran cazadores de manada y desprendían muy poca energía o ninguna. De algún modo u otro eran capaces de contenerla, de manera que ni siquiera los carpatianos podían notar su presencia antes de un ataque. Ella necesitaría saber dónde estaba hasta el último de los lobos, por qué estaban allí y cuál sería su plan de acción.

La Madre Tierra había visto cómo todo tenía lugar en su superficie. Habían transcurrido siglos y la especie de los licántropos se había puesto el manto de la civilización pero, al igual que los carpatianos, ante todo eran depredadores. Eran lobos. Cazaban en manada en lugar de ser cazadores solitarios como los carpatianos. Por norma general las manadas tenían una pareja alfa y utilizaban los ataques de eficacia probada que habían funcionado durante siglos.

Habían evolucionado, se habían hecho fuertes, rápidos, muy letales, y eran inteligentes. Se habían integrado en la sociedad humana y adoptado un aspecto civilizado, pero en el fondo siempre eran licántropos. Seguían cazando de la misma forma con la que habían tenido tanto éxito mucho tiempo atrás.

Skyler absorbió la información grabada en el mismísimo suelo por los licántropos que habían utilizado aquel bosque durante muchos años. Se tomó su tiempo, agradecida por ser una hija de la tierra, agradecida de que la ofrenda fuera tan detallada. Era importante aprender sobre los licántropos como cazadores en manada para así concebir la mejor manera de eludirlos… o de vencerlos.

Cuando estuvo segura de cómo se dirigía el funcionamiento interno de la manada, dio las gracias y a continuación pidió ayuda con Dimitri. Su debilidad la azotaba. Su hambre. Estaba hambriento, y ningún carpatiano podía pasar días o semanas sin meterse bajo tierra.

 

Magna madre, mi amado es tu creación,

Es tu hijo, un hijo de la Madre Tierra.

Tú lo has juzgado, lo conoces. Conoces su valía.

 

Sálvale, Madre,

Muestra tu poder sanador,

Ayúdame en su sanación,

Utilízame, manifiesta tu poder a través de mí.

Skyler no se había dado cuenta de lo sumamente agitada que estaba después de conectar con tanta frecuencia con Dimitri y ver que, pese a lo que había hecho para ayudarle, su sufrimiento continuaba. Poco podía hacer ella con las cadenas de plata que lo ataban con firmeza desde el cuello hasta los tobillos, y menos desde una distancia tan grande. Apenas se había permitido admitir la existencia de aquellas funestas cadenas.

Sabía que lo que retenía a Dimitri eran las fuertes ligaduras que ceñían su cuerpo, como una momia con vendaje de plata. Él no podía ponerse en contacto con los suyos para pedir ayuda. No podía liberarse ni combatir a sus enemigos. Por eso, tenía que hallar la mejor manera de extraer la plata y asegurarse de curarle las quemaduras al menos lo bastante como para que pudiera viajar con rapidez.

Ella no quería iniciar una guerra, la verdad. Sería mucho mejor si pudiera rescatar a Dimitri sin que la detectaran.

Si el plan funcionaba, reuniría la información que la Madre Tierra le había proporcionado sobre los licántropos, sus puntos fuertes, sus debilidades y costumbres, su naturaleza y las características que les eran únicas, y utilizaría todas esas cosas contra ellos.

Su último mecanismo de seguridad dependía de ella. Si resultaban heridos o Dimitri estaba demasiado débil, necesitaban esa última zona segura. Tendría que recurrir hasta al último ápice de su sangre de mago, de su conexión con la Madre Tierra y de su estirpe de Cazadores de dragones para crear un hechizo de protección tan potente que permitiera entrar a cualquier humano o carpatiano, pero dejara fuera a todos los licántropos. Si lo conseguía, contarían con un lugar al que huir, un lugar que defender si los licántropos los atacaban. Si no, sin duda alguna morirían todos.