No es mi intención desilusionarte con el curso online de geometría sagrada que tomaste en la pandemia, para nada. De hecho, de seguro te enseñaron cosas muy hermosas y útiles, como el cubo de Metatrón para protegerte, espantar demonios y malas energías, o los sólidos platónicos para entender el universo y los elementos.
Tampoco quiero que sientas menos fuerte la conexión con tu masculino sagrado o tu femenino sagrado. O que dejes de considerar la sexualidad sagrada como parte de tu manera de vivir el placer y el sexo.
Cuando te digo que todo es sagrado, me refiero a todo en esta dimensión. A que un triángulo rectángulo es tan sagrado como un dodecaedro, un quickie igual de sagrado que el sexo tántrico, y mi favorito personal: el hongo que te comes salteado con mantequilla es tan sagrado como la ayahuasca. ¡Boom shakalaka! Lo dije y qué.
Este es nuestro punto de partida para deconstruir la espiritualidad moderna. Para darte cuenta de que todo es sagrado necesitas cambiar de punto de vista. Mirar con asombro todo lo que te rodea, ese es el primer paso para entender esta premisa que estamos poniendo sobre la mesa y practicar el dejarte sorprender por la vida y su flujo.
Si camino por el bosque en presencia, conectando con mis pasos y con el viento moviendo las hojas, lo que permite a la luz colarse entre los árboles que acompañan mi andar, puedo conmoverme hasta las lágrimas y considerar este momento un encuentro con Dios, tal como una persona se conmueve quizás rezando en una iglesia frente a la imagen de la crucifixión. De hecho, en japonés existe una palabra para describir este fenómeno:
komorebi o “los rayos de sol que se filtran entre las hojas de los árboles”, así de intenso e importante es vivir un momento así. Pero también puede ocurrir que la luz del sol entre a tu pieza justo por la hendidura que tu persiana blackout no alcanza a cubrir, en medio de la ciudad de Santiago de Chile, un domingo en la mañana, dándole justo el rayito de luz a la cola de tu gato durmiendo sobre tu cama, conmoviéndote al despertar de la misma manera que lo haría la primera escena. Y para eso los japoneses no tienen una palabra.
Lo único que necesitas para poder entender este momento como “sagrado”, tanto como lo es la caminata en el bosque, es mantener viva tu capacidad de asombro y aceptación del misterio. Pero cuando ponemos la palabra “sagrado” para definir la importancia de algo, le quitamos a lo cotidiano su sacralidad y nuevamente idealizamos las cosas. Eso hace también que nos vayamos adormeciendo a la magia cotidiana, a las sincronías universales que sostienen nuestro andar todos los días y a cada rato.
Cuando te das cuenta de que todo es sagrado, te quitas también la ansiedad de tener que estudiar cada significado de cada cosa en magia práctica, pensando que para poder ser bruja necesitas estudiar todos los libros y autores que le ponen la palabra “sagrado” a eso que quieren enseñarte. O pensar que para poder tener una vida espiritual se necesitan tantos conocimientos sobre éter y arcángeles que te desanima explorarlos porque no te consideras suficientemente mística, o no tienes tiempo, o suena como algo especial, de brujas de verdad, no como tú, que solo les hablas a las plantitas y les pides permiso antes de cortarles un pedacito para la sopa de pollo.
Todo es sagrado, recuérdalo. Así abrirás tu mente a los detalles del día a día, empezando a hacer presencia, para reconocer que todo en esta dimensión tiene vibración y que muchas veces no nos damos cuenta porque estamos preocupados con los quehaceres propios de la vida moderna.
Metatrón 

Para no hacer solo un namedrop de este arcángel, déjame explicarte quién es y por qué es importante: Metatrón es el arcángel más poderoso de todos, un ser de fuego, conformado por 36 pares de alas y 365 mil ojos. En la escala gubernamental de la creación, viene justo antes del CEO: Dios. Es una especie de CFO del cielo, encargado de la creación de la materia, con clarividencia y todo el superpoder. Eso sí, no es mencionado ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, así es que la tradición cristiana no lo considera. Pero sí aparece en algunas ramas del judaísmo y hoy es principalmente una figura importantísima
del ocultismo y misticismo, clave en muchas invocaciones de las brujas modernas.
Su nombre también tiene variantes en significado, pero las dos más importantes vienen de la expresión hebrea “guardián de la entrada”, o del griego “quién está detrás del trono” (razón por la que a veces es considerado una versión de Lucifer, el ángel caído).
El Cubo de Metatrón, también llamado el Fruto de la Vida, es una geometría sagrada compuesta de trece círculos que se conectan entre ellos mediante una única línea recta, creando 78 líneas en total (igualito que los 78 arcanos del tarot).
Dentro de este cubo se pueden encontrar los cinco sólidos platónicos y, además, el cubo en sí es parte de una geometría más grande llamada Flor de la Vida. Está todo conectado siempre.
Este cubo no solo es hermoso, sino que tiene la capacidad de proteger de demonios y diferentes males, así es que puedes dibujarlo y ponerlo en la puerta de tu casa o pieza, o llevarlo como símbolo en pulseras y collares. Por supuesto, en muchos rituales e invocaciones aparecen tanto Metatrón como su geometría.
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Todo es sagrado, todo tiene vibración, cada criatura, creación y coincidencia. Esto es importante también para que empieces a valorar la presencia de lo sutil en tu cotidianidad y para que entiendas toda la realidad como sagrada, toda experiencia.
Es importante integrar esta idea para poder avanzar en la transformación brujística, para tomar la varita mágica y animarte a seguir el llamado del espíritu. Sobre todo en un mundo ultra exigente, donde a la gente le gusta inventar que algunas cosas son mejores o peores que otras, permeando nuestras cabezas, afectando nuestra valoración personal y dividiéndonos en categorías.
Si todo es sagrado, tú también eres sagrada (tu ex también lo es y eso estaría bueno que lo aceptes desde ya y deje de ser tema entre nosotras). Todas somos diosas y dioses, todos somos polvo de estrellas, todos somos Cristo, todas somos la Magdalena, hijos de la tierra, canalizadores… todos somos magos y brujas.
Cuando asumimos que todo es sagrado, miramos con ojos compasivos a los demás y a nosotros mismos. Nos maravillamos con la creación, con los detalles del día a día, siendo cada vez más fácil hacer presencia, aquí y ahora, soltando el análisis del pasado y el pensamiento rumiante sobre el futuro. Es un dominó, una secuencia de acciones que se van detonando entre sí espontáneamente: todo es sagrado, me entrego a la devoción y el asombro, por lo tanto, al momento presente. Miro la realidad como mi aliada, acepto que el universo es invisible a mis ojos humanos, que nada es para siempre y que la muerte está igual de presente aquí, al lado de mi palpitar, que toda la vida que experimento con mis sentidos.
Así empieza a nacer la bruja…
Lo importante es que transformarte en bruja no es un viaje para adquirir conocimientos, es más bien un proceso mental, un apagón cerebral que hace descansar el ego para poder conectar con los sentidos y nuestro ser mamífero, ahí donde el instinto predomina y la danza de la supervivencia se vive día a día junto con la naturaleza, no contra ella o para dominarla, como ha querido imponer el hombre moderno.
Reconocerte bruja es primero un viaje mental, un cambio de paradigma, en el que aceptas que todo es sagrado, que tu instinto es agudo y veraz, que te sostiene la creación y que todo lo que te rodea está ahí para ti, es tu herramienta, es un mensaje, una advertencia.
Aceptar la magia es darte permiso para explorar eso que te intriga, aceptándote como aprendiz, llenándote de curiosidad y deseo de conocimiento, abriendo tu mente a las nuevas posibilidades que esta dimensión, viva y vibrante desde el centro de la tierra y hasta el último rincón del universo, tiene para ti.
Recuerdo desde muy pequeña sentir una fascinación tremenda por la magia, la espiritualidad y, en específico, la mitología de las brujas, desde las diosas poderosas a las narigonas con escoba. Todas me gustaban o me intrigaban, quería ser parte de los aquelarres y los círculos, jugaba a ser sirena en la piscina en Santiago y hechicera en el bosque de Rere en el sur (tierra maltratada por las forestales, pero viva aún hasta el día de hoy). Tenía mucha curiosidad por el mundo espiritual, con una mamá Sagitario, muy católica y supersticiosa, que me enseñó el poder del rezo y de la medicina ancestral; con un papá Piscis, soñador e imaginativo, que me enseñó sobre la belleza y el misterio, mostrándome los radioteatros del Dr. Mortis, contándome sobre los héroes de ciencia ficción como Luke Skywalker y la Princesa Leia, o de la vida real, como Lautaro y Arturo Prat. La espiritualidad estaba muy presente en mi casa, desde la ritualidad católica hasta la fascinación por las historias y la expresión creativa.
Pero a mis padres, como a toda su generación con Plutón en Virgo, les tocó vivir la dictadura mientras eran adolescentes y luego jóvenes, tuvieron que adaptarse a ese contexto. La escasez, la muerte, la incertidumbre, los obligaron a sobreadaptar el masculino, dándole mucha relevancia a lo material, al trabajo, a la casa propia, dejando atrás lo femenino: el misterio, la ternura, la espiritualidad, entregando todo a las manos de la Iglesia Católica, todo afuera, y entendiendo tanto la creatividad como la relación con la naturaleza como algo de las vacaciones, del día domingo cuando vamos a la iglesia o de la noche cuando rezamos un Padre Nuestro.
Así es que aunque a los 8 años iba a mi colegio en sueños para caminar por los salones vacíos e intentaba invocar a mi ángel de la guarda para hacerlo aparecer en mi pieza, nunca consideré mis intereses como magia ni mis prácticas como hechicería. Al contrario, sentía mi fascinación por la Virgen María como parte de una tradición familiar, católica, expresada en el rezo y en la catequesis. No fue hasta adulta, estudiando a las diosas con una de mis maestras, Silvia Selowsky, que entendí este vínculo con la Madre María (así le digo ahora) como una forma arquetípica de poder femenino en sí misma y no en relación exclusiva con el masculino.
Por supuesto que crecí para transformarme en una adolescente gótica, en la época en que las tribus urbanas categorizaron a mi generación (los Millennial, o como me gusta entendernos, los Plutón en Escorpión). A los 15 años andaba por mi colegio con mis aros de cruz egipcia, el Ankh, una cadena que tenía una serpiente enrollándose en una cruz y los labios bien pintados con algún color oscuro. Vestida así me sentía yo misma, poderosa y estupenda. Por esos años también una de mis primas me heredó su tarot, porque la tradición familiar decía que leer las cartas te traía mala suerte en el amor y ella estaba cansada de fracasar con los hombres (esta creencia estaba tan arraigada en mi familia, que mi prima conoció, poco tiempo después de dejar la cartomancia, a quien es su marido hasta el día de hoy). Así es que de adolescente ya sacaba el tarot en el recreo, a los profesores, a las amigas, todo el tiempo.
Pero no fue hasta que, ya de estudiante universitaria, ex-gótica y periodista en proceso, leí el ensayo “Pop Magic”, del escritor escosés Grant Morrison, que recién empecé a considerarme bruja. En ese texto, él explica su manera de vivir esta realidad y define su forma de practicar magia como algo sencillo, cotidiano y alcanzable por todos. La única clave, según él, es la capacidad de imaginar y simbolizar, para poder producir cambios en la realidad, a voluntad. Todo lo demás: libros, bindis, velas, inciensos, “parafernalia ritual” le dice, tiene como objetivo ayudar a la capacidad de imaginación, nada más que eso. Porque la magia como tal, según Grant Morrison, es una conexión entre la energía de una persona y su entorno. Y para trabajar con el universo solo necesitas cambiar tu punto de vista.
De alguna manera entendí la visión de Grant Morrison como una validación de lo que a mí me pasaba con el tarot y la magia en general. La sentía presente, la practicaba incluso, pero no me consideraba una bruja solo porque no había estudiado nada al respecto. Hasta que leí “Pop Magic”:
“Hablar de magia con aquellos que no son magos es como hablar con vírgenes sobre cómo echarse un buen polvo. La lectura sobre magia es como la literatura erótica; conseguirá ponerse caliente pero no le brindará tanta diversión como la práctica. La lectura le servirá de guía para saber reconocer aquello que es una mierda y aquello que podrá adaptar provechosamente a su propio estilo. Desarrolle discriminación. No crea en cultos, aliens, paranoia o satisfacción personal. Aprenda quién es aquel en el que puede confiar y quién es aquel que debe hacer desaparecer de su vida”.
La pequeña bruja que vivía silenciosamente en mí empezó a aflorar gracias a este texto. Entendí que las coincidencias que percibía eran más que eso. Acepté la idea de que todo a mi alrededor me sostiene, que todo es un mensaje o una herramienta disponible para lo que mi imaginación inventa o visualiza. El texto de Grant Morrison me dio una certeza de algo que ya sospechaba, que ya sentía en el fondo de mi guata: todo es sagrado, todo está conectado, yo soy sagrada y, por lo tanto, soy un instrumento de la sincronicidad universal.
Empecé a deconstruir la idea de que necesitaba estudiar muchos libros sobre tarot para poder leer correctamente las cartas o que para poder ver la energía o aura de una persona necesitaba una máquina que me entregara un resultado científicamente comprobable. Me animé así a la práctica constante de mi mancia, sacando el tarot regularmente a diferentes personas, que se iban pasando el dato y llegaban a mi casa incluso sin conocerme. Confié en mi instinto, agudicé mi percepción de la realidad y empecé a convertirme en bruja al mismo tiempo que me convertía en periodista.
Además, por esos años, Alejandro Jodorowsky y la psicomagia estaban por todos lados. Se había editado el libro La Via del Tarot, un estudio completo sobre el Tarot de Marsella escrito por el chileno junto a la francesa Marianne Costa en 2004. También El Maestro y las Magas tuvo mucho éxito y permitió que fuera más fácil encontrar otros libros de la “autobiografía mágica” del autor, sus cómics e incluso el mazo de tarot que hizo junto a Philippe Camoin era fácil de conseguir (no como ahora que prácticamente está fuera del mercado).
Todo este material cayó en mis manos en aquella época de autoformación y me ayudó muchísimo a encaminarme, desde la curiosidad y la experimentación, en el mundo de la magia. Y si bien hoy soy bastante crítica de las historias de Jodorowsky y del machismo que muchas veces se lee en su material, reconozco que como tarotista, su libro y su manera de leer las cartas realmente fueron un tesoro para mí, en aquel tiempo de aprender a tirar el naipe, a principios del nuevo milenio.
La psicomagia, término inventado por él, en resumen busca la sanación de la mente y el espíritu de una persona a través de actos simbólicos que conectan con la vida de quien los realiza. Es un ritual en el lenguaje del subconsciente que busca la sanación del alma primero, en su propio idioma. Era una idea nueva y bastante loca entonces, que ha tenido sus detractores, por supuesto, pero que me ayudó a tomarle el peso a la importancia de ritualizar si es que quiero ver un cambio concreto en la “vida real”. También planteó la idea de que existe un lenguaje universal, subconsciente, simbólico y sincrónico al cual podemos acceder a través del arte, la música, los oráculos e incluso los sueños, para cambiarlo.
“De la realidad, misteriosa, tan vasta e imprevisible, no percibimos más que lo que se filtra a través de nuestro minúsculo punto de vista. La imaginación activa es la clave de una visión amplia, permite enfocar la vida desde puntos de vista que no son los nuestros, pensar y sentir a partir de diferentes ángulos. Ésa es la verdadera libertad: ser capaz de salir de uno mismo, atravesar los límites de nuestro pequeño mundo individual para abrirse al universo”, dice el chileno en su libro Psicomagia.
Ambos autores, Morrison y Jodorowsky, me entregaron, a través de sus libros, las claves con las que levanté mi práctica mágica, sobre todo para estudiar el tarot y los símbolos, con la libertad de saber que solo por estar viva, en este momento, soy parte de una enorme red de amor que traspasa a todo lo que existe en esta dimensión. Cambié completamente el caleidoscopio a través del cual miraba la realidad, al principio jugando y experimentando con la idea de que todo es sagrado, que esta dimensión está a mi alcance para alquimizar según mis necesidades a través de los símbolos, para luego asumir sin atisbo de duda que cada vez que sacaba una carta de tarot estaba viviendo un momento importantísimo, la expresión de una configuración cósmica que estaba ahí para que yo la decodificara y la entregara a quien había acudido a mí como intérprete.
Unidad y caos
Lo que fui aprendiendo después, no solo leyendo a Morrison y Jodorowsky, sino que también con el trabajo de los ingleses Neil Gaiman y Alan Moore, fue que lo que yo estaba haciendo, la práctica mágica desordenada que tomaba elementos de diferentes culturas, mancias y tradiciones, tenía un nombre: Magia del Caos o Magia Caótica, o en english, Chaos Magic.
Este tipo de práctica es más bien moderna, existe desde los años 70 en Inglaterra y está completamente vigente en todo el mundo. Es más, diría que entre los practicantes del ocultismo y la espiritualidad new age de la actualidad está de moda. Sin ir más lejos, en el universo cinematográfico de Marvel decidieron presentar a la bruja antiheroína Scarlett Witch como Bruja Caótica, en la serie Wandavision, solo que no fueron muy precisos en la investigación, porque ella anda por todos lados buscando un libro, y la magia caótica no sigue recetas mágicas. Es pura práctica.
Esta corriente ocultista postula que no existen dogmas, cada practicante puede crear sus propias reglas, tomando elementos de donde quiera, para combinar en un ritual o hechizo que sea de su propia creación. El objetivo es entrar en un estado de meditación profundo, que permite al mago introducir su deseo al mundo del subconsciente y desde ahí alterar la realidad. Suena fácil, pero requiere de mucha práctica para poder descubrir cuál es la manera más efectiva que tienes para cargar tu intención en el cosmos. Bastante parecido a la psicomagia, ¿no te parece?
La magia caótica está enfocada en el resultado, en que se haga realidad el deseo que se trabajó, y considera el concepto de desorden o caos como algo que puede ser ordenado a voluntad. De ahí saca su nombre, aunque también del hecho de no tener reglas concretas.
La dualidad de nuestra dimensión tampoco es un concepto propio del caoísmo. Los creadores de este movimiento tomaron elementos de varias corrientes filosóficas y chamánicas, pero por sobre todo basaron su visión del mundo en el Taoísmo (¡mira dónde nos vinimos a meter!), en el yin y el yang, que representa a los opuestos como parte de la unidad, de una única naturaleza, y que están en constante movimiento. Desde este punto de vista, las cosas cotidianas son parte del todo y por lo tanto son también sagradas, en su simplicidad, y conectadas con el misterio.
El libro Tao Te Ching condensa las enseñanzas del maestro Lao-Tse, es del año IV A.C y explica esta visión de unidad, de la que se desprenden dos fuerzas, yin y yang, que traducidas literalmente significan: yin, ladera oscura (sombría) de la montaña; y yang, ladera luminosa (soleada) de la montaña.
“Lo innombrable es el principio del cielo y de la tierra.
Lo nombrable es la madre de las diez mil cosas.
Sin deseos se puede ver el Misterio;
Con deseos se puede ver sus manifestaciones.
Los dos brotan de la misma fuente,
pero tienen diferentes nombres para una misma realidad”.
Las brujas más new age del Tao traducen la dualidad yin-yang como femenino-masculino. La magia caótica como caos-orden, la filosofía hindú como Purusha y Prakriti, y así sucesivamente nos encontramos, en todas las cosmovisiones y filosofías, con dos energías que se entrelazan para formar nuestra realidad y que juntas son parte de un todo. Esto te lo cuento porque bien en el fondo del corazón de toda bruja, de todo mago, chamán, sanadora o cualquier persona que trabaje con el espíritu y que se interese en la magia de cualquier tradición o territorio, está la idea de la unidad, de que todos somos uno, un solo espíritu, y que la separación entre nosotros es la gran ilusión de la condición humana.
En este planeta femenino, gestador de vida, escuela del alma, todo es sagrado, porque es parte de la unidad. Interactuamos día a día con el caos, el movimiento constante e impredecible de las fuerzas universales que va detonando la transformación en nuestras vidas. Pero como todo está vivo y vibrante, también el Espíritu, el Tao, la Naturaleza, o como quieras decirle, está en interacción continua con sus partes, o sea contigo, y te entrega también, además de herramientas como tu cuerpo, intuición, las sincronías, los sueños y los oráculos, la capacidad de influir en el cauce del destino.
Según la máxima de la Unidad, entonces, somos un cuerpo y también somos un espíritu. Vivimos esta realidad palpable y reconocible, pero también estamos conectados directamente con el misterio, somos parte de él como algo impalpable que no podemos ni siquiera nombrar. Juntos, la realidad y el misterio, el espíritu y el cuerpo, son uno solo. Podemos entonces participar del flujo energético que es esta vida, dando orden al caos, o sea, haciendo nuestra magia, a través de los símbolos y el lenguaje del astral.
Manifestación
Me gusta una cita que da vueltas en redes sociales sin autor confirmado, pero que explica muy bien lo que vamos a abordar ahora:
Oh, por Dios, ¡la enciclopedia de TikTok! Fuera de bromas, esta cita la vi en alguna red social y no está atribuida, es una suerte de sabiduría popular de internet, pero que queda muy bien para entender para qué sirve la magia, o cómo ocuparla para manifestar, como dice el influencer espiritual, o para pedir un deseo, como te decía tu mamá antes de que soplaras las velas de tu torta de cumpleaños.
Lo único que necesitas saber es que la llave para acceder a esta dimensión astral, subconsciente, que llamamos magia (solo porque no tenemos una forma científica de explicarla), es la imaginación, o visualización, si quieres ponerte más hippie chic. La capacidad de alinear tu mente y tu respiración en meditación, para luego trabajar proyectando tu intención al cosmos, dejándolo en manos del universo, y luego simplemente confiando en el misterio, soltando tu deseo o manifestación en confianza y humildad. No suena tan fácil, pero es papita cuando le agarras la mano.
El altar con las fotos, las hierbas, los elementos de la naturaleza, el Ankh, la sal para la protección, por ejemplo, o la amatista para canalizar, son tanto símbolos que te ayudan a visualizar como elementos vibracionales poderosos que te ayudan a abrir el campo magnético de tu corazón, para sentir más claramente tu conexión con el todo. Son muy necesarios para la práctica mágica, pero al mismo tiempo, si es que no tienes ninguno de ellos, la magia se puede hacer igual. ¿Se entiende?
Esto es así porque la magia vive en ti, la magia eres tú. Todos los elementos de la naturaleza están dentro de tu cuerpo y, por lo tanto, si no tienes cómo simbolizarlos en un altar, están en ti y puedes trabajar con la energía del aire, agua, tierra y fuego que te componen. Los instrumentos e ingredientes sirven mucho, sobre todo si los vas a beber o te vas a bañar en ellos, porque activarán los elementos en ti. Pero si no los tienes, la intención al momento de visualizar tu objetivo es más que suficiente para que la magia resulte. De hecho, hay personas que tienen una energía muy grande y no son conscientes de cómo influyen con ella a su alrededor, a veces incluso haciendo mal de ojo sin querer, al sentir una envidia muy grande frente a otro.
Por eso, cuando haces un amarre, o le metes agujas a un muñeco vudú, o incluso con la famosa agua de calzón (o de poto, como también le dicen), tan popular en Latinoamérica como amarre amoroso, lo que estás haciendo es simbolizar lo que quieres que pase: amarrar a una persona a ti, hacerle daño físicamente o hipnotizar y doblegar la voluntad de alguien a través del deseo, respectivamente1. Además, el acto en sí requiere que la bruja “entre en onda” para poder ocupar su corazón como el motor del acto que está simbolizando, para alterar la realidad en la 3D (de ahora en adelante, nuestra realidad), a través de la imaginación y la visualización. Hay algunas brujas que están “en onda” todo el tiempo y fácilmente hacen magia a diestra y siniestra, pero también hay personas que no saben cómo manifestar y a ellas solo puedo recomendarles la práctica constante para afinar su magia.
Lo importante es que veas el mundo, la naturaleza, la realidad, con ojos imaginativos, con mirada creativa, aprendiendo a desentrañar los mensajes de la sincronía en tu vida, poco a poco, día a día, hasta que te animes a recibir la guía que se te está ofreciendo, asumiendo que todo es sagrado, porque está todo unido y tú eres parte de esa Unidad.
La historia de Pedro Lulo
En 1950, en el pueblo de Rere en la Región del Biobío, encontraron un entierro. Esta historia la escuché de mi abuelita, después de mi mamá, y cada vez que algún rerino menciona los misterios de la tierra de mis ancestros, sale a la palestra esto que te voy a contar ahora.
Se dice que los españoles pasaron por ahí al principio de los tiempos, que los curas jesuitas que andaban en misiones en la antigüedad dejaron lleno de entierros con oro, joyas y reliquias de todo tipo. Pero como bien dicta la tradición latinoamericana, también se considera que los entierros deben dejarse ahí escondidos, porque traen una maldición de parte de los dueños del tesoro, que te causa daño físico si es que lo robas.
Como te decía, esto sucedió a principios de la década del 50, cuando un grupo de trabajadores se sorprendió con una piedra enorme que estaba enterrada en el fondo de la tierra y que les había roto el arado. Entre el grupo de personas se encontraba Pedro Lulo, que en realidad no es de apellido Lulo, pero en el pueblo le decían Lulo, porque en Rere a todos les ponen apodos así, medio ofensivos, que se quedan pegados contigo por generaciones, incluso después de muerto, como es el caso de este señor. De hecho, a las mujeres de mi familia les decían “las Peucas”, que me imagino tiene que ver con alguna ancestra medio pesada, o fea, qué sé yo, y que se ha mantenido para referirse a nosotras hasta el día de hoy.
Mi abuelo en ese momento encontró que era una buena noticia esto de la piedra gigante, porque así podría cumplirle una promesa a la Virgen María de construirle una gruta en su casa. Así es que les pidió a los trabajadores que volvieran al amanecer, con el arado nuevo, para sacar la piedra y trasladarla al lugar elegido.
Pero al día siguiente todos se presentaron a trabajar menos Pedro Lulo, quien nunca más volvió. La famosa piedra enterrada tampoco estaba, solo quedaba un hoyo en la tierra, vacío pero muy, muy profundo. Tanto así que todos los que estaban ahí, incluido mi abuelo, asumieron que lo que había pasado es que el misterio de la piedra escondía un entierro y que Pedro Lulo se lo había llevado.
Como te decía, la tradición dice que cuando te encuentras un entierro tienes que dejarlo ahí porque sacarlo trae una maldición. Pero si quieres de verdad reclamar ese tesoro para ti, entonces tienes que hacer un par de cosas para sacarte el mal. Primero: tienes que irte de viaje, salir del lugar donde encontraste el entierro y ojalá nunca más volver. Y lo segundo es que en este viaje de huida se recomienda que cruces un río, para que la maldición que te persigue se corte. En este caso, la leyenda urbana cuenta que Pedro Lulo no hizo ninguna de las dos cosas, porque a los pocos días de desaparecidos el entierro y él mismo, el menor de sus hijos, el único hombre, enfermó gravemente del pulmón y a la semana siguiente falleció.
En Rere se debatió por años si es que la maldición se la llevó el niño, porque dicen que Pedro Lulo le habría pedido a su hijo que bajara a recuperar el entierro en vez de bajar él mismo. Y, por supuesto, de ser así, es el niño quien debía irse de viaje y cruzar un río, no el padre. Por eso la desaparición de Pedro Lulo se vio interrumpida y tuvo que regresar para enterrar a su hijo y hacerse cargo de su maldición. Pero nunca más volvió a trabajarle un día a nadie y vivió hasta muy viejo, hasta que murió un día cuando yo era niña, y me contaron su historia, y yo tomé unas flores del jardín y fui a su velorio, porque quería ver la cara de un muerto, pero también de una persona maldita.
Esta historia te la cuento porque es muy útil para entender cómo los símbolos y las creencias tienen verdadera influencia en la vida real, aun cuando podamos encontrarles explicaciones racionales a los sucesos. En este caso, por ejemplo, el niño debe haber respirado algún hongo, virus o bacteria en el fondo del entierro —por ser un lugar cerrado que no tenía ventilación—, que lo enfermó y le causó la muerte. La maldición entonces tiene una explicación racional, científica incluso, pero al final no tiene ninguna importancia. Lo que sí es relevante es que había un entierro y había una maldición, y la sentencia se cumplió de todas formas.
Por eso que la magia, aun cuando puedes encontrarle una explicación lógica, debe ser considerada en su valor simbólico, no desde las causales. Y esto aplica tanto de ida como de vuelta, es decir, tanto para interpretar un mensaje que te llega como para poder realizar tu propio hechizo, magia o intención que cambie la 3D.
Plutón, el planeta de las generaciones 
Antes de seguir avanzando, déjame profundizar un poco en esto de las generaciones según Plutón que te comentaba al principio.
En astrología, Plutón, al ser el planeta más alejado del sol, representa el límite entre el mundo conocido y el misterio del universo. Por eso nos habla de la muerte, lo que nos aterra, y su función es traer hacia adelante aquello que nos duele y que tenemos que transformar para vivir auténticamente.
Plutón, al estar tan lejos, se demora 280 años en dar una vuelta completa al sistema solar, es por eso que sus tránsitos se demoran muchísimo tiempo, marcando largos períodos históricos y, por lo tanto, definiendo con su tránsito a las diferentes generaciones.
Entender cómo cada generación se vio influenciada por el movimiento de este planeta es una gran herramienta para entender las diferencias entre boomers, generación X, Millennials y Centennials, tu abuela, tu mamá o tu hija, o como me gusta decirles, las generaciones de Plutón en:
Cáncer (1913 - 1936): Tu abuelita, muy probablemente, es de esta generación, aunque este período es el más corto y es posible que tu abuelita sea de la siguiente. Esta, por ejemplo, es la generación en que nació la Reina Isabel II y Marlene Dietrich, que se hizo famosa en todo el mundo con su manera diferente de vivir su feminidad. El voto femenino se promulgó en este tránsito y el concepto de patria llevó al mundo a dos guerras mundiales.
Esta generación fue la primera en experimentar el choque entre feminismo y patriarcado, y sus mujeres son particularmente
fuertes (sugiero revisar la historia de tu abuelita desde el punto de vista plutoniano).
Leo (1936-1956): Aquí empiezan a aparecer algunos de nuestros padres. Fueron los años del nacimiento de la propaganda, de Hollywood con su estilo de vida de glamour y lujos. Marilyn
Monroe llegó a la fama en esta época, por ejemplo. Pero también hubo políticas autoritarias, líderes carismáticos y populismo en general.
Por eso esta generación es mucho más autocrítica, carismática y sociable, pero también son personas orgullosas y muchas veces mandonas. Esta es la generación que vive, en su adolescencia, el golpe de Estado en Chile de 1973, y la parte más sangrienta de la dictadura de Pinochet.
Se les conoce como los famosos “boomers”, y su nombre viene del aumento significativo en la tasa de natalidad que se produjo en muchos países después del final de la Segunda Guerra Mundial, lo que resultó en un boom o explosión de nacimientos. Pero también me gusta recordar que fueron estos nativos los que inventaron el movimiento hippie.
Virgo (1956 - 1972): Aquí nacen la mayoría de nuestros padres. También considerados boomers por la jerga en redes sociales, a estos nativos los marca muchísimo el trabajo y la tecnología
para perfeccionarlo. Aquí aparece el sindicalismo, las dueñas de casa saliendo al mercado laboral, hay muchísimos avances en
salud y en servicio público en general, y la naturaleza es vista como al servicio del hombre, con toda la tecnología agraria que empieza a cambiar definitivamente nuestra manera de interactuar con el entorno.
Esta generación es tremendamente trabajólica, y muchos de ellos hoy dominan el mundo y los puestos de poder, tanto políticos como económicos. Seguro tu jefe, o el jefe de tu jefe, tiene Plutón en Virgo.
Libra (1972 - 1984): La generación X, al nacer, se encontró con un mundo que quería vivir el amor de otra manera, explorar la diversidad sexual y diferentes formas de vincularse, buscando justicia social donde la generación anterior hizo mucho daño.
Es la época de las válvulas de escape en el rock, las drogas, la moda y la apariencia, cuando se les hacía muy difícil encontrarle un sentido a tanta injusticia.
Siempre me ha llamado la atención que a esta generación se la clasifique como “cínica” debido a su crítica constante al sistema, pero a la poca concreción en el mundo real para intentar cambiarlo. Lo interesante es que son estos nativos los que, por el paso natural del tiempo, serán los padres de la generación Z, por lo que su influencia es muy notoria en los adolescentes de hoy.
Escorpión (1984 - 1995): En estos años, aquellos que dominaban el mundo amasaron grandes fortunas, es una época muy desigual, con mucha crisis humanitaria y ecológica ocurriendo en todas partes. Ejemplos son la caída del Muro de Berlín y la crisis del PIB mundial. Aunque, por supuesto, la sexualidad se destapó, la gente empezó a divorciarse, apareció el SIDA y el aborto llegó a la opinión pública.
Las generaciones anteriores no entienden tanto a los nativos de Plutón en Escorpión, o también llamados millennials, porque ellos viven la profundidad de su mundo interior de manera muy intensa, incluso desde pequeños. Por eso esta época marca también el desarrollo de la psicología y la psiquiatría. Los millennials son más espirituales y están buscando derrocar la superficialidad que marcó a sus antepasados. Es una generación que no teme rebelarse si es que el camino impuesto no les hace sentido. Y son los que comienzan a explorar la sexualidad de forma más libre y frontal.
Sagitario (1995 - 2008): Marcado por la caída de las Torres Gemelas en 2001, el mundo empezó a vivir una época en la que las religiones empezaron a mostrar facetas extremistas, la economía empezaba a volverse una burbuja y la corrupción fue quedando cada vez más en evidencia. Por supuesto que los avances científicos y académicos de todo tipo fueron muy
importantes, siendo el más relevante de ellos, la llegada de internet a los hogares.
Los nativos de este tránsito hoy son denominados centennials, o Generación Z, son idealistas, muy politizados y en constante
interacción entre ellos y el mundo gracias al desarrollo de internet y las redes sociales. Son revolucionarios y reformistas, sobre todo en política y religión. No les interesa tanto el poder, sino más bien la libertad.
Capricornio (2008 - 2024): Ay, amo analizar este tránsito del terror, que además nos está entregando a la nueva generación de niños valientes y racionales, que desde ya están siendo denominados por los sociólogos como la Generación Alfa. La verdad es que lo que hemos sentido como el “fin del mundo” es este tránsito que está destinado a derrocar todo lo conocido que no nos sirve, para dejar un espacio al nuevo mundo que está naciendo. En estos años hemos visto caer a la Iglesia Católica y a Estados Unidos como potencia mundial, siendo la crisis de las subprime en 2008 el detonante de lo que hoy seguimos viviendo como una crisis económica mundial. Las migraciones, el calentamiento global, la lucha del feminismo, el resurgimiento de la ultra derecha y por supuesto la soledad y la vejez.
Los nativos de este tránsito aún son niños, incluso bebés al día de hoy, y aún están por verse las hazañas que deberán emprender para poder sobrevivir en un mundo devastado por el materialismo y que ellos deberán reorganizar con mayor conciencia social.
Acuario (2024 - 2044): Muchos estudiosos del cielo han denominado este tránsito como la llegada definitiva de la Era de Acuario, que empezó en los años 60, y que a partir de la próxima generación vivirá el nacimiento de una nueva forma de hacer humanidad. Esto porque Acuario es el signo de lo social, de lo artístico y lo colectivo. Es la búsqueda de un equilibrio entre los seres ya no a través de caudillos y de bienes materiales, sino que de colaboración entre los humanos y con la naturaleza.
Será una época larga, donde veremos desarrollarse mucho a la tecnología. Este tránsito empezó su primera llegada durante el 2023 y trajo consigo inmediatamente a Chat GPT, la Inteligencia Artificial y el multiverso, como las temáticas acuarianas que desafiarán al mundo durante los próximos años 20 años.
Cómo serán los niños del futuro, qué mundo les vamos a dejar y de qué manera nuestra propia historia y lucha por vivir una vida auténtica y digna impactará en los humanos del futuro son algunas de las razones por las que todos los días me levanto a dar la pelea en este mundo tan difícil. Mis hijos, ambos con Plutón en Capricornio, están siendo criados por padres millennial, con Plutón en Escorpio; tienen abuelos boomer, con Plutón en Leo y Virgo, y crecerán en un mundo tecnológico y en cambio de paradigma constante, con Plutón en Acuario.
Se vienen muchos desafíos, sobre todo para que no se pierdan en el colectivo, en las redes sociales o en el multiverso, pero también tendrán muchas más herramientas, que sus ancestros les estamos entregando, gracias a una lucha y toma de conciencia permanente por darle sentido a la vida y así crear una humanidad en armonía consigo misma y con el planeta.
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