Capítulo 2
Fen se quedó muy quieto. La tierra parecía temblar bajo sus pies y los árboles que los rodeaban se agitaban. Había olvidado por completo cómo era ser carpatiano. Había vivido tanto tiempo como una abominación, como el más perseguido de los licántropos, peor considerado que cualquier lobo depravado y solitario, o que una manada que debe ser cazada y destruida. Su especie no podía ser tolerada en el mundo de los licántropos.
Era un carpatiano y un licántropo a la vez, y esa combinación lo convertía en un paria. Había vivido bajo esa sentencia de muerte durante siglos. No tenía ninguna posibilidad de tener una compañera, y hacía tiempo que había renunciado a ese cuento de hadas. Le ardieron los pulmones, y se dio cuenta que estaba conteniendo el aliento. Ella lo miraba con sus increíbles ojos verdes. Cambiaron de color, pasaron de tener un profundo y fascinante tono esmeralda a un aguamarina multifaceteado.
Ella lo sabía. Para ambos las señales habían estado allí todo el tiempo, pero las habían ignorado, malinterpretado, o simplemente no se las habían creído. Aunque era poco factible, él había estado esperando ese momento toda su vida. Ella existía. Su compañera. La mujer que poseía la otra mitad de su alma. La luz de su oscuridad. Le devolvía los colores y las emociones reales.
Todo lo asaltó de golpe. Sentimientos. Colores vivos. Su cabello era de color rojo dorado, que en la sombra adquiría tonalidades más profundas, o tenía mechas de distinto tono que se entremezclaban. Por un momento se permitió dejarse inundar por las emociones. Quería ir donde estuviese el amor, con esa mujer, ese increíble milagro que estaba de pie frente a él mirándolo con sus grandes ojos abiertos como platos.
Había miedo en su mirada, y si ella hubiese sabido la mitad de lo que ocurría, hubiese huido para salvar su vida. Fen acarició sus mejillas suavemente, y frotó la yema del pulgar sobre su piel suave y satinada. El corazón del hombre tartamudeó y le rugieron truenos en sus oídos.
—Dama mía —le dijo suavemente y con pesar—, daría cualquier cosa por unirte a mí para siempre, pero lo primero debe ser tu seguridad. En ningún lugar debes estar cerca de mí. Tengo una sentencia de muerte, y cualquier persona que me ofrezca cobijo o ayuda será eliminada junto a mí. Si te encuentran y saben quién eres, no van a correr riesgos. También te matarán.
Tatijana lo miró parpadeando. Esa afirmación era lo último que se esperaba. Se había preparado para que la reclamara y le dijera las palabras que sabía que los iban a unir para siempre. Después no podría vivir sin él, ni tendría que perder la preciosa libertad que deseaba por encima de todo.
—¿Por qué quieren matarte? —preguntó con un tono un poco acusador y molesto. Miró hacía donde estaban ocultos los tres hombres entre los árboles para hacerles una emboscada, pero no se iban a arrastrar por la maleza… a menos que reunieran más coraje—. ¿Qué hiciste?
Una suave sonrisa se asomó en el rostro de Fen por el leve tono acusatorio que percibió en su voz.
—No finjas que querías hacer que me declarara. Has hecho todo lo posible para evitar que supiera que eres mi compañera. No creo que hacerme una escena de enfado femenino sea la respuesta más adecuada. Deberías estar saltando de alegría.
—Bueno, no lo estoy. Saltando de alegría, quiero decir, porque seas mi compañero. No puedo tener compañero en estos momentos. Tengo problemas. —La sonrisa cada vez más grande de Fen proporcionó calidez a su mirada, y eso lo hacía más atractivo. Sus ojos eran impresionantes. En la taberna eran de un azul hielo, como el de las cuevas que habían sido su hogar durante tanto tiempo. Le habían atraído esos ojos. Ahora eran todavía de un azul más profundo e intenso, como el de los brillantes zafiros que había visto en el escondite donde Xavier tenía un alijo de joyas y objetos que usaba para su magia. No se sentía culpable en lo más mínimo por estar actuando como una tonta, le era imposible no hacerlo delante de esos ojos. Tatijana levantó una mano—. Pero tienes que entender algo, Fen. No voy a abandonar a mi compañero, ni a ningún carpatiano con problemas, así que cuéntame ¿por qué estás amenazado de muerte, y por quién?
Él negó con la cabeza.
—Mujer, sí que sabes cómo complicar las cosas, ¿no? —A ella le gustó la idea de que fuera así. Le encantaba pensar que le complicaba la vida. Nunca antes había tenido esa experiencia y se sentía bastante orgullosa de sus habilidades. Su sonrisa se hizo más amplia, pero se dio cuenta de que no había tenido la precaución de proteger su mente de él. Antes de que pudiera reaccionar, él ya estaba en ella, la inundaba con su calor y llenaba cada uno de sus rincones solitarios y desolados. Al fusionarse con su mente hizo que quedaran completamente unidos. Atisbó los recuerdos de Fen, pero los encontró extraños, no eran los de un carpatiano—. Te gusta jugar conmigo —la acusó, pero la alegría de su voz, y la calidez de sus ojos increíblemente azules, desmentían cualquier atisbo de enfado.
Ella nunca había «jugado» con nadie. Tardó un momento en traducir mentalmente esta nueva jerga, pero sí, a ella le estaba gustando bastante «jugar» con él. Le estaba proporcionando varias experiencias estimulantes completamente desconocidas.
—Sí, eso es lo que hago. —Le desapareció la sonrisa del rostro—. Esos tres hombres que están esperando a poder saltar sobre mí, realmente no representan una amenaza para ninguno de los dos, pero tú dices que estás en un serio peligro de muerte, ¿te persigue Zev? ¿Es por eso que me dijiste que era tan peligroso?
Fen suspiró, se metió una mano por debajo de la ropa y la apoyó contra su pecho.
—Vas a insistir hasta que te dé una explicación, ¿verdad? Si alguien descubre que lo sabes, mis enemigos irán por ti.
Tatijana levantó la barbilla.
—No tengo miedo, Fen. Me he enfrentado a monstruos que no puedes ni imaginar —estudió sus facciones duras y las arrugas de su rostro—, a lo mejor tú puedes hacerlo, pero el asunto es que no voy a huir del problema, no lo voy a esconder, solo dime la razón.
—Hace siglos, estaba cazando a un vampiro especialmente salvaje. Nunca había perseguido a uno tan poderoso y brutal. Destruía aldeas enteras y mataba a todo el mundo, pero por alguna razón yo no podía sentir nada, ni su energía, ni nada de lo que habitualmente te guía cuando buscas a un vampiro. A veces, cuando estás tras alguno, lo que les delata es lo que no encontramos. Sin embargo, con este siempre iba un paso por detrás. Podía buscarlo siguiendo la destrucción que dejaba a su paso, pero nunca me pude adelantar a él.
Fen volvió la cabeza hacia los tres hombres que los acechaban. De inmediato Tatijana se dio cuenta de que él los había estado escuchando todo el rato. Los cazadores carpatianos tenían grandes habilidades, y siempre eran conscientes de todo lo que pasaba a su alrededor, incluso cuando parecían estar completamente concentrados en una cosa, o en una persona.
Tatijana se sintió un poco decepcionada al comprobar que, a diferencia de ella, él no tenía centrada toda su atención en ella.
—En serio, esos hombres ahora me están molestando. —Se dirigió hacia ellos, olvidando que tenía a Fen cogido de la mano. Solo logró dar tres pasos antes de que la detuviera en seco. Tatijana se volvió hacia él con el ceño fruncido—. ¿Qué estás haciendo?
—Preguntarme qué estás planeando —le respondió Fen con una ceja levantada.
Tatijana se dio la vuelta para hacerles frente.
—Estoy muy cansada de vosotros —dijo en voz alta—. Si estáis pensando asaltarnos, hacedlo ya. Estoy intentando tener una conversación seria, y Fen tiene dificultades para concentrarse, así que armaos de valor y salid al descubierto para que podamos acabar con vosotros, o si no largaos a casa.
Fen se echó a reír. No esperaba que su tono de voz fuera tan ronco y masculino, como si reverberara a través de su cuerpo, y lanzara pequeñas ondas de corriente eléctrica que chisporroteaban en su torrente sanguíneo.
—No estoy teniendo dificultades para concentrarme —le dijo Fen bajando la voz una octava—. He estado pendiente de cada una de tus palabras.
Ella suspiró delicadamente.
—Se supone que te estás explicando. Cuando tu compañero se niega a reclamarte como mujer, debe tener sus razones.
—Tú no tienes ningunas ganas de ser reclamada —le señaló.
—Eso no es importante.
Fen se dio cuenta de que le estaba sonriendo. Los tres humanos que estaban ocultos detrás de unos arbustos estaban discutiendo sobre lo que debían hacer ahora que había desaparecido el factor sorpresa. Uno de ellos intentaba convencer a los otros dos de que estaban borrachos y que se iban a meter en problemas. Además no iba a dejar que hicieran daño a una mujer.
A Fen no le importaba si iban a atacarlos de una forma o de otra, lo que lo tenía fascinado era esa mujer que lo rechazaba. Por lo general las mujeres carpatianas eran altas y de pelo oscuro, pero Tatijana era más baja en comparación, los reflejos de su cabello eran siempre cambiantes, y tenía unos increíbles ojos de color esmeralda.
Después de siglos de vivir sin colores, ahora los percibía tan vivos, que los diversos tonos marrones prácticamente lo enceguecían. Se sentía tan lleno de alegría que estaba abrumado.
—Quiero una explicación, y creo que como compañera tuya merezco escucharla.
Sonaba a la vez insolente y majestuosa, como si eso fuese posible
—Y por más que te cuente, no vas a volverte sensata y te marcharás ¿verdad?
Ella lo tenía atrapado. El misterio y la intriga que la rodeaba lo atraían casi tanto como su alma que llamaba a la suya. La atracción entre ellos era muy fuerte y no estaba seguro si al final iba a tener fuerzas para verla partir.
—Por supuesto que no, ¿crees que soy una cobarde? —Tatijana sacudió la cabeza como una potranca díscola para señalar a los tres hombres que ahora discutían en voz baja, convencidos de que no podían ser escuchados—. ¿Cómo ellos? Yo soy carpatiana. Puede que no tenga experiencia práctica a la hora de combatir, pero tengo conocimientos sobre todo tipo de enemigos, y de la mejor forma de derrotarlos. Nunca voy a huir de un enfrentamiento, ni voy a aceptar que nadie mande sobre mí.
Ella era… magnífica. La luna estaba casi oculta bajo un manto de neblina, pero su larga trenza parecía desprender chispas.
—¿De dónde has sacado todo lo que sabes? —preguntó Fen.
Ella se encogió de hombros.
—A lo mejor conoces el nombre de mi padre. Era el mago más poderoso que nunca se ha conocido, Xavier. Se hacía pasar por amigo del pueblo carpatiano, pero era un impostor, y los estuvo engañando durante años con la idea de que la alianza entre los magos y los carpatianos era segura. Quería la inmortalidad, pero los carpatianos no le dieron su secreto. Mató al compañero de mi madre y la retuvo prisionera. Solo un mago muy poderoso podía hacer algo así. La obligó a ser la madre de sus hijos. Fuimos trillizos, dos niñas y un niño. Mi hermana Branislava, mi hermano Soren y yo. Nos necesitaba por nuestra sangre.
Fen se quedó tan sorprendido que supo que se le reflejaba en el rostro.
—Estudié hace siglos con ese hombre. Todos lo hicimos. ¿Nadie sabía que era un traidor?
Ella negó con la cabeza.
—Desde que nacimos mi hermana y yo estuvimos en su guarida atrapadas en el hielo para que pudiera alimentarse de nuestra sangre. Siempre estábamos muy débiles. Nuestra madre nos convirtió por completo cuando se dio cuenta de lo que Xavier nos quería hacer, con la esperanza de que pudiéramos encontrar la manera de escaparnos. Pero la mató en el momento que consideró que podíamos proporcionarle la sangre que tanto anhelaba.
Fen había estado siglos lejos de los Montes Cárpatos y su hermano no había tenido tiempo de contarle demasiadas noticias. Saber que un mago tan formidable como Xavier los había traicionado y había realizado actos tan atroces a una carpatiana y a sus hijos le había helado hasta los huesos. Había sido testigo de los engaños de los vampiros, pero le parecía que la traición de Xavier era mucho peor por ser alguien a quien su pueblo había considerado amigo y aliado. Todos confiaban en él.
—¿Cuánto tiempo estuviste cautiva?
Por primera vez la vio vacilar. Le temblaba la mano cuando se quiso apartar un mechón de su cabello. Fen se la cubrió con la suya.
—Mi vida entera, siglos. Nunca salimos de la cueva hasta hace dos años. Desde entonces hemos estado siendo curadas por la Tierra —le confesó Tatijana.
—¿Y el príncipe te permite salir sin que te acompañe nadie, sin la protección de sus cazadores? —preguntó Fen sin ocultar su disgusto.
Tatijana lo negó rápidamente con la cabeza.
—No tiene ni idea de que me he despertado. Ninguno de ellos lo sabe. Mis guardianes se creen que estamos a salvo debajo de la tierra. Necesitaba sentir la libertad —su mirada se encontró con la de Fen—, necesitaba esto.
Él comprendió lo que le estaba intentando transmitir. Ella no se había escabullido por despecho, o porque frívolamente quisiese burlarse de sus guardianes, sino porque realmente necesitaba sentirse libre. En cierto modo los cazadores carpatianos perdían su libertad cuando los abandonaban las emociones y los colores. Después de eso solo tenían un propósito, encontrar a su compañera. Si no lograban hacerlo, con el paso de los años, corrían el riesgo de convertirse en un nosferatu, en un no muerto. Lo único que quedaba a los cazadores era cazar y destruir vampiros, y buscar a su compañera.
—Ya te he contado sobre mí, ahora es tu turno.
—Creo que estamos a punto de tener compañía. Dos de tres. El tercero optó por abandonar a sus amigos cuando se dio cuenta de que no podía hablar con ellos por culpa de su estúpida borrachera. Y debo decir que realmente lo intentó.
A Fen le hubiese gustado reírse al ver la expresión en la cara de Tatijana. Parecía estar muy incómoda… pero tenía un aspecto adorable. Nunca pensó que usaría esa palabra, pero ahora sabía lo que significaba.
—Me estás tomando el pelo. —Tatijana levantó una mano en el aire y se volvió para enfrentarse a los dos hombres que salían muy intimidados de detrás de un arbusto—. ¿Realmente son tan estúpidos? ¿Qué les pasa?
—Se llama alcohol. Lo escupiste cuando lo probaste, pero a muchos humanos les gusta y les afecta mucho. Cuanto más beben más desinhibidos se vuelven, y a veces toman decisiones muy estúpidas.
—Ni siquiera tienen coordinación —señaló—. Uno apenas se puede mantener en pie. ¿Realmente se creen que tendrían alguna oportunidad si se enfrentan contra ti? Puedo creer que caigan en el error de atacar a una mujer, pero a ti tienen que haberte visto en la taberna.
—El alcohol deteriora la capacidad para pensar con claridad.
Fen se volvió hacia los dos hombres que venían hacia ellos y se situó un poco por delante de ella.
Tatijana apretó los labios haciendo un gesto amenazador. Fen captó su expresión por el rabillo del ojo. De pronto parecía irritada y decidida. Sintió su explosión de energía, y cómo se movió después a una velocidad vertiginosa.
¡Debes parecer humana!, le advirtió Fen rápidamente y se movió con ella mientras le entraba en la mente su advertencia.
En el último momento, surgió de entre la neblina como humana, dio una voltereta en el aire y lanzó una patada perfecta contra el estómago del hombre más agresivo. Hizo que se doblara en dos, se tambaleara y finalmente se quedara sentado en el suelo mirándola parpadeando.
Fen emitió un suave silbido cuando el segundo hombre se detuvo tambaleándose y se quedó mirando fijamente a su compañero con la mirada confundida.
—Genial —comentó Fen—. Estoy impresionado —dijo tendiendo una mano a Tatijana—. Marchaos a casa, muchachos. Los bosques pueden ser lugares muy peligrosos por la noche.
Tatijana le agarró la mano y se internaron en la espesura. Fen tomó el sendero que los llevaba de vuelta al pueblo. Ella no quería enseñarle su lugar de descanso, pero estaría mucho más segura en el pueblo que en el bosque. Fen echó una última mirada a los dos atacantes, que intentaban ayudarse a ponerse en pie el uno al otro.
Los volvió a rodear la niebla. Tatijana se aclaró la garganta.
—Me estabas contando que perseguías a un vampiro especialmente violento. Por favor, continúa. Me encantaría escuchar tu historia.
Fen le miró la coronilla. No le llegaba ni a los hombros, pero ya era toda una fuerza que tendría que tener en cuenta. No percibió en su voz que lo estuviera apremiando, pero de todos modos ya no podía resistirse a ella. No tenía experiencia en nada relacionado con compañeras, y no sabía si el hechizo que le había echado era de los que cualquier carpatiana lanzaba fácilmente a su compañero.
—El vampiro se llamaba Vitrona, e hiciera lo que hiciera no conseguía adelantarme a él. Nunca lo pude sentir. Ni una vez. Solo seguía la estela de destrucción que dejaba a su paso. Arrasaba pueblos enteros y asesinaba a mucha gente, en su mayoría licántropos. Los estaba exterminando. Más de una vez volvió sobre sus pasos y me cogió por sorpresa, algo que antes nunca hubiese sido posible. He estado siglos cazando vampiros, y en esa época no era ningún principiante.
—He visto a los vampiros y lo crueles que son —reconoció Tatijana—. Xavier se había aliado con uno.
Fen negó con la cabeza.
—Hace siglos, los vampiros no hacían alianzas, y ahora se han convertido en una amenaza aún mayor, pero este, Vitrona, no mataba solo por excitarse, sino también por placer. Parecía que no era solo vampiro, sino también licántropo. Y más que licántropo… un hombre lobo.
Tatijana abrió la boca y se llevó una mano a la garganta.
—Los licántropos pueden estar bajo la luz del sol y no ser detectados por los carpatianos ni los magos. Fueron la única especie que Xavier tuvo dificultades para conseguir porque eran muy difíciles de localizar.
—En aquel entonces los licántropos tenían sus propios pueblos, pero cambiaron de política cuando Vitrona los derrotó y se dedicó a matarlos a todos, hombres, mujeres y niños. Nadie podía detenerlo. —Fen bajó la cabeza. El recuerdo de tantas familias brutalmente asesinadas con las que se encontró se apoderó de él—. Ni siquiera yo.
Por un momento se le hizo un nudo en la garganta debido a la tristeza que había dejado de ser capaz de sentir, hasta que su compañera le devolvió las emociones profundas.
Tatijana apretó los dedos alrededor de los suyos.
—Cuando te pedí que me hablaras sobre el tema no imaginé que ibas a revivir las emociones de ese momento. Por favor, perdóname. No tienes que continuar.
Fen estaba un poco sorprendido por la conexión psíquica que había entre ellos, y que fuera más intensa cada momento que pasaban juntos. Entró en la mente de Tatijana, la rozó ligeramente, y descubrió que estaba angustiada porque pensaba que había hecho que se sintiera mal. Nunca nadie se había puesto triste por él hasta donde podía recordar.
Fen se llevó una mano de Tatijana al pecho, y apretó su palma sobre su corazón mientras seguían caminando hacia el pueblo… y la seguridad. Ahora el bosque estaba cubierto por un velo de niebla que hacía imposible ver los árboles hasta que no estaban justo frente a ellos, pero podía sentirlos a través del vello de su cuerpo y de la energía que irradiaban las plantas.
La guió por el camino sin equivocarse, y ella se adaptó al ritmo de sus pasos para seguir el atajo. Su sistema de alarma había empezado a activarse.
—Me has dado un regalo inconmensurable, dama mía. Caminar contigo me tranquiliza y estimula. El solo hecho de que te interese mi pasado es un milagro que no me esperaba.
Ella lo miró parpadeando con sus largas pestañas y él aprovechó para mirar un instante sus increíbles ojos verdes.
—También me interesa tu futuro, Fen. Por lo que he averiguado sobre los compañeros, uno no está bien si el otro se aleja durante mucho tiempo.
—Entonces voy a seguir con mi historia. Seguí a Vitrona durante un año completo, que fue muy largo, y durante ese tiempo me di cuenta de que otro cazador también estaba tras él. Era un licántropo. Un cazador de élite. Seguía los rastros y mataba a los hombres lobo renegados, aquellos que mataban humanos y a los de su propia especie. Era igual que nosotros, que destruimos a los vampiros que atacan a los humanos. El talento del licántropo era formidable. Le tenía un gran respeto. Había estado un par de veces más cerca de Vitrona que yo, pero siempre se le había escapado.
—¡Qué horrible debió de haber sido para los dos! ¿Por qué era tan diferente ese vampiro?
—Cuando uno caza a los no muertos hay que buscar ciertas señales, pero las de ese vampiro eran imposibles de detectar por los medios habituales. No dejaba rastros de quemaduras a su paso, a menos de que lo hiciera deliberadamente. No había espacios en blanco que indicaran donde estaba escondido. El licántropo, su nombre era Vakasin, al final solo lo localizaba por su olor. Unimos nuestras fuerzas porque sabíamos que así duplicábamos las posibilidades de acabar con el monstruo. Muchas veces nos enfrentamos contra él, y sufrimos terribles heridas que pusieron en riesgo nuestras vidas.
Fen dudó porque temía su reacción; no sabía cómo contarle el resto.
Tatijana se detuvo y se colocó justo frente a él, le bloqueó el camino y le obligó a detenerse.
—Yo te he hablado de Xavier, el criminal más odiado por los carpatianos. Las mujeres perdieron sus bebés, y finalmente no volvieron a poder tener hijos. El gran mago que cometió semejante traición contra los carpatianos fue mi padre. Cualquiera que sea tu secreto no puede ser tan malo. Y fuera y lo que fuera lo que pasó, debes contármelo.
La única persona en la que Fen había confiado lo suficiente como para contarle su secreto había sido su hermano. Acababa de conocer a Tatijana, pero era su compañera y no debía mentirle. Podía entrar y salir de su mente cuando quería, igual que ella, de modo que le era imposible ocultarle nada.
Le resultaba extraño sentirse tan cómodo con ella, como si hubiesen estado juntos desde hacía mucho tiempo, sin embargo la rodeaba un gran misterio, y su magnetismo lo atraía con tanta fuerza como su evidente conexión.
—A menudo necesitaba sangre, y no había nadie más para ofrecérmela aparte de Vakasin. A veces yo le proporcionaba sangre a él cuando en nuestra búsqueda llegábamos a sitios donde no había sustento para ninguno de los dos, o nuestras heridas eran demasiado grandes y teníamos que esperar para que sanasen. En una batalla sufrimos tantas heridas mortales que tuvimos que intercambiar grandes cantidades de sangre para sobrevivir.
Tatijana lo seguía mirando con los ojos abiertos como platos y sin parpadear. Lo tenía cautivado y no podía dejar de mirarla aunque sus siguientes palabras pudiesen hacer que se volviera contra él.
—Vakasin y yo nos convertimos en una abominación, en lo que los licántropos llaman un sange rau, que literalmente quiere decir mala sangre. Sangre mezclada. Éramos como Vitrona, licántropos y carpatianos a la vez. No tuvimos ni idea de cómo ocurrió. Probablemente con el tiempo nuestros intercambios de sangre, aunque no se produjera una mezcla, nos transformaron, aunque realmente tampoco lo hicimos. —Confesó su pecado rápidamente para acabar de una vez. Ella no varió su expresión ni se alejó de él. Simplemente lo miraba como si esperara más. Fen se aclaró la garganta—. Tal vez no has entendido lo que he dicho. No soy ni carpatiano ni licántropo, soy ambas cosas. Un ser marginal que no puede ser aceptado por ninguna de las dos especies. Los licántropos tienen escuadrones de élite que si encuentran a alguien como yo lo cazan y lo matan.
Tatijana frunció el ceño.
—¿Por qué iban a hacer eso? Lara es la compañera de Nicolas, y su hermano Manolito es el de MaryAnn. Manolito y MaryAnn son como tú, y nadie los quiere cazar.
Fen negó con la cabeza.
—Eso no puede ser.
—Escuché a Nicolas decirle al príncipe que MaryAnn era licántropa, tal como tú describes, y nadie pareció molestarse por ello.
—Nadie puede saberlo. No pueden. Eso no debe de ser algo de conocimiento público. Mi hermano me lo hubiese dicho. Están en un terrible peligro. Si se enteran, los licántropos les enviarán a unos cazadores. Cazan en grupo, y una vez establecido un objetivo, no se detienen hasta que acaban con él.
Tatijana contuvo el aliento.
—Si los licántropos matan o intentan matar a MaryAnn y a Manolito, sus hermanos comenzarán una guerra. Según tengo entendido, los hermanos De La Cruz están dispuestos a dar la vida los unos por los otros. Lara y Nicolas nos contaron algo cuando vinieron a darnos sangre mientras nos estábamos curando bajo tierra.
—Esto es importante Tatijana, hay que avisarles. Una vez que el consejo dicta una sentencia de muerte, los cazadores de élite pueden pasar siglos, si es necesario, buscándolos para acabar con ellos. Solo éramos dos. Pero Vakasin fue asesinado por los suyos después de que me ayudara a librar al mundo de Vitrona. Fueron unos salvajes con él a pesar de que no había hecho nada malo. Intentó explicarles que Vitrona se había convertido en vampiro, pero que no representaba lo que nosotros éramos, y no lo escucharon.
—¿Vakasin pudo haberse convertido en un vampiro? —preguntó Tatijana— Eso era lo que temían, ¿verdad?
Fen asintió lentamente con un pequeño suspiro.
—No tuvo tiempo de averiguarlo. Como los carpatianos, los licántropos tienen una vida muy larga. No sé cuáles serían las consecuencias de un cruce entre licántropos y carpatianos. Evidentemente yo me podría haber convertido en vampiro, pues no tenía una compañera, pero estar en el cuerpo de un licántropo me ha ayudado a lo largo de estos años fríos y vacíos. —Titubeó—. Tus capacidades se hacen más fuertes con el tiempo, se transforman, pero cuando esto ocurre, ya no ayuda ser licántropo, y el llamado de la oscuridad aumenta.
Movió la cabeza abrumado por el dolor. Siempre había respetado a Vakasin como hombre y cazador, pero ahora se estaba dando cuenta de todo el afecto que sentía hacia él. De la camaradería que los unía. Del fuerte vínculo que se establecía entre dos hombres que compartían batallas y se cubrían las espaldas. Hasta la aparición de Tatijana había sido incapaz de sentir esas cosas. Pero estaba descubriendo que las emociones podían ser tanto una bendición como una maldición.
—Desde el punto de vista de los licántropos, puedo comprender que condenen a unos seres tan poderosos. Tardamos años en que se hiciera justicia con Vitrona. Durante siglos, y sin la ayuda de nadie, estuvo destruyendo el mundo de los licántropos. Mató a una manada tras otra de forma brutal y maligna.
—Era un vampiro —señaló ella—. No es razonable pensar que cualquier cruce entre un carpatiano y un licántropo fuera a ser lo mismo, como igual de poco lógico es pensar que todos los magos son malos porque Xavier lo era.
—Seguramente un carpatiano sospechará si se encuentra con un mago —le respondió Fen—. Tú sabes que eso ocurrirá. Los licántropos se integraron plenamente en el mundo de los humanos. Se dedican a trabajar al servicio de la ley, y mantienen pequeñas manadas dentro de las ciudades que se dedican a los mismos oficios que los humanos. Se rigen por un gobierno a la sombra, y los que mandan utilizan recursos humanos. Casi todos los cazadores de élite son considerados expertos en la vida salvaje, o especialistas, y viajan por el mundo cazando en secreto a hombres lobo renegados.
—¿Cuántos hay como tú?
Fen dudó. No sabía exactamente cuál era la respuesta, pero le daba miedo la verdad.
—Por lo que sé con certeza, ya no soy solo yo, ahora también está Manolito De La Cruz y su compañera.
Tenía la ligera sospecha de que tal vez su hermano también pudiese haberse pasado a su mundo, pero no lo sabía con seguridad.
—Muy pocos —reflexionó Tatijana—. Eso puede suponer un problema. Si hubiese más, tal vez los licántropos se lo pensarían dos veces antes de decidir matarlos a todos, pero siendo solo tres, os podrían atacar sin que nadie lo supiera.
—¿Tu eres pariente de la tal Lara?
Tatijana asintió.
—Es la hija de Razvan, el hijo de mi hermano Soren, que fue asesinado por Xavier. También tuvo presos a Razvan y a Lara.
—Avisa por medio de Lara a la familia De La Cruz que deben tener mucho cuidado, y que no dejen que nadie sepa de su mezcla de especies.
—¿Pensaste que te iba a dejar solo en esto? —preguntó Tatijana—. ¿Qué clase de compañera sería si te abandonase?
Sintió un impulso inesperado de reír.
—Una compañera que no quiere ser reclamada.
—Eso era antes de saber que tenías problemas. —Sacudió su larga trenza por encima del hombro. Sus ojos brillaban como esmeraldas—. Soy una cazadora de dragones, y los de nuestro linaje nunca huimos.
—Estoy comenzando a comprender lo cierto es eso —reconoció Fen—. Aun así los licántropos han existido desde hace siglos. Se han adaptado y evolucionado con cada nueva generación, y ahora están bien integrados en la sociedad humana. Usan a sus homólogos humanos para que los ayuden en sus investigaciones, y a localizar a aquellos que consideran criminales.
—Como tú.
—Vakasin no dijo a sus asesinos nada de mí, y no conocen mi identidad. Me encontré con unos cazadores de élite que rastreaban a la misma manada de lobos renegados que yo estaba siguiendo, pero desconocían mi verdadera identidad. Quizá Zev lo sospecha, pero no lo sabe. Solo hay un resquicio por el que podrían encontrarme. Durante una semana al mes me pueden identificar. Solo durante el ciclo de la luna llena los licántropos perciben mi energía de manera diferente, y de inmediato saben lo que soy.
Tatijana frunció el ceño y sus delicadas cejas se acercaron entre ellas.
—¿Por qué estás en los Montes Cárpatos? No has vuelto para informar al príncipe de tu dualidad, ni tampoco para jurarle lealtad. Eres un cazador. Cazas vampiros. Los antiguos cazadores no cambian sus métodos.
Fen suspiró. Tatijana parecía una flor frágil, pero tenía una columna vertebral de acero, y era muy inteligente. Podía no saber nada sobre el fuego, pero no había perdido el tiempo durante los siglos que había estado cautiva. Había estudiado con cuidado a cada una de las víctimas de su padre, y había aprendido a interpretarlas y aprovechar sus habilidades y experiencias. Se había fijado en los cazadores y en sus conocimientos de lucha con el fin de aumentar sus posibilidades de escapar. Casi podía sentir su cerebro colocando las piezas del rompecabezas a la velocidad de un rayo.
—¿Sospechas que hay otro de los que llamáis sange rau? —le preguntó con mucha astucia—. Lo has estado siguiendo hasta aquí, ¿verdad? Por eso te interpusiste directamente en el camino de ese cazador. El que me señalaste en la taberna por ser muy peligroso.
Fen la cogió de la mano e hizo que se diera la vuelta dejándola de espaldas al pueblo. Tenían que salir del bosque, al menos ella. La capa de niebla había comenzado a agitarse, y se estaban formando rápidos remolinos. Fen se quedó completamente quieto un momento para escuchar atentamente. Tenía todos los sentidos concentrados en la información que le traían los remolinos de niebla.
—Se trata solo de una sospecha, pero sí, creo que Zev está por aquí tras la misma manada de lobos renegados que estaba rastreando cuando me encontré con una extraña marca que me era conocida. Creo que Zev es un licántropo y que es muy letal… sobre todo para alguien como yo.
—Especialmente en la semana del mes en que la luna está llena, ¿verdad?
Fen se dio cuenta de que estaba sonriendo a pesar de la gravedad de la situación. El tono de su compañera era un poco mordaz. También su actitud. Asintió con la cabeza.
—Pues sí, dama mía, así es.
Ella negó con la cabeza.
—Si ese gran lobo malvado viene a por ti, ¿realmente crees que es una buena idea que estés caminando por el bosque en mi compañía?
Fen se rió. Tatijana llevaba un abrigo rojo con una capucha acolchada.
—¿Dónde escuchaste el cuento de la Caperucita roja?
—Teníamos material de lectura, rollos manuscritos, pieles, pergaminos finos. Más tarde libros. Al principio, creía que íbamos a ser como él, y que solo seríamos sus subordinadas. No se dio cuenta de que nuestra madre también nos había dejado un legado antes de que la asesinara. Se aseguró de que fuéramos completamente carpatianas, pero se lo ocultó. Teníamos la capacidad de comunicarnos telepáticamente, y de extraer los recuerdos de las víctimas de Xavier. Cuando se dio cuenta de que no íbamos a ayudarle en su lucha por acabar con nuestra especie, nos mantuvo prácticamente desangradas y débiles para que no tuviéramos la posibilidad de escapar.
—Cometió un error educándoos.
—Sí lo hizo, y aprendimos mucho más de lo que pensaba. Sus hechizos, la capacidad para hacerles frente, a movernos, las fortalezas y debilidades de cada especie. Adquirimos una gran cantidad de conocimientos y esperamos el momento en que fuésemos lo suficientemente fuertes como para atacarlo, o defendernos. Al final pudimos conseguir que se liberara la hija de Razvan. Lara era muy joven y esperábamos irnos con ella para protegerla, pero Xavier utilizó a Razvan para apuñalar a Bronnie, y yo no pude dejarla allí por más que me rogara que me fuera sin ella. Volvimos a estar prisioneras muchos años más, hasta que Lara volvió por nosotras.
El viento cambió de dirección de nuevo, lo que hizo que la niebla girara a su alrededor. Ambos se detuvieron de golpe y se miraron el uno al otro.
Sangre, señaló Fen. Humana. Muerte. La manada de lobos renegados estaba en el bosque. Esta justo delante nuestro, pero me temo que está muerto.
Fen se comunicó por telepatía, y en el momento en que entró en su mente se sintió completamente inundado de calor. Todos sus huecos vacíos se llenaron de ella. La terrible oscuridad retrocedió y todo se llenó de luz.
Es el tercer hombre que estaba en la taberna, el que se marchó cuando los llamé. Tatijana era lo bastante inteligente como para seguir su ejemplo. Había cierta tristeza en su voz, incluso culpa. Era el hombre que intentó hacer que sus amigos entraran en razón.
La manada olía igual que los lobos. Eran unos animales que destrozaban a sus presas para divertirse, no para comérselas. Eso los excitaba, y hacía que sembraran más violencia, simplemente porque se sentían poderosos. Echarían la culpa a los lobos reales, y los cazadores humanos destruirían a manadas inocentes por culpa de que los hombres lobo renegados se divertían matando.
Fen le apretó la mano con fuerza.
Tú no eres responsable de esto.
Hice que salieran, y este hombre se expuso al peligro apartándose de los demás.
A Fen se le retorció el estómago.
Vuela hacia el cielo. Vete de aquí. Yo tengo que volver atrás y encontrar a los otros dos. La manada los olerá y los matarán para divertirse.
Iré contigo.
El tono decidido de la voz de Tatijana hizo que Fen se diera la vuelta para tratar de disuadirla. Podía sentir en su mente que estaba absolutamente convencida. Tal vez si no estuviese disfrutando de su compañía, y de todo lo relacionado con ella, habría sido mucho más firme… y estaba seguro… que eso no le hacía ningún bien.
Ambos se pusieron a correr a una velocidad asombrosa para desandar el camino en dirección a los dos hombres borrachos. Tardaron solo unos minutos. Los encontraron sentados debajo de un árbol compartiendo una botella, y de vez en cuando se ponían a cantar.
Tatijana instintivamente se separó de su lado, se situó a su izquierda, y dejó que Fen se acercara a los dos hombres solo. Él se lo agradeció. Ya era consciente de que la manada estaba de cacería. Los lobos renegados ya habrían oído y olido a los dos hombres. Sabían que no estaban en buena condición física por todo el alcohol que habían consumido, y que serían unas presas fáciles. Tatijana se los podría llevar volando si fuera necesario, pero los dos hombres eran extremadamente vulnerables.
Fen transformó su apariencia, se mezcló con la niebla hasta que estuvo directamente frente de ellos, y lanzó un remolino de niebla por delante para poder surgir de ella de una manera natural. Ambos se miraron a los ojos.
—Fen, ¿qué haces fuera tan tarde? ¿Quieres un trago? —preguntó el que tenía la botella.
—Eres Enre —lo saludó Fen—. ¿Vives muy lejos?
Proyectó la voz directamente hacia los dos hombres, aunque en realidad no tenía ninguna esperanza de que la manada no supiera que Tatijana estaba en el bosque. Fen lo había sabido desde el momento en que el líder de los hombres lobo había aullado para avisar que había encontrado caza, y los demás le habían respondido que estaban cerca y dispuestos. Para ellos él olía a humano.
—Me llamo Gellert —le dijo el otro con voz de borracho, abriendo los ojos y cogiendo la botella de las manos de Enre—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Os voy a llevar a los dos a casa —los animó Fen—, hace demasiado frío para estar fuera toda la noche. Vuestras familias se van a preocupar.
—Mi mujer me echó de casa —contestó Gellert farfullando—. Me dijo que bebo demasiado, —añadió indignado—. Yo no bebo mucho. También me acusó de acostarme con Faye, la camarera.
—Sí que dormiste con Faye —le dijo Enre.
Gellert dio un largo trago a la botella.
—Eso no fue dormir —dijo con picardía.
—Se está quedando en mi casa —reconoció Enre—. Yo no tengo familia.
No parecía estar tan borracho como antes. Se puso de pie dificultosamente, y estiró un brazo hacia Gellert, que aunque se quejó, finalmente dejó que Fen y Enre lo ayudaran a levantarse.
—No deberías haber dejado que tu amigo te convenciera para atacar a la dama —dijo Fen a Enre.
Enre se encogió de hombros.
—Era simplemente una charla. Nunca la habría asaltado. Si realmente hubiese ido hasta el final, le habría dado una bofetada y lo hubiera llevado a casa.
—La pelirroja me quiere —dijo Gellert arrastrando las palabras—. Vuelve noche tras noche, y baila para mí.
—La pelirroja es mi mujer —le contestó Fen—. No es una buena idea decir esas cosas si estoy yo presente.
Gellert lo miró con los ojos rojos y llorosos. Soltó un ruidoso eructo, y el olor flotó hasta Fen como una nube verde.
—Hombre, lo siento. No lo sabía. Venga, Enre. Vámonos a casa.
Un enorme ruido rompió la paz de la noche. Escalofriante. Cerca. Muy cerca. El aullido de un hombre lobo cuando sale de caza. Enre, el más sobrio de los dos, se estremeció y miró a su alrededor con mucha cautela. El alegre y aterrador sonido, que flotó en el viento como si fuera un cuerpo contundente, era diferente al aullido de un lobo normal. Era mucho más inquietante.
—Tenemos que irnos ahora —los urgió Fen, agarró a Gellert y se lo puso a un lado, mientras Enre lo cogía del otro brazo.
—Tatijana, déjanos ahora que todavía puedes hacerlo. Defenderse del ataque de una manada, incluso para alguien como tú, no es fácil.
Ella levantó la barbilla, pero sus ojos observaban la noche. Igual que Fen, sus sentidos captaban más allá de lo que había a su alrededor, y estaba intentado localizar a los individuos que formaban la manda, pero Fen sabía que era imposible.
—No voy a dejarte luchando solo. Estos dos no serán de ninguna ayuda —le contestó señalando a los hombres con un movimiento de la barbilla, pero todavía sin mirarlos.
—¿Alguno de vosotros tiene un arma? —siseó Fen.
Miró a Tatijana. No iban a dejar que salieran de allí sin luchar. Dependiendo del tamaño de la manada, podrían verse en serios problemas.
Un enorme búho sobrevoló por encima de ellos y aterrizó en la rama de un árbol cercano. Dobló las alas un momento y contempló al grupo que tenía justo debajo. Entonces se levantó un montón de niebla alrededor del árbol y apareció un hombre que se dirigió hacia Fen. Era alto, ancho de hombros, tenía los ojos muy penetrantes, inteligentes y de color un azul hielo, igual que él. Su cabellera negra como la noche caía con mucha suavidad por su espalda, y se movía siguiendo cada uno de sus pasos suaves y fluidos.
Fen dio un paso hacia adelante y se agarraron los antebrazos, tal como se saludaban los guerreros desde hacía siglos.
—Kolasz arwa-arvoval «puedes morir con honor»—, dijo el alto guerrero para saludarlo—. No quería dejar que libraras esta lucha solo, ekäm, «hermano».
—Kolasz arwa-arvoval, Dimitri, ekäm —contestó Fen—. Te doy la bienvenida a este combate.