EL WITZ DE FREUD

El Witz es una manera de salir del paso y de salirle al paso a la neurosis.

GERMÁN GARCÍA

No exagero –o quizás sí, no soy yo la que puede saberlo– si digo que el descubrimiento del inconsciente es la verdadera ocurrencia freudiana, es el Witz de Freud. Al potente edificio del psicoanálisis, cuyos cimientos estaban bien asegurados en el libro de los sueños, Freud agrega, primero, toda la psicopatología de la vida cotidiana y, finalmente, el Witz. Y se sirve de él para mostrar un acceso al inconsciente que, esta vez, se abre en la vigilia. El Witz ocurre mientras el sujeto está despierto. Incluso, creo, es lo que, en rigor, despierta al sujeto. El Witz –junto con los olvidos, los lapsus, las operaciones fallidas, etc.– constituye las formaciones del inconsciente que serán portadoras de ese saber otro que, por eso mismo, resulta fundamental. Ese saber que, en su dimensión de acontecimiento, en su dimensión de acto, produce la fisura, la grieta, la escisión entre la intención y ese otro saber, esa otra escena: el inconsciente. Lo que el inconsciente hace fue llevado por Freud al centro del asunto en esos tres libros decisivos: La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana y El chiste y su relación con lo inconsciente. Con esos textos el inconsciente cobra todo su valor y su atención, gracias a que sus fenómenos son arrancados de la esfera patológica y atribuidos a todos los sujetos “normales”.

La noción de Witz no se corresponde exactamente con la palabra española “chiste”, aunque se la haya traducido así, porque en alemán incluye además la idea de gracia, de ingenio, de ocurrencia, de ironía. Para Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy se trata de la palabra “chiste” o “juego de palabras”, “pero también [de] la facultad de producirlos, y, de manera más amplia, de inventar una combinación de elementos heterogéneos; sigue siendo, como es sabido, un término intraducible”. (1) Schlegel lo plantea así: “Comparte su raíz con el término inglés wit, que significa inteligencia o agudeza; se refiere a la capacidad de producir un efecto placentero al combinar y contrastar inesperadamente ideas o expresiones previamente inconexas”. (2) No es posible, sin embargo, definirlo de manera unívoca. Esta imposibilidad radica, entiendo, en el sustrato mismo del Witz, ahí donde se trata de una chispa, un instante, un salto, una ocurrencia, algo que “lo invade a uno”, “einfall”. (3) Este es, quizás, uno de los rasgos fundamentales que va a aparecer en lo que a la relación del inconsciente y el Witz se refiere. Porque el Witz muestra, de entrada, el modo en que no se trata de algo voluntario, de algo consciente, de algo que pueda ser premeditado; es algo inesperado, sorpresivo. Se trata de un hallazgo, algo que acontece, que no estaba, que ocurre, es el “colorido montón de ocurrencias” que se suspenden, por un instante, en lo que Freud llamó (siguiendo sus lecturas) “desconcierto e iluminación”.

En el romanticismo alemán, en el siglo XVIII europeo, se subraya su potencia creadora, su carácter sorpresivo, su poder de sintetizar pensamientos. Es efímero, es momentáneo. Lo momentáneo alude al devenir constante; el Witz nombra ese devenir y en ese devenir resulta imposible atraparlo de manera puramente conceptual. En el Witz algo se produce para inmediatamente perderse de nuevo; hay algo divino, un instante místico, un relámpago. El Witz es, antes que nada, ocurrencia, “por lo cual el hallazgo es menos hallado que recibido”. (4) Es de por sí interesante el modo en que Nancy y Lacoue-Labarthe rescatan su vertiente semántica: “Witz es un duplicado de Wissen, el saber, y a lo largo de toda su historia bajo las especies del esprit francés y del wit inglés, el Witz constituye algo equiparable al otro nombre y el otro ‘concepto’ del saber, o el nombre y el ‘concepto’ del saber otro: es decir, del saber otro que el saber de la discursividad analítica y predicativa”. (5) El inconsciente, para Freud, es exactamente ese saber otro, es la “otra escena” que irrumpe mostrando que el Yo no es amo en su propia casa. La subversión freudiana radica, justamente, en alterar el lugar del saber y descentrarlo de la conciencia. De este modo se entiende la manera en que Freud hace del Witz ese operador fundamental que, junto a los sueños, resulta la via regia de acceso al inconsciente. El Witz abre en toda su dimensión el uso de la lengua, propiciando que cedan las fronteras de la censura y posibilitando que pase aquello que no podría sino ocurrir (como ocurrir y como ocurrencia). El Witz resulta así la marca de lo ineluctable, de lo ineludible; es lo que rebasa cualquier intención del individuo. Y si algo viene a mostrar, es que todo ese cúmulo de ocurrencias devenido saber no es sino en la lengua. De esta forma, Witz, saber e inconsciente quedan anudados por la lengua.

Es necesario destacar, cuando se trata de la lengua, la dimensión de lo fragmentario o la “exigencia fragmentaria” en su relación con el Witz. Exigencia que está presente también en los románticos alemanes. Porque, para el romanticismo, “el Witz parece en efecto implicar en él toda la estructura fragmentaria”. (6) Si consideramos que el Witz es “explosión de espíritu contenido”, “desestabilización del espíritu”, “genialidad fragmentaria”, “lo que deja debe entenderse en primer lugar como la genialidad del fragmento, genialidad poiética de la producción en el instante, en la luz del relámpago”. (7)

La dimensión de lo instantáneo, de lo fugaz, de lo inasible, de lo inasequible: todo eso es lo que a Freud le interesa precisar en el libro sobre el chiste. La chispa creadora es la que hace pasar lo que hasta ahí era inadmisible. El Witz produce un resquicio en la lengua por donde pasa un sentido nuevo, un sentido verdadero, un sentido que toca lo singular, que lo rasga con el filo de la agudeza produciendo, sorpresivamente, una verdad que acontece y que no puede existir sino de manera fragmentaria. Porque ya desde el método de la interpretación de los sueños Freud plantea que no se trata del sueño como totalidad, que la interpretación se dirige a “cada uno de los fragmentos por sí”; (8) que las ocurrencias del soñante van dirigidas a lo que se le ofrece como “el sueño en fragmentos”; es una “interpretación en détail, no en masse”. (9) El inconsciente sólo se presenta así, de modo fragmentario, pero no como el fragmento de una totalidad, sino como un modo de irrumpir, de ocurrir; el inconsciente no es sino fragmento, restos de un desvío. Si algo vienen a mostrar las formaciones del inconsciente, es decir, los sueños, los olvidos, los lapsus, las ocurrencias, los chistes es que son escrituras al margen. Que son, de por sí, ese margen, esa marginalidad que, al escribirse, ponen en jaque la posibilidad de asir una totalidad; porque el inconsciente no se constituye en una totalidad, sino que se presenta en los intersticios, en los pliegues de la lengua. Se trata, como dice Juan Ritvo, de la “vacilación de la palabra, siempre tanteando lo por venir”. (10)

1- Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy, El absoluto literario, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2012, p. 541.

2- Friedrich Schlegel, Conversación sobre la poesía, Buenos Aires, Biblos, 2005, p. 19, n. 11. Sin embargo, la idea del contraste de expresiones inconexas no agota la cuestión del Witz.

3- Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy, El absoluto literario, ob. cit., p. 103.

4- Ídem.

5- Ídem.

6- Ídem.

7- Ibídem, p. 105.

8- Sigmund Freud, La interpretación de los sueños (segunda parte), en Obras completas, tomo V, Buenos Aires, Amorrortu, 1996, p. 120.

9- Ibídem, p. 125.

10- Juan Bautista Ritvo, La partición del psicoanálisis o el torbellino de los signos, Rosario, Otro Cauce, 2022, p. 7.