Capítulo 4
Una gran batalla —saludó Zev, que estaba medio tumbado con la espalda apoyada contra un árbol, al ver que Fen se aproximaba entre la niebla que se iba disipando.
—Veo que estás un poco maltrecho —dijo Fen.
Zev estaba lleno de heridas de mordiscos que le habían desgarrado los músculos, y de zarpazos que le habían abierto la piel. Era evidente que estaba soportando un gran dolor, pero se mantenía completamente estoico.
—Deberías mirarte en un espejo —le sugirió Zev enseñando sus blancos dientes.
No se movió, Fen sabía que Zev estaba destrozado. Igual que Dimitri, se había llevado la peor parte del último ataque para poder darle tiempo a salvar a Tatijana del sange rau.
—La verdad es que prefiero no hacerlo. Tatijana se ha encargado de las carcasas. Todavía tengo que llevarme a esos dos a sus casas. —Fen señaló con la cabeza hacia Enre y Gellert que seguían escondidos en el árbol—. Tengo que reconocerlo, estoy cansado.
Se sentó en el suelo, le flaqueaban las piernas.
Había dado mucha sangre a Dimitri, y no había atendido sus propias heridas.
—Sabías que estaba aquí ¿verdad? ¿La abominación? Le estabas siguiendo el rastro y por eso llegaste aquí.
Fen se encogió de hombros. No le importaba que llamaran abominación a Bardolf. Los no muertos habían elegido entregar sus almas, pero sabía que si Zev descubría que él también tenía la sangre mezclada, pensaría que también era un sange rau. Como Fen respetaba a Zev, la idea le resultaba un poco desconcertante.
—Lo sospechaba. Me crucé con la manada de renegados y pensé que sería bueno controlar los daños que estaban provocando, y atraparlos uno a uno si era posible. Pero cuando vi la forma en que llevaban a cabo sus matanzas, me pareció que era demasiado brutal, incluso para una manada de ese calibre.
—No lo sabía —admitió Zev. Parecía enfadado consigo mismo—. Debí haberlo sospechado. Te escuché llamarlo por un nombre.
—Mi manada fue destruida por los sange rau hace años, y me fui con una manada vecina —explicó Fen—. Bardolf era el macho alfa. Era… brutal con los licántropos más jóvenes. No me llevaba bien con él, y sabía que no podría quedarme con ellos mucho tiempo.
Zev parecía interesado.
—Me lo puedo imaginar. Tú eres un macho alfa puro. Cualquiera pensaría que tienes una manada propia.
Había una mezcla de humor y especulación en su voz.
—Unos meses después de que destruyeran a mi manada, la de Bardolf fue atacada por el mismo sange rau que había matado a la mayor parte de los míos. El demonio sembró el caos y mataba a cualquier criatura que se le cruzara. Primero se ocupaba de los niños y las mujeres, y después seguía matando a los hombres. La pareja y los hijos de Bardolf fueron asesinados en el primer ataque. Enloqueció y se fue de caza solo mientras los demás incinerábamos a los muertos. Al principio nadie se dio cuenta de que había desaparecido. Encontramos su rastro en una cueva que se internaba profundamente en la montaña.
Fen apoyó la cabeza contra el tronco del árbol y cerró los ojos al sentir que Tatijana se arrodillaba a su lado. En vez del hedor a sangre y a muerte de la batalla, ella olía a bosque, a lluvia fresca y a miel. Siempre la acompañaba ese aroma que tanto lo seducía. Tatijana le pasó las manos por la cara y al instante sintió una reconfortante calma. Le miró su hermoso rostro. Tenía la piel tersa y las pestañas largas como plumas. Ella le sonrió y se encendieron sus brillantes ojos color esmeralda.
—Necesitas sanarte, Fen —le dijo suavemente.
—Y tú también, dama mía —le contestó mientras le tocaba con los dedos la herida que tenía en un hombro.
El viento sopló entre los árboles, y una lluvia de hojas y un remolino de niebla se levantaron entre Zev y Fen. Necesitaba ocultar su cálida y brillante boca mientras ponía su saliva cicatrizante sobre la herida de Tatijana.
—No es nada — dijo Tatijana bastante fuerte para que la oyera Zev—. Déjame ver tus heridas. Son mucho peores. Yo voy a tener que volver a meterme bajo tierra pronto, y cualquier herida se me curará rápidamente.
Fen no podía evitar sentirse orgulloso de ella. No se había perdido ninguna de las señales. Por lo que Zev sabía, Fen era un licántropo. Tatijana había hecho todo lo posible para mantener su secreto. Se agachó hacia sus heridas y ocultó parcialmente sus acciones a Zev con su propio cuerpo, pero Fen no estaba demasiado preocupado. Los carpatianos eran conocidos por sus habilidades sanadoras.
Le pasó su lengua sobre la herida, y el cuerpo de Fen se tensó y reaccionó inesperadamente. Ella tenía los ojos cerrados y le parecía tan sensual que lo dejaba sin aliento. Nunca pensaba en términos de sensualidad, eso era algo nuevo para él, pero le impactó darse cuenta de lo intensa que era la reacción que ella le provocaba.
A mí también.
Su voz era muy suave y acariciaba las paredes de su mente casi con tanta sensualidad como su lengua. Ella no intentaba esconder su asombro ni el intenso deseo que sentía por él.
—Decías que seguiste a Bardolf hasta una cueva en las montañas —dijo Zev de pronto.
Fen no pudo evitarlo. Tocó suavemente la cara de Tatijana con los dedos. Ella sonrió pero no abandonó su tarea. Cogió un poco de tierra donde Zev no podía ver lo que estaban haciendo, la mezcló con saliva, y la introdujo en las peores mordeduras y heridas.
—Los que quedaban de su manada vinieron conmigo para buscarlo y ayudarlo. No éramos muchos, y teníamos algunos heridos, por lo que no podíamos ir tan rápido como queríamos. No nos atrevíamos a dejarlos solos mientras el sange rau estuviera merodeando, y ninguno de nosotros quería arriesgarse como Bardolf, que había salido a enfrentase a él en solitario. No podía dejarlos y adelantarme. Sabía que ninguno de ellos tenía las capacidades suficientes como para enfrentarse a un monstruo tan enorme. Eso proporcionó a Bardolf bastante ventaja sobre nosotros.
Fen estaba cansado. Mucho más de lo que lo había estado desde hacía largo tiempo. Tener que luchar en el otro mundo sin su cuerpo, usando solo su mente y su espíritu, lo había dejado extenuado. Tatijana parecía darse cuenta de ello, y sus manos se movían sobre él con seguridad para aliviarle parte de su tensión. Zev cambió de posición y emitió un suave gruñido. Fen imaginaba que Tatijana había hecho los mismos rituales de sanación al licántropo.
Los mismos no, negó Tatijana y le echó su aliento caliente al arrodillarse para retirarle el pelo de la cara y curarle un desgarro especialmente feo.
El cuerpo de Fen se tensó de manera inesperada.
No, los mismos no, dama mía, le dijo llenándole la mente con su calor, pues era lo único que podía hacer sin traicionarse a sí mismo.
Miró a Zev sin poder evitarlo por miedo a exponer a Tatijana a más peligros. Estaba cansado y era muy fácil cometer equivocaciones.
Zev tenía los ojos cerrados. Su cara estaba surcada por numerosas arrugas, y parecía tan cansado como Fen.
Fen se rió suavemente.
—Estamos completamente en forma. No me apetece mucho bailar de nuevo con esa pandilla, al menos esta noche no. Aparte de asegurarnos de que nuestros dos amigos borrachos lleguen bien a su casa, en el bosque está el cuerpo de la persona que mataron los lobos renegados. Tatijana y yo lo encontramos de camino al pueblo. Eso fue lo que nos hizo regresar.
Zev se movió como si fuera a levantarse, pero Tatijana se dio la vuelta y levantó una mano para impedírselo. El licántropo gruñó y se dio por vencido.
—No sé cuál es la velocidad de recuperación de los licántropos —dijo Tatijana—, pero no es tan rápida. Si no quieres que se te vuelvan a abrir las heridas, descansa unos minutos. Déjame que me ocupe de Fen primero y no te atrevas a moverte.
Zev se rió.
—¿Todos los carpatianos son tan mandones como tú?
Tatijana sonrió levemente con los ojos brillantes.
—Solo las mujeres. Tenemos que serlo. Nuestros hombres son muy difíciles, ya sabes. No nos queda otra opción.
Volvió sus ojos color esmeralda hacia Fen. Cuando se reía parecía que brillaban como gemas. A Fen le parecía que estaba más bella que nunca.
—Si vuestros hombres no os tratan bien es porque no tienen nada en el cerebro —dijo Zev—. Eres una mujer hermosa, Tatijana, y eres una salvaje luchando. No te amedrentaste ni un segundo.
Fen sintió que se quedaba inmóvil. Se asomó por detrás de Tatijana para mirar a Zev. Era evidente que el hombre no estaba flirteando, sino simplemente manifestando una realidad. Eso hizo que se relajara, cuando hacía cosa de segundos ya se había preparado para atacar.
Tatijana le dio un pequeño codazo.
—Pon atención, lobezno.
Zev lanzó una risotada.
—Es un muy buen lobo. Luchas como los cazadores de élite.
Era una pregunta muy inquisitiva expresada de manera casual.
Fen se obligó a sonreír y exhibió su dentadura blanca y fuerte. Había vivido como un licántropo tanto tiempo que ahora era como su segunda naturaleza. No iba a cometer ningún error, a menos que Tatijana se viese en peligro. Pensaba como un licántropo. Zev era astuto, inteligente y fiero, además de ser un luchador muy dotado. Se había acercado a ellos para decirles que se marcharan, y si lo hubiesen hecho, habría luchado contra la manada completa él solo.
—He vivido bastante y aunque no pertenezco a ninguna manada, suelo cazar más que la mayoría —reconoció Fen con cuidado—. Cuando comencé a sospechar que Bardolf estaba liderando esta manada de lobos renegados, pasé mucho tiempo persiguiéndolos, e intentaba cazarlos uno a uno. —Lanzó una sonrisa a Zev—. Se han vengado de mí un par de veces, y me han dejado destrozado.
Zev lo estudió con sus ojos sagaces y con demasiada experiencia.
—Lo dudo. Pero has combatido en muchas batallas. Eres tan hábil como yo, tal vez más, y eso ya es mucho.
No le había podido ocultar toda la información que le hubiese gustado. Zev pertenecía a la élite de los cazadores, y a ella accedían muy pocos. Nacían mucho más veloces, fuertes e inteligentes que el resto de los licántropos. También se regeneraban a mayor velocidad. Cuando una manada descubría que un niño, o una niña, tenía esos atributos, era enviado a una escuela especial para ser educado.
—No debías ser demasiado mayor cuando destruyeron a tu manada —se aventuró a decir Zev.
Tatijana se sentó sobre los talones.
—Ya está caballeros. Ambos vais a seguir con vida, pero os sugiero que la próxima vez os mováis un poco más rápido. No sé si os habéis dado cuenta, pero yo apenas tengo mordiscos —les dijo lanzándoles una mirada traviesa a los dos.
Te las sanaste tú misma, dama mía, y eso no es justo, la provocó Fen de forma privada.
Los licántropos se miraron el uno al otro y se rieron. La tensión entre ellos pareció evaporarse con la observación de Tatijana.
—Termina de contarme la historia de Bardolf y la cueva —le señaló de nuevo Zen—. Si de verdad piensas que es el macho alfa de esta manada, necesito saberlo todo sobre él.
—Encontramos muchísima sangre. Las señales indicaban que había habido un gran fuego, y se había librado una batalla terrible. No había cuerpos, pero sabíamos que Bardolf se había encontrado con el sange rau. Todos pensamos que lo había matado, pero no encontramos su cadáver.
Se produjo un breve silencio y Zev agitó la cabeza.
—Los otros pensaron que había muerto. Pero tú sabías que seguía vivo —dijo como si fuera una afirmación.
—Bardolf sí que murió ese día, tanto si apareció su cuerpo o no. Intercambió sangre con el sange rau, y de alguna manera se convirtió en lo mismo que su contrincante. No estaba seguro, pero mientras más estudiaba el lugar de la batalla, más extraño me parecía todo. Era una especie de escenificación. Las marcas del incendio, las plantas moribundas, la sangre por todas partes, pero no había ningún cuerpo. Había algo que no cuadraba.
Muy lentamente Fen comenzó a sentir que recuperaba fuerzas. La poderosa sangre de Tatijana y su magia sanadora estaban haciendo milagros. Enseguida su sangre de licántropo comenzaría a contribuir en su curación.
—¿Dónde te estás quedando, Zev? —preguntó Tatijana—. Te llevo si quieres. ¿Has montado en una dragona alguna vez?
—La verdad es que no —admitió Zev—. He frecuentado a algunos carpatianos a lo largo de los años, pero solo para cazar y nunca me había ocurrido que alguno de ellos fuera tan educado como para ofrecerme llevarme a casa. —Esbozó una sonrisa cansada—. Por supuesto que no eran en absoluto tan hermosos como tú, y además habría tenido que objetar si alguien insinuaba que no podía volver a casa por mis propios medios.
—Claro —dijo Tatijana—. Pero yo no voy a negarme a la posibilidad de ir acompañada.
Eres increíble, dijo Fen. Zev tiene mucho orgullo.
Está muy herido. Incluso con su sangre y la mía tardará días en recuperarse.
Sonaron sus alarmas.
¿Sabe que le diste sangre?
Siglos atrás los licántropos no sabían qué producía la mezcla licántropos y carpatianos. O dicho de otra manera, de licántropos y vampiros. Era evidente que los licántropos no distinguían entre ambas especies. Las veían a las dos como una poderosa amenaza. Eran tan pocos los cruces que se habían producido que el consejo no estaba seguro, pero podían sospecharlo. Tenían acceso a laboratorios donde estudiaban e investigaban. Era muy probable que creyeran que en este siglo se iba a producir una mezcla de sangre.
Tuve mucho cuidado. Tatijana lo tranquilizó. Descansa hasta que vuelva. Y ten cuidado. No te duermas en el puesto de trabajo.
A Fen le dio risa. Era una mujer muy lista. Él le había explicado el peligro en el que se encontraba, y ella iba a poder decirle el lugar exacto en el que Zev se quedaba. Además había bebido sangre de Zev, y le había dado la suya propia. De ese modo podría monitorizarlo desde la distancia.
—¿Cómo hacéis para empuñar la plata? —preguntó Tatijana con curiosidad—. ¿No os hace daño como a los lobos renegados?
—Nos hemos acostumbrado a llevar guantes —contestó Zev—. O nos cubrimos las manos y los brazos con sellador. Luego se quita fácilmente. Yo prefiero los guantes, y por lo visto Fen también.
Hizo un gesto hacia las manos protegidas de Fen.
Fen había vivido tanto tiempo como licántropo que llevar guantes era como una segunda naturaleza, y estaba agradecido de habérselos puesto cuando fueron amenazados por la manada.
—¿Te sientes lo bastante fuerte como para sostenerte solo? —preguntó Tatijana a Zev.
Fen le hizo un gesto con la cara. Eso iba a herir el ego de Zev. ¿Un cazador de manadas de renegados? ¿Un dotado guerrero? Casi gruñe en voz alta, y ella no se atrevió a mirar a Zev a la cara.
—Creo que me las puedo arreglar. ¿Y qué hay de ti, Fen? ¿Estarás seguro aquí hasta que ella vuelva?
Fen echó un vistazo al campo de batalla. Había varias estacas tiradas entre las cenizas de las carcasas quemadas de los cuerpos de los renegados caídos. Tenía bastante energía para hacer que llegaran hasta él una vez que se fueran. Levantó una ceja.
—Me puedes dejar esa espada de plata. Me gusta.
—La hice yo mismo —dijo Zev—. Me es muy útil en situaciones difíciles.
—¿Qué otras armas has hecho? —preguntó Fen con curiosidad.
Zev luchaba en una manada de cazadores de élite. Había sido elegido entre los demás cazadores para ser explorador. Iba por delante de la manada, e investigaba rumores y contrastaba evidencias antes de llamar a sus compañeros para hacer limpieza de lobos renegados. Era un trabajo que lo exponía constantemente al peligro. Las manadas de lobos renegados podían tener solo tres miembros, pero algunas veces llegaban a ser hasta treinta. El solo hecho de que estuviera vivo era un testimonio de sus habilidades.
—Tengo que enseñártelas. ¿No has considerado que te entrenen? —le preguntó Zev.
Fen se encogió de hombros.
—La verdad es que no. Desde que destruyeron a mi manada, hace ya mucho tiempo, he estado solo. Soy un librepensador. Seguir a un macho alfa me sería muy difícil.
Hasta ahí todo era cierto. Pero también que la manada se iba volver contra él con la primera luna llena.
—Te recibiré en mi manada cuando quieras —dijo Zev—. Las manadas de cazadores de élite somos diferentes. Cada uno de nosotros es un librepensador. Tenemos que serlo. Nuestro macho alfa en realidad es todo el consejo, más que algún individuo de la manada, aunque generalmente el explorador tiene bastante influencia. Imagino que a ti te va más la vida de un explorador. —Sonrió de pronto y todo el cansancio y el dolor marcados en su cara se disiparon durante un momento—. Piensa en todos los juguetes chulos que tendrías.
—Me interesa ver esos juguetes —admitió Fen.
Estaba un poco envidioso. La espada le iba a ser muy útil. Tenía que estudiarla, y ver la mejor manera de forjarse una como esa. La plata era un elemento natural… de la tierra… por lo que no le sería difícil fabricar una espada como esa. Ya sabía hacer las estacas, pero no era posible construir un arma tan fina sin saber cómo se fabricaba. Lo cierto es que ansiaba tener esa extraordinaria espada.
—Ven a mi habitación en la taberna.
—Sabes que estás en lo más profundo del país carpatiano —apuntó Fen—. Todo el mundo en el pueblo es amigo del príncipe. Está cerca, y sus cazadores probablemente están al corriente de tu presencia. Te van a estar vigilando continuamente. Y aquí no hay manera de mantener escondida a una manada de renegados.
Zev asintió.
—No van a poder detectar lo que soy, aunque tal vez lo sospechen. Son muy astutos.
—¡Hola! ¿Os habéis olvidado de mí? —preguntó Tatijana—. Por supuesto que el príncipe va a saber que estáis aquí. Estoy decidida a delataros a los dos ahora mismo. No nos tomamos bien que las manadas de lobos renegados y los vampiros maten a nadie, ya sean licántropos o carpatianos. ¿Pensabais que iba a ser una niña buena y me iba a olvidar de informar de lo que ha ocurrido?
—Bueno, era lo que esperábamos —contestó Fen de buen humor.
—Luchaste tan bien —añadió Zev—. Por un minuto olvidé que eras carpatiana, y pensaba que eras una licántropa.
—Ja, ja, ja, Zev —respondió Tatijana —. Como si los licántropos pudieran volar tan bien como los carpatianos. ¿Quién os salvó hoy el trasero? Fui yo.
—No la provoques, Zev —dijo Fen con un pequeño gruñido—. Ya es lo bastante descarada como para que ahora piense que tiene que ponerse a defender a toda la especie carpatiana.
Zev le lanzó una mirada de complicidad.
—Llévame entonces en mi primer viaje en dragón —le dijo a Tatijana—. Te dejo que te encargues de los cadáveres y los carpatianos esta noche, Fen. Ven a verme y te enseñaré esas armas. Puede que incluso tenga una o dos de sobra.
Su sonrisa se esfumó cuando levantó la cabeza y olfateó el bosque.
Fen hizo lo mismo. El olor de la sangre, la muerte y la carne quemada impregnaba toda la zona. También estaba presente el que dejaban los lobos renegados cuando luchaban. Pero en el caso de que se estuvieran acercando de nuevo, se habían asegurado de esconder su olor. A Zev le preocupaba dejar a Fen solo en ese lugar.
—¿Cuánto tiempo tardará Bardolf en regenerarse? —preguntó Zev—. La verdad es que nunca me he enfrentado a un sange rau. Nunca se ha cruzado ninguno en mi camino —reconoció.
—Más tiempo del que le gustaría.
El tiempo suficiente como para que Fen se marchase a su refugio. Pero lo iba a hacer solo, y ni Zev ni Tatijana necesitaban conocer esa información.
Hombre lobo tonto. Crees que me vas a proteger de ese vampirillo o lo que sea. Aprendo rápido. No voy a dejar que libres este combate solo.
Su voz tenía un tono cada vez más sensual y afectuoso, pero esa nota grave le destrozó el corazón. Se suponía que él era un guerrero grande y malo, pero ella, con unas pocas palabras, conseguía reducirlo al nivel de una babosa. No era un buen presagio.
Tatijana echó la cabeza hacia atrás y lanzó una carcajada.
—Sois muy graciosos. Voy a recoger las estacas de plata para dárselas a Fen. ¿Quieres prestarle tu espada de plata mientras él espera aquí solo, como si fuera un chivo expiatorio en medio del bosque, a que regresen los lobos?
Eso estuvo bien. Zev no quería en absoluto separarse de su espada, pero ella se lo hizo casi imposible. Si insistía en llevársela resultaría muy ruin por su parte habiendo un hombre herido que tenía que esperar solo y vulnerable.
Zev agitó la cabeza.
—La quiero de vuelta, Fen —dijo entregando la espada a Tatijana.
—Me aseguraré de devolvértela —prometió Fen—. Dijiste que tu manada estará aquí ayudándonos en veinticuatro horas.
Tal vez sería Tatijana la que tuviera que devolver la espada. A Fen le quedaba otro día antes de entrar en su semana de gran peligro. Zev reconocería que tenía la sangre mestiza. Y cuando llegara la luna llena, todos los licántropos de la zona sentirían su presencia, e intentarían matarlo. Una vez que apareciera la manada de cazadores de élite de Zev, Fen iba a verse ante un serio peligro. La manada de renegados pasaría a segundo plano, y él se convertiría en su misión principal.
—Me sorprende que la plata sea lo bastante fuerte como para cortar huesos.
La sonrisa se Zev era claramente lobuna, y era evidente que tenía algunos secretos relacionados con sus armas. Fen necesitaba esos secretos. Miró a Tatijana y ella asintió.
—Vamos, Zev, antes de que se haga tarde. Sé que a ti no te pasa nada, pero yo sí que tengo que estar al tanto de la hora —le recordó amablemente Tatijana—. Voy a transformarme, y después tendrás que subirte a mi ala y montarte sobre mi espalda. —Echó un vistazo a su alrededor—. Necesito un poco de espacio.
No esperó. Se transformaba muy rápidamente en una dragona azul, y estaba tan acostumbrada a su cuerpo, tanto mental como físicamente, que Fen se dio cuenta enseguida de que se sentía mucho más cómoda en ese estado que en el suyo propio.
En cuanto a dragones se refería podía parecer pequeña, pero ahí en el bosque, tan cerca de ellos, parecía enorme y hermosa. Sus escamas eran de un azul iridiscente y brillaban en la niebla. A lo largo de la cresta de su espalda había pinchos que llegaban hasta su larga cola, que terminaba en forma de arpón letal. Sus ojos eran grandes y de color verde esmeralda, tallados como si fueran relucientes diamantes multifaceteados.
—Magnífico —dijo Zev—. Tatijana, eso es increíble. —Miró a Fen—. ¿Has visto lo rápido que lo ha hecho? Pensé que tardaría al menos unos minutos en convertirse en una dragona.
Zev intentó levantarse agarrándose al tronco para apoyarse.
Fen vio hasta qué punto estaba herido. Habían atacado varias partes de su cuerpo y le habían arrancado grandes trozos de carne. Tenía la cara descompuesta de dolor, y le caían gotas de sudor desde la frente. No emitió ningún sonido y aguantaba estoicamente, pero su piel tenía un tono grisáceo.
—Espera —le ordenó Fen empleando su tono de voz más imperioso.
Era un tono bajo y suave como terciopelo que usaban los machos alfa de manera un poco engañosa, cuando sabían que sus órdenes no se iban a cumplir. Al levantarse tuvo que bloquear el enorme dolor que se apoderó de su cuerpo al moverse.
Su respeto por Zev crecía cada minuto que pasaba junto a él. Había conocido muchos licántropos duros, hombres fuertes que sabían cómo librar difíciles combates, pero estaba claro que Zev era de otra categoría. Los licántropos no podían bloquear el dolor como hacían los carpatianos. Lo soportaban y seguían adelante. Los realmente grandes, como Zev, continuaban luchando incluso cuando los demás ya habrían desfallecido.
Fen se acercó a ellos y pasó una mano por el cuerpo de la dragona haciéndole una gran caricia.
—Eres un hombre con suerte, Zev —observó.
—Un privilegio —asintió—. Nunca pensé que estaría tan cerca de una dragona. Hace tiempo que desaparecieron de nuestro mundo.
No protestó cuando Fen lo agarró por la espalda para ayudarlo. Eso quería decir que estaba muy malherido. Tatijana extendió un ala hacia Zev, y Fen lo ayudó a llegar a ella.
No puede llegar hasta tu ala, le dijo Fen usando su vínculo telepático. Comenzaba a preocuparse por la situación de Zev. ¿Tan mal estaba?
Había estado tan preocupado por las horrendas heridas de Dimitri, que no había considerado que Zev también se había llevado la peor parte del ataque. Lo sabía, pero Tatijana no le había dicho realmente lo terribles que eran las heridas de Zev. Había estado demasiado preocupada por proteger el secreto de Fen, y por atender sus heridas.
No tenía los intestinos colgando como Dimitri, dijo Tatijana. Pero estaba grave. Un hombre más débil ya estaría inconsciente.
Si uso mis habilidades de carpatiano para subirlo a tu espalda sabrá inmediatamente que soy más que un licántropo.
Tatijana emitió un pequeño sonido en su mente, un resoplido muy femenino de enfado.
Solo tenías que preguntar.
Fen se dio cuenta de que estaba sonriendo. Tal vez había querido molestarla un poco a propósito. Le gustaba su temperamento fogoso. Cada vez que se exaltaba, sentía su arrebato explotando en su mente como si fueran estrellas fugaces en una noche cálida de verano. Sus pequeñas reacciones explosivas contra él lo reconfortaban. Lo rodeaban y se apoderaban de él. Se hundían hasta sus huesos. Hasta su sangre. Ella era suya.
Ya quisieras.
Le hizo un pequeño y delicado respingo, pero su tono risueño tenía un matiz cada vez más afectuoso. Él se sintió rodeado de su calor. Ella parecía derramarse en su mente, y rellenaba cada espacio oscuro y vacío con luz, su risa y su increíble sensualidad natural.
¿Por qué tu dragona es azul si eres tan ardiente?
¿Nunca has visto una llama azul?, preguntó Tatijana. Cuando era pequeña veía las llamas azules bailando en las cavernas secretas de Xavier. No las podía tocar, o sentir, porque siempre estaban lejos y yo estaba atrapada en el hielo, pero eran hermosas.
Y por eso le habían intrigado tanto las llamas de la chimenea de la taberna.
La dragona azul miró a Zev con preocupación, y Tatijana proyectó su propia voz a través de la gran bestia.
—Si me lo permites, Zev, puedo hacer que flotes hasta mi espalda. Será más fácil para los dos.
—Gracias, claro que no me importa si es más fácil para ti. Ya me estás haciendo un gran favor.
Miró la larga cola. Escalarla le iba a ser muy difícil con todas las heridas que tenía. Estaba demasiado débil por la pérdida de sangre.
Le di sangre, pero no lo bastante como para que se diera cuenta. Mientras se la daba pasaba de estar consciente a inconsciente, hasta que bebió lo suficiente.
Podría besarte, pero no quiero herir su orgullo, dijo Fen.
Hay razones mucho mejores para besarse, Fenris Dalka. Tal vez puedas pensar en una o dos en mi ausencia.
Tatijana hizo que Zev flotara hasta su espalda, y esperó a que estuviera cómodamente sentado.
Y a propósito, hombre lobo… La voz de Tatijana se había vuelto oscura. Sensual. La dragona azul giró la cabeza en forma de cuña hasta que sus ojos multifaceteados de color esmeralda estuvieron al mismo nivel que los suyos. El corazón de Fen sufrió un vuelco, y todos los músculos de su cuerpo se pusieron tensos. Aún no sabes lo ardiente que puedo ser.
Fen casi se atraganta. Observó a la dragona maniobrar su largo cuerpo entre los árboles hasta que la niebla los tragó. Se tambaleó un momento, y tuvo que apoyarse en un árbol hasta que el mundo dejó de dar vueltas. Mantenía el dolor a raya, aunque eso también le costaba un gran esfuerzo. Además, no sabía si Tatijana volvería a entrar en su mente.
Tenía que ocuparse de los cadáveres, y encontrar un cuerpo caliente que le diera suficiente sangre como para alimentarlo y sanarlo. Había que llevar también alimento para Dimitri. Su hermano iba a tardar en recuperarse debido a la gravedad de sus heridas.
Fen siempre se había comportado como un licántropo, pensaba y actuaba como ellos. Eso lo había ayudado a mantenerse alejado de la oscuridad hasta hacía un siglo aproximadamente, cuando su sangre mestiza había comenzado a hacer que le atrajera el lado oscuro. Ahora tenía que volver a ser un carpatiano, al menos hasta que la noche concluyera. Iba a salir de caza, con o sin heridas. Era lo que hacían los cazadores carpatianos.
Cuando se elevó en el aire, dejó una larga estela de vapor que atravesaba la niebla más densa.
¿Qué crees que estás haciendo?
El tono de voz de Tatijana era engañosamente comedido.
No iba a hacerle caso.
Dama mía, tengo tareas que llevar a cabo esta noche. Igual que tú. Asegúrate de que tu príncipe esté al tanto de lo que está pasando en su territorio.
A Tatijana le hizo gracia, y Fen percibió en la mente su reacción como si fueran chispas de fuegos artificiales.
Nuestro príncipe, Fenris. Puedes cambiar tu nombre por el que te guste, y puede que tu sangre sea diferente, pero naciste carpatiano y siempre lo vas a ser. Tal vez dejaste tu país cuando regía otro príncipe, pero has regresado y le debes tu lealtad a Mikhail, igual que todos nosotros.
Tenía razón. Había estado solo tanto tiempo que se le olvidaba que existía una sociedad entera intentando reconstruirse. Hacía mucho que se había resignado a vivir en absoluta soledad. Nunca había sabido nada de Mikhail, o de su lugarteniente, Gregori, hasta que Dimitri lo puso al día y le informó de lo que había ocurrido en los Montes Cárpatos durante los últimos siglos.
Así es, dama mía.
Espérame. No voy a tardar más que unos pocos minutos.
Tatijana era tenaz y se preocupaba por él. Le calentaba el corazón, y lo hacía sentir vivo y entusiasmado, lo cual era una muy mala combinación.
Tatijana, mi trabajo es muy peligroso. No puedo atender lo que tengo que hacer, y además preocuparme de que no te hagan daño.
Nuevamente lo sorprendió. No era una mujer petulante. No se había molestado por que la hubiera mantenido apartada durante el combate, y aun así lo había ayudado y seguía haciéndolo. Tatijana envió a su mente una suave caricia.
No conoces a tu compañera. Absorbo el conocimiento de cualquier criatura una vez que establezco contacto con ella. Enemigos y amigos. Es un hábito que adquirí en mi infancia cuando no tenía más vida que la intelectual.
Voy a cazar lobos renegados, y también al sange rau, esta noche. Bardolf no se lo espera y va a estar débil intentando recuperarse.
Y por eso tu compañera te va a prestar una gran ayuda durante la cacería, contestó ella muy complaciente. Soy una Dragonseeker, una cazadora de dragones. Ningún vampiro se puede esconder de mí, y eso es el sange rau en esencia. Puede transformarse en lobo, pero aun así sabré reconocerlo. Cometí un error esta noche. Sentí su presencia y me lancé a protegerte a ti. Lo hubiese chamuscado, pero estabas demasiado cerca. Tú eras su objetivo, Fen.
Había escuchado a lo largo de los siglos que los cazadores de dragones podían atrapar vampiros de una manera que nadie más podía hacer. Eran el único linaje en la historia de los carpatianos en el que nunca ningún miembro de la familia había cambiado de bando. Tatijana era una Dragonseeker. Más aún, había sido perfeccionada en los fuegos del infierno o, para ser precisos, en el hielo glacial del mundo del mago. No podía ignorar lo que ella dijese.
Fen se había cruzado con la estela de destrucción de la manada de lobos renegados y había comenzado a sospechar que un monstruo, mezcla de lobo y vampiro, viajaba con ellos, o al menos los acompañaba muy de cerca, pero no lo tuvo claro hasta que Bardolf intentó matarlo. Si Tatijana decía que había sabido de inmediato que se trataba de un vampiro, y no de un hombre lobo, creía que era cierto. Era difícil contar una mentira a tu compañero cuando a menudo compartían la misma mente.
Tatijana se rió de manera suave y cálida.
Así que ahora finalmente estás pensando que te podría ser útil en tu cacería ¿verdad?
La mayor dificultad que él encontraba era dejarla partir. Ya estaba profundamente afianzada en su mente. Él siempre había estado solo en un mundo oscuro cargado de violencia, y ahora, en una sola tarde en su compañía, había traído a su vida risas, emociones y compañerismo. Ni siquiera se había dado cuenta de que extrañaba tales cosas. Apenas recordaba haberlas tenido nunca. Estaba sometido a una sentencia de muerte, y no era más que cuestión de tiempo, ya fuera en este siglo o en el siguiente, tarde o temprano iba a ocurrir. Lo iban a cazar para acabar con él.
No podía dar a Tatijana lo más básico que compartían los compañeros: la sangre de la vida. La suya ya no era carpatiana pura. Nunca se la habría dado a Dimitri si hubiese tenido otra alternativa. Y además habían compartido tanta sangre a lo largo de los siglos, que su hermano también estaba en camino de convertirse en un mestizo.
No eres tú quien decide eso, Fen, le recordó ella. No soy una niña como la compañera de Dimitri. Tengo siglos de vida y nadie va a volver a tomar decisiones por mí nunca más. Si yo te elijo a ti, voy a compartir contigo todo lo que comparten los compañeros, incluido el intercambio de sangre. Soy una mujer. Una guerrera que se ha hecho a sí misma. Soy un buen recurso para ti en la caza, y me niego a que me relegues al rol de una niña que deja que tomen decisiones por ella. No era un desafío, estaba sencillamente siendo implacable. Tatijana no era una mujer que se dejara dominar y Fen se dio cuenta de que la admiraba aún más por ese motivo. Era una buena pareja para él, lo cual hacía más difícil protegerla de lo que era él, y de sí misma. Tatijana dio un resoplido cargado de desdén. Si decido que me reclames, compartiré tu sangre plenamente consciente. No se trata solamente de una decisión tuya, Fen. Es una decisión compartida. Mi compañero tiene que ser mi socio, no mi guardián.
Nuevamente tenía razón. Él era carpatiano y licántropo. Si la reclamaba y compartía su vida con ella, no habría medias tintas.
Lo entiendo, Tatijana, contestó.
¿Qué más podía decir cuando ella tenía argumentos que no le podía refutar?
Ella era su milagro, y quería protegerla con una red de seguridad para asegurarse de que siempre estuviese a salvo.
¿Has considerado que puede que yo te considere un milagro a ti? ¿Y que también quiero asegurarme de que vas a estar a salvo todo el tiempo? ¿Por qué tenía que ser solo una prerrogativa tuya?
Por debajo de él vio al hombre que había sido asesinado por la manada de renegados. Su cuerpo estaba destrozado hasta el punto de resultar irreconocible. Si lo encontraban en ese estado podía significar una amenaza para todos los lobos verdaderos de la zona. Se produciría un clamor pidiendo justicia, y miles de cazadores saldrían a los bosques y las montañas para acabar con las peligrosas manadas. Mientras tanto, los hombres lobo renegados se podrían trasladar a nuevos territorios, o comenzar a matar a la gente del pueblo.
No saben que están en territorio carpatiano ¿verdad?
Imagino que no. Ni siquiera Bardolf lo sabría. Si fue él quien envió a la manada en esta dirección, con toda seguridad no lo sabía. Es un licántropo, no es carpatiano, y seguramente desconozca la existencia de esta cultura, o que la residencia del príncipe se encuentra en este lugar.
Fen bajó hasta el suelo del bosque. El cuerpo estaba exactamente en el mismo lugar donde él y Tatijana se lo habían encontrado, pero algo en él atrajo su atención. Lo rodeó cautelosamente. Necesitaba conservar sus fuerzas en el caso de que consiguiera seguir a Bardolf hasta su guarida. Incluso en la condición en que se encontraba, el vampiro podía ser letal. Después de encontrarse con Fen y reconocer lo que era, Bardolf se marcharía del lugar lo antes posible. Ahora era el momento óptimo para destruirlo.
¿Qué pasa? Que la voz de Tatijana sonara preocupada lo reconfortaba, pues más que nunca le daba a entender que ya no estaba solo. Tal vez no quisiese que la reclamara, pero aun así le pertenecía. Concéntrate en lo que estás haciendo o te van a matar, hombre lobo. Nunca sabremos qué tal nos va como compañeros si sigues intentando jugar a convertirte en héroe.
¿Intentando? Le lanzó una masculina sonrisa de suficiencia. Las ramas por encima de sus cabezas se estaban golpeando unas contra otras por el viento. Pero no había viento. El aire se había quedado quieto, pero el golpeteo persistía de manera constante, firme y muy rítmico. Esta noche yo fui el héroe, dama mía. Evidentemente no estabas prestando atención, por lo que ahora me toca repetirlo.
Se quedó en silencio para que Tatijana oyera el sonido que producían las ramas.
Ya veo. Crees que tienes que impresionarme. Escuchó el ritmo. Ese sonido era el que Xavier usaba para atrapar a sus víctimas. Es muy sutil e hipnótico. Quien sea que lo está empleando ha sido formado por los magos. No es algo natural.
¿Qué está pasando aquí? Una manada de lobos renegados ha entrado en territorio carpatiano acompañados de Bardolf, que es una mezcla de lobo y vampiro. ¿Y ahora otro enemigo? No tiene sentido.
Tal vez sí lo tenga, Fen, reflexionó Tatijana. La compañera del príncipe, Raven, tiene un hijo. Su hija Savannah tiene gemelas. Ella es la compañera del lugarteniente del príncipe. Estos niños serán muy poderosos cuando crezcan. ¿Sería demasiado aventurado pensar que los enemigos de los carpatianos están cada vez más cerca?
Fen rodeó el cuerpo destrozado. Los hombres lobo por poco lo habían descuartizado en su primer ataque. Las manadas de renegados disfrutaban torturando y matando a las víctimas, e incluso se las comían mientras todavía estaban vivas. A los cazadores de élite, igual que a los guerreros carpatianos, no les quedaba más remedio que destruirlos. Habían dejado el cuerpo para que sirviera de cebo. No era una táctica extraña. Los humanos, por regla general, salían a buscar a sus seres queridos cuando desaparecían.
Fen se preocupó de no mirar hacia las ramas que repiqueteaban. El ataque podía venir de cualquier dirección. ¿Era posible que Bardolf tuviese vampiros de menor categoría bajo su control? Era algo que se había vuelto muy popular entre los vampiros. Tomaban a vampiros recientemente convertidos para usarlos como peones, y a veces construían así un ejército formidable.
No he visto pruebas de que haya vampiros por aquí, dijo Fen a Tatijana. Pero dile esta noche al príncipe que puede que haya problemas.
Tatijana suspiró.
Si le comunico al príncipe lo que está pasando, en vez de esperar a que ellos lo averigüen sabrán que he salido sola. Dijo con bastante pesadumbre. El golpeteo se hace más rápido. Tienes que tener cuidado, Fen, y bloquear el sonido. Cuando cambia el ritmo, su efecto hipnótico se activa.
No lo siento en absoluto.
Era más carpatiano que licántropo. Aquello que funcionaba contra otras especies no lo hacía en él, y por eso los licántropos habían proscrito a los de su especie.
Por favor ten cuidado. No te pongas gallito. Ya voy en camino.
Percibió en su voz que estaba mucho más nerviosa. Tenía más experiencia en las trampas de los magos que él, y evidentemente estaba preocupada.