1

Los primeros dos años de vida contados por Ana

Hoy nació Ana y quiere contarte su historia.

Nota: A través de narraciones ficticias, Ana cuenta todo lo relacionado con su desarrollo y crecimiento durante sus primeros dos años de vida. No pretende establecer hitos ni marcar parámetros, sino que constantemente deja muy en claro que cada niño avanza a su velocidad y tiempo particular, y que no hay dos niños iguales. El respeto permite entender las normales diferencias entre los niños, en todo lo que significa las habilidades físicas, sensoriales, expresivas e, incluso, las relacionadas con la nutrición.

Todas las habilidades y los aspectos del desarrollo sensorial comentados por Ana son desarrollados a lo largo del libro, basados en publicaciones científicas que respaldan sus palabras.

Disfrutemos del desarrollo infantil de una forma distinta, vista desde los ojos de su protagonista, los ojos de Ana…

Mi primer día

Recién he llegado al mundo y todo es muy confuso. Hace dos minutos no conocía la luz ni el ruido, casi no sentía la gravedad por vivir suspendida en líquido, no sentía la fricción ni conocí jamás el dolor. Ahora alguien me jala, me levanta, me hace llorar y siento cambios en mi cuerpo. Es muy raro esto de tener que respirar; me agito un poco.

La temperatura bajó muy rápido, tengo frío y estoy mojada. Todos quieren secarme y están pendientes de mi respiración y de los latidos de mi corazón. Eso me parece bien. No veo claramente, casi no distingo a las personas ni puedo diferenciar los colores, pero escucho todo y siento los olores. Lo único que tengo claro es que nuevamente quiero estar cerca de mi mamá. Antes vivía en un espacio pequeño, del tama-ño exacto de mi cuerpo; ahora los espacios son infinitos. No entiendo qué es lo que pasa, me asusta un poco.

Alguien muy inteligente me puso sobre el pecho de mi mamá y siento que he vuelto al paraíso. Nuevamente siento ese lindo tambor que escuché durante tantos meses. Ya no siento frío; qué tibia es la piel de mi mamá. Por fin conozco sus manos, no quiero que jamás deje de tocarme, quiero quedarme aquí.

Me ha dado hambre y he descubierto que puedo comer. Mi mamá me alimenta, y aunque no soy experta en esto, qué bien se siente. Ya no me asusta nada, ni la luz ni el ruido. Ya no tengo frío, y no importa si me tocan, siempre y cuando sean las manos de mi mamá. Esto se llama nacer, es difícil y duro… He llegado al mundo.

Mi segundo día

Ya me estoy acostumbrado a vivir aquí afuera y no tengo tanto frío. Estar cerca de mi mamá me mantiene caliente y puedo comer cada vez que quiero. No sabía lo linda que era la sonrisa de mi mamá; no la veo bien, pero la siento y me gusta.

Dicen que he bajado de peso, orino mucho y hace unas horas hice por primera vez en mi vida la caca, creo que así le dicen por acá, aunque unos tipos de blanco la llaman «meconio». Caca suena más lindo. No importa cómo se llame, se sintió espectacular.

Hay un señor que ronda todo el día cerca de mí, a veces me carga con mucho temor y cuidado. No sé quién es, pero es muy dulce cuando me habla y me canta, me cae bien. Lo vi llorar ayer cuando llegué, parece un buen tipo, creo que nos vamos a llevar bien.

Duermo mucho y siento hambre constantemente. Lo bueno es que puedo comer cada vez que quiero, y mi mamá está a mi lado siempre. Me alegro de que no me lleven a otro lado. Alguien me contó que hay bebés como yo que son puestos en habitaciones con una gran ventana de vidrio, lejos de sus mamás, y mucha gente mayor los observa. Yo no quiero eso, yo me quedo acá, con mi mamá y el tipo buena gente que ronda por este lugar.

Mi tercer día

Sigo bajando de peso, pero escuché que eso es completamente normal. Me alimento todo el día y lo hago cada vez mejor y más rápido. Parece que es lo único que sé hacer bien, además de la caca y dormir. La panza me suena mucho, y a veces me duele. Ya pasará.

Estoy un poco amarilla, pero escuché cuando le explicaban a mi mamá que era algo normal, que ese color desaparecerá en muy pocos días. Mi piel se está pelando un poco y la noto algo seca; mi nariz está llena de mocos, toso un poco, respiro de manera irregular y ante cualquier ruido me sobresalto, tanto que hasta yo misma me asusto.

Aún no sé la diferencia entre el día y la noche, pues duermo a cualquier hora. Mi mamá tiene la carita cansada, quisiera que durmiera más, pero yo tengo hambre a toda hora. Sus ojos están muy cansados, pero tienen la mirada más tierna del universo cuando se posan sobre mí.

Hoy nos vamos de acá; al parecer hay otro lugar al que llaman casa, espero pasarla bien por allá...

Mi primera semana

Ya tengo siete días de nacida y esta nueva casa me gusta mucho. Mi mamá y el señor buena gente me cuidan. Me limpian, cargan y miran como jamás miraron a nadie. Hay unos señores mayores que me visitan continuamente y me encanta verlos, los llaman abuelos.

Antes, cuando vivía sola con mi mamá, todo el día estaba en movimiento, iba de aquí para allá, muy pocas horas al día nos quedábamos quietas. Ahora estoy en una cuneta, y no entiendo bien esto de estar acá sin moverme. Disfruto muchísimo cuando me cargan y me llevan a todos lados, por eso disfruté de manera infinita hace unos pocos días cuando me llevaron a pasear al parque. Qué bien le hizo a mi mamá. Ojalá salgamos todos los días. Peso casi lo mismo que cuando nací y ya no estoy amarilla.

Se me cayó ese cordoncito que tenía en la panza. Qué suerte que nadie lo tocó ni le pusieron nada; lentamente y sin más, cayó.

Me bañaron por primera vez en una tina, aunque no lo disfruté mucho. Tomo leche todo el día, es algo que me hace feliz.

Hay un sujeto peludo, alegre y saltarín que me mira desde lejos. Tiene la mirada dulce y siente miedo de acercarse. Ojalá que lo dejen conocerme, creo que está triste desde que llegué aquí.

Mi segunda semana

Prácticamente, no extraño los días dentro de la panza de mi mamá porque acá afuera me la paso de mil maravillas. Me cuidan, me pasean, me cargan y puedo comer a toda hora. Sigo sin ver bien, y aunque lo hago un poco mejor, no distingo los colores. Uso mucho el olfato y mis oídos para identificar a las personas. Mi piel es tan sensible que cuando un extraño me toca o intenta cargarme, lloro. Deberían imitar las manos de mi mamá, estas lo hacen con sutileza, cuidado y amor. El señor buena gente está aprendiendo a hacerlo cada vez mejor, pero aunque a veces lo haga mal, sé que lo hace con amor. Pobre, aún tiene miedo.

Mis manos son pequeñas y aún no las domino. Están siempre cerradas, todo lo que cae dentro de ellas es inmediatamente atrapado, por ejemplo, los dedos de mi mamá. He crecido y estoy engordando, me siento cada vez más fuerte.

El sujeto peludo se acerca cada día un poco más, y por alguna razón mueve la cola cuando me escucha llorar.

Mi primer mes

Ya pasó un mes y he aumentado casi un kilo de peso. ¡Es increíble! Ahora puedo alimentarme en menos tiempo y lo hago mejor. Eso le permite a mi mamá descansar un poco más. Me gusta cuando ella duerme; trataré de hacerlo al mismo tiempo. Parece que las horas de oscuridad son para dormir, pero aun no entiendo eso.

No puedo controlar bien mi cuello, mi cabeza es grande comparada con mi cuerpo y se me hace difícil mantenerla estable cuando me cargan. ¡Qué bueno es que me pongan una mano en la nuca! Eso me da mucha seguridad.

Sigo haciendo caca muchas veces al día, aunque a veces no hago y todos se asustan. Si supieran que es normal. Ayer hice nueve veces y se asustaron; hoy no hice nada, y también se asustaron. Ojalá no me pongan nada, yo solita haré, mis intestinos aún están inmaduros y a veces demoran en hacer, y otras hacen mucho.

El señor buena gente está cada vez mejor. Me baña y me canta. ¡Hasta aprendió a cambiarme los pañales! Dentro de un par de semanas planeo regalarle una de mis lindas sonrisas, esas que aprendí cuando estaba dentro de la panza de mi mamá.

Mi segundo mes

El tiempo pasa muy rápido, he engordado dos kilos y no imaginan todo lo que puedo hacer. ¡Ahora tengo los ojos siempre abiertos y puedo ver mucho mejor! Aunque todavía no distingo los colores, puedo ver la cara de mi mamá, y su sonrisa me hace sonreír. Hace dos semanas sonreí por primera vez ante los gestos del señor buena gente, y hubo fiesta en casa. ¡Ya descubrí cómo se llama…, pero yo lo llamaré papá!

¡Cuando me ponen boca abajo puedo levantar mi cabeza y sonrío! A veces emito unos ruiditos suaves y todos se emocionan. ¡Me encanta sonreír! Espero que me den muchos motivos para hacerlo, siempre.

Ya estoy empezando a dormir cada vez más por las noches. No necesito comer tan seguido, hay noches que duermo seis o siete horas seguidas, y todo está bien.

Mi mamá duerme cada vez más, como si estuviésemos sincronizadas.

Algo extraño sucede, ahora hago la caca menos veces al día.

Mi tercer mes

¡Estoy más grande, me desconozco! Me siento fuerte, puedo ver mucho mejor y más lejos. ¡Ya estoy empezando a descubrir que el mundo es de colores! ¡No era blanco y negro como yo pensaba! Quiero ver todo, quiero salir a pasear.

Puedo controlar mi cuello, y cuando me cargan puedo mirar de un lado al otro por mí misma. Ahora puedo reír, incluso a carcajadas. Cuando lo hago, todos ríen, lo cual me encanta. Domino mucho mejor mis manos, ya no están cerradas todo el tiempo y comienzo a explorar con ellas. Qué placer me da llevarlas a la boca, hacerlo me da calma. Incluso puedo tomar mi mano izquierda con la derecha.

Disfruto del baño, chapoteo y es uno de los momentos más lindos del día. Estar en el agua me recuerda esas sensaciones de cuando vivía con mi mamá.

El sujeto peludo ya es mi amigo, reposa bajo mi cuna y parece que me cuida. Me mira y me huele desde cierta distancia, con nobleza y paciencia. A veces lo veo triste. Ojalá lo acariciaran más, tanto como a mí.

Mi cuarto mes

El tiempo pasa muy rápido y sigo creciendo y haciéndome más hábil. ¡Puedo ver todos los colores y reconozco a las personas!

Miro de un lado al otro, giro mi cabeza, uso mis manos y puedo tomar objetos y llevarlos a mi boca. He descubierto algo muy interesante: mi dedo gordo del pie. ¡Puedo llevarlo a mi boca también!

Estoy tratando de aprender a girar cuando me ponen sobre la cama; sé que dentro de poco podré hacerlo bien. Aún no estoy lista para estar sentada, pero siento que pronto lo haré.

Salgo mucho a pasear y la gente al pasar me mira siempre y sonríen. Ahora me alimento mucho más rápido y mejor. Lo hago menos veces al día y duermo más por las noches.

Hay algo que descubrí cuando vivía con mi mamá: la música. Me alegra mucho que aún esté a mi alrededor. Mis mejores cantantes son mis papás.

Mi quinto mes

¡Ya puedo girar y ponerme boca abajo!

Mi dedo pulgar lo tengo siempre en la boca; afortunadamente, nadie se hace problemas con eso. Lo que más me gusta es tomar el pelo de mi mamá, robarle los anteojos a mi papá y cogerme las orejas.

Ya no me gusta eso de estar echada todo el tiempo, ahora quiero sentarme; empezaré a entrenar. Cada vez que pueda me inclinaré hacia adelante.

Río siempre, todo me parece gracioso. Aún no he comido nada de lo que mis papás comen, pero realmente no quiero probarlo. Con la leche de mi mamá estoy bien, no quiero más.

He ganado mucho más peso. Ahora sufren cuando me cargan...

Mi sexto mes

¡Estoy empezando a sentarme!

Aún no lo hago sola y me caigo, pero si lo hago en el regazo de mi mamá o papá, las cosas se facilitan. El mundo es maravilloso visto así, me deja los brazos libres y puedo explorar todo con las manos.

Peso más del doble de lo que pesaba al nacer y me siento fuerte. Entiendo muchas cosas, por ejemplo, ya aprendí que me llamo Ana. A veces me dicen Anita y a veces dicen mi nombre cantando.

Me estoy enamorando apasionadamente del señor extraño a quien llamé papá. ¡Es un genio! Qué ganas de hacer las cosas bien. Llega a casa corriendo, deja todo para venir a abrazarme y llenarme de besos. Si supiera que siempre lo espero.

Ayer trataron de darme de comer cosas distintas a la leche. No me gustó. Creo que aún no estoy lista para eso, no le encuentro la gracia. Qué bueno que nadie me obligó, me respetaron, pero lo más lindo es que me dejaron tocar con las manos eso que me ofrecían. Fue divertido hacer un alboroto. Mis papás rieron. Mis encías me duelen, la saliva se me cae.

¡Algo duro y blanco me apareció! ¿Mi primer diente?

Mi séptimo mes

¡Me puedo quedar sentada sin apoyo! Aunque sé que hay niños que lo hicieron antes que yo, y otros lo harán después, no hay razón para fijarse en detalles ni andar apurados con eso.

Ahora sí tengo ganas de probar esas cosas que comen. Este mediodía, cuando me ofrezcan, sí que probaré y seguro que me irá bien. Ojalá estemos todos juntos en la mesa, no quiero comer sola, sino compartir ese momento tan lindo con los demás. Siempre los mayores disfrutan en la mesa. ¡Yo también quiero eso!

¿Cómo será eso de comer? Tengo miles de dudas y preguntas, e incluso siento miedo. Espero que me permitan explorar lo que me llevaré a la boca, eso me daría mucha tranquilidad. Ojalá que mis papás estén tranquilos y no esperen que termine todo. ¡Es mi primera vez!

Mi amigo peludo es muy tierno, él también está listo bajo mi silla esperando comer lo que yo arroje al piso. Ese será mi mejor juego. ¡Tiraré todo al suelo!

¡Qué lindas son las canciones! ¡Amo la música!

Mi octavo mes

Ahora disfruto comer casi tanto como tomar leche. Pero lo más lindo no es el hecho de llevarme la comida a la boca, sino la fiesta que se genera a mi alrededor. Todos me miran, me celebran y ríen si no lo hago bien. Cada vez que como, uno de mis papás come su comida, y me encanta mirar cómo lo hace. Así aprendo.

Mi amigo peludo disfruta y sigo invitándole mi comida. Qué bueno que me permiten acariciarlo, porque sé que nunca me haría daño.

Tengo ya dos dientes en mis encías de abajo, y la de arriba ya empieza a fastidiarme. Qué bueno que no me aplicaron nada y que me dejan morder mis juguetes.

He visto que en el parque hay niños que pueden ir de un lugar a otro de la misma forma que lo hace mi amigo peludo. Le dicen gatear. Prometo aprender pronto.

Espero que me tengan paciencia, que no me fuercen porque no es nada fácil y cada quien lo hace a su ritmo.

Mi noveno mes

¡Todo el tiempo quiero estar en movimiento!

Todavía no aprendo a gatear, pero poco a poco estoy descubriendo la manera de hacerlo. Hoy pude hacer algo maravilloso por primera vez: ¡tomé un objeto pequeño entre mis dedos índice y pulgar! Ahora podré jugar más y mejor con mis manos. Me paso mucho tiempo sentada explorando con mis manos, puedo tomar todo tipo de objetos. Me gusta jugar con mi lengua y la enseño siempre.

Ya tengo cuatro dientes, dos arriba y dos abajo. Cada vez como más cosas nuevas y me gusta mucho usar mis dientecitos. Creo que lo dulce me alegra más. Uso mis dedos para comer lo que me da mi mamá; ella me deja explorar y llevar la comida a mi boca.

Me la paso de maravilla con mi papá y el amigo peludo. Paseamos todo el tiempo, y una de las cosas que más disfruto es que me dejan estar en el suelo. Nadie se asusta, y estando ahí siento que voy a conquistar el mundo.

Mi décimo mes

¡Hoy gateé por primera vez!

Quiero contarles cómo sucedió: estaba sentada jugando con mis juguetes y de pronto quise uno muy lindo que estaba un poco lejos de mí. Miré a mi mamá para que me lo alcanzara, pero ella solo sonrió y me dijo que vaya por él. Apoyé mis dos manos en el suelo y sin darme cuenta avancé. Empecé a dirigirme hacia el juguete usando mis manos y mis piernas. ¡Y ya estaba gateando! Hubo fiesta, todos gritaron de alegría. Confieso que me asusté un poco. Creo que mi amigo el peludo también se asustó.

¡Hoy dije «papá» y casi se cae la casa! Si mi mamá supiera que si no dije «mamá» primero es porque se me hace más difícil hacerlo. Ya pronto podré decirlo y estoy segura de que quizás la fiesta no sea tan grande, pero la sonrisa de mi mamá llegará hasta la luna y sus lágrimas mojarán mis mejillas.

Estos días han sido de grandes logros.

¡Quiero aprender a cantar!

Mi decimoprimer mes

Ahora sé abrazar, y muy fuerte. Es fácil hacerle saber a mis papás que tengo hambre o que quiero estar con ellos. Tengo juguetes, pero me encantan los libros de colores. Pasar las páginas es fascinante.

Recorro toda la casa gateando, voy de un lado al otro en pocos segundos y me detengo cada vez que encuentro algo lindo para explorar. Los adultos tienen muchas cosas que despiertan mi curiosidad. Ojalá no dejen nada peligroso, porque no sabría diferenciarlo. Ellos también gatean conmigo, y lo disfruto al máximo.

Aún duermo con ellos en la cama, y me encanta. Quisiera poder dormir siempre así; siento que ellos la pasan muy bien. Bueno, ahora duermo mejor y casi toda la noche, aunque una lechecita por la madrugada nunca está de más.

¡Me encantan las frutas, los cereales y las lentejas! Pero nada se compara con la leche. Confieso que al principio comía de todo, pero ahora hay alimentos que me gustan más que otros. Qué bueno que mi mamá respeta mis gustos.

¡Ayer dije «mamá»! Aún no sé cómo fue, pero era de madrugada y mi mamá despertó y corrió hacia mí. Lo diré más seguido de ahora en adelante.

Tengo muchas ganas de ponerme de pie…

Mi primer año

¡Hoy mientras gateaba pude ponerme de pie!

El mundo se ve distinto desde acá arriba, siento que soy poderosa y que he llegado a la cima de la montaña. Siento que nada puede detenerme. No imaginan la alegría que hay en mi corazón en este momento.

Mis papás están un poco tristes porque ahora disfruto mucho estar en movimiento todo el tiempo, descubriéndolo todo. Ya no paso tanto tiempo en sus brazos, pero igual me gusta que me carguen de tanto en tanto.

Al parecer, desde ahora puedo comer casi todo, ojalá sea lo mismo que comen mis papás. No hay cosa que me guste más que comer de sus platos.

Aún no sé caminar, pero lo haré despacio, poco a poco. ¡A mí nadie me presiona! Eso de caminar no es nada fácil, y quiero hacerlo bien y con paciencia.

Mis quince meses

Hace unas semanas empecé a caminar. Ya lo hacía, pero siempre apoyándome en alguien o algo, pero un día simplemente me solté y caminé. Al principio lo hacía con las manos elevadas y los pies separados para no caerme y sentir más seguridad. Ahora lo hago con las manos bajas y poco a poco he juntado los pies.

Puedo comer de todo, y disfruto hacerlo. Ya no me ensucio tanto, aunque aún lo hago. Son varias las palabras que puedo pronunciar, y cada vez que aprendo una nueva, por simple que sea, todos se alegran y celebran.

Duermo en mi habitación por las noches, pero también disfruto estar con mis papás. Todos dormimos mejor ahora.

Tengo muchos dientes, son como ocho y me sirven para comer.

Estoy aprendiendo a caminar rápido, pero aún me da miedo. Otra cosa fascinante es subir los escalones, aunque siempre necesito la mano de mis papás. Bajarlos es más difícil, lo haré poco a poco.

Mis dieciocho meses

Camino, corro, subo escalones y estoy aprendiendo a bajarlos.

He aprendido más palabras, pero lo importante no es cuántas sepa decir, lo importante es que pueda entender lo que me dicen. Y yo entiendo todo.

Al parecer, a esta edad todos los niños somos distintos. Veo niños de mi edad más hábiles que yo, y otros que van a otra velocidad. Eso es lo lindo de ser distintos, cada quien tiene sus habilidades y nadie se asusta ni compara.

Es impresionante cómo he cambiado. Hasta mi forma de vestir. Ahora uso zapatos para salir a la calle. Son muy suaves y blandos, no siento mis pies atrapados. Domino mis manos a la perfección.

Mis dos años

¡Bailo como una estrella, salto, giro y muevo mis manos como si fueran pajaritos! ¡Estar en movimiento es maravilloso!

Me gusta cantar y siempre lo hago. Estoy empezando a disfrutar jugar con otros niños, y ya no me importa mucho si cogen mis juguetes; eso de compartir parece algo bueno.

Creo que cada vez puedo controlar más la pichi y la caca.

Espero dejar pronto este pañal incómodo que tanto calor me da y me limita el movimiento.

¡Puedo decir más palabras, creo que unas cien! A veces junto dos o tres y me expreso mejor. ¡Qué genialidad! Ya pronto podré discutir y defender mis ideas.

Mi mamá está algo distinta, le está creciendo la pancita. No lo entiendo bien, pero algo le pasa. Ya pronto lo sabré… Eso espero.

Ana