2.1. Definiciones etimológicas
Seguramente habréis escuchado y
leído más de una vez que el conocimiento de una ciencia comienza
por definirla. Esta afirmación se vuelve más necesaria cuando el
objeto de estudio no está considerado aún como ciencia y, por
tanto, hay que remontarse a la etimología de sus palabras clave
para intentar establecer unas bases serias de análisis.
2.1.1.
Protocolo
A pesar de la gran amplitud del
espectro de interpretaciones que la sociedad realiza del término
protocolo, prácticamente todas las definiciones se centran
en su carácter procesal, que le hace referirse al modo como se
desarrollan las cosas. Coloquialmente, se utiliza para indicar
tanto el vestuario que se debe llevar en una boda como la manera de
saludar, andar o incluso la disposición de los cubiertos en la
mesa... y hemos de empezar por afirmar con rotundidad que
nada de esto es protocolo.
Según el Diccionario de la
Lengua Española (RAE, 2001), el término protocolo
procede del bajo latín protocollum, y éste del bajo griego
πρωτοκολλον, y se define como:
Regla ceremonial diplomática
o palatina establecida por decreto o por costumbre.
DRAE (2001)
Sin embargo, para entender el que
consideramos significado auténtico de protocolo, hemos de
acudir a las aportaciones de la Enciclopedia Universal
Ilustrada Europeo Americana, “el Espasa”, (en adelante, para
su cita, EUIEA), ya que el vocablo aparece en 1922, y nos indica lo
que en esas fechas se entendía por protocolo: una serie de
documentos (escrituras matrices, actas, libros, minutarios o
escrituras) que recogen textos de importancia y de valor legal. El
protocolo aparece entonces como el continente, el soporte y no como
el contenido de las actas, los formularios o las reglas a las que
hace referencia.
Pero es la octava acepción del
término la que nos ilustra sobre lo que pensamos que puede ser el
significado original de la palabra:
Nombre que se daba en Roma
al sello impreso o escrito en el papel destinado a extender las
actas públicas. La novela XLIV de Justiniano prohíbe quitar o
cortar el protocolo de las cartas que designaba el año en que se
había fabricado el pergamino y el nombre del oficial que lo había
despachado.
EUIEA (1988, núm. 47, pág.
1174)
En este mismo sentido, y referido
al término encuadernación se afirma:
Por los años de 450 los
dignatarios del Imperio de Oriente llevaban en las ceremonias
públicas grandes libros cuadrados que contenían las instrucciones
del Emperador para la administración de las provincias, cuyos
libros estaban encuadernados en cuero verde, rojo, azul o amarillo,
cerrados con correas o corchetes y adornados de varillas de oro
horizontales o formando rombos o losanges, con el retrato del
emperador pintado o dorado en las tapas.
EUIEA (1988, núm. 19, pág.
1224)
Podríamos pensar que estos libros
fueran los verdaderos protocolos o protos kollos, es
decir, las primeras copias u originales y no la primera hoja
encolada de los volúmenes, como se ha mantenido de un modo general
hasta ahora, especialmente porque entonces no se encolaban las
encuadernaciones, sino que se cosían con bandas de cuero o de
metal.
Protocolo, por derivación del
nombre original del sello que las autentificaba, serían las normas
del ceremonial oficial y por extensión de las escribanías,
justamente al revés de lo que dice el diccionario en la primera
definición.
Corroborando esta interpretación,
en el vocablo códice se dice:
En 7 de julio de 1503 los
Reyes Católicos mandaron que los escribanos tuvieran un protocolo
(del griego
protos: ‘primero’ y
kollos: ‘parte o
miembro’) o libro encuadernado, formado de papel o pliego entero,
en que estaban copiadas extensamente las escrituras que ante ellos
se habían otorgado, con los nombres de los contratantes, fechas y
expresión minuciosa de circunstancias especiales y cláusulas,
autorizándolos con la firma y signo correspondiente, cuyos
registros o manuales, como hoy se llaman, son también fehacientes
se consideran como verdaderos originales.
EUIEA (1988, núm. 13, pág.
1225)
Según lo expuesto, podemos afirmar
que se habría denominado protocolo en el mundo romano al
sello autentificador de los documentos públicos, para designar en
el Imperio Bizantino a los mismos documentos sobre la
Administración imperial que los dignatarios portaban en las grandes
ceremonias, y ya en el reinado de los Reyes Católicos a los libros
originales de registro de las escrituras públicas. Así,
protocolo habría pasado a ser el documento en el que se
inscriben acuerdos notariales y posteriormente diplomáticos, y por
extensión modernamente las mismas normas contenidas en ellos
referidas al ámbito de actuación del poder.
Si volvemos a la tercera acepción
de la definición del Diccionario de la Real Academia de la
Lengua, encontramos una magnífica guía para desentrañar el
significado del término (tabla 2). Se trata en primer lugar de una
regla, una norma, algo establecido y fijo que hay que cumplir. Y
una norma que regula las ceremonias, ya sea en el ámbito de lo
diplomático, que afecta a las relaciones entre países y organismos
internacionales, ya sea en el de lo palatino, que se refiere al
propio Estado.
Tabla
2. Definición de protocolo (RAE,
2001)
Solamente el poder establecido,
modernamente en forma de Estado, tiene la capacidad de aplicar
normas reguladoras en las ceremonias que afecten a estos dos
ámbitos específicos: lo diplomático (lo de fuera, la relación con
otros poderes instituidos ya sean naciones u organismos
supranacionales o internacionales) y lo palatino (lo de dentro, la
casa, el palacio, la corte, la nación misma). Por tanto, el sujeto
emisor de la comunicación protocolaria en esta norma ceremonial, al
definirse exclusiva y alternativamente en esos dos ámbitos
referidos, queda limitado al Estado, el único con capacidad de
interacción en ellos.
Esas reglas están establecidas por
dos de las fuentes principales del Derecho junto a sus principios
generales: la ley (decreto) y la costumbre, y por tanto son de
obligado cumplimiento para quienes las han suscrito y a quienes van
dirigidas. En cualquiera de los dos casos, hablamos de la fuerza de
la ley (explícita, escrita, formal) o del peso de la tradición
(implícita, de transmisión no formal, verbal o no verbal) como
elementos persuasivos de primer orden para hacer cumplir estas
reglas. Ambos son igualmente coercitivos, pues si la fuerza de la
ley está refrendada por la capacidad y la autoridad del Estado para
hacerla cumplir, la tradición y las normas consuetudinarias están
respaldadas por el peso social de la comunidad y el consenso
establecido secularmente en torno a determinadas cuestiones
ceremoniales, rituales y simbólicas.
Por tanto, podemos decir del
protocolo lo siguiente:
- Aparece formulado como normas jurídicas y
consuetudinarias, por lo que tiene un carácter formal.
- Afecta al ámbito de las ceremonias, en actos que
se realizan con fines honoríficos, propiciatorios, lúdicos o de
agradecimiento.
- Se manifiesta en dos vertientes:
- en las relaciones diplomáticas entre Estados y
organismos interestatales y supraestatales.
- dentro del propio Estado entre sus instituciones,
las organizaciones públicas y privadas y los ciudadanos.
- Su único emisor posible es el poder establecido
en forma de Estado, ya que sólo éste puede promulgar leyes que
afectan a sus relaciones con otros países y con sus propios
poderes.
Una vez analizada la etimología
del término protocolo, y antes de profundizar en lo que distintos
autores han dicho al respecto, hay que tener en cuenta que no es
hasta finales del siglo XIX cuando comienza a aparecer la palabra
protocolo en los textos con un sentido aproximado al de
hoy, aunque existen abundantes documentos históricos y
bibliográficos que dan testimonio de las ceremonias y el ceremonial
existente en las más distintas culturas, así como de la etiqueta
existente en las distintas cortes. Veamos el significado de estos
otros términos, con los que frecuentemente se confunde el
protocolo.
2.1.2. Ceremonia y
ceremonial
Por lo que se refiere a
ceremonia, del latín caeremonia, es:
f.Acción o acto exterior
arreglado, por ley, estatuto o costumbre, para dar culto a las
cosas divinas, o reverencia y honor a las profanas. 2) Ademán
afectado, en obsequio de alguien o algo.
de
ceremonia. loc. adv. Dicho de hacer algo: Con todo el
aparato y solemnidad que le corresponde. guardar
ceremonia. loc. verb. Especialmente en los tribu
nales y comunidades, observar compostura exterior y las
formalidades acostumbradas.
por ceremonia. loc.
adv. Exclusivamente por cumplir con alguien.
DRAE (2001)
Una vez más, la EUIEA (1988, núm.
12, pág. 1262) nos aporta una acepción más, acto de
cortesía y haciendo derivar la etimología del término de
karmon, del sánscrito ‘cosa hecha’ o ‘cosa sagrada’; de la
ciudad etrusca Caere o del término oriental
kaizen, mejoramiento continuo (en cierto modo, ‘camino de
perfección’).
El Diccionario de uso del
español considera que una ceremonia es:
1) Acto, público o
privado, celebrado con solemnidad y según ciertas normas
establecidas; como un casamiento, una función religiosa, la
coronación de un rey o la toma de posesión de un ministro. [...] 2.
Saludo u otro acto con que se muestra amabilidad, respeto,
reverencia o acatamiento a otra persona. Implica generalmente
afectación o exageración.
Diccionario de uso del español
(1990, núm. 1, pág. 584)
En este contexto,
ceremonia significa un acto en sí, público o privado, pero
celebrado con solemnidad y cierta reglamentación tanto como el
gesto formal con el que se muestra consideración hacia otra
persona.
Podemos decir que la
ceremonia es:
- Un acto externo en tanto que se manifiesta
públicamente.
- Una actividad sometida a un conjunto de normas
coercitivamente explícitas y formales (leyes) o persuasivamente
implícitas y no formales (costumbre).
- Tiene por finalidad honrar u obsequiar a ciertas
personas o cosas, en forma de culto (aquéllas consideradas divinas)
o reverencia (las profanas).
- Se desarrolla con atención, respeto y afecto, de
un modo externo y formal, revestido de cualidades como afectación,
aparato o solemnidad.
Si nos referimos a ceremonial,
para el DRAE viene del latín caeremonialis, y
significa:
1)
perteneciente o relativo al uso de las ceremonias.
2) m. Serie o conjunto de formalidades para
cualquier acto público o solemne.
3) Libro, cartel
o tabla en la que están escritas las ceremonias que se deben
observar en ciertos actos públicos.
DRAE (2001, pág. 504)
Si hablamos de
ceremonial, podemos decir, por tanto, que:
- Es una serie de ceremonias o de elementos que la
componen, por ende la primera diferencia es este carácter global
frente al individual de ceremonia, un acto único.
Podríamos hablar del ceremonial que rigió durante la ceremonia de
coronación de Napoleón Bonaparte como del conjunto de elementos
materiales e inmateriales que se utilizaron en ese acto para
dotarlo de solemnidad.
- Utilizado como sustantivo, ceremonial
se confunde indebidamente a menudo con ceremonia. En la
liturgia de la Iglesia Católica, por ejemplo, la Santa Misa es una
ceremonia en la que se aplica un ceremonial específico en función
de la fecha, el oficiante, la funcionalidad, etc.
- Utilizado como adjetivo califica a todo aquello
que otorga un carácter formal, público o solemne a ciertos actos
que –como consecuencia de ello– se convierten en ceremonias. Si
hablamos de un acto o evento, no lo entendemos de la misma manera
que si lo denominamos un acto ceremonial.
2.1.3.
Etiqueta
Etiqueta es el tercer
término, junto con protocolo y ceremonial o
ceremonia que con frecuencia aparece en textos, tanto
especializados como no especializados, aludiendo a una misma
realidad y que son usados indistintamente. Veamos qué dice el DRAE
en sus dos primeras acepciones:
Etiqueta.
(del fr. étiquette) f. Ceremonial de los estilos, usos y costumbres
que se debe guardar en las casas reales y en actos públicos
solemnes.
2) Ceremonia en la manera de tratarse
las personas particulares o en actos de la vida privada, a
diferencia de los usos de confianza o familiaridad.
DRAE (2001)
Según esta definición,
etiqueta se refiere en primer lugar a un tipo específico
de ceremonial, referido a usos sociales, que se puede observar en
dos ámbitos específicos: las casas reales y los actos públicos
solemnes.
¿A qué se refiere cuando dice
casas reales? Esta denominación se refiere a la unidad
formada por el palacio, la familia real y sus servidores, así como
al espacio inmaterial y al imaginario establecido en torno al
soberano y la corte, lo áulico, uno de los lugares naturales de la
etiqueta. Pero todo lo que rodeaba a las monarquías como únicas
manifestaciones de poder establecido cuando aparece el término
etiqueta hay que hacerlo extensible hoy a las distintas
formas de gobierno que conviven en nuestro mundo; por tanto,
podríamos hablar de etiqueta con la misma propiedad en la república
francesa, el principado de Liechtenstein, la Cuba castrista o el
imperio japonés.
El segundo ámbito de aplicación,
acto público, no aparece individualizado en el
Diccionario de la Lengua Española como voz específica,
pero la tercera acepción de acto lo considera una
celebración pública o solemne.
La etiqueta se refiere
por tanto mucho más a un cierto modo de relacionarse en el mundo en
general, especialmente cuando no hay familiaridad y es necesario
cuidar especialmente las formas porque no existe confianza entre
los interlocutores.
Las definiciones de la EUIEA
parecen haber inspirado las del Diccionario de la Lengua
Española; sin embargo, la clave la encontramos en la
descripción de lo que propiamente constituye la
etiqueta:
Son aquellas observaciones
que regulan el lenguaje, la conducta exterior y la actitud y
comportamiento de los hombres frente a determinadas instituciones,
actos públicos, etcétera.
EUIEA (1988, 22: 1220)
El Diccionario Enciclopédico
Larousse (1990, núm. 5, pág. 1165) añade una expresión
particular sobre el vestido:
Etiqueta: f. (fr.
étiquette)... // Ceremonial que se observa en las casas
reales y actos públicos solemnes. · Loc. (De
etiqueta): Dícese de reuniones y fiestas de sociedad
solemnes, en las que se exige a los asistentes el traje adecuado;
dícese de ese traje.
Diccionario Enciclopédico
Larousse (1990, núm. 5, pág. 1165).
Podemos decir de la
etiqueta:
- La etiqueta es un aspecto concreto del
ceremonial.
- Trata de todos los elementos personales que
conforman la identidad individual en determinados actos o
ceremonias (vestido, peinado, ornamentación, gestualidad,
posicionamiento, etc.)
- Es un modo formalmente ceremonioso de
comunicación en la vida pública y en momentos solemnes de la vida
privada.
- Tiene un importante valor socializador al
unificar la apariencia y los comportamientos de los participantes
en una ceremonia dotándola de la identidad que la organización
desea transmitir.
- Aparece como una manifestación de respeto hacia
el anfitrión y los demás asistentes a ese acto, que se identifican
homogeneizando su presencia pública.
- Se da en todas las culturas, grupos humanos,
tiempos y circunstancias históricas bajo formas diferentes.
- No existe un modelo único “de etiqueta”, cada
convocatoria define la que considera apropiada como suya
propia.
2.2. Evolución conceptual
Desde sus orígenes, el protocolo
(junto con la ceremonia, el ceremonial y la etiqueta) ha sido
concebido desde perspectivas bastante cambiantes. En este apartado
vamos a repasarlas de manera sistematizada.
2.2.1.
Precursores
Pese a que el mundo oriental suele
quedar casi siempre al margen de los estudios en las asignaturas de
ciencias sociales, mucho más volcadas a la cultura occidental,
hemos de comenzar haciendo referencia a la milenaria China para
hablar de ceremonial, protocolo y etiqueta.
Las primeras obras de las que
tenemos conocimiento que hacen referencia al objeto de nuestro
estudio son dos textos chinos originales del emperador Chou Kung
(s. XII a. C.), primer recopilador de normas de ceremonial: el
I-Li, o Libro de ceremonial, y el
Chou-Li o Ceremonial de la dinastía Chou (Steel,
1917). Li tiene el doble significado de ‘ceremonial’ y
‘etiqueta’; el ceremonial era la primera de las artes que abría al
caballero chino las puertas del ascenso administrativo y social, y
existía un Tribunal de Ritos, formado por mandarines y letrados,
cuya misión era organizar las ceremonias públicas, cortesanas o
religiosas, velando para que no se alteraran. El mismo Confucio
(551-479 a. C.) identifica ceremonial con ritos o rituales (Legge,
1926).
De China pasamos siglos después a
Bizancio para encontrar al emperador Constantino VII Porfirogéneta
(913-959), quien describe (1935) el elaborado ceremonial que
convirtió a los emperadores bizantinos en un símbolo hierático del
Estado destinado a impresionar a súbditos y extranjeros por su
majestuosidad, y achaca la mala imagen del imperio a la
desaparición de la codificación del ceremonial imperial.
En España existen textos áulicos
similares desde el siglo XIII, pero se ocupan principalmente de la
educación de los príncipes, la corte y los banquetes. Podemos citar
las Ordenacions fetes per lo Molt Alt Senyor en Pere Terç Rey
d’Aragó, sobre lo Regiment de tots los officials de la sua
Cort, promulgadas por Pedro El Ceremonioso (1336-1387), quien
las aplicó en su reino con gran repercusión entre las cortes de la
época, y el código de las Partidas, de Alfonso X el Sabio
(1252-1284), dedicado a la educación de los hijos de los
reyes.
Como curiosidad, podemos citar a
mosén Diego de Valera (1462), que por su oficio de cortesano fue un
antecesor de los actuales asesores de imagen y comunicación.
Destacó por su habilidad para influir en la opinión pública y
consideró que las ceremonias trataban de “las costumbres exteriores
que añaden honor a cosas profanas”.
En 1547, Gonzalo Fernández de
Oviedo y Valdés dedicó el Libro de la Cámara del Príncipe Don
Juan e offiçios de su casa e servicio ordinario, escrito para
el hijo de los Reyes Católicos, al príncipe Felipe II por deseo
expreso de Carlos V. Sin embargo, la etiqueta descrita por
Fernández de Oviedo nunca llegó a adoptarse.
Juan Antonio de Vera y Zúñiga
(1620) inició la tradición en nuestro país de una larga serie de
obras de diplomáticos que relatan sus experiencias con el objetivo
de servir de ayuda a quienes les sucedan. Si hasta el momento el
interés estaba centrado en la corte y en los comportamientos que se
debían seguir en ella (lo palatino), aparece ahora una nueva
dimensión internacional en el ceremonial (lo diplomático) sobre la
que surgen abundantes textos.
Pero no sólo en España se están
escribiendo textos ceremoniales. Le Godefroy (1649) es el
nombre de la obra francesa más famosa en este campo. Llamada así
por su autor, Denis II Godefroy (1615-1681), nos da una prolija y
minuciosa descripción de todos los tipos de ceremonias de la
Francia de la época, en la línea cortesana anteriormente
citada.
Respecto a este primer período,
podemos establecer las siguientes conclusiones:
- Hasta el momento (excepto los textos chinos que
presentan una perspectiva cultural y ceremonial distinta a la
europea) las obras se centran en la figura del soberano o del
príncipe como sujeto natural del ceremonial y la etiqueta, y como
mucho en las de los embajadores, sus alter ego y en los
privilegios a que tienen derecho.
- El objetivo de los textos suele ser pragmático:
su uso o aprendizaje por parte del emperador, el rey, el príncipe y
los nobles que lo rodean, y en todo caso de los embajadores en
ejercicio. Se insiste en ese carácter didáctico como un servicio
que justifica la realización de la obra.
- No se ha trascendido el ámbito palatino, áulico,
del que hablábamos con anterioridad, y las relaciones del reino de
Castilla o del Imperio Bizantino son las que establecen las
personas que reinan en ellos y sus cortes, con otros gobernantes y
las suyas. Las referencias a los sujetos del ceremonial se centran
en servidores directos y servidos, y éstos son un círculo reducido
de príncipes, nobles, diplomáticos, eclesiásticos y militares. Nos
movemos en sociedades estamentales, y dentro de ellas en lo más
alto de la escala político-social.
- La identificación entre la corona y el reino, la
persona del rey y el Estado, es total, y las ceremonias que tienen
lugar para honrar a ambos se confunden y polarizan en la figura
real, que es el elemento visible y a la vez el símbolo del poder.
Hablamos por tanto de una estructura feudal, premoderna, en la que
la institución del Estado aún no ha despuntado totalmente.
- Se habla de ceremonial y etiqueta, nunca de
protocolo.
- En el reino de Aragón se emplea más la expresión
ceremonial mientras que en Castilla se emplea con más
profusión etiqueta, aunque en los dos casos aparezcan en
los documentos reales que tratan sobre la ordenación del palacio,
la corte y los acontecimientos que en ellos acaecen.
- El sentido y la función del ceremonial o la
etiqueta están en ordenar y reglamentar las actividades formales de
la corte, y éste es un fenómeno que forma parte del proceso
civilizador global que comienza a finales de la Edad Media en toda
Europa en las relaciones entre pueblos y gentes, y que continuaría
desarrollándose sobre todo en el Renacimiento.
- Comienzan a definirse varias corrientes o
escuelas de ceremonial, algunas de las cuales se mantendrán en los
siglos venideros:
- La escuela normativa regia: reglamentaciones reales de
Constantino VII, Pedro IV o Alfonso X. Dictadas directamente por
los soberanos con el propósito de hacer cumplir las ordenanzas para
el mayor y mejor orden del palacio y la corte. Suelen denominarse
ceremonial.
- La escuela cortesana: textos de Valera, Villena o
Fernández de Oviedo. Están escritos por destacados pro-hombres del
entorno real para instruir a príncipes y/o nobles sobre las nuevas
normas que la evolución de la sociedad cortesana estaba exigiendo
en todos los países europeos en aras de una mayor cortesía en las
costumbres y en las relaciones interpersonales o interestatales.
Suelen corresponder a los epígrafes de “etiqueta”. A medio camino
entre ambas tendencias situaríamos Le Godefroy, escrito
por un cortesano pero sobre las ceremonias del reino.
- La escuela diplomática: obras de Vera y Zúñiga o
Benavente y Benavides, nobles con ejercicio prolongado de la
carrera diplomática que escriben sobre sus experiencias con el
propósito de aleccionar a sus sucesores y facilitarles su misión.
No suele hablarse ni de ceremonial ni de etiqueta, sino de
diplomacia y relaciones internacionales.
En resumen, podemos hablar
de un proceso civilizador global europeo que comienza a finales de
la Edad Media y comienzos del Renacimiento, que muestra como una de
sus manifestaciones más sutiles el refinamiento de las costumbres
cotidianas en las cortes más avanzadas.
[2]
En este período surgen también las
obras más conocidas de Baltasar de Castiglione (El
Cortesano, 1513-1518) y Nicolás Maquiavelo (El
Príncipe, 1513).
Como vemos, la génesis de la
modernidad también cuenta entre sus retos con los primeros intentos
de definición de la idea de Estado como ente
unitario también en lo referente a costumbres y actuaciones de sus
máximos responsables. A la luz de los datos analizados, no es
arriesgado afirmar que los soberanos comienzan muy pronto a
ocuparse de su proyección externa y de la percepción que sus
súbditos pueden tener de ellos, y manifiestan esta preocu pación
mediante la ordenación y el control de su presencia pública.
2.2.2. Tratadistas:
diplomáticos, cortesanos y protocolistas
El siglo XIX y la primera mitad
del XX contemplan una eclosión importante de textos con algunas
definiciones sobre ceremonial, etiqueta y
diplomacia.
Antonio Rodríguez Vila (1913) escribe el primer
texto compilatorio de etiqueta que aparece en España en el siglo
XIX, situando su origen en la suntuosidad y el ceremonial de los
primeros imperios, que fue seguido por romanos y bizantinos, y que
tomaron los pueblos bárbaros una vez asentado el ritual palatino,
acomodándolo a sus necesidades y naturaleza.
El
Barón de García de la Vega (1879), primer tratadista que
da definiciones concretas, considera al protocolo el conjunto de
reglas que se deben observar en la correspondencia del Ministerio
de Asuntos Exteriores para la redacción de actas diplomáticas, las
formas como el rey trata en sus cartas a las personas a las que
escribe y también el registro donde se inscriben las deliberaciones
de un Congreso.
El ceremonial es el conjunto de
prácticas observadas en las ocasiones solemnes de la vida pública y
encuentra su aplicación en las relaciones personales de los
soberanos entre ellos, en las grandes solemnidades y ceremonias
públicas.
En cuanto a la etiqueta, es el
ceremonial establecido por la tradición o las normas especiales
según las cuales se reglamentan las formalidades de la vida social
en las distintas clases de la sociedad.
También es García de la Vega el
primer autor que establece criterios de ordenación al hablar de
cómo la costumbre otorga a ciertos lugares un valor superior a
otros, de modo que quien ocupa un rango superior tiene el derecho
de pretender un lugar considerado más honorable. Este lugar varía
según se esté sentado o de pie, según se desfile o se esté quieto,
y lo establece así sentando las bases de la ordenación
protocolaria:
El lado derecho es
reconocido como superior al izquierdo; de tres plazas yuxtapuestas,
el lugar de honor es el del medio, el segundo el de la derecha, el
tercero el de la izquierda; los otros lugares se clasifican según
la distancia a la que estén del lugar de honor, alternando de
derecha a izquierda.
García de la Vega (1879, pág.
523)
P. Pradier-Fodéré
(1881), la autoridad más citada de la época y que conformará a los
autores posteriores, escribe sobre las relaciones de cortesía que
constituyen la vida social de los Estados, los soberanos y los
gobiernos. Los privilegios de los diplomáticos están estrechamente
ligados al respeto debido a la independencia y la dignidad de los
Estados, y define la diplomacia como el arte de las negociaciones
en los asuntos internacionales y el derecho diplomático como la
rama del derecho internacional público que se ocupa de la práctica
de las relaciones externas entre Estados. Se podría decir que el
derecho diplomático constituye el procedimiento del derecho
internacional (1899, pág. 4) y que se compone de costumbres, formas
y reglas cuyo conjunto constituye el ceremonial público y el
comercio diplomático.
El ceremonial público, también
denominado “la galantería de los Estados” o “el código y el
formulario de las conveniencias”, es el conjunto de formas
ceremoniosas de cortesía que se observan en las relaciones de los
jefes de Estado o de sus representantes.
Antonio de Castro y Casaleiz (1886, pág. 487)
efectúa una recopilación exhaustiva sobre el ceremonial y la
etiqueta de la corte de España desde Felipe IV hasta Alfonso XII,
llamando ceremonial al conjunto de prácticas observadas en
las grandes solemnidades de una corte y etiqueta al
reglamento observado para las relaciones de las diversas categorías
de una nación.
Pascual María Massa, barón del Pujol de Planés
distingue tres tipos de etiqueta (1908, pág.
17-37):
- Etiqueta social o particular:
sólo se impone entre la aristocracia, entre la clase alta media y
en el mundo oficial en las recepciones, banquetes, fiestas de
alguna solemnidad y visitas ceremoniosas.
- Etiquetas oficiales: reglas de
honores y preeminencias en los actos oficiales y funciones
públicas, dictadas para prever los conflictos sobre la presidencia
y precedencias, así como los honores que corresponden a cada uno
por sus títulos, cargos, distinciones o jerarquías a que
pertenece.
- Etiquetas palaciegas: el
ceremonial de los estilos, usos y costumbres que deben observarse
principalmente en las casas reales, un conjunto de ritos áulicos
para dar mayor consideración a los monarcas y a los príncipes,
especial mente a los ojos de su corte, en presencia de los
embajadores, en todos los actos públicos y en muchos de los
privados.
Ginés
Vidal y Saura (1925) plantea la gran importancia de las
cuestiones de precedencias en la diplomacia, definiéndola como la
preferencia reconocida a un Estado o a su soberano, en concurrencia
con otros.
En cuanto al ceremonial, lo
considera el conjunto de formas de cortesía y aparato externo que
se observa en las relaciones entre los Estados, representados por
sus jefes de Estado o por sus agentes diplomáticos. Sirve para
regular las prácticas y formalidades externas usadas en las
relaciones internacionales, ya que todos los Estados tienen el
mismo derecho al respeto de su dignidad y que una nación, por muy
poderosa que sea, no puede exigir mayores demostraciones de honores
que las otras.
La etiqueta, por el contrario, no
es más que el reglamento que prescribe determinadas normas en
ciertos actos de ceremonial, y su concepto está comprendido en este
último.
Jules
Cambon (1926) aporta una visión más contemporánea de la
funcionalidad del protocolo, partiendo de que posiblemente el
origen de la cortesía fuera el miedo a ofender algún tipo de amor
propio, lo cual lleva a dar una apariencia de realidad a lo que no
es propiamente más que vanidad. Sostiene que las reglas de
protocolo están pasadas de moda pero que, aunque resultan ridículas
para unos y respetables para otros, no carecen de sentido porque
los honores se rinden a la persona moral y las formas significan el
respeto a la dignidad y la independencia de las naciones, débiles o
poderosas, estando ahí simbolizado todo el derecho de sus
gentes.
Jesús
Corbacho y Pérez de Alba (1929) realiza un innovador
estudio sobre la palabra protocolo y otros términos
equivalentes, remitiendo las relaciones definidas por el protocolo
al ámbito estrictamente externo del Estado (otros Estados, jefes de
Estado entre sí y cuerpo diplomático). Este autor considera el
protocolo la regla o norma de conducta que los gobiernos y jefes de
Estado observan en sus relaciones con otros países o sus
representantes diplomáticos y éstos entre sí, así como la que han
de seguir en sus relaciones mutuas y en las que sostienen con los
diplomáticos acreditados cerca de ellos.
Al primer estadio analizado, el de
la corte y el poder real personal, sucede un segundo en el que la
nación como institución y sus relaciones con otras naciones
alcanzan su máxima importancia. La novedad e interés estriban en
que también incorpora, tímidamente, el tercer estadio, lo
intraestatal, el Estado mismo.
Hasta el momento nadie había
planteado la soberanía popular, la representación de ésta y la
atención a sus autoridades y corporaciones como elemento que se
debía tener en cuenta en cuestiones de ceremonial y
protocolo.
A la etiqueta la considera una
norma expresa de prácticas y fórmulas que han de observarse por
determinadas personas en actos públicos, así como las normas de
trato social, ajenas a las reglas y prácticas que regulan las
relaciones oficiales. Participa de la naturaleza del protocolo,
limitada a la persona, y tanto el protocolo como la etiqueta pueden
considerarse ritos circunstanciales y externos susceptibles de
recordarse en cada ocasión. Sin embargo, las reglas del trato
social, las reglas de educación, han de obedecer a un estado de
perfeccionamiento espiritual cultivado desde la niñez.
La etiqueta regula el trato social
de las personas, teniendo en cuenta su significación, el acto y el
grado de confianza que pueda unirlas, mientras que el protocolo
establece reglas apreciando tan sólo las jerarquías de las
representaciones de las que están investidas.
Con
Adolfo J. de Urquiza (1932) nos encontramos ante
una novedosa introducción teórica sobre la naturaleza e historia
del ceremonial de obligada lectura y cita para todos los analistas
posteriores. Curiosamente, a partir de esas fechas desaparecen por
lo general las disquisiciones teóricas de los libros de ceremonial
editados tanto en España como fuera, que se convierten en
eficientes manuales para resolver problemas prácticos.
Urquiza sostiene que la historia
de la diplomacia es la suma de las relaciones exteriores
interestatales, y que los antiguos formulismos oficiales perduran
como una necesidad de la convivencia de los Estados.
Ceremonial público es el nombre con el que designa
al conjunto de fórmulas con el que se exterioriza la vida de
relación de los Estados, basado en el principal axioma de derecho
internacional: el principio jurídico de igualdad entre ellos.
Considera al protocolo una parte
del ceremonial de chancillería, del derecho diplomático, e insiste
en que el menor descuido en las prácticas de este ceremonial puede
originar graves consecuencias por el simbolismo de consideración y
respeto mutuos que se ha convenido en asignarles. Urquiza considera
al protocolo el documento en el que se inscriben las sesiones
celebradas por una conferencia o congreso diplomático.
Después de todo lo
analizado, podemos afirmar que, con el tiempo, se ha dado el nombre
del continente al conjunto del contenido, originándose así la
figura literaria conocida como sinécdoque. Éste
constituye el origen cercano del significado actual de la palabra
protocolo, que se consideraba una parte del ceremonial, y
ha terminado por sustituirlo como término genérico en España.
José Sebastián de
Erice (1945) realiza un amplio recorrido por la historia
de la diplomacia, en la que reconoce un planteamiento
comunicacional de especial interés porque al sujeto emisor del
mensaje añade la figura del embajador como mensajero y por su
defensa del papel mediador del diplomático. Todo ello nos permite
considerar al publirrelacionista de las naciones un modelo
avanzado, el quinto, de relaciones públicas organizacionales. Las
transacciones interestatales requieren en ocasiones un ajuste que
se realiza por medio de terceros, y tienen especial relevancia los
buenos oficios, la mediación, la intervención o el arbitraje como
fórmulas de arreglo.
La etiqueta la restringe a una
faceta del ceremonial de corte o embajada como la reglamentación de
las prácticas observadas en las grandes solemnidades que se
celebran en la capital de un Estado.
Hasta aquí hemos analizado un conjunto de
obras y autores que se dan en esta segunda fase evolutiva. Al
respecto, podemos establecer las siguientes conclusiones:
- Los autores de los textos se encuadran en dos
grandes bloques dependiendo de su orientación profesional y
temática:
- Diplomáticos y
tratadistas que realizan compilaciones jurídicas donde se
trata el ceremonial y el protocolo como parte del derecho inter
nacional público y la diplomacia: García de la Vega (1879),
Pradier-Fodéré (1881), Castro y Casaleiz (1886), Vidal y Saura
(1925), Cambon (1926), Corbacho y Pérez de Alba (1929), Urquiza
(1931) y Erice (1945).
- Cortesanos
o funcionarios palatinos que escriben desde dentro del
palacio o desde sus proximidades sobre el ceremonial y la etiqueta
que impregnan la vida de la corona y la corte. Es el caso de
Rodríguez Villa (1875) y Pascual María Massa (1908).
- La corte, como lugar natural de la etiqueta y el
ceremonial, ha pasado a ser uno de sus ámbitos y no el único. El
ceremonial se localiza definitivamente en el Estado como
institución, incluyendo la corte pero también en sus relaciones con
otros Estados y la cancillería. Puede tener por tanto un carácter
áulico, interestatal o diplomático.
- Los textos de ceremonial se vinculan no sólo al
derecho internacional público y a la diplomacia, sino a estudios de
carácter histórico y administrativo, encuadrándose en un marco
teórico del que carecían.
- El término protocolo aparece por fin,
pero siempre referido al continente, al soporte de los acuerdos, y
como mucho al texto y al contenido. Poco a poco va adquiriendo un
carácter independiente, y acabará utilizándose con profusión.
- Se comienza a desvincular la figura del soberano
de la de la nación, analizándose separadamente el ceremonial y la
etiqueta que corresponden al ámbito de desenvolvimiento de cada uno
de ellos.
- También por primera vez se admite la existencia
del ceremonial fuera de las monarquías, en otras formas de Estado
(las repúblicas).
- Se empieza a teorizar sobre la naturaleza, las
funciones y el significado de la etiqueta y el ceremonial, buscando
una justificación y una razón de ser a éstos. Las clasificaciones
de tipos de ceremonial de Pradier-Fodéré, mayoritariamente
adoptadas, comienzan a sistematizar la materia de estudio y acotar
el campo de actuación.
- Se apunta tímidamente por primera vez la
dimensión intraestatal del protocolo, referida a aquellos actos
celebrados dentro de España con asistencia de autoridades
españolas, y que no son de carácter palatino o cortesano, ni
diplomático, ni extranjero, sino estatal-nacional.
2.2.3. Funcionarios del
franquismo
Los autores que vamos a analizar
ejercen su labor profesional y escriben sus obras sobre protocolo
entre 1943 y 1975. Si bien la muerte del general Franco (1975)
cerró un largo período de la historia de España, a efectos
protocolarios no se produjo ningún cambio hasta 1983 con la
publicación del nuevo ordenamiento de precedencias. Los años
1975-1983 son un período intermedio que hemos denominado
caos protocolario pero en todo caso vivido en
democracia y con autoridades y corporaciones democráticas.
Francisco Monterde Pastor (1943) publica el
primero de una larga serie de textos prácticos que enfatizan en
España el carácter “oficial” de la doctrina, en un momento
histórico de autocracia protocolaria que se superpone al an tiguo
ceremonial de corte. Engloba datos sobre la estructura del nuevo
Estado y unas normas de funcionamiento que intentan fijar lo que
sería el protocolo franquista, sin legislar hasta 1968. Es curioso
cómo ha tenido que prescindir de las relaciones internacionales,
entre otras razones por el aislamiento político en el que se ve
inmerso el régimen de Franco y que le hace convertirse en una
autocracia de carácter militarista donde todo está reglamentado y
jerarquizado. A partir de la victoria del general Franco, la máxima
preocupación de los tratadistas españoles sobre protocolo
(desaparece la expresión ceremonial de los textos en
España) es ordenar jerárquicamente a las autoridades concurrentes a
los actos, sobredimensionando las precedencias en la globalidad de
la ceremonia y confundiendo la parte con el todo.
Agustín Bravo Olalde (1957) reflexiona sobre el
ceremonial nacional y da la definición de etiqueta del
Diccionario de la Lengua eliminando la referencia a las
casas reales e incorporando la vida social en general al
considerarla el ceremonial de los estilos, usos y costumbres que
deben observarse en todos los actos y ceremonias públicas y
solemnes, así como en las manifestaciones externas de la vida
social.
Manuel Segura (1964) vincula la edad de oro de la
historia de España a la religión católica y la nobleza, y considera
consecuencia de esa ejecutoria el conjunto de normas que en los
actos públicos dan a cada uno la preeminencia, el lugar y los
honores que le son propios. Sin embargo, hace gala de modernidad al
apuntar que los genéricos protocolo y ceremonial
entrañan un concepto más amplio, el de relaciones públicas, que
encuadra los términos ceremonial, etiqueta,
precedencia y protocolo, sin profundizar más en
esta idea que de tanto interés resulta.
Manuel Segura es el primer autor
español que vincula en el mismo contexto protocolo y
ceremonial y uno de los primeros en usar la expresión
relaciones públicas.
Segura define ceremonial
como cuanto es propio, peculiar y privativo de cualquier acto
público o solemne, en orden a precedencias, lugares y ritos u
ordenación de los asistentes; y etiqueta como el conjunto
de estilos, usos y costumbres que preceptivamente han de observarse
en los actos públicos de las más altas magistraturas de cada país,
y por extensión el conjunto de normas sociales que se deben
observar fuera de las familiares.
El protocolo es el conjunto de
reglas de derecho diplomático, palatino o de corporaciones públicas
a las que han de atenerse los sujetos personificados de cada
derecho y las normas de trato entre gobiernos de distintos
países.
Es muy importante esta novedad
introducida por Segura como jurista, incorporando conceptualmente
las instituciones del Estado a lo protocolario. Hasta el momento
habíamos visto cómo los distintos autores planteaban el derecho
internacional público como marco en el que se desenvolvía el
ceremonial diplomático, de cancillería, de la casa real o entre
Estados. Como precursores de esta tesis, Corbacho y Monterde
apuntaban la incorporación del Estado mismo, lo intraestatal, pero
no es hasta ahora cuando aparece el concepto teórico de autoridades
internas que nada tienen que ver con asuntos exteriores. Al hablar
de “sujetos de derecho diplomático, palatino o de corporaciones
públicas de un lado y entre gobiernos de otro”, reconoce la
existencia de organismos y personas intragubernamentales o
intraestatales además de las intergubernamentales o
interestatales.
Fernando Lizcano de la Rosa (1965) incluye en un
libro de protocolo, etique ta social y ceremonial público temas
como congresos y hostelería, exponiendo normas sociales y
documentación en banquetes y acontecimientos familiares, y
definiendo a la etiqueta como la fuente de la que surge el
protocolo, al que considera un expediente con el orden de
precedencias de los altos cargos de la localidad, puesto al día, en
todos los centros oficiales. De aquí proviene pro bablemente la
identificación entre “orden de precedencias” y “orden de pro
tocolo” que aún hoy provoca confusiones y hace centrar en esta
cuestión no pocas discusiones.
El embajador
argentino Jorge Blanco Villalta (1969, 1981, 1992,
1997) sitúa el ceremonial en un mundo en transición en el que la
necesidad de comunicarse ha creado infinidad de organismos
internacionales, y donde las relaciones públicas ocupan un
importantísimo lugar.
El ceremonial trata de los
privilegios, las inmunidades y las precedencias de los organismos
internacionales y los Estados, de sus agentes y representantes
entre ellos, está siempre presente como un factor ordenador
insustituible y es el medio idóneo para lograr que los gestos de
interrelación constructiva se desarrollen en el mejor de los climas
de comprensión y comodidad. El ceremonial también sirve para
perfeccionar a quienes siguen sus normas, ya que es “una moral de
la actitud”. Lo exiguo de la bibliografía existente sobre
ceremonial se justifica por que los rituales de etiqueta en las
antiguas cortes constituían un misterio para los no iniciados: una
ciencia casi esotérica que otorgaba un lugar de privilegio al
oficiante y a sus auxiliares, sin los que no era posible la
ceremonia.
Perfecto Sulleiro (1971) recoge por primera vez el
Decreto 1483/1968 de 27 de junio
[3], por el que se aprueba el
Reglamento de Precedencias y Ordenación de Autoridades y
Corporaciones. Este decreto condiciona e inspira todos los textos
que se publican sobre la materia hasta 1983.
Jacinto Cano de la Vega (1961, 1973) afirma que el
protocolo lo constituyen las disposiciones legales vigentes sobre
honores, tratamientos y precedencias de autoridades y organismos
oficiales, insistiendo en que ha de observarse en la manera más
rigurosa, pues cualquier alteración o cesión del lugar, puesto o
sitio, no ya sólo afecta a la persona, sino al cargo que
representa.
Jacques Gandouin (1989, 1991) considera que
protocolo y cortesía son dos elementos indispensables en la armonía
de los grupos humanos, pero si la cortesía está basada en el
respeto al otro, las reglas de protocolo son de derecho escrito y,
por tanto, precisas.
Cortesía y protocolo tienen la
misma doble utilidad: la comodidad de saber cómo hay que
comportarse y el respeto a los otros; pero mientras la cortesía y
la educación son comunes a todos los grupos humanos, el protocolo
es una norma obligatoria que rige los contactos y las relaciones de
las autoridades entre ellas y el desarrollo de las ceremonias
públicas y exige una estructuración mínima de la sociedad, ya que
es de estricta interpretación y observancia. Sin embargo, son dos
conceptos complementarios con idéntica finalidad: hacer reinar la
armonía en las relaciones humanas, bien en las privadas y públicas,
bien en las oficiales.
El ceremonial es el conjunto de
reglas que presiden las ceremonias civiles, militares o religiosas,
mientras que el protocolo es el conjunto de reglas que han de
observar en sus relaciones mutuas los individuos que ocupan en la
sociedad un alto rango por su nacimiento, funciones o pertenencia a
cuerpos constituidos y el conjunto de reglas que regulan las
relaciones de los Estados y sus representantes.
Como conclusión general de este
período, cabe constatar que existe un abismo entre el estudio del
protocolo en la bibliografía española de la época y la del resto
del mundo, con distancias insalvables por las condiciones
sociopolíticas de España. Éstas son las características del
protocolo durante los años del franquismo:
- Tras la Guerra Civil, se comienza a utilizar el
término protocolo en sustitución de ceremonial en
nuestro país. No sucede así en el resto del mundo, especialmente en
Iberoamérica, que mantiene la palabra ceremonial.
- Existe una idea preconcebida que se transmite
continuamente sobre la necesidad de la práctica del protocolo como
condición previa para poder contarlo, así como de la imposibilidad
de teorizar sobre él. Esta actitud obedece a la primera fase en el
estudio de cualquier disciplina, previa a la aplicación del método
científico, que se caracteriza por considerar que las cosas “se
hacen” y luego “se explica cómo se hacen”, pero en ningún momento
se reflexiona sobre el “porqué” o el “para qué”.
- Las cuestiones sobre las que reflexionan los
autores se refieren a la realidad cotidiana de nuestro país,
desapareciendo las alusiones al ceremonial de corte, extranjero o
diplomático y por supuesto a los temas internacionales. Es un
período de imitación del pasado en el que se sustituye aquello que
no existe o no sirve por lo nuevo más parecido, siempre para
resolver situaciones concretas.
- Los conocimientos abordados son una mera y
prolija enumeración fenomenológica de actividades y circunstancias
concretas que a su vez conforman las ceremonias, los actos
oficiales, los honores, etc. Se presta especial atención a las
precedencias y a todo lo relacionado con el derecho premial
(honores, condecoraciones, etc.).
- Se produce un cambio cualitativo en general en
el contenido de estas obras. Al tratarse de textos escritos por
funcionarios del Estado para funcionarios, se pierde profundidad
histórica, filosófica o jurídica en los planteamientos, en aras de
la eficacia y la justificación del procedimiento para conseguir los
fines políticos o administrativos.
- No existen leyes que sistematicen todo este
cúmulo de normas y procedimientos hasta la promulgación del Decreto
1483/1968.
- Estos conocimientos están circunscritos a un
grupo reducido, una casta o elite de sabios, cuya misión es ponerlo
en práctica, velar por su supervivencia y evitar su transmisión a
los no iniciados o autorizados. Cuando los ponen por escrito se
trata de ediciones muy limitadas, financiadas en ocasiones con
fondos públicos o por sus propios autores, y sin apenas
difusión.
- El ejercicio de la profesión está vinculado,
salvo excepciones, más al factor confianza, afinidades políticas e
ideológicas o la misma casualidad que a habilidades inherentes al
cargo (dominio de la materia, profesionalidad, titulación, etc.),
dado el carácter aleatorio y subjetivo de sus criterios de
aplicación. Indudablemente y con algunas excepciones, se aprende
con el ejercicio, y ahí está la generación de magníficos
profesionales del protocolo que han ejercido su labor en España en
los últimos cincuenta años y a los que consideramos nuestros
maestros.
- Este período está marcado por la aparición en
1968 del Reglamento de Precedencias, que si bien no cambia en la
práctica ni el equilibrio de poderes existente en el gobierno del
general Franco, ni el orden de precedencias del mismo, sí resulta
ser de gran utilidad para los profesionales del protocolo, que de
no tener ninguna norma escrita que poder aplicar pasan a disponer
de una legislación con principios generales bien definidos al
respecto.
- El protocolo se convierte en una materia de
gestación, interpretación y aplicación administrativa que queda
circunscrita al mundo de lo oficial.
- Entre los años 1975 (muerte de Franco) y 1983
(nuevo Ordenamiento de Precedencias) se produce una situación muy
complicada en España, calificada como caos
protocolario (Otero, 2000) debido a los siguientes
hechos:
- La muerte de Franco en 1975 deja todo “atado y bien atado”
también en cuestiones de protocolo. Existe un decreto de 1968 que
se está aplicando.
- Las primeras elecciones democráticas (1977) y la promulgación de
la Constitución (1978) suponen la quiebra del antiguo régimen y la
implantación del nuevo Estado democrático de derecho con sus
instituciones y autoridades.
- Hasta 1983 no aparece una nueva ordenación de precedencias, lo
que supone que muchas de las autoridades reflejadas en el decreto
de 1968, y por supuesto su espíritu, han desaparecido. Pero las
nuevas instituciones y autoridades del Estado no aparecen en ese
decreto en vigor, con lo que habitualmente se producen conflictos
en los actos oficiales.
Con todas
esas premisas, va a tener lugar, durante los años de la transición
política, la transición protocolaria, que se hizo
del mismo modo: sin ruptura pero sin freno, sin prisa pero sin
pausa. En el siguiente apartado veremos cómo se refleja esta
transición en la literatura dedicada a la materia.
2.2.4. Estado de
derecho
Vamos a analizar con cierto
detalle el “caos protocolario” al que hemos hecho referencia en el
apartado anterior, así como la “paz protocolaria” que le puso
fin.
‘‘Caos
protocolario’’
Felio
A. Vilarrubias (1992, 1994) considera que el ordenamiento
se basa en el servicio, el honor, la propia pequeñez y la
convivencia, y que necesita, para establecer la comunicación,
buscar un lenguaje y una simbología adecuada a lo que quiere
transmitir. Todo acto ceremonial tiene valor de símbolo y los
preceptos morales son tan importantes como los reglamentarios.
Plantea ordenar la comunidad a partir de la cortesía
(manifestaciones de respeto, agradecimiento, admiración), la
etiqueta (lenguaje, vestuario, actitudes, compor tamiento externo)
y la ordenación de precedencias (personales o según sus
méritos).
Julián Carrasco Belinchón (1977) escribe en uno de
los primeros manuales de relaciones públicas que el protocolo y el
ceremonial son los distintos instrumentos que se emplean para
alcanzar los fines que se persiguen en esta disciplina, y es
curiosa su afirmación de que en muchos organismos oficiales la
única manifestación que existe de las relaciones públicas es el
protocolo.
Para
Heinz Commer (1980, 1982), protocolo y etiqueta no
son reliquias feudales, sino conceptos que engloban el respeto al
prójimo en una sociedad de masas en la que no se puede pensar en
cualquier forma de comunicación sin tenerlas en cuenta. En el mundo
económico y en la Administración, el protocolo y la etiqueta
desempeñan un papel similar al del ámbito político-diplomático. El
individuo puede ignorar o transgredir las normas, que ayudan a
facilitar la convivencia con los demás y posibilitan que toda la
inteligencia y energía se pueda dedicar a lo sustancial y no a lo
formal. Reglas y modales son, desde esa perspectiva, medios para
prevenir o minimizar malentendidos y que permiten concentrar todas
las energías en lo fundamental, planteando la relación existente
entre totalitarismo, protocolo y etiqueta, con una rotunda
declaración (1982, pág. 19):
En ninguna parte son el
protocolo y la etiqueta más rigurosos que en las dictaduras.
David
Dreimann (1981) escribe sobre protocolo desde la
perspectiva del otro lado del “telón de acero”, y lo considera el
instrumento político de la diplo macia que elabora el marco donde
tienen lugar las actividades diplomáticas. No se ocupa del
contenido, sino exclusivamente de las formas externas de las
relaciones interestatales, y es un medio para conseguir los
objetivos de la política exterior, mientras que la etiqueta afecta
a cada ciudadano. Sorprende su afirmación de que la diferencia
entre protocolo y ceremonial está en el sujeto y el origen del
ceremonial, es decir, en el emisor, un planteamiento comunicativo
inédito en el momento.
“Paz
protocolaria”
Hemos
denominado “paz protocolaria” al período de tiempo que va desde
1983 (publicación del Ordenamiento General de Precedencias en el
Estado) hasta finales del siglo XX, momento en el que se produce
una importante reforma en la estructura administrativa del
protocolo en España que hace desaparecer la figura del jefe de
Protocolo del Estado y en el que los estudios de protocolo entran
en el ámbito universitario. Una vez realizada la transición
política, aparecen enseguida textos que reflejan esta nueva
realidad protocolaria.
Francisco López-Nieto y Mallo (1985, 1995, 1997,
1998, 1999, 2000, 2006) supone un hito importante por las
aportaciones innovadoras que realiza desde su visión de jurista y
por aportar los primeros textos con análisis crítico tras la
promulgación del Real Decreto 1099/1983, de 4 de agosto.
El nuevo Ordenamiento General de
Precedencias en el Estado vino a poner orden en el caos
protocolario existente en España desde 1978, cuando la Constitución
acabó con el sistema reflejado en el Decreto de 1968 en vigor. Si
el libro de Monterde (1947) es el primer intento de poner por
escrito una normativa protocolaria en una España sin reglamentación
de carácter general, y el de Sulleiro (1971) el primer texto tras
la publicación del primer decreto sobre precedencias (1968), el
texto de López Nieto (1985) supone el primer análisis de la nueva
normativa (1983) y del complejo mundo de los honores que conforman
el ceremonial público y privado en nuestro país.
Parte López-Nieto
(1995) de que todas las personas son iguales, pero no se ubican y
consideran igual en la sociedad, sino que se consideran en función
de sus méritos o de su representación. Sobre el protocolo, opina
que son las reglas a las que debe atenerse la organización de los
actos, y distingue tres tipos:
- De carácter moral. Exigidas por
el cumplimiento del deber moral o por solidaridad con los
semejantes. Son la cortesía y los buenos modales.
- De carácter social. Variables
según culturas, países, épocas, etc. Su incum plimiento sólo supone
sanción social. La etiqueta sería de este tipo.
- De carácter jurídico. Dictadas
por el Estado o la comunidad internacional, constituyen el derecho
positivo o consuetudinario. Los ordenamientos de precedencias de
1969 y de 1983 constituyen sendos ejemplos.
José
Pumar Vázquez (1985) insiste en la importancia del
protocolo en la administración, y es el primer autor español que
vincula el concepto de imagen al de protocolo (vimos más arriba
cómo lo hacía el alemán Commer), al que define en función de los
términos ya conocidos (regla, actos oficiales) y de los nuevos que
incorpora (orden y prestigio). Pero también vincula el protocolo al
Estado como emisor de la comunicación y considera que ha de ser
fiel reflejo del orden que debe presidir todo acto para que dé una
imagen de prestigio de la propia corporación. Los términos
protocolo, imagen, orden y
prestigio no habían aparecido hasta ahora unidos. Quizá
nos parezca hoy una asociación natural y casi obligada en la vida
pública de las organizaciones, pero no ha sido así siempre.
El protocolo es la acción que
determina las reglas que se deben seguir en un acto oficial,
establecidas por decreto y en ocasiones por costumbre, mientras que
el ceremonial es el conjunto de formalidades que se aplican en el
desarrollo de todo acto público y la etiqueta la fórmula que señala
la vestimenta que ha de observarse en los distintos actos que se
organicen. Los orígenes de esta última se remontan a la etiqueta de
Luis XIV, en cuya época se repartía entre los asistentes a un acto
una etiquette con las instrucciones sobre vestimenta,
tratamientos o lugares.
Para
Noguero (1988), el ceremonial y el protocolo
tienen diferentes aplicaciones y usos, pero son elementos
insustituibles para la organización de ciertos actos que barajan
los siguientes factores:
- Personales: quiénes han de
ocuparlo.
- Especiales: qué objetos y
símbolos hay que utilizar.
- Temporales: para cuánto tiempo
y qué funciones.
Para
Vilarrubias (1992, 1994), en esta nueva fase del
protocolo en España, es necesario un ordenamiento protocolario que
identifique la imagen de los presentes con la ideología de la
sociedad en cada acto. Considera que protocolo y ceremonial son
herramientas imprescindibles para crear una imagen que transmita al
público un mensaje: la plástica del poder. Este mensaje ha de ser
una transmisión visual que no distorsione la realidad, una
comunicación que conquiste la credibilidad.
También
Jorge G. Blanco Villalta (1992, pág. 414) vuelve a
escribir en esta fase sobre ceremonial, protocolo y etiqueta y
mantiene sus planteamientos vinculando el ceremonial a las
relaciones públicas, llegando a afirmar que
Una cancillería, en
síntesis, es la dirección de relaciones públicas de un Estado.
Cuenta como parte indispensable con una dirección o dirección
nacional de ceremonial, que en algunos países, sobre todo de habla
inglesa, llaman aún protocolo.
Muy distintas son las tesis
sostenidas por Miguel Ángel Radic (1996, 1997,
1998), orientadas en el sentido de que las normas del ceremonial
deben ser internalizadas para constituir un sistema de vida, una
ética que modele el comportamiento. De ese modo, las personas
llegarían a ejercer una concepción ordenada, racional y estética de
la vida y asumir la regla de oro “no hagas al prójimo lo que no
desearías que te hicieran a ti”. Prefiere seguir los planteamientos
kantianos y considerarlo como una categoría intuitiva, previa al
conocimiento racional. El ceremonial no es una expresión
“exterior”, sino que responde a un fundamento interior metafísico o
al menos psíquico, que vimos enunciado por la tradición china
expuesta previamente.
El ceremonial es la ciencia que
estudia la conducta ritual humana, su naturaleza, significado y
exteriorización; determinando en su caso, las normas a las que
deberá someterse ese comportamiento y sus modos de ejecución. El
protocolo es la formulación de la normativa a la que estará sujeta
este tipo de actividad.
Políticos y
personalidades de la vida pública se han pronunciado sobre el tema.
Son famosas las palabras del primer presidente de la Generalitat de
Catalunya reinstaurada, Josep Tarradellas, al afirmar que para el
ejercicio de su cargo todo era negociable menos el protocolo. En
esta misma línea, su sucesor Jordi Pujol afirmaba:
El protocolo es la
traducción plástica de la estructura de poder. Las cuestiones de
protocolo jamás son secundarias.
VV.AA. (1996, pág. 9)
Fernando Rueda Cuenca y José Carlos Sanjuán
Monforte (1996) parten de la siguiente pregunta: ¿Es el
protocolo instrumento de un nuevo humanismo empresarial? Esto los
lleva a considerarlo un signo de la sociedad de la comunicación de
finales del siglo XX, en la que se ha realizado un rediseño del
poder que otorga gran importancia a técnicas de comunicación cada
vez más sofisticadas (mecenazgo, comunicación persuasiva,
etc.).
Una nueva
perspectiva nos trae, sin embargo, Juan José
Laforet (1997) afirmando que el protocolo, los símbolos,
las ceremonias y los comportamientos que se adoptan según las más
variadas normas constituyen todo un conjunto que podemos considerar
como auténtica comunicación social. Entiende por protocolo
todas aquellas normas que regulan la forma de expresión pública, y
por ceremonial, no sólo las oficialmente establecidas,
sino todas aquellas que consuetudinariamente ya son aceptadas y
manejadas por el conjunto de la sociedad, tanto en el sector
institucional, como en el privado.
Sostiene que el ceremonial ha
constituido a lo largo de la historia un hecho comunicacional, en
el que un emisor, gracias a determinados lenguajes orales y
simbólicos, organizaba y transmitía un mensaje que su público
comprendía y asimilaba bien, dando una respuesta
(feedback) a la información que recibía, y conformando un
sistema de comunicación completo.
Hoy el protocolo, que continúa
manteniendo su carácter primario de organizador de una comunicación
social, ha cambiado el destinatario de esa comunicación gracias a
los medios de comunicación de masas:
Se ha
convertido en comunicación de masas, que ofrece al ciudadano la
actividad oficial de aquellas autoridades elegidas democráticamente
y que ocupan un rango o puesto determinado en función de la
representación que ostentan.
Juan José Laforet (1997, pág.
42)
Para
Francisco Marín Calahorro (1997), el ceremonial es
el conjunto de formalidades que se observan en un acto público o
solemne y el protocolo, las normas y usos que establecen y ordenan
dichas formalidades. Es especialmen te significativa su afirmación
sobre las relaciones protocolo-proceso comunicativo:
El protocolo actual,
además de establecer y ordenar jerárquicamente las formalidades que
se articulan en un acto y a las personas que participan en él,
gestiona el proceso de comunicación que genera la simbología del
ceremonial que lo rodea.
Francisco Marín Calahorro (1997,
pág. 14)
Para terminar este epígrafe,
sintetizaremos las conclusiones respecto a lo que supone el estudio
del protocolo en estos años (de 1983 a 1996):
- El Real Decreto 2099/1983 de 4 de agosto sobre
Precedencias en el Estado es el hito que marca la ruptura a niveles
protocolarios con el régimen anterior y el paso de pleno derecho
del “caos protocolario” a una normativa
democrática consensuada (la “paz
protocolaria”).
- Desaparece prácticamente el término
ceremonial de los textos editados en nuestro país. No es
así en Iberoamérica, donde continúa utilizándolo hasta hoy.
- Se impone definitivamente el término
protocolo, que pierde su sentido original (en realidad, el
último de ellos cronológicamente) y cuyo ámbito semántico se
extiende y amplía a otros campos (la empresa, el deporte, la
universidad, etc.), aglutinando etiqueta, urbanidad, usos sociales,
etc.
- Quienes escriben sobre protocolo suelen ser
jefes de Protocolo y diplomáticos en ejercicio o no, funcionarios
de la Administración pública y unos pocos profesionales del mundo
de la comunicación. En general, el objetivo que persiguen sigue
siendo servir de guía y resolver situaciones concretas de conflicto
a sus homólogos.
- La temática tratada en todos estos manuales
continúa siendo en general siempre casuística. Se plantean
problemas concretos, actuaciones concretas, actos reales llevados a
cabo o ejercicios prácticos para desarrollar.
- Ya existe, sin embargo, cierta teoría en
algunos autores, que intentan fundamentar la disciplina,
vinculándola especialmente a otras y que constituyen varias
orientaciones o “escuelas” que se unen a las preexistentes:
- La escuela tradicional diplomática (Serres, Gandouin,
Tristany).
- El derecho (López-Nieto).
- La historia (Martínez-Correcher, Vilarrubias,
Domínguez-Adame).
- La antropología (Radic).
- La comunicación en cualquiera de sus facetas (Pumar, Blanco
Villalta, Noguero, Laforet, Marín Calahorro).
- Se radicaliza el debate sobre la vinculación
entre relaciones públicas-ceremonial-protocolo (que aún
pervive).
- El protocolo entendido lato sensu se
pone de moda y aumenta espectacularmente el número de publicaciones
dedicadas a él. En estos materiales no hemos abordado el centenar
largo de textos aparecidos en los últimos años sobre etiqueta,
buenos modales, urbanidad, saber estar, normas sociales o
cortesía.
- Comienza a incorporarse al mundo privado la
práctica del ceremonial, debido al peso específico de empresas,
instituciones y organismos diferentes que, por una parte organizan
cada vez más actos públicos con asistencia de autoridades y, por
otra, tienen una presencia ascendente en la sociedad por sus
actividades de responsabilidad social como el patrocinio,
especialmente tras los eventos de 1992 (Exposición Universal de
Sevilla y Juegos Olímpicos de Barcelona).
- Proliferan los cargos de jefes de Protocolo o
de Relaciones Públicas en organismos públicos y privados, que
continúan siendo ejercidos generalmente, con excepciones, por
profesionales sin formación específica en la materia que han de
reciclarse en ella, o por personal de confianza en las mismas
condiciones.
- Escaso o nulo reconocimiento otorgado en la
práctica cotidiana de la contratación por organismos públicos o
privados de profesionales en las titulaciones específicas que
legitiman estos estudios: títulos privados como los de la Escuela
Internacional de Protocolo; títulos propios otorgados por las
universidades de Oviedo, Granada o Elche; títulos oficiales de
institutos de Formación Profesional, escuelas superiores de
Relaciones Públicas y, sobre todo, la licenciatura de Publicidad y
Relaciones Públicas de las facultades de Ciencias de la
Información/Comunicación.
2.2.5. Nuevos retos del
protocolo
El tránsito del siglo XX al XXI ha
supuesto un cambio importante en la teoría del protocolo en España.
Este hecho se debe fundamentalmente a tres circunstancias:
- la aparición de la Escuela Internacional de
Protocolo,
- el desarrollo del asociacionismo y
- la incorporación de los estudios de protocolo a
la universidad.
Escuela
Internacional de Protocolo
En torno a las figuras de Felio
Vilarrubias, entonces jefe de Protocolo de los premios Príncipe de
Asturias, y del que sería su sucesor en el cargo, Carlos Fuente
Lafuente, surge en los años noventa del pasado siglo un importante
movimiento alrededor de la Universidad de Oviedo focalizado en el
Instituto de Estudios de Protocolo y que se materializa en la
convocatoria del I Congreso Internacional de Protocolo, celebrado
en 1995 en dicha ciudad, y en la aparición de la Revista
Internacional de Protocolo.
Después de múltiples vicisitudes,
se produjo la escisión del núcleo original en dos grupos: Felio
Vilarrubias quedó vinculado a la Universidad de Oviedo y los cursos
de la Escuela Diplomática, mientras que Carlos Fuente trasladó a
Madrid, en 1998, la sede de la que pasó a denominarse
Escuela Internacional de Protocolo. Esta última
empieza a impartir formación en protocolo en colaboración con las
universidades de Granada y Elche, y mantiene la organización de los
congresos y la convocatoria de los Premios Internacionales de
Protocolo.
La Escuela Internacional de
Protocolo crea también su propia editorial (Ediciones Protocolo),
que comienza publicando la Revista Internacional de
Protocolo y en la actualidad es la principal editora de textos
de protocolo y disciplinas afines. En el ámbito académico, cuenta
hoy con una red de escuelas propias en distintas ciudades de España
y el extranjero e imparten títulos propios en colaboración con
varias universidades.
La confluencia en un mismo grupo
de un importante volumen de cursos de formación en protocolo a
distintos niveles, la misma editorial que publica los textos de su
línea de trabajo, la organización de los congresos del sector y la
convocatoria del premio convierte a esta organización en un
poderoso grupo de influencia que desarrolla una gran labor
orientada principalmente en lo comercial al mundo de la empresa y
las instituciones, y que se nutre de los profesionales del sector a
los que a su vez forma para su incorporación al mercado
laboral.
La línea teórica de la Escuela
Internacional de Protocolo se dirige a la consideración de que
“protocolo es todo”, y en sus cursos se da una formación muy
especializada de carácter práctico orientada a técnicas y
herramientas que doten a los profesionales de habilidades y
competencias para el desarrollo de sus funciones.
Carlos Fuente Lafuente, como
principal representante de esta escuela, da las siguientes
definiciones:
Protocolo es el conjunto
de normas o reglas establecidas por ley, decreto, disposiciones o
costumbres, así como técnicas específicas tradicionales y modernas
que son de aplicación para los actos públicos o privados de
carácter formal, ya sean de naturaleza oficial o no oficial, y que
ejecutan con solemnidad o sin ella.
Ceremonial es el desarrollo y contenido de los
actos, así como el conjunto de formalidades para la celebración de
los mismos.
Etiqueta son las reglas que se observan en el desarrollo de los
actos públicos solemnes.
Carlos Fuente Lafuente (2004, pág.
33)
Los
Congresos de protocolo
El gran acontecimiento del sector
profesional es la celebración de los congresos de protocolo. Hasta
ahora, han tenido lugar en las siguientes ciudades y fechas:
Tabla
3. Ciudades y fechas de los Congresos Internacionales
de Protocolo
El hecho de que los profesionales
de los sectores público y privado puedan mantener esta cita anual e
intercambiar experiencias y difundir las novedades más importantes
en la disciplina la han dotado de una mayor unidad y coherencia
para afrontar los nuevos retos que plantea un mundo en cambio
constante.
Asociacionismo
Aunque hay distintas asociaciones
a diferentes niveles (Asociación Universitaria de Relaciones
Públicas y Protocolo de Andalucía, Asociación para el Estudio y la
Investigación del Protocolo Universitario, etc.) que reúnen a los
profesionales del mundo del protocolo, son dos las que tienen mayor
protagonismo:
1) Asociación Española de
Protocolo
Paralelamente a la andadura de la
Escuela Internacional de Protocolo, se fue organizando el
movimiento asociativo que dio lugar, a finales del siglo XX, a la
Asociación Española de Protocolo (AEP), impulsada por María
Carretero, que fue presidenta hasta el 2004. La Asociación es una
de las convocantes de los Premios Internacionales de Protocolo, que
en el 2008 alcanzaron su décima edición, y desarrolla otras muchas
actividades. En la actualidad, su presidenta es Cristina de la
Vega.
2) Organización Internacional de
Ceremonial y Protocolo (OICP)
Como complemento a la actividad de
la AEP, en el 2001 se fundó la Organización Internacional de
Ceremonial y Protocolo (OICP) con participación de la propia AEP,
de la Asociación Universitaria de Relaciones Públicas y Protocolo
de Andalucía y de la Escuela Internacional de Protocolo, así como
de distintas asociaciones y entidades de Argentina, Brasil,
Hungría, Paraguay, Portugal, Rumanía y Venezuela.
En estos años la OICP ha
desarrollado una importante actividad congresual y asamblearia en
los distintos países de sus organizaciones miembro, y es el
referente internacional en la materia. Ha estado presidida por el
español Carlos Fuente hasta el 2008, año el en que fue relevado por
el argentino Jorge Salvati.
Incorporación del protocolo a la formación académica
universitaria
El cambio de siglo contempla
también cómo los estudios de protocolo se van incorporando a la
enseñanza en las universidades, si bien el formato que adoptan
cambia de unas a otras. Mientras que algunas como Oviedo, Granada,
Murcia, Málaga o Elche apuestan por la creación de títulos propios
en protocolo sin la consideración de posgrados y mayoritariamente
impartidos por profesionales, otras como Sevilla, Vigo o Alicante
han introducido en los planes de estudio asignaturas de protocolo y
ceremonial, generalmente optativas, que corren generalmente a cargo
de profesores universitarios. En el caso de Sevilla, en el 2003 se
impartió el primer máster universitario de posgrado en Relaciones
Públicas y Protocolo.
Pero la circunstancia determinante
y que puede hacer cambiar el perfil de estos estudios en la
universidad es el hecho de que aparezcan tesis doctorales dedicadas
a la materia. A partir de la lectura en la Universidad de Sevilla,
en el año 2000, de la primera tesis consagrada específicamente al
protocolo, ha surgido en esta misma ciudad un grupo de
investigación en relaciones publicas, ceremonial y protocolo que ha
focalizado los estudios de posgrado en estas disciplinas por medio
de una revista, Laurea, y de la puesta en marcha del
citado máster.
La orientación de la escuela
sevillana es totalmente distinta de la que hemos visto en el
movimiento vinculado a la Escuela Internacional de Protocolo y su
área de influencia, ya que se insiste más en los aspectos de
fundamentación teórica y epistemología de las materias que
analizamos que en los aspectos prácticos, aunque sin olvidarlos,
como corresponde a los estudios universitarios de grado y
posgrado.
Y terminamos nuestro recorrido por
la evolución histórica de los conceptos que nos ocupan con nuestra
propia aportación a su definición (Otero, 2003, pág. 200).
El ceremonial es
el conjunto de formalidades y elementos que acompañan a actos
públicos y privados destinados a destacar y proporcionar honor a
personas o instituciones en el ámbito de lo profano o de lo
sagrado, y que engloba desde la decoración o la música hasta sus
secuencias temporales y espaciales. Aparece ligado al rito y se ha
estudiado desde la antropología y la historia, por lo que su
enfoque desde la comunicación implica nuevos planteamiento de
interrelación, ya que cuenta una historia y crea un ámbito propio
de reconocimiento en el que confluir.
Los elementos constitutivos del ceremonial
son:
- Espacio-temporales:
proporcionan unas condiciones estéticas propias a cada acto, y
pueden ser
- Materiales (escenografía, mobiliario, decoración,
símbolos, etc.)
- Inmateriales (música, iluminación, efectos especiales,
olores, etc.)
- Personales: los signos de
identidad que individualizan y/o socializan a los participantes en
un acto (perfume, ornamentos, vestimenta, higiene, gestualidad,
etc.) y que constituyen lo que denominamos etiqueta.
- Normativos: las reglas de
ordenación espacial y temporal que rigen en los distintos ámbitos
en los que tienen lugar estas ceremonias, especialmente la
legislación de protocolo en la vida pública oficial y las
normativas internas de otras organizaciones en la vida pública y
privada no oficial.
El
protocolo, a su vez, es una técnica de
comunicación no verbal que ordena los ámbitos espacio-temporales en
los que se desenvuelve el poder establecido en cualquiera de sus
manifestaciones, y en España la plasmación en imágenes del sistema
de poderes recogido en nuestra Constitución. El protocolo ha de
reflejar fielmente la identidad del Estado, como reconoce el
Preámbulo de la normativa en vigor:
Real
Decreto 2099/1983 por el que se aprueba el Ordenamiento General de
Precedencias en el Estado, BOE 8 de agosto.
Preámbulo.
El advenimiento de un Estado social y democrático de Derecho,
instituido y sancionado por la presente Constitución de 1978 bajo
la forma política de Monarquía parlamentaria, ha determinado
necesariamente la implantación de una nueva estructura de poderes e
instituciones, unipersonales y colegiados, cuya presencia y
vigencia articulan la imagen política y administrativa de la
Nación.
El ceremonial
aparece unido a la actividad ritual humana en todas las sociedades
y culturas y no precisa de formulación expresa por ser cambiante y
adecuado a cada situación, mientras que el protocolo se reduce a
los actos oficiales organizados por el Estado en cualquiera de sus
manifestaciones territoriales o de poderes, así como a aquellos
actos no oficiales que cuenten con presencia de autoridades o
instituciones estatales, y su carácter normativo exija una
formulación expresa.
La etiqueta sería
el ceremonial personal que adoptamos al acudir a un evento, y que
comprendería desde nuestra vestimenta a nuestros adornos, higiene y
gestualidad. No ha de ser necesariamente formal, marca simplemente
la tendencia que el organizador del acto considera que debe ser
predominante en la imagen global, y puede recomendar pantalón
vaquero tanto como esmoquin, traje largo o disfraz.