PREFACIO:
El día que aprendí a hablar con el fuego

Cuando lo conocí, salió de su habitación tres horas tarde. Éramos un grupo grande que esperaba para tener nuestras sesiones con él. No parecía un Abuelo maya, no era indígena, pero las profecías mayas hablaban de él y de su hermano, quienes iban a ser el puente entre la sabiduría maya, por años oculta, y el mundo occidental. Los elegidos para comunicar lo oculto, lo necesario, lo despierto a una humanidad cada vez más en crisis. No se veía como alguien que había estado con el Papa, el Dalai Lama y otros grandes líderes espirituales. Recién levantado de la siesta, era abierto, simpático, accesible. Tarde, eso sí, siempre llegaba tarde. «Maya time» me decía cuando estábamos en Guatemala y nos reíamos.

Volviendo a ese día de agosto, en Cali (Colombia), cuando lo conocí, por fin apareció el famoso Abuelo, líder espiritual, antropólogo y autor de best sellers Carlos Barrios. Bueno, famoso en un mundo que no era el mío, porque recién había oído hablar de él unos pocos días antes, cuando un querido alumno me insistió muchísimo en que tenía que conocer a su maestro de chamanismo, al gran abuelo. La verdad es que yo no quería ir, no me interesaba para nada, pero todos mis compañeros iban, así que fui, más por no quedarme sola que por otra cosa. Lo esperé sin saber que ese sería el inicio de mi camino como Mujer Medicina en el Clan de las Águilas.

Salió, nos miró a todos y dijo, voy a empezar con ella. Ella, era yo. Así que nos sentamos debajo de un árbol donde le habían puesto una mesita con el computador que usaba para calcular el chumil, el nawal, la energía que regía a la persona que tenía enfrente y el tzité, la vara, una bolsa con 260 semillas del Palo de pitos (Erythrina berteroana), que se usa en rituales adivinatorios por los Ajq’ij o guías espirituales del pueblo maya de Guatemala.

Allí, descalzo y sereno, empezó a describir mi vida con una precisión que me asustaba. Sin saber nada de mi previamente, iba atinando cada detalle. Hasta que, al final, me dijo: «No sé qué haces, pero vas a cambiar el mundo. Ven conmigo a Guatemala, te voy a enseñar a hablar con el fuego».

Le dije que gracias, pero que eso de ser chamana no era para esta chica uruguaya, judía, ingeniera que se dedica a la somática. Él insistía y yo me negaba. Y entonces me dijo: «Es que no entiendes, te voy a mostrar algo que el 99 % de la gente nunca va a ver». Y entonces me atrapó. La curiosidad y poder descifrar misterios siempre me han caracterizado, así que le dije que sí, definimos una fecha, (siempre paso a la acción enseguida) y lo deje debajo de su árbol.

Llegué muy emocionada con mi amigo a decirle que me iba a Guatemala. Y puso el grito en el cielo, que no, que tú estás loca, que es súper peligroso, que no podés ir sola, pero como nunca he sido fácil de asustar y no era la primera aventura que tenía, me fui.

Una vez en Guate, me encontré con Carlos, para iniciar mi camino espiritual maya. Entraba en un mundo desconocido, mágico, que iba a cambiar mi vida para siempre. Pero primero, me tenía que romper.

Una vez que los Tatas mayores me autorizaron a ser una caminante, una iniciada, nos fuimos a KumarKaj. Allí están las cuevas sagradas que los mayas construyeron y que son la entrada al inframundo. Las personas que las visitan se sumergen en ellas para comunicarse con las energías sagradas. Porque todo camino espiritual serio, empieza yendo hacia abajo. Porque para ascender, tienes que hundirte en ti mismo y en la Tierra. Por eso los altares mayas son en el piso, apuntando a la Madre Tierra, mientras que los altares occidentales son verticales, apuntan hacia el cielo.

Según me contó Carlos, había una intrincada red subterránea de cuevas que conectan diferentes lugares a lo largo de Guatemala, pero que muchas las cerraron porque las usaron los narcotraficantes para sus negocios.

A la primera cueva de Kumarkaj entré con Carlos y un puñado de velas azules en la mano. Allí me activó la glándula pineal y me hizo un desbloqueo energético, dolorosísimo. Después nos sumergimos en las cuevas, más adentro, más abajo, más intrincado. Y allí me dejó, con una vela amarilla y otra blanca. Me dijo: «Aquí te quedas hasta que la Tierra te hable. No salgas, yo vengo por ti».

Todavía siento en mi cuerpo el contacto frío y contundente de la piedra y la tierra. También recuerdo mi mejillas contra el suelo que se iba mojando con mis lágrimas que salían ante un anhelo del alma que se expresaba y suplicaba: «Quiero ver la realidad como es, muéstrame la realidad detrás del velo».

Muchas veces vamos a estas experiencias con metas, objetivos, mejorar las relaciones, solucionar algún problema con la pareja, tener más abundancia, resolver un problema de salud, pero cuando estás allí, con el alma desnuda en las puertas del inframundo, brota lo único que de verdad importa: el profundo deseo de contactar con la autenticidad más profunda de quiénes somos y de qué es la realidad.

No sé cuántas horas pasaron, las velas se consumieron enseguida, y en la oscuridad, por fin pude ver la luz que entrama todas las cosas, sentir la unidad que somos, dejarme abrazar por la contención de la Madre Tierra y permitir que se rompiera algo en mí para hundirme más en mí misma. Porque la verdad personal está adentro, enterrada y hay que hundirse para ir a su encuentro.

En ese momento de profunda conexión y revelación, la Madre Tierra me habló con una claridad y ternura que nunca había experimentado. Me enseñó que la verdadera fuerza reside en la vulnerabilidad y en la capacidad de hundirnos en nuestras sombras, nuestros miedos y en la esencia misma de nuestra humanidad. Me mostró que, para acceder a una verdad más profunda, aquella que es universal y eterna, es necesario abrirnos con honestidad a quienes estamos siendo en este momento. Que la realidad actual es el camino. Que la vida es el camino, no las fantasías de ser otro.

La Tierra me susurró que yo era mi propia medicina, una revelación que encendió una llama de conocimiento y comprensión dentro de mí. Me dijo que, como su hija, siempre tendría su guía y su apoyo, que ella sería mi brújula en este viaje hacia la autenticidad y la realización personal.

A través de estas palabras, la Madre Tierra me invitaba a compartir estas verdades con el mundo, a enseñar a otros cómo encontrar su propia medicina interior y cómo, al hundirnos en lo más profundo de nosotros mismos, podemos encontrar la luz y el camino hacia una verdad más amplia y liberadora.

Este libro, entonces, es el fruto de ese llamado. En sus páginas, comparto las enseñanzas de la Madre Tierra y las herramientas que he ido recolectando en el camino.

Desde aquel día en que aprendí a hablar con el fuego hasta la profunda inmersión en las cuevas sagradas de Guatemala, mis más de 20 años de experiencia en el campo de la somática, mis estudio científicos, todo ha sido un peldaño en mi camino de evolución y servicio. Todo ha sido parte de mi ceremonia personal, porque mi vida es mi ceremonia. Tu vida es tu ceremonia.

Cuando por fin vinieron por mí estaba mareada, aturdida y con muchos menos mecanismos de defensa activos. Me sentía en total desconcierto, el mundo no era como yo creía.

La siguiente parada fue el cementerio de Chichicastenango, la ciudad en donde aparece el Popul Vu, el libro sagrado de los mayas k’iche. Un lugar poderoso, lleno de grandes Abuelos y Abuelas.

En el cementerio, me presentaron al fuego, para tenerlo en mi misión de hablar y sanar a través de él. En una ceremonia de fuego maya, se invocan a las 20 energías creadoras del mundo y del ser humano. Se invocan a los Abuelos, a los ancestros y a otros seres no humanos. Se trabaja con la energía invisible que sostiene el mundo.

Yo ya había tenido experiencias místicas desde la infancia. Mi madre era una gran buscadora, que tenía viajes astrales espontáneos, que a los 11 años me llevó a estudiar sánscrito, me introdujo a la kabalah y tenía sueños premonitorios. Desde pequeña he tenido amigos, compañeros invisibles que me guiaban y que me salvaron en momentos claves de mi vida.

Cuando fui a Guatemala esa primera vez, yo estaba sumergida por completo en el trabajo esotérico del Cuarto Camino de Gurdjieff, pero a pesar de mis experiencias previas, fue ahí que entendí que podíamos vincularnos con las energías y la existencia real de seres no humanos que nos acompañan. Estos seres entran en el reino de los arquetipos y el inconsciente colectivo. Es un trabajo que he desarrollado y enseño en mi mentoría, porque esa comunicación directa con ellos, como tus amigos, es el ingrediente faltante para realizar cosas extraordinarias.

Tienes amigos que están para apoyarte y puedes acceder a ellos.

Y esa noche, a las 12 en punto, en un cementerio lleno de colores, se presentaron muchos. Energías, Abuelos, ancestros, dispuestos a cuidarme y guiarme. El fuego me habló, me recibió y me amó. Y yo a él. Desde entonces se ha convertido en mi amigo y compañero. Se expresa, me orienta y si no lo atiendo, se ofende.

—Carlos, ¿es mi imaginación o el altar se levantó del piso?

—Obvio que sí, me dijo.

Porque en Guatemala, la magia es obvia.

Me dediqué a hacer y conocer más altares, más ceremonias, lugares sagrados, limpias, ceremonias para hablar con mis padres ya fallecidos, animales que nos acompañaban, santos que bendecían, desbloqueos, fuego y más fuego, más y más magia. Estudiar y entender las energías creadoras y toda la cosmovisión maya. Aprender ejercicios y prácticas, como las que te comparto en este libro.

Carlos me dijo que los Abuelos tenían un mensaje para el mundo, que querían que yo ayudara a difundir: La espiritualidad de hoy es la acción. No es aislarse, no es solo meditar, es entrar en acción y poner consciencia en todo lo que hacemos.

Y como justamente eso enseñamos en LK Movimiento Inteligente (LKMI) (la metodología somática que creé y enseño desde 2011) ese mensaje me conmovió hasta las lágrimas y por él entendí por qué me habían invitado.

Mi amigo, el de Cali, se había quedado tan preocupado por mi viaje que al regreso me fue a buscar al aeropuerto para asegurarse que llegaba bien. Y sí, llegue sin ningún rasguño externo, en una pieza, pero rota por dentro. Habían derrumbado todos mis mecanismos de defensa y ya no podía ver el mundo como antes. Porque las iniciaciones serias, destruyen algo en ti para que emerja tu autenticidad.

Pasaron algunos años, en los cuales seguí en contacto permanente con Carlos, hasta su trágica muerte por Covid en el 2020. Una pérdida enorme para el mundo y para mí. Me había quedado sin maestro y no había terminado el camino. Por cierto, puedes ver la última entrevista que le hice, 10 días antes de fallecer. Ve aquí:

Pero la magia siguió y a inicios del 2022 me encontré en un coche, en la carretera más peligrosa que he estado en mi vida, de camino a Chichicastenango a terminar mi camino de iniciación con los gemelos. Tata Miguel y Tata Juan, del pueblo k’iche, las personas más dulces e inocentes que he conocido en mi vida. Grandiosos en las ceremonias, como niños felices en la vida cotidiana, curiosos por saberlo todo.

No los conocía hasta ese día, cuando hicimos la primera ceremonia en la montaña. En ella empecé a ver a un dragón, que conocía porque se me aparece en las meditaciones del corazón. Siempre lo veía pequeño, en mi corazón o en mi hombro. Pero allí se empezó a hacer grande, enorme y nos abrazaba a todos con sus alas.

—Tata ¿Tú ves un dragón?

—Claro, está contigo. Es Kan, la serpiente cósmica, el formador y creador del universo, el fuego interno. Quiere entrar en tu cuerpo, déjalo. Porque finalmente se trata de encarnar el amor, la sabiduría y las posibilidades, más allá del nombre y el cuento que hagamos alrededor.

Así que le pregunté al dragón por qué estaba aquí y qué quería de mí. Y me dijo que estaba conmigo porque yo le daba calma y paz. Y que él estaba conmigo para darme fuerza, porque la paz viene de la fuerza. Y que mi misión era dar paz y por eso él me ayudaba.

Con los gemelos seguí profundizando, ya no desde el rompimiento, sino desde la dulzura. Ceremonias hermosas en donde emergía la belleza en medio de la basura. Una gran limpieza que me ayudó a desprenderme de mucho dolor biográfico y ancestral. Recibí enormes bendiciones y entendimientos. Recibí una conclusión, un permiso y una responsabilidad.

—Tata ¿Puedo contar lo que viví acá con ustedes?

—Claro.

—¿Y qué digo exactamente?

—Que concluiste tu camino como Mujer Medicina que habla con el fuego, en el camino de guía espiritual maya.

Tres veces le pedí que me lo repitiera. Porque yo nunca fui a ese lugar a ser guía espiritual, lo hacía para mi propia evolución, pero la verdad es que no lo había visto así. En ese momento sentí como me bañaba el permiso, la bendición y la responsabilidad.

Por eso estamos aquí, tú y yo juntos, porque ahí nació este libro. En Guatemala, uno de los centros ceremoniales por excelencia, entendí algo: tú eres tu propia medicina. Lo que haces en tu vida, cada día, es tu ceremonia. Tu acción cotidiana, cuando está embebida de atención sagrada y presencia, se convierte en ceremonia. Tú eres tu propio gurú, tu cuerpo es tu templo y tu acción en el mundo, tu ceremonia.

El nombre de este libro no solo evoca los rituales y prácticas que vamos a hacer juntos, evoca la ceremonia más importante: tu propia vida y cada respiración, movimiento y acción que llevas a cabo.

Este libro te va a acompañar a ritualizar tu vida, a desarrollar la autoridad interna necesaria para reconocerte como tu propio gurú, a reclamar lo sagrado en tu cuerpo para que reclame su lugar como templo y a reconocerte como ceremonia humana caminando en la Tierra. Es una guía para un misticismo moderno y práctico. Para ritualizar tu vida y conectar radicalmente con tu sabiduría interna.

Tú y yo somos compañeros al encuentro de la consciencia, juntos buscamos unirnos con la energía del cosmos creador y formador que vive en ti y, así, construir juntos la nueva humanidad.

Las propuestas que vas a encontrar en este libro están basadas en mi amplia experiencia y en mis diferentes caminos personales y profesionales. Todo lo que te comparto aquí se ha probado con cientos de miles de personas alrededor del mundo. Es una ruta de viaje para destapar tu magia personal.

Té eres tu propia medicina, tu camino es el camino. Tu vida es tu ceremonia.

Empecemos.

Creando un espacio sagrado para el viaje personal

Antes de embarcarnos en el viaje transformador que propone este libro de Ceremonias, es esencial crear un espacio sagrado. Este espacio será tu santuario personal, un lugar dedicado a la reflexión, al aprendizaje y la conexión profunda con el contenido y las prácticas que se desarrollarán a lo largo de estas páginas. En el corazón de este espacio estará tu altar, un espacio dedicado primero y ante todo a ti mismo.

Un espacio sagrado es más que un lugar físico; es un reino de intención y energía donde puedes retirarte del mundo exterior para conectar con tu mundo interior. Este espacio será testigo de tu crecimiento, tus desafíos y tus revelaciones, ofreciéndote un ambiente de tranquilidad y concentración.

El altar es el elemento central de tu espacio sagrado. Es un reflejo físico de tu viaje interno y un recordatorio constante de tus intenciones y aspiraciones.

Un altar es una configuración física y simbólica que sirve como punto de encuentro entre lo mundano y lo divino. Tradicionalmente, es un lugar dedicado a la adoración, la oración, la reflexión y la práctica espiritual, donde se rinde homenaje a deidades, fuerzas espirituales, ancestros o aspectos significativos del yo interno. Un altar puede contener una variedad de objetos como velas, imágenes, símbolos, flores, piedras y otros elementos naturales o personales, cada uno con su propio significado y propósito. Más que una simple disposición de objetos, un altar es una expresión tangible de intenciones, creencias y aspiraciones, que actúa como un catalizador para la meditación, la introspección y la transformación personal. En su esencia, un altar es un espacio de conexión profunda, un refugio sagrado donde lo espiritual y lo cotidiano se entrelazan.

El altar que vas a construir en este viaje es, primero y, ante todo, un altar a ti mismo, porque tú eres tu propia medicina y tu camino es el propio camino. Esta afirmación se basa en el reconocimiento de que nadie vendrá a rescatarnos; somos los únicos responsables de nuestra transformación y salvación. La jornada para convertir nuestra vida en una ceremonia sagrada, nuestro cuerpo en un templo y nosotros mismos en nuestros propios guías comienza con la aceptación total y absoluta tanto de nuestra magnificencia cósmica como de nuestras debilidades y fallos humanos.

Este altar personal simboliza la responsabilidad y el compromiso con nuestro crecimiento personal y espiritual. Cada objeto, cada ritual y cada momento de reflexión en este espacio sagrado es un recordatorio de que el poder para cambiar, sanar y evolucionar reside dentro de nosotros. Al honrarnos a nosotros mismos en este altar, reconocemos y aceptamos todas las facetas de nuestro ser: las luminosas y las sombrías, las fuertes y las vulnerables.

Este altar a nosotros mismos es, por lo tanto, un espacio de poder personal. Es un lugar donde nos encontramos cara a cara con nuestra esencia más verdadera, donde podemos nutrir nuestra alma y fortalecer nuestro espíritu. Aquí, en la intimidad de nuestro altar personal, comenzamos el sagrado viaje de convertirnos en nuestro propio gurú, reconociendo que en nuestro interior reside la sabiduría más profunda y la llave de nuestra libertad y plenitud.

Para empezar, elige un lugar en tu hogar donde te sientas cómodo y en paz. Puede ser una esquina tranquila, un estante o una mesa pequeña, una alfombra o mantelito en el suelo.

Primero coloca objetos que tengan un significado especial para ti. Pueden ser fotos, piedras, cristales, velas, símbolos, libros o cualquier artículo que resuene contigo.

Incluye elementos que te representen en diferentes etapas de tu vida: tu pasado, tu presente y tu visión para el futuro. Esto puede incluir recuerdos de la infancia, símbolos de tus logros actuales y objetos que representen tus metas y sueños.

Ahora te invito a incluir en tu altar símbolos de los tres centros, conceptos fundamentales en diversas tradiciones espirituales y filosóficas, que representan las dimensiones esenciales del ser humano: el centro mental, el centro emocional y el centro físico. Cada uno de estos centros desempeña un papel vital en nuestra experiencia y comprensión de la vida. En mi libro El puente a la consciencia ahondo mucho en este tema. Para este libro y para la construcción del altar te hago aquí un pequeño resumen:

El centro mental

Este centro se relaciona con nuestros procesos de pensamiento, lógica y cognición. Es el ámbito de la inteligencia y la toma de decisiones. A través del centro mental, interpretamos el mundo y formulamos nuestra comprensión de la realidad ¿Cómo simbolizarías este centro en ti?

El centro emocional

Este centro abarca nuestras emociones y sentimientos. Es el núcleo de nuestras relaciones, afectos y la capacidad de empatizar con los demás. A través del centro emocional, experimentamos el amor, la alegría, el dolor y otras emociones que definen nuestra conexión humana ¿Qué imagen u objeto vinculas con este centro?

El centro físico

Este centro está vinculado con nuestro cuerpo y nuestra presencia física en el mundo. Incluye nuestra salud, vitalidad y bienestar físico. Se divide en dos: la energía sexual creativa y la energía material, física y de movimiento. A través del centro físico, interactuamos con el entorno y expresamos nuestra existencia material ¿Cuál es la representación que más te identifica?

En la creación de un altar personal, incluir un elemento que represente a cada uno de estos centros es una manera de honrar y reconocer las diferentes facetas de nuestro ser. Estos elementos sirven como símbolos de nuestra totalidad, recordándonos mantener un equilibrio y armonía entre la mente, el corazón y el cuerpo. Al representar estos centros en el altar, reafirmamos nuestro compromiso con el crecimiento y la integración en todas las áreas de nuestra vida, buscando un desarrollo holístico y equilibrado.

Coloca los elementos representativos en tu altar y observa cómo se vinculan unos con otros. Tal vez, a lo largo de este proceso, la disposición espacial de ellos vaya cambiando y volviéndose más armoniosa.

Felicidades, ya tienes listo tu altar. Este se irá completando y evolucionando a medida que avancemos. Este altar y espacio sagrado serán tu compañía mientras lees y trabajas con este libro. Úsalo para fortalecer la conexión con su contenido, para meditar, orar o simplemente estar en silencio, para realizar las ceremonias que voy a proponerte y para todo aquello que te inspire.

Tómale una foto a tu altar y compártela en tus redes etiquetándome @leakaufman_mi así puedo verlo y acompañarte.

También un cuaderno especial, ubicado junto al altar, se convierte en una herramienta indispensable. Este cuaderno actúa como una bitácora de viaje, un registro personal y sagrado de la travesía espiritual. Tras cada ceremonia y cada clase de LK Movimiento Inteligente, plasma en él tus experiencias, reflexiones y aprendizajes, registrando los matices de tu evolución interna. Su uso se extiende más allá de ser simplemente un diario. En sus páginas también se registrarán las sincronicidades y señales, esas coincidencias significativas que se presentan como guiños del universo. Este cuaderno se convierte así en un testimonio vivo de la magia que se va desplegando a lo largo del viaje, capturando no sólo tu crecimiento, sino también las maravillosas y a menudo misteriosas formas en que el camino espiritual se entrelaza con la realidad cotidiana.

CEREMONIA DE CONEXIÓN CON LOS CENTROS Y LA NATURALEZA: INTEGRACIÓN EN LA VIDA COTIDIANA

Esta práctica busca fomentar una conexión consciente con tus centros internos (mental, emocional y físico) y con las energías de la Tierra y el cosmos. Se realiza en el exterior, como un recordatorio de que tu vida diaria es tu ceremonia.

Duración de la práctica:

Durante la lectura del libro, repetir al menos tres veces al día. La práctica en sí te toma menos de un minuto.

Pasos de la ceremonia:

  1. Integración en la vida diaria: la ceremonia se lleva a cabo en el exterior, en cualquier momento de tu día.
  2. Conexión con la tierra:
    • En cualquier momento que estés al aire libre, detente por unos segundos.
    • Siente el apoyo de tus pies en el suelo. Reconoce y agradece el soporte y la energía de la Tierra bajo tus pies.
  3. Mirada al cielo:
    • Levanta la vista y mira al cielo. Amplía tu mirada y clarifícala.
    • Mientras observas el cielo, siente cómo te conectas con las energías cósmicas, permitiendo que la vastedad del universo te inspire.
  4. Escucha de tu corazón:
    • Anclado en esta conexión entre la Tierra y el cielo, dirige tu atención hacia tu corazón.
    • Escucha lo que tu corazón tiene para decirte en ese momento ¿Qué emociones, sensaciones o pensamientos surgen?
  5. Registro de experiencias:
    • Repite este proceso al menos tres veces al día durante la lectura del libro.
    • Anota en tu cuaderno lo que tu corazón te revela en cada sesión. Observa los patrones, mensajes o insights que surgen a lo largo del tiempo.

Esta ceremonia es un ejercicio de atención plena y conexión con el entorno y contigo mismo. Al tomar estos momentos para sintonizar con la Tierra, el cielo, tu mente, tu cuerpo y tu corazón, estás integrando, de manera consciente, las ceremonias en tu vida cotidiana.