CAPÍTULO CUATRO
LOS SIETE OJOS

Es por la tarde, ya han acabado las clases y fuera hace un calor sorprendente. Esquivo los frisbis y las pelotas que parecen venir de todas las direcciones. Llevo todo el día observando la imagen del ojo de la tarjeta como un obseso. Sé que la he visto antes. Pero ¿dónde?

Recuerdo a Luke pintando algo con los aerosoles en la fachada de Hertzman. Vuelvo allí, pero han debido de lavar o tapar con más pintura lo que había pintado, fuera lo que fuera, porque ya no está. Pero entonces me doy cuenta de por qué he vuelto. Es mi subconsciente, que intenta resolver un enredo. He visto ese ojo pintado en las fachadas de varios edificios del campus.

Me preocupaba ser como un pez fuera del agua, el chico del sur que intenta encajar en el internado de la costa este, de modo que me he pasado todo el verano leyendo sobre Essex. Pero, por más que investigara, sentía como si supiera cada vez menos, como si solo me ofrecieran fragmentos de datos. Gran parte de la información histórica se contradecía, lo cual volvía el internado aún más enigmático, y yo cada vez me quedaba más fascinado ante su complejo pasado.

Essex es el centro de secundaria más antiguo del país, fundado en 1777 por Alexander Essex, un comerciante y filántropo rico. Se construyó sobre los restos de una antigua institución de educación superior de las colonias llamada Granford, que pretendía ser algo como lo que ahora es Yale o Harvard, como una universidad de la Ivy League. Pero clausuraron Granford antes de tiempo, por motivos que no me han quedado muy claros durante mi investigación. Gran parte del campus de Essex aún abarca lo que antaño era el de Granford.

Vuelvo sobre mis pasos y recorro el camino habitual hacia las clases. Y ahí está. La misma imagen del ojo que aparece en la tarjeta, pintada en el lateral de una antigua residencia abandonada para chicos de tercero llamada casa Piedmont. Según el mapa del campus de la página web, que enumera datos históricos básicos de la mayoría de los edificios, se construyó a finales del siglo xix.

El edificio, rodeado de manzanos, ya no se utiliza, y no solo tiene el ojo dibujado en la fachada, sino también una niña. Tomo una foto de ambas cosas, medio ocultas por las sombras que proyectan las ramas de los árboles. Se nota, por la pintura descolorida, que los dibujos llevan bastante tiempo ahí. Y estoy convencido de que he visto ese ojo más veces…

Dado que he visto a esa sociedad, o lo que sea, celebrar una fiesta en un auditorio abandonado y me he encontrado uno de esos ojos pintado en la fachada de un edificio abandonado, me empiezo a preguntar si será un patrón. Hallo otro ojo pintado en la fachada del comedor Dunlop, el que se utilizaba antes de Graymont; un edificio del 1908 que también está en desuso. Encima del ojo han pintado las letras Septem, «siete» en latín. Debe de haber siete ojos.

Encuentro otro ojo en la fachada de una pequeña biblioteca clausurada, construida en 1961, llamada Sala de Lectura y Consulta Larson. Aquí vuelvo a encontrar otro premio especial: sobre el ojo hay una frase en latín, con las letras despintadas: Tibi oculi aperti erunt. Me saco el móvil del bolsillo y busco la frase: «Se te abrirán los ojos». Ya no puedo parar. Siento como si tuviera una misión. La sociedad secreta ha tejido una red de acertijos y, si los resuelvo, podría aumentar las posibilidades de que…

¿De qué? ¿De que reparen en mí? ¿De que me acepten entre sus filas? No lo tengo claro, pero… a lo mejor consigo algo.

Sé que la posibilidad de conseguirlo, sea lo que sea, es remota. Soy consciente. Y tampoco quiero hacerme falsas esperanzas de nada. Pero tengo que intentarlo. Lo necesito.

Hay otro ojo pintado en un edificio industrial modernista de acero y cristal construido en 1947, el Centro Richter para el Estudio Astronómico, que tenía un observatorio en lo alto. Encima del ojo pone: ¡El tiempo es relativo!

El quinto ojo está pintado en un edificio ruinoso de ladrillo con una escultura de Gandhi en el exterior que antaño era una residencia para profesores llamada Tomison y que se construyó en 1932. Hay otra frase más sobre el ojo: Omnia ex umbris exibunt, que significa que todo saldrá de las sombras.

El sexto ojo, pintado en el antiguo Centro de Matemáticas y Ciencia Jules K. Fairbanks, construido en 1970, antes de que trasladaran el departamento al edificio Hillbrook, me ofrece la mayor recompensa que me he encontrado hasta ahora; sobre él hay una página web escrita con una pintura más reciente y colorida: curioso@sso.essex.org.

Sí, joder, sí. Desde que llegué a Essex no me había sentido así de vivo; es como si algo en lo más profundo de mi ser se hubiera despertado. El séptimo y último ojo se encuentra en un antiguo edificio administrativo construido en 1952 y cubierto por tanta hiedra que parece sacado de un cuento de hadas: el edificio Addison.

De nuevo en mi dormitorio, con el portátil en el vientre, escribo curioso@sso.essex.org y aparece una página con un fondo negro y unas letras blancas tenues. Sobre una línea gris pone SSO y, debajo de la línea, Omnia ex umbris exibunt.

En cuanto pulso una tecla, aparece mi dirección IP en la esquina superior izquierda, lo que significa que solo tengo una oportunidad de hacer esto bien, sea lo que sea; al menos en este portátil. No se me ocurre ningún otro motivo por el que me mostrarían mi dirección IP junto a un cronómetro con una cuenta regresiva, que por cierto ya se ha puesto en marcha. Tengo menos de diez minutos.

En la pantalla aparecen cuatro rayas para escribir cuatro palabras. Pienso en mi madre y siento un pinchazo en el pecho. Mi madre es una fanática de los rompecabezas, acertijos y demás. El Scrabble, los sudokus, el Monument Valley, los crucigramas del New York Times… Gracias a ella, estoy familiarizado con todo eso. Solíamos jugar juntos. No saben a quién se están enfrentando.

Pienso conseguirlo por ella. Vamoooooooos.

Me tamborileo los dientes con los dedos. En el antiguo edificio de astronomía ponía que el tiempo es relativo, lo cual es de la teoría de la relatividad de Einstein; tiene que ver con la velocidad del paso del tiempo y los marcos de referencia individuales. Mi marco de referencia es Essex, de modo que tal vez debería pensar en todos esos edificios en orden cronológico. En ese caso, debería empezar por Piedmont, ya que es el más antiguo. ¿Qué cuatro palabras se me podrían ocurrir al pensar en Piedmont? Piedmont y ojos… Pienso en el edificio, desolado por dentro, y luego en su exterior. El dibujo de la niña. ¿Y si tengo que escribir expresiones con la palabra «ojo»? Cuatro palabras.

Escribo lo primero que se me viene a la cabeza: «Niña de mis ojos».

Se oye un pitido como de las consolas Nintendo antiguas y la pantalla se funde en negro antes de mostrarme otras cuatro rayas. ¡Hostia, ha funcionado! Aunque la expresión no se refiera a una niña de verdad, la pista del dibujo de la niña ha surtido efecto.

El siguiente edificio más antiguo es Dunlop, que antes era un comedor. Escribo: «Comer con los ojos».

¡Ding!

Tres rayas. Tomison. Me quedan siete minutos.

Llamaron así el edificio en honor a Andrew Tomison, soldado al que mataron en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, lo que más llama la atención del edificio es la escultura de Gandhi que había en el exterior; la contraposición de la guerra y la paz en un mismo lugar. ¿Y no fue Gandhi el que dijo…? Sí, fue él. Escribo: «Ojo por ojo».

¡Ding!

Me doy una palmada triunfal en la pierna. Dos rayas. El centro Richter. Astronomía, donde había un observatorio que ya no existe…

Escribo: «Ojo desnudo».

¡Ding!

Cuatro rayas. El edificio Addison le debe su nombre a una enfermera de la escuela muy querida y conocida por ser una rompecorazones en el campus, según mencionaban en uno de los libros que leí sobre el internado. Después de marcharse de Essex, se casó con un tal Jonathan K. Addison, un economista de Boston.

Escribo: «Alegría para los ojos».

¡Ding!

La Sala de Lectura y Consulta Larson le debe su nombre a Gerald W. Larson, que, según he leído, era un profesor de Historia con un interés particular por la época napoleónica de la navegación, y tenía numerosas maquetas de barcos en su clase y gruesos libros sobre la marina.

Son solo tres palabras, de modo que al momento escribo: «ojo de buey».

¡Ding!

El Centro de Matemáticas y Ciencia Jules K. Fairbanks. Fairbanks estudió aquí y fue un jugador estrella del equipo de competición de béisbol. Se dedicó al béisbol de manera profesional durante un tiempo muy breve antes de lesionarse y, con sus esperanzas frustradas, elegir el camino de las ciencias y dar clase en Essex. Cuando leí sobre él, se hacía mucho hincapié en lo corta que había sido su carrera como jugador profesional…

¿«Abrir y cerrar de ojos», quizá?

¡Ding!

La pantalla cambia. Llevaba mucho tiempo sin esbozar una sonrisa tan amplia como la que tengo ahora mismo en la cara.