Capítulo 1

Hechos insólitos de nuestra historia

La trampa que condenó al dirigente nazi Klaus Barbie

Klaus Barbie fue un líder de la Gestapo, apodado el Carnicero de Lyon, ciudad desde la que expandió su régimen del terror, torturando y matando a judíos e integrantes de la résistance francesa (país que había caído bajo las garras del nazismo tras su pronta derrota en 1940).

UN NAZI EN EL EXILIO

Tras el conflicto, una vez Francia fue liberada por las fuerzas aliadas que desembarcaron en Normandía, colaboró con las autoridades estadounidenses, en el contexto del inicio de la Guerra Fría, debido a sus amplios conocimientos sobre el movimiento comunista francés. Pero tras la insistencia de los galos en repatriar al criminal de guerra, los norteamericanos decidieron exiliarlo a América del Sur.

Una vez en Bolivia, se hizo llamar Klaus Altmann y colaboró activamente con el ejército de dicho país luchando contra los movimientos comunistas que empezaron a fraguarse por todo el continente latinoamericano. Poco a poco, se convirtió en un referente para la dictadura del general Barrientos, pero los «cazadores de nazis», como así se hacían llamar Serge y Beate Klarsfeld empezaron a saber de él y a seguirle la pista de cerca.

LOS CAZADORES DE NAZIS ACECHAN A SU PRESA

En 1972, un periodista belga afincado en Francia, Ladislas de Hoyos, consiguió una entrevista con el presunto criminal, aceptada a regañadientes por las autoridades bolivianas. Eso sí, las preguntas tendrían que ser acordadas de antemano y leídas en español (ya que Klaus, según decía, nunca había estado en Francia y desconocía el idioma).

Tras las primeras cuestiones, el periodista le preguntó, en francés, si había estado alguna vez en su país, a lo que Klaus le respondió, espontáneamente, que no (demostrando de este modo que comprendía la lengua).

EL NAZI MUERDE EL ANZUELO

Antes de que pudiera darse cuenta de la trampa, el periodista le entregó unas fotos de Jean Moulin (líder de la resistencia francesa asesinado por Barbie). Este las tomó y aseguró no conocer a la persona en cuestión, sin percatarse de que había entregado la segunda prueba: sus huellas dactilares estampadas en las fotografías.

Las autoridades bolivianas se dieron cuenta de la treta y obligaron al cámara a entregar las cintas, pero no se fijaron en que este se las había dado, a escondidas, al cónsul francés, y les entregó en su lugar unas cintas vírgenes.

Los galos se refugiaron rápidamente en la embajada y las autoridades francesas no tardaron en desenmascarar al dirigente nazi, exigiendo su entrega inmediata. Pero estas demandas fueron en vano hasta 1983, debido a un cambio de Gobierno en Bolivia. Klaus fue juzgado ese mismo año y condenado a prisión de por vida, aunque la condena duró poco, puesto que moriría cuatro años después.

Zambia, el país africano que soñaba con colonizar Marte

Esta sí que es una anécdota histórica de lo más curiosa. Un pequeño y recién independizado país africano, Zambia, intentó tomar la delantera a los dos colosos del momento, la Unión Soviética y Estados Unidos, buscando ser los primeros en pisar la Luna y colonizar Marte, mediante la ayuda de una catapulta gigante y unos astronautas con un entrenamiento de lo más peculiar.

Tiembla, NASA, este es el momento de Nkoloso y sus bravos afronautas.

UNA ETAPA CONVULSA, LA GUERRA FRÍA

Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió en dos, y los otrora aliados de la guerra contra el nazismo se convirtieron en enemigos. Los estadounidenses y los soviéticos, junto con sus aliados, se enfrascaron en una lucha sin parangón por el control del planeta. Pero era tal su armamento atómico que, si una guerra directa hubiese estallado entre estos dos mundos antagónicos, podría haber sido el fin de la Tierra a causa de un holocausto nuclear.

Debido a este hecho, las dos superpotencias emprendieron una lucha indirecta, intentando, por todos los medios, no entrar en un conflicto más allá de guerras fuera de sus fronteras, en las que nunca combatieron entre sí de forma directa (guerra de Corea, de Vietnam, de Afganistán, etcétera). Por ese motivo, el verdadero marco de la batalla directa entre esos dos colosos militares fueron las estrellas y el control del universo (entre muchos otros, como el deporte, por ejemplo).

LA VERDADERA GUERRA DE LAS GALAXIAS, LA CARRERA ESPACIAL

Como bien hemos visto, al no poder competir en un campo de batalla, uno de los conflictos más significativos durante la Guerra Fría fue la lucha por conocer y controlar el espacio exterior, mediante la conocida como carrera espacial, competición que se convirtió, rápidamente, en una parte importante de la rivalidad cultural y tecnológica entre estos acérrimos enemigos.

Se inició el 4 de octubre de 1957, cuando los soviéticos lanzaron su Sputnik, el primer satélite artificial en alcanzar la órbita terrestre. Este hecho traumatizó a la sociedad norteamericana, puesto que la mayoría entendía que Estados Unidos era superior a su rival. El Estado no tuvo más remedio que invertir cuantiosas sumas en proyectos espaciales que le devolvieran su supremacía, y unos meses después enviaron el Explorer 1.

Pero los comunistas les habían tomado la delantera: fueron los primeros en llevar una vida al espacio, la perra Laika, en el Sputnik 2 (tres años después, los norteamericanos enviaron chimpancés africanos); también mandaron al primer hombre, Yuri Gagarin (1962), a la primera mujer, Valentina Tereshkova (1963) y, finalmente, el primer vuelo tripulado al espacio, en 1965. Pero, cuando todos daban por vencedores a los soviéticos, los estadounidenses mandaron a los primeros hombres a la Luna, en 1969. O lo que es lo mismo, les metieron un golazo por toda la escuadra a los soviéticos en el último minuto de juego.

ZAMBIA, UN PROTAGONISTA INESPERADO

En 1964, la antigua colonia británica de Rodesia del Norte logró su independencia, creando de este modo el país de Zambia. Este nuevo Estado soberano fue el protagonista de uno de los hechos más insólitos de la historia. Y no es para menos, porque este pobre país africano pretendió rivalizar con las dos superpotencias anteriormente citadas, y ser el primero en llevar un hombre a la Luna y en colonizar Marte.

Esta historia tiene un nombre propio, Edward Makuka Nkoloso. Un profesor de ciencias, antiguo héroe militar de la independencia de Zambia que, incluso, participó en la redacción de la Constitución del país y fue el fundador de la Zambia National Academy of Science, Space Research and Philosophy.

En 1964, el mundo se quedó atónito cuando este, ataviado con una corbata, un casco y una capa, le explicaba a un periodista británico su insólito proyecto: mandar a sus «afronautas» a la Luna (en la que había descubierto, gracias a su telescopio, vestigios de una antigua civilización) y al planeta Marte.

LOS AFRONAUTAS Y SU CURIOSO ENTRENAMIENTO

Este apelativo fue dado por el propio Nkoloso a los futuros tripulantes de su misión espacial, unas diez personas entre las que se contaban una chica de diecisiete años y un misionero cristiano, que tenía por misión evangelizar Marte (solo si sus residentes lo creían oportuno), junto con tres gatos (otras fuentes apuntan que diez).

Lo que resulta muy curioso, incluso algo ridículo, era la forma de entrenar de estos peculiares astronautas. Y esto se podía observar desde el primer momento, durante el documental televisivo que nos han legado para los anales. Después de enseñar al mundo el «pedazo de cohete» que tenían (de poco más de un metro de altura, con la circunferencia justa para que cupiese una persona), y que pretendían lanzar al espacio con una especie de catapulta gigante, se podía ver a los afronautas, de fondo, pegando pequeños saltitos y moviendo los brazos lateralmente en forma de arco, con el fin, seguramente, de demostrar su excelente estado de forma física.

Pero el severo entrenamiento no solo consistía en dar saltitos. Para emular la ingravidez, se balanceaban en un columpio al que, llegado el momento, cortaban la cuerda, dejando que la gravedad hiciera su trabajo, para caer hacia el suelo de espaldas. Para probar su resistencia al mareo, se tiraban colina abajo metidos en un barril. A esto se suman laberintos de neumáticos por los que debían correr (simulando los cráteres de la Luna) o ejercicios para andar con las manos (la verdad, no sé bien con qué propósito).

UN SUEÑO TRUNCADO

El principal problema al que tuvo que enfrentarse Nkoloso fue la falta de fondos, puesto que el Gobierno de Zambia se desentendió del asunto. Por su parte, la Unesco no respondió a la demanda efectuada por nuestro protagonista de siete millones de libras esterlinas, ni ningún otro fondo privado.

Además, la afronauta quedó embarazada y su padre se la llevó y, poco a poco, el resto fue dejando el proyecto. Nkoloso se quedó de este modo solo, pero su gran proyecto nunca quedará en el olvido. Eso sí, no sabemos bien si esto fue obra de un loco o de un soñador que quiso que su país, la pequeña y recién independizada Zambia, pudiera rivalizar, aunque fuera por un breve instante, con las grandes superpotencias del momento. Sea como fuere, todos mis respetos al gran Nkoloso.

Lincoln y Kennedy, más que una presidencia en común

GRANDES TITANES DE LA HISTORIA ESTADOUNIDENSE

La historia presidencial de Estados Unidos nace en 1789 con el nombramiento de George Washington como primer presidente. De los 46 presidentes que han tenido hasta la fecha, cuatro de ellos fueron asesinados mientras ejercían este prestigioso cargo político.

A pocos nos suenan los nombres de Garfield o McKinley, pero si hablo de J. F. K o Abraham Lincoln, la cosa cambia. Estos dos individuos fueron los presidentes que dejaron su imborrable impronta en la historia gracias a su mandato, pero también un halo de leyenda tras sus brutales y públicas muertes.

Estas leyendas se transforman en algo aún más rocambolesco cuando se analizan una serie de similitudes en estos dos casos.

UNA CARRERA POLÍTICA DEMASIADO SIMILAR

Lo primero que nos llama la atención es su similar carrera política. Los dos fueron elegidos presidente en un año terminado en el sesenta (Lincoln en 1860 y Kennedy en 1960). Antes de ser elegidos presidentes, fueron nombrados para la Cámara de Representantes estadounidense en 1846 y 1946, respectivamente, perdiendo la nominación para la vicepresidencia de su partido en las elecciones de 1856/1956.

Por último, ambos presidentes hicieron de la lucha de la población negra uno de los ejes de su agenda política, reafirmando su punto de vista en un año terminado en sesenta y tres (Lincoln, en 1863, con su Proclamación de Emancipación, y Kennedy, en 1963, con sus informes de derechos civiles).

UNOS MACABROS PARECIDOS DE LO MÁS EXTRAÑO

Hasta aquí podemos concluir que todas estas similitudes solo responden a dos carreras políticas con un trasfondo similar con cien años de diferencia, pero estas semejanzas se transforman en algo más extraño al analizar otro tipo de factores.

Estos dos presidentes murieron de un disparo en la cabeza, un viernes, en un lugar público y en presencia de sus respectivas esposas. Para transformar todo esto en algo aún más extraño, a Lincoln lo mataron en el teatro Ford; a Kennedy, en un coche de la compañía Ford, cuyo nombre de modelo era Lincoln.

A ello se le añade que el asesino de Lincoln, Booth, cuyo magnicidio se realizó en un teatro, decidió esconderse en un almacén; mientras que el de Kennedy, Oswald, realizó su asesinato desde un almacén para luego refugiarse en un cine (¿y qué son los cines sino teatros modernos?). Además, los dos presuntos homicidas fueron brutalmente asesinados antes de que ningún juicio pudiera realizarse.

LA GOTA QUE COLMA EL VASO

Por último, y esto sí que es algo más que insólito, ambos presidentes fueron reemplazados por un Johnson nacido en el año 1808 (Andrew Johnson, en el caso de Lincoln), y 1908 (Lyndon B. Johnson, en el de Kennedy).

«Mi vida por una flor»: la primera gran crisis del capitalismo

LO QUE TODOS SABEMOS

Seguro que, si te pregunto si conoces lo que es una crisis económica, no solo me contestarás que sí, sino que te sentirías insultado. «Faltaría más —me dirás—, vivimos ahora mismo en una de ellas.» Además, me explicarás que hubo otras, que incluso a lo mejor, si estás algo más entrado en años, viviste. Una crisis producida por la necesidad imperiosa de petróleo a principios de los años setenta, que rompió por completo el panorama idílico de la década de los cincuenta y los sesenta: el mundo del sistema del bienestar, los Beatles y del «nada es imposible». Y que algo similar pasó también en 1929, debido a la inflación y la caída de la Bolsa de Nueva York.

Y no te faltará razón, puesto que estas han sido las tres grandes crisis económicas del capitalismo reciente, pero no han sido las únicas. La crisis económica que te voy a explicar en este breve texto fue el primer exceso especulativo tal cual lo conocemos hoy en día, y marcó las pautas de todas las burbujas económicas que tanto han aquejado a nuestra sociedad contemporánea.

LA ANTIGUA GRAN MANZANA

El siglo XVII se planteaba, para los holandeses y sus potencias mercantiles, como uno de opulencia y de poder económico. Con el inmenso Imperio español en quiebra, Ámsterdam y su recién creada Bolsa se transformaron en el principal baluarte comercial de la Edad Moderna, expandiendo sus amplias redes por todo el mundo, sobre todo en los enclaves asiáticos. En aquellos tiempos, la capital holandesa era una de las ciudades más ricas, prósperas, cosmopolitas y dinámicas de su época. Y en sus puertos (y en su Bolsa) se comercializaba con un largo abanico de productos, tanto de lujo como de materias primas.

Basándose en una flota más ligera, y por ende más rápida, los famosos filibotes (fluyts), los holandeses crearon ramificaciones comerciales por toda la cartografía terrestre. Era la potencia comercial del momento, la Gran Manzana de la Época Moderna. Uno de los primeros imperios mercantiles o protoliberales (por no decir el primero).

Esta nueva realidad no pasó desapercibida para los ciudadanos de esa gran urbe de comerciantes, que se sintieron artífices de la creación de la ciudad más gloriosa del modernismo europeo. Pero, al igual que lo acontecido en Estados Unidos y en la Europa occidental durante las décadas de los veinte y de los sesenta del siglo XX, esta situación dio un drástico giro de ciento ochenta grados en muy poco tiempo, y tras la euforia llegó la desesperación. Todo ello por culpa de una extraña flor y del fuerte anhelo que esta suscitó.

IDIOTAS ESPECULANDO CON IDIOTECES

Fue el embajador holandés en Constantinopla, Ghislain de Busbecq, quien inició un absurdo consumismo que destruyó la estabilidad económica del país. Se dice que este personaje quedó prendado con los jardines de ese lejano lugar, y sobre todo de una de sus flores. Una bella, exótica y amarillenta flor que siempre regalaba a sus amigos y socios cuando regresaba de sus viajes.

Aunque el fenómeno consumista nació en el seno de una de las familias más opulentas de la Europa moderna, los Fugger (los banqueros de Carlos I de España, entre otros muchos clientes). Fueron ellos quienes empezaron a decorar sus lujosas mansiones, siempre rebosantes de vida social, con esta maravillosa flor. Y, cómo no, esos bellos pétalos crearon cánones y envidias. Sentimientos que el mercantilismo sabe aprovechar muy bien.

Todas las familias querían ese bulbo, ya fuera en el amplio jardín de su mansión o en el pobre marco de la pequeña ventana de su diminuta casucha. Ricos y pobres la anhelaban por igual, y el comercio que aleteaba alrededor de esa primordial necesidad de subsistencia social y cultural se tornó en uno de los más beneficiosos del momento.

Lo que era un bien de lujo se transformó en algo más grandioso e inaccesible. Un bulbo simple de tulipán costaba alrededor de 220 florines (en una ciudad donde el salario medio rondaba entre los 200 y los 400 florines). El caso más extremo que se conoce fue el de un ejemplar de la familia Semper augustus, que se vendió, en 1624, por el precio de una vivienda (6.000 florines). Pero la burbuja explotó, y ya sabemos bien, por desgracia, qué es lo que pasa cuando esto sucede.

IDIOTAS TIMADOS

Los precios subieron, y en estas circunstancias se creó el Windhandel, una especie de mercado de futuros donde se vendía la futura simiente a los compradores, que solo podrían obtener su flor un año, o unos meses, después de la compra, cuando esta floreciera.

Con estas pautas de mercado, no fueron pocos los que se aprovecharon, vendiendo y revendiendo la misma simiente a diferentes compradores. O, incluso, vendiendo semillas inexistentes. Y todo esto explotó el día de la entrega de las flores, el 5 de febrero de 1637, con miles y miles de florines por deber, una caída total de los precios de los tulipanes, centenares de compradores timados y empresarios quebrados económicamente (puesto que la brutal bajada de los precios les hizo perder fortunas considerables).

Así que, si alguna persona os contesta que este consumismo estandarizado en el que vivimos responde a pautas completamente naturales y saludables de la condición humana, recordadle que hace trescientos años, más de un ingenuo perdió su casa, su tiempo y su vida por un jarrón y una hermosa flor.

Una mala época para ser emperador romano

Como bien te habrán contado, la caída del Imperio romano de Occidente fue un punto de inflexión en la historia europea. Este hecho marcó el final de la época antigua y el inicio de la feudal, etapa en la que pueblos extranjeros tomaron el poder dejado por el otrora majestuoso Imperio (tras una especie de simbiosis con el pasado romano mediante su cristianización y todo lo que conllevaba).

Existen diversas causas que nos pueden explicar el desmembramiento romano, pero como punto de partida tomaremos los dos frentes bélicos en los que se hallaba enfrascado desde principios del siglo III, con una inestabilidad que creó la peor época, sin lugar a dudas, para ser dirigente de tan vasto y poderoso Imperio.

UN IMPERIO ARRINCONADO POR SUS ENEMIGOS

La primera de las dos amenazas que analizaremos es la persa, con el rey Ardacher III al frente. Este soberano aprovechó la debilidad política del Imperio tras la llegada del joven y debilitado emperador Severo, que contaba con tan solo trece años cuando se encaramó al trono. A esto se le añaden unas arcas casi vacías y un ejército poco cohesionado y muy descontento porque hacía tiempo que no recibía su paga. Ante esta caótica situación, en el año 230, los persas saquearon la Mesopotamia romana, obligando al emperador a reunir a sus huestes y a partir hacia Oriente. El ejército imperial logró hacer retroceder a los enemigos orientales, por un tiempo al menos.

Por otra parte, también existía la perenne amenaza del Rin. Las legiones romanas allí enviadas no eran suficientes para frenar las diversas incursiones bárbaras. Ante esta tesitura, Severo decidió negociar con los germanos. Este hecho no agradó a los combatientes y acabó siendo asesinado. Tras la muerte del emperador, fue proclamado el general Maximino el Tracio. Este pudo mantener a raya cierto tiempo a los bárbaros, pero para ello incrementó notablemente los impuestos (y así poder financiar sus campañas).

Cabe destacar que, en ese momento de la historia imperial romana, el ejército no estaba cohesionado alrededor del culto al emperador, sino que se hallaba severamente fraccionado en armadas casi independientes que solo atendían órdenes de sus generales, líderes militares con sus ambiciosas miradas siempre apuntando hacia el trono imperial. Se inició de este modo la era de los emperadores-soldados, etapa que acabaría por desmembrar al Imperio.

LA CRISIS POLÍTICA DEL SIGLO III

Las políticas financieras del emperador Maximino no gustaron en el Senado, y este aprovechó la primera ocasión para darle la espalda. Con este objetivo en mente se aliaron con el recién proclamado emperador Giordano. El nuevo dirigente había alcanzado el poder gracias a los terratenientes de Mauritania, que se hallaban enormemente descontentos por la gran corrupción del sistema por aquel entonces.

La candidatura de Gordiano no prosperó —tuvo que suicidarse tras su derrota militar—, a lo que hay que añadir la muerte de su hijo en batalla, Gordiano II. Al Senado no le quedó otra que nombrar a dos nuevos emperadores, Pupieno y Balbino. Y la frágil estabilidad política explotó: Maximino fue asesinado por sus soldados; Pupieno y Balbino, por la guardia pretoriana.

DIECISIETE DIRIGENTES EN VEINTIDÓS AÑOS

El caos se adueñó de la corona imperial y, entre los años 238 al 260, una más que larga lista de emperadores y coemperadores pasó por el trono. Todos ellos muertos de forma violenta, ya fuera por complots palaciegos, arma en mano en batalla, o por suicidio (menos uno que murió de peste): Maximino, Gordiano, Gordiano II, Pupieno Máximo, Balbino, Gordiano III, Filipo el Árabe, Filipo II, Trajano Decio, Hernio Etrusco, Hostiliano, Treboniano, Volusiano, Emiliano, Valeriano, Galieno y Salonino.

Esta inestabilidad dañó fuertemente la unidad del Imperio, que acabó fragmentándose en el 260 con la formación del Imperio galo (que aglutinaba las provincias de la Galia, Britania e Hispania). A ello se le añade la independencia de los territorios sirios, palestinos y egipcios, que formaron un nuevo Estado bajo la protección de los persas sasánidas.

El mar desecado por el progreso

El mar de Aral, ubicado en Asia central, fue uno de los mares más grandes del mundo. Era un lugar idílico. Un oasis fresco, azul y verde en medio de un enorme desierto, en cuyas costas, desde hacía milenios, se asentaron poblaciones nómadas para nutrirse de los enormes esturiones y carpas de sus aguas, trabajar sus tierras costeras y crear comunidades poblacionales.

Fue también uno de los ejes vertebrales de la alimentación rusa, sobre todo tras las enormes carencias que dejó como vestigio la Segunda Guerra Mundial en la Unión Soviética. Pero hoy en día, en la región solo quedan arena y sal, barcos varados en medio del desierto y miradas nostálgicas de los antiguos pescadores.

UNA GUERRA TOTAL CONTRA LA NATURALEZA

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética entró de lleno en una más que complicada situación económica y social, con más de 20 millones de muertos, su territorio destruido por las bombas nazis y una grave falta de ropa y alimentos. Stalin logró salvar a su país de la única manera que conocía: una guerra total, enarbolando a un gran mártir frente a un terrible enemigo. Aunque esta vez, el enemigo no serían los nazis ni los capitalistas, sino el hambre y el frío; y el mártir, el mar de Aral, y ya no el pueblo ruso. Como bien dijo un alto cargo militar soviético, «el mar de Aral debe morir como un soldado en la batalla», una muerte necesaria y valerosa para el beneficio de todo un país.

Si el pueblo pasaba hambre, había que darle arroz y, si tenía frío, algodón, y el agua del mar de Aral pedía a gritos ser sobreexplotada para este fin. Esta política fue mantenida por Jrushchov, quién llegó a crear un territorio destinado al algodón de la misma envergadura que Italia.

EL CEMENTO CONTRA EL AGUA

El plan, confeccionado por los dirigentes comunistas, era nada menos que convertir un desierto en campos aptos para la explotación de los tan ansiados arroz y algodón. Para ello, utilizaron las aguas de los dos grandes ríos de la zona (ambos con su desembocadura en el mar de Aral), el Amu Daria y el Sir Daria, mediante la construcción de inmensos canales que tenían por objetivo redireccionar sus aguas hacia la seca estepa centroasiática.

De este modo, el desierto se transformó en enormes campos de arroz y algodón, lo que fue un gran hito estalinista, el gran hombre que había conquistado al «rebelde río», como repetían una y otra vez en los medios de información soviéticos. Un verdadero héroe que cambió el cálido, árido y muerto desierto para convertirlo en un oasis floreciente, lleno de vida y comida para el pueblo.

UNA REALIDAD TERRIBLE

Pero, como ya predijo Engels, uno de los padres fundadores del comunismo, «no es bueno jugar con la naturaleza. Puede parecer que podamos vencer, pero finalmente se tomará la revancha».

La tragedia comenzó a revelarse en la década de los sesenta del siglo XX, cuando el nivel del mar empezó a retirarse hacia su núcleo y la pesca desapareció. El mar llegó incluso a encogerse más de veinte kilómetros en tan solo dos años. La población tuvo que enfrentarse a una cruel tragedia medioambiental, seguramente una de las peores que haya producido, hasta la fecha, el ser humano: la desaparición de su tan amado mar.

Las costas se hallaban cada vez más alejadas de las aldeas de los famélicos pescadores. Estos se encontraban rodeados de desierto, junto a tormentas de arena y sal, y padecían suplicios que destruían sus casas y su cada vez más precaria salud (multiplicación de cánceres, fiebres tifoideas y mortalidad infantil, debido a la sistemática utilización de pesticidas y químicos en los campos de algodón).

Finalmente, toda Rusia perdió su lugar favorito de turismo nacional y sus activos pesqueros. Esta situación empeoró tras la caída del bloque imperial soviético (1991), amenazando directamente las economías de las cinco nuevas repúblicas independientes, Kazajistán y Uzbekistán entre otras, tan dependientes de las riquezas del ya muerto mar de Aral. Este hecho sumió a estos nuevos países en la pobreza más absoluta.

En la actualidad, solo nos queda el museo de Muynak cómo único testigo presencial de la catástrofe, para recordarnos que un día, en este desierto, existió un mar enorme, rico y precioso que fue dilapidado por políticas estatales, aunque ciertamente justificadas, más que dañinas para el medioambiente.

¿Y tú, qué sentirías si hubieses nacido en las orillas de un mar asesinado?

Nazis por el mundo: en búsqueda del santo grial

No fueron pocos los escarceos ocultistas de los mandatarios nazis, siempre buscando la defensa empírica del predominio ario sobre el resto de las «razas» humanas. Con este fin se confeccionó, de las manos de Himmler, la Ahnenerbe, sección ocultista de las Schutzstaffel (SS), que desde su cuartel general (ubicado en el castillo de Wewelsburg, en Westfalia) recorrió la cartografía mundial en búsqueda de pruebas santas de su supremacía racial, junto a armas divinas para defenderla y someter al resto de los pueblos.

NAZIS POR EUROPA

Entre sus objetivos se hallaban la piedra de Scone —objeto sagrado donde se coronan los reyes británicos—, ubicada en la abadía de Westminster (los nazis pensaban que era la piedra sobre la que se acostó Jacob cuando soñó con las escaleras al cielo) y la lanza del Destino, arma con la que un centurión hirió en el costado a Cristo, y que los nazis creían que se hallaba en el museo de Austria, haciéndose con el divino botín justo tras su anexión al Tercer Reich en 1938.

De tal arma se dice que tiene el poder de conceder la victoria a quien la posee y la muerte a quien la pierde. Es curioso saber que los norteamericanos se hicieron con tal ansiado botín días antes del suicidio del Führer, romántica idea desmentida por la ciencia al demostrar que tal artefacto databa de los siglos VII u VIII, y no de la época de Cristo.

NAZIS POR ESPAÑA

Uno de los objetos más codiciados era el santo grial, el sagrado cáliz en el cual Jesucristo bebió a lo largo de la última cena. Según una de las variantes de su historia, el venerado artefacto fue guardado por los cátaros en el Languedoc, y de allí llevado a Montserrat, Barcelona, antes de ser aniquilados por los ejércitos católicos europeos (véase el epígrafe «Una cruzada contra los hermanos cristianos»).

Himmler, tras buscarlo por el Languedoc, viajó personalmente al lugar, se topó con la negativa del padre Ripol, quien prohibió el paso de los nazis a los subterráneos de la colina de Montserrat.

Cabe destacar que también buscaron el paradero del arca de la alianza por Toledo. Puestos a buscar, que no quede ciudad por visitar.

Así que, ya sabes, si te aburres, vente a España, come una buena paella, disfruta de sus playas, baila un buen pasodoble y busca algún arma divina y milenaria para «gobernarlos a todos y atarlos en las tinieblas».

El día que en España casi explotan varias bombas nucleares

El 17 de enero de 1966 podría haber sido uno de los días más trágicos de la historia de nuestro país. Y no es para menos, puesto que cuatro bombas termonucleares, mucho más devastadoras que las de Hiroshima y Nagasaki, cayeron en la pedanía almeriense de Palomares.

LA GUERRA FRÍA ENTRA EN ESPAÑA

En la década de 1960, el planeta se hallaba inmerso en la etapa más candente de la Guerra Fría, conflicto que dividió el mundo en dos bandos antagónicos: el capitalista y el comunista, siempre en guerra por la preponderancia de su sistema en el orden mundial (véase el epígrafe «Zambia, el país africano que soñaba con colonizar Marte»).

 

En este contexto beligerante, se inició el operativo estadounidense denominado Chrome Dome, que tenía por objetivo vigilar muy de cerca a la Unión Soviética para poder defenderse de un posible ataque nuclear. Con este fin, un buen número de bombarderos (cargados con armas nucleares) partían de Estados Unidos para sobrevolar las fronteras europeas de la Unión Soviética. Y muchos de ellos pasaban por el cielo hispánico, rumbo a las fronteras entre Turquía y los soviéticos.

EL ACONTECIMIENTO QUE PUDO CONVERTIRSE EN TRAGEDIA

Estos aviones, para poder cruzar el Atlántico y regresar a su base, debían ser reabastecidos en pleno vuelo. Esta maniobra, que normalmente era realizada sin ningún tipo de incidencia ni complicación, casi se convirtió en tragedia el día 17 de enero de 1966, poco antes de las nueve y media de la mañana, cuando una de esas naves de combate cruzó el cielo español.

 

Un accidente entre los dos aviones (el que repostaba y el que era repostado, es decir, un B-52 y un KC-135) en el momento de la maniobra detonó una gran explosión, varios tripulantes que no pudieron huir de las llamas murieron, y cuatro bombas termonucleares cayeron en la pedanía almeriense de Palomares.

Por ventura, ninguna de ellas explotó.

Göbekli Tepe, el primer santuario o el desmoronamiento de la historiografía

Durante años se ha analizado la evolución de la civilización del humano moderno con un claro punto de partida, la agricultura. Según la historiografía, esta revolucionaria técnica para cultivar sus propios alimentos permitió a la humanidad transformar su vida, pasando de ser nómadas a sedentarios. Este acontecimiento hizo posible a la humanidad asentarse en un lugar fijo (sin tener que depender de las migraciones de los animales), y destinar su tiempo a otras labores, además de la simple supervivencia, basada antes en la caza y la recolección de alimentos.

Una vez asentados surgieron una infinidad de innovaciones materiales (para mejorar la calidad de vida de las sociedades) y abstractas (como las religiones complejas). Mediante estas evoluciones se pudieron construir los primeros templos, en torno a los cuales se erigieron las primeras ciudades, precursoras de las civilizaciones antiguas. Todo ello gracias a una organizada (o esclavizada) mano de obra alimentada por la producción agrícola.

UNA TEORÍA YA NO TAN CLARA

Según la arqueología, estas revoluciones se dieron por primera vez en el Creciente Fértil: la agricultura se data hace unos diez mil años y las primeras civilizaciones hace unos cinco mil. Y será precisamente en este espacio geográfico donde se construya un asentamiento que desmorona, o eso parece, todo lo anteriormente explicado. El templo de Göbekli Tepe, bautizado como la Cuna de los Dioses.

Este templo se erigió en el sur de Turquía durante la remota Edad de Piedra, hace unos quince mil años. Milenios antes de la aparición de elementos tan indispensables para la construcción de las primeras ciudades o civilizaciones como la agricultura, la ganadería, la alfarería, la escritura o la rueda.

Este misterioso templo contaba con una superficie de trescientos por trescientos metros, y estaba confeccionado por la superposición de grandes círculos de piedra amurallados. En el centro de la estructura se elevaba un enorme monolito (de cinco metros y catorce toneladas), con grabados, estatuas y altorrelieves en los que se pueden observar majestuosas formas antropomorfas y zoomorfas (las humanas arriba y las animales debajo).

Todo esto fue creado por una sociedad preagrícola de cazadores y recolectores, rebatiendo la idea anterior de que solo las sociedades agrícolas y sedentarias eran capaces de erguir este tipo de construcciones (puesto que las sociedades nómadas no tenían ni los conocimientos ni las herramientas ni el tiempo para poder construirlas).

UN PERIODO FAVORABLE

Se sabe que en la época en la que se construyó este templo hubo un factor esencial que nos permite comprender este hecho: un cambio climático (el fin de la Última Glaciación).

En esa boyante etapa histórica, la zona del Creciente Fértil disponía de abundantes recursos naturales y, por ende, alimenticios, durante todo el año. La supervivencia de los grupos humanos ya no reposaba en su facilidad de desplazamiento, como en la fría época anterior. Todo ese territorio era un rico oasis, y las poblaciones se asentaron en él, creando los primeros almacenamientos comunitarios.

UNA HIPÓTESIS DIFERENTE

Se tiende a pensar que esta construcción tuvo por objetivo la creación de un sentimiento comunitario, propio a todas poblaciones que se empezaban a asentar en esta rica zona, que giraba en torno a la idea de la superioridad humana sobre el mundo animal (idea por primera vez registrada en la historia en este templo, dónde la figura del humano, representado arriba de las columnas, se sobrepone a las zoomorfas de más abajo).

Así pues, según las teorías de ciertos arqueólogos, este descubrimiento reestructura la evolución planteada hasta la fecha, ya que sería la religión la que propició la domesticación de animales y plantas, y no al revés como se pensaba. Este sentimiento de superioridad se torna el eje de la evolución civilizadora del ser humano, y ya no la aparición de la agricultura neolítica.

UN MISTERIO PREHISTÓRICO

Cabe destacar, y a modo de conclusión, que lo que realmente sorprende es que esta gigantesca y prehistórica estructura fue ocultada hace más de diez mil años por una colina artificial (de ahí la dificultad de haberlo encontrado, acontecimiento que se logró en 1995). ¿Cuál fue el motivo de este ocultamiento? ¿Quién lo hizo? Este es uno de esos misterios milenarios que aún no se han explicado.

El Kleroterion, la máquina de la verdadera democracia

Como sabrás, la democracia nació en Atenas, una de las cunas culturales, políticas y sociales de la Antigüedad, allá por el siglo V a. C. Pero lo que muchos desconocen es que la democracia ateniense poco (o nada) tiene que ver con la que nos gobierna hoy en día, y esto es debido, entre otros muchos factores, a una máquina atípicamente distinta, el kleroterion.

UN MÉTODO Y UNA MÁQUINA DIFERENTES

Cuando hablamos de democracia solemos vincular el concepto a una vasija con ciertas características santas y sagradas: la urna, recipiente en el cual (voluntaria y objetivamente) el ciudadano deposita su voto y confianza hacia algún dirigente o partido. Esta realidad se distorsiona en la Grecia antigua, sistema cuyo procedimiento era bien diferente debido a un curioso invento, el kleroterion.

Este atípico método se basaba en la desconfianza y en el sorteo de los cargos políticos y jueces mediante la utilización de este novedoso aparato. El kleroterion era un monolito agujereado con ranuras numeradas, en las cuales los que pretendían ejercer algún cargo público insertaban sus nombres, escritos en unas pequeñas tablillas de plomo (siempre y cuando superaran el examen médico y cultural, sin tener en cuenta su estatus social o patrimonial). Los números presentes en las ranuras del kleroterion eran recogidos en una especie de peonza. Esta, tras ser girada, elegía a todos y cada uno de los cargos, con una duración de un año.

UNA CONCEPCIÓN DIFERENTE

El sistema de representación gubernamental (que se va instalando progresivamente en el mundo occidental desde las revoluciones francesa y norteamericana), en el cual la ciudadanía da su beneplácito a alguna élite gubernamental tras una cara campaña y un sinfín de promesas electorales, era percibido por los griegos como preámbulo de la corrupción y la manipulación.

El sistema ateniense se basaba en la Asamblea, órgano de representación popular presidido por todos los ciudadanos de la polis, y no en una oligarquía. La Asamblea no depositaba su confianza a una élite, sino que debía de aprobar todas las leyes en común, y si algún cargo político imponía su ley sin su autorización, podría incluso ser ajusticiado. Los políticos no eran, pues, representantes de la voluntad del pueblo, sino que el propio pueblo se representaba a sí mismo, relegando a los primeros a simple cargo público (no del todo bien remunerado).

UN BALANCE FAVORABLE

Este sistema, en el que el poder de facto reside única y exclusivamente en el pueblo, fue un éxito rotundo, perdurando en la inestable Antigüedad más de doscientos años, y transformando a Atenas en la gran ciudad de su tiempo (por encima de las ciudades milenarias egipcias o persas).

Sus pilares fueron el debate (abierto y prefigurado en encontrar alguna solución conjunta y no en defender los intereses de alguna oligarquía enriquecida mediante la disputa) y la igualdad política. Y la participación popular fue abrumadora. Se piensa que, al finalizar su vida, todo ciudadano ateniense había ejercido alguna vez algún cargo público.

Así pues, los antiguos griegos confeccionaron un sistema basado en el azar, único medio (según sus creencias) de garantizar un sistema justo y benévolo, eso sí, excluyendo a esclavos, a mujeres, a extranjeros y a niños (casi el 80 por ciento de su población).

La institución que no pudo haber evitado la Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial ha pasado a los anales de la historia como uno de los conflictos bélicos más sanguinarios y deshumanizados jamás emprendidos por el ser humano. Más de 50 millones de víctimas mortales dan prueba fehaciente de ello, a los que hay que sumar los millones de refugiados que perdieron todas sus posesiones, el Holocausto y ciudades como Varsovia, Stalingrado, Múnich, Tokio o Róterdam —entre muchas otras— quedaron completamente destruidas por los bombardeos sistemáticos de la maquinaria aérea.

La barbaridad dogmática del nazismo ha sido, sin lugar a dudas, uno de los mayores traumas de la humanidad, y lo más rocambolesco de todo este despropósito es que un par de personas, tal vez, habrían podido evitar toda esta catástrofe.

UN HITLER BOHEMIO

Antes de ser nombrado Führer del Tercer Reich alemán, Hitler tenía unas predisposiciones laborales bien diferentes. Quería ser artista, concretamente, pintor. Con este objetivo en mente, en 1905 viajó a la capital de su país natal, Austria. En su nuevo hogar tuvo que sobrevivir en las calles vendiendo postales que él mismo realizaba. En 1907 y 1908 se presentó en la Academia de Bellas Artes de Viena, pero fue rechazado en ambas ocasiones, debido a que su arte no convencía al jurado.

Se piensa que fue en ese momento, obligado a mendigar y a malvivir en su patria tras el rechazo institucional del mundo del arte (controlado, a ojos de Hitler, por una élite judía), cuando las ideas patrióticas y antisemitas empezaron a fraguarse en su ser.

Y SI...

No podemos dejar de preguntarnos qué habría ocurrido si Hitler hubiese sido admitido en dicha academia de arte. Y no es para menos. Si el líder emblemático del nazismo hubiese entrado y medrado en el mundo del arte, ¿la Segunda Guerra Mundial hubiese acaecido?

Aunque bien es cierto que las ideas totalitarias, pangermánicas y de superioridad racial aria (basadas en ciertas vertientes del darwinismo social) proceden, en Alemania (o Prusia), de un siglo antes de la llegada al poder de Hitler, no es menos cierto afirmar que fue gracias a su persona, a su carisma y oratoria, como esas ideas fueron difundidas al grueso del pueblo germano.

El partido de fútbol más violento y sanguinario de la historia

El mundo del fútbol, deporte rey de nuestro tiempo, también tiene sus anécdotas e historias. Y una de las más macabras y heroicas aconteció en la Kiev ocupada, durante la Segunda Guerra Mundial, por la potencia militar nazi: el bautizado como «partido de la muerte».

UN PAÍS DESTRUIDO POR LA GUERRA

Ucrania, junto con Polonia y Rusia, ha sido de los territorios que más ha sufrido la Segunda Guerra Mundial. Con un sentimiento nacionalista que tenía por objetivo desunificarse de la Unión Soviética para formar su propia patria soberana, cierto sector de la población vio con buenos ojos la invasión de Hitler en 1941, y su posterior liberación de la «tiranía» soviética. Pero, por desgracia, las calamidades de esas personas no habían hecho más que empezar.

El Führer no tenía ninguna intención de ayudarlos a confeccionar su ansiado país, sino que tenía por objetivo someterlos a sus designios debido a su situación geoestratégica en la campaña militar de Rusia.

SE FRAGUA LA LEYENDA

La liga de fútbol profesional ucraniana, muy popular en esa época, tuvo que ser cancelada en 1941 debido a la invasión nazi. Todos los equipos fueron suprimidos tras la fácil victoria alemana sobre el pobre y desestabilizado país balcánico, puesto que la mayoría de los jugadores fueron o bien asesinados en el conflicto, o bien encarcelados.

Ante esta tesitura, un panadero decidió fundar un equipo de fútbol, el FC Start, que contaba con ocho jugadores del antiguo club Dinamo de Kiev y tres del Lokomotiv. A lo largo del año posterior a la invasión ganaron a todos los rivales a los que se enfrentaban (normalmente, equipos creados por las guarniciones militares alemanas que se hallaban en el país conquistado). Este fulgurante éxito llegó a oídos de ciertos mandatarios nazis y decidieron tomarse la revancha.

EL PARTIDO DE LA MUERTE

El 9 de agosto de 1942 sería la fecha elegida para el partido de fútbol que enfrentaría al FC Start contra el Flakelf (equipo creado en el seno de la Luftwaffe). Los desnutridos y cansados ucranianos tuvieron que plantar cara a un bien alimentado y descansado equipo alemán, que no solo jugaba un partido, sino que luchaba por su raza (para demostrar al mundo su superioridad racial). Como no podía ser de otra manera, se aseguraron la victoria poniendo un árbitro de las Waffen SS y, por si acaso, recordando a sus rivales que su más que difícil victoria sería recompensada con el paredón.

Pero ni las amenazas ni el juego sucio (más que utilizado a lo largo del partido debido a un arbitraje que perdonaba las patadas, puñetazos y tirones de camisetas de uno de los dos equipos) amedrentaron a los deportistas ucranianos, que se alzaron con la victoria al final del partido y rechazaron realizar el saludo nazi de cortesía al principio de este.

Poco tiempo después, gran parte de este equipo (tras volver a ganar otro partido a los nazis) fueron encarcelados y torturados por la Gestapo, acusados de ser miembros del soviético Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética (NKVD). Uno de ellos murió en los «interrogatorios», y el resto fue deportado al campo de concentración de Syrets, en el que cuatro murieron asesinados. Cruel recompensa tras tal heroica hazaña, que siempre perdurará en nuestra memoria. Gloria al FC Start.

La férrea educación espartana

La sociedad espartana fue una de las más poderosas de la Antigüedad, cuna de uno de los ejércitos más temidos de la historia. Pero ¿cómo hicieron los espartanos para constituir las tropas militares más conocidas del mundo?

LOS ORÍGENES DE ESPARTA

En muchos sentidos, Esparta fue el modelo a seguir, casi utópico, del mundo helénico antiguo. En esa Grecia protoimperial, territorio constituido por todo un abanico de ciudades-estado independientes, pero con ciertos valores en común (como su panteón o su idioma), a veces aliadas, a veces en disputa, la estabilidad y la superioridad militar de la sociedad espartana fue, sin duda, un espejo en el que todas ellas querían reflejarse. Y no es ningún secreto que las virtudes básicas de todas esas sociedades —véanse el sentido de pertenencia territorial, el mantenimiento de su autonomía y la defensa armada ante un avance invasor— eran de sobra aprobadas por los espartanos.

Los orígenes de esta cultura se remontan, según el folclore espartano, al siglo XII a. C. Una lejana época en la que Esparta nació del sangriento y heroico avance de unos invasores norteños, dirigidos por el descendiente de Hércules, Lacón, que conquistaron el territorio de Laconia, fundando la capital de su reino, ciudad dedicada a su reina Esparta. De este modo, y hasta mediados del siglo VIII a. C., la urbe se convirtió en el núcleo político, religioso y cultural del territorio.

LOS ESPARTANOS SE EXPANDEN

Una explosión demográfica los obligó a colonizar nuevas tierras, girando su mirada hacia el oeste e iniciando las guerras de Mesenia. Este era un territorio rico en hierro y agricultura que, tras cien años de resistencia, cayó bajo el poder espartano, transformando a todos sus ciudadanos en ilotas (esclavos) y a Esparta en la ciudad-estado más grande de su tiempo.

Tras la conquista surgió un grave problema que empezaría a menoscabar la estabilidad de la sociedad espartana. Los ilotas, antiguos hombres libres esclavizados a la fuerza, eran mucho más numerosos que los espartanos y aprovechaban cualquier ocasión para rebelarse contra el poder imperante.

Para paliar este problema, el legislador Licurgo remodeló todas las leyes y costumbres espartanas, transformando las milicias de granjeros armados en la unidad de combate más temida de la Antigüedad. Se creó así una revolución social que tenía por objetivo menguar la libertad individual para hacer medrar la seguridad de la comunidad.

De este modo, se creó el Estado militarizado que ha quedado grabado en fuego para siempre en nuestra historia.

LOS NIÑOS SON SACADOS DE SUS HOGARES, EMPIEZA LA INSTRUCCIÓN

A los siete años, los espartanos varones salían de sus hogares para ser criados por el Estado según la agogé (educación espartana) en una especie de academia militar que tenía por objetivo instruir a los jóvenes infantes en la disciplina bélica.

Durante los cinco primeros años de su adiestramiento, el pedónomo los aleccionaba en educación física y cultural. De este modo, se confeccionó una clara jerarquía social entre los alumnos más jóvenes y los mayores, que se ocupaban de darles la disciplina y los castigos necesarios para su fructuosa evolución (los latigazos con varas en la espalda eran más que comunes).

Era, sin lugar a dudas, un sistema de selección brutal que tenía por objetivo crear a verdaderos soldados espartanos, eliminando cualquier debilidad del sujeto, poniéndolo a prueba las veinticuatro horas del día.

Por su parte, las niñas espartanas recibían su adoctrinamiento y entrenamiento en el hogar parental. Se les enseñaba a ser fuertes y autosuficientes, pero su misión principal era la de engendrar hijos sanos para Esparta.

LOS NIÑOS SON DEJADOS A SU SUERTE

Cuando los niños cumplían doce años se les otorgaba un manto para cubrirse, se les quitaban las zapatillas y, para agudizar su ingenio, pasaban a ser alimentados por los ilotas (normalmente con sopa de sangre de cerdo), forzando así a los jóvenes espartanos al vandalismo y al robo para poder sobrevivir. Eso sí, si los atrapaban robando, eran castigados con el látigo. Pero si no robaban, difícilmente podrían sobrevivir.

En cuanto a su entrenamiento, era una constante competición tanto física como mental para el estudiante. Debían pasar prueba tras prueba, poniendo todo su empeño e ingenio para no ser castigados o morir. Para poder superarlas, al joven se le atribuía un mentor, un hombre adulto que le supervisaría de por vida (siendo las relaciones sexuales entre ambos algo típico de la época).

LA ÚLTIMA PRUEBA

Cuando cumplían los veinte años, y antes de ser licenciados por la agogé, los espartanos debían pasar una última prueba: la criptia o krypteia, una expedición militar que tenía por objetivo asesinar a los ilotas que suponían una amenaza social. Para este último adiestramiento, los espartanos debían sobrevivir durante meses fuera de su hogar, en tierra ilota y hostil, y degollar a sus enemigos.

La Revolución francesa y el terror

El año de la Revolución francesa, 1789, es una de esas fechas que han quedado grabadas a fuego en nuestra retina. Esta significó una transformación radical en la sociedad y dio pie, junto con la Revolución Industrial, a una nueva etapa en la historiografía, la Edad Contemporánea.

Lejos de ser un camino de rosas, este fue un acontecimiento con muchas sombras que creó uno de los sistemas más despóticos que jamás hayan existido en Europa, la Terreur, como atestiguan sus casi cuarenta mil víctimas mortales.

Para poder comprender el alcance de este profundo cambio hay que analizar, brevemente, el sistema político, social y económico que gobernaba a casi toda la totalidad de Europa desde el Medievo. El denominado Antiguo Régimen.

EL ANTIGUO RÉGIMEN EUROPEO

En el plano social, la población europea medieval se dividía en tres grupos, los denominados estamentos: la nobleza, el clero y el pueblo llano. Los dos primeros eran los señores feudales, clase social minoritaria de privilegiados. El resto era el pueblo llano, clase mayoritaria (más del 90 por ciento de la población) de no privilegiados.

Físicamente, el territorio europeo se hallaba dividido en señoríos, propiedad de algún señor feudal, en los que podíamos encontrar las aldeas habitadas por el pueblo llano, los castillos de la nobleza (o monasterios de la Iglesia) y los campos agrícolas, base de la riqueza por aquel entonces. En la cúspide, se hallaba el soberano del reino, gran noble cuyos señores le habían rendido vasallaje.

Económicamente, era una sociedad agraria dividida entre los propietarios de los campos agrícolas (los señores feudales) y los que trabajaban en esos lugares (campesinos y artesanos). Los primeros eran ricos (unos más que otros), los segundos no. Cabe destacar que los impuestos solo eran pagados por los no privilegiados (ya que uno de los privilegios era no tener que pagarlos, además de cobrarlos).

En cuanto a política se refiere, esta era garantizada por las clases privilegiadas. El gran núcleo social formado por los campesinos y artesanos no tenían casi voz en ese dominio.

Era pues una sociedad de vasallaje, dividida en una gran masa social que trabajaba para alimentar y enriquecer a la sociedad, y una ínfima minoría que los protegía (tanto en el plano físico, mediante las espadas nobiliarias, como religioso, por los rezos del clero que garantizaban la vida eterna).

Este statu quo se vio drásticamente afectado por la aparición de dos fenómenos sociales, el absolutismo y la burguesía. El absolutismo eliminó el poder político de las clases privilegiadas para caer bajo las manos de un solo individuo, el monarca absolutista. Por su parte, la burguesía, antiguos artesanos y campesinos que se habían enriquecido mediante el florecimiento de los burgos (ciudades feudales) y el comercio que en estos se realizaba, revolucionó por completo el orden social establecido. Como los privilegiados, por ley, estaban exentos de trabajar, cuando el comercio volvió a florecer en suelo europeo no pudieron ganar las cuantiosas sumas de dinero que traía consigo este beneficioso trabajo. Este hecho constituyó una nueva clase social, la burguesía, que no era privilegiada, pero que muchas veces atesoraba más riquezas que los propios señores feudales. El sistema de vasallaje impuesto en el Medievo se estaba resquebrajando.

FRANCIA DURANTE EL ANTIGUO RÉGIMEN

La gran crisis, con hambruna y todo, que explotó en Francia durante el invierno de 1788 dio pie a una de las revoluciones más célebres de nuestra historia. Momento histórico en el que el Antiguo Régimen fue destruido (por lo menos, durante un lapso de tiempo) y en el que una nueva sociedad germinó en territorio galo (que sería emulada por la mayoría de los países europeos). Pero ¿cuáles fueron los motivos de esta profunda crisis?

Para entender lo que pasó en Francia en 1789 habría que retrotraerse un poco más en el pasado, a la guerra de los Siete Años (1756-1763), conflicto bélico que enfrentó a Francia contra Inglaterra por el control del territorio norteamericano (junto al comercio triangular que nacería desde las colonias y que otorgaba grandes sumas de dinero, manchado, eso sí, con el sufrimiento del pueblo africano reducido a la esclavitud en las plantaciones norteamericanas). Esta guerra se saldó con la victoria británica y las arcas francesas quedaron bajo mínimos.

En aquella época, el rey galo era Luis XV, que moriría de viruela en 1774, dejando el trono a Luis XVI, que estaba casado con la austriaca María Antonieta. La nueva pareja real era aún muy joven. El rey tenía veinte años; la reina, dieciocho, y no estaban preparados para afrontar a una Francia que se estaba adentrando en un periodo oscuro de profundas crisis económicas. Se dice que, el día que tomó el poder, el monarca, superado por la situación, llegó a decir: «Señor, ven en nuestro auxilio, ya que somos demasiado jóvenes para gobernar». Seguramente, Francia tenía el peor soberano que un país puede desear para poder afrontar una crisis de grandes magnitudes. Y esta, por desgracia para los nuevos monarcas, no tardó en llegar.

EL PAÍS SE PRECIPITA HACIA EL DESASTRE

En la Francia prerrevolucionaria, la crisis económica estaba dilapidando el nivel de vida del pueblo, encareciendo hasta máximos desorbitados el precio de la harina, base nutricional por aquel entonces. En las calles galas hubo, incluso, persecuciones en contra de los panaderos, acusados del abusivo precio del pan, siendo muchas veces apaleados hasta la muerte por la muchedumbre.

Mientras que el pueblo moría literalmente de hambre, la familia real vivía a espuertas, afincada en el palacio de Versalles, lugar donde las clases más opulentas celebraban con regularidad copiosos banquetes y lujosas fiestas.

Cabe destacar que los índices de popularidad de la pareja real siempre fueron más bien bajos en el seno de la población gala.

María Antonieta era odiada desde su llegada a Francia, debido a sus orígenes austriacos y a la tardanza en dar un heredero al trono galo. Y es que, en un principio, Luis no tenía ningún interés en acostarse con su mujer, debido a sus dolencias de fimosis, lo que fue la comidilla del momento y motivo de burla constante de sus coetáneos (lo de no acercarse a su mujer, no lo de la fimosis). En aquella época abundaban caricaturas en tono de burla hacia los monarcas (del estilo del «cerrajero que no encuentra la cerradura»), pero el centro de las sornas siempre fue la reina. A todo ello hay que añadir que fue apelada Madame Déficit, ya que su lujoso modo de vida costaba una pequeña fortuna al país.

Por su parte, Luis XVI era visto como poco más que un niño de teta, sin ningún tipo de carisma para gobernar. Por aquel entonces, su popularidad estaba por los suelos.

Y fue en ese momento cuando hizo su entrada uno de los inviernos más duros y fríos de la historia reciente francesa. Un efecto climatológico que asoló la endeble economía agrícola de la época y precipitó los acontecimientos que surgirían a la postre.

1789, EL AÑO DE LA REVOLUCIÓN

Al verse sobrepasado por la situación, Luis XVI apeló a los Estados Generales (asamblea integrada por los tres estamentos, que tenía por finalidad ayudar en la toma de decisiones al soberano absolutista). Hacía casi ciento cincuenta años que estos no se habían reunido, ya que la soberanía de la nación residía única y exclusivamente en la figura del rey. Pero esta asamblea se vio abocada al desastre desde sus inicios. Los diputados del pueblo llano, que representaban a un 95 por ciento de la sociedad, solo contaban con un voto (los otros dos eran para la nobleza y el clero). Ante esta situación de crisis, el pueblo premió a los privilegiados con pagar impuestos para ayudar a las arcas del Estado, pero los privilegiados se negaron.

Finalmente, los diputados del pueblo (el tercer estado) fueron echados de los Estados Generales (que se reunían en el palacio de Versalles), y se reunieron en una sala anexa, donde realizaron le serment du Jeu de Paume (el juramento del Juego de la Pelota), comprometiéndose a no separarse hasta dotar a Francia de una Constitución, momento en el que decidieron revocar el Antiguo Régimen y crear una asamblea que representara los intereses del ciudadano de a pie (Assemblée Nationale). Y los acontecimientos que acabarían con el absolutismo en Francia se desencadenaron.

El rey, viendo cómo el pueblo se organizaba, decidió atacar la capital. Los ciudadanos se armaron y el 14 de julio tomaron la Bastilla (prisión en la que se encarcelaba a los enemigos de la Corona y que contaba con todas las reservas de pólvora de la ciudad). Ante esta situación, el ejército real prefirió no marchar hacia la capital y retroceder, y el pueblo llano tomó la urbe.

Piedra a piedra, la célebre e impopular cárcel fue demolida por los parisinos, sin más utensilios que sus manos y martillos. Los privilegios y derechos señoriales fueron abolidos, y la revolución se extendió desde París a toda la cartografía francesa. Por último, una muchedumbre enfurecida de mujeres fue hasta Versalles y llevó consigo al rey y a su familia (que tuvieron que viajar hasta la capital con las cabezas de sus guardias ensartadas en las lanzas de sus súbditos). El Antiguo Régimen se había precipitado hacia el abismo, y las monarquías absolutistas que rodeaban Francia temían que esas ideas subversivas explotaran en sus territorios.

LOS REVOLUCIONARIOS SE ENCAMINAN HACIA EL TERROR

Rodeada por potencias monárquicas, los franceses temieron por la supervivencia de su revolución. Antes de verse atacado, el Estado galo (cuyo hombre fuerte por aquel entonces era Maximiliano Robespierre) se enfrascó en una guerra contra una coalición de países pertenecientes al Antiguo Régimen (austriacos, prusianos y españoles). A su vez, en el interior del territorio germinaron varias rebeliones en contra del nuevo rumbo que estaba tomando el país, siendo la más importante la rebelión de La Vendée.

El pánico y la paranoia se apoderaron del alto mando político francés, que veía enemigos conjurados contra la República por doquier, instalando un sistema dictatorial y sanguinario cuyo nombre aún perdura en nuestra memoria, el Terror.

EL TERROR FRANCÉS

Las rebeliones en contra de la revolución fueron brutalmente reprimidas. Ciertas fuentes de la época nos hablan de más de cien mil muertes en las guerras de La Vendée, y algunos historiadores no dudan en utilizar el término de «genocidio» para describir lo que allí aconteció. Y, aunque este concepto está puesto a debate por historiadores más recientes, no cabe duda de que nos muestra la brutalidad de esas matanzas.

Por otro lado, los revolucionarios sacaron a relucir le rasoir national (la cuchilla nacional). Es decir, la ultraconocida guillotina. Con ella, no solo se cortaron las cabezas de Luis XVI y de María Antonieta (véase el epígrafe de «Los últimos días de María Antonieta y el joven Luis XVII»), sino también a un número ingente de individuos tildados como traidores a la République française. Uno tras otro fueron pasando, mientras el pueblo parisino (y francés) disfrutaba con ese espectáculo tan «saludable» de ver a gente guillotinada, un sábado cualquiera, en alguna que otra plaza en la que se elevó esta implacable arma.

Esta era una etapa oscura para habitar la capital. Cualquier tipo de denuncia te mandaba directo al Tribunal Revolucionario para ser juzgado por el Comité de Salvación Pública (ya sea por llamarle a alguien monsieur, término prohibido por aquel entonces, o por cualquier tipo de suposición o falacia que habían vertido en tu contra). Decenas de miles fueron encarcelados, torturados y finalmente llevados a ser decapitados en alguna plaza pública.

Al final de este cruento momento de la historia, que aconteció desde septiembre de 1793 a verano del 1794, se cuentan casi cuarenta mil víctimas mortales, entre ellas sus mayores adalides, los hombres fuertes de la Primera República francesa, como Danton, Saint-Just o el mismísimo Robespierre.

El hombre de la máscara de hierro

Este insólito personaje es el protagonista de una de las historias francesas más conocidas y misteriosas. Y su vida da, y ha dado, para crear una verdadera película de intrigas cortesanas. Un individuo encarcelado en la Bastilla en el siglo XVII, que estuvo décadas aislado de la sociedad y cuyo rostro fue cubierto por una máscara de hierro, para que nadie, ni siquiera sus carceleros, conocieran su identidad.

Como no podía ser de otro modo, muchas preguntas subyacen a este relato. ¿Quién fue ese oscuro personaje? ¿Qué secretos conocía sobre el reinado del monarca Luis XIV? ¿Qué actos cometió para ser así eliminado del presente y del futuro de la historia?

LA LEYENDA DEL HOMBRE DE LA MÁSCARA DE HIERRO

La existencia de este personaje fue descubierta, por lo menos a ojos del gran público, por Voltaire. El filósofo, que con cierto descaro y sin ningún tipo de pruebas, acusó a Felipe II de Orleans de cometer incesto con su hija, fue encarcelado en la Bastilla en 1717. Y sería durante su estancia en prisión cuando se toparía con la peculiar historia del hombre de la máscara de hierro. Pero no fue el único en hacerse eco de ella. Otro de los grandes autores franceses, Alejandro Dumas nada menos, escribió un auténtico bestseller sobre esta trágica vida.

Estos dos autores lo describieron de una forma bastante ambigua. Por un lado, fue claramente aislado del mundo, siempre ataviado con su máscara de hierro, negándole cualquier tipo de acercamiento al exterior. Se le prohibió incluso el derecho de pronunciar su propio nombre y los guardias que lo custodiaban tenían la orden de matarlo si este hablaba de otra cosa que no fuesen sus necesidades. Por otro lado, era un elegante y refinado hombre que recibía un claro trato de favor. Era respetado por sus carceleros, sus demandas siempre estaban cubiertas, y sus cenas nada tenían que envidiar a las servidas a los aristócratas.

Eso sí, para preservar el secreto, tras su muerte, acontecida a principios del siglo XVIII, su celda fue vaciada y limpiada de arriba abajo. Las paredes fueron rasgadas y sus muebles quemados. Todo ello por si el encarcelado hubiera tenido en vida la peligrosa idea de haber escrito su nombre en algún lugar oculto.

Y, claro está, un gran número de teorías surgieron sobre la identidad de este misterioso personaje. ¿Era el hermano gemelo del Rey Sol o un hermano bastardo que podría reclamar su trono? ¿Un cruel enemigo de la Corona que estuvo tan cerca de matar al rey que decidieron borrarlo de los anales? ¿Podría ser un general traidor a la corte o el mismísimo D’Artagnan (que perdió su popularidad tras su derrota en Maastricht y cuyo rostro fue ocultado al resto de los mosqueteros por una máscara)? Muchas preguntas que no hacen más que aumentar el halo legendario del hombre de la máscara de hierro.

LA HISTORIA TRAS LA LEYENDA, LA TRÁGICA VIDA DE UN HUMILDE AYUDA DE CÁMARA

Según Jules Lair, lejos de tan pomposidad y realengo, la verdadera identidad del hombre de la máscara de hierro era bien diferente. Eustache Dauger, el auténtico hombre tras la máscara según el historiador, era en realidad un humilde ayuda de cámara.

Su trágico destino empezó en julio de 1669, cuando un ministro de Luis XIV, Louvois, mandó encontrar a un tal Eustache Dauger para encarcelarlo en una prisión situada en los Alpes. El individuo fue retenido, con un gran secretismo, por las autoridades galas, cuando se hallaba en el puerto de Dunkerque, rumbo a Inglaterra. Tras su detención fue confiado a un carcelero de nombre Saint-Mars, quien tenía órdenes de aislarlo del mundo, darle de comer una vez al día y ajusticiarlo si el encarcelado hablaba de otra cosa que no fueran sus necesidades básicas.

En un principio, recibía un trato bastante duro, como cualquier reo de su condición social, pero esto cambió con la llegada a escena de un aristócrata venido a menos, Nicolas Fouquet. Los nobles gozaban de un trato mucho más favorable durante su estancia en prisión, con cenas que nada tenían que ver con las otorgadas al resto y una calidad de vida mucho más decente. Disponían incluso de un ayuda de cámara para servirlos. Y a Nicolas se le atribuyó, como segundo ayuda a Eustache.

A partir de ese momento, el preso recibió un trato más benévolo. Podría tener una mejor alimentación, pasear junto a su señor sobre las murallas de la cárcel, ver a gente, etcétera. Un trato mucho más acorde con el descrito en la leyenda del hombre de la máscara de hierro.

UN SECRETO QUE TENÍA QUE SER OCULTADO

El problema se dio cuando al aristócrata se le permitió reunirse con gente foránea en la prisión. El carcelero, Saint-Mars, tenía que ingeniárselas para que Eustache no hablará más que de lo estrictamente necesario con los visitantes. Pero ¿cuál era el gran secreto que ocultaba este humilde personaje?

Aunque no se pueda saber con exactitud, todo parece indicar que el ayuda de cámara fue detenido por haber conocido un importante secreto de Estado durante las negociaciones que entablaron la Corona británica y la francesa, en el tenso verano de 1669.

Sea como fuere, tras la muerte del aristócrata, Eustache y el otro ayuda de cámara, que a priori debían ser liberados, fueron deportados a otra prisión gala. Pero antes, Saint-Mars hizo todo lo posible por eliminar sus identidades, ocultando sus verdaderos nombres para siempre.

UNA HISTORIA INVENTADA CON UN FIN

Con el objetivo de dar mayor importancia a su estatus y catapultarse en las jerarquías carcelarias, Saint-Mars caricaturizó la historia del pobre Eustache para que todos pensasen que estaba al cargo de un prisionero que tenía en su haber un importante secreto de Estado que nunca podría ser revelado.

Con los años, el carcelero tuvo que trasladarse a una prisión en la isla de Santa Margarita. Y, por supuesto, se llevó consigo a su muñeco de feria. Para el traslado, y con el supuesto fin de ocultarlo, le tapó la cara con una máscara (aunque todo parece indicar que no recibió ninguna orden para ello).

Tras llegar a la cúspide y ser elegido gobernador de la Bastilla, Saint-Mars realizó su último viaje. Y, de nuevo, volvió a trasladar a su prisionero estrella. El pobre Eustache (el otro ayuda de cámara ya había fallecido largos años atrás) tuvo que ataviarse con la máscara (algunos defienden que era de metal, otros de terciopelo), para seguir avivando el oscuro e inventado secreto de su identidad.

Según el historiador, en este traslado nacería la leyenda del hombre de la máscara de hierro, puesto que un administrador de la célebre prisión gala así lo describió al entrar en sus nuevos y últimos aposentos. Extraña descripción que pasó de boca en boca, hasta llegar a oídos del célebre Voltaire. Moriría, en la Bastilla, en 1703.

1936, los Juegos Olímpicos del Führer

Las Olimpiadas de Berlín de 1936 son consideradas uno de los mayores actos propagandísticos de la historia. Tras haber sido seleccionados para tal evento deportivo, el régimen nazi confeccionó un verdadero espectáculo de masas con el propósito de mostrar al mundo su superioridad, tanto militar como cultural (y, evidentemente, racial).

LOS JUEGOS OLÍMPICOS SE VAN GESTANDO POR UN PROPÓSITO MAYOR

Este célebre acontecimiento deportivo se empezó a gestar varios años antes de la llegada al poder de Adolf Hitler, en 1931. Debido a la suspensión de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1916 (por culpa del estallido de la Primera Guerra Mundial), la capital alemana fue elegida como anfitriona de las Olimpiadas de 1936.

Pero, en 1933, Hitler fue nombrado canciller de la débil República de Weimar. Y, al poco tiempo, el líder instauró un régimen claramente dictatorial, militarista, racista y represivo en torno a su persona.

Con el fin de promover la idea de superioridad racial y la preponderancia militar alemana, el Tercer Reich confeccionó un sistema de culto al cuerpo en el que la aptitud física de los arios era vista como su principal baza. Para ello, se creó una fuerte propaganda nacional, cuyos pilares eran el deporte y la juventud (fuertemente aleccionada y adoctrinada por las Juventudes Hitlerianas). Y los Juegos Olímpicos iban a servir para demostrar el poderío germano y su supuesta superioridad racial al mundo.

PRESIONES EXTRANJERAS Y LAVADO DE IMAGEN

Tras el nuevo rumbo alemán de principios de la década de 1930, no fueron pocos los países que se opusieron a este evento. El panorama internacional se hallaba conmocionado por las nuevas políticas supremacistas y represivas emprendidas por el Tercer Reich. Entre todas ellas, y siendo el caso que nos ocupa, destaca la eliminación de todo individuo de orígenes judíos o romaníes del deporte profesional alemán. Y, ante esta situación, algunas naciones intentaron boicotear las Olimpiadas, amenazando con no asistir, aunque al final todo fue un gran farol.

Con el fin de lavar su imagen, Hitler apaciguó un poco los ánimos dejando, durante un breve periodo de tiempo, fuera de su agenda política, las represiones y propagandas racistas e ideológicas. Con este fin en mente, se retiraron de las calles y de los periódicos los eslóganes y mensajes racistas. Además, se permitió incluso la participación de una deportista de ascendencia judía, la esgrimista Helene Mayer (que embolsaría una medalla de plata para los alemanes).

En este punto de la historia, cabe destacar que España fue el único país en boicotear y no asistir a los Juegos Olímpicos de Berlín. Los republicanos del Frente Popular decidieron organizar su propio evento, las Olimpiadas Populares de Barcelona. Pero estas nunca se realizaron debido al estallido de la Guerra Civil.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS NAZIS

Conforme se acercaba la fecha de inicio del importantísimo evento, la capital germana se engalanó para la ocasión. Miles de banderas con el símbolo olímpico y la esvástica nazi fueron dispuestas por las calles, y se construyó un imponente estadio olímpico. A él se sumaron esculturas y muestras del arte de estilo clásico griego, cuya mitología siempre se hallaba muy presente en la simbología nazi. Esto se realizaba con el fin de enarbolar la absurda idea de que eran los herederos de las grandes civilizaciones (razas, para ellos) antiguas, sobre todo la helena.

El acto inaugural tampoco se quedó atrás. Para tan importante acto se creó un rito de inauguración sin precedentes, trayendo la antorcha olímpica, en una carrera de relevos, desde Atenas hasta Berlín. Es decir, una carrera de casi tres mil quinientos kilómetros. El célebre dirigible Hindenburg también acudió a la cita con el dictador, que llegó a un estadio abarrotado (con más de cien mil espectadores, sin contar los cientos de miles que inundaron las calles), mientras Strauss se encargaba de la banda sonora. Tras Hitler, todos los deportistas (muchos de ellos impactados y extasiados por el despliegue del Führer) desfilaron divididos por países.

Pero lejos de demostrar al mundo la supuesta superioridad de la raza aria y, aunque los atletas alemanes fueron los que más medallas ganaron, fueron eclipsados por el afroamericano Jesse Owens (véase el epígrafe «Jesse Owens, el gran icono deportivo de la lucha contra el racismo») y por un buen número de escándalos deportivos.

GRETEL BERGMANN, LA SALTADORA OLÍMPICA VETADA POR LOS NAZIS

Gretel nació en Alemania en 1914. Se hizo un nombre en el panorama deportivo a principios de la década de los años treinta, cuando venció en una serie de campeonatos germánicos. Pero tras la llegada del Führer al poder, fue expulsada del deporte profesional por su origen judío. Y, para poder proseguir con su carrera, tuvo que emigrar al Reino Unido, lugar donde siguió cosechando importantes títulos.

Conforme la fecha de los Juegos de Berlín se acercaba, el Gobierno nazi, debido a sus tintes antisemitas, se vio sometido a una fuerte presión internacional. Ante esta tesitura, y para aplacar los ánimos, Hitler decidió que la saltadora participara (su caso era muy conocido en la época). Esta aceptó competir por su país, pero una desagradable sorpresa la aguardaba.

Cuando solo faltaba un mes para el inicio del importante evento, y tras haber superado todas las marcas por haber en su categoría, el Gobierno nacionalsocialista le notificó que no sería inscrita en el torneo. La justificación fue que sus características físicas eran el claro prototipo de la «raza» semita. En 1937 tuvo que exiliarse a Nueva York, lugar en el que tuvo que sobrevivir trabajando como limpiadora o masajista. Eso sí, conseguiría de nuevo importantes hitos deportivos en varios campeonatos nacionales estadounidenses.

EL MAYOR ESCÁNDALO DEL MUNDO DEL FÚTBOL

Una de las mayores polémicas fue el partido de fútbol que enfrentó a la selección peruana contra la austriaca. Esta historia, recogida en la obra de Guillermo Thorndike, Manguera, una historia de fútbol peruano,1ha supuesto una de las mayores controversias del mundo de este deporte. Y no es para menos, puesto que, aunque los peruanos vencieron por cuatro goles a dos, el partido fue suspendido y el resultado anulado. Las autoridades deportivas instaron a repetir el encuentro, pero los ultrajados peruanos decidieron no acudir a la cita y abandonar los Juegos Olímpicos en señal de protesta. Todo parece indicar que los nazis no podían permitirse perder de esta manera contra una «raza» supuestamente inferior a la suya.

Pero este robo tiene algo más de miga. Según el informe de las autoridades olímpicas y lo recogido en los periódicos europeos de la época, el campo fue salvajemente invadido por los aficionados peruanos, lesionando, por lo menos, a uno de los deportistas austriacos, antes de la finalización del encuentro deportivo.

La trata de esclavos y el comercio triangular. ¿El comercio más lucrativo de la historia?

La trata de esclavos en el África occidental ha sido uno de los negocios más rentables, en el plano económico, de la historia. Y sus brutales números no dejan lugar a la duda.

UN COMERCIO QUE GLOBALIZÓ EL MUNDO

Con una duración de cuatro siglos, sus 12 millones de víctimas (seres humanos esclavizados por la fuerza) y los más de 39.000 viajes de barcos mercantes negreros que partieron de las costas africanas hacia las colonizadas Américas, este comercio de humanos fue la base del florecimiento del comercio internacional y del progreso en los países europeos occidentales.

A raíz de la trata se confeccionó el conocido como «comercio triangular». Una ruta de intercambios que unió a los continentes europeo, africano y americano. A estos habría que sumar el asiático, ya que la moneda de cambio para la compra de esclavos se realizaba con conchas provenientes del océano Índico, las conchas cauri.

Desde Europa se enviaban alcohol, armas, pólvora o tejidos varios hacia África. Estas riquezas tenían la finalidad de corromper a las autoridades africanas para que estas proveyeran de esclavos. Por su parte, los barcos repletos de individuos partían de la costa occidental africana para ser explotados en las minas y plantaciones americanas. Y, finalmente, desde América, las mercancías extraídas en el Nuevo Continente, como los productos exóticos de sus plantaciones o los minerales, viajaban hacia Europa.

UN NEGOCIO EN EL QUE LA HUMANIDAD BRILLA POR SU AUSENCIA

La suerte de los malogrados esclavos no fue una preocupación en ningún momento para los mercaderes y los dueños de las plantaciones y minas. No es ningún secreto afirmar que estos solo fueron movidos por el rédito económico que le podían sacar a la explotación de seres humanos.

Esta ha sido una de las mayores migraciones forzosas de la historia de la humanidad. Y el funesto destino de estas personas aún eriza la piel en nuestros días. Arrancados por la fuerza de sus vidas, relegados a la condición de propiedad, llevados salvajemente hacia las Américas y explotados brutalmente por sus nuevos amos, la triste historia de estos individuos enmudece a todos aquellos que la analizan.

HOMBRES LIBRES TRANSFORMADOS EN MERCANCÍAS

Los esclavos eran apresados de diferentes maneras por las autoridades africanas. La más común era un ataque total, utilizando las armas europeas para destruir y matar a buena parte del poblado, encarcelando a los supervivientes. Pero también realizaban ataques sorpresivos, tomando por la fuerza a algún habitante que se hallaba separado del resto de sus vecinos. Estos últimos solían ser niños y niñas que se habían alejado de la atenta mirada de sus progenitores por unos minutos.

Asediados en la costa por este nuevo fenómeno, muchos individuos decidieron migrar hacia el interior del continente. Su objetivo era escapar de las feroces garras de sus captores, pero estos los persiguieron en su huida. Este hecho empeoró la situación de los apresados, puesto que al martirio tenían que sumar extenuantes marchas de cientos de kilómetros, atados los unos a los otros y a ritmo de latigazos, que separaban sus nuevos asentamientos de su destino, los barcos mercantes con dirección a América. Se estiman decenas de miles de muertes en estos trayectos, bien por cansancio, bien por deshidratación.

Tras el tortuoso camino, los esclavos eran vendidos a sus compradores. Antes de la venta se los desnudaba, colocaba en largas hileras e inspeccionaba su condición física (mirando sus dientes, tocando sus músculos, etcétera). Tras la primera criba, se estipulaba un precio y se vendían a los negreros. Estos serían los encargados de llevarlos en sus barcos mercantes hacia el Nuevo Mundo.

Antes de partir, solían estar recluidos en las conocidas fábricas, instalaciones carcelarias sin ningún tipo de comodidad y normalmente bien vigiladas por altos muros y un pequeño ejército para impedir posibles fugas. Para ello, muchas veces se utilizaban antiguos fuertes europeos fundados en las costas. Anteriormente, tenían la función de proteger los almacenamientos de marfil, oro u otros minerales que las potencias protocoloniales habían explotado en el territorio africano. Uno de los más conocidos era el fuerte portugués situado en Ghana, Elmina.

En un principio, la trata de esclavos estaba monopolizada por el Imperio luso, pero con el tiempo la mayoría de las potencias europeas participaron activamente en él (holandeses, españoles, franceses, ingleses, etcétera).

EL VIAJE HACIA EL NUEVO MUNDO

Una vez apilados en el barco, destino a América, los esclavos eran atados los unos a los otros con grilletes. A este martirio se sumaba la falta de medidas higiénicas (teniendo muchas veces que orinar o defecar los unos sobre los otros), no disponer de apenas comida ni agua (normalmente, eran alimentados con una especie de papilla que les ponían en las manos) y el ínfimo espacio (se calcula que disponían de media de unos setenta centímetros para poder instalarse).

En estas inhumanas condiciones tenían que sobrevivir a una larga travesía de entre cinco y doce semanas. Se calcula que entre el 15 y el 20 por ciento de los esclavos murieron en estas circunstancias.

Y, como es lógico, muchos de ellos decidieron dejarse morir antes de proseguir con su nueva vida. Los que pudieron, saltaron por la borda para ahogarse en la inmensidad del mar. Otros intentaron morir de hambre, aunque a estos últimos se les introducían a la fuerza los alimentos mediante el speculum oris (artilugio parecido al utilizado por los ginecólogos para mantener la vagina abierta).

Por último, no hay que olvidar los latigazos, muchas veces aleatorios, con el fin de infundir miedo y disuadir las posibles rebeliones, o las violaciones sistemáticas a las mujeres apresadas.

LLEGAN A SU NUEVO HOGAR, EL MARTIRIO CONTINÚA HASTA EL FINAL DE SUS DÍAS

Una vez acabada la horrible travesía, los esclavos eran llevados a mercados en América. Allí eran vendidos a sus nuevos amos en una puja a mano alzada. Los individuos más cotizados eran los fornidos y jóvenes africanos, mano de obra necesaria para el brutal trabajo en los grandes latifundios controlados por los colonizadores en el Nuevo Continente o en las minas (con condiciones de trabajo infrahumanas y con una esperanza de vida casi nula). Las mujeres se compraban a más bajo precio, sobre todo para el trabajo en los hogares, así como los niños y las niñas.

En los mercados eran, muchas veces, desnudados para mostrar bien sus atributos a los futuros compradores. Tras la compra se les solía estampillar con un hierro candente la marca de sus amos, afianzando así su nuevo estado de propiedad.

De allí partían hacia sus nuevos hogares, normalmente grandes haciendas agrícolas donde se explotaba la caña de azúcar u otros productos exóticos. Los amos los bautizaban, cambiando su nombre y otorgándoles una nueva identidad (con el fin de romper con su pasado). A partir de ese momento, los colonos ejercían un control absoluto sobre sus esclavos. Tenían un poder total para juzgarlos o imponerles las condiciones de vida que creían adecuadas para sus propiedades. Con el tiempo, y debido a los excesos cometidos en el trato hacia los esclavos, el Gobierno americano tomó cartas en el asunto, eliminando los castigos corporales y las amputaciones (recurrentes formas de castigo de los amos).