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BOSTON, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2024
TRANSCRIPCIÓN DE UNA CLIENTA
Nací en 1871, por lo que tengo… ¿En qué año estamos? Da igual. Las matemáticas son muy tediosas. Además, la edad pierde sentido cuando los años se acumulan en tu pasado y en tu futuro, infinitos, vacíos, cuando dejan de marcar el paso del tiempo o la llegada de la muerte. Es como una noche interminable sin la esperanza de un nuevo amanecer. Lo bueno es que sé que tengo un aspecto magnífico para mi edad.
Mi primer nacimiento no es digno de atención. Una pequeña tormenta en un mundo que exigía a las niñas ser tranquilas y silenciosas. No me interesa recordar esos momentos y sé que tampoco es lo que te interesa. Lo que te interesa es lo que vino después del segundo nacimiento, cuando salí del útero de la vida y de la cavidad de la muerte como una criatura que no estaba del todo viva y tampoco del todo muerta.
Si nunca te has despertado en tu propio ataúd, no es una experiencia que pueda recomendar. Oscuridad, dolor y sed… una sed asoladora, como si tuviese el cuerpo entero reseco y estuviese a punto de morir si no la saciaba cuanto antes. El lugar estaba cerrado por todas partes, pero había junto a mí unos ojos rojos en la oscuridad y unos dientes acariciaban mi cuello. Grité y grité, pero nadie acudió. Todas las partículas que conformaban mi cuerpo anhelaron estar en otra parte, donde fuese.
Y no tardé en estar fuera. Aparecí en el exterior de un mausoleo. De haberme preguntado mi nombre, no habría sabido responder. Es algo que perdemos todos en ese intervalo que hay entre la muerte y el despertar. Perdemos muchas cosas.
¿Alguna vez te has ido a dormir convencida de que el mundo era un lugar predecible para luego despertarte y descubrir que todo había cambiado, que todo se había vuelto tan absurdo y carente de significado que no sabías si reír o gritar y tenías miedo de hacer las dos cosas y no parar jamás?
Reír no era una opción, en realidad. Toda mi existencia había sido un grito angustioso, incluso ahora que había quedado libre de mi encierro. Tenía la garganta en carne viva a causa de la sed. No tenía muy claro qué era lo que necesitaba, pero sí que tenía que beber algo de inmediato.
¿Acaso no sabía él que estaba aquí? ¿No sabía que estaba hambrienta y aterrorizada? Lo sentía cerca. Detrás de mí, en las sombras. Sabía que podía llegar a aparecer y, aunque no fuese para socorrerme, porque no era tan ingenua ni siquiera en esos momentos, sí que creía que iba a ayudarme a sentirme algo más ubicada. Recordaba a Drácula a pesar de no tener muy claro quién era yo y de recordar a duras penas lo que había sido antes de convertirme en esta criatura asolada por el pánico y las ansias.
Él me había buscado. Me había reclamado como suya. Y, aun así, ahora estaba sola. Pero no por mucho tiempo. Las novias de Drácula ya habían empezado a seguirme. Y no solo ellas. Había muchos otros como yo ahí fuera, a la espera. Muchos a los que conocer, amar, traicionar, cazar y asesinar.
A veces me sentía como si nunca hubiese abandonado aquel cementerio, como si siguiese allí de pie, gritando y esperando a Drácula.
Querida. Estás perdida. Lo veo en tu rostro. Y lo sé porque yo llevo mucho tiempo perdida. Te acostumbrarás. El tiempo no es una línea recta, sino un pozo sin fondo al que arrojamos más y más de nosotros mismos hasta que nos consumimos por completo. Todo sigue ocurriendo en estos momentos, no ha ocurrido jamás, seguirá ocurriendo en el futuro y no ha ocurrido aún, al mismo tiempo. Aún paseo entre los fantasmas de todas las personas que he sido; no sé cuál de ellas soy o si soy siquiera uno de esos muertos que no dejan de aparecérseme.
Las historias son como esas apariciones, ¿no crees? Son como fantasmas que llevamos con nosotros a todas partes. Intentaré contarte las mías en orden, construir una casa para ti donde todos mis fantasmas pueden aparecérsete de una manera que te permita encontrarle sentido.
Ya estás en esa casa. No sabes cómo has entrado. Lo único que tienes claro es que no hay manera de salir y solo puedes internarte en ella más y más. Y tras la siguiente puerta hay una novia. Tiene tacto de terciopelo, huele a sexo y sabe a sangre.
Demasiada sangre.