CAPÍTULO 1

QUÉ ES EL BULLYING

 

El bullying es maltrato, acoso y persecución

Bullying[2] es un término que se utiliza actualmente para nombrar un tipo de dinámica grupal particular que se desarrolla en un espacio social vinculado al ámbito escolar y que, en épocas pasadas, se conocía como maltrato entre compañeros de escuela.

La dinámica de este fenómeno requiere, para ser nombrado como bullying, ciertas características que permitan distinguirlo de otras problemáticas sociales alteradas; incluso de un simple «maltrato» por discrepancias o tensiones.

Esta dinámica se desarrolla si, al menos, hay cuatro personajes involucrados, a saber: un sujeto maltratador o victimario; un sujeto sometido o víctima; un sujeto colaborador o encubridor y un sujeto testigo no participante.

Revisemos cada una de estas posiciones o roles dentro de lo que se desarrolla como dinámica de bullying:

un sujeto maltratador o victimario, de personalidad dominante (posiblemente desde muy pequeño) y en quien la fuerza y la capacidad de control sobre los demás parece ser un valor y una característica destacada. También, puede ser preponderante en su personalidad el desarrollo de una percepción muy especializada y sutil sobre los demás, que le permite captar aspectos que no son tan evidentes o visibles para otros. Se trata en general, independientemente de la edad cronológica, de personas impulsivas con un muy bajo umbral para tolerar la frustración. Debido al hecho de tratarse de pequeños, prevalece la acción física sobre sus víctimas; pero a medida que crecen, van especializando sus estrategias de acoso hacia lo discursivo. Muestran desde muy temprano una habilidad en los procesos cognitivos que les permiten diagramar estrategias y convertirse en el autor intelectual de acciones que ejecutan otros. El dominio no solo se desarrolla para provocar maltrato, sino para controlar a otros en pos de alimentar un sentimiento de omnipotencia. De hecho sus víctimas no solo son aquellos a los que maltrata, sino todos aquellos que lo siguen como cómplices y obsecuentes. Ya desde el nivel inicial (jardín de infantes) muestran un evidente enfrentamiento con el mundo normativo y su tendencia a defenderse ante los adultos, por sus transgresiones, es la desresponsabilización. La compasión y la solidaridad no parecen ser sentimientos estructurados en su personalidad, sino todo lo contrario; se muestran despiadados, individualistas y egoístas. Nunca se hacen cargo de sus acciones y, cuando son mayores, perfeccionan su capacidad para escabullirse de los problemas o de las escenas de violencia que generan. Logran, durante largos períodos, mantenerse como referentes populares de otros que ven en ellos sujetos líderes con prestigio social para imitar. Suelen ser sujetos que gozan con la desgracia ajena y les provoca mucha satisfacción desarrollar acciones que induzcan malestar, daño o sufrimiento. Sus estrategias, obviamente, van variando de acuerdo a la edad cronológica y a la experiencia de vida que tenga el victimario. Pertenecen a grupos familiares poco continentes, poco cálidos y con poca implicación emocional en la crianza. Se advierte que son sujetos a cargo de adultos responsables de la crianza, más bien negligentes, que carecen de autoridad y que no hacen un seguimiento adecuado ni imponen una disciplina. En algunos casos, si bien no es una característica determinada en la generalidad de las situaciones de violencia, han sido víctimas de maltrato y acoso durante los primeros años de la infancia. Sus acciones también se pueden ver estimuladas en el contexto escolar cuando se cruzan con docentes agresivos, incompetentes o ineficaces para imponer orden institucional.

La modalidad que emplean los sujetos maltratadores en la escena del bullying puede tener diversas características, aquí exponemos algunas de ellas que pueden complementarse o no entre sí, a saber:

» Accionan reactivamente desde la impulsividad, directamente sobre la víctima y suelen pretender mantener un protagonismo absoluto; pero siempre rodeado de sus seguidores o secuaces. En este caso la fuerza física es su mejor recurso. En algunas ocasiones actúan desde una ilusión de grandeza (que en algunos casos puede ser delirante, según la edad y el desarrollo psíquico).

» Planifican la acción rápidamente y en el corto plazo obligan a otros, bajo amenaza, a ejecutar sus órdenes. Son sujetos que se ocultan y puede darse el caso contrario al anterior porque nunca tocan a la víctima y suelen mostrarse compasivos a la hora de ser confrontados con algún hecho en particular, tratando de desentenderse acusando a otros, obviamente.

» Desarrollan a largo plazo, con diferentes pasos por seguir, un plan sistematizado de acoso que involucra acciones concretas de maltrato y persecución, dentro del ámbito escolar y fuera de él.

» Incluyen en sus acciones de acoso la búsqueda de información y datos sobre sus víctimas, que les permite agregar a su acción física o verbal procesos de intimidación y difamación a través del ciberbullying (ver el Capítulo 3).

» El acosador puede llegar a mantener a la víctima en tensión permanente y lograr así largos períodos de estrés, hasta que decida cuál va a ser el próximo paso.

» Todas las características aquí descritas varían según la edad cronológica, el nivel intelectual, el contexto sociocultural y económico y las contingencias de la vida de quien está constituyéndose como un matón, maltratador o victimario.

 

un sujeto sometido o víctima, con baja autoestima y una predisposición a victimizarse. Se trata de sujetos con una personalidad introvertida y con tendencia al aislamiento. Se muestran sensibles y con habituales estados de ansiedad y angustia que pueden derivar en episodios de llanto y crisis nerviosas. Se exponen inseguros frente a la toma de decisiones y frente a los planteos que los conminan a enfrentarse con sus deseos. Suelen permanecer en la periferia de los grupos y no logran buenas amistades. En general se acercan a otros que muestran características de indefensión similares a las que experimentan habitualmente. Su actitud es temerosa y prefieren el aislamiento. Suelen tener conductas reactivas de defensa anticipadas, porque siempre tienen una suposición de ataque permanente. Las personas de la misma edad, sus pares, son fuente de ansiedad, pues no pueden competir ni enfrentarse con ellos, por lo que prefieren estar con adultos que los protejan o no los cuestionen. Suponen que la gente de la misma edad puede potencialmente ser acosadora; sobre todo en cuanto adviertan su debilidad. Su actitud de ansiedad, depresión e introversión suele ser blanco de la acción de los acosadores. Debo destacar que si bien no hay estudios que demuestren fehacientemente que hay una correlación entre acoso escolar y trastornos en el aprendizaje, sin duda los efectos psicológicos inciden en el rendimiento académico. En muchos casos, no queda en claro, sin una evaluación específica, si los problemas de aprendizaje se fomentan por su posición de víctima o su debilidad intelectual es previa y los conmina luego a ubicarse en una posición de sumisión que alienta la acción del maltratador. Corresponde decir que muchas veces la posición de víctima también se genera a partir de un aspecto físico o una discapacidad real, el sobrepeso y la obesidad o un déficit motor, que generan indefectiblemente una inhibición frente a los demás y al contexto social. Del mismo modo, aquellos niños o adolescentes en quienes aparece una indefinición de su identidad sexual, o no se animan a comunicar sus preferencias sexuales, puede esto ser un elemento de burla y vigilancia del matón. Resulta evidente que «lo diferente» es fuente de atención por parte de los acosadores. En algunas oportunidades, el sujeto en posición de víctima también puede ser un agresor y su justificación frente al maltrato es que a su vez lo han maltratado. Suelen ser personajes pueriles, irritables y tiranos. La posición de víctima-agresor implica una psicopatología aún más grave que una posición pura. Esa situación dual requiere necesariamente una atención en el corto plazo para evitar que pueda desencadenarse una acción contra sí mismo o hacia terceros (suicidio u homicidio), ya que son los sujetos que suelen protagonizar masacres escolares (ver el Trastorno Bipolar Infantil en el Capítulo 4). La modalidad que adquiere la posición de los sujetos que son víctimas de la escena del bullying puede tener diversas características:

» Exponen conductas provocativas o irritantes frente a quienes manifiesta y declaradamente son los matones del grupo, y luego se sorprenden por las consecuencias de esta exhibición. En general, el grupo queda perplejo frente a este extraño esquema de conducta.

» Pueden intentar mostrarse dóciles y complacientes con la esperanza de no provocar una acción de maltrato sobre ellos. No obstante, desconocen que a la perversión no hay manera de saciarla y que el matón perverso se irrita aún más si la víctima busca afecto o reconocimiento.

» Constantemente se quejan de todo cuanto se les exige, manifestando cierta imposibilidad de cumplir con los requerimientos de los que son objeto.

» Pretenden que se los reconozca como imposibilitados para realizar determinadas actividades y que eso se naturalice; por lo tanto, exigen privilegios que otros no tienen.

» Suelen mostrarse débiles y con cierto nivel de incomprensión o ingenuidad frente a las diversas dinámicas de tensión entre fuertes y débiles que adquieren los grupos escolares, pretendiendo una consideración especial por su condición de debilidad. Incluso los padres pueden llegar a presentarse en la escuela para reforzar esa debilidad y pretender un trato preferencial, solicitando la eximición de alguna actividad escolar.

» Desarrollan conductas que se destacan por ser torpes, desubicadas, extemporáneas y por momentos ridículas; y luego se sorprenden por las consecuencias de estas manifestaciones. Muchas veces se enojan, lloran y se irritan frente a la incomprensión del grupo (por supuesto, dependiendo de la edad y de la personalidad de cada sujeto). Esto genera, en la gran mayoría de los casos, que el grupo escolar no lo defienda de un posible maltrato, sino todo lo contrario: alientan al matón. En algunas oportunidades, es el mismo grupo el que estimula y arenga las escenas provocadas por el matón, porque consideran que la víctima se lo merece por «tonto» o por pretender privilegios que otros no tendrían jamás.

» Quienes están en posición de víctimas del acoso pretenden una cercanía con el mundo adulto, como si fuera una caparazón que los protege del maltrato, y esto les da un sentimiento de omnipotencia e impunidad que desequilibra la armonía grupal. Esto último fomenta aún más la tensión propia de los grupos escolares. Los alumnos se manifiestan abiertamente en contra de estos privilegios y comienzan a considerar que el maltrato está bien justificado.

 

un sujeto colaborador o encubridor, que habitualmente no tiene el coraje ni la autoestima suficiente para enfrentar directamente situaciones adversas. Se identifica con el agresor o con un rasgo que muestra el matón y que él desea para sí. Suelen motivarlo sentimientos de impotencia y venganza por defectos propios o por intensos procesos de inhibición que dominan su vida y que aparecen atenuados en el marco de una dinámica social de bullying. En el entramado de esa dinámica, el autor intelectual, o sea el matón, no es quien queda involucrado en el conflicto, sino sus secuaces. Esta participación implica un protagonismo que no tendrían en otros contextos de su vida; y esto en definitiva es una identidad. Siempre es mejor ser algo, aunque sea una «mala persona», que no ser nada. Y, en general, este tipo de sujetos se sienten nada o ninguneados por el contexto social. La dinámica del bullying les da, a este tipo de personalidades obsecuentes, la oportunidad de ser artífices materiales de un hecho destacado (pero pensado por otros). Por supuesto, son tan víctimas como a quien acosan, ya que deben responder al deseo del matón y no pueden tener la más mínima iniciativa propia; todo debe adecuarse a las órdenes del «jefe»; ellos no tienen ni voz ni voto.

La modalidad que se advierte en los sujetos colaboradores o encubridores de la escena del bullying puede tener diversas características:

» Tienen cierta fascinación por los líderes negativos y por las personalidades oposicionistas, debido a un proceso de inhibición propia que no les permite demostrar sus sentimientos ni accionar autónomamente. Tienen una baja autoestima que les imposibilita actuar por propia decisión, por eso se encubren detrás de las acciones de otros.

» Evidencian en sus acciones una neurosis de obediencia que los conmina a tener que hacer todo lo que el matón les indica como una orden. Necesitan constantemente agradar a su «jefe» y aguardan con ansia la aprobación; por lo tanto, son capaces de acciones sumamente descabelladas y crueles.

» La relación del colaborador o secuaz con el matón es tan asimétrica como la del matón con su víctima. Están tan expuestos como aquellos sujetos a los que se maltratará e intimidará. Y esa es una de las razones por las que ejecutan la orden sin cuestionar nada.

» Tienen la mirada puesta en el matón cuando hacen su acto de maltrato esperando su aprobación. Sin embargo, se sorprenden cuando es el mismo «jefe» quien puede llegar a denunciarlos por su acción con la intención de salvaguardarse. Para los secuaces, esa acción de delator es incomprensible, ya que suponen el desarrollo de una estima sobre ellos que los salva y los protege. Sin embargo, eso no es así; los matones no se compadecen ni siquiera de sus cómplices o seguidores y los denuncian si es necesario para salvar su propio pellejo.

 

un sujeto testigo no participante, que mantiene una actitud pasiva ante la dinámica de bullying desplegada por el/los matones y sus seguidores y colaboradores sobre la víctima de turno. Se trata de personas con poca iniciativa, temerosos de denunciar las injusticias que otros cometen por temor a ingresar en el listado de las potenciales víctimas; incluso de dar una opinión, aunque su integridad no esté en juego. Generalmente no se involucran activamente en este tipo situaciones de maltrato o agresiones entre pares; sin embargo, paradójicamente, no advierten que están absolutamente incluidos como observadores no participantes. Ellos son parte del despliegue de la dinámica del bullying. Sin ellos, según la experiencia que he desarrollado en una buena cantidad de organizaciones escolares, esa dinámica no tendría lugar. Los matones y los secuaces requieren de un público espectador, no participante, ante el cual desplegar su malicia y su poder de dañar, maltratar y humillar. Ese despliegue escénico también está dirigido a esos espectadores no participantes. La acción del matón es un mensaje no verbal para estos testigos silenciosos. Es una manera que tienen los matones de darles un mensaje sin dirigirse a ellos directamente: «Ustedes son las próximas víctimas»; «no se atrevan a denunciar lo que ven»; «somos poderosos y se los demostramos dejándolos impotentizados y perplejos ante lo que ven»; «no pueden dejar de mirarnos porque somos osados, los más fuertes y los mejores». La modalidad que se advierte en los sujetos que son testigos silenciosos no participantes de la escena del bullying puede tener diversas características:

» Antes de ser testigos, son observadores pasivos. Pueden llegar a no percibir la situación que se está construyendo. Pero esta actitud solo se puede sostener durante un lapso, al término del cual la evidencia tiene un peso tal que no se pude seguir negando.

» El observador no participante, ante el aislamiento de la víctima, supone que se lo tiene merecido por su actitud. Hasta que la verdad no sale a la luz, el observador que aún no es testigo puede suponer que la víctima miente.

» Cuando pasa de simple observador a testigo silencioso, su primera actitud es defensiva; por lo tanto, reniega de que lo que allí ocurre sea una escena de sometimiento de unos sobre otros. Incluso puede llegar a adoptar una actitud hostil y de sarcasmo hacia la víctima.

» Cuando el hecho es contundentemente evidente, observan en silencio, atemorizados, y ruegan que nunca les pase una cosa así. Suelen quedar paralizados.

» Otros testigos, que desarrollan otra clase de personalidad, hacen otro proceso y observan con júbilo y cierto goce la situación. En algunos casos, disfrutan del sadismo que ejercen los matones y, en otros casos, disfrutan del dolor de la víctima.

» Pueden llegar a observan con placer sadomasoquista.

» Hay testigos que se enmarcan dentro de los «justicieros impotentes». Esta clase de sujetos tiene una personalidad que los lleva a observar con indignación, pero son incapaces de intervenir porque advierten que no hay un contexto dónde hacer la denuncia.

» Están los sujetos que observan resignados porque, internamente, han naturalizado las acciones de agresividad, de acoso y de maltrato como parte de la vida institucional.

» Otros persisten en una observación indiferente, convencidos de que ellos nada tienen que ver con esa escena, porque suponen que quienes son maltratados «algo habrán hecho para merecer semejante castigo» o persecución.

 

Modalidad que adquiere la violencia

 

En la actualidad, hay algunos investigadores que están extendiendo el estudio de la problemática del bullying a otras escenas fuera de las escuelas. No obstante, para delimitar lo que se piensa y dice del bullying, en esta ocasión, sugiero que la acción se delimite al ámbito escolar. Si se da en otros ámbitos, como puede ser la calle, aunque sea en la puerta de la escuela, es evidente que participan otros actores sociales que pueden alterar el hecho; emparentándolo con la violencia callejera, más que con la violencia institucional que es motivo de análisis de este libro.

Para que podamos hablar del proceso de una dinámica de bullying, es fundamental que se desplieguen, con una modalidad particular, uno o más de los cuatro tipos de violencia:

la física (golpes y maltrato corporal),

la verbal (insultos, amenazas e intimidación),

la psicológica (acoso y persecución) y

la simbólica (segregación y discriminación negativa).

 

La modalidad que adquieren estos cuatro tipos de violencia puede variar. Por lo tanto, para denominar una acción violenta como bullying, debemos contemplar cómo se lleva a cabo y bajo qué condiciones y circunstancias.

 

Solo maltrato físico (golpes, empujones, zancadillas, pellizcos, toqueteos obscenos, cachetadas, ahorcamiento, tironeo de pelo, golpes con objetos, otros). Es la modalidad más destacada y elegida entre niños del nivel inicial y primer ciclo de la escolaridad primaria. En el resto de los niveles, veremos que se da la violencia física acompañada de otros recursos para maltratar. Por lo tanto, para considerar bullying al maltrato físico, se debe dar de un sujeto sobre otro y de modo persistente. El maltrato físico aislado y sin un entramado estratégico no significa que sea bullying. Consecuentemente, es menos frecuente encontrar acciones puras de bullying entre los escolares del nivel inicial. Siempre debe darse con la participación de otros como testigos que observan o que alientan y arengan (esto no es tan frecuente en el nivel inicial de escolaridad porque desde el punto de vista psicológico no se ha desarrollado el espíritu de grupo). Y también debe darse la alternativa de que algunos otros compañeros funcionen, en su rol social, como cómplices para diagramar dicha estrategia de maltrato físico. Si bien esta modalidad, la del maltrato físico, puede darse también en niveles de escolaridad superior, como el segundo y tercer nivel de escuela primaria y escuela media, se presenta de manera más furtiva, encubierta y silenciosa como característica singular. En la escuela media, hay dos modalidades de maltrata físico vinculadas al bullying: por un lado, está el típico golpe disimulado, que se produce en los recreos o en la confusión de un conjunto de alumnos que forman fila o esperan agrupados para salir o entrar al colegio; o en el conjunto de alumnos que aguardan en la ventanilla del quiosco escolar para comprar algo. Es la típica acción de una «mano anónima» que golpea y luego se encubre entre otros, pero siempre golpea a la misma persona y se la busca entre la masa. Es el típico golpeteo físico, persistente, sobre un mismo compañero al que se aguarda en su distracción para acometer contra él y que no pueda claramente determinar quién es el protagonista (aunque muchos de ellos logran determinarlo muy bien). El acosador aprovecha ese grado de ingenuidad de la víctima para persistir con los golpes, ya que se trata de alguien a quien se puede molestar porque no va a denunciar nunca nada. Y por otro lado, también puede darse el caso de que el victimario no quiera ser anónimo, sino todo lo contrario, ya que su placer pasa por verle la cara de pánico a la víctima. Este tipo de sujeto no quiere ser anónimo, porque goza con el miedo que inspira en el otro su sola presencia. En las escuelas, muchos de estos sujetos quieren que sus víctimas sepan claramente quién es el que los molesta. En estos casos, se trata de personalidades sádicas que lindan con la perversión. Por último, es importante destacar que en el caso de aquel que golpea por venganza a un compañero en particular y lo persigue con ese tipo de acciones solo físicas, no está desarrollando una conducta encuadrada dentro de lo que consideramos dinámica de bullying. Este último caso es un acto de venganza de uno sobre otro y en el que el primero fue víctima inicialmente y no parece pasivo ante el maltrato físico.

Maltrato físico y verbal (a la descripción anterior se le agregan los insultos verbales, insultos en relación a familiares, amenazas y pronósticos de maltrato a futuro), de uno sobre otro y de modo persistente. Siempre con la participación de otros como testigos, que observan o que alientan y arengan, y de algunos otros como cómplices para diagramar dicha estrategia de maltrato e insultos. Este tipo de maltrato se advierte en todos los niveles escolares y preponderantemente en el segundo y tercer nivel de escolaridad primaria. El insulto verbal cobra una dimensión particular en esta modalidad de violencia, ya que se trata de personas inmaduras objetivamente por su edad cronológica o se trata de personalidades con bajos niveles de inteligencia y un empobrecido desarrollo cognitivo. En este último caso, se trata de personas que deben insultar debido a que la acción física no alcanza para satisfacer su ansia de provocar daño a los demás. En general, se trata de sujetos que no desarrollan otro tipo de maltrato, como podría ser una persecución psicológica, ya que no tienen la capacidad intelectual para elaborar estrategias discursivas que se transformen en verdaderas amenazas para algún compañero. Los sujetos que solo desarrollan este tipo de maltrato, el físico y el verbal, en general, son personas muy básicas en su pensamiento y con muy pocos recursos simbólicos. A este tipo de acosadores les molestan, muy especialmente, aquellos otros que pueden aparecer en el grupo escolar como «los intelectuales». En realidad, para ellos, los alumnos estudiosos o con buen rendimiento académico, que se denominan en la jerga como nerds, les causan mucho malestar por el efecto de lo que ellos no pueden ser o tener. Esta nominación ya tiene bastante trayectoria y está instalada desde hace muchos años en las organizaciones escolares, ya que representan el estereotipo del alumno estudioso que, como no logra buenos niveles de socialización, se aboca al estudio y entonces es blanco de burlas y maltrato. Esta nominación fue tomada de una película: La venganza de los nerds, dirigida por Jeff Kanew, que se estrenó hace casi treinta años y que mostraba, dentro de un colegio universitario, una fraternidad entre los «intelectuales» del grupo que habían quedado marginados por su condición de estudiosos y poco sociables.

Maltrato físico y verbal con acoso psicológico (tomando la descripción anterior, se le agregan las humillaciones respecto a un rasgo físico, conductual o intelectual, más amenazas y pronósticos de maltrato a futuro). Debe darse, como en los casos anteriores, de uno sobre otro y de modo persistente. Siempre con la participación de otros como testigos, que observan o que alientan y arengan, y de algunos otros como cómplices para diagramar dicha estrategia de maltrato e insultos. Esta modalidad de acoso es más típica del último ciclo de la escuela primaria y fundamentalmente de la educación secundaria. La característica más destacada de este tipo de acosadores es que tienen un muy buen nivel en los procesos cognitivos, que es la facultad para procesar información a partir de la percepción de un hecho. Son personas con buenos recursos simbólicos para saber encontrar la característica que, al ser denigrada o calumniada, provocará en sus víctimas algo más profundo y duradero que el posible daño físico. Se trata de personas que son buenos observadores y que son muy precisos en lo que dicen y en el modo de actuar. No señalan cualquier rasgo en sus víctimas, sino aquel que han observado como notorio o que les ha llamado la atención. Van probando y tanteando qué aspecto y descripción de su víctima, al ser destacado, provocará malestar, ansiedad o angustia. Se toman su tiempo para dar, con certeza, en el blanco. Una vez que han determinado qué rasgo o conducta es la que, al ser señalada o evidenciada, puede molestar a sus víctimas, comparten esta información con sus seguidores o laderos y así se transforman en autores intelectuales de una encrucijada destructora.

Maltrato físico, verbal con acoso psicológico y con segregación y discriminación (se toma en cuenta la descripción anterior con el agregado de acciones tendientes a dejar aislada a la víctima o cruelmente señalada por algún rasgo de su identidad cultural, social, sexual, otros). Pueden también estar incluidos, en las acciones de maltrato, el robo y la destrucción de objetos personales como modo de humillar y atentar contra la integridad. También, se debe producir de uno sobre otro, de modo persistente. Siempre con la participación de otros como testigos, que observan o que alientan y arengan, y de algunos otros como cómplices para diagramar dicha estrategia de acoso. En la modalidad de violencia simbólica, no hay tanto acento en el despliegue de estrategias de maltrato físico, pues está exacerbada la violencia intelectualizada o discursiva. En esta vertiente, tiene mucho mayor perjuicio lo que se dice por sobre lo que se hace. La violencia simbólica es propia de los procesos de acoso que se dan en la escuela secundaria, especialmente en el ciclo superior y en los primeros años de la universidad. Una característica de la violencia simbólica es la de atentar contra la autoestima de las víctimas. La autoestima es un conjunto de percepciones que el sujeto tiene de sí mismo. En esta percepción están involucrados sentimientos y pensamientos que, en general, definen una apreciación interna sobre uno mismo y que puede ser positiva o negativa, pero nunca irrelevante o indiferente. El acosador que logra captar si su víctima tiene una mala o deficitaria estima de sí mismo se transforma en el enemigo más temido. El acosador «trabajará» en función de destruir, en su víctima, lo poco de positivo que pueda quedar como autopercepción; destacando, de modo virulento, los rasgos que acompañen este objetivo.

 

En el caso que no se pueda determinar la existencia de estos componentes, no se trata de una situación de bullying, sino de otro tipo de dinámica de maltrato.

Al maltratador, en épocas pasadas, en la jerga callejera, se lo denominaba «patotero» y en general se trataba de un líder negativo dentro del grupo. Resultaba casi imposible que ese sujeto fuera un referente positivo para los otros, y a pesar de los seguidores temerosos y obsecuentes, su estrategia era siempre la de sembrar pánico. Por lo tanto, en muy pocas ocasiones, su condición social estaba vinculada con lo que se conoce vulgarmente como un sujeto «popular».

Actualmente, a ese sujeto que molesta y maltrata a sus compañeros, que tiene algún cómplice y que genera miedo o fascinación en otros, se lo nombra como un bully, que se traduce como «matón». Se reemplazó por este término inglés para darle un carácter universal que no responda a ninguna jerga ni giro idiomático. De tal modo que, al decir bullying, en cualquier parte del mundo, todos saben a qué remite. Otras terminologías locales podrían dar lugar a confusión o malos entendidos, ya que varían según la zona o país en la que se utiliza.

 

El fenómeno del bullying viene a sumarse, como una nueva categoría, al listado de las llamadas violencias institucionales. En este caso, se trata de violencia entre pares, dentro del ámbito escolar.

 

Existe, en la actualidad, una gran confusión conceptual respecto de si se trata de la dinámica de un comportamiento individual o grupal alterado o si se trata de un trastorno de la conducta que puede encuadrarse dentro de una clasificación psiquiátrica.

La evidencia que se observa en los establecimientos educativos demuestra que el bullying –no el maltrato cotidiano entre pares como tensión entre los fuertes y los débiles– es la respuesta social de algunas personas que tienen una alteración mental.

Se discute, en el ámbito académico de la salud, si el bullying se produce porque ciertos grupos escolares funcionan mal y esto provoca en una determinada persona la aparición de conductas perturbadoras (por una alteración de la personalidad) o si se trata de una enfermedad mental individual proyectada en el grupo; independientemente de las características de este.

En verdad son las dos caras de una misma moneda que se evidencian cuando se analizan los casos de bullying. En esa ocasión se suelen encontrar diversas presentaciones, pero que siempre responden a alguna de esas dos posibilidades.

 

El grupo puede llegar a detonar en alguno de sus integrantes un perfil patológico, alterando su mapa emocional. Del mismo modo, la enfermedad mental de un miembro del grupo puede llegar a encontrar un terreno fértil en el espacio grupal para hacer su despliegue, a veces macabro, alterando el mapa emocional del grupo.

 

El mapa emocional de las personas se construye en el intercambio con el entorno. En ese mapa emocional, se puede ver la construcción social de la personalidad y de las alteraciones de la personalidad que se producen como producto del contacto con los otros semejantes.

Del mismo modo que un médico ve una radiografía para determinar lo que le pasa a una persona, el mapa emocional es lo que ve y analiza un psicólogo cuando escucha al paciente.

El grupo escolar también tiene un mapa emocional. El grupo también construye socialmente una identidad que lo representa ante los otros grupos y las otras personas de la organización escolar.

Ese mapa emocional conforma un bagaje de experiencia socioafectiva que lo enriquece o empobrece. El grupo se comporta como una persona y transita por los mismos avatares en el proceso de su construcción. Por esa razón, como el grupo se comporta como una persona, es posible estigmatizarlo como violento o maltratador.

Así, los grupos escolares transitan su vida en las organizaciones escolares y los docentes van recibiendo esos grupos año a año y en muchos casos no trabajan (porque no pueden o no saben) para desandar la identificación con un perfil violento o maltratador.

 

 

2.El término bullying fue acuñado por un psicólogo noruego Dan Olweus para denominar las dinámicas del acoso escolar.