Introducción

DESDE siempre estuve cerca de María, en la adolescencia me alié a ella y fue el apoyo, el punto de confianza y motivación para mi vida. Al pasar los años me di cuenta que ella tenía historias que yo desconocía, a pesar de haber estado siempre inserta en ambientes religiosos.

Han pasado casi treinta años desde que comencé temerosamente a investigar y a escribir este libro sin saber si me correspondía, ya que profesionalmente pertenezco al área de la salud. Grande fue mi alegría cuando encontré un discurso de su Santidad Juan Pablo II en que dice: “También el pueblo de Dios impulsado por el mismo espíritu contribuye al progreso de la doctrina mariana, que normalmente no es sólo obra de los teólogos”1.

Libre de ataduras me encontré con la niña de Nazaret, llena de gracia, que hace familia, con fe, obediencia y humildad para realizar los deseos de Dios, con San José, la familia de Santa Isabel y los que la Providencia dispusiera.

Mi primera vivencia fue el Padre José Kentenich. Luego su santidad Juan Pablo II, complementado por su seguidor el cardenal Ratzinger, pontífice Benedicto XVI.

Los primeros años, el título del libro era la máxima de san Bernardo, “De María nunca es suficiente”, por lo que desde mi corazón abrí la búsqueda sin límites y disfruté las consideraciones de los mas antiguos como San Bernardo, san Luis Grignon de Monfort, san Alfonso María de Liborio y Reginald Garrigou Lagrange, de la familia domínica. Los modernos; entre otros, como Carlo María Martini, jesuita, y Raniero Cantalamessa, fraile capuchino. También Stefano de Fiores y Bruno Forte sacerdotes diocesanos profesores en mariología en Roma, a quienes conocí personalmente en Cuatlicán, tierra de Juan Diego, en el V Congreso de Mariología Latinoamericano, preparatorio al CELAM de Aparecida, el año 2006.

Acogí algunas historias pertenecientes a la tradición, que aunque a veces no son causa de fe, las consideré porque enriquecen la vida y la expresión de los pueblos.

Me acerqué a la Theotokos, Madre de Dios, Aeiparthenos, siempre virgen, Panagia, toda santa, Eléusa; tierna y misericordiosa orante; la gran emperatriz de la Iglesia de Oriente, e incorporé los iconos del cristiano ortodoxo que es uno de los medios en que se revela la Palabra, porque la devoción a La Virgen María tiene un papel fundamental en el diálogo ecuménico y hacia la unidad entre todos los cristianos2.

Me maravillé cuando María de Nazareth se devela en el discipulado de su misión de Mujer vestida de sol con Cristo y la Iglesia,3 y quedé sorprendida cuando encontré su intimidad con la Santísima Trinidad en la misión de la Redención en la tierra y en el cielo. Es así como descubrí algo del camino de la humilde jovencita de Nazareth, a la gloriosa Reina del universo, lo que me motivó a cambiar el título original del libro al de ahora. “De María de Nazareht a la Mujer Vestida de Sol”.

Esta Mujer vestida es desde los vestuarios más sencillos como los de color celeste de la misericordia, en Lourdes, o café en el Carmelo, pasando por el magnífico de Guadalupe, hasta el vestuario celestial del que se habla en el capítulo doce del Apocalipsis, escrito por San Juan evangelista, la vestida con el poder del Altísimo.

De la Mujer vestida de sol el Padre José Kentenich, en los años ’50, comenta; “El sol es Cristo, quien se expone a la luz se transforma en luz. María Santísima quiere irradiar todo lo que se le dio. Es hija del Sol es portadora del Sol, portadora de Cristo. Por otra parte, acerca de la corona de doce estrellas sobre su cabeza, con la que se le corona en este pasaje bíblico, el Padre José Kentenich4 dice: “Las estrellas también pueden estar sobre nuestras cabezas para que no perdamos de vista las estrellas de los ideales, que consiste en ser instrumento de María para estampar sobre la faz del mundo los rasgos del Amor Eterno”.

Como Iglesia del tercer milenio tenemos la capacidad de peregrinar para encontrar los misterios de Dios y me pareció que un libro así, podría servir de ayuda para cuando se quiere hacer un viaje y así aprovechar esta oportunidad para visitar un lugar mariano y descubrir los tesoros escondidos en cada pueblo.

Sin proponérmelo, tuve la oportunidad de peregrinar a Lourdes, la medalla Milagrosa, santuario de Teresita de Lisieux, Nuestra Señora de las Victorias, Notre Dame, La Salette y Laus en Francia. Fátima en Portugal. Medyugorje en Bosnia Herzegovina. En Italia; Santuario de Loreto, la Porciúncula, en Asís, Pompeya en La ciudad de Pompeya, además de los lugares religiosos de Roma. En Alemania; en los Alpes Altoetting; Schoenstatt en Vallendar, Desatanudos en Augsburgo . Mariazell en Austria. Éfeso en Turquía. She Shan en China. En América; Guadalupe en México, Nuestra Señora de Arrayal en Brasil, Nuestra Señora de la Paz en Chiclayo, Perú, los santuarios de Martín de Porres y Santa Rosa de Lima, Perú. Luján en Argentina. La Tirana en el norte de Chile, Lo Vasquez.

Dado que María como Mujer Vestida de Sol se funde con sus elegidos, también usted podrá conocer a cuarenta y dos de ellos y sorprenderse con la específica y magnifica misión a ellos encomendada. Por ejemplo; yo no dejo de reflexionar acerca de la vida de la familia Marto de Ajustrel, en que la madre conversando con un matrimonio chileno, les expresó su molestia con María Santísima por haberle pedido sus dos hijos. A Francisco y a Jacinta, Nuestra Señora de Fátima les pide sufrir cruentamente por las almas del purgatorio, lo que aceptaron con alegría y fidelidad y luego se los llevó al cielo, de once y diez años de edad.

Guillermo Pons en su libro Puerta del cielo dice: “Una Mujer vestida de sol, el hombre con ojos solo humanos, tal vez no lo comprenda, porque es una realidad tan espiritual que parece una locura”.

Invito al lector a participar en esta hermosa aventura espiritual.

CARLA ORTIZ P. DE CINTOLESI