2
Una persona más abierta a todos los elementos de su experiencia orgánica, que desarrolla confianza en su propio organismo como instrumento de vida sensible, acepta pautas internas de evaluación, aprende a vivir en su vida como quien participa de un proceso dinámico y fluyente, donde el transcurso de la experiencia continuamente le permite descubrir nuevos aspectos de sí mismo.
(Carl R. Rogers)
Me había encontrado con Carl Rogers en mi época estudiantil. La lectura de sus obras y la participación en algún grupo facilitado a la manera no directiva me habían impresionado profundamente. Sin embargo cuando lo conocí personalmente, pude charlar con él y participar como alumno en alguna de sus actividades, tuve la sensación de sentirme transformado. Recuerdo su mirada limpia y tímida pero altamente penetrante. Sentía que el Maestro se percataba de mi estado anímico interior, aún sin decir nada, su presencia me conmovió profundamente y su estar ahí de manera tan intensa me afectó en lo más hondo de mi corazón. Desde entonces no he dejado de preocuparme cada vez que me siento alejado de mí mismo, cada vez que me percato de que estoy actuando de manera no ajustada a mi vivencia interna y, en cada ocasión en que me veo abocado a representar un papel diferente a como me siento yo mismo en este momento, me noto inquieto, perturbado y sensiblemente intranquilo. Cuando estuve con el Maestro habían transcurrido ya 40 años de su comentada e impresionante aparición realmente pública.
Ya han pasado más de siete décadas desde la famosa conferencia de Carl Rogers en la Universidad de Minnesota (EE.UU.). En aquella asombrosa intervención del 11 de Diciembre de 1940, Rogers expuso algunas de sus ideas iniciales sobre una nueva manera de entender la psicoterapia, haciendo énfasis en la capacidad de las personas de autodirigirse y en el potencial inherente que cada persona tiene. Esta conferencia se considera el inicio de lo que se denominó terapia no-directiva. El impacto fue tan enorme que Carl Rogers decidió plasmar por escrito sus supuestos en un libro que vio la luz en 1942.1
En el libro Carl Rogers introducía nuevas formas de relación de ayuda en comparación con otros estilos directivos prevalecientes en la época y utilizó el término cliente para referirse al hasta entonces llamado paciente y las expresiones no-directiva y centrada en el cliente para referirse a su sistema de terapia. El libro incluía también una transcripción de la grabación de un proceso terapéutico: el caso de Herbert Bryan, constituyendo, por estos y otros motivos, una verdadera revolución en el campo de la psicoterapia.
Desde entonces el Enfoque Centrado en la Persona ha ido creciendo, expandiéndose y ampliando sus campos de intervención en la educación, los grupos, las organizaciones y otros ámbitos.2
Una de las ideas básicas del Enfoque Centrado en la Persona de Carl Rogers fue el descubrimiento de que existen, en todos los individuos, fuerzas constructivas de crecimiento que no habían sido consideradas por otras orientaciones terapéuticas. Otra idea fundamental, presente en las aportaciones de Rogers, consiste en la confianza absoluta del terapeuta en estas fuerzas internas del cliente, una confianza nítida que propicia el proceso terapéutico. El descubrimiento de estas poderosas fuerzas internas de crecimiento y la firme convicción del terapeuta en estas fuerzas representan, hoy por hoy, el aspecto más revolucionario del Enfoque Centrado en la Persona.
Así, Rogers constató que existe, en toda vida orgánica, una fuerza direccional básica que se manifiesta como una tendencia en el organismo para preservarse y moverse hacia una dirección de maduración y de autorrealización en sus propias potencialidades inherentes. Esta fuerza direccional también se expresa como una tendencia del organismo para moverse hacia una dirección de mayor independencia, autonomía y autorregulación así como hacia una mejor socialización y está presente desde la concepción de la vida de cualquier organismo hasta su muerte y en cualquier nivel de complejidad orgánica. La llamó, a partir de 1959, tendencia actualizante (actualizing tendency).
Para Carl Rogers el organismo humano es susceptible de autorregulación y de autodirección en sentido positivo y esta tendencia inherente tiene que ver con el desarrollo biológico y con la capacidad de adaptación en la satisfacción de las propias necesidades del individuo, con el restablecimiento del equilibrio emocional y con el deseo interno de desarrollar sus potencialidades. La persona que funciona plenamente es, entonces, aquella que se deja guiar por su organismo que contiene una sabiduría intrínseca de carácter constructivo. Esta persona vive existencialmente y se comporta de la manera más satisfactoria en cada situación existencial, hace lo que siente que es correcto y este mecanismo es percibido como una orientación eficaz y adecuada para sus actitudes y su conducta. En este dinamismo, la persona vive la experiencia de ser libre, una libertad mediante la cual el individuo elige realizarse en plenitud desempeñando un papel responsable. Así la persona puede descubrir un significado interno nuevo, organísmico, producido por el ser consciente de la pluralidad de matices que conforman la experiencia vivida; siendo responsable de lo que uno elige en un proceso dinámico, flexible y creativo del crecer y desarrollarse. Este núcleo es interno y parece ser direccionalmente constructivo.
Rogers revolucionó la psicología centrándola de nuevo en las personas, lugar que jamás tuviera que haber abandonado, si es que lo ocupó alguna vez. Así, la persona se colocó en el lugar central de la existencia, más allá de los roles terapéuticos, las técnicas y los diagnósticos.
Quizá la mayor aportación de Carl Rogers ha sido introducirnos en la búsqueda de respuestas sobre el funcionamiento real de las personas en el mundo, con un lenguaje claro y preciso que conecta con nuestra manera de entendernos o, al menos de vivirnos.
Y es que entenderse a uno mismo no parece nada fácil, a pesar de la multitud de recursos que la psicología ha puesto a nuestra disposición. Incluso en los albores del nuevo siglo, la new age no se resiste a introducir nuevas técnicas, herramientas o “terapias” con la sospechosa finalidad de mejorar nuestro estado emocional y caminar hacia sendas más felices frente a lo que un mundo de incertidumbre nos presenta.
Para Carl Rogers, el objetivo más deseable para un individuo, la meta que en realidad persigue, es llegar a ser él mismo. En este proceso de llegar a ser uno mismo, si como personas nos sintiéramos comprendidas en profundidad y aceptadas en la totalidad de nuestra propia experiencia, empezaríamos a despojarnos de las máscaras que todos usamos y comenzaríamos a examinar diversos aspectos de nuestra experiencia para reconocer y afrontar las múltiples contradicciones que a menudo descubrimos en nosotros mismos. Quizá descubriríamos que una gran parte de nuestra trayectoria vital se orienta por lo que deberíamos ser y no por lo que en realidad somos.
En una ocasión un alumno me preguntó: “¿Cómo somos las personas?”. Yo, un poco desconcertado le dije: “¿Qué haces cuando deseas saber cómo eres?”. Enseguida me respondió sorprendido: “Me miro al espejo”. “¿Y qué ves en el espejo”? –Le espeté con cierto humor–. “Veo como está mi cara, mi cuerpo, y si me siento a gusto y alegre” –me contestó con entusiasmo–.
Entonces se me ocurrió expresar: “Si tu espejo fuera una especie de aparato de resonancia, una RMN (resonancia magnética nuclear) utilizaría ondas de radiofrecuencia y un poderoso campo magnético para producir imágenes claras y detalladas de los órganos y tejidos internos de tu cuerpo, entonces no verías exactamente lo que ves en tu espejo actual, no verías ni tu cara ni tu cuerpo tal cómo los ves, sino tejidos y órganos como tus pulmones, tu hígado, tu bazo...
Y si tu espejo fuera un TAC (tomografía axial computarizada), usaría un equipo especial de rayos X para obtener datos de imágenes de tu cuerpo en distintos ángulos que luego procesaría en una computadora para formar imágenes de alguna sección transversal de tus tejidos y órganos. Sería como examinar un pan cortándolo en rodajas muy finas, cuando la computadora arma de nuevo las rodajas, produce una vista multidimensional muy detallada del interior de tu cuerpo.
Y si tu espejo fuera de rayos X emitiría una forma de radiación mediante la cual estos rayos pasarían a través de tu cuerpo que los absorbería en variables grados, por lo que produciría una imagen en película fotográfica o en una placa de registro, entonces verías tus huesos de color blanco porque absorben gran parte de la radiación y los tejidos blancos como los músculos se mostrarían grises porque permiten que los rayos pasen a través de ellos; el aire que tienes en tu interior aparecería de color negro.
Y poniéndonos a seguir imaginando, si tu espejo fuera un ‘espejo cuántico’ verías un conjunto de partículas de las que estás hecho, moviéndose a altas velocidades, y no podrías distinguir tus minúsculas partículas de las que forman la mesa o la silla que está a tu lado. Así que me parece que no es una buena idea mirarse a espejos de estas clases para saber cómo somos. Puede que tengamos que mirar hacia dentro a ver qué descubrimos”.
Cómo mi alumno, muchas veces me pregunto de qué estamos hechas las personas. Es una pregunta recurrente que se formula en mi mente especialmente en momentos de tristeza y soledad; en estos instantes en que la soledad y la tristeza se sienten intensamente, como una punzada en el pecho y un peso en el corazón. Al fin y al cabo, a pesar de las múltiples y diversas relaciones personales que tenemos, en alguna ocasión uno se encuentra consigo mismo, experimentándose solo en un mundo interno, vivenciando los continuos avatares de la vida, pensando en no sé qué, sintiendo los fenómenos que acontecen.
Y a pesar de conocer los mecanismos que el maestro Rogers me ha aportado para ayudarme a ser más mí mismo, siento a veces extraordinarias dificultades para ser consciente realmente de lo que estoy sintiendo y experienciando y no concibo cómo podría sentirme mejor. Incluso, aun sintiéndome profundamente realizado, me resulta complicado comprender cómo podría avanzar en un camino de mayor crecimiento y desarrollo.
El lenguaje de mi interior me parece muchas veces complejo y no me resulta fácilmente descifrable. En múltiples ocasiones me veo también desprendido de mí mismo, alejado y extranjero en mi propia casa. Pero incluso así, sé que alguien, –yo mismo–, estoy vivenciando toda esa complejidad, por lo que finalmente el mí mismo me atrapa, me condiciona y al mismo tiempo me abre un mundo de posibilidades.
Es posible que, en el fondo, Kierkegaard estuviera en lo cierto cuando manifestaba:
El hombre siempre pretende deshacerse de sí mismo, del yo que realmente es, para llegar a ser un yo de su propia invención. Ser ese yo que él quiere habría constituido para él las delicias de su vida, pero estar constreñido a ser un yo que él no quiere ser, constituye su verdadero suplicio, el cual consiste en no poder desembarazarse de sí mismo.3
El filósofo danés aseveraba en realidad que la causa de la desesperación de la persona reside en no desear ni elegir ser uno mismo o en querer ser alguien diferente de lo que uno es. Y es que a Kierkegaard no le interesaban las verdades objetivas de la filosofía porque decía que no tenían ninguna importancia para la existencia de las personas. El filósofo danés afirmaba que cada uno había de encontrar la verdad “para sí”, así que no hacía falta describir filosóficamente al ser humano o a la naturaleza como había hecho Hegel años antes, sino que lo esencial es la existencia de cada uno y en esta existencia, sobre todo cuando adoptamos decisiones, es cuando nos relacionamos con nosotros mismos. Por ello la verdad, en términos de Kierkegaard, es subjetiva; queriendo significar que las verdades realmente importantes son muy personales. Cada uno, y sólo cada uno, puede saber qué es lo mejor para sí mismo.
Para ser uno mismo es necesario, de acuerdo con Carl Rogers, llegar a experimentar las emociones y sentimientos que surgen del organismo de una forma consciente y abierta, y de este modo la persona se experimenta a sí misma con toda la riqueza que existe en su interior, descubre la armonía de sus propios sentimientos que confluyen en una unidad y no trata de imponer una máscara a lo que realmente es que distorsione el verdadero significado de su experiencia.
Cuando verdaderamente nos convertimos en nosotros mismos estamos más abiertos a nuestra propia experiencia y nos percatamos más profundamente de los propios sentimientos y actitudes, perdemos rigidez en nuestras creencias y convivimos armoniosamente con nuestras propias contradicciones, nos vivenciamos de manera más sensible y descubrimos que nuestro organismo merece confianza, que es un elemento adecuado para hallar la conducta más satisfactoria en cada situación inmediata. En palabras de Rogers:
El individuo llega progresivamente a sentir que este foco de evaluación se encuentra en él mismo.4
Llegar a ser uno mismo es ciertamente un proceso, no solo porque no alcanzamos este objetivo de la noche a la mañana, sino porque cambiamos en el propio transcurso de nuestra vida. Vivirnos como un proceso puede resultar inquietante, pero es altamente estimulador porque nos vamos descubriendo, transformando y percibiéndonos en constante cambio, que fluye en la medida de nuestra experiencia, que nos conduce a revelar nuevos aspectos dentro de la complejidad que deviene en nuestro interior.
En ese lugar interno, único para cada uno, se ponen en funcionamiento un sinfín de procesos mediante los que sentimos la vida y abordamos, como podemos, lo que ésta nos depara.
Si realmente consiguiéramos desentrañar ese misterioso mecanismo interno conoceríamos algunas claves de cómo funcionamos por dentro, que es lo mismo que decir, nos conoceríamos un poco más a nosotros mismos y nuestras reacciones mientras acontecemos en el decurso de nuestra existencia.
Mirarnos, ver el propio interior y descubrir la riqueza que inherentemente poseemos resulta difícil para algunas personas. Percatarnos de lo que sentimos, escuchar el susurro del lenguaje de nuestro ser profundo y entender su significado no parece una competencia establecida en los currículos de los programas de enseñanza y aprendizaje, ni siquiera adquiere mucha importancia en la educación familiar. Así, las personas del siglo XXI nos sentimos huérfanas de nosotros mismos. Dedicamos mucho tiempo a captar mensajes externos, desde la televisión, la música, los libros, las otras personas y todo un conjunto de actividades en las que participamos. Es como si no supiéramos estar solos, o aún estándolo, ocupamos el tiempo haciendo alguna cosa. Pocas veces nos dedicamos a estar solos con uno mismo. Es curioso como ni siquiera estamos capacitados para escucharnos a nosotros mismos un mínimo de cinco minutos al día. Entonces ¿cómo es posible centrarnos en las personas si no conseguimos centrarnos de vez en cuando en nosotros mismos?
Una de las mayores dificultades en percatarnos de nuestro interior consiste en que no sabemos cómo hacerlo. Ignoramos la forma de adentrarnos en nuestras propias profundidades porque nadie nos ha enseñado a bucear en nuestro adentro. Y si en alguna ocasión la humanidad era capaz de sentirse, los avatares de la civilización moderna, con su ritmo desenfrenado, sus ruidos estrepitosos y la excesiva carga de estímulos exteriores de consumo, han conseguido que olvidemos los simples mecanismos de escuchar nuestra voz interior.
Nos es necesario desaprender y aprender de nuevo para saber quienes somos, cómo nos sentimos y cómo podemos sentirnos mejor.
Una de las más creativas aportaciones al Enfoque Centrado en la Persona de Carl Rogers ha sido la propuesta de Eugene Gendlin, un filósofo y psicoterapeuta nacido en Austria en 1926 y emigrado cuando tenía 13 años a Estados Unidos a causa de la persecución de los judíos por el nacionalsocialismo porque su familia era de origen judío. Gendlin estudió filosofía en la Universidad de Chicago e ingresó en 1953 en el practicum de postgrado impartido por Carl Rogers en la misma Universidad. Estaba muy interesado por las investigaciones que Rogers llevaba a cabo sobre la fenomenología de las emociones, la congruencia y la empatía. Más tarde entró a trabajar en el equipo de Carl Rogers y colaboró con él durante una docena de años en Chicago y en Wisconsin.5 Gendlin logró, en base a un consistente sistema filosófico6 diseñar una herramienta potente que llamó focusing7 para ayudarnos a entablar una relación de escucha con uno mismo.
Focusing es el proceso de darse cuenta de una sensación corporalmente sentida a partir de la experiencia de notar cómo sentimos algo en el centro de nuestro cuerpo que tiene significado emocional; esta sensación tiene que ver con la globalidad de algo, un problema, una decisión, una relación personal, una situación existencial. Si conseguimos otorgar significado a esta sensación sentida que surge como globalidad de algo, parece como si sintiéramos un alivio y el propio cuerpo nos indicara un nuevo paso, una nueva dirección.
Se trata de descubrir que el cuerpo ya sabe lo que la mente todavía desconoce y de posibilitar una relación de confianza con nuestro cuerpo, que nos permite contactar con la sabiduría interior, que nos proporciona los pasos para conducirnos hacia una existencia más satisfactoria y con una mayor autonomía frente a valoraciones externas y al propio sistema de creencias.
Lo que sucede en la vida nos afecta. Cada uno de nosotros es afectado por lo que nos pasa. La vida nos ocurre, y esta afectación es corporal. Mediante nuestro cuerpo sentimos angustia, tristeza, enfado, alegría, presión, ganas de..., decaimiento, ilusión por... Y eso que sentimos lo notamos en el cuerpo, la mayoría de las veces en el centro de nuestro cuerpo: en la garganta, el pecho, el vientre, el abdomen..., parece que el centro del cuerpo es el lugar privilegiado en el que podemos sentir el cúmulo de sensaciones producidas por lo que nos está afectando de los fenómenos de la vida.
El cuerpo nos habla en forma de sensaciones y si desentrañamos el significado que para uno mismo tienen estas sensaciones, conseguimos contactar con nuestra propia sabiduría que nos indica el nuevo paso, la dirección constructiva para sentirnos mejor. Aunque inicialmente no sepamos hacia donde nos conduce una sensación, en el momento en que dejamos que surja su significado implícito notamos una sensación de alivio, un ¡ajá, esto es! Y entonces ya somos capaces de planificar mejor.
Es como si estamos en un avión y hemos facturado el equipaje, nos encontramos sentados ya en el asiento correspondiente y nos abrochamos el cinturón de seguridad. De pronto notamos una sensación en el estómago, tiene que ver con inquietud, es como un presentimiento de que nos hemos olvidado de meter algo en la maleta, pero no logramos saber qué, la inquietud no desaparece. Esta sensación corporal de olvido de algo está ahí y nos disponemos a atenderla. Cuando la enfocamos y dejamos que ella misma “hable”, de pronto sentimos “¡el cepillo de dientes!” “eso es”, enseguida desaparece la inquietud, se genera una ligera sensación aliviante. Naturalmente no tenemos el cepillo de dientes, pero ahora podemos planificar qué hacer, decidir si adquiero uno al llegar, esperar a instalarme en el hotel o cualquier otra cosa.
Cuando logramos que desde la misma sensación surja un símbolo, un nombre, un significado, entonces estamos seguros de lo que estamos sintiendo y este mismo significado sentido corporalmente nos otorga la dirección del comportamiento de nuestro organismo que podemos escuchar y por ello darnos permiso para dejarnos fluir.
Incluso en los pequeños detalles de la vida no hacemos caso en multitud de ocasiones a las indicaciones de nuestro cuerpo, si es un detalle minúsculo puede que no pase nada, pero si no aprendemos a escucharnos las consecuencias pueden ser mayores.
Todas las personas tenemos pequeñas experiencias cotidianas en que no escuchamos las indicaciones de nuestro cuerpo. A veces, por ejemplo, voy a comprar una camisa, entonces el dependiente saca varias camisas para que pueda elegir; miro, pruebo... en fin, parece que una de ellas me iría bien, no sé muy bien por qué, pero es como si mi cuerpo se decidiera por esa camisa. Sin embargo el dependiente ha cursado un módulo de habilidades sociales de venta y me indica con suficientes argumentos que esta otra camisa está mejor, su relación calidad-precio, la moda... aunque noto que mi cuerpo parece preferir mi propia elección, me dejo llevar por los argumentos del dependiente y me compro la camisa que me indica. Cuando he salido de la tienda empiezo a sentirme inquieto y disgustado con la compra, es como si percibiera que no me sentiré a gusto con esta camisa, esta sensación no me abandona hasta que llego a casa, me pruebo la camisa y empiezo a notarme incómodo con esta ropa, como que me siento estrecho... finalmente casi nuca me pongo esta camisa. En cambio la ropa que tengo que ha sido elegida desde esta sensación primera en la que mi organismo parecía sentirse bien con la camisa, suele ser esta clase de ropa que me pongo siempre que puedo y me sabe mal cuando ya está muy vieja y tengo que desprenderme de ella.
El cuerpo no solamente muestra estas sensaciones más cotidianas. Cuando tenemos un problema, alguna relación que nos afecta, una decisión que debemos adoptar, cualquier situación vital, podemos atender nuestro interior y comprobar qué nos dice nuestro organismo, qué sensación fluye desde dentro y cuál es su significado que para mí tiene de forma sentida.
Para ello precisamos silenciarnos y escucharnos, atendernos a nosotros mismos. Y para atenderse a uno mismo precisamos dedicarnos tiempo. El tiempo hoy es un bien escaso porque llevamos un ritmo vital apresurado y andamos muy ocupados. Quizá necesitemos ir un poco más despacio, con más lentitud, sin que ello nos haga más ineficaces. Sin embargo, estar un rato en compañía de uno mismo, es quizá la mejor terapia para una vida alegre, saludable y caracterizada por el despliegue de las propias potencialidades inherentes.
El método de Gendlin nos enseña a escuchar nuestro cuerpo porque focusing consiste en acentuar la conciencia y no a sufrir silenciosamente. Cuando prestamos este tipo de atención, enfocando una sensación que se produce por algún fenómeno que nos afecta, ocurre un proceso extraordinario, parece que lo que emerge nos da la respuesta a nuestra propia pregunta, como si un problema contuviera por sí mismo su propia solución.
Rogers había averiguado que cuando escuchaba empáticamente a otra persona se producía una profunda transformación terapéutica en la autopercepción de esta persona y en sus sentimientos y emociones8. Gendlin trató de averiguar cómo ocurría este fenómeno y por qué, y descubrió que siguiendo unos pasos determinados9 era posible contactar con el proceso mediante el cual resolvemos nuestros conflictos; estos pasos permitían que nos aproximáramos a una fuente de conocimiento intuitiva, inmediata y directa. Fue capaz de explicar cómo las personas podemos escuchar nuestro cuerpo porque el cuerpo siente y percibe los problemas y los asuntos de la vida de maneras diferentes a cómo lo hace nuestra racionalidad. Siguiendo los pasos de focusing podemos tener una idea más clara de lo que nuestra voz interior nos comunica, del conocimiento que existe en nuestra conciencia. De esta forma podemos tener una mirada auténtica, una significación sentida de lo que nos afecta en contacto directo con los propios sentimientos que vivimos, lo que nos puede permitir estar inmersos en nuestro ser y conectar con nuestra identidad, única, irrepetible y creativa que somos mediante un proceso que se autopropulsa y que es autodirigido, constructivo y normalmente sorprendente.
Es posible que la manera de encontrar la “verdad para sí” de la que hablaba Kierkegaard, escuchar el propio organismo para el despliegue de la tendencia actualizante que proponía Carl Rogers y confiar en el significado implícito que cada sensación corporalmente sentida nos transmite como manifiesta Eugene Gendlin, sólo sea posible si somos capaces de encontrar en el propio cuerpo las respuestas a nuestros interrogantes. Para ello puede ser conveniente interrogarnos sobre nuestra corporalidad y sus funciones psicológicas y emocionales, y vislumbrar el sutil lenguaje que utiliza en sus distintas facetas y múltiples entresijos. Solamente de esta forma podremos ser protagonistas de un proceso de valoración interna que se basa en el momento presente y que confía en el despliegue de la propia experiencia.
Dejarse llevar por la inmediatez de aquello que experienciamos y al mismo tiempo esforzarnos para captar todo el significado complejo de la misma experiencia, nos conllevará descubrir que en nuestro interior habita una base organísmica altamente organizada que es una fuente de valoración confiable. Si gozamos de libertad interior para elegir lo que valoramos en profundidad, parece que tenderemos a optar por aquellas elecciones, experiencias o metas que contribuyan a la propia supervivencia, crecimiento y desarrollo propios y también de las demás personas.
Buscar adentro en vez de buscar afuera nos brinda una senda socialmente adaptable para abordar los asuntos que la vida nos depara y las encrucijadas de valor con las que nos enfrentamos.
Veamos si podemos viajar hacia la comprensión de cómo funcionamos por dentro y tratemos de desentrañar en lo posible la maravillosa información que nuestro cuerpo intenta transmitirnos, para poder estar en este mundo de una manera más presente, más creativa y, en definitiva, más felices.
1 . ROGERS, C. (1942). Counseling and psychotherapy: Newer concepts inpractice. Boston, Houghton Mifflin. Traducción española: (1978). Orientación psicológica y psicoterapia. Madrid, Narcea.
2 . SEGRERA, A. (2008). “El Enfoque Centrado en las Personas después de Rogers: reflexiones y bibliografía en español”. En Miscelánea Comillas. Revista de Ciencias Humanas y Sociales. Vol. 66. núm. 128, pp. 63-82.
3 . KIERKEGAARD, S. (1999): Enfermedad mortal. Madrid, Albor libros, p. 46.
4 . ROGERS, C. (1981): El proceso de convertirse en persona. Barcelona, Paidós, p. 113.
5 . Se encontrará una exposición de los trabajos conjuntos de Rogers y Gendlin y sus líneas de investigación en el capítulo de BARCELÓ, T. (2007): “Carl R. Rogers y Eugene T. Gendlin: la relación que configuró un paradigma”. En ALEMANY, C. (Ed.) (2007): Manual práctico del focusing de Gendlin. Bilbao, Desclée De Brouwer, pp. 79-128.
6 . Se puede leer un resumen del sistema filosófico del Eugene Gendlin en BARCELÓ, T. (2008): “La filosofía de lo implícito de Eugene Gendlin”. En MISCELÁNEA COMILLAS, Revista de Ciencias Humanas y Sociales, Vol. 66. núm. 129, Madrid, Universidad Pontifica de Comillas, pp. 413-438.
7 . En la web: www.focusing.es del Instituto Español de Focusing se publicitan los talleres y cursos para las personas que deseen aprender este método.
8 . ROGERS, C. (1977): Psicoterapia centrada en el cliente. Buenos Aires, Paidós.
9 . GENDLIN, E. (1988): Focusing.Proceso y técnica del enfoque corporal. Bilbao, Mensajero.