Nota de entrada

DURANTE cinco años tuve la oportunidad de escuchar a decenas de vidas que, cada noche, descolgaban sus emociones desbordadas por el hilo telefónico.
La Noche, un programa nocturno de la cadena COPE, era un formato de radio intimista que gozó durante su emisión, entre los años 1997 y 2002, de una considerable audiencia como segundo programa nocturno más escuchado en España. El secreto se basaba, tristemente, en el fracaso personal de quienes desde el otro lado de la radio lo hacían posible. Oyentes que, en las circunstancias vitales más insospechadas, marcaban un número de teléfono, con la necesidad de aliviar sus angustias hablando con alguien a quien no conocían y frente a miles de miles de personas que escuchaban el programa, sorprendidos ante los «vómitos» emocionales a los que estaban asistiendo.
Eran la voz del sufrimiento de quienes se sentían arrastrados por una relación emocional que los estaba destruyendo. De aquellos que se encontraban secuestrados por el miedo, atormentados por la culpa o torturados por los celos. De los que, burlados por el orgullo, la emoción de los mil disfraces, habían dejado perder a alguien de quien ya no podían prescindir. En aquellas altas horas escuchábamos la voz de quienes sufrían resignados, y en un silencio solo roto en el anonimato de aquellas noches de radio, el maltrato psicológico de su pareja, en el trabajo o en su propia familia. Allí, en ese terreno de vulnerabilidades en el que se torna la noche, se daban cita los que durante el día tomaban decisiones arrastrados por la emotividad y, al toque de madrugada, se arrepentían. Quienes no sabían cómo lidiar con la ira, los que se condenaban por la culpa, los asustados de sí mismos. Historias que durante años, al finalizar el programa, guardábamos, estremecidos, bajo el cojín de nuestros sueños.
Y fue escuchando en la noche, en ese tiempo que el día no puede ofrecer, cuando tomé conciencia del gran número de personas que sufre de manera inútil, prolongada y destructiva. A la luz de la luna, cuando la sociedad se repliega y nuestros temores se expanden, descubrí los dedos largos del miedo por los que se escurre la felicidad de lo que podía haber sido y no fue. Encontré, sin buscarlas, alegrías, y otras tantas esperanzas ahogadas en el mar profundo de la soledad.

Tormenta de emociones

Detrás del 90% de aquellas llamadas, estaban las emociones mal gestionadas, que, en varias ocasiones, estuvieron a punto de hacer perder la vida. Elena, una joven de 34 años, salvó la suya por marcar el número de teléfono de la radio. Estaba sola en su casa, hacia apenas unos minutos que el hombre al que amaba le había dicho adiós en el portal. Desbordada por la angustia, incapaz de manejar aquella emoción que se le había anudado al cuello hasta la asfixia, sus palabras eran el sonido de la desolación en la noche. La vida no tenía ya ningún sentido, sin él no se sentía capaz de esperar el suspiro que quedaba hasta el amanecer. Un ruido, el de alguien que se desploma sobre el suelo, y el silencio de Elena nos congeló a todos el corazón. El equipo del programa, sorprendido y asustado, se movió con la rapidez de un rayo. En un par de minutos, mientras yo, aturdida, seguía recibiendo llamadas en antena, ellos consiguieron la dirección de la muchacha, llamaron a la Policía y enviaron una ambulancia a su domicilio. Allí la encontraron, desfallecida en el suelo. A su alrededor, envases de pastillas vacíos; los que con el agua de su pena se había ido tragado desde que la razón de su existencia la había abandonado. Elena salvó su vida aquella noche, pero siempre he pensado en esos otros seres que, incapaces de bregar con sus emociones, arrollados por sus sentimientos, la perdían en la oscuridad de otras madrugadas.
Los oyentes que lo escuchaban o los periodistas que encontraron, en aquel tiempo de melancolías, razones para escribir acerca de él, decían que ese era un programa de emociones. Y sí, sin duda, lo era.

De la radio al papel

Probablemente, a consecuencia de aquel programa, surgió en mí el interés por comprender los complejos y fascinantes mecanismos de funcionamiento de la mente humana. Desde entonces han pasado diez años, y casi de manera íntegra mi actividad periodística se ha centrado en programas dedicados a la psicología y el crecimiento personal. Y hoy, una década después, he tenido la oportunidad de ampliar esa experiencia profesional y personal con el propósito de ofrecerte una cálida perspectiva humana del conflictivo mundo de las emociones y de los sentimientos que constituyen, para todos nosotros, una parte esencial de nuestra existencia. Una guía, sustentada en fuentes de alto reconocimiento humano y profesional, que te oriente y ayude a resolver los numerosos conflictos psíquicos que, derivados de las emociones, afectan de manera directa a nuestra vida. Para ella he vuelto a contar con la generosidad de prestigiosos psicólogos, psicoterapeutas y psiquiatras que me han regalado sus valiosos conocimientos como ya hicieran en otras aventuras divulgativas que he emprendido durante estos años. Para este libro que, ahora, sostienes en tus manos, me he valido de diferentes herramientas, con la intención de que, combinadas todas ellas, encuentres en sus páginas un atractivo cóctel de entretenimiento, conocimiento y, por supuesto, ¡emoción!:
  • Cuentos, ingenuas historias que nos invitan a explorar la verdadera esencia del amor, la soledad, la amistad y todos los sentimientos que forman parte de nuestra existencia. Varios de ellos ilustran cada capítulo con la misma intención que me llevaron a ponerles voz para los oyentes: moverte a la reflexión y proporcionarte el efecto balsámico y estimulante que cada uno de ellos contiene.
  • Grandes novelas de la literatura en las que la emoción tiene un valor esencial nos permiten reconocerlas bajos todos sus disfraces y expresiones. A diferencia de las emociones que se ocultan en la vida real, la que sienten los personajes de ficción, se despliega ante nuestros ojos con nitidez. La ficción, por tanto, nos ofrece una magnífica oportunidad para que examinemos emociones de la que tan pocos están dispuestos a hablar. A través de ella podemos reconocer con facilidad en otras personas y en otras circunstancias nuestras propias emociones. Aquellas que muy frecuentemente no nos permitimos vivir, las que escondemos y tantas otras a las que tememos enfrentarnos.
  • Cine como instrumento terapéutico. Películas con las que, sin gran dificultad, podemos identificar cuál es la naturaleza de nuestros conflictos y la percepción que de ellos tenemos, con el propósito de fomentar el autoconocimiento, la toma de conciencia, la expresión de sentimientos negados o desconocidos.
  • Relatos de vida emocionantes basadas en historias reales.
  • Citas y aforismos riegan con la sabiduría de grandes pensadores de todos los tiempos estas páginas.
Con estos ingredientes, te ofrezco un manojo de páginas escritas desde la convicción de que la gran mayoría de las personas que se sienten desgraciadas podrían llegar a ser felices si dispusieran de la información necesaria e hicieran un esfuerzo bien dirigido. Si estás decidido a poner de tu parte, aquí encontrarás, capítulo a capítulo, esa información que te ayudará a comprender tus emociones desde una visión profundamente humana. Es mi intención orientarte en el manejo de la rabia, el control de la ira o los miedos. Ayudarte a combatir la tristeza, la inseguridad, la baja autoestima, la falta de esperanza… Explorar contigo las entrañas de la culpa, la envidia, la vergüenza, los celos o el resentimiento. En definitiva, acercarte el conocimiento, que en la actualidad existe sobre nuestro complejo laberinto emocional de una manera detallada y muy documentada, a la par que práctica, pedagógica y amena, aunque no por ello menos rigurosa.
Y por último, y no menos importante, ofrecerte información y herramientas para que aprendas a regularlas y transformarlas. Si decides emprender algunos de los caminos propuestos, consulta la guía de psicoterapias que encontrarás al final de estas páginas en orden alfabético. En ella hallarás de manera detallada su origen, método e indicaciones. Un manual muy completo que puede serte de gran utilidad para adentrarte en el conocimiento y la conciencia de este fascinante universo de sensaciones.
Comprender tus emociones es acercarte al conocimiento de ti mismo. «Quien se conoce de verdad está llamado a ser feliz de verdad», afirmaban los pensadores griegos. Uno de los siete sabios lo dejó inscrito en el frontispicio del templo de Delfos: Nosce te ipsum [1]. ¡Feliz encuentro!
Comienza en el principio y continúa hasta que llegues al final: entonces detente.
LEWIS CARROLL