Que mi alma se alegre en Ti
(SAN EFRÉN DE SIRIA)
Eres, Señor, la esperanza de todos y la vida de los que mueren: al primer deseo de tu voluntad se levantarán y sus dolores desaparecerán. Según esto, te pido, mi Dios, que me limpies con tu gracia de las manchas de mi alma. Adoro, Señor, tu Cruz, en la cual está puesta mi esperanza.
Mis ojos esperan tu redención. Que mi alma se alegre en Ti, mi Dios, y mis huesos digan: Señor, en tu misericordia danos vida. A Ti clamamos, Dios inmortal: mira que la muerte nos apremia; mira nuestro dolor. Nuestros pecados nos obligan a pedir auxilio, y por eso imploramos tu clemencia y te rogamos tomes a tu cargo la tutela de nuestra frágil y mortal naturaleza. Nos permitas, Señor, que nuestras culpas nos arrastren, y perdona nuestros pecados. Tú sabes nuestras muchas iniquidades; nosotros sabemos tus muchas misericordias.
Abre mis ojos
(SANTA GERTRUDIS)
Dios omnipotente y misericordioso, abre mis ojos para que descubra el mal que he hecho; toca mi corazón para que, con sinceridad, me convierta a Ti. Restaura en mí tu amor, para que resplandezca en mi vida la imagen de tu Hijo. Corrígeme para que me aparte del mal y perdona mis pecados. Dame la alegría de tu salvación para que, retornando junto a Ti, me alegre en el banquete de tu casa ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Haz que, de tu mano, recorra el camino de la penitencia, para llegar a Ti sinceramente renovado. Absuélveme, Señor, de todos mis pecados. Concédeme el perdón de mis culpas, para que te sirva con espíritu libre.
Señor Dios, Tú conoces todo; conoces también mi sincera voluntad de servirte mejor a Ti y a mis hermanos. Mírame y escucha mis súplicas. Concédeme la gracia de una verdadera conversión. Suscita en mí el espíritu de penitencia y confirma mis propósitos. Perdona mis pecados y sé indulgente con mis defectos. Llena mi corazón de espíritu de confianza y generosidad. Hazme discípulo fiel de tu Hijo y miembro vivo de su Iglesia.
Me refugio a tus pies
(SANTA GERTRUDIS)
¡Oh Jesús!, yo me refugio a tus pies, e imploro tu misericordia para que me ayudes a confesar mis pecados.
Por las lágrimas de tus divinos ojos, lava todas las manchas que he contraído con mis miradas; por tus benditos oídos, siempre abiertos para acoger al pecador, borra los pecados que yo he cometido por el oído; por el poder de tus palabras, borra los pecados de mi lengua; por la perfección de tus obras, por las llagas de tus manos, borra los pecados de mis manos; por la fatiga de tus pies y por sus dolorosas llagas, borra las manchas que los míos han contraído; por la pureza de tus divinos pensamientos, por el encendido amor de tu Divino Corazón, borra toda la oscuridad de mis pensamientos y de mi corazón; por la noble inocencia y por la santidad infinita de tu vida, purifica mi vida; en fin, lava con tu preciosa Sangre todas las manchas de mi corazón y de mi alma, a fin de que por tus infinitos méritos merezca presentarme ante tus ojos y guardar en adelante, con un corazón puro, todos tus mandamientos. Amén.
Jesús, Tú eres el océano de amor
(de un monje cartujo, † 1461)
Jesús mío, Tú eres el océano de amor, que por nosotros se convirtió en océano de amargura, porque todas las penas y angustias que probaste durante tu Pasión, quisiste que de antemano traspasaran tu sensible Corazón.
En este mismo Corazón tuyo, lleno de amor y de dolor, oh buen Jesús, deposito yo con la más firme confianza toda la carga de mis pecados, todo el tiempo perdido, las gracias por mí despreciadas y las buenas obras omitidas, todas mis faltas interiores y exteriores, todas mis penas y sufrimientos y todas las debilidades de mi corazón.
En tu corazón, Señor, me refugio para que me concedas un verdadero arrepentimiento con el perdón de mis pecados, y la unión íntima contigo.
Mírame con amor
(SAN AMBROSIO)
Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados, pero también lleno de confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo conciencia de que mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua. Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y temores me acerco a Ti, fuente de misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en Ti, que has dado la vida por salvarme, antes de que llegues como juez a pedirme cuentas.
Señor, no me da vergüenza descubrirte mis llagas. Me dan miedo mis pecados, cuyo número y magnitud sólo Tú conoces, pero confío en tu infinita misericordia.
Señor mío Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte hombre para morir por nosotros. Escúchame, pues espero en Ti. Ten compasión de mis pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor.
Te adoro, Señor, porque diste tu vida en la Cruz y te ofreciste en ella como Redentor por todos los hombres. Adoro Señor, la sangre preciosa que brotó de tus heridas y ha purificado al mundo de sus pecados.
Mira, Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por Ti. Me arrepiento de mis pecados y propongo corregir sus consecuencias. Purifícame de todos mis defectos para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada Comunión. Que tu Cuerpo y tu Sangre me ayuden, Señor, a obtener de Ti el perdón de mis pecados y la satisfacción de mis culpas, me libren de mis malos pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos, me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo peligro de alma y cuerpo. Amén.
Acto de reparación
(Sierva de Dios LUISA PICARRETTA)
Señor, ahora quiero hacer reparación ante Ti.
Oh, Jesús, víctima divina de nuestros altares, gran y único Reparador, yo también me uno a Ti para cumplir, contigo y por medio tuyo, el oficio de pequeña alma reparadora. Y me dirijo también a Ti, oh Madre mía, para que así como en el Calvario ofreciste al Padre a tu Jesús, que se inmolaba por su gloria y por la salvación de las almas, así renueves en este momento este ofrecimiento en mi lugar.
En el cáliz de tu Corazón Inmaculado ofrece, oh Virgen dulce, los dolores de Jesús junto a los tuyos, para invocar la Divina Misericordia sobre mí y sobre el mundo entero. Postrado ante Ti, que tanto me has amado, lleno de confusión y de arrepentimiento, invoco tu perdón y tu misericordia.
(Después de cada frase se repite: Oh, Jesús, ¡ten piedad de mí!).
• Por el mal uso que hice de los dones naturales recibidos: mi vida, mis energías, mi tiempo, mis sentidos, mi inteligencia, mi lengua.
• Por las desobediencias pequeñas y grandes a tu ley.
• Por los deberes descuidados o mal cumplidos.
• Por el bien que pude hacer y no hice.
• Porque dejé triunfar muchas veces en mí las malas inclinaciones del orgullo, de la vanidad y del egoísmo.
• Porque no practiqué el mandamiento de la caridad como Tú lo ordenaste.
• Porque dejé estériles en mí tantas gracias.
• Por la tibieza con que practiqué mi vida de piedad.
• Por la indiferencia y frialdad con que respondí a los dones de tu amor.
• Por haber preferido muchas veces a las criaturas y las satisfacciones humanas, en lugar de a Ti y tus consolaciones.
• Por la falta de fe y abandono en tu amor.
• Por mis rebeliones y mi poco amor a tu Voluntad y a tu Cruz.
Dame amor
(SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO)
Amado Redentor mío, a ti te debo la salvación y el perdón de los pecados. Si no te amé lo suficiente en el pasado, ahora te amo y no deseo más que amarte. Pero sin tu ayuda no puedo nada. Ya que me mandas que te ame, dame la gracia de cumplir este precepto.
Con entera confianza, amado Jesús mío, te pido el perdón de todos mis pecados, y la perseverancia en tu amor hasta la muerte.
Jesús mío, mi esperanza, mi amor y mi todo, inflámame en el fuego de amor que has venido a prender en la tierra. Para eso, haz que viva siempre de acuerdo en todo con tu Santa voluntad. Ilumíname para que cada vez conozca mejor cuánto mereces ser amado, y el inmenso amor que me has tenido al dar la vida por mí. Que te ame con todo el corazón y siempre, y que toda la vida te pida la gracia de amarte, para que viviendo siempre y terminando la vida en tu amor, llegue a amarte del todo y para siempre en el cielo, sin dejarte jamás de amar.
Consume mi ser
(SANTA TERESA DE LOS ANDES)
Señor, me pesa haber desfigurado tu divina imagen en mi alma a través del pecado. Perdóname mis maldades y mis ingratitudes. Señor, desde ahora quiero ser santa. Dame refugio en tu divino corazón. Allí quiero vivir, purificándome con tu fuego abrasador, bajo tu celestial mirada. Desde hoy, quiero que mi voluntad se incline ante Ti, que mi corazón y todo mi ser te pertenezcan.
Tú que me creaste, ayúdame. Tú eres el Buen Pastor, y por eso me atrevo a implorar tu infinita misericordia, para que tu amor me traspase, para que sienta palpitar tu Corazón dentro de mí, escuchando tu melodioso acento.
Oh, mi adorado Jesús, por tu Corazón divino, olvida mis ingratitudes y tómame por entera, para que viva contemplándote siempre, sumergida en tu amor; para que consumas mi ser y me conviertas en Ti.