Capítulo II

Ventajas y desventajas del bilingüismo en el niño

En este capítulo analizaremos las ventajas y desventajas que se atribuyen al bilingüismo en el niño. Lo haremos en dos contextos.
En primer lugar, veremos cuál es el estado de las investigaciones relacionadas con los efectos del bilingüismo sobre la inteligencia y la personalidad y nos plantearemos la siguiente pregunta: ¿es verdad que los bilingües son más comunicativos, más flexibles, más creativos y tienen más facilidad de aprender otros idiomas o, por el contrario, es posible que ambos idiomas nunca lleguen a desarrollarse lo suficiente, impidiendo que el niño desarrolle adecuadamente su aprendizaje en ninguno de los idiomas?
En segundo lugar, hablaremos de las ventajas o desventajas del bilingüismo en un ámbito más personal y examinaremos cuestiones relacionadas con los usos prácticos del multilingüismo, la cultura y la identidad.
Finalmente, trataremos el caso particular del trilingüismo o multilingüismo.

1. Bilingüismo e inteligencia

En 1962, Peal y Lambert publicaron los resultados de un estudio que comparaba a niños bilingües y monolingües en relación con varias capacidades y varios aspectos de la inteligencia (Homel, 1987). Los resultados del estudio fueron sorprendentes en aquellos tiempos: no había ninguna prueba que indicara limitación intelectual alguna en los niños bilingües. Se constató, incluso, que los bilingües obtenían notas superiores o iguales en todos los campos evaluados. Concretamente, demostraban un nivel más alto de flexibilidad mental y de razonamiento abstracto. Todo ello permitía concluir que un ambiente bilingüe y bicultural rico facilitaría el desarrollo de la inteligencia.
Admitiendo incluso que dichos estudios mostraban algunas carencias metodológicas, representaron un punto de inflexión en la investigación sobre el bilingüismo y la inteligencia (Lüdi, 1998).
Hasta aquel momento, se creía que la adquisición simultánea de dos lenguas desde la infancia dificultaba el desarrollo intelectual y creaba confusión mental o dificultades de coordinación. Ahora bien, Lambert (1975) indicó que la mayoría de estudios se realizó con niños inmigrantes que estaban adquiriendo una segunda lengua más prestigiosa y dominante. Lüdi (1998) añadió que los experimentos no medían la inteligencia, sino simplemente la resolución de ciertas tareas en un contexto cultural concreto. De todos modos, el número de estudios sobre bilingüismo infantil aumentó considerablemente en los años sesenta y confirmó los resultados de Peal y Lambert. Algo no sorprendente si pensamos que la mayoría de los habitantes de la tierra son bilingües o multilingües. Según Colin Baker (2000), entre el 60% y el 75% de los habitantes de la tierra son bilingües. Lo que sucede es que los monolingües son mayoritarios en algunos de los países más desarrollados, como Estados Unidos e Inglaterra, donde el bilingüismo es considerado una rareza.
Como afirma Annick de Houwer (1999), estos niños de todo el mundo crecen con dos o más idiomas desde su nacimiento, sin mostrar ningún signo de retraso en su desarrollo lingüístico o cognitivo. Son, por lo tanto, la prueba evidente de que no existe ninguna relación entre bilingüismo y dificultades de adquisición de la lengua.
Harding y Riley (1986) añaden que la mayoría bilingüe del mundo demuestra que es falso que lengua e identidad nacional vayan de la mano. Existen entre 3.000 y 5.000 idiomas en todo el mundo y sólo unos 150 países. Muchos países están habitados, por lo tanto, por hablantes de diferentes idiomas[4]. Asimismo, señalan que es muy poco probable que el bilingüismo continuara existiendo en estas dimensiones si fuera intrínsecamente problemático para sus hablantes.
Según Georges Lüdi (1998) y Herdina y Jessner (2002), los resultados de las investigaciones actuales nos permiten afirmar lo siguiente:
  • Los niños bilingües suelen ser más creativos. Obtienen resultados sensiblemente mejores en las tareas en las que no se trata de encontrar la respuesta correcta a una pregunta, sino imaginar las posibles respuestas. Por ejemplo, imaginar el máximo número de utilidades interesantes y poco habituales para una taza.
  • Sus facultades metalingüísticas son más avanzadas que las de los niños monolingües. Este hecho les da más capacidad de análisis y más control cognitivo en el uso del idioma, lo que les ofrece ventajas para aprender a leer y escribir, además de mejorar sus posibilidades de éxito escolar.
  • Tienen más sensibilidad comunicativa en la medida que perciben mejor los factores de situación. Eso les hace reaccionar más rápidamente para corregir errores de esquematización y comportamiento. Parece que ello se debe a la necesidad de determinar rápidamente, a partir de diferentes pistas, qué idioma hay que elegir en cada situación determinada.   En los tests de percepción espacial, los bilingües también obtienen una puntuación más alta, lo cual significaría que poseen una mayor claridad cognitiva y una capacidad de análisis superior.
Estas ventajas de los niños bilingües se explicarían por el hecho de tener experiencias culturales más variadas y por la necesidad de tener que elegir entre dos códigos o dos idiomas. Según Vygotsky, el niño puede distanciarse de la lengua y darse cuenta de la relatividad con la que un idioma verbaliza el mundo gracias al hecho de hablar más de uno. Este hecho le da una capacidad de abstracción mayor (Vygotsky, 1985), así como una consciencia especial en el uso y análisis de la lengua.
Cenoz y Genesee (1998), tras examinar diferentes estudios, concluyen que el bilingüismo presenta efectos positivos en la adquisición de lenguas suplementarias, y que factores como la similitud entre los idiomas y el contexto en el que se adquieren pueden favorecer aún más su adquisición.
Para Lüdi, la capacidad de los niños para aprender idiomas es ilimitada. Aprender un segundo, tercero o cuarto idioma no les supone ningún sobreesfuerzo de aprendizaje. Niños incluso sin una facilidad particular para los idiomas pueden llegar a ser plurilingües y alcanzar un nivel similar al de los monolingües en cada uno de sus idiomas. Sin embargo, no todas las formas de bilingüismo son ventajosas:
  • Un bilingüismo limitado, denominado «doble semilingüismo[5]» que se manifiesta con un vocabulario restringido, una gramática incorrecta y con dificultades de expresión en ambos idiomas implica que la educación bilingüe ha fracasado.
  • En cuanto al bilingüismo aditivo, en el que el niño de sarrolla sus dos idiomas de manera independiente, se han observado casos de bilingüismo sustractivo, en el que la adquisición de la segunda lengua se produce en detrimento de la primera. Este fenómeno está a menudo relacionado con el fenómeno de la pérdida colectiva de una lengua minoritaria (Landry/Allard/Théberge, citados por Lüdi, 1998). En Estados Unidos, numerosos niños de minorías lingüísticas o inmigrantes que han aprendido inglés muy temprano dejan de desarrollar las competencias en la primera lengua y pasan a la segunda, que a menudo aprenden de forma incorrecta, perdiendo, además, la primera. Se ha observado también dicho fenómeno en niños emigrados a Europa.
Sin embargo, Lüdi explica que desde hace años los especialistas han renunciado unánimemente a imputar estos fenómenos negativos al bilingüismo como tal. Lo que se denomina “doble semilingüismo” es más bien un problema político y social que lingüístico. Aunque sí hay que tener en cuenta que son necesarios unos procesos pedagógicos apropiados junto con un ambiente social favorable para que se produzca un bilingüismo equilibrado. Y cuando tales condiciones no se cumplen, pueden surgir problemas.
Para Jim Cummins (1987), el nivel de dominio que los niños bilingües poseen de cada uno de sus idiomas es un factor importante para determinar si el bilingüismo tendrá o no efectos positivos. Es lo que él denomina threshold hypothesis o hipótesis del umbral, que consiste en decir que existe un umbral (threshold) de dominio lingüístico mínimo que se debe alcanzar para evitar que haya desventajas de aprendizaje, y otro que se debe alcanzar para permitir que dichas ventajas del bilingüismo se produzcan.
Así, un niño con un alto nivel de conocimiento de cada uno de los dos idiomas tendrá probablemente niveles de aprendizaje positivos; un niño que alcance un buen nivel (parecido al de los niños monolingües de la misma edad) en uno de los idiomas probablemente no tendrá ni ventajas ni desventajas cognitivas. En cambio, un niño que obtenga niveles bajos de competencia en ambos idiomas es probable que tenga efectos negativos en su aprendizaje.
Colin Baker (2000) coincide con Lüdi cuando afirma que las investigaciones recientes en los cinco continentes indican que los bilingües suelen ser más explícitos, flexibles, creativos, originales y que tienen más facilidad cuando responden a preguntas abiertas. Lo ilustra diciendo que, posiblemente por el hecho de conocer dos o más palabras para cada objeto o idea, su manera de pensar es más flexible. La relación entre palabra y concepto es menos estrecha. A veces, las palabras correspondientes en diferentes idiomas tienen connotaciones diferentes. Baker ofrece el siguiente ejemplo: kitchen (cocina) en inglés es un lugar en el que se suele trabajar duro, mientras que en francés cuisine evoca creatividad y reuniones familiares. Puesto que las palabras provocan asociaciones un poco diferentes en cada idioma, el bilingüe puede pensar de manera más flexible y creativa. Asimismo, por el mero hecho de poder pasar fácilmente de un idioma a otro, es más consciente de la lengua en general y más sensible a la comunicación. Los bilingües suelen ser también más pacientes con los que no hablan bien sus idiomas. Además, suelen tener más flexibilidad para comunicarse, una evolución ligeramente más rápida en las diferentes etapas del aprendizaje y prestan más atención a los significados que a los sonidos de las palabras. Esta última ventaja suele ser sólo temporal (hasta los 6 años). Baker insiste también que dichas ventajas sólo se producen en bilingües con ambos idiomas bien desarrollados.
Tokuhama-Espinosa (2001) indica que los neurólogos no conocen ningún límite en el número de idiomas que el cerebro es capaz de asimilar. En este sentido, más que sobrecargar el cerebro, lo que provoca el multilingüismo es que se utilicen áreas que contrariamente no se utilizarían. “Resulta cada vez más evidente que el multilingüismo aumenta la flexibilidad mental del niño y no afecta negativamente ni representa ninguna carga para su mente”.
Acabaremos diciendo que, en lo relativo a la personalidad, las investigaciones no han encontrado diferencias particulares entre bilingües y monolingües en lo que se refiere a la extraversión, introversión, ansiedad, confianza en sí mismo, autoestima, timidez, sociabilidad o ambición (Baker, 2000). Las diferencias de personalidad, cuando las hay, se pueden atribuir más bien a motivos extralingüísticos. Por ejemplo, si los bilingües son inmigrantes, pueden sufrir prejuicios y hostilidad. O al revés, si los bilingües pertenecen a las élites (hijos de padres de clase media o alta).
Por lo tanto, en todo aquello relacionado con la influencia del bilingüismo sobre la inteligencia, las investigaciones más recientes inciden más en las ventajas que en las desventajas, aunque según la threshold hypothesis, es importante que ambos idiomas se desarrollen lo suficientemente bien para beneficiarse de las ventajas cognitivas. De no ser así, estaríamos ante una importante desventaja: el temido doble semilingüismo. Pasemos ahora a examinar los retos del niño bilingüe en relación con la cultura y la identidad.

2. Bilingüismo, cultura e identidad

En este apartado citaremos las opiniones de algunos especialistas reconocidos en el tema del bilingüismo, en concreto sobre cómo el bilingüismo puede afectar positivamente o negativamente a la vida del niño dentro de su familia o en la comunidad en la que vive.

2.1. Algunas ventajas del niño bilingüe en el terreno personal

Para Colin Baker (2000), existen muchas ventajas y muy pocas desventajas en el hecho de ser bilingüe. En primer lugar, en el caso en el que los padres tengan lenguas diferentes, una ventaja del bilingüismo será que los niños puedan comunicarse con sus padres en sus lenguas maternas, lo que permitirá una relación más sutil. Además, tendrán la posibilidad de hablar tanto la lengua de los padres como la de la comunidad en la que viven.
Para muchos padres, es importante utilizar la lengua materna con sus hijos, ya que es aquella con la que se expresan con mayor naturalidad. Asimismo, a través de la lengua, los padres dan a sus hijos una parte de su pasado, de su herencia cultural. Para Baker, otra ventaja del bilingüismo es que une a las generaciones. Si el niño no habla la lengua de sus abuelos, tíos, primos u otros parientes, probablemente no se pueda comunicar con ellos.
Además, el bilingüe se puede comunicar con más gente que el monolingüe. Cuando viaja, el bilingüe se puede relacionar más fácilmente con gente nueva, de otras nacionalidades o grupos étnicos, y abrirse a otras culturas. Otra ventaja es que, en el caso de que sepan leer en ambos idiomas, tienen acceso a dos literaturas, algo que les abre a otras tradiciones. En este sentido, el bilingüe es a menudo bicultural y, por lo tanto, conoce dos tradiciones, dos maneras de conversar, de entretenerse y de pensar, algo que suele comportar también mayor tolerancia hacia las diferencias culturales y menos prejuicios raciales.
Claro está que puede suceder también que bilingüismo y biculturalismo no coincidan. En algunos países multilingües, es frecuente que uno de los idiomas sirva como lingua franca para la educación y la Administración (caso particular de una situación de diglosia[6]) y muchos habitantes, a pesar de ser bilingües, pertenecen a una cultura predominante[7]. Existen también muchos ejemplos de monolingües que son biculturales, por ejemplo los irlandeses, galeses y escoceses, que sólo hablan inglés pero que tienen una cultura específica que no comparten con los ingleses (Harding y Riley, 1986).
Los bilingües no son la suma de dos monolingües. El bilingüismo es un estatus especial, que es el privilegio o la desgracia de los bilingües (Ploch, 2003). Cada individuo tiene una vida y una identidad. Es irrealista pensar que una persona puede ser totalmente alemana cuando está en Alemania y totalmente francesa cuando está en Francia. Generalmente, la gente que está expuesta a ambas culturas adoptará una combinación cultural propia. Es probable que se sientan cómodos en cada una de las culturas y que se comporten adecuadamente, aunque siempre habrá un momento en el que su doble identidad se hará evidente. Esto suele ser problemático sólo si existe cierta tensión entre ambas culturas (Harding y Riley, 1986). Según Kielhöfer y Jonekeit (1994), si el biculturalismo provoca sentimientos de desequilibrio no se debe a los idiomas implicados sino a conflictos de prestigio entre diferentes culturas y realidades.
En casos de padres que han renunciado a su cultura y a su lengua para que sus hijos pudiesen integrarse mejor a su nueva comunidad, los niños a veces perciben esta actitud como una traición en el período de pubertad (por ejemplo, Laura en el caso n. 10).
En general, los niños de familias bilingües son conscientes de que se espera de ellos que se identifiquen con dos culturas diferentes. Normalmente, este hecho no les causará ningún problema[8]. Existen diferentes estudios que indican que los adolescentes de familias bilingües pueden ser verdaderamente biculturales y no rechazar ninguna de las dos culturas (Aellen y Lambert, 1969; Peal y Lambert, 1962; Lambert y Tucker, 1972).
Para Baker (2000), el bilingüe tendrá también potenciales ventajas económicas, ya que tendrá a su alcance un abanico más amplio de ofertas laborales. Se necesitan más bilingües para trabajar en el comercio internacional, turismo, transporte internacional, relaciones públicas, banca, contabilidad, informática, secretariado, marketing y venta, enseñanza y cooperación exterior. Además, hay demanda de bilingües en grandes multinacionales u organismos internacionales como la Unión Europea. En regiones como Cataluña o el País de Gales, entre otras, el bilingüismo es necesario para trabajar en la Administración Pública o en la enseñanza, además de ser una gran ventaja para encontrar empleo en el sector privado.
La importancia del bilingüismo no deja de aumentar en un mundo que tiende a estar cada vez más globalizado. Para Baker, los bilingües pueden crear vínculos entre familias, comunidades, culturas y sociedades.
Rosenberg (1996) también remarca las ventajas del bilingüismo: conocer dos culturas, algo que permite comunicarse con más variedad de gente, además de posibles ventajas económicas y de aprendizaje. Ahora bien, avisa también a los padres de que antes de tomar la decisión de educar a los hijos de manera bilingüe, es necesario reflexionar sobre cuestiones de identidad, escolaridad y factores sociales.

2.2. Algunas desventajas del bilingüismo para el niño

Efectivamente, no todo son ventajas. Según Cunningham-Andersson (1999), para los niños muy pequeños, el bilingüismo empieza siendo una desventaja. Sus intentos iniciales de descifrar los sonidos que les rodean se ven dificultados por la multiplicidad de códigos. Posteriormente, el niño debe aprender dos palabras para cada cosa y, seguidamente, dos sistemas diferentes de combinar las palabras. También debe aprender cuándo es adecuado utilizar cada uno de los sistemas y con quién. Si estos mecanismos no están bien captados, pueden crear frustraciones y dificultar la comunicación. El niño mayor también tendrá que realizar más esfuerzos para aprender el vocabulario suficiente y, sobre todo, para aprender a leer y escribir en ambos idiomas, si bien es cierto que la tarea se simplifica considerablemente si ambos idiomas tienen alfabeto y, sobre todo, si es el mismo.
Baker admite que es posible que el niño no tenga un vocabulario tan extenso en cada uno de los dos idiomas como lo tendría un monolingüe, aunque su vocabulario total (en los dos idiomas) será muy superior al del monolingüe. En cualquier caso, los bilingües suelen tener un vocabulario suficiente para expresarse sin dificultad en cada idioma.
Otro problema potencial (Baker, 2000 y Cunningham-Andersson, 1999) es el esfuerzo suplementario que presenta para los padres la educación bilingüe de sus hijos. Los padres se deben plantear y aplicar su estrategia lingüística con sumo cuidado, deben ser creativos y motivar constantemente al niño en su bilingüismo. Como afirma Annick de Houwer (1999), es falso que los niños “aprenden idiomas como si nada”. Necesitan un ambiente favorable al bilingüismo y un vocabulario rico.
A continuación se examinan algunos de los problemas específicos que se suelen asociar al bilingüismo.
Harding y Riley (1986) indican que, según algunas estadísticas, los niños bilingües empiezan a hablar ligeramente más tarde que los monolingües, aunque la variación está dentro de los márgenes normales para los monolingües[9]. De hecho, existe una mayor diferencia entre niños y niñas (las niñas suelen empezar a hablar antes) o entre el primer hijo y los otros hermanos (los primeros suelen recibir más atención de los padres), que entre bilingües y monolingües en cuanto a la rapidez al comenzar a hablar. Además, para enfatizar que los padres no deberían preocuparse por este problema, es necesario recordar que Einstein no habló hasta los tres años y Runeberg (poeta nacional de Finlandia), hasta los cuatro.
En un artículo publicado en la Bilingual family newsletter titulado “Bilingualism: benefits and frustrations”, Garrett Duncan (2003) explica que su hijo Tyson pasó un período de frustración entre los 12 y los 18 meses por el hecho de no poder hablar: señalaba las cosas y parecía frustrado por no poder explicar lo que quería decir. Los padres atribuyen el retraso al hecho de haberle hablado dos idiomas (inglés y penyabí) desde su nacimiento, algo que atrasaba su adquisición del habla en un momento en el que tenía unas ganas desesperadas de comunicarse.
Según mi opinión, un niño monolingüe podría haberse encontrado en la misma situación. Parece que Tyson empezó a hablar a partir de los 18 meses, una edad bastante normal, y a los dos años ya era perfectamente bilingüe[10]. Es difícil juzgar si el bilingüismo atrasó ligeramente las primeras palabras de Tyson, aunque es posible que los padres de niños bilingües estén más impacientes que otros padres para que el niño empiece a hablar. Quieren asegurarse de que todo vaya bien y son más receptivos a la evolución lingüística del niño.

2.2.1. Anomia

A partir de las investigaciones de Child, citado por Baetens Beardsmore (1986:154), se ha hablado de conflictos de fidelidad entre dos idiomas y culturas como causa de la anomia, un cambio patológico de la personalidad caracterizado por la ansiedad y un sentimiento de desorientación, de una falta de pertenencia social, ausencia de normas y valores y de una pérdida de identidad. La anomia es menos frecuente en niños pequeños que en adolescentes y adultos (Baetens-Beardsmore, 1986).
En muchos casos no existe ningún tipo de problema de este tipo. Como afirma Baker, muchos galeses se identifican primero como galeses y, en segundo lugar, como británicos, aunque no como ingleses, aunque hablen inglés. Este hecho se podría también aplicar a muchos catalanes, que se sienten primero catalanes y, después, españoles. Un caso muy diferente es el de los inmigrantes de primera o segunda generación, que a veces quieren desesperadamente identificarse con la lengua y cultura mayoritaria (por ejemplo, los hispanos en Estados Unidos). Entre estos dos extremos encontraríamos casos de bilingües que no se pueden identificar totalmente con ninguna de las dos culturas y que a menudo se preguntan a qué cultura pertenecen realmente. Ello puede ser vivido como algo natural o como fuente de angustia.
McCloskey y Schaar, citados por Baetens Beardsmore (1986:156), observaron que la anomia suele ser inversamente proporcional al estatus socioeconómico. Lambert y Aellen (1972), comparando niños monolingües con niños bilingües de padres de culturas diferentes, concluyeron que los bilingües no tenían problemas de estabilidad ni de autoestima, ni tampoco dificultades para identificarse con sus padres. En cambio, los niños que pertenecían a grupos de lenguas minoritarias, tanto si eran hijos de parejas homogéneas como de parejas mixtas, parecían necesitar más afecto que los de lenguas mayoritarias. Baetens Beardsmore (1986) enfatiza la importancia de un equilibrio cultural en el niño para evitar la anomia, y añade que muchos estudios han demostrado que los adolescentes que pertenecen a un grupo minoritario aprenden la lengua mayoritaria mejor y se ajustan también mejor a su ámbito bilingüe si los vínculos culturales y lingüísticos con el grupo minoritario se mantienen fuertes y activos desde la infancia. En cualquier caso, para Baetens Beardsmore no existe una relación causal entre bilingüismo y anomia, ya que los orígenes de la anomia son de naturaleza psicosocial.

2.2.2. Mezcla lingüística

Un problema que los monolingües suelen atribuir a los niños bilingües es que estos mezclan los dos idiomas, algo que perciben como un síntoma de confusión. Harding y Riley (1986) indican que la mezcla de idiomas es una etapa normal en el desarrollo lingüístico del niño bilingüe. Una gran mayoría de padres de niños bilingües “productivos” (que hablan los dos idiomas activamente) entrevistados indicaron que el niño tuvo una etapa de mezcla lingüística, básicamente entre el año y medio y los tres años de edad. A pesar de ello, hay niños que no los mezclan nunca. Como veremos más adelante en los casos analizados, algunos niños pasaron por una etapa de mezcla de idiomas, si bien es cierto que en pocos casos fue extremadamente breve, y algunos niños no la pasaron.
Para comprender mejor el fenómeno de mezcla lingüística, es útil mencionar brevemente el procedimiento de adquisición de una lengua en niños bilingües. Volterra y Taeschner, citados por Harding y Riley (1986), describen las principales fases en la adquisición lingüística del niño bilingüe: cuando empieza a hablar, el niño tiene un único sistema léxico en el que hay palabras procedentes de los dos idiomas, aunque todavía no es capaz de relacionar parejas de palabras. En esta fase sólo utiliza una palabra para cada concepto o para conceptos ligeramente diferentes. Por ejemplo, había una niña que decía silla (stol) en sueco para designar su trona y en inglés (chair) para las otras sillas. A veces, en esta fase, los niños crean palabras compuestas. Grosjean nos proporciona el ejemplo de “shot” para decir ”caliente” (chaud+hot) o “assit” para ”sentado” (assis+sit). La hija del lingüista Werner Leopold, Hildegaard, decía “bitte-please” para “por favor” y Grosjean también hace referencia al uso de “lune-moon” para “luna”. En el caso n. 7 del capítulo “Estudio de casos”, Riccar do hacía combinaciones de este tipo: “scarpa, kenka, chaussure” para “zapato”. En una segunda fase, el niño empieza a tener dos vocabularios diferentes aunque les aplica la misma gramática rudimentaria. También es frecuente en esta etapa utilizar palabras de un idioma en una frase expresada en el otro idioma. Normalmente, el número de mezclas decrece rápidamente. En la tercera fase, tanto el vocabulario como la gramática están separados y el niño suele asociar cada idioma a personas en particular.
En el estudio pormenorizado de una niña bilingüe de menos de tres años llamada Kate, Annick De Houwer (1990) concluye que el desarrollo morfosintáctico en el niño bilingüe se produce de forma separada para cada idioma. Kate utilizaba construcciones morfosintácticas neerlandesas cuando hablaba neerlandés y construcciones inglesas cuando hablaba inglés.
Aunque la mezcla lingüística es una etapa normal en el niño bilingüe, Baker (2000) recomienda a los padres separar los idiomas siempre que se pueda en los primeros años del niño con el objetivo de darle un modelo claro y ayudarle en la transición hacia el estadio de separación de idiomas.
Baker (2000) considera que, en general, el bilingüismo ayuda a eliminar barreras sociales y permite que nazcan amistades entre niños de diferentes comunidades. A pesar de ello, pueden aparecer problemas sociales cuando niños que pertenecen a minorías lingüísticas se relacionan con niños que hablan la lengua mayoritaria. Si los primeros aún no hablan bien la lengua mayoritaria, los otros se pueden burlar de ellos o mostrar cierta hostilidad. Este tipo de problemas pueden aumentar en niños mayores y adolescentes. Para Baker, los sistemas educativos deberían sensibilizar a los estudiantes sobre cuestiones lingüísticas para minimizar este tipo de problemas.
Baetens Beardsmore (1986) indica que los niños bilingües inmigrantes de clase social baja necesitan un trato diferente que los de clase media, para quienes el bilingüismo no suele ser fuente de ningún problema. En este sentido, los padres y profesores deberán estar más atentos y prestarles más apoyo.
En este capítulo hemos examinado algunas de las ventajas y desventajas que se suelen atribuir a los niños bilingües. En lo relativo a las relaciones familiares, el bilingüismo parece más una necesidad que una ventaja para que el niño pueda gozar de una relación plena con sus familiares, tanto del lado paterno como del materno. Desde un punto de vista cultural, el bilingüismo resulta muy enriquecedor. Si hablamos de los problemas, cabe decir que el bilingüe puede tener un vocabulario más reducido en cada idioma, aunque esto no deberá causarle problemas significativos, ya que el vocabulario suele ser suficiente para seguir el aprendizaje y para comunicarse de manera adecuada en todos los ámbitos. El problema de la mezcla lingüística aparece como normal y temporal. La posibilidad de que el niño presente problemas de identidad es muy reducida en los casos en los que el bilingüismo está bien equilibrado. En general, tanto la anomia como los posibles problemas sociales no se pueden atribuir directamente al hecho de ser bilingües, sino más bien a problemas de percepción cultural por parte de la cultura mayoritaria y monolingüe. Sin embargo, lo que sí parece evidente es que la educación multilingüe requerirá muchos más esfuerzos a los padres, que deberán diseñar una estrategia muy detallada para asegurarse que el desarrollo lingüístico de sus hijos sea pleno.

3. Trilingüismo y multilingüismo

Hugo Baetens Beardsmore (1986) indica que el término bilingüismo se utiliza a menudo para referirse a situaciones en las que se hablan más de dos idiomas. Para él, no existe ninguna prueba que sugiera que los principios fundamentales que afectan a los usos lingüísticos sean diferentes cuando se trata de dos, tres o más idiomas. Otros autores se refieren también al trilingüismo como un caso particular de bilingüismo (Suzanne Barron-Hauwaert, 2004; Tokuhama-Espinosa, 2001).
Para Cenoz y Genesee (1998), la adquisición multilingüe es un fenómeno complejo puesto que, además de los factores y procesos que se dan en la adquisición bilingüe, también se deben tener en cuenta las interacciones entre las diferentes lenguas del niño. Además, el estatus sociocultural de cada uno de los idiomas y sus diferentes funciones dentro de la sociedad también pueden añadir más complejidad al asunto.
La investigación académica en el campo del multilingüismo es muy escasa. No existen estudios que comparen monolingües o bilingües con trilingües. Y sin embargo, en el mundo crecen muchos niños con tres o más lenguas. En Escan dinavia, África, la India, sureste de Asia y en Oriente Medio el multilingüismo es muy común. Si ponemos a la India como ejemplo, en la mayoría de regiones conviven una lengua local con el hindi, la lengua nacional, y el inglés. En estos casos el multilingüismo no se percibe de manera especial. De todas formas, el hecho de estar expuesto a tres o más idiomas no garantiza el multilingüismo. Es posible que algunos habitantes comprendan los tres idiomas pero no se expresen muy bien en alguno de ellos, sobre todo si sus actividades sociales o profesionales no lo requieren. Todos los especialistas en bilingüismo están de acuerdo en el hecho de que para adquirir una lengua es imprescindible estar en contacto con muchas personas, libros y medios de comunicación.
Suzanne Barron-Hauwaert (2004) opina que los niños pueden adquirir tres lenguas con la misma facilidad que una o dos. Desde un punto de vista cognitivo, pueden asimilar las tres simultáneamente, a pesar de que puede haber cierto retraso en alguna de ellas en las primeras etapas de adquisición.
Tracey Tokuhama-Espinosa, en el libro Raising Multilingual Children (2001), ofrece numerosos ejemplos de familias multilingües, a pesar de que no da muchos detalles, y explica cómo educó a sus hijos con éxito en tres idiomas. Según sus observaciones (en unas cincuenta familias), los casos en los que los niños habían alcanzado un nivel más elevado en todos los idiomas reunían una de las siguientes condiciones: o los habían aprendido desde su nacimiento o los padres habían usado una estrategia lingüística muy consistente con ellos. Tokuhama-Espinosa encontró una relación más importante entre el grado de éxito y el momento en el que cada idioma se introdujo, que en relación con el número de idiomas o con la manera en la que se introdujeron.
Colin Baker (2000), a pesar de considerar el trilingüismo como posible y valioso, opina que es más inestable que el bilingüismo. Baker aconseja a los padres que se aseguren que uno de los idiomas se desarrolle completamente ya que es importante, para el desarrollo cognitivo del niño, que como mínimo uno se desarrolle en la edad adecuada. Por ejemplo, el niño necesita poder seguir el programa escolar en el momento adecuado. Para Baker, en casos de trilingüismo existe un riesgo mayor, por muy pequeño que sea, de que las tres lenguas no se desarrollen lo suficiente.
Suzanne Barron-Hauwaert (2004) indica que el trilingüismo es un fenómeno más fluido que el bilingüismo. Le parece importante que a largo plazo el niño vea que el padre y la madre hablan, los dos, los tres idiomas. Opina que el modelo que los padres deben ofrecer es el de la flexibilidad lingüística. Sin embargo, este consejo difiere bastante con el que se suele dar en casos de bilingüismo, si bien es cierto que muchos autores coinciden en afirmar que la consistencia es sobre todo importante en los primeros años del niño.
Annick De Houwer (2004) realizó un estudio de 18.000 familias de Flandes y constató que un 2% (244 familias) era trilingüe. Ahora bien, en estas familias, sólo el 40% de los niños utilizaba los tres idiomas, aunque estuviese expuesto en casa. Los factores más importantes que descubrió son los siguientes: cuando la combinación lingüística de la familia incluye el neerlandés (lengua de la comunidad), los niños tienen mucha menos probabilidad de ser trilingües (debido a la falta de motivación o de exposición), y en las familias en las que los padres hablan, ambos, el idioma del otro, es más probable que los niños lleguen a ser trilingües.
Así pues, podemos concluir que a pesar de la falta de investigaciones en este campo, parece posible extender a los multilingües la mayoría de consideraciones que se aplican a los bilingües, si bien es cierto que el trilingüismo podría requerir una estrategia lingüística más flexible. El multilingüismo no parece suponer ningún problema para el niño desde el punto de vista del aprendizaje. Sin embargo, es cierto que en el caso de los multilingües resulta más difícil exponer al niño a los tres idiomas de manera rica y equilibrada, además de en una variedad de situaciones suficientes. Por lo tanto, un multilingüismo equilibrado requerirá de los padres una estrategia lingüística bien planeada y consistente.