BIOGRAFÍA

Al amanecer del 6 de julio de 1907 nació Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón en la hoy conocida Casa Azul en Coyoacán, al sur de Ciudad de México. Fue la tercera hija de Guillermo Kahlo, fotógrafo alemán, y de Matilde Calderón y González, nacida en Oaxaca, de ascendencia española y devota de la religión católica.

Guillermo Kahlo se había casado antes con María Cerdeña. De esta unión nacieron tres hijas. Durante el parto de la última, María falleció. Esa misma noche, el viudo pidió la mano de Matilde. Tuvieron cinco hijos: Matilde, Adriana, Wilhelm (quien murió poco después de nacer), Frida y Cristina.

Matilde animó a Guillermo a seguir los pasos de su padre, Antonio Calderón, fotógrafo de profesión. Así, Kahlo se convirtió en el exitoso fotógrafo oficial de las obras arquitectónicas del gobierno de Porfirio Díaz. Esto le permitió comprar un terreno en Coyoacán y construir la hoy famosa casa donde Frida vivió la mayor de su vida.

A los 6 años Frida contrajo poliomielitis. Luego de una larga convalecencia, el médico le recomendó un programa de ejercicios físicos para fortalecer su pierna derecha, visiblemente más delgada que la izquierda. Impulsada por su padre, Frida practicó deportes inusuales para las niñas mexicanas de la época; jugaba futbol, boxeaba, practicaba la lucha y se convirtió en campeona de natación. Ambos generaron un fuerte vínculo de apoyo mutuo, ya que Guillermo también tenía problemas de salud. Ante los frecuentes ataques de epilepsia que sufría Guillermo, Frida se convirtió en su principal acompañante durante sus trabajos fotográficos. Su función era doble: asistirlo si sufría un ataque en plena calle y vigilar que no le robaran la cámara.

Además, compartían intereses intelectuales y artísticos. Él le inculcó la pasión por la fotografía, así como el aprecio por la música, la lectura y el arte del dibujo. Fue en su taller donde ella aprendió a utilizar delicados pinceles para retocar fotografías. En estos espacios de complicidad, Frida adquirió los primeros conocimientos sobre composición y cómo se comportan la luz y la sombra.

Como Guillermo no tenía un hijo, concentró sus esperanzas en su hija preferida. Frida asumió la posición del varón más prometedor que, según la tradición, estudiaría para ejercer una profesión. Su anhelo era estudiar medicina. En 1922, ingresó a la prestigiosa Escuela Nacional Preparatoria, en la que estudiaban alrededor de dos mil personas y que había empezado a recibir mujeres, aunque para entonces eran solo 35 en toda la institución. Ese año vio por primera vez al muralista Diego Rivera, a quien habían encargado su primer mural en Ciudad de México, precisamente en el anfiteatro de la escuela.

Frida tenía amigos en varios grupos, pero los más cercanos eran los «cachuchas», quienes adoptaron ese nombre por las gorras de tela que usaban como signo de protesta contra el código de vestir de la época. Eran siete hombres —el más importante en la vida de Frida sería Alejandro Gómez Arias— y dos mujeres —ella y Carmen Jaime— que se juntaban en un café para hablar de literatura y arte. Se consideraban un grupo político anarquista y revolucionario. Frida protestaba contra las injusticias mientras trataba de impulsar reformas en la escuela y se divertía haciendo bromas. Con ellos experimentó por primera vez la lealtad de compañeros, y adquirió un modo juvenil y varonil de manejar las amistades que mantendría durante toda su vida.

A inicios de 1925, Frida ingresó como aprendiz al taller de Fernando Fernández Domínguez, amigo de su padre, donde aprendió a trabajar el grabado y a dibujar con precisión. El 17 de septiembre de ese mismo año fue víctima de un accidente que le cambió la vida. Al dar vuelta, un tranvía se estrelló contra el camión de madera en el que viajaba con Alejandro Gómez Arias, su novio. A Frida, el impacto le rompió la columna vertebral, el cuello, las costillas, la pelvis, su hombro izquierdo, su pierna enferma sufrió 11 fracturas y su pie derecho quedó irremediablemente lesionado; el tubo pasamanos del autobús le perforó el abdomen. Cuenta el escritor Carlos Fuentes que su cuerpo desnudo y ensangrentado «recibió, como un rocío fantástico, la llovizna de un paquete de oro en polvo que llevaba a su trabajo un artesano». Una imagen violenta y, a la vez, surrealista que circuló en las primeras planas de los periódicos. Alejandro sufrió solo heridas menores en el impacto; Frida, en cambio, se llevó la peor parte.

A partir de ese momento, el dolor físico nunca la abandonó. A su larga convalecencia en el hospital de la Cruz Roja, le siguieron meses en casa, donde permaneció enyesada e inmovilizada. Para pasar el tiempo, su madre le adaptó un caballete en la cama y le instaló un espejo en el techo para que pudiera verse y retratarse.

En este tiempo de recuperación pintó varios autorretratos y lo haría por el resto de su vida. Sus pinturas eran regalos para sus amigos y para Alejandro, quien viajó a Europa. Frida, desde su nueva realidad inmóvil, alternaba sus actividades entre la pintura, la lectura de libros repetidos y escribirle cartas de amor.

Cuando por fin pudo caminar otra vez, se reencontró con algunos de los «cachuchas» y conoció a Tina Modotti, fotógrafa y activista perteneciente al Partido Comunista Mexicano con quien entabló una relación muy cercana. Algunas versiones sostienen que fue ella quien le presentó a Diego Rivera, su futuro marido; otra, contada por la pareja —aunque con variaciones narrativas—, dice que cuando Frida se recuperó del accidente mostró sus cuadros a amigos y conocidos. Era 1928, y Rivera estaba pintando unos frescos en la Secretaría de Educación. Frida lo buscó llevando algunos de sus cuadros y, sin más, le pidió que bajara de su andamio para mostrárselos. Según contó, su respuesta fue: «Ve a tu casa, pinta un cuadro, y el próximo domingo iré a verlo y te diré qué pienso». Así lo hizo. Su veredicto: que tenía talento.

La pareja se casó el 21 de agosto de 1929, luego de que Guillermo advirtiera a su futuro yerno que ella sería una persona enferma toda su vida. Matilde, católica devota, desaprobaba el comunismo de Rivera, su fama de mujeriego y la diferencia de edad de la pareja: ella tenía 22 años; él, 42. Sería como «el matrimonio de un elefante y una paloma», dijo. Así fue el amor entre Diego y Frida desde sus inicios: apasionado y controversial.

Al año siguiente, los recién casados viajaron a Estados Unidos por encargo de mecenas como los Ford y los Rockefeller, quienes contrataron a Rivera para que pintara murales. Era la primera vez que Frida volaba en avión y veía el mar.

Durante su estancia fuera de México, que duró hasta fines de 1933, Frida intercambió cartas con familiares y amigos en las que compartía anécdotas, enseñanzas, pasajes del día a día y sus proyectos, pero, sobre todo, les transmitía cuánto los extrañaba.

En este ambiente nuevo de ciudades como San Francisco, Nueva York y Detroit, Frida pintó con la idea de exponer y vender su obra. Se abocó a mejorar la calidad técnica de sus dibujos y de sus pinturas, y a ampliar el ámbito de temas y conceptos que exploraba. Pero esta buena etapa de su vida se vio empañada por dos duros golpes. El primero fue un aborto que la dejó exhausta física y emocionalmente, y que ilustró en su obra Henry Ford Hospital o La cama volando (1932), la primera pintada sobre metal, inspirada en los exvotos mexicanos. El segundo fue la muerte de su madre, que por unas semanas llevó a Frida de regreso a Coyoacán.

Cuando, a fines de 1933, los Rivera Kahlo regresaron a Ciudad de México, se instalaron en su nuevo hogar: dos elegantes casas cúbicas —la rosa para él, la azul para ella—, unidas por un puente y rodeadas por un muro de cactus. Hoy es el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, en San Ángel.

A los pocos meses, Frida descubrió que Diego y su hermana menor, Cristina, mantenían una relación clandestina. Si bien la pareja había tenido muchas peleas, separaciones y reconciliaciones por las incontables aventuras de ambos —en el caso de ella con hombres y mujeres—, la infidelidad de su marido con su hermana preferida tuvo mayor trascendencia.

En enero de 1939, Frida viajó a París para exponer su obra, invitada por el artista surrealista André Breton. Además del círculo de surrealistas, conoció a otros artistas europeos como Vasili Kandinski, Marcel Duchamp y Pablo Picasso, que la recibieron con entusiasmo. Ese mismo año pinta Las dos Fridas, un autorretrato que muestra sus orígenes a través de los atuendos: la herencia europea y la tradición mexicana, conectadas de corazón a corazón, que hoy se encuentra en el Museo de Arte Moderno de México. En diciembre, Diego le pide el divorcio y ella acepta. Sin embargo, el 8 de diciembre del año siguiente vuelven a casarse con una cláusula —a petición de ella— en la que excluye el sexo de la relación. Se instalan en la Casa Azul de Coyoacán.

Desde muy joven, Frida se resistió a las ideas y la moral dominantes, su relación con Diego afianzó sus ideales comunistas. Compartía el entusiasmo que sentía Diego por León Trotski, y es conocido el romance que mantuvo con el revolucionario ruso, cuando recibió asilo político en México y residió durante dos años con ellos en la Casa Azul. Y mientras Diego pintaba su visión de la revolución, ella daba forma y color a sus ideas y sentimientos a través de un cada vez más maduro lenguaje pictórico.

La década de 1940 fue la de mayor producción artística y cuando empezó a brillar con luz propia. También fue una ruta en ascenso acelerado para su reputación artística fuera de México. Desde 1938 exhibió su obra en París, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston y en el Museo de Arte de Filadelfia. En la galería Art of this Century su obra participó en La exhibición de 31 mujeres (1943), donde Peggy Guggenheim, la propietaria, se dio a la tarea de visibilizar y valorar el trabajo de las artistas, a menudo opacadas por las obras de sus esposos.

En 1941, después de reponerse parcialmente de la muerte de su padre, Frida empezó a dictar clases en la Escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación Pública, conocida como La Esmeralda, en Ciudad de México. Debido a sus problemas de salud, se trasladaron las clases a su casa y, con el tiempo, los cuatro estudiantes que se mantuvieron juntos y la visitaban serían conocidos como «Los Fridos».

A lo largo de su vida, Frida tuvo que someterse a múltiples operaciones por el accidente sufrido. Su obra La columna rota (1944) expresa todo ese dolor, tan insoportable que tomaba opiáceos mezclados con alcohol. El uso de estupefacientes empezó a verse reflejado en sus cuadros, que carecían de los trazos y el nivel de detalle de sus primeras creaciones. Lo mismo se observa en su diario, con dibujos superpuestos y escritos con una letra menos definida.

En 1953, Frida Kahlo celebra su primera y única exposición individual en México. Hospitalizada e impedida médicamente de abandonar su cama, pero fiel a sí misma, se la llevó a la exposición. Para ella, mostrar su trabajo en su país natal era el mayor de los reconocimientos. Ni siquiera la cercanía con la muerte pudo quitarle su innata rebeldía. En agosto de ese año, su pierna derecha tuvo que ser amputada desde la rodilla debido a una avanzada gangrena. Le costó mucho ese proceso, pero una vez asumida la pérdida, siguió adelante un poco más.

El 13 de julio de 1954, Frida Kahlo falleció a los 47 años en la Casa Azul, entre las paredes que la vieron nacer.