Introducción

Frente a la complejidad de dar cuenta discursivamente de las tragedias y destinos individuales o colectivos generados por los sucesos del 11 de septiembre de 1973, la narrativa, especialmente la novela chilena escrita y publicada en el país a partir de esta fecha, al momento de abordar la dictadura y sus consecuencias ha optado, en términos generales, por tres posibilidades. Un determinado tipo de novela postula que la memoria de la dictadura debe ser exhaustiva y con un compromiso manifiesto con la verdad de las víctimas, de los derrotados, de los humillados y ofendidos en sus diversos grados.

Por otra parte, hay un segundo tipo de novelas estadísticamente mayoritario que manifiesta una opción menos radical respecto del ejercicio de la memoria en referencia al período. Para estos escritores, y por variadas razones que no es del caso pormenorizar aquí, la novela post-1973 debe hacerse cargo de la memoria de lo sucedido de manera más bien tangencial o asintótica, sea porque –especialmente en el llamado período de transición que se inició en 1990– las condiciones políticas no estaban dadas, o bien porque los novelistas ejercieron su libertad artística en la elección de temas y enfoques, sin dejarse llevar o presionar por otros actores del campo cultural que demandaban de ellos y de otros agentes culturales un papel activo y comprometido con la historia reciente.

Finalmente identificamos un tercer tipo de novelas escritas y publicadas en este mismo período post-1973 que ignoran o parecen ignorar voluntariamente la situación o el contexto en que se vivió desde entonces. No se trata de un grupo numeroso de textos, pero los que hemos detectado y seleccionado parecen seguir a primera vista la fórmula empleada por los adultos Ventura en la novela Casa de campo (1978), de José Donoso: cuando no se puede contra la realidad, cuando se desea escamotear el peligro o evitar el conflicto, lo mejor es correr un tupido velo sobre aquello que nos inquieta, nos perturba, nos saca de nuestra tranquilidad y autosatisfacción o nos quiere obligar a echar una mirada a los aspectos poco gratos o al drama de la vida, como el presente de zozobra e inseguridad o el pasado de tragedia. Por ello, este tipo de novelas omite aquella visión del presente en el cual se verifican los conflictos históricos, y escenifica su acontecer en un pasado aséptico del tipo edad de oro, o bien se sitúa en un presente con características de realidad paralela, o mundo paralelo.

Precisamente estas dos versiones de la elipsis de la memoria corresponden a las dos novelas que examinaremos en este trabajo: Dónde estás, Constanza..., de José Luis Rosasco, y El nadador, de Gonzalo Contreras. Y por otra parte, como señala el crítico Bernard Schulz-Cruz, frente a las posibilidades de la escritura post-golpe de Estado:

Luego del golpe militar, y paralelo al fenómeno “novela de la dictadura y del dictador” que se da en Hispanoamérica, se producen intentos por dar cuenta de la situación en que vive la sociedad chilena. Pero estos textos, aparte de los obstáculos para publicarlos, deben enfrentarse al público y al crítico. Cuando se estudia la literatura del período dictatorial, el gran parámetro será en muchos de los casos el grado de denuncia o complicidad con el régimen que se crea percibir en el escritor (“Jorge Edwards: Las novelas escritas bajo dictadura”, 246).

Más adelante nos referiremos con mayor detención a este aspecto en el cual se cruzan la necesidad histórica, el compromiso y la libertad creativa.

En el análisis de las novelas del corpus escogido se han aplicado diversos enfoques teórico-metodológicos, no obstante en todos ellos –y con diversos énfasis– se privilegia el análisis textual orientado por el modelo narratológico. Tal es el caso, específicamente, en La Beatriz Ovalle, Los convidados de piedra, Tiempo que ladra y La burla del tiempo, mientras que en novelas como Dónde estás, Constanza, El nadador y La vida doble se han adoptado procedimientos retóricos alineados por figuras tales como la alegoría, la metáfora o la metonimia. Un caso aparte es el trabajo llevado a cabo en las novelas El desierto y Morir en Berlín, cuyo hilo conductor analítico es la metatextualidad que se origina en el tipo textual “carta” presente en ambas novelas. Se examina este metatexto en su fuerza perlocutiva y se revisan los problemas de la culpa –el que posteriormente será revisitado desde un enfoque similar en la novela La vida doble–, el perdón y el exilio, conflictos que, además, son objeto de una mirada narratológica intertextual centrada en el punto de vista en las cartas. Finalmente, se examinan los conceptos ricoeurianos de historia vivida e historia narrada desde la poética de la prosa.

Como se observa, se ha optado por no aplicar un modelo ni una estructura estandarizados en el análisis del corpus, y el resultado de esta opción es una variedad de miradas y enfoques al problema común que convoca a estas novelas; e intensidades variables en cuanto al recurso al aparato conceptual bibliográfico, intensidades que fluctúan entre el artículo rigurosamente científico y el texto de carácter ensayístico. Son “intensidades metodológicas” que, hipotéticamente, pudieran estar en consonancia con las intensidades de la memoria mencionadas en el subtítulo de este trabajo.

En cuanto a la selección de los textos, esta abarca desde 1977, año de publicación de La Beatriz Ovalle, hasta 2010, en que fue publicada La vida doble, de Arturo Fontaine. Se trata de un período extenso, y creemos que la selección ilustra los distintos momentos e intensidades que experimentó el género, en acto o en potencia, sobre la dictadura. Dicho sea de paso, cabe recordar que es difícil encontrar novelas chilenas publicadas o incluso vendidas en Chile en los años inmediatamente posteriores a 1973 –las de Marchant y Edwards son excepciones a esta regla–, y que en contraste se produjo una verdadera efusión entre 1989 y 1995. Aunque no fue la intención original, esta selección ocasionó una simetría que se refleja en el hecho de que tres de las novelas aparecieron durante la dictadura: La Beatriz Ovalle, Los convidados de piedra y Dónde estás, Constanza; tres en el período que podemos denominar de la “transición inicial” hacia la democracia: Morir en Berlín, Tiempo que ladra y El nadador, y tres novelas que corresponden a un período de “transición tardía” o “postransición”: La burla del tiempo, El desierto y La vida doble.

Por otra parte, y respecto de los tipos o géneros involucrados en la selección, se puede observar que por su ejecución, siete de las nueve novelas obedecen a una factura bastante ortodoxa dentro del paradigma de la novela hispanoamericana del superrealismo, iniciada por María Luisa Bombal en los años 30 del siglo XX, mientras que las dos restantes, La Beatriz Ovalle y Dónde estás, Constanza, responden a otras lógicas narrativas: en el primer caso, a la novela infrarrealista y posmoderna que emplea la pluridiscursividad, el pastiche y la parodia como recursos privilegiados; en el segundo caso, a la novela juvenil rosa, particularmente a una versión bastante próxima a aquello que Rodrigo Cánovas denomina la imaginación folletinesca, aspecto que también comparte La Beatriz Ovalle, pero esta desde la imaginación paródica. Adicionalmente cabe señalar que Dónde estás, Constanza ha sido una de las novelas más leídas por al menos dos generaciones de chilenos, no obstante lo cual ha sido escasamente comentada y más bien soslayada o francamente menospreciada por la crítica en virtud de considerársela como objeto cultural y no necesariamente como alta literatura.

Del mismo modo, el texto que presentamos intenta recoger una cierta tradición de la literatura chilena que Roberto Bolaño habría desordenado a finales de la década de los 90. Se trata de una tradición que arraiga genealógicamente en José Donoso, y que este libro busca rescatar para la discusión política e histórica. Dicha tradición está representada aquí en los escritores Gonzalo Contreras, Jorge Marchant Lazcano, Carlos Franz y Arturo Fontaine, algunos de los así llamados “donositos” por Bolaño en sus incursiones de guerrilla en Chile. Además, todas las obras seleccionadas conocieron en su momento algún grado de éxito, ya sea de crítica, de ventas, de resonancia mediática o a través de premios otorgados, aun cuando estos factores no constituyeron el criterio central para la elección del corpus.

Por la variedad de enfoques, metodología, grado de profundización y recursos bibliográficos que presenta este estudio, creemos que apela a una diversidad de lectores que desean conocer un aspecto aún no estudiado de la narrativa chilena referida al período de la historia nacional posterior a 1973. El lector no especialista se sentirá interpelado en algunos capítulos que no necesitan de conocimientos literarios previos, y a este se dirigen los resúmenes de cada novela y la recepción crítica de algunas de ellas que incluimos; mientras que por el aparato teórico y la intertextualidad desplegadas, otros capítulos responden más bien a las demandas de especialistas en la novela o de la literatura en general. Toda selección es arbitraria, y la presente no escapa a esta realidad; no obstante, se trata de textos cuya recepción se ha situado en un espacio intermedio entre el silencio receptor y el ditirambo, acaso con la excepción de El desierto, novela que encontró una acogida favorable casi unánime entre la crítica nacional. Esperamos que, por los marcos de referencia conceptuales que propone y por la variedad del corpus elegido, este trabajo contribuya modestamente a otorgar –desde la narrativa– una perspectiva más optimista frente a la posibilidad de reencuentro genuino entre los espíritus aún divididos, conflictuados y cruzados por el pasado de tragedia, y a proporcionar un lugar de mayor visibilidad para estos textos en la historia de la novela chilena y del período posterior a los sucesos de 1973 que aún afantasman el presente nacional.