Capítulo I. Lengua y lenguas en China

Diversidad lingüística en Asia oriental

Afirmar que China es un país de enormes dimensiones geográficas y humanas es una obviedad. Sin embargo, la imagen frecuentemente estereotipada que nos llega de la China del siglo XXI como uno de los principales actores de la economía mundial, principal mercado del futuro y último gran bastión del comunismo nos hace olvidar en ocasiones que dentro de esa enormidad podemos localizar áreas de una diversidad y una riqueza cultural únicas. Más allá del luminoso skyline postmoderno que presentan al anochecer grandes urbes como Shanghai y Hong Kong, en China se oculta una realidad social y étnica mucho más compleja de lo que permiten vislumbrar las fragmentarias noticias sobre violaciones de derechos humanos que, referidas a regiones como el Tíbet o Xinjiang, se mencionan en algunas ocasiones en nuestros periódicos. Entre los ciudadanos de la República Popular China se habla más de un centenar de lenguas, reflejo de la pervivencia en las zonas más periféricas de su territorio de multitud de comunidades que han mantenido unas relaciones históricas desiguales con la mayoría china Han.

La situación de China no deja de ser una muestra desenfocada de la realidad del continente asiático. Una cuestión que los lingüistas han intentado responder sin éxito es la del número de lenguas que existen en el mundo. Las estimaciones más conservadoras hablan de unas cuatro mil, pese a que algunos especialistas apuestan por cifras que casi llegan a doblar ese número. En cualquier caso, parece ser que en Asia se concentran alrededor del 30% de esas lenguas, especialmente en las regiones sur, sudeste y este, las más densamente pobladas. Este dato no nos debe sorprender si tenemos en cuenta que más de la mitad de los habitantes de nuestro planeta ha nacido en Asia y habla lenguas propias de este continente.

Situados en su extremo noreste, la situación en los países de Asia oriental –es decir, China, Japón, las dos coreas y Taiwán– no es tan compleja como la de otras zonas del continente, aunque en su interior convive también un importante número de grupos lingüísticos. Es precisamente en las zonas situadas más al sur de Asia oriental, en las provincias fronterizas meridionales de China, donde se encuentran las áreas de mayor diversidad étnica y lingüística de toda la región. También en la zona norte de este subcontinente geográficamente tan difícil de delimitar aparece un número importante (aunque menor) de etnias, muchas de ellas llegadas en diferentes oleadas migratorias desde Asia central. Entre ambos polos, en las regiones centrales de lo que históricamente ha sido la China propiamente dicha, se extiende una enorme área de territorio étnica y lingüísticamente mucho más homogénea. De hecho, la distribución geográfica de los grandes grupos lingüísticos de Asia oriental es una manifestación de la evolución histórica de la región, especialmente en su mitad norte, que coincide además con la de los grandes grupos étnicos que la configuran.

1. Familias lingüísticas de Asia oriental

Uno de los conceptos que mejor nos permiten comprender algunas de las dinámicas históricas y socioculturales de los países de Asia oriental es el de familia lingüística. Esta noción nace hacia finales del siglo XVIII en torno a una constatación: el hecho de que algunas lenguas presentan entre sí determinadas similitudes, ya sean léxicas, morfológicas, sintácticas o fonéticas. Y se estructura en torno a una hipótesis: que estas similitudes y características compartidas deben atribuirse a un antepasado común. Ésta es la base de la definición habitual del concepto que establece que una familia lingüística es un conjunto de lenguas emparentadas que, supuestamente, según se deduce de determinadas características compartidas, descienden de un antepasado común. (1) Con frecuencia se dividen en diferentes subfamilias, ramas y grupos.

Según esta definición, cuando hablamos de grandes familias lingüísticas hay que hacerlo con un cierto grado de incertidumbre, basándonos en algunos momentos en suposiciones sujetas a constante revisión. Tanto en Asia oriental como en cualquier otro lugar del mundo, han existido muchos casos de filiación errónea de lenguas. Existen muchas lenguas que, pese a compartir un gran número de características comunes en un ámbito fonológico, morfológico y sin-táctico, no pertenecen a una misma familia lingüística, incluso cuando se trata de lenguas que conviven en una misma área geográfica. Es el caso, por ejemplo, del chino, el vietnamita y el tai. Estas tres lenguas son fundamentalmente monosilábicas y aislantes (las palabras no cambian nunca, independientemente del género, el número o el tiempo); su estructura silábica es muy simple e incluye el empleo de tonos; y además hay un número importante de léxico que es compartido por todas ellas. Estas razones llevaron a la mayoría de lingüistas a creer que el tai y el vietnamita eran lenguas genéticamente relacionadas con el chino y que formaban parte de la misma familia lingüística. Actualmente se sabe, sin embargo, que estas similitudes no tienen su origen en un antepasado común, y que el chino no pertenece a la misma familia que el vietnamita y el tai. Las similitudes se explican como resultado de su proximidad geográfica y de la larga historia de contactos de una lengua con las otras. Las coincidencias de léxico responden a una intensa y fecunda influencia cultural, especialmente del chino sobre el vietnamita. La similar estructura silábica y tonal es común en muchas otras lenguas del sudeste asiático, y de hecho existen lenguas de la misma familia que el chino que no comparten esta característica.

La genealogía de las lenguas, por consiguiente, se trate de Asia como de cualquier otro lugar del mundo, nos ofrece una visión sólo aproximada de la realidad lingüística de cada una de las áreas que pretende analizar. Las distinciones y los límites entre dialectos, lenguas, subgrupos, grupos, ramas y familias lingüísticas no son cuantificables numéricamente; tampoco es sencillo delimitar su extensión geográfica, y más teniendo en cuenta que, en el caso de Asia oriental, las fronteras lingüísticas raramente coinciden con los límites políticos. El hecho de que dos lenguas pertenezcan a una misma familia sólo nos indica que comparten un mismo antepasado, pese a que en muchos casos éste pueda ser tan lejano que la vinculación entre las lenguas no sea evidente en un análisis tipológico.

Por otro lado, un mismo grupo lingüístico puede dividirse en muchas ramificaciones de diferentes niveles en las cuales pueden convivir lenguas aparentemente sin ninguna vinculación directa con otras con las cuales presentan una filiación mucho más evidente. El caso del árbol de las lenguas sino-tibetanas (véase la figura 1.1) es lo bastante explícito. El primer gran subgrupo de esta familia es el de las lenguas sínicas, formado por los comúnmente denominados dialectos chinos, estrechamente vinculados entre sí. En cambio, el otro gran subgrupo de la familia, el de las lenguas tibeto-birmanas, no sólo incluye diferentes subgrupos, la mayoría de éstos nuevamente ramificados, con más de trescientas lenguas representadas, sino que además se extiende por una región donde es imposible establecer ningún tipo de unidad étnica, política o cultural.

Figura 1.1. Árbol de las lenguas sino-tibetanas

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El estudio de las familias lingüísticas, por lo tanto, sólo nos permite clasificar las lenguas según su origen, sin que esto nos aporte prácticamente ninguna información sobre la situación actual de las lenguas que delimitan. Sin embargo, puede sernos útil para comprender la vinculación (o no vinculación) existente entre las diferentes lenguas o regiones. Por lo que se refiere a los países de Asia oriental, podemos distinguir, siguiendo su distribución geográfica, las siguientes áreas lingüísticas:

- En el norte, desde la cordillera del Pamir hasta el Pacífico, se encuentran diferentes lenguas altaicas, como son las lenguas túrquicas, las mongolas y las tungús, llegadas en su mayoría de regiones situadas más al oeste. Además, hay diferentes lenguas de origen dudoso, como el coreano o el japonés, que algunas clasificaciones sitúan también dentro de la familia de las lenguas altaicas.

- En la zona central, este y sur de China se hablan mayoritariamente las lenguas sínicas (los dialectos del chino), pertenecientes a la familia sino-tibetana. En la zona sudoeste encontramos diferentes lenguas tibetanas y tangutqiang, grupos también incluidos en el filum sino-tibetano.

- En el sur de China, en las provincias cercanas a los países del sudeste de Asia, hallamos una diversidad étnica y lingüística extraordinaria. Conviven lenguas de muy diferentes orígenes: lenguas de las familias sino-tibetana, daica, miao-yao (también denominada hmong-mien) y austroasiática, algunas de las cuales, como el yi (tibeto-birmana) o el zhuang (tai), habladas por varios millones de personas, y otras, en cambio, que apenas llegan a unos pocos miles de hablantes. Además, en la isla de Taiwán encontramos lenguas austronesias que nos remiten a otras regiones del sudeste asiático.

Figura 1.2. Mapa de las familias lingüísticas de China

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De este modo, con mayor o menor presencia en Asia oriental, podemos distinguir ocho familias lingüísticas. La clasificación que ofrecemos a continuación no pretende ser inequívoca ni preceptiva, ya que existen diversas alternativas, aunque sigue en líneas generales la opinión de la mayoría de especialistas (véase, por ejemplo, Comrie 1990), aunque existen otras alternativas (puede consultarse Ramírez 2005). En cualquier caso, en Asia oriental encontramos representadas a casi la mitad de las grandes familias lingüísticas que algunos especialistas han señalado que existen en el mundo: (2)

- Altaica. Dentro de este grupo encontramos las lenguas mongolas, las tungús (con el manchú y el ya desaparecido jürchen) y las túrquicas (con el uigur y el kazak), todas éstas habladas en la República Popular China. De ellas, las túrquicas (sobre todo el uigur) son las que, dentro de los países de Asia oriental, cuentan con un número más destacado de hablantes, seguidas de las lenguas mongolas. Del grupo tungú, en cambio, no quedan más que unos pocos miles (pese a que las minorías étnicas que representan este grupo contabilizan más de cuatro millones de representantes).

- Coreano. Aunque algunos lingüistas la consideran cercana a las lenguas altaicas, se trata de una lengua de filiación muy dudosa, por lo que la clasificamos al margen de éstas. Se habla en toda la península de Corea, con aproximadamente sesenta millones de hablantes, a los que hay que añadir prácticamente dos millones de coreanos chinos (principalmente en las provincias chinas de Liaoning, Heilongjiang y Jilin), muy activos desde el punto de vista lingüístico (en los ámbitos de la enseñanza y las publicaciones). También encontramos coreanos en Japón y en Rusia, pero representan cifras menos significativas.

- Japonés. A pesar de lo que habitualmente se cree, más que de una lengua, se trata de una familia que hay que dividir entre el japonés propiamente dicho y las lenguas de las islas Ryukyu. Algunos especialistas lo emparientan con el coreano y las lenguas altaicas, mientras que otros lo hacen con las lenguas austronesias; a pesar de todo, para la mayoría de los lingüistas continúa siendo una lengua de filiación dudosa. (3) El número de hablantes es de unos ciento veinticinco millones.

- Sino-tibetana. Es una familia muy heterogénea, con algunos centenares de lenguas distintas, que, como característica general, se extiende más al sur que las anteriores. Es la que reúne a más hablantes de todo el mundo. Destacan el chino como grupo propio, que cuenta con el número más elevado de hablantes y ocupa toda la mitad este de China; las lenguas tibeto-birmanas, que incluyen todas las lenguas del Himalaya, como el tibetano o el bai; las lenguas lolo-birmanas, con el naxi; o las tagut-qiang, con el qiang como máximo representante.

- Daica. Familia que abraza principalmente zonas del sur de China y Vietnam. En China existen unos dieciséis millones de hablantes de lenguas de esta familia, la más extendida de las cuales es la lengua de la minoría zhuang. También pertenecen a este grupo otras lenguas de más al sur como el laosiano o el tailandés.

- Miao-yao (o hmong-mien). Familia de lenguas habladas exclusivamente en el sur y el sudeste de China (y zonas adyacentes), entre las cuales destacan los diferentes dialectos miao (o hmong). En total hay unos cinco millones de hablantes de estas lenguas, la mayoría pertenecientes a la nacionalidad miao.

- Austroasiática. Familia que se extiende desde la India hasta Vietnam. Dentro de Asia oriental, ciertas minorías de las provincias del sur de China hablan algunas de las denominadas lenguas mon-khmer, pertenecientes a este grupo, pese a que el número de hablantes es poco significativo, acumulando en total en torno a medio millón de hablantes. Más al sur, hay que destacar que tanto el khmer (o camboyano) como el vietnamita son lenguas de este grupo.

- Austronesia. Cerca de veinte lenguas de esta familia se hablan entre las minorías aborígenes de la isla de Taiwán, sobre todo en las zonas montañosas del centro de la isla. Otras lenguas austronesias que se encuentran en zonas más meridionales son el malayo, el indonesio o el tagalog.

Esta clasificación, sin embargo, no refleja la realidad geolingüística de Asia oriental, ya que existen muchas regiones en las cuales, conviviendo con la lengua predominante, hay otras lenguas en circunstancias muy distintas, tanto en lo que respecta a su grado de reconocimiento oficial como por su situación sociolingüística. De hecho, el bilingüismo y la diglosia (4) son fenómenos muy frecuentes en muchas áreas de Asia oriental. La razón es que, al margen de Corea y en cierto grado Japón, las fronteras de los países de Asia oriental no coinciden con las de las distintas regiones lingüísticas, y en la mayoría de los casos las divisiones provinciales tampoco nos servirían. Un caso característico es el del mongol, lengua que se habla en tres países diferentes, China, Mongolia y Rusia (aunque en su seno existe una gran variedad dialectal, de modo que las variedades habladas en estos tres países presentan en algunos casos diferencias notables). En el otro extremo tenemos el ejemplo de la provincia china de Sichuan, en el sudoeste, de una gran diversidad étnica, donde es posible encontrar hablantes de muchas lenguas distintas de diferentes familias.

2. Otras lenguas de Asia oriental: japonés y coreano

Las lenguas oficiales y predominantes en los países de Asia oriental son el japonés, el coreano y el chino mandarín. Existe la creencia muy difundida de que el japonés y el coreano son lenguas originadas a partir del chino o, al menos, muy vinculadas con éste. Se trata, sin embargo, de una afirmación errónea, ya que son lenguas pertenecientes a familias totalmente distintas y cuya única vinculación entre ellas nos remite casi exclusivamente al código de escritura que emplean o han empleado o a procesos históricos de intercambio de léxico.

2.1. El japonés

El japonés forma parte de una familia lingüística totalmente independiente de la del chino, sólo hablada en el archipiélago de Japón. Aunque en ocasiones se ha afirmado lo contrario, se trata de una lengua con unas características comunes a muchas otras familias lingüísticas. El orden básico de la oración, por ejemplo, es el de sujeto-objeto-verbo (S-O–V), el mismo que el de muchas lenguas de Asia, e incluso de otras geográficamente tan cercanas a nosotros como el euskera. También en lo que respecta a la fonología es una lengua poco compleja: tiene cinco vocales y un conjunto de consonantes ligeramente menos simple que se combinan en estructuras silábicas consonante-vocal muy básicas, hecho que explica el bajo número de sílabas que presenta, alrededor de unas cien. Sólo en algunas características se trata de una lengua con especificidades poco habituales para hablantes de lenguas occidentales, como el uso de determinadas partículas gramaticales (algunas de las mismas utilizadas exclusivamente por hombres o por mujeres), su sistema de escritura, o un registro honorífico. Con todo, el uso de registros honoríficos es relativamente común en Asia oriental, en lenguas tan alejadas geográficamente y lingüísticamente como el tibetano, el coreano, el indonesio, el javanés o el tai.

Si bien no mantiene ninguna filiación lingüística con el chino, sí que es cierto que el japonés posee un sistema de escritura que, en parte, debe su origen a los caracteres chinos. Los primeros registros escritos en japonés datan del siglo VIII d. C. El más antiguo, el Kojiki (“Historia de los asuntos antiguos”), está escrito en caracteres chinos y una parte de la obra sigue la sintaxis china, de modo que no es inteligible por alguien que no conozca su gramática (por ejemplo, hay que tener en cuenta que, de forma general, el orden normal de la oración china es S-V-O). En otra obra ligeramente posterior, el Manyōshū (759 d. C.), los caracteres chinos se emplean fonéticamente, de modo que una palabra japonesa como yama, “montaña”, podía escribirse con dos caracteres chinos, uno que se pronunciase ya (por ejemplo, , “noche”) y otro con el sonido ma (por ejemplo, , “cáñamo”). A partir de este momento, por lo tanto, esta palabra podía escribirse de dos formas: bien con el carácter chino que tiene el significado de “montaña”, , o bien con el uso exclusivamente fonético de los caracteres chinos, 夜麻. Ésta es la base conceptual del desarrollo de los sistemas de escritura que se utilizan en el japonés actual, que se sirve al mismo tiempo de caracteres y elementos fonéticos. (5)

De este modo, el japonés moderno hace uso de un triple código de escritura que hay que analizar en dos categorías muy distintas.

1) En primer lugar, tenemos los caracteres chinos ( 漢字 kanji); en Japón existen en la actualidad prácticamente dos mil caracteres de origen chino, cuyo empleo en los medios de comunicación está aprobado oficialmente, pese a que con frecuencia se hace un uso mucho más extensivo de ellos. De hecho, como hemos comentado, antiguamente el japonés empleaba los caracteres chinos como único código de escritura, por lo cual el número de caracteres utilizado era mucho mayor. Su número se recortó considerablemente, hasta quedarse en los dos mil que se usan hoy día, por motivos prácticos vinculados con las dificultades de aprendizaje. Muchos de los caracteres utilizados en la escritura japonesa (no todos) tienen una doble pronunciación: on, derivada de la pronunciación china, y kun, la pronunciación original japonesa.

2) En segundo lugar, el japonés se sirve de dos silabarios (6) (kana), códigos basados en las sílabas más que en los fonemas, con un total de 46 grafemas básicos cada uno, que sustituyeron parcialmente a los caracteres chinos debido a la inadecuación de estos últimos para representar los elementos gramaticales o la flexión verbal del japonés. El primero de estos silabarios, el hiragana (平仮名), se utiliza en partículas, terminaciones verbales (la raíz en la mayoría de los casos es un carácter chino) o palabras para las cuales no existe un carácter chino adecuado. Finalmente, el katakana (片仮名) es un silabario paralelo al hiragana utilizado sobre todo para transcribir palabras de origen extranjero (con la excepción de los términos de procedencia china), nombres científicos u onomatopeyas propias del japonés.

En algunos casos (por ejemplo cuando un hablante japonés no conoce el carácter chino correspondiente), el hiragana puede sustituir los kanji, de manera que, al menos teóricamente, podría llegarse a escribir en japonés sin hacer prácticamente uso de los caracteres chinos o kanji. La tabla 1.1 recoge el listado de kanas (en la primera fila su pronunciación, en la segunda los hiragana y en la tercera los katakana) que conforman el sistema fonético de la lengua japonesa.

Tabla 1.1. Kanas de la lengua japonesa

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De esta manera, la escritura japonesa actual es una combinación triple de caracteres chinos, de hiragana y de katakana, tal y como vemos en el ejemplo (un texto publicitario que dice: “Hotel Cápsula: un hotel sencillo en el que todas las habitaciones tienen forma de cápsula”; transliterado según el sistema oficial de romanización como “Kapuseru Hoteru: Kaku shitsu ga kapuseru no kata no kan i hoteru”). En negro destacamos los kanji, subrayado el katakana, y en gris el hiragana:

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Este mismo texto lo podríamos escribir sin utilizar kanji, sustituyéndolo por el hiragana:

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Los kanji o caracteres chinos, como hemos indicado, pueden pronunciarse de diferentes maneras, según se utilice la forma derivada de la pronunciación china (音読み on’yomi) o la pronunciación japonesa original (訓読み kun’yomi). De hecho, en muchos casos existe incluso una doble o triple pronunciación china derivada de dos o más dialectos chinos distintos, lo cual aporta mayor complejidad al aprendizaje. Por citar un ejemplo, existen distintas palabras en las cuales el carácter , “arroz”, se pronuncia de tres formas divergentes: como mai, como bei (pronunciaciones derivadas del chino) o como yone (pronunciación japonesa original). Debido a esta aparente falta de sistematicidad, se han llevado a cabo campañas para abolir los kanji japoneses en favor de los kana, e incluso para la total romanización del japonés. Ninguna de ellas ha triunfado y, pese a la reducción del número de kanji oficiales realizada por el gobierno, todo parece indicar que la utilización del código triple de escritura del japonés permanecerá vigente, al menos a medio plazo.

Este sistema de escritura es la base del japonés estándar. No obstante, Japón es un país formado por un gran número de islas montañosas que ofrecen el escenario ideal para albergar una gran diversidad lingüística. De hecho, pese a la aparente homogeneidad lingüística de Japón, existe una riqueza dialectal muy importante. Algunos de los dialectos japoneses de regiones septentrionales no son totalmente inteligibles para algunos hablantes de las islas de más al sur, o incluso de la capital, Tokio. Por este motivo, la comunicación entre las diferentes regiones ha sido posible gracias al uso de una “lengua común”, nacida a partir de los dialectos locales, pero modificada por la influencia de la lengua estándar, que se utiliza en los medios de comunicación, en la administración y en las escuelas de enseñanza oficial.

Además de los diferentes dialectos del japonés, en el archipiélago de Japón encontramos una lengua aislada de filiación dudosa y en vías de extinción: el ainu. Se trata de una lengua que todavía es hablada en el norte, en la isla de Hokkaido, por un número muy limitado de hablantes. Es una lengua que probablemente se había hablado en toda la mitad norte de Japón, en la isla de Hokkaido y parte de la de Honshu, además de en Sakhalin (Rusia). Actualmente, sin embargo, hay menos de veinte mil miembros de la etnia ainu, y los matrimonios interétnicos con los japoneses son muy comunes, lo cual explica que su lengua cuente cada vez con menos hablantes. Aún así, existen intentos de revitalizar la lengua y la cultura ainu que pretenden que su situación sea más conocida dentro y fuera de Japón. (7)

2.2. El coreano

El caso del coreano es similar al del japonés. Aunque se trata de una lengua totalmente distinta de la china, y debido a la fuerte influencia política y cultural del imperio chino durante toda la historia de Corea, los coreanos utilizaron los caracteres chinos o hanja (imagen / 漢字) como sistema de escritura de su propia lengua. Ahora bien, debido a las diferentes características tipológicas del coreano respecto del chino, el uso de los caracteres como sistema de transcripción era muy problemático.

Para solucionar estas dificultades, se crearon algunos caracteres nuevos y se desarrollaron diferentes sistemas en los cuales los caracteres tenían valor sólo fonético; incluso se introdujeron nuevos símbolos, ya desde los siglos X y XI, para indicar la flexión de los verbos y las funciones gramaticales, probable modelo para la posterior creación de los kana japoneses. Finalmente, en 1443-44, según las crónicas coreanas, el rey Sejong (1397-1450) ideó un alfabeto fonético mucho más ajustado a la lengua coreana, el jeongeum (imagen / 正音, “sonidos correctos”). A pesar de la oposición de la mayoría de intelectuales coreanos, reacios a adoptar una escritura vulgar diferente a los caracteres chinos en que se basaba su erudición, y de que llegó a ser prohibido por algunos gobernantes, el uso del jeongeum se extendió de manera notable a partir de entonces (Miller 1996:78-80).

Pocos años después, los clásicos chinos fueron traducidos a este nuevo sistema de escritura, aún vigente en la actualidad. Esto no significa que los caracteres chinos quedasen totalmente olvidados: en los siglos XIX y XX se popularizó un sistema de escritura que combinaba los caracteres de origen chino y el jeongeum. En Corea del Norte los caracteres quedaron abolidos en 1949; en Corea del Sur, en cambio, se continúa utilizando el sistema combinado, aunque la frecuencia de uso de los caracteres chinos varía mucho según el tipo de escrito: no sólo es posible escribir coreano sin emplear caracteres, sino que muchos autores de literatura así lo hacen. Es el caso de este ejemplo de coreano moderno (la frase inicial del primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), escrito sólo en hangeul (imagen, “grandes letras”, nombre que adoptó el jeongeum en el siglo XX):

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El hangeul está formado por veinticuatro grafemas básicos (combinación de catorce consonantes y diez vocales); es totalmente fonémico y capaz de describir todos los sonidos de la lengua coreana. Los lingüistas modernos lo consideran como uno de los sistemas de escritura más científicos que existen, simple y fácil de aprender (a diferencia de los caracteres chinos utilizados hasta entonces).

En lo que respecta al léxico, el coreano es una lengua que tiene un gran número de préstamos del chino, lo cual se explica por la larga tradición de uso de caracteres chinos desde los inicios de la escritura coreana y el contacto continuo que ha existido entre ambas culturas. Pese a que los préstamos chinos y las palabras originales coreanas habían cohabitado desde siempre, las palabras de origen chino acabaron predominando, debido a su prestigio en los círculos intelectuales, y muchos términos propiamente coreanos cayeron en desuso e incluso se perdieron en el olvido. A finales del siglo XIX se iniciaron movimientos populares que intentaron estimular la recuperación de la cultura tradicional coreana, impulsándose así el estudio de la lengua como disciplina académica. Se publicaron gramáticas y los medios de comunicación y las notificaciones oficiales del gobierno se empezaron a editar de forma generalizada en hangeul. Sin embargo, la agresiva política colonial japonesa durante toda la primera mitad del siglo XX, que marginaba el estudio del coreano en favor del japonés, rompió con esta tendencia.

Después de la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, Corea quedó dividida por las grandes potencias en dos partes. A partir de ese momento los caracteres de origen chino quedaron abolidos en Corea del Norte, mientras que en Corea del Sur se ha utilizado desde entonces tanto el sistema combinado de caracteres chinos y hangeul, como únicamente los hangeul. De hecho, hasta en dos ocasiones se llegó a abolir en Corea del Sur el uso de caracteres chinos, aunque sólo durante unos pocos años. En la actualidad, el gobierno surcoreano sigue una política educativa que exige a los estudiantes de enseñanza secundaria el conocimiento de unos mil ochocientos caracteres chinos básicos.

Por otra parte, el gobierno coreano del norte ha impulsado la “purificación” del coreano (el uso de las palabras nativas coreanas, en detrimento de los préstamos de otras lenguas) de una forma mucho más activa y decidida que en Corea del Sur. En el norte, el gobierno ha intentado que los medios de comunicación contribuyan a la difusión del uso de palabras genuinas coreanas que se han recuperado en los últimos tiempos; en Corea del Sur, en cambio, estas iniciativas han sido vinculadas a organizaciones no gubernamentales de lingüistas e intelectuales.

3. Las lenguas minoritarias de China

A diferencia de Corea, donde sólo se habla una lengua, y de Japón, donde existen lenguas pertenecientes a una sola familia lingüística (con la excepción del ainu), China es un país que esconde dentro de sus fronteras una extraordinaria diversidad en lo que respecta a los idiomas que se hablan. El número aproximado de lenguas es de más de noventa, a pesar de que algunas estimaciones (que consideran que algunos dialectos de diferentes lenguas son en sí mismos lenguas diferentes) superan ampliamente esta cifra. La mayoría pertenecen a las familias sino-tibetana y altaica, pero muchas otras están representadas.

Esta riqueza es consecuencia de la convivencia en China de un número muy importante de culturas y etnias que, en la mayoría de los casos, hablan lenguas propias. La etnia Han, los chinos propiamente dichos, representa el 91,6% de los habitantes de la República Popular China, que hablan alguno de los dialectos chinos; el 8,4% restante (es decir, ciento veintitrés millones según estimaciones oficiales de 2005) se reparte de manera muy desigual entre las cincuenta y cinco minorías étnicas reconocidas por el gobierno chino (tabla 1.2), alguna de las cuales representada por más de diez millones de personas. Todas las etnias tienen su propia lengua (con la única excepción de los hui, musulmanes chinos), y en total se contabilizan veintitrés sistemas distintos de escritura.

Tabla 1.2. Las cincuenta y seis etnias oficiales de la República Popular China

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Estos grupos reconocidos o nacionalidades ( minzu), como las denomina el gobierno chino, representan una clasificación marcadamente arbitraria que se realizó en 1956 a partir de cuatro criterios básicos, todos ellos susceptibles de ser interpretados de manera muy parcial: poseer un territorio común, hablar una misma lengua, compartir unas formas de organización económica similares y pertenecer a una misma cultura. Es el estado chino quien extiende su reconocimiento sobre esos grupos, atendiendo a los criterios mencionados, que tienen su origen en la Unión Soviética de Stalin, no los miembros mismos de esas minorías. Esto explica la existencia de nacionalidades paraguas, especialmente entre las minorías del sur, bajo las cuales se cobijan realidades cultural-mente muy complejas que quedan muy desdibujadas en esa clasificación, con las repercusiones económicas y lingüísticas que ello puede llegar a suponer. Un ejemplo clásico es el de los yi: los miembros de esta nacionalidad emplean hasta 60 nombres distintos para referirse a ellos mismos, muestra de su falta de identidad y de unidad cultural, a pesar de la afinidad categorizadora que el gobierno chino extendió sobre ellos (Harrell 1990: 521).

Las tierras que ocupan estas nacionalidades, que de hecho representan en torno al 60% de la superficie de la República Popular China, se localizan en su mayoría en amplias regiones poco productivas situadas en la periferia de las áreas más densamente pobladas (habitadas por la mayoría Han). En estas extensas regiones, que incluyen desiertos y estepas, suelen coexistir al mismo tiempo diferentes etnias, que en ocasiones también tienen que convivir en ese mismo territorio con la mayoría Han. Cerca del 75% de los hablantes de lenguas no chinas viven en las provincias del sur y sudeste, mientras que la mayor parte del 25% restante habita en todo el norte y la zona oeste.

A pesar de que existe un número importante de etnias (unas quince) que cuentan con una población superior al millón de habitantes, hay que tener en cuenta que no todos sus miembros hablan sus propias lenguas. Un caso destacado es el de los manchúes. En 1644 consiguieron conquistar el trono imperial chino, fundando la que a la postre sería la última dinastía china, la de los Qing (1644-1911). No obstante, a pesar de haber hecho del manchú una de las lenguas oficiales de la administración del imperio, cuando se produjo la caída de la dinastía y se proclamó la República China (1911/12), el uso del manchú había cedido enormemente, fruto del proceso de aculturación que había experimentado una parte importante de la población de esta etnia durante los dos siglos anteriores. Ello explica que en la actualidad, la inmensa mayoría de los manchúes sea sinohablante: apenas existen unas decenas de hablantes de manchú, todos ellos ancianos de edad avanzada, a pesar de los casi dos millones de representantes con que cuenta esta etnia. Un caso similar lo encontramos en los hui, musulmanes chinos, protagonistas de otro proceso histórico de asimilación al chino, hasta el punto de que éste se ha convertido en su lengua materna. Por otro lado, en el otro extremo destacan grupos aislados, numéricamente poco significativos, de chinos Han que hablan lenguas minoritarias, en regiones con una mayoría de población de otras etnias, como ocurre en algunas zonas rurales de las provincias meridionales.

Por su número de hablantes y por su nivel de reconocimiento oficial, dejando de lado el chino, podemos destacar las lenguas propias de las denominadas regiones autónomas, provincias en las cuales la presencia de minorías étnicas es señalada con un estatus legal y administrativo distinto: la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, la de Mongolia Interior, la del Tíbet y la Región Autónoma Zhuang de Guangxi. En un intento por otorgar mayor visibilidad a las lenguas minoritarias dominantes en estas cuatro regiones autónomas, aunque en muchas ocasiones con una voluntad marcadamente propagandística, el uigur, el mongol, el tibetano y el zhuang, además del chino, aparecen, por ejemplo, en todos los billetes vigentes del Banco de China, como muestra pública de su carácter oficial. De este modo, aunque en estas regiones existen otras etnias minoritarias, no hay ninguna lengua que dentro de estos territorios cuente con un reconocimiento similar. Existe una quinta región autónoma, la de la minoría hui (musulmanes chinos) de Ningxia; los hui, no obstante, no poseen lengua propia, ya que mayoritariamente son sinohablantes.

A grandes rasgos, la gran diversidad étnica de la China actual se remonta al siglo XVIII, cuando el imperio chino llegó al punto máximo de expansión y amplió sus fronteras hasta incorporar dentro de su territorio regiones que tradicionalmente se habían mostrado hostiles a los chinos. A partir de aquel momento las zonas del Turkestán (el actual Xinjiang), de Mongolia y del Tíbet quedaron dominadas, aunque de una forma desigual, por vez primera por el imperio chino. Esto significó que muchos pueblos ajenos a la cultura china entraron a formar parte del imperio, y con ellos sus tradiciones y sus lenguas, uniéndose al gran número de etnias de las provincias de más al sur que muchos siglos antes habían quedado bajo dominio administrativo chino. La actual República Popular China es por tanto heredera directa de las fronteras y dimensiones de la última época imperial, con su misma composición étnica y lingüística.

3.1. La lengua uigur

En el oeste y norte de China encontramos el uigur y el mongol, dos lenguas de la familia altaica (figura 1.3), aunque perte ne cien tes a ramas distintas, que son las más representativas en sus correspondientes regiones autónomas. Oficialmente, en China, dentro de la Región Autónoma de Xinjiang, en el extremo noroeste del país, de donde son originarios, hay cerca de siete millones de hablantes de lengua uigur, aunque esta cifra aumentaría sensiblemente si incluyésemos a los uigures que viven en otros países centroasiáticos. (8)

Figura 1.3. Lenguas altaicas

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El uigur es una lengua del grupo túrquico (como el uzbeko, que cuenta con algunos miles de hablantes en China, o el kazajo, representado por más de un millón de hablantes en el mismo Xinjiang) que antiguamente había utilizado distintos sistemas alfabéticos para escribir. La antigua escritura uigur (no inventada por los uigures, sino por otro pueblo cuya identidad se desconoce) estaba formada por sólo veinte símbolos diferentes, que se leían de derecha a izquierda, muy fáciles de aprender y de utilizar, sobre todo en contraste con algunos de los sistemas de escritura de las culturas vecinas.

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Fragmento de un texto en la antigua escritura uigur

Sin embargo, a partir del siglo XIII, debido a la influencia del Islam, se adoptó el alfabeto árabe como escritura del uigur, sistema que se ha mantenido vigente hasta la actualidad, a excepción de un breve periodo durante los años setenta durante el cual el gobierno chino intentó introducir el alfabeto latino para escribir el uigur; ante el rechazo de buena parte de su población y su inadecuación, en 1987 se volvió a adoptar el alfabeto árabe como escritura oficial (a pesar de que este código tampoco se ajusta por completo a la gran variedad vocálica del uigur).

Existen diferentes dialectos uigures. Sin embargo, la variedad principal, el uigur pro piamente dicho, presenta una considerable homogeneidad, sobre todo teniendo en cuenta la gran extensión de territorio que ocupa. Por otro lado, la importancia de sus contactos con otras lenguas vecinas se muestra en el gran número de préstamos del iraniano, el árabe y el chino; lenguas con las que, a pesar de ello, no mantiene ningún tipo de filiación.

3.2. El mongol

El mongol es la lengua propia de la Región Autónoma de Mongolia Interior, donde encontramos aproximadamente 3,5 millones de hablantes, y fuera del territorio chino se extiende por toda Mongolia y algunas zonas de Rusia. El mongol, de la familia altaica, es de hecho sólo una de las cinco lenguas mongolas que se hablan en China (el mongol propiamente dicho, el dagur, el santa, el bao’an y el monguor), aunque es la más extendida de todas. Se trata de una lengua formada por un importante número de dialectos, la mayoría muy similares (aunque algunos, hablados en Rusia, presentan muchas más disimilitudes). Esta uniformidad probablemente se remite al hecho de que los mongoles adoptaron el budismo tibetano como religión y los monasterios se convirtieron tanto en fuente de educación como en guardianes de la lengua clásica, que pudo conservarse de manera homogénea a lo largo de los extensos territorios que históricamente han ocupado los pueblos mongoles.

La escritura que actualmente se emplea en China es el denominado alfabeto mongol clásico, adaptado del alfabeto uigur en el siglo XII o XIII, cuando la gran conquista mongola incorporó dentro de sus dominios toda Asia central y los uigures se convirtieron en pieza clave dentro de la administración del gran líder mongol Chinggis Kan (1162-1227), cuya corte estaba poblada de extranjeros llegados de todas las regiones que había conquistado. Desde entonces, el mongol se escribe de arriba a abajo y de izquierda a derecha, un rasgo muy poco habitual en los sistemas verticales de escritura, que prácticamente siempre se escriben de derecha a izquierda. Además, la forma de las letras, con un total de veinticuatro símbolos básicos distintos, cambia dependiendo de si se escriben al principio, a mitad o a final de palabra (característica que comparte con el uigur antiguo).

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Muestra de escritura mongol clásica

En algunos momentos históricos bastante puntuales se han empleado otros sistemas de escritura: los caracteres chinos (con una función únicamente fonética), el alfabeto tibetano, algunos alfabetos que tomaban como modelo el tibetano (como en el caso del alfabeto phagspa), y el árabe. Más allá de las fronteras de la República Popular China, como resultado de la presión soviética, Mongolia adoptó el alfabeto cirílico en 1937. Desde 1994 el gobierno de Mongolia ha intentado reintroducir el alfabeto tradicional mongol, que se está enseñando en las escuelas y comienza a emplearse más extensamente; sin embargo, por ahora la escritura mongola clásica sólo se usa de forma habitual en la Región Autónoma de Mongolia Interior, dentro del territorio chino.

3.3. El tibetano

En la zona del Himalaya y la meseta del Tíbet, que se extiende por la actualmente denominada Región Autónoma del Tíbet, la provincia de Qinghai y algunas regiones de las provincias de Sichuan y Gansu, se hablan diferentes lenguas y dialectos tibetanos. El tibetano pertenece a la familia de las lenguas sino-tibetanas, al igual que el chino, aunque su relación es muy lejana; sin duda son lenguas que se han desarrollado de forma aislada durante algunos milenios. De hecho, el tibetano está mucho más relacionado con las lenguas del denominado grupo tibeto-birmano que con el chino.

Actualmente, existen aproximadamente tres millones de habitantes en China que tienen el tibetano como lengua materna. A pesar de todo, se trata de hecho de una lengua en regresión, debido a la política demográfica del gobierno chino, que consiste en desplazar a población china no tibetana y que, por lo tanto, no conoce el tibetano, hasta el Tíbet, con las consecuencias lingüísticas y culturales que esto representa.

El tibetano es una lengua de una importante diversidad lingüística (existen cinco grupos diferentes de dialectos); los dialectos del centro (especialmente el de Lasa) son los más extendidos y los que han ganado oficialidad en la actual Región Autónoma del Tíbet. La evolución de estos dialectos modernos respecto del tibetano clásico ha sido muy grande: han perdido los afijos que son característicos de este último y han incorporado los tonos, además de producirse muchos cambios en la pronunciación. Sin embargo, si se atiende a los dialectos más periféricos, y que por lo tanto han evolucionado más aislados dentro del conjunto de los dialectos tibetanos, como por ejemplo el ladak o el amdo, es posible identificar una pronunciación mucho más cercana a la clásica. A pesar de todo, a causa de la gran evolución dialectal y, en cambio, a la preservación de la forma escrita, el tibetano es una lengua que presenta notables diferencias entre la pronunciación y la escritura, mucho más pronunciadas que en otras lenguas con frecuencia citadas como ejemplos de la distancia existente entre el habla y la forma escrita (como pueden ser el francés o el inglés).

Las lenguas tibetanas son fundamentalmente monosilábicas, en el sentido de que, con pocas excepciones, las palabras de más de una sílaba pueden dividirse en partes, cada una de las cuales tiene un significado propio; esto significa que, a pesar del uso de prefijos y sufijos, se trata de lenguas en las que la homofonía es un fenómeno muy habitual. Por otro lado, la escritura tibetana es alfabética y está formada por una treintena de letras. A continuación, por ejemplo, incluimos parte del primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos escrita en tibetano.

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El origen del alfabeto tibetano se remonta al siglo VII, cuando se creó a partir del alfabeto devanagari procedente del norte de la India (en el que se basa la escritura actual de lenguas como el hindi, el sánscrito o el nepalí), momento en el que se escribieron diversas gramáticas basadas en el sánscrito. Inmediatamente se empezaron a traducir los textos budistas (objetivo por el cual se había creado la escritura tibetana). Desde entonces, y pese a la evolución de la lengua oral, este alfabeto se ha mantenido hasta la actualidad como código de escritura del tibetano.

3.4. El zhuang

La lengua zhuang es la última de las lenguas representativas de las regiones autónomas chinas y pertenece a un tipo muy distinto de minoría. A diferencia de los uigures o de los manchúes, llegados de zonas más occidentales durante el último milenio (y que no quedaron incorporados al imperio chino hasta la última dinastía Qing), los zhuang son una etnia propia del sur, una región donde coexiste un gran número de pueblos que ya habitaban aquellas latitudes antes de la llegada de los chinos Han. Las lenguas que se hablan en estas provincias del sur son una extensión de las lenguas del sudeste asiático, ricas en tonos y con una marcada tendencia al monosilabismo (características totalmente ajenas a las lenguas altaicas del norte). Aunque no todas estas lenguas del sur comparten un origen ancestral común, sí poseen características básicas comunes, tanto en el léxico como en la fonética y la gramática, consecuencia de su larga historia de contactos mutuos.

Uno de los rasgos más característicos de la lengua zhuang, de la que existen en torno a catorce millones de hablantes (la más hablada de entre las lenguas minoritarias en China), es su riqueza tonal: el dialecto estándar presenta un total de ocho tonos. (9) De hecho, el sistema tonal de la lengua zhuang es muy similar al de algunos dialectos chinos, especialmente los del sur. La mayoría de las palabras son monosilábicas (o creadas a partir de monosílabos), de manera similar a lo que ocurre con el chino, y la construcción de las sílabas es también similar a la de los dialectos chinos, sobre todo el cantonés. Estas similitudes habían llevado a muchos lingüistas a considerar erróneamente el zhuang y otras lenguas de la familia daica como pertenecientes a la misma familia lingüística que el chino.

Existen también diferentes elementos sintácticos comunes entre el zhuang y el chino. El orden de la frase es muy afín, y el verbo precede al objeto (a diferencia del tibetano, a pesar de que éste es una lengua que pertenece a la familia sino-tibetana y, por lo tanto, teóricamente más cercana al chino). Sin embargo, el orden de los modificadores de los sustantivos y verbos no coincide (en el caso del chino los modificadores normalmente preceden a los nombres y los verbos, a diferencia del zhuang). En lo que respecta al léxico, los muchos siglos de convivencia con el chino han hecho que el zhuang esté repleto de préstamos de esta lengua, que explican en parte la similitud de patrones gramaticales, y más teniendo en cuenta el hecho de que los zhuang son una comunidad plenamente bilingüe desde hace generaciones.

Los zhuang no poseen ningún tipo de escritura propia. Actualmente utilizan el alfabeto latino como código de escritura, a pesar de que con anterioridad a los años cincuenta, momento en que el nuevo gobierno del Partido Comunista Chino introdujo un sistema de romanización, utilizaban caracteres chinos para transcribir las palabras de su lengua, basándose en un sistema híbrido que combinaba al mismo tiempo elementos fonéticos y semánticos: de forma similar a otras lenguas de la región, como en el antiguo sistema de escritura de Vietnam, los zhuang creaban caracteres chinos nuevos por la simple unión de dos caracteres, aportando uno el significado y el otro la pronunciación. En el ejemplo que vemos a continuación, el carácter chino na aporta el elemento fonético y el carácter chino tian el semántico, para formar un nuevo carácter no chino, na, que en zhuang significa ‘campo de arroz’:

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Éste y otros sistemas análogos que permitían emplear los caracteres chinos para escribir el zhuang y otras lenguas daicas era demasiado complejo y dificultaba mucho el aprendizaje de la escritura, lo que motivó su abandono. Por este motivo en la actualidad se ha consolidado plenamente el uso de un sistema de romanización basado en el alfabeto latino.

3.5. Otras lenguas y sistemas de escritura del sur de China

Dejando de lado las lenguas que reciben un mayor reconocimiento por el hecho de ser las dominantes en las diferentes regiones autónomas, el territorio chino alberga un número muy amplio de lenguas minoritarias, algunas de las cuales han desarrollado sistemas propios de escritura. En el sur de China, especialmente en las provincias de Sichuan, Yunnan, Guizhou, Guangxi y Guangdong, se concentra el mayor número de etnias y de lenguas diferentes de todo Asia oriental, aunque en muchos casos un número de hablantes relativamente bajo impide que su visibilidad sea mayor. Algunas de estas lenguas tienen escritura propia, y otras la tuvieron a pesar de que la han perdido, debido fundamentalmente al problema que representan los bajos niveles de alfabetización en estas lenguas. A continuación abordaremos brevemente el caso de las minorías yi y naxi, ambas con sistemas propios de escritura a pesar de que representan dos casos muy distintos, tanto por lo que se refiere a las peculiaridades del código desarrollado como al conocimiento que los miembros de estas etnias tienen del mismo.

3.5.1. La lengua y la escritura yi

Actualmente, según el censo nacional del año 2000, existen aproximadamente unos 7,7 millones de yi repartidos por las provincias de Sichuan, Guizhou y Yunnan; la mayoría (alrededor de unos cuatro millones) hablan alguno de los seis distintos dialectos yi que existen (a veces referidos como lolo o nuosu). Se trata de lenguas de la rama tibeto-birmana, dentro de la familia de las lenguas sino-tibetanas, que presentan algunas similitudes fonéticas y sintácticas con el chino (que acostumbran a ser comunes en muchas lenguas de las minorías del sur: palabras mayoritariamente monosílabas, uso de tonos, presencia de clasificadores). (10) Su escritura, a la que dedicaremos nuestra atención, posee en cambio unas características propias muy notables y destacadas. Para los yi, la escritura no es un simple medio de comunicación, sino que está intrínsecamente asociada con los rituales mágicos y adivinatorios. Una parte fundamental de la literatura yi está formada por encantamientos y ritos y, por ello, los principales transmisores de la escritura, los únicos que reciben una educación en sentido amplio, son los sacerdotes y adivinos, los pimu.

En ocasiones se ha afirmado erróneamente que la escritura yi es pictográfica. Se trata en realidad de un silabario, aunque mucho más extenso y menos sistematizado que, por ejemplo, los kana japoneses. Cada signo representa una sílaba. Muchos de ellos son extremamente simples, de dos o tres trazos, y aunque algunos recuerdan los caracteres chinos, la mayoría sigue unos principios muy diferentes de construcción. En el ejemplo siguiente, por ejemplo, podemos constatar que muchos de los signos contienen círculos o semicírculos, una figura ajena a la estética de los caracteres chinos.

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Según los indicios históricos de que se disponen, la escritura yi empezó a desarrollarse hace cerca de mil años, a pesar de que los primeros vestigios conservados son muy posteriores, del siglo XVI. Se trata de un sistema de escritura todavía poco conocido, y ni siquiera se sabe exactamente el número de caracteres yi que existen. Su uso tampoco es uniforme. En algunas áreas se leen de arriba a abajo; en otras, de derecha a izquierda. Incluso los símbolos utilizados pueden variar de forma significativa de una región a otra. Algunos han estimado en ocho mil el número de símbolos usados en algunas zonas; es una cifra sin duda muy inexacta (ningún dialecto yi posee un número tan excesivo de sílabas), pero el número de caracteres es sin duda muy alto. A pesar de que en teoría cada signo representa una sílaba, existen casos en los que hay grafías distintas para representar los diferentes tonos con que se pronuncia una misma sílaba.

En el año 1975 el gobierno chino decidió normalizar la escritura yi. Seleccionó 819 caracteres, que se convirtieron oficialmente en la escritura estándar de los yi; tres años después empezaron a ser enseñados en algunas escuelas, y se han publicado diarios y libros así escritos, aunque no se poseen suficientes datos para juzgar el éxito de estas medidas. (11)

3.5.2. La escritura naxi

Otro ejemplo de escritura compleja del sur de China lo encontramos entre los naxi, minoría de la provincia de Yunnan que posee una de las tradiciones literarias más desarrolladas y sorprendentes de toda China por su calidad. La escritura con que se desarrolló esta literatura, denominada dongba, es uno de los pocos sistemas pictográficos elaborados que existen, lo que le confiere un valor lingüístico muy destacado, al que hay que añadir la fuerza estética de sus caracteres.

Los prácticamente 310.000 naxi que existen actualmente son los descendientes de un antiguo reino que llegó a dominar la región que todavía hoy ocupan, el distrito de Lijiang, en Yunnan, hasta que los mongoles conquistaron esa provincia en el siglo XIII y los sometieron a su control. A partir de aquel momento mantuvieron una relación tributaria con el estado chino, hasta que en 1723 quedaron formalmente incorporados en el imperio chino (White 1997: 301). Culturalmente son muy cercanos a los pueblos del Tíbet: sus prácticas religiosas, llegadas del Tíbet prebúdico y budista, o sus formas de vida, en los pastos de las zonas más orientales del Himalaya, los acercan a los tibetanos. A pesar de todo, su lengua es más cercana a la de los yi que al tibetano.

La lengua de los naxi se ha escrito de tres formas distintas: con la escritura pictográfica dongba, con los caracteres geba (que en su conjunto forman un silabario fonético) y con el alfabeto latino. El dongba está formado por unos 1.400 signos distintos y de éstos el 90% son pictogramas (grafías que intentan representar gráficamente aquello que designan), aunque algunos de los mismos son utilizados fonéticamente, siguiendo lo que se denomina principio de rebus. No se trata de símbolos abstractos o esquemáticos, sino de auténticos dibujos representativos claramente discernibles, como vemos en los ejemplos de la figura 1.7.

Figura 1.7. Algunos pictogramas dongba

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En la forma tradicional de escribir en dongba, estos dibujos de plantas, animales y objetos quedan agrupados en marcos rectangulares que deben ser leídos de izquierda a derecha y de arriba abajo. A continuación vemos una muestra de un texto en dongba.

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Es difícil afirmar con rotundidad si este tipo de código basado en pictogramas constituye un sistema de escritura. En sentido estricto, se trataba únicamente de un mecanismo mnemotécnico que debía permitir a los lectores, normalmente los sacerdotes naxi, recordar con claridad un relato que ya conocían previamente. Las palabras más abstractas, menos representables pictográficamente, son por lo general elididas y en principio no tienen ninguna presencia. De hecho, el dongba no ha tenido una función comunicativa para los naxi; su uso siempre ha quedado restringido al ámbito de las creencias religiosas. La misma palabra “dongba” se emplea para designar a los sacerdotes-chamanes de los naxi, y siempre ha sido un código prácticamente sólo conocido por ellos. Por estos motivos, en principio no se puede hablar del dongba como de un sistema de escritura, reflejo de la lengua oral.

No obstante, en algunas ocasiones el dongba hace uso del principio de rebus, lo cual lo acerca al concepto de escritura: en algunos casos, para “dibujar” conceptos de difícil representación, los naxi se sirvieron de pictogramas que se correspondían a palabras ya existentes y que se pronunciaban en la lengua oral de manera similar o idéntica a otras palabras más abstractas para poder representar estos conceptos menos concretos. Es decir, se utilizan los símbolos de algunos homófonos para poder ‘escribir’ conceptos más abstractos. Por ejemplo, en la lengua naxi, la palabra “ojo” se pronuncia mie, cuyo símbolo dongba está formado por dos ojos abiertos que observan (figura 1.8). Cuando se quiso buscar una grafía para la palabra “destino”, más abstracta y difícil de representar pictóricamente, se optó por tomar la misma grafía de “ojo”, en tanto que la pronunciación de ambas palabras es la misma. Con el uso de este principio de rebus, algunos caracteres dongba pueden llegar a tener una función fonética complementaria a aquella más representacional para la que fueron concebidos.

Figura 1.8. El principio de rebus en la escritura dongba

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Además, yendo más allá de las asociaciones estrictas que formula el principio de rebus, hay pictogramas que tienen una función únicamente sintáctica, es decir, son la representación gráfica de partículas gramaticales homófonas. Por tanto, la escritura dongba reúne unas características que la acercan mucho a los auténticos códigos de escritura, ya que intenta reflejar, al menos parcialmente, la lengua hablada, no sólo comunicar los significados. En cierto sentido la escritura de los naxi presenta muchas similitudes con los primeros estadios de evolución de la escritura china. El inicio de la escritura en China, que analizamos en el capítulo 3, como tal dependió del descubrimiento de los principios de asociación de palabras homófonas que precisamente se manifiestan en el dongba de una forma todavía poco desarrollada. Principios que, de manera muy similar, se encuentran en la escritura jeroglífica del antiguo Egipto, o en los primeros caracteres chinos de la dinastía Shang.

El conocimiento que tienen los naxi en la actualidad de la escritura dongba es testimonial; apenas quedan algunos ancianos que todavía son capaces de leer los aproximadamente veinte mil libros en dongba que han sobrevivido (cifra que no nos debe hacer olvidar que durante la fiebre iconoclasta de la Revolución Cultural se destruyeron muchos miles). A lo largo de los años ochenta se publicó un diario en escritura dongba y su transcripción en alfabeto latino, y lo mismo se hizo con una treintena de libros, como parte de un intento de alfabetización de los naxi en su propia lengua. Sin embargo, a finales de aquella década el interés del gobierno chino en patrocinar la lengua naxi decayó, y toda la investigación sobre el dongba quedó en manos de fundaciones privadas con menor capacidad económica. (12) El futuro de la escritura pictográfica de los naxi está, por tanto, vinculado al destino de los pocos conocedores todavía vivos de este código, aunque algunos especialistas en China y en todo el mundo intentan poner remedio a su desaparición. En este sentido, las nuevas tecnologías pueden contribuir a evitar lo inevitable: algunos investigadores han ideado sistemas para escribir en dongba empleando teclados de ordenador, lo que podría llegar a convertirse en un primer paso para profundizar de una forma más amplia en el estudio de esta lengua. (13)

3.6. Política lingüística del gobierno chino

La posición del gobierno chino respecto a las lenguas minoritarias es heterogénea y ambivalente. En China existen más de cien áreas autónomas de distintos niveles, incluyendo las cinco grandes regiones autónomas del Tíbet, Xinjiang, Mongolia Interior, Guangxi y Ningxia, de ámbito provincial. Las áreas autónomas representan en torno al 60% de la superficie del país, y abrazan más de cien millones de habitantes. En estas regiones se permite una cierta flexibilidad en la aplicación de las leyes y disposiciones del gobierno central, hecho que contribuye a que la situación sociolingüística de algunas lenguas minoritarias esté muy consolidada, mientras que la de muchas otras sea muy precaria.

Generalmente en las áreas autónomas se exige que los documentos oficiales también sean redactados en las lenguas minoritarias que se hablan. El mongol, el tibetano, el kazajo, el uigur, el coreano y el dai se utilizan con frecuencia como lenguas oficiales en sus respectivas zonas, y se enseñan en las escuelas, además de utilizarse en algunos medios de comunicación y en publicaciones. Aunque su aplicación no es homogénea, en algunos casos existen de hecho acciones que apuntan a un verdadero bilingüismo en la escolarización, en la que estas lenguas adquieren protagonismo incluso por delante del chino, que sólo es la lengua básica en un número menor de asignaturas, lo que debe permitir la consolidación del conocimiento y el uso social de estas lenguas. Otras lenguas minoritarias (zhuang, yi, lisu, lahu, kirguiz, entre otras) se enseñan, de forma muy desigual, en la educación primaria a los niños que pertenecen a estas minorías, aunque a diferencia de lo indicado sobre el primer grupo más consolidado, la enseñanza es básicamente en chino, ocupando las lenguas minoritarias el espacio de una asignatura o de cursos extracurriculares. Además, la educación secundaria y superior es exclusivamente en chino.

De hecho, en contraste con la posición oficial marcadamente liberal del gobierno, la situación de muchas de estas lenguas es de evidente regresión, y la actitud abierta de las autoridades en muchas ocasiones está más dirigida a encubrir este problema que a resolverlo, resultando beneficiadas únicamente las más visibles de las lenguas minoritarias, que son las que reciben la atención de gobierno y medios de comunicación (nacionales e internacionales). Más allá del grupo de lenguas más favorecidas por la actual política lingüística, que algunos especialistas consideran de igualdad teórica pero desigualdad práctica (Zhou 2004: 11-19), actualmente existen en China unas veinte leguas en peligro de extinción, y entre quince y veinte más que son habladas por menos de diez mil habitantes. Al mismo tiempo, se aprecia un creciente envejecimiento de la población de estas lenguas más minoritarias, que con el avance de una generación a la siguiente pueden pasar a ser contabilizadas entre las que están en el umbral de la desaparición. Ello choca en ocasiones con políticas poco planificadas de proteccionismo cultural de las autoridades locales que, presionadas por el gobierno central, imponen el aprendizaje de algunas de estas lenguas a segmentos de la población que ya han dejado de hablarlas, con la previsible reacción de rechazo que estas medidas proteccionistas llegan a provocar.

El nivel relativamente bajo de alfabetización de muchos de estos grupos (que globalmente presentaban un 30,8% de analfabetos en 1999), las acusaciones por parte de algunos dirigentes locales del Partido Comunista Chino a determinadas minorías de dedicar una parte demasiado importante de sus recursos a las prácticas religiosas en lugar de a la educación de sus descendientes, o la fiebre por aprender inglés que en los últimos años azota a China y afecta indirectamente a las etnias minoritarias, son hechos que no contribuyen a solucionar esta situación de precariedad (Dreyer 2003b: 382-383). El creciente abismo económico que separa la China rural, en la que de manera general se localizan los grupos minoritarios, de la urbana sólo contribuye a que su condición difícilmente pueda cambiar de un modo significativo. Ello se traduce en escuelas mal equipadas, unas políticas locales marcadamente pragmáticas que procuran en primer término el desarrollo económico y marginan habitualmente las decisiones más sensibles con la situación lingüística de las minorías, e incluso la exotización folclórica de éstas en aras del desarrollo de un turismo interior culturalmente poco sostenible. Todo ello esboza a corto plazo un futuro poco esperanzador para la mayoría de estas lenguas más minoritarias.

4. Geografía de la lengua china

A pesar del gran número de etnias que conviven en la República Popular China, más del 90% de sus habitantes pertenece a un único grupo, el de los Han, los chinos propiamente dichos, que comparten un mismo sustrato cultural. No obstante, bajo esta aparente homogeneidad etnicocultural se oculta una realidad lingüística muy compleja: la denominada “lengua china” es de hecho un conjunto de familias dialectales y subdialectales que se extienden por todo el territorio chino, dibujando un escenario de diversidad y regionalismos que es parte esencial de la misma civilización china.

4.1. Los dialectos chinos

La lengua china constituye por sí sola una de las dos principales ramas de la familia de las lenguas sino-tibetanas. Este hecho por sí mismo nos sugiere que, más que de una única lengua, bajo el concepto de lengua china se oculta una realidad compleja que apunta más bien a un grupo lingüístico que incluye un buen número de dialectos y subdialectos. Por ello, algunos lingüistas prefieren el uso de términos como lenguas chinas, en plural, o lenguas sínicas, que resumen mejor la idea de diversidad que aglutinan.

La definición clásica establece que los dialectos son variedades de una misma lengua que se distinguen por ciertas diferencias en el vocabulario, la fonología o la sintaxis que son propias de las diferentes regiones del dominio de aquella lengua, pero que al mismo tiempo no presentan demasiadas dificultades de comprensión para los hablantes de las otras variedades. La distinción entre dialectos y lenguas, sin embargo, es mucho menos clara de lo que esta definición permite pensar. Parece que un criterio fundamental es el de inteligibilidad mutua o intercomunicación entre los hablantes de distintos dialectos: cuando esta inteligibilidad se pierde tendríamos que hablar más propiamente de lenguas distintas, en lugar de dialectos de una misma lengua. Habitualmente, se considera que esta inteligibilidad o comprensión mutua es gradual: cuanto más cercanos sean los dialectos que hablen dos personas menos dificultades tendrán para entenderse entre ellas, y cuanto más alejados sean, mayores serán las dificultades.

Este criterio, sin embargo, no puede aplicarse en el caso de los dialectos chinos, ya que los hablantes de los diferentes dialectos no se entienden entre ellos e, incluso, en muchos casos, entre los hablantes de subdialectos pertenecientes a una misma familia dialectal la comunicación es muy dificultosa. No sólo pasa entre los pekineses y los cantoneses, que hablan dialectos muy distintos y viven en dos extremos muy alejados del país, sino que incluso chinos nacidos a pocos kilómetros de distancia hablan subdialectos lo bastante diferentes como para no entenderse, por ejemplo en la provincia de Zhejiang. La realidad muestra que los límites entre lengua y dialecto no son en absoluto claros. Son numerosos los casos en que los lingüistas no se ponen de acuerdo en si una determinada variedad es un dialecto o una lengua respecto a otra. El caso de China es ejemplar: las diferencias lingüísticas entre los distintos dialectos son tan importantes que, tanto desde el punto de vista de su desarrollo histórico como de su configuración geolingüística actual, se puede afirmar que el chino es más una familia de lenguas que una sola lengua con diferentes variedades regionales. (14)

Por todo lo anterior, el concepto de dialecto chino es muy diferente al concepto de dialecto tal y como se aplica a otras lenguas, especialmente las habladas en Occidente. Cuando hablamos de “dialectos de la lengua inglesa” (a pesar de que se extienden hasta cinco continentes distintos) nos estamos refiriendo a un tipo de realidad muy distinta que cuando lo hacemos de “dialectos de la lengua china”. En este sentido, debemos insistir en cuatro cuestiones básicas:

1) Más que de dialectos, hay que hablar de familias dialectales del chino, cada una de las cuales se subdivide en diferentes dialectos e incluso, en muchos casos, en subfamilias de dialectos. Un ejemplo de esta diversidad la encontramos en las ciudades españolas y de otros países europeos: la gran mayoría de inmigrantes chinos en España son originarios de dos poblaciones de la provincia de Zhejiang donde en todos los mapas lingüísticos se indica que se habla el dialecto wu; a pesar de la proximidad de ambas localidades (separadas por menos de cincuenta kilómetros), y de que pertenecen a una misma área dialectal, la lengua que hablan los habitantes de una es incomprensible para los de la otra, lo que da clara muestra de la complejidad que en muchas ocasiones se esconde bajo el término dialecto.

2) Como se infiere del ejemplo anterior, el criterio de inteligibilidad mutua entre los hablantes de diferentes dialectos de una misma lengua queda excluido de la definición de dialecto chino, o como mínimo debe ser matizado. Con mucha frecuencia, especialmente entre algunos de los dialectos del sur, incluso los hablantes de dialectos que pertenecen a una misma subfamilia dialectal tienen grandes dificultades para entenderse cuando hablan sus dialectos propios. Los dialectos de Taiwán y de Chaozhou (provincia de Guangdong), ambos considerados dialectos pertenecientes al subgrupo min del sur (minnanhua) dentro de la familia dialectal min, son otro ejemplo de este fenómeno, ya que los hablantes de uno y otro apenas pueden llegar a entenderse (sólo palabras y expresiones básicas aisladas) a pesar de la teórica proximidad lingüística.

3) La distribución geográfica y demográfica de los grupos dialectales chinos es muy irregular. Hay grandes provincias (que por su extensión son equivalentes a los países europeos) dominadas por un solo dialecto y, en cambio, en otras, en un mismo distrito o prefectura, pueden convivir tres y cuatro dialectos distintos. Además, muchos de estos dialectos o subdialectos que se hablan en áreas muy pequeñas (valles, ciudades), pese a su escasa extensión, son con frecuencia ininteligibles para sus vecinos más inmediatos.

4) Las diferencias entre dialectos no sólo son fonéticas o de pronunciación, sino que también el léxico y la sintaxis pueden variar en menor o mayor grado, especialmente entre algunos de los denominados dialectos del sur. La creencia común de que todos los chinos se escriben igual independientemente del dialecto que hablen es errónea. Existen escrituras dialectales (que hacen uso, todas ellas, de caracteres chinos), aunque prácticamente nunca han llegado al mundo de la literatura y han quedado recluidas, en el mejor de los casos, en el ámbito de la cultura local. Esto explica que sean muy poco conocidas. Veamos a continuación algunos ejemplos de estas diferencias léxicas entre dialectos:

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Tal como vemos en el ejemplo anterior, entre los hablantes de mandarín, cantonés y minnan no sólo existen diferencias de pronunciación, sino que en muchos casos también la forma escrita cambia, ya que refleja diferencias de léxico que pueden llegar a ser notables. Incluso palabras que forman parte del vocabulario básico de las lenguas, como son las partes del cuerpo, consideradas muy estables, pueden llegar a presentar diferencias marcadas en los distintos grupos dialectales chinos. (15)

También en la sintaxis encontramos diferencias destacables. El uso de las partículas modales puede variar considerablemente de un dialecto a otro; algunas partículas verbales y clasificadores habituales en algunos dialectos del sur no existen en mandarín; el empleo de preposiciones y la posición de los complementos en ocasiones es muy distinta; el esquema de las estructuras comparativas, pasivas o pretransitivas no es ni mucho menos único. La posición de los adverbios es un ejemplo muy ilustrativo. En los dialectos del norte (mandarín), el adverbio siempre precede al verbo, sin excepciones, como en la siguiente oración:

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Esta misma oración, en dialecto cantonés, se construye con el verbo precediendo al adverbio, estructura opuesta a la sintaxis del chino mandarín y que comparte con el chino antiguo:

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De todo lo anterior se desprende que todas las clasificaciones de las familias dialectales del chino son problemáticas. La más básica distingue entre los dialectos del norte y los del sur (figura 1.9). La mitad norte de China está dominada por un único grupo dialectal muy homogéneo, que contrasta con el sudeste de China, donde encontramos una extraordinaria diversidad dialectal y donde las diferencias entre dialectos son más marcadas. Por este motivo es necesario establecer una clasificación más precisa de los diferentes dialectos chinos. La más razonable y universalmente aceptada distingue siete grandes familias dialectales que amplían y matizan esta división entre la China del norte y la del sur.

Figura 1.9. Mapa de los grupos dialectales chinos.

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En el norte encontramos los diferentes subdialectos del chino mandarín, el más hablado y base del chino estándar oficial. En el sur encontramos, ordenados según el número de hablantes, el wu (también mal denominado shanghainés, ya que éste último es sólo uno de los subdialectos pertenecientes al grupo dialectal wu), el yue (con frecuencia denominado cantonés), el min (erróneamente conocido como fujianés o taiwanés), el xiang, el kejia (o hakka) y el gan. Debemos insistir en que, pese a utilizar el término dialecto, nos estamos refiriendo a familias dialectales, algunas de ellas tan complejas que incluyen algunas decenas de subdialectos.

4.1.1. Los dialectos del norte: el chino mandarín

Cerca de un 70% de la población china Han habla alguno de los dialectos del chino mandarín como lengua materna. Es la lengua más hablada del mundo, con más de ochocientos cincuenta millones de hablantes. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que prácticamente trescientos millones más también la saben hablar, aunque utilicen otros dialectos como lengua materna. En Taiwán, cerca del 90% de la población habla chino mandarín, y en Singapur en torno al 70% de los habitantes son capaces de hablarlo. Esto lo convierte en el dialecto chino más extendido. Geográficamente hablando, en la República Popular China ocupa toda la mitad norte y noreste, extendiéndose entre las provincias de Gansu y Heilongjiang y, al suroeste, hasta Sichuan y la provincia de Yunnan (figura 1.10).

Figura 1.10. Mapa del área del mandarín

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En contraste con su gran extensión geográfica, el mandarín es el dialecto más homogéneo: habitualmente se distinguen entre tres y cuatro grupos dialectales distintos que además presentan entre sí unas diferencias en general menores a las existentes en el seno de otros grupos dialectales de más al sur. En concreto, estos cuatro subgrupos del mandarín son el mandarín del norte, el del noroeste (el que presenta mayor diversidad), el del sudoeste (el más homogéneo) y el mandarín del este.

La variedad estándar del chino, el denominado putonghua , está basada en uno de los dialectos del mandarín, concretamente en el dialecto de Pekín (Beijinghua ), con el cual se confunde. El putonghua, “lengua común”, no sólo es la lengua oficial de China, sino también de Taiwán y Singapur (en este último caso se trata de una oficialidad compartida con el inglés, el malayo y el tamil). Esto ha significado que en muchos casos haya sido impuesto en algunas regiones en detrimento de los dialectos locales, no protegidos oficialmente. A ello ha contribuido el hecho de que sea la lengua habitual de la enseñanza china.

Los dialectos del norte son muy pobres desde el punto de vista de la variedad tonal, sobre todo en comparación con los dialectos de más al sur. Presentan todos ellos entre tres y cinco tonos; el caso del putonghua es muy característico, con sólo cuatro tonos principales, lo cual lo convierte en un dialecto relativamente más fácil de aprender para el estudiante extranjero que la mayoría.

4.1.2. Los dialectos del centro

Habitualmente se acostumbra a dividir los dialectos chinos entre los habla-dos en las regiones del norte y los hablados en el sur. Sin embargo, esto puede producir la errónea impresión de la existencia de sólo dos zonas diferenciadas entre sí pero internamente homogéneas, sobre todo teniendo en cuenta que esto es algo relativamente cierto en el caso de los dialectos del norte. Sin embargo, esta generalización queda muy lejos de la realidad: la variedad dialectal del centro y el sur de China es extraordinaria y tiene muy poco que ver con la uniformidad del norte.

Dentro de la heterogeneidad lingüística de esta región más meridional podemos distinguir dos grandes áreas: aquella que algunos especialistas denominan de los “dialectos del centro” (los dialectos wu, gan y xiang, hablados en las provincias de Hunan, Jiangxi, Zhejiang, y el sur de Jiangsu, figura 1.11) y la de los dialectos propiamente “del sur” (yue, min y hakka).

Figura 1.11. Área de los dialectos del centro, en las provincias de Hunan, Jiangxi y Zhejiang y el sur de Jiangsu

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Los dialectos del centro son probablemente el resultado de la intrusión de los dialectos del norte en zonas donde se hablaban dialectos propiamente del sur, que se fueron transformando en los dialectos del centro. Éstos mantienen todavía algunas de las características de los dialectos del sur (fonéticas y léxicas), aunque comparten algunas otras con los del norte. En general, los dialectos del centro son fonéticamente más complejos que los del norte, lo cual se manifiesta en una mayor variedad tonal (entre cinco y ocho tonos). En este área podemos distinguir tres grandes familias dialectales:

1) Dialectos wu . Se hablan en la provincia de Jiangsu, al sur del río Yangzi (exceptuando la ciudad de Nanjing) y en la provincia de Zhejiang. Los dialectos de esta familia en total suman en torno a setenta y cinco milones de hablantes, configurando el segundo grupo más hablado de China. El más importante de estos dialectos es el shanghainés, hablado en la ciudad de Shanghai y sus cercanías, una de las más importantes de toda China. Además, los dialectos wu se han convertido en unos de los más hablados entre los inmigrantes chinos de la última década en los países europeos, como España, donde entre el 70 y el 80% de los inmigrantes chinos llegados hablan el dialecto de Qingtian o el de Wenzhou (poblaciones de la provincia de Zhejiang), ambos clasificados como dialectos wu (Beltrán 2003: 12).

2) Dialectos gan En las provincias de Jiangxi y Hunan hay cerca de veinte millones de hablantes de esta familia dialectal. La mayoría tienen entre seis y siete tonos y vocálicamente no están demasiado alejados del mandarín. Además, el número de consonantes finales acostumbra a ser bastante reducido, de manera similar al mandarín, pese a que no de una forma tan acentuada.

3) Dialectos xiang . Cuentan con más de treinta millones de hablantes, concentrados en la provincia de Hunan. El sistema tonal es similar al del mandarín: tienen entre cuatro y seis tonos; y su léxico está claramente influenciado por éste, a pesar de algunas excepciones locales.

Entre estas familias dialectales pueden encontrarse algunos ejemplos de dialectos que muestran la evolución lingüística de la zona del centro de China como fusión del dialecto del norte con los del sur. Un caso muy característico es el del dialecto de Hangzhou (provincia de Zhejiang). Se trata de un subdialecto que fonéticamente pertenece a la familia de los wu; a pesar de todo, su léxico es el mismo que el del mandarín. Esto se debe a que en el pasado esta ciudad había sido capital dinástica, en un periodo en el que la aristocracia de la corte, llegada a Hangzhou desde las capitales del norte, importó su lengua hasta esta zona más meridional, donde se hablaba un dialecto muy distinto. El resultado fue que, con los siglos, pese a conservar la fonética, el dialecto local fue adoptando el léxico de aquel dialecto del norte, que gozaba de una mejor consideración intelectual ya que era el que hablaba la elite cultural y política de la ciudad (Simmons 2000).

4.1.3. Los dialectos del sur

La civilización china tiene su origen más remoto en las llanuras aluviales del norte de China, alrededor del río Huanghe y sus tributarios. (16) Las regiones de más al sur tardaron muchos siglos en quedar incorporadas al imperio, hecho que tuvo una importancia fundamental en la evolución de la lengua china. Cuando las provincias más meridionales, como Fujian y Guangdong, fueron colonizadas por los chinos, los inmigrantes Han introdujeron por primera vez las variedades del chino antiguo que se hablaban en las zonas de más al norte, de donde eran originarios. Estas provincias, sin embargo, tienen una orografía muy peculiar, marcada por dificultades montañosas que históricamente aislaron estas regiones del sur del resto de China. Por este motivo fueron desarrollándose variedades dialectales locales del chino, en ocasiones bajo la influencia de las lenguas aborígenes (implantadas en aquellas regiones antes de la llegada de los colonizadores chinos), que siguieron un desarrollo distinto al de otras áreas donde los contactos con el resto del imperio eran más fluidos.

En las regiones más accesibles, la influencia lingüística de las distintas migraciones llegadas posteriormente desde el norte se notó significativamente, estimulando una evolución más acelerada de la lengua; sin embargo, en las áreas más aisladas, como por ejemplo la provincia de Fujian, más remota y montañosa, las posteriores oleadas migratorias tuvieron una influencia lingüística mucho menos destacada, de modo que la lengua china antigua que hablaban los primeros colonizadores Han que llegaron se conservó más fielmente. Esto explica que la evolución del chino en el norte (dominado por las grandes llanuras y los grandes ríos navegables) y el sur (montañoso y de difícil acceso) fuera muy diferente, dando lugar al nacimiento de dialectos tan alejados entre sí que algunos especialistas prefieren considerarlos lenguas distintas.

Figura 1.12. Área de los dialectos del sur

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Los dialectos yue, min y hakka se hablan en las provincias de Guangdong, Fujian, este de Guangxi, sur de Hunan y Jiangxi, y en las islas de Hainan y Taiwán (figura 1.12). Estas tres familias dialectales del sur, debido a estas circunstancias históricas, conservan muchas características comunes con el chino antiguo, tanto en lo que se refiere a la fonética como a la sintaxis y el léxico. Son tres dialectos distintos y, al mismo tiempo, muy diferenciados entre sí, y sería por lo tanto un error hablar de los dialectos del sur como de una unidad; sin embargo, estos rasgos evolutivos comunes los alejan claramente del resto de los dialectos chinos, que siguieron un desarrollo muy distinto, hecho que explica que se los pueda agrupar en oposición a los dialectos de más al norte.

  • Dialectos yue

Es el grupo más importante de entre los dialectos del sur, tanto por el número de hablantes como por su relevancia sociopolítica. Existen cerca de setenta millones de personas que hablan alguno de los dialectos de este grupo, que se extienden por la provincia de Guangdong y parte de la de Guangxi. A veces se lo denomina cantonés, aunque de hecho éste no es más que un subdialecto de esta familia. La razón de esta confusión metonímica es que el cantonés es el dialecto yue más representativo de todos, por razones de índole diversa:

a) Es la lengua propia de la Zona Administrativa Especial de Hong Kong, donde gozó del reconocimiento oficial hasta que este territorio volvió a la soberanía china en 1997. La importancia económica de la excolonia británica ha contribuido a consolidar su posición: los medios de comunicación (radio, televisión), el cine de Hong Kong o incluso su potente industria discográfica han proporcionado a este dialecto una difusión y una visibilidad social sólo superada por el mandarín.

b) Los primeros contactos de los europeos con China se produjeron especialmente a través de la ciudad de Guangzhou (Cantón), donde se habla este dialecto, hecho que contribuyó especialmente al reconocimiento internacional del cantonés.

c) El cantonés ha sido, hasta hace muy pocos años, el dialecto más hablado entre los inmigrantes chinos en la mayoría de los países del mundo. Actualmente hay cerca de dos millones de chinos o descendientes de chinos en el sudeste de Asia que hablan cantonés. En Estados Unidos la cifra es de algunos centenares de miles.

Por todos estos motivos el cantonés es considerado el estándar entre los dialectos yue. De hecho, los departamentos de lenguas asiáticas de algunas universidades extranjeras lo enseñan junto con el mandarín. Además de ser el más extendido y el que cuenta con un mayor número de hablantes, el cantonés tiene una rica tradición literaria popular. Esto ha dado lugar incluso a la creación de caracteres chinos propios del cantonés, que no se emplean por ejemplo en la escritura del mandarín, aunque su uso raramente llega a la escritura dialectal formal.

Los dialectos yue tienden a tener un gran número de tonos, hasta nueve; además son los dialectos más arcaicos en lo que respecta a la pronunciación de los finales de las sílabas, con muchas más posibilidades que el mandarín o los dialectos del centro. Por lo que se refiere a la sintaxis, presentan también algunas diferencias respecto al mandarín: el orden de los complementos directos e indirectos no es siempre el mismo, así como tampoco la posición de los adverbios; los clasificadores tienen usos distintos, las oraciones pretransitivas (en que el objeto precede al verbo) son mucho más escasas, etc.

  • Dialectos min

El mayor número de hablantes de dialectos min se encuentra en la provincia de Fujian (en la que se encuentra el río Min, del que este grupo dialectal toma el nombre) y en la isla de Taiwán, lo que ha inducido a que popularmente este grupo sea conocido como fujianés o taiwanés. Esta denominación, no obstante, es sólo válida para la variedad hablada en Taiwán y en parte de Fujian (conocida como minanhua , “dialecto del sur del Min”, en el que a su vez podemos identificar diversas ramificaciones). Los otros dialectos min, hablados en el resto de la provincia de Fujian y en algunas regiones adyacentes de las provincias de Guangdong, Zhejiang y en la isla de Hainan, llegan a presentar importantes diferencias que en ocasiones impiden la comprensión mutua entre hablantes (lo cual muestra hasta qué punto es impreciso designar al resto de dialectos min con las denominaciones mencionadas). Todas las áreas min tienen en común una configuración orográfica que en mayor o menor grado ha contribuido a un aislamiento histórico respecto del resto de regiones del subcontinente chino. Esto explica que se haya conservado un gran número de arcaísmos que se han perdido en el resto de los dialectos, y que se hayan producido innovaciones lingüísticas autóctonas sólo presentes en esta familia dialectal. Por todo esto los dialectos min son, probablemente, el grupo más distintivo y fácilmente caracterizable, con un gran número de léxico que no se encuentra o no es demasiado frecuente en ninguno de los otros dialectos y con una mayor diferenciación sintáctica respecto al resto de grupos. Desde el punto de vista fonético, los min no difieren demasiado del resto de dialectos del sur. Poseen un desarrollado sistema tonal; nasalizan una gran parte de las vocales, sobre todo cuando forman parte de diptongos; algunas consonantes, en cambio, han perdido el sonido nasalizado; conservan la variedad de finales consonánticos del chino antiguo, etc.

Habitualmente se divide los dialectos min entre min del norte y min del sur (siendo el segundo de ellos el grupo más extendido, tal como hemos indicado). Además, podríamos clasificarlos según si tienen su origen en la franja este u oeste de Fujian. Los subdialectos del este son más homogéneos, sin duda debido al hecho de que es una zona costera, con mayores facilidades para la comunicación entre comunidades; en el oeste, en cambio, encontramos las regiones donde tradicionalmente había dificultades para el intercambio entre núcleos, hecho que explica la mayor heterogeneidad dialectal de esta parte occidental.

  • Dialectos hakka

Los dialectos hakka se hablan en las provincias de Guangdong, Fujian y Guangxi, además de Taiwán y muchos países del sudeste asiático. En total hay en torno a treinta millones de hablantes hakka (también denominado kejia, según la pronunciación en mandarín de la palabra “hakka”).

Con mucha frecuencia se ha vinculado con el yue o con el min, según los autores, a los que atribuyen un pasado común con el hakka, dependiendo de los casos. Sin duda tienen muchos elementos en común, ya que el hakka participa de las características propias de todos los dialectos del sur, tanto en lo que respecta a la fonética como al léxico y las peculiaridades sintácticas. Se trata, por lo tanto, de un dialecto mucho más cercano al chino antiguo que a los dialectos del norte. Pese a todo, el hakka no goza de la misma posición de fortaleza que tienen el yue, gracias al cantonés, o el min, por medio del dialecto que se habla en Taiwán (el minnanhua). El hakka es un dialecto en regresión, a pesar de que la lengua es uno de los elementos fundamentadores de la identidad de los hakka, chinos de raza Han que presentan, sin embargo, unas peculiaridades culturales propias muy diferenciadas respecto de las de la mayoría de los chinos. (17) El hakka coexiste geográficamente con el yue y el min en áreas donde con frecuencia es la lengua minoritaria, sin llegar a ser el dialecto dominante en ninguna ciudad o región de relevancia estratégica. Por este motivo representa un caso típico de diglosia entre los dialectos del sur.

4.2. Dialectos y chino estándar

Hemos indicado que las diferencias entre dialectos en China son mucho mayores de lo que estamos habituados a entender cuando nos referimos a este concepto, y que incluso existe la tendencia entre algunos especialistas a hablar de lenguas distintas, más que de dialectos. Todos los chinos comparten un mismo sistema de escritura, los caracteres chinos, que sin duda ha contribuido a la unión cultural y lingüística de una extensión tan enorme de territorio. Ahora bien, también es posible hablar de escrituras dialectales, aunque en la mayoría de los casos no hayan sido demasiado desarrolladas: pese a utilizar el mismo código de escritura, los distintos dialectos se escriben de forma diferente, reflejando las diferencias de vocabulario y, en algunos casos, de sintaxis que les son características.

Frente a esta extraordinaria variedad, y teniendo sobre todo en cuenta la poca inteligibilidad existente entre buena parte de los dialectos y subdialectos que se hablan en China, los chinos se han visto obligados a elegir un estándar, denominado putonghua (“lengua común”) en China, guoyu ( “lengua del país”) en Taiwán, o huayu ( “lengua de China”) en Singapur. (18) Este estándar, como ya hemos mencionado, está basado en un 90% en el dialecto de Pekín por razones evidentes. Aunque a lo largo de la historia china ha habido muchas otras capitales de imperio, Pekín ocupó esta posición durante la última dinastía, la de los Qing (1644-1912), y cuando a principios del siglo XX se decidió por un estándar que sirviera como lengua oficial y medio básico de educación, la elección fue bastante obvia, a pesar de que hasta mediados del siglo XIX había sido otro dialecto del norte (el de Nanjing, antigua capital al pie del río Yangzi) el que había reunido las características de un estándar.

Las diferencias entre el chino estándar y el resto de los dialectos tienen su origen en la diferente evolución histórica de las regiones en que se hablan. Algunas de estas diferencias se circunscriben en el ámbito del léxico. En general, los dialectos del sur conservan palabras propias del chino antiguo que se han perdido (o cuyo uso se ha transformado) en los dialectos del norte, menos antiguos. Disponemos de algunos casos característicos y bien estudiados que con frecuencia se utilizan como recurso para decidir la filiación de un dialecto. Por ejemplo, como vemos en la tabla 1.3, en los dialectos del sur se emplea habitualmente la palabra xing, “caminar”, de la misma manera que se hacía en el chino antiguo. El chino mandarín, en cambio, utiliza el verbo zou con este mismo significado. Al mismo tiempo, este último verbo significa “correr” entre la mayoría de los dialectos del sur. El mandarín, en cambio, utiliza otra palabra con esta significación, pao. Finalmente, otro caso característico es el del verbo li, “estar de pie”; en los dialectos del norte, aunque es un carácter que se utiliza todavía en algunas palabras, ha sido sustituido por el verbo zhan, no utilizado por los dialectos del sur en este contexto.

Tabla 1.3. Marcas de diferenciación léxica entre el mandarín estándar y los dialectos del sur

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La diferencia del léxico usado entre uno y otro dialecto es más evidente cuando analizamos palabras que pertenecen a campos semánticos concretos, como por ejemplo los nombres de animales o las plantas, o incluso los de las partes del cuerpo humano (que constituyen lo que habitualmente se considera el vocabulario básico de las lenguas). La tabla 1.4 recoge algunas diferencias léxicas entre el dialecto mandarín y el minnanhua hablado en Taiwán, el más importante de los dialectos min (y además uno de los lingüísticamente más alejados del mandarín), cuando hablamos de las partes del rostro.

Tabla 1.4. Diferencias y concordancias léxicas entre el mandarín y el minnanhua

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Las variaciones de léxico siguen patrones distintos. En el primero de los casos, “cara”, se emplean palabras totalmente diferentes. En otros casos, en palabras compuestas por dos caracteres, como en “cabello”, uno de los caracteres es común, mientras que el otro no coincide. Finalmente, como es razonable, existen palabras totalmente idénticas en ambos dialectos. Esta clase de diferencias léxicas son menores entre los dialectos de más al norte, y más acentuadas entre los del sur, cuando los comparamos con los del norte. Sin embargo, entre los dialectos del sur las coincidencias son bastante remarcables, confirmando una vez más una filiación ancestral común.

Finalmente, además de la pronunciación y el léxico, es necesario destacar que también se producen diferencias gramaticales entre los distintos dialectos. Hay estructuras propias del chino estándar, asimiladas por los dialectos del norte a partir de los contactos con otras lenguas no chinas, que sólo recientemente han entrado a formar parte de la gramática de los dialectos del sur. En apartados anteriores hemos indicado que el uso de partículas aspectuales y modales varía también notablemente entre el chino estándar y los dialectos del sur, de la misma forma que el de los clasificadores. Para mostrar otro ejemplo, podemos señalar que, en general, el orden de la oración china sigue la siguiente estructura:

Sujeto + verbo + objeto/s

Existe, sin embargo, un tipo de oración pretransitiva (conocida como oración con ba ) muy utilizada por el mandarín moderno que rompe con este orden, de manera que el objeto (transitivo), introducido por una preposición, precede al verbo. En los dialectos yue éste es un tipo de oración infrecuente, ya que se trata de una estructura prestada recientemente de los dialectos del norte. Podemos apuntar a la influencia de las lenguas altaicas del norte de China, cuya estructura básica de la oración es S+O+V, como causa de la proliferación de la estructura pretransitiva con ba en el chino mandarín, tesis que justificaría su menor uso en los dialectos del sur (Sun 1997).

La creencia muy difundida de que los dialectos chinos comparten una misma forma de escribirse a pesar de que se pronuncian totalmente diferente es, por tanto, una afirmación falaz que es necesario matizar. El mismo gobierno chino, siempre reacio a aceptar cualquier elemento de diferenciación regional que pueda poner en duda la unidad nacional, ha contribuido en ocasiones a la difusión de esta idea. Es cierto que los diferentes dialectos utilizan un mismo código de escritura, los caracteres chinos, y que en general comparten un léxico y una gramática prácticamente idénticas, pero también es cierto que, en algunos casos, existen diferencias léxicas y sintácticas notables entre algunos de los dialectos y el estándar, especialmente los denominados dialectos del sur. Ello nos obliga a cuestionarnos el tipo de reconocimiento de que gozan los diferentes dialectos y la postura del gobierno chino ante la complejidad lingüística que encontramos en el seno de la lengua china.

4.3. Política lingüística y dialectos chinos

La gran diversidad dialectal ha planteado problemáticas de diferente naturaleza a lo largo de toda la historia de China, aunque todas ellas han apuntado a la necesidad de disponer de una lingua franca en un territorio tan extenso como el chino. Ello ha determinado el interés del gobierno chino de todas las épocas por privilegiar un dialecto por encima del resto que sirviese de espacio de comunicación común.

Después de la caída de la última dinastía imperial, la de los Qing, en enero de 1912, y con la instauración de la República de China, la necesidad de construir un nuevo orden político y estatal tuvo importantes repercusiones en lo que respecta a la lengua. Ya desde la tercera década del siglo XX se intentó imponer un estándar basado en el dialecto de Pekín, entonces denominado guoyu, “lengua del país”. Ésta debía ser la lengua utilizada por el gobierno y los medios de comunicación, además de convertirse en la base del reformado sistema educativo chino. (19) Los otros dialectos, en cambio, ocupaban una esfera menor, la de las funciones comunicativas privadas: su uso se circunscribe al seno de la familia y los amigos, a la vida cotidiana. Sin embargo, más allá de esta supeditación en el ámbito oficial, no se proyectó en ningún caso una política que pretendiese sustituir los otros dialectos por el guoyu.

Con la victoria del Partido Comunista Chino en la guerra civil y la proclamación de la República Popular en 1949, se impuso una nueva denominación para definir el estándar que debía unificar lingüísticamente el país, putonghua (“lengua común”), un término más adecuado para la ideología del nuevo gobierno. Sin embargo, la política lingüística que se adoptó seguía en la misma dirección, a pesar de que se suponía implícitamente que con la campaña de promoción del putonghua el uso de los dialectos sería cada vez menor. A diferencia de lo que sucedió en Taiwán desde 1945, donde el gobierno nacionalista del Kuomintang llevó a cabo campañas contra el uso de los dialectos locales, el gobierno comunista no proyectó medidas prohibitivas respecto al uso de los dialectos, a pesar de que su objetivo era que el putonghua los substituyese de manera natural. Así lo expresa un editorial del Diario del Pueblo (Renmin ribao ), órgano oficial del gobierno comunista, del 26 de octubre de 1955:

“Debemos defender la importancia de la expansión del putonghua, y que así el pueblo entienda correctamente la relación entre los dialectos y el putonghua. El putonghua sirve al pueblo de todo el país, y los dialectos sirven al pueblo de sólo una región. Expandir el uso del putonghua no significa eliminar los dialectos de manera artificial, sino reducir progresivamente su ámbito de uso, de acuerdo a las leyes objetivas de progreso social. Los dialectos coexistirán con el putonghua durante un largo tiempo, pero el uso de éste aumentará de manera constante. Debemos impulsar que se hable el putonghua en público y emplearlo como la lengua literaria. Debemos acabar con los localismos que no aceptan el putonghua, que son reacios a oírlo o que incluso impiden a los niños que lo hablen, y debemos combatir el uso abusivo de los dialectos en las publicaciones, especialmente en las obras literarias.”

Guo (2004, p. 46)

La posición oficial era, por tanto, de cierta tolerancia, a pesar de que en último término la voluntad era que los dialectos quedasen desterrados de la vida pública y que, a pesar de no emplearse métodos “artificiales”, acabasen por desaparecer. El ideario que se esconde detrás de esta voluntad lo definió claramente en 1956 el primer ministro Zhou Enlai en el texto de la ley de promoción del putonghua:

“Un gran número de dialectos ininteligibles ha impedido la comunicación entre el pueblo de distintas comunidades dialectales y ha provocado un sinnúmero de inconvenientes para la construcción socialista [...]. Hay que acabar de manera efectiva con esta situación para salvaguardar el desarrollo político, económico, cultural y la defensa nacional de China.”

Guo (2004, p. 47)

No obstante, a pesar de esta voluntad, la falta de una política decidida en contra del uso de los dialectos permitió su supervivencia, e incluso en el ámbito de la educación, base de toda la campaña para que la población china conociese la lengua estándar, se mantuvo una cierta libertad. Ello ha representado que, en la práctica, todavía hoy en día los dialectos no oficiales continúen usándose (de manera irregular) en la enseñanza primaria e incluso secundaria.

De hecho, desde mediados de los años ochenta el uso de los dialectos se ha ampliado: el teatro o el cine e incluso las televisiones, no sólo de ámbito local sino también provincial y estatal, incluyen en su programación espacios habla-dos en algunos dialectos. Esto es especialmente evidente en algunas regiones, principalmente la provincia de Guangdong, donde existen emisoras de radio que emiten básicamente en dialecto cantonés. Esto motivó que a principios de los años noventa el gobierno chino decidiese tomar medidas para detener la evidente extensión del uso de algunos dialectos en perjuicio del putonghua. En Guang dong las emisoras locales han recibido presiones para un uso más generalizado del putonghua; en las escuelas se exige la enseñanza exclusivamente en el estándar oficial, y los funcionarios del sector público tienen la obligación de utilizar siempre el mandarín, exigiéndose incluso que superen un examen de aptitud para poder ser admitidos. Existen casos en los que se ha prohibido la emisión de series de televisión e incluso de dibujos animados en las televisiones locales por el simple hecho de estar rodadas en dialecto. (20)

La situación sociolingüística es muy diferente dependiendo de cada uno de los dialectos. En las zonas económicamente y culturalmente más desarrolladas (Guangdong, Shanghai, Fujian), los respectivos dialectos tienen una presencia mucho más fuerte en los medios de comunicación e incluso en la vida cotidiana que los dialectos de zonas más deprimidas y que cuentan con un número mucho menor de hablantes. De este modo, de la misma forma que el cantonés, también el shanghainés y el minnanhua (hablado en el sur de la provincia de Fujian) son dialectos consolidados dentro de su familia dialectal, y se consideran de hecho los estándares de entre los dialectos yue, wu y min, respectivamente. En cambio, los dialectos gan o xiang, hablados en regiones menos desarrolladas del interior, tienen una presencia mucho menor en el conjunto de la sociedad china actual, pese a que se trata de lenguas que cuentan con muchos millones de hablantes.

4.4. Más allá de las fronteras de China

Los chinos han sido los protagonistas de una extraordinaria diáspora iniciada sobre todo a partir del siglo XV, cuando empezaron a fundar colonias por diferentes países del sudeste asiático, consecuencia indirecta de las conocidas expediciones del navegante Zheng He, (21) en el siglo XV, y que se intensificaron durante el siglo XIX, cuando llegaron a los países europeos y americanos. La salida más natural de los chinos hacia el mundo exterior se ha realizado habitualmente desde las provincias costeras del sudeste, sobre todo a partir del declive, en el siglo VIII, de la Ruta de la Seda a través de Asia central y el extraordinario desarrollo de la navegación china. Los puertos de las provincias de Fujian y Guangdong, especialmente el de Guangzhou (o Cantón), han sido la primera y la última puerta de entrada y salida del imperio chino durante muchos siglos. La llegada de los primeros occidentales –portugueses y españoles– en la era moderna se produjo a través de este puerto, que se mantuvo como una pieza clave en las interacciones entre China y los países extranjeros hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando las guerras del opio obligaron al imperio chino a abrir las puertas de muchos otros puertos de más al norte. Esto explica que la China que llegaba a Occidente mediante los relatos de una parte de los misioneros, comerciantes y militares europeos fuera fundamentalmente la China del sur, la única que la mayoría de ellos conocía de forma directa.

El grueso de los chinos que emigraban a otras zonas del continente asiático eran también originarios de estas regiones más meridionales. Esto explica que gran parte de esas primeras comunidades chinas del sudeste asiático hablasen dialectos yue, min o hakka, una realidad que aún hoy día se manifiesta en muchos países de este área del planeta. De hecho, en algunos de estos países el chino mandarín tiene una presencia sólo minoritaria.

Actualmente existen muchos millones de chinos (o descendientes suyos) más allá de las fronteras de la República Popular que representan en conjunto un número de hablantes muy importante. En Taiwán encontramos más de veinte millones de chinos Han, una buena parte de los cuales originarios de la provincia de Fujian; de ahí que sea el dialecto min del sur el dominante en la isla, junto con el mandarín. Por su parte, cerca del 77% de la población de Singapur es de etnia china, un porcentaje que disminuye de manera importante en otros países del sudeste asiático: Malasia, Indonesia, Vietnam, Tailandia, Filipinas. En todos estos países, la comunidad china tiene un papel económico y cultural dominante, hecho que explica la pervivencia de la lengua y la cultura china, a pesar de que se encuentra en muchos casos en clara minoría. A continuación caracterizamos brevemente la situación sociolingüística de los distintos dialectos chinos en Taiwán, Hong Kong y Singapur.

4.4.1. El chino en Taiwán

Taiwán es un pequeño estado de 36.000 km2 y 23 millones de habitantes con una historia reciente muy compleja. Pese a ser una isla que se encuentra cerca de la costa de la provincia de Fujian, los chinos no empezaron a habitarla de forma significativa hasta el siglo XVII, cuando quedó administrativamente incorporada por primera vez al imperio chino. A pesar de esto, sólo ocupaban algunas regiones costeras, mientras que el centro y la zona montañosa del país estaban habitados por diferentes grupos étnicos que hablan distintas lenguas austronesias. Hasta el siglo XIX los chinos no vieron las posibilidades que ofrecía un territorio como Taiwán, y sólo en las últimas décadas de siglo lo colonizaron de una forma más intensa. La inmensa mayoría de la población china de la isla era ya en el siglo XIX fundamentalmente fujianesa y hakka, una com po si ción étnica que se ha mantenido hasta la actualidad sin variaciones substanciales. De esta forma los dialectos min y hakka, seguidos del cantonés, eran los que tenían una presencia más destacada en la isla.

En 1885 Taiwán adquirió el estatus de provincia del imperio chino, lo que repercutió positivamente en el desarrollo de la isla, hasta entonces administrativamente dependiente de la provincia de Fujian. La situación realizó un tumbo radical cuando, diez años después, Taiwán pasó a formar parte del imperio japonés, consecuencia del tratado de Shimonoseki firmado entre China y Japón después de una fulminante derrota del ejército chino a manos de la armada nipona. Los chinos, entre otras humillaciones, se vieron obligados a ceder su soberanía sobre la isla, y de esta manera se inició un periodo de cinco décadas, hasta la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, en el que la única lengua oficial en Taiwán fue el japonés. Se intentó sustituir en todos los ámbitos, oficial y privado, las lenguas locales que hablaban los chinos, y al final del periodo de ocupación la mayoría de los jóvenes eran una muestra patente de hasta qué punto los proyectos nipones de aculturación habían sido efectivos (Dreyer 2003a: 392-395). Todavía hoy día es posible encontrar taiwaneses que vivieron aquella época y que hablan japonés; la huella es también muy evidente en los préstamos del japonés que perduran en el chino de Taiwán.

A partir de 1945, nuevamente bajo soberanía china, se impuso una fuerte campaña de promoción del estándar chino, entonces denominado guoyu. Desde el primer momento tuvo una orientación mucho más represiva que en la China continental, debido fundamentalmente a dos factores: el intento de borrar cualquier huella de la presencia japonesa en la isla, y el miedo a la disidencia. Con el traslado del gobierno del Kuomintang a la isla en 1949 como resultado de su derrota frente al partido comunista de Mao Zedong, esta política lingüística represiva se mantuvo vigente. (22) Sólo con la llegada de la democracia en los años 1990 los dialectos que habla buena parte de su población comenzaron a ocupar un lugar entre los medios de comunicación y entraron en el sistema de enseñanza oficial (aunque marginalmente). En 1987 se abolió la ley que prohibía el uso de los dialectos no oficiales en las escuelas, y en 1991 se acabaron las restricciones en los medios de comunicación. En la actualidad existen muchos canales de televisión y radio, en los ámbitos local y nacional, que emiten total o parcialmente en minnanhua y, aunque muchos menos, existen algunos en dialecto hakka. Incluso en la esfera política y cultural, el uso del dialecto min se ha incrementado de manera muy notoria.

En la actualidad, Taiwán es un país fundamentalmente bilingüe, donde además del chino mandarín (todavía denominado guoyu, término que el gobierno del Partido Comunista desterró de China), se habla minnanhua o min del sur (prácticamente un 80% de la población) y hakka. Además, sobrevive todavía un grupo de lenguas austronesias autóctonas (con la lengua amis como la más representativa, con casi 150.000 hablantes).

En Taiwán, la diglosia es muy marcada, pese a que en la última década se ha suavizado bastante: el mandarín sigue siendo la lengua oficial en la educación, aunque ya se admite de manera optativa el estudio de los otros dialectos. En el ámbito familiar, en cambio, o en la vida cotidiana de los taiwaneses, el dialecto min del sur es mucho más frecuente, especialmente fuera de la capital, Taipei, ciudad donde se concentra un mayor porcentaje de taiwaneses llegados en 1949 desde el continente, y no pertenecientes por lo tanto a las etnias min o hakka. La lengua se ha convertido, ya desde los años ochenta, en un elemento de identidad nacional, especialmente el dialecto min, símbolo de la represión política y lingüística que Taiwán había sufrido durante los años más duros de la promoción del guoyu. De hecho, existe una cierta distinción política que separa a los min de los hablantes de otros dialectos, especialmente los hablantes de mandarín, y que hace de la mitad sur de Taiwán, predominantemente min, un sólido feudo del Partido Progresista Democrático, de tendencias independentistas y acérrimo rival del Kuomintang, que en el pasado había protagonizado la represión de los dialectos autóctonos.

4.4.2. Hong Kong y Singapur

Los casos de Hong Kong y Singapur presentan muchas similitudes entre sí, al tratarse de antiguas colonias británicas en las cuales el chino convive con el inglés como lengua oficial. El retorno de Hong Kong a la soberanía china, en el año 1997, sólo ha variado sensiblemente esta situación, pese a que en un futuro inmediato los cambios serán mucho más evidentes. Hong Kong entró a formar parte del imperio británico en 1842, cuando la derrota en la Primera Guerra del Opio obligó al gobierno chino a ceder esta isla de la costa de Guangdong, entonces prácticamente deshabitada. Bajo el tutelaje británico, en pocos años se convirtió en el puerto comercial más importante de Asia oriental y puerta de entrada de las formas y las ideas de Occidente en China. En 1997 retornó a la soberanía china.

Hong Kong está situado en la provincia de Guangdong, y la lengua propia es el cantonés, convertido en estándar dentro de la ex colonia británica. Ahora bien, la lengua de prestigio siempre ha sido el inglés. Hasta 1974 el chino cantonés no fue reconocido como lengua cooficial de Hong Kong, hecho que muestra claramente la posición de las autoridades coloniales, que gobernaban una población marcadamente cantoneshablante (en torno al 97% de los habitantes). Sólo a partir de aquel momento entró en el ámbito administrativo, pero todavía subordinado al uso del inglés.

La situación desde 1997 ha cambiado sensiblemente. Bajo el control del gobierno de Pekín, y con el objetivo de integrar a Hong Kong en la República Popular, el chino mandarín se ha convertido ahora en medio de instrucción en un número creciente de escuelas; el putonghua ha llegado a ser de hecho un requisito importante en la vida cotidiana, al menos a nivel teórico, y el propósito del gobierno chino es que vaya substituyendo de manera paulatina al inglés en todas las esferas. Aún así, el predominio del cantonés en los medios de comunicación y en la esfera pública y privada mantiene al putonghua en una posición muy secundaria, hasta el punto que la mayor parte de la población autóctona es todavía incapaz de hablarlo (a pesar de que una mayoría lo entiende).

Por su parte, Singapur fue fundado por los ingleses en 1819 sobre un antiguo puerto de pescadores y en 1867 pasó a ser colonia del imperio británico. En 1965 se convirtió en un estado independiente en el marco de la Commonwealth, y desde entonces ha experimentado el crecimiento económico más espectacular del mundo. La realidad lingüística en Singapur presenta muchas similitudes con la de Hong Kong antes de su retorno a la soberanía china, ya que comparten un mismo pasado colonial. Singapur representa además un caso de extraordinaria pluralidad lingüística, ya que conviven etnias y lenguas de muy distinta procedencia. La población es mayoritariamente china (un 76,9%), seguida de los malayos (14%) y los indios (7,7%). Las lenguas oficiales son el inglés, herencia de su pasado colonial, el chino mandarín, el malayo y el tamil.

El inglés es la lengua de prestigio, configurando un caso paradigmático de diglosia. Durante los años noventa se han llevado a cabo campañas muy importantes para promocionar el uso del chino mandarín estándar (denominado huayu en Singapur). El objetivo, sin embargo, no ha sido el de impulsar el uso del chino por encima del inglés, sino el de sustituir los dialectos que se hablan en Singapur (mayoritariamente dialectos del sur) por el estándar. Los resultados de esta campaña empiezan a ser palpables, ya que entre los jóvenes de origen chino el uso del mandarín está totalmente extendido, mientras que su conocimiento de los dialectos que hablan sus padres ha disminuido de forma notable (Ganguly 2003). El objetivo a largo plazo, según las intenciones del gobierno de Singapur (dominado por la mayoría china), es que el huayu alcance el estatus del inglés y comparta la consideración de lengua de prestigio.