Capítulo 3
Lucharemos juntos entonces —afirmó Fen y extendió una mano hacia Tatijana—. Ella es mi compañera, que aún no ha sido reclamada, y está muy contenta con que sea así. Tatijana, mi hermano, Dimitri.
La mirada de Dimitri, fría como un glaciar, la recorrió de arriba abajo.
—Eres una cazadora de dragones.
Tatijana asintió de manera majestuosa. Fen disimuló una sonrisa, a pesar de la gravedad de la situación. Parecía una princesa real.
—¿Alguna vez has luchado contra hombres lobo? —preguntó a Tatijana, casi seguro de su respuesta, pues ya le había contado lo suficiente de su historia como para saber que no tenía experiencia práctica.
Tatijana le puso mala cara.
—Por supuesto que no. He estado toda mi vida encerrada en el hielo, pero puedo ayudar. Solo dime qué tengo que hacer.
—Enmascaran su energía fácilmente. No sentirás el ataque hasta que ya los tengas encima. Se mueven tan rápido como los carpatianos, y no se los puede matar sin una estaca o una bala especial de plata. Hay que rebanarles la cabeza y quemar sus cuerpos.
Ella asintió solemnemente tomándoselo muy en serio.
—Dimitri, recuerda nuestros juegos de guerra. Lucha como si estuvieras luchando contra un sange rau.
—No será fácil hacerlo sin las estacas de plata especiales —señaló Dimitri medio en broma.
—Siempre llevo algunas armas conmigo —reconoció Fen—. Hay que salir prevenido cuando los lobos renegados están en las proximidades.
Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó varias estacas muy pequeñas. Eran unas espirales brillantes hechas de plata pura que tenían la forma de un cuerno de unicornio, y valían una fortuna.
—¿Cómo hay que matarlos? —preguntó.
—Debes clavarles la plata hasta el fondo del corazón —le advirtió—. Lo malo es que hay que estar bastante cerca, y pueden morderte y desgarrarte para destrozarte las arterias. Siempre van a intentar destriparte con sus garras. Y te repito, son muy rápidos.
—Volé sobre el bosque y conté trece. Pero puede que sean más, son difíciles de detectar —dijo Dimitri—. No podemos abandonar a los humanos. Los sacaré de aquí por el aire.
—Los hombres lobo renegados matarán a todos los que se encuentren. Son peores que los vampiros, pues cazan en manada —dijo Fen—. Tatijana, tal vez deberías llevarte a los dos humanos volando.
—No te dejaré. Puedo luchar igual que tú. Llevaron a un par de licántropos a las cuevas de hielo. Aprendí sus fortalezas y debilidades, y también he mirado en tu mente. Con lo que me has dicho, sé que puedo hacerlo.
—Están cerca —dijo Fen.
—¿Cómo lo sabes? —Dimitri giró en un círculo—. Yo no los percibo.
—Puedo olerlos. Pon a Enre y a Gellert sentados en el árbol y levanta un escudo protector a su alrededor —le indicó Fen.
Zev, que venía de la taberna, apareció entre la niebla y los matorrales. Parecía tranquilo y seguro, llevaba su largo abrigo abierto y el cabello recogido en la nuca, igual que Dimitri y Fen. Sus ojos de color gris mercurio brillaban como acero puro. Lanzó una mirada al pequeño círculo de combatientes.
—No os podéis quedar aquí.
—No hay ningún lugar seguro —dijo Fen—. Los carpatianos lucharán junto a los licántropos para hacer justicia con esa manada de renegados. —Apuntó con la cabeza hacia su hermano—. Él es Dimitri y ella es Tatijana.
—Soy Zev —se presentó el recién llegado—. Esta manada es asunto mío. He llamado a los cazadores, pero todavía están a veinticuatro horas de aquí.
Dimitri hizo un gesto con la mano hacia los dos borrachos para hacerse cargo de sus mentes, y giró los dedos para rodearlos con un escudo de seguridad. Después los dejó encajados en las ramas más altas de un árbol.
Zev estudió el rostro de Fen.
—Dimitri y Tatijana son carpatianos, pero tú eres licántropo —afirmó con un tono estrictamente neutral.
No había ningún indicio de desconfianza en la voz de Zev, pero Fen sabía que ahora sospechaba de él. ¿Por qué podría un licántropo ser amigo de dos carpatianos? Era imposible no advertir el parecido que había entre Dimitri y Fen. Zev era un investigador de alto nivel, lo que quería decir que había salido de una manada de cazadores de élite para perseguir lobos renegados por su cuenta, pues trabajaba para el oscuro gobierno de los licántropos. Parecía más que seguro de sí mismo.
—¿Tienes alguna idea del tamaño de la manada? —preguntó Fen.
Zev asintió.
—Es grande. La más grande que he conocido nunca. Llevo meses siguiéndola.
—Dimitri contó trece renegados, y eso con una sola pasada.
—Son como cincuenta o setenta. Son las pistas individuales que he identificado, y no estoy seguro de que no haya más. Tienden a dividirse, cada unidad caza por separado y luego se vuelven a reunir.
—Es por eso que han podido infligir tanto daño —dijo Fen.
Zev le dirigió una rápida mirada.
—¿Has estado siguiéndolos?
Fen asintió. No iba a admitir que pensaba que Zev estaba equivocado, o al menos lo estaba parcialmente. Estaba casi seguro de que la manada de renegados mataba a menudo, pero debía estarlos siguiendo un vampiro, que hacía las matanzas mucho más brutales, o tal vez viajaba con ellos como si fuera un licántropo. El vampiro era inteligente. Cubría muy bien sus pistas, asegurándose de culpar a la manada de su trabajo. Por supuesto era solo una conjetura. Fen no tenía ninguna prueba real.
—Me encontré con sus asesinatos hace un par de semanas y los seguí —admitió Fen—. Dimitri, ya vienen hacia ti por tu izquierda. Son tres. Tatijana, conviértete en niebla o elévate hacia el cielo. Hay dos que van por ti. Se lanzaran desde lados opuestos y son increíblemente rápidos.
A su alrededor se arremolinaba una niebla espesa y gris. El viento soplaba a través de los árboles, y los lobos renegados estaban ya muy cerca. Eran altos y estaban corriendo hacia ellos apoyados en sus patas traseras. Con cada zancada avanzaban diez metros o más a una velocidad vertiginosa. Los lobos aparecieron por todas partes y se cerraron en un círculo para lanzar su silencioso y sobrecogedor ataque. Sus brillantes ojos rojos recortados entre la niebla lo hacían todo aún peor.
Los tres lobos saltaron hacia Dimitri antes de que pudiera moverse, o disolverse, y le clavaron los dientes profundamente, desgarrándole los músculos hasta llegar a los huesos. Después le clavaron las garras en el vientre para intentar abrírselo.
A Tatijana le dieron un zarpazo desde el hombro hasta la cadera, a pesar de que había intentado convertirse en niebla. Llegaron hasta ella mucho más rápido de lo que jamás hubiese concebido. Fen pasó corriendo entre los que venían hacia él desde cada lado, con tal velocidad e ímpetu que hizo tambalear al que le bloqueaba el camino hacia Tatijana, y le clavó la estaca de plata profundamente en el tórax. El sonido del corazón del renegado era su señal. El hombre lobo cayó, y él continuó su carrera, tumbando a su paso a otros tres que intentaban acorralarlo.
Cuando llegó junto a Tatijana y le arrancó a un hombre lobo de encima, le dio la vuelta y le clavó una estaca de plata con tanta fuerza que por poco lo atraviesa. Tatijana asestó un fuerte puñetazo en la garganta a un segundo hombre lobo que le dirigía los dientes chorreando saliva hacia su cara. Tuvo que emplear la enorme fuerza de los cazadores carpatianos, y cuando el renegado se tambaleó hacia atrás, ella se disolvió en niebla e intentó despegar.
Sus gotas de sangre mezcladas con la niebla guiaron a otro hombre lobo hacia ella, que saltó muy alto y con las garras le enganchó un tobillo que ya se estaba disolviendo, y tiró de ella hacia el suelo. Fen captó el movimiento por el rabillo del ojo mientras otros dos lobos lo atacaban. Sintió la quemadura de los dientes que le abrían la piel, la presión de la mordida, y un enorme desgarro en la pantorrilla y el muslo. Los apartó a empujones, y les golpeó las cabezas entre ellas con una enorme fuerza, y en unos pocos segundos llegó hasta Tatijana.
Pudo ver a Zev de reojo, que se había transformado en un enorme licántropo, mitad hombre, mitad lobo, y daba vueltas en medio de varios hombres lobo, con el cuerpo desgarrado y ensangrentado, pero moviéndose con gracia y precisión. Esquivó un ataque, salió de debajo de uno de ellos para clavarle una estaca de plata en el corazón y se volvió a alejar.
Fen atrapó al hombre lobo que tenía las garras enterradas en el tobillo de Tatijana, le rompió el cuello y con un movimiento suave hizo que ella se pusiera de pie.
Vamos, dijo entre dientes. Elévate en el aire.
Un hombre lobo cayó sobre la espalda de Fen, y le hundió los dientes en el cuello. Tatijana se lanzó hacia el cielo a toda velocidad transformada en una dragona azul. Fen adquirió la forma de un licántropo para aprovechar su enorme musculatura y fuerza para quitarse de encima al hombre lobo que le mordía el cuerpo.
De pronto apareció la segunda oleada de renegados. Fen se dio la vuelta hacia la nueva amenaza que cercaba a Dimitri y a Zev, que estaban espalda contra espalda. Se movió rápido usando la doble velocidad que le proporcionaba que por sus venas corriera sangre de carpatiano y de licántropo. Hundió una estaca de plata profundamente en el corazón de un hombre lobo, y apartó otros de su camino cuando vio que emergía de la niebla un renegado enorme.
Fen lo supo al instante. No era un hombre lobo corriente. Se trataba del vampiro que camuflaba su presencia entre la manada de renegados. Pero no, no era solo un vampiro, era mucho más que eso.
—Zev, Dimitri —los alertó con un grito—. Detrás de vosotros. Es un sange rau.
Saltó entre los hombres lobo intentado acercarse a su hermano antes de que lo hiciera el recién llegado. Su velocidad explosiva lo puso directamente frente al vampiro. Sus ojos rojos lo miraron fijamente, y el lobo vampiro se abalanzó directamente sobre él. Chocaron con tanta potencia que tembló el suelo, y el impacto fue tan fuerte que le repiquetearon los huesos. Sintió como si hubiese chocado contra un tren de carga. Pero si eso era lo que sentía, su adversario también tenía que hacerlo. Le lanzó un puñetazo contra el tórax con su última estaca bien agarrada para intentar clavársela en el corazón. Matar a un sange rau era mucho más difícil que acabar con un licántropo o un vampiro. Tenía mucha experiencia en todo aquello que no funcionaba.
A su alrededor se libraba una batalla en la que Zev y Dimitri luchaban contra los hombres lobo, mientras por encima de ellos la dragona volaba bajo lanzando fuego a los lobos que podía, evitando hacer daño a Fen, a Dimitri o a Zev.
—Sé quién eres —susurró el sange rau con la voz grave—. Te conozco.
Fen también lo conocía. Un siglo atrás había estado en una manada, y este licántropo era el macho alfa del grupo. Se llamaba Bardolf. Lo recordaba como particularmente malvado, y que lideraba su manada con puño de acero. Había desaparecido en una cacería, y cuando lo rastrearon descubrieron que se había producido una batalla muy sangrienta entre él y una criatura que Fen estaba seguro que era un no muerto. No los encontraron a ninguno de los dos, ni siquiera sus cuerpos. Ahora Fen sabía lo que había ocurrido. El licántropo había mordido al no muerto, y había bebido suficiente sangre suya como para poder convertirse en vampiro.
—También sé quién eres —dijo Fen, evitando el brazo del lobo vampiro, y se acercó lo suficiente para lanzar un puñetazo contra el pecho de Bardolf con todas sus fuerzas.
Ya no le quedaban estacas de plata. Para matar a Bardolf no solo necesitaría una estaca, sino que había que sacarle el corazón y destruirlo con fuego. Fen sabía cómo matar a una criatura así, había adquirido bastante experiencia por el método de ensayo y error cuando había tenido que dar caza a un sange rau varios siglos antes. Sabía que destruir a un monstruo como ese iba a ser algo muy difícil.
Enterró el puño lo más profundo que pudo retorciendo el cuerpo para evitar el hocico lleno de dientes que se abalanzaba sobre su garganta. Los dientes lo arañaron y le rasgaron la carne. Sintió el dolor un instante antes de bloquearlo para continuar introduciendo el puño dentro del no muerto para que sus dedos pudieran agarrar su seco corazón. No podía matar a la bestia, pero sí ralentizarla y dar tiempo a Tatijana para que desde el cielo acabara con un buen número de lobos de la manada.
Bardolf arqueó el cuerpo hacia atrás, y se apartó de Fen con tal fuerza que lo lanzó en dirección opuesta, e hizo que le sacara el puño que tenía enterrado en su pecho. Después, en vez de aprovecharse de su ventaja mientras Fen todavía estaba tambaleándose intentando ponerse de pie, saltó al aire tras la pequeña dragona que lanzaba llamas con gran destreza.
—¡Fen! —gritó Zev—. ¡Toma!
Dimitri y Zev recibieron el ataque de la siguiente ola de hombres lobo mientras Bardolf dirigía sus renegados hacia Fen. Los dos cazadores, el carpatiano y el licántropo, saltaron rápidamente entre Fen y los atacantes que se aproximaban.
Fen había levantado la mano sin siquiera darse cuenta. Una espada de plata venía volando hacia él haciendo espirales. La agarró del brillante mango, saltó al aire como haría un licántropo y casi con un solo movimiento se la clavó limpiamente en su cuerpo, justo en el momento en el que el hombre lobo no muerto alcanzaba la puntiaguda cola de la dragona. El grito de Bardolf sacudió los árboles que estaban debajo de él. El discordante chillido era un verdadero ataque para cualquier oído.
Los hombres lobo comenzaron a emitir una terrible cacofonía de aullidos. La maleza temblaba. Las hojas de los árboles se marchitaron y sus ramas se apartaron del cuerpo del sange rau que se golpeó dividido en dos contra el suelo como si fuera una pesada roca. También cayó una lluvia de ácido que quemaba todo lo que se encontraba a su paso.
Fen corrió hacia la cabeza y el tórax, pero un enorme hombre lobo lo interceptó. Entonces blandió la espada mientras otro lobo se abalanzaba sobre su espalda. La espada le atravesó tendones y huesos, y le cortó un brazo. El olor de la sangre y carne quemada hizo que los hombres lobo se volvieran locos, y completamente frenéticos y enardecidos lanzaron un nuevo ataque contra Dimitri y Zev hasta hacer que cayeran al suelo.
¡Tatijana! Vuelve.
A Fen no le quedó más opción que acudir a ayudar a su hermano. Se alejó del cuerpo mutilado del vampiro, saltó sobre el hombre lobo caído y aterrizó en medio de la histérica manada. Agarró al lobo que había abierto el vientre de Dimitri con los colmillos para introducir triunfalmente sus garras en él, y rápidamente le partió el cuello. Lo lanzó contra otro hombre lobo de manera que chocaron entre ellos, y cayeron el uno sobre el otro. Después tuvo que meterse entre los otros, que formaban un verdadero muro, para intentar llegar hasta donde estaban su hermano y Zev.
De pronto apareció Tatijana lanzando largas llamaradas de fuego que primero les oscurecían la piel, después se la chamuscaban y finalmente quedaba convertida en cenizas. Los hombres lobo aullaban de pánico y dolor. Fen aprovechó este asalto desde el cielo para atravesar la masa de lobos, y tiró de su hermano para que se levantara y poder sacarlo de esa frenética refriega. Los agitados lobos estaban salpicados de sangre por todas partes.
Dimitri se tambaleó con la cara desfigurada por el dolor. Se enderezó, y rápidamente desapareció su expresión dolor. Extendió la mano para alcanzar la espada de plata que Fen le lanzó antes de ir a buscar a Zev. Echó un vistazo a las dos mitades del cuerpo de Bardolf, y vio que sus manos y sus piernas ya estaban intentando arrastrase por la tierra para unirlas.
Tatijana, lanza una llamarada al sange rau que está cortado en dos. Quema esa carcasa antes de que sea demasiado tarde.
Pero en cuanto se lo dijo, las dos mitades se fusionaron y en un instante desaparecieron en la niebla. Fen le partió el cuello a otro lobo lanzando una maldición en su antiguo idioma. Dimitri seguía arremetiendo contra los enloquecidos hombres lobo. Con una mano se agarraba el estómago, y con la otra les clavaba la espada.
Un agudo llamado desde el cielo hizo que los hombres lobo se retiraran. Se abrieron camino junto a Dimitri, mientras Fen luchaba contra los que estaban intentando acabar con Zev. La manada se esfumó entre la niebla de manera silenciosa en un instante. Solo quedaron aquellos que tenían las estacas de plata clavadas y yacían en el suelo.
Dimitri se dobló en dos, se puso de rodillas y se hundió en la tierra a poca distancia de su hermano. Pero Fen recuperó la espada para terminar de cortar las cabezas de los que estaban caídos, y se volvió hacia su hermano.
Zev estaba medio sentado y le corría continuamente sangre por la cara y el pecho. Fen recuperó su forma completamente humana y se agachó junto a Dimitri. Su hermano estaba mal. Se había llevado la peor parte del ataque cuando la manada salió del bosque para ir contra Fen, mientras él luchaba contra el sange rau. Dimitri y Zev habían distraído al resto para que él tuviera la posibilidad de destruir a la mayor amenaza.
Tatijana. Atiende a Zev. Dimitri está agonizando.
Salvaría primero a su hermano, por muy valiente que hubiese sido el licántropo. Había contado a Dimitri que temía que hubiera un depredador de esa magnitud acechando por ese lugar, y ahora él era quien había tenido que pagar el precio simplemente por haber creído las sospechas de su hermano, a pesar de la falta de pruebas.
Tatijana tal vez tuviera aptitudes para la sanación, pero no podía arriesgarse. Era mejor que practicara con el licántropo que con Dimitri.
Aguanta, ekäm, hermano, le susurró Fen telepáticamente. Tenía que mantener el vínculo con su hermano todo el tiempo para impedir que la luz abandonara su cuerpo. Tatijana, te necesito ahora. Escúdanos de la vista de Zev. No debe ver lo que voy a hacer.
Había mucha pérdida de sangre. Demasiada. Sintió su presencia casi de inmediato. Tatijana. Su propio milagro privado. Le estaba pasando una mano por los hombros mientras se dirigía hacia Zev.
Hay una niebla que se interpone entre el licántropo y tú.
Gracias, dama mía.
Fen, sin dudarlo, sumergió ambas manos en la dentada apertura del estómago de Dimitri para buscar la fuente principal que bombeaba sangre en el cuerpo de su hermano.
Voy a perder la conciencia de mi entorno. Eres mi única protección, Tatijana.
Voy a estar cubriendo tus espaldas.
Como creía en ella no necesitaba una respuesta. No tenía tiempo. No le quedaba más remedio que confiar que fuera a estar alerta en el caso de que volvieran los lobos renegados. Su macho alfa debía estar lamiéndose las heridas, así que tardarían un tiempo antes de que pudieran volver a matar, pero cualquier cosa era posible.
Se despojó de su cuerpo rápidamente y se convirtió en luz sanadora, en un espíritu puro que podía entrar en el cuerpo de su hermano.
Estoy contigo. Mi alma llama a la tuya, susurró.
Entonces viajó por el cuerpo de su hermano y se dirigió a las enormes heridas que tenía en el vientre. Los hombres lobo le habían clavado las garras y lo habían mordido arrancándole grandes trozos de carne. Lo primero que tenía que hacer era reparar el daño de sus arterias y sus venas para que dejara de sangrar. Era como si el estómago de Dimitri solo estuviera lleno de sangre.
Ot ekäm ainajanak hany, jama, «El cuerpo de mi hermano es como un terrón de tierra y está muy próximo a la muerte».
Hacía mucho tiempo que no cantaba el gran canto de sanación, pero no se trataba de una herida pequeña. Si quería lograrlo necesitaba tiempo, paciencia y sangre. Una sangre poderosa.
La luz en Dimitri era muy tenue y se alejaba, por lo que Fen tuvo que redoblar sus esfuerzos. El tiempo pasaba rápido. Encontró los puntos donde los dientes de los lobos habían mordido las zonas vitales de su hermano. Eran tantos que se trataba del caso más grave que había visto en siglos. Dimitri había dado todo lo posible para que él tuviera tiempo de mantener al sange rau fuera del alcance de Tatijana.
Resistió la urgencia de apresurarse, y se tomó el tiempo necesario para reparar cada arteria y órgano con gran cuidado. Mientras hacía su tarea continuaba cantando muy suave en su mente.
—Nosotros, el clan de mi hermano, lo rodeamos de cuidado y compasión. Nuestras energías curativas, las palabras antiguas de la magia y las hierbas curativas bendecimos el cuerpo de mi hermano, y lo mantendremos vivo.
Una vez que estuvo seguro de que había hecho tantas intervenciones como podía soportar el cuerpo de Dimitri, se hizo un tajo en la muñeca y presionó la herida en la boca de su hermano, pero este no hizo intento alguno de beberla. A veces, un guerrero tan gravemente herido, después de haberse pasado largos siglos manteniéndose alejado de la oscuridad, prefería morir, pero Dimitri tenía alguien por quien vivir. Le había contado a Fen que tenía una compañera, pero que era demasiado joven como para poder reclamarla. Había sobrevivido a una infancia horrenda. Fen no tenía reparos en usar la información que su hermano le había confiado.
Bebe por tu vida y la de la muchacha que me contaste. La joven Skyler que ha sufrido tanto y merece encontrar la felicidad. No dejes que su felicidad termine aquí, hermano mío. La luz se había ido tan lejos que Fen temió que fuese demasiado tarde. Eres fuerte, hermano mío. Solo piensa en tu compañera que aún no has reclamado. Tendrá una vida solitaria y triste sin ti. Vuelve.
La tenue luz se detuvo. Vaciló. Se quedó quieta. Sintió un leve movimiento en la muñeca, y al instante ayudó a su hermano a tragar el líquido de la vida. Aun viendo que aceptaba beber su sangre, Fen sabía que no sería suficiente. Él mismo se sentía bastante débil por la pérdida de sangre. La curación le estaba consumiendo mucha energía. Tenía que alimentarse rápidamente y regresar. Dio a Dimitri toda la sangre que pudo antes de volver a su propio cuerpo.
El hecho de estar en dos lugares a la vez, alimentando a su hermano y sanándolo, ayudándolo a hacer que corriera la sangre por su cuerpo, era una tarea tremenda. Normalmente, ante una herida tan grave, tendría que haber habido muchos carpatianos participando en el ritual de sanación. Pero él debía seguir siendo un licántropo ante Zev. Tatijana podía escudarlos usando la niebla, pero era indispensable que Zev pensara que era un licántropo, y no una mezcla de lobo y de carpatiano.
Se levantó rápidamente, se tambaleó y recuperó equilibrio. Tras asegurarse de que la niebla era lo bastante espesa como para ocultar sus acciones, se dirigió hacia los árboles donde estaban los dos humanos acurrucados en el cobijo que Tatijana les había proporcionado. Antes de usarlos para recuperar la sangre que le había dado a su hermano, drenó de sus organismos a través de los poros todo el alcohol que fuese posible. Como regla general, los carpatianos raramente usaban sangre contaminada, pero se trataba de una emergencia y se bebería lo que fuese.
Les extrajo más sangre de la que necesitaba, pues sabía que Dimitri precisaría recibir más.
Tatijana ¿en cuánto tiempo me podrás ayudar?
Lo puse en un sueño curativo con su permiso, pero no dormirá demasiado tiempo.
Haz que caiga un rayo para que queme los cuerpos. Asegúrate de que arda hasta el último trozo de piel y de pelo. No saques las estacas de plata de sus corazones porque de lo contrario se podrían regenerar. Deja que el fuego queme todo y recuperaremos las estacas después. Cuando hayas acabado, ven a ayudarme. Tengo que encontrar a mi hermano en el otro mundo y guiarlo para que vuelva. Está atrapado entre dos lugares.
Sintió el suspiro de asombro de Tatijana. Ambos sabían que era difícil traer a alguien de vuelta cuando estaba tan cerca de la muerte. Lo único que refrenaba a Dimitri era saber que su compañera aún no reclamada sufriría sin él.
Fen rápidamente volvió junto a su hermano y se arrodilló. Esta vez mezcló saliva con tierra y la colocó sobre sus peores heridas. Inhaló profundamente, y una vez más dejó su cuerpo para convertirse en luz pura.
Retomó el ancestral canto de sanación de su gente. Habló en su lengua nativa empleando un tono de su voz firme, carismático y persuasivo.
—Solo está la mitad del alma de mi hermano. La otra mitad deambula por el inframundo. Mi gran hazaña será la siguiente: viajaré hasta encontrar la otra mitad de mi hermano.
Tatijana se acomodó a su lado.
—Danzamos. Cantamos. —Había extraído de su mente la letra de esa canción mística—. Soñamos extasiados.
—Invoco al ave de mi alma para que abra la puerta del otro mundo —continuó Fen. Sintió el frío de ese otro lugar. Había estado allí más de una vez tras alguna batalla, pero Dimitri había ido más lejos de lo que él jamás había estado—. Montaré sobre el ave de mi espíritu y comenzaremos a movernos. Estamos en camino. —Se puso en acción y empezó a bajar por ese largo árbol hacia la oscuridad y el frío donde podría encontrar a Dimitri y devolverlo al mundo sano—. Siguiendo el tronco del Gran Árbol, entraremos al inframundo. —Su aliento parecía hielo—. Hace mucho frío.
Era peor que frío. Nunca antes se había adentrado tanto en el otro lado del mundo. Oyó lamentos en la oscuridad y dientes que rechinaban. Continuó sin inmutarse de estar en un lugar donde no tenía que estar.
Estaba conectado a Dimitri. Eran hermanos y sus mentes estaban sintonizadas.
—Mi hermano y yo estamos unidos por la mente, el corazón y el alma. El alma de mi hermano me llama. La escucho y le sigo el rastro.
Al aproximarse a esa tenue luz que sabía que pertenecía a Dimitri, algo se acercó a él. Algo oscuro y terrible. Algo familiar. Algo que también llamaba a Dimitri suavemente y con dulzura.
—Me presento, soy el demonio que va a devorar el alma de tu hermano.
Fen conocía esa voz dulce y engañosa demasiado bien. La reconocería en cualquier parte. Fen era el mayor, y Dimitri el menor, pero entre ellos siempre estuvo Demyan, que casi desde el principio había eludido su deber. Había sido un hombre con muy poco honor, y a Fen no le sorprendió que desde joven hubiese elegido el camino de los no muertos. Aun así, le costaba comprender que su propio hermano hubiera decidido renunciar a su alma y convertirse en un no muerto.
Después de que ocurriera eso, Fen había estado constantemente pendiente de Dimitri. A lo largo de los siglos se había dado cuenta de que su hermano era digno de respeto y que nunca había eludido su deber, por difícil que fuese. Se acercó a Dimitri cuando supo que era licántropo y carpatiano a la vez, y fue su hermano quien le proporcionó un santuario donde podía ir cuando necesitara descansar y recuperarse. Por culpa de Fen, Dimitri decidió hermanarse con los lobos salvajes y estableció diversos santuarios para ellos.
Demyan estaba llamando al alma cansada de Dimitri y le prometía descanso. Paz. Ausencia de dolor. Estaba tan ocupado intentando atrapar la luz de Dimitri que no vio que Fen se dirigía a él desde la oscuridad. No sospechó que fuera a viajar tan lejos en busca de su hermano.
Fen sintió que una oleada de rabia se apoderaba de él. Lo enfureció tremendamente pensar que Demyan había esperado todo ese tiempo agazapado en la oscuridad, sin jamás aceptar sus responsabilidades, a que a alguno de sus hermanos le llegara la muerte. Dimitri había luchado con honor durante mucho tiempo en el mundo, y ahora, cuando estaba más vulnerable y su luz se apagaba, su propio hermano pretendía robárselo.
Furioso, cayó desde la oscuridad, justo en el momento en que Demyan intentaba alcanzar la luz parpadeante de su hermano. Dimitri debió haber percibido el peligro, incluso estando al borde de la muerte. Fen entonces agarró a su desgraciado hermano y tiró con fuerza de él. Demyan cayó hacia atrás a pesar de no tener sustancia, y gritó un largo aullido de terror cuando se dio la vuelta y vio a Fen, su hermano mayor, preparado para la lucha.
Nenäm ćoro; o kuly torodak, «Tengo mucha rabia y voy a luchar contra el demonio».
Susurró esas palabras en la mente de Dimitri y en la de Demyan. Estaba entonando el gran cántico de sanación en el idioma de sus antepasados.
O kuly pél engem, «Tiene miedo de mí».
Miró a los ojos de Demyan.
Tienes que temerme. ¿Cómo te atreves a intentar robar el alma de nuestro hermano?
Tatijana, llama al relámpago y dámelo, Susurró Fen en su mente y sintió su reacción inmediata, y la intensa energía que chisporroteó por su cuerpo.
Miró a Demyan a los ojos y repitió el siguiente verso del cántico de sanación.
Lejkkadak o kaŋka salamaval, «Voy atacar su garganta con un relámpago».
Demyan intentó correr, pero ya era demasiado tarde. El rayo bajó por el árbol de la vida hasta Fen y lo lanzó con gran precisión contra Demyan. Por un momento el inframundo se iluminó, y Fen pudo ver otros seres de las sombras que tenían los ojos rojos cargados de codicia, y vigilaban la noche mientras las almas puras de luz pasaban fuera de su alcance. Esperaban, igual que había hecho Demyan, a que llegara alguna que reconociera sus voces y que no estuviera aún en el otro mundo. Es decir, personas a punto de morir pero aún con vida.
Las criaturas se estaban acercando mucho, demasiado, no solo atraídas por la luz menguante de Dimitri, ya que no podían llamarlo, sino por el olor de la sangre de Fen. Tenía heridas abiertas que no se habían curado. No sabía lo serias que eran, y en ese momento tampoco le importaba.
La punta del rayo crepitó por la oscuridad, y Demyan cayó hacia atrás, igual que las otras criaturas hambrientas que habían quedado cegadas por la estremecedora espada de energía eléctrica pura que había iluminado la oscuridad absoluta.
Fen agarró el cuerpo de Demyan, que parecía de papel, entre sus poderosas manos, y con la fuerza de un licántropo y de un carpatiano mantuvo a su hermano herido cara a cara para poder mirarlo a los ojos.
—Destruiré su cuerpo con mis propias manos. —Demyan agitó la cabeza, consciente de las siguientes frases del cántico de sanación, pero no emitió ni un sonido. No tendría piedad. Fen no iba a tener ninguna piedad con él—. Está doblado y se cae a pedazos. —Mientras Fen cantaba las palabras dobló la figura de papel en dos, la cortó en tiras y dejó caer los trozos—. Sal corriendo. —Cuando Fen susurró esas palabras en medio de la oscuridad, Demyan aulló y gimió intentando recuperar los trozos y escaparse antes de que las criaturas que lo rodeaban arremetieran contra él con su hambre voraz. Entonces Fen de nuevo se volvió hacia la luz menguante de Dimitri. Casi había desaparecido su energía vital—. Voy a rescatar el alma de mi hermano —dijo para continuar con el canto de sanación.
Cuando se acercó a la luz de vida de su hermano, y lo rodeó con la suya propia, que era mucho más brillante y fuerte, escuchó una suave voz femenina, que no era la de Tatijana, que estaba susurrando a Dimitri.
No me dejes. Quédate conmigo. Sé que estás cansado. Sé que sientes mucho dolor. Sé que estoy pidiendo demasiado, pero no te vayas sin mí. Dimitri. Mi amor. Mi todo. Quédate.
La suave súplica era tan íntima que Fen se sintió culpable de escucharla. Skyler. La joven compañera de Dimitri estaba luchando por él desde el otro lado del continente. ¿Era tan fuerte como para poder estar con él desde tan lejos? Pocos carpatianos podían alcanzar tal distancia. Era humana. Una niña en los términos de la sociedad carpatiana. Pero aun así luchaba por su compañero como lo hubiese hecho una carpatiana adulta.
La luz se hizo un poco más fuerte, como si por ella Dimitri fuera capaz de hacer un valiente esfuerzo.
Skyler debió sentir la presencia de Fen, que percibió que de repente se había quedado inmóvil para estudiarlo y evaluarlo. No le parecía que fuera una niña sino una mujer adulta. Una guerrera preparada para entrar en combate si fuera necesario. Era evidente que lo estaba catalogando. ¿Amigo? ¿Enemigo? De hecho, Fen sentía que estaba preparada para luchar, y que su fuerza era tremenda e inesperada.
Lo sacaré de este lugar oscuro. Soy Fenris Dalka, el hermano mayor de Dimitri. No lo voy a dejar en este reino de la oscuridad. He luchado mucho y con todas mis fuerzas para salvarlo. No va a morirse esta noche.
Ella se quedó en silencio un momento, evaluando no solo sus palabras, sino también su energía. Sin duda era una mujer fuerte. A Fen le cayó bien. Era la compañera apropiada para un guerrero que había sobrevivido siglos cazando a los no muertos, y había conseguido mantener la oscuridad a raya.
Gracias, dijo Skyler sencillamente.
Fen sintió que se estaba moviendo dentro de la mente de Dimitri, que se rozaba contra esa luz que palidecía, le hacía caricias y le daba fuerzas. De pronto se esfumó. La distancia era demasiado importante como para que pudiese mantener el contacto durante mucho tiempo.
—Levanto el alma de mi hermano en la copa de mi mano —susurró Fen aferrándose a la vida de Dimitri—. La levanto hacia el ave de mi espíritu. Vamos a seguir el Gran Árbol y regresaremos al mundo de los vivos.
Fen volvió a su propio cuerpo absolutamente agotado. Miró a su alrededor. Había pasado el tiempo y no se había dado cuenta. Estaba temblando. El hielo de aquel lugar, incluso siendo un carpatiano, se le había metido hasta los huesos, y ahí permanecía. Tatijana había mantenido la nube de niebla. Fen oyó la voz de Zev que la llamaba. Sonaba muy fuerte.
—Dame otro minuto. Estamos intentando salvar a Dimitri —dijo Tatijana—. Los lobos renegados no han vuelto. Estoy ayudando a Fen a cerrarle las heridas.
Esperó a que Fen se diera la vuelta y la mirara. Enseguida se arrodilló junto a él, le puso las manos sobre un hombro y se agachó para acercarle la bella curva de su garganta. Fen tenía el corazón apretado. Pero incluso en esas terribles circunstancias, Tatijana mantenía la calma, y se preocupaba por él.
Fen no lo dudó. La acercó hacia él, le pasó la lengua una vez sobre su pulso, que lo llamaba con tanta intensidad, hundió sus colmillos y bebió su sangre. Había usado toda su valiosa energía en su lucha por salvar a Dimitri y traerlo de vuelta del umbral de la muerte. Necesitaba dar a su hermano más sangre, y continuar sanando sus heridas antes de ponerlo de vuelta en su acogedor lecho bajo tierra.
Tatijana le acunó la cabeza mientras bebía, le pasó una mano por el pelo y le masajeó las sienes con los dedos. Su sabor era celestial. Un milagro. Nunca antes había considerado el sabor de la sangre. El aroma de Tatijana entretuvo su lengua y llenó cada una de sus venas como si entrara en avalancha. Sintió que se expandía por su cuerpo y le reclamaba órganos, huesos y tejidos. Todo su ser. Al sentir el flujo de sangre carpatiana antigua, recuperó de golpe su fuerza. Ella pertenecía a un linaje muy fuerte, y le estaba dando sangre libremente. Después se preocupó de cerrar la pequeña herida que le había hecho en la garganta para que cicatrizara totalmente, y así la aguda mirada de Zev jamás podría descubrir su secreto.
—Tú también tienes muchas heridas, Fen —dijo Tatijana arrodillándose a un lado de Dimitri.
Cerró los ojos y puso las manos sobre sus heridas, mientras él se concentraba nuevamente en el vientre abierto de su hermano.
—Igual que tú, dama mía —dijo Fen mirándola intensamente.
—Sané casi por completo cuando estaba en el aire —dijo—. No te preocupes por mí. Mantén vivo a Dimitri.
Fen se agachó sobre él, y mientras hacía que una mano planeara sobre sus heridas abiertas, con la otra muñeca le daba más sangre.
Bebe con toda libertad, hermano. Y después podrás descansar.
Las manos de Tatijana desprendían calor, que decidió esparcir por el cuerpo de Dimitri, mientras Fen concentraba una intensa luz sanadora sobre su vientre. Una vez que su hermano bebió suficiente sangre, Fen se dispuso a poner cataplasmas de tierra mezclada con sangre de licántropo, y su propia saliva, sobre cada una de las heridas.
Mantén a Zev ocupado mientras encuentro un lugar para que mi hermano repose, dijo a Tatijana, y levantó el cuerpo de Dimitri para llevárselo en brazos. Tatijana asintió. Parecía un poco cansada y pálida. No se había alimentado y había entrado en combate; además estaba herida y había hecho un gran esfuerzo para salvar a Zev. Volveré enseguida a verte, dama mía. Perdóname por no dedicarme a ti primero.
Me hubieses gustado menos si lo hubieses hecho, contestó ella, y enseguida habló en voz alta.
—Zev, estoy contigo en un minuto. Siento haber tardado tanto.
La niebla se espesaba y se arremolinaba a su alrededor. Fen sintió la mano de femenina Tatijana que salía del renovado velo de neblina.
Pero enseguida despegó hacia el cielo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había usado sus capacidades carpatianas. Haber pensado y vivido en el cuerpo de licántropo le había permitido mantener a raya la siempre presente oscuridad. Ahora tenía que recurrir a sus habilidades carpatianas. Buscaba un lugar seguro para que su hermano pudiera descansar. Pensaba volver a darle sangre cuando lo necesitara, pero no podía ser un lugar donde se pudieran cobijar otra criatura, como una cueva.
Entonces descubrió un campo lleno de vida, y supo que esa tierra era extraordinaria. Un perro ladró cerca de una casa en ruinas y lo silenció al instante. Allí Fen hizo que la tierra se abriera para acoger a su hermano. Se hundieron profundamente y entretejió una salvaguarda tras otra. Dimitri estaba demasiado vulnerable en el caso de que lo encontrara cualquier enemigo. Descendió flotando con su hermano en los brazos y lo posó cuidadosamente en la fértil tierra. Casi al instante volvió a sentir la presencia de esa alma antigua y joven que pertenecía a la compañera Dimitri. Esperó mientras ella se movía por la mente de su hermano para asegurarse de que todavía estaba vivo, a pesar de haber estado tan cerca de la muerte.
No se va a morir, declaró la joven. ¿Verdad que no, Dimitri? Cuando Dimitri se movió como si fuese a contestar, ella estaba reparando con leves caricias los orificios y fisuras por donde había penetrado la oscuridad en su mente. Quédate tranquilo. Voy a venir a verte pronto. Cuando estés recuperado y te sientas fuerte. Descansa por ahora. Conserva mi amor contigo y rodéate de él mientras duermes. Igual que hice yo con el tuyo durante tantas noches de tormento.
Su voz sonaba sencilla y honesta. Directa. Y con amor. Fen lo había percibido. La joven sentía un gran amor por su hermano. Y la conexión entre Dimitri y Skyler era muy fuerte. A pesar de estar tan lejos ya estaban completamente unidos.
Madre Tierra, te estoy invocando. La voz de Skyler volvió a entrar en su mente a través de la conexión que tenía con Dimitri. Él es Dimitri, mi compañero. La otra mitad de mi alma. Te pido que hagas un favor a tu hija. Cuídalo en tu seno. Sana cada una de sus heridas. Es un gran guerrero y ha servido a su pueblo. Protégelo de todo el mal mientras lo acoges en tus brazos. Te lo pido con absoluta humildad.
Fen sintió el leve movimiento de la tierra que los rodeaba. Una tierra más rica emergió desde abajo y formó un lecho para que Dimitri se recostara.
Duerme bien, hermano. Te doy las gracias por tu ayuda esta noche. Sin tu intervención no habría podido detener a Bardolf a tiempo y salvar a Tatijana.
Esperó hasta que la tierra llenó el lugar de descanso de Dimitri, y el campo quedó exactamente como lo había encontrado. Enseguida regresó al lugar donde se había librado la batalla en medio del bosque.