INTRODUCCIÓN

Tres son los cuentos más significativos sobre los dioses de la mitología lovecraftiana: La llamada de Cthulhu (1926), gran evocación de esta entidad; El horror de Dunwich (1928), sobre la unión ritual y blasfema con otro de los supuestos «dioses», Yog-Sothoth, y el exorcismo de su vástago, dentro del más puro terror cósmico, y, finalmente, La sombra sobre Innsmouth (1931), donde somos testigos de la fusión completa con seres inhumanos (seguidores del mencionado Cthulhu), a través de la metamorfosis corporal del protagonista. Lovecraft parece desear que nos miremos al espejo y descubramos nuestro propio monstruo interior, que ya no nos causa repugnancia, sino liberación y maravilla. El anhelo final del personaje en La sombra sobre Innsmouth nos da la clave para considerar la madurez estilística del autor a la hora de abordar sus temáticas habituales, madurez que refleja también la propia visión adulta de su persona.

El horror de Dunwich plantea una serie de constantes en la obra de Lovecraft: la unión con un dios-monstruo, esta vez plenamente sexual, evocando conceptos como la degeneración física y el incesto fabulado, dentro del contexto de las clases más bajas y embrutecidas del ámbito rural. Sus escenarios, donde es desatado el horror absoluto, están inmersos en una naturaleza salvaje y ominosa, poblada con las leyendas de brujas de una Nueva Inglaterra supersticiosa e inculta. Es sabido que Lovecraft prefería el ámbito civilizado de las ciudades y defendía la tradicional cultura anglosajona, aunque nunca pudo evitar el juego que le aportaba el folclore popular en su esfuerzo aparente por exorcizar lo inculto, asociado con lo aberrante, a la vez que pretende «asustar» e inquietar a su decadente clase burguesa. Muy próximas, también, están sus fobias hacia «lo que viene del exterior» (¿sugiere algo al lector?), dentro de sus maneras racistas, más ideológicas que reales. Al final de su vida, Lovecraft dudaría de la rancia tradición conservadora, tachándola de involucionista, convirtiéndose en un ferviente admirador del presidente demócrata Roosevelt.

Otro de los temas abordados en el relato es el de la invisibilidad del monstruo, que tiene amplios referentes en el género terrorífico como Guy de Maupassant (El Horla, realmente un antecedente de la mitología lovecraftiana), o Algernon Blackwood (El Wendigo), entre muchos otros.

El trío de relatos antes comentado puede completarse con El que acecha en la oscuridad (1935), el último relato propiamente de Lovecraft y gran broche final a sus mitologías y a su propia obra. Se trata de una visión pesimista y apocalíptica sobre el inevitable triunfo del caos en nuestro universo, con la liberación de lo prohibido, del emisario de los dioses, su mensajero, el caos reptante: Nyarlatotep. Años después, Robert Bloch, autor conocido por haber escrito la novela original de Psicosis, daría carne y apariencia a esta entidad en su relato La sombra que huyó del chapitel.

Tan solo restarían dos años para la muerte del autor, acaecida en 1937, años que pasaría dedicado a visitar a sus amigos, manteniendo la asidua correspondencia y las revisiones literarias de todo aquel que pudiera necesitarlo. Su vida y su obra parecían destinadas al caos del olvido, pero sus palabras habían quedado ya impresas en todos aquellos que compartieron sus deseos y terrores, su visión irónica y pesimista de la vida y el cosmos. También dos años después, Arkham House, creada por sus seguidores August Derleth y Donald Wandrei, publicaría la primera recopilación de sus relatos: The Outsider and Others.

Había comenzado su leyenda.

ALBERTO SANTOS