Introducción
El primer madrileño que intentó convencerme de que huyera de Barcelona y me mudara a Madrid fue el gallego Rafa Latorre. «Vente a Madrid —me dijo—, aquí nadie te pregunta de dónde eres.» Al cabo de un tiempo, Rafa convirtió esa frase en eslogan: «A Madrid se viene a que te dejen en paz». En Barcelona, es cierto, nadie te deja en paz. Es una ciudad pequeña y más amarga que rebelde, aunque se imagine libertaria y vitalista. Uno de esos lugares ebrios de derrota, pero también de síndrome del emperador. Una mala combinación.
En 2020 me mudé, previa escala de un año en El Puerto de Santa María (Cádiz), a la calle de la Ribera de Curtidores. La del Rastro, el corazón de Madrid. Frente a las Galerías Piquer y a sólo unas docenas de metros de la plaza de Cascorro.
Lo primero que vi al llegar a mi nuevo barrio fue La Barca del Patio, un restaurante andaluz. El dueño, Paco Garrido, acababa de añadir un plato nuevo al menú: las papas a la Ayuso. Un día, los periodistas le preguntaron el porqué del nombre. Garrido respondió «porque tiene muchos huevos».
Cuando Isabel Díaz Ayuso utilizó en enero de 2020 la frase de Rafa, la de «a Madrid se viene a que te dejen en paz», supe que ya nunca jamás volvería a Barcelona. Eso no lo habría dicho jamás un político catalán porque ellos están ahí para atornillarte al colectivo. Yo fui feliz en Barcelona, pues uno acaba encontrando sus respiraderos. Pero libre sólo lo fui al llegar a Madrid, que es una ciudad sin armarios. Quien ha hecho el mismo viaje que yo de la provincia a la metrópoli sabe de lo que hablo.
Este libro cuenta la historia de Isabel Díaz Ayuso y de su transformación en fenómeno político y sociológico. Pero también explica cómo Ayuso se rebeló contra la superioridad moral de la izquierda, convirtió la ciudad Estado de Madrid1 en refugio de todos los españoles que carecen de vocación de súbdito y cambió a la derecha española para siempre.
Este libro es objetivo en los hechos, que es donde debe serlo. Las conclusiones, sin embargo, son mías. Lo escribió el editor de The Manchester Guardian Charles Prestwich Scott en 1921: «Los hechos son sagrados y las opiniones, libres». El periodismo español suele interpretar la frase al revés, cocinando los hechos a su conveniencia y exigiendo sumisión al cacique en las opiniones. La diferencia entre opinión y activismo, que es el descreimiento, es clave. Confío en que se note.
En este libro se habla de Isabel Díaz Ayuso, pero también de Pedro Sánchez, Podemos, Sumar, Más Madrid, los sindicatos, la prensa y la izquierda en general. Y del liberalismo, el conservadurismo, el PP, Vox y la nueva derecha. Y de España, que son dos países en uno: Madrid y el resto. Mejor dicho, El Resto.
También hablo del socialismo, que es la ideología por defecto del español de El Resto porque raras veces ha tenido a su alcance otra.
Cuando Ayuso popularizó la frase «socialismo o libertad» sabía lo que decía. Ayuso cree que puedes tener lo uno o lo otro, pero que jamás tendrás los dos a la vez durante demasiado tiempo. Ayuso también podría haber dicho «la verdad os hará libres», aunque pocos habrían pillado la referencia. El socialismo ha conseguido acumular todos los defectos del judeocristianismo sin atesorar ninguna de sus virtudes. Y entre esas virtudes, la de la búsqueda de la verdad, que no es una abstracción intelectual refulgente, sino un guijarro manchado de barro. Por eso siempre es buena idea huir de quienes oponen al peor de los resultados del capitalismo el mejor de los ideales del socialismo. El paraíso no suele brillar.
Este libro no es una biografía de Isabel Díaz Ayuso, que ya escribirá ella en su momento si quiere. Es un libro sobre las claves de su éxito en la Comunidad de Madrid, sobre su rivalidad con Pedro Sánchez y sobre el porqué del enfrentamiento con su propio partido, el PP.
Es también, a la fuerza y por varias razones, un libro sobre el periodismo.
Porque el de Ayuso es un gobierno de periodistas.
Ayuso es periodista. Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete, es periodista. José Luis Carreras, mano derecha de Ayuso y jefe de prensa de Presidencia, es periodista.
También es periodista Francisco Salustiano García Diego, jefe adjunto de gabinete, el Miguel Ángel Rodríguez de Miguel Ángel Rodríguez. Y Miguel Ángel García Martín, consejero de Presidencia. Y Cristina Gil Tolmo, directora general de Medios de Comunicación. Y María Sánchez-Sarachaga, jefa de gabinete de la Consejería de Presidencia.
La relación de Ayuso con los periodistas es intensa porque ambos bandos hablamos el mismo idioma. Con el PSOE, en cambio, los periodistas hablamos en periodista y ellos nos responden en politiqués, que es el lenguaje de los que han estudiado Derecho, Económicas o nada.
Este detalle es más relevante de lo que parece. Cuando Miguel Ángel Rodríguez llamó cáscara amarga a la periodista Esther Palomera durante una conversación privada, le estaba hablando en periodista. Cuando Esther Palomera lo denunció públicamente, lo hizo en politiqués, fingiendo no conocer la diferencia. Pero ningún periodista tiene jamás una conversación privada en politiqués, que es una jerga de funcionarios más preocupados por los procedimientos que por los resultados. Un periodista habla siempre en periodista, un idioma que se inventó para llevar una información del punto A al punto B de la forma más recta posible.
Ésta es una de las claves de la conexión de Ayuso con muchos madrileños y del rechazo que genera entre tantos otros que no se explican su éxito. A Pedro Sánchez puedes atribuirle una intención y también su contraria porque cuando habla no dice nada y todo queda en el terreno de la interpretación, aunque luego sus acciones sean inequívocas. Con Ayuso no existe esa posibilidad porque todas las cartas están desde el primer momento sobre la mesa.
Pero voy a lo mollar.
La tesis del libro es la siguiente. La política internacional cambió con la entrada del siglo XXI por los atentados del 11S, el auge de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y la explosión de las redes sociales, y produjo poco a poco un nuevo tipo de liderazgo político carismático en las democracias occidentales que desbordaba el marco de los partidos tradicionales. En España, que vive muy por detrás de la historia, ese cambio pasó inadvertido durante más de una década, hasta que, a partir de 2015, irrumpieron en la política nacional tres personas que supieron leer el nuevo paradigma. Esas tres personas son Isabel Díaz Ayuso, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.
El resto de los políticos españoles, tanto de izquierdas como de derechas, continúan viviendo en 1992 y no se han enterado todavía de nada. Son decorado a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, aunque ganen elecciones porque alguien ha de ganarlas. Frente a esto, sólo cabe encogerse de hombros. El Estado es una maquinaria ciega, torpe y beocia que, a diferencia del sector privado, nunca ha necesitado gasolina de alto octanaje para funcionar.
Isabel Díaz Ayuso, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez han cambiado la política española de una forma que se hará evidente cuando hayan desaparecido del escenario. Los tres son políticos del siglo XXI. Modernos, populistas, listos, mediáticos, oportunistas y desafiantes.
Que los tres sean madrileños no es casualidad. Ayuso, Iglesias y Sánchez sólo podrían haber salido de Madrid, la única ciudad española que vive en su tiempo histórico.
Isabel Díaz Ayuso, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez son políticos para una nueva era extraordinariamente peligrosa, la que llega cuando las sociedades prósperas se aburren de su bienestar y coquetean con el suicidio, y que eclosionará en breve. Probablemente de forma violenta, si hemos de hacer caso al historiador británico Niall Ferguson.
Pero lo significativo es que Iglesias y Sánchez alimentan ese coqueteo con el suicidio. El primero por convicción y el segundo por oportunismo.
Ayuso lucha contra él.
Ayuso y Sánchez han brotado además de la estructura de dos partidos tradicionales. Pero son agentes libres y, por tanto, una amenaza incluso mayor para sus propias formaciones que para sus rivales políticos.
Aunque con una diferencia entre ambos, que es el eje de este libro.
La lógica que subyace en Ayuso es libertaria, porque Ayuso cree en España y los españoles. La que impulsa a Pedro Sánchez es autoritaria, pues Sánchez sólo cree en Sánchez. Por eso Ayuso puede salir a la calle sin miedo a que la abucheen y Sánchez no. Por eso Sánchez es impenetrable y Ayuso se pasea por Madrid abierta en canal. Por eso Sánchez no soporta a Ayuso y Ayuso no soporta a Sánchez.
A muchos de los que viven en el marco intelectual del Antiguo Régimen, que es el de la impunidad del monarca, les gusta más Sánchez que Ayuso porque admiran su maquiavelismo y aspiran en secreto a formar parte de su corte. Lo ven como un personaje literario, aunque su autoritarismo sea muy real y no vaya a dejar mucho en pie tras su paso por la Moncloa.
También les gusta más Sánchez que Ayuso a aquellos que creen que la democracia consiste en hablar bajo y suave, aunque el suavón te esté desollando. Confunden fondo y forma, y la estética con la ética, en un momento en el que ya no opera aquello de nulla ethica sine aesthetica, sino más bien lo contrario: si es estético, muy probablemente no sea ético. Las mayores mentecateces de nuestra época son muy estéticas y casi todas suenan razonablemente bien, sobre todo si se pronuncian con la impostada solemnidad boba de un portavoz del Consejo de Ministros.
Por contra, la verdad, la razón y el sentido común suelen adoptar hoy formas bastante toscas, consecuencia del hartazgo con la irracionalidad woke de las nuevas religiones laicas.
No ha habido rivalidad política más extrema que la de Ayuso y Sánchez en cuarenta y cinco años de democracia. Ambos encarnan polos vitales y políticos no ya opuestos, sino incompatibles.
Pero es un error pensar, como piensan algunos, que Ayuso y Sánchez son la manifestación moderna de las dos Españas de la Guerra Civil. Sánchez, es cierto, ha resucitado el Frente Popular, levantado un muro entre los españoles y ejecutado un cambio de régimen por conveniencia personal y sin someter su decisión a las urnas. Pero ésa no es su estrategia, sino su táctica, porque la batalla no es ideológica y nunca lo ha sido. Lo que está en juego es algo bastante más profundo: la relación de los ciudadanos con el poder. O esa relación es la de ciudadanos libres e iguales o es la de siervos de un Estado okupado por el autócrata de turno. La ofensiva en marcha en todo Occidente contra la libertad de expresión indica que el proceso está ya muy avanzado. Y los demócratas vamos perdiendo.
Cuando Ayuso habla de socialismo o libertad está, por tanto, más cerca del meollo del verdadero conflicto que Sánchez cuando pide frenar a una ultraderecha que en España es marginal. Basta con recordar que las opiniones del Sánchez de 2023 son calificadas de extremistas por el Sánchez de hoy para comprender que ultraderecha es el nombre que el presidente del Gobierno le pone a todo aquello que obstaculiza sus ambiciones personales: jueces, leyes, oposición, libertades civiles, periodistas, ciudadanos.
¿Por qué, entonces, este libro? Porque Ayuso ha puesto pie en pared no sólo frente a Sánchez, sino también frente a ese socialismo sociológico que es la religión mayoritaria en todos los partidos, incluido el PP. Y eso es lo más parecido a una revolución que han vivido los españoles en democracia.
También porque, sea cual sea su desenlace, el antagonismo de Ayuso y Sánchez es uno de los grandes relatos de la España moderna. Por no decir el mayor de todos. El que cierra la primera Transición y abre la puerta a la segunda.
Un último detalle antes de empezar con el primer capítulo del libro: Pedro Sánchez piensa que el PSOE es un cadáver político, aunque finja lealtad de partido y siga haciendo uso de las siglas porque éstas continúan rentándole.
La pregunta es si Ayuso piensa lo mismo del PP. Intuyo que lo sospecha. Pero no sabría decir cuáles son sus sentimientos al respecto.
Sí sé dos cosas. Que un día de hace ya veinte años, Ayuso vio a quienes luego formarían Podemos apropiarse sin oposición de las aulas, los despachos, los presupuestos y las paredes de la Universidad Complutense de Madrid.
Y que, a renglón seguido, y ahí es donde empezó todo, Ayuso se preguntó «¿dónde está la revolución?».
La respuesta a esa pregunta está en este libro.