6

Alex se marchó enseguida. Yo no quería que lo hiciera; lo necesitaba donde pudiera verlo y convencerme de que, incluso cuando no habíamos ganado, seguíamos aquí y vivos. Pero él se empeñó en que tenía que comer algo ahora que por fin había despertado y, ya de paso, avisaría de que estaba consciente para que alguien viniera a echarme un vistazo. Le aseguré que me sentía muy bien, casi demasiado bien en realidad, aunque no sirvió de nada, así que lo dejé marchar a regañadientes.

Una vez a solas con Raven, este se tumbó de lado y yo lo hice cara a cara con él para que le fuera fácil leerme los labios. Su pelo negro estaba hecho un lío y unas leves ojeras asomaban bajo los ojos. Parecía muy cansado, y la sonrisa que me dedicó, aunque era la suya, resultó algo más triste de lo habitual. Habíamos pasado por mucho, y solo Dios sabría lo que Mercy y Elijah le habrían hecho durante su secuestro.

—Las sábanas son de algodón para que no te den alergia —dijo, como si de todo lo sucedido aquello fuera lo más importante—. Y hay ropa en el armario para ti.

Solté una carcajada, solo Raven podría pensar en algo así en un momento como aquel.

Su mirada se arrastró a continuación hacia la esquina de la habitación donde, sobre una butaca, descansaba una manta doblada. Había una pequeña pila de libros en el suelo.

—Esa manta también es de algodón —agregó.

Entendí lo que no estaba diciendo: Alexander y yo compartíamos alergia a los tejidos sintéticos y, al parecer, había pasado velándome el tiempo suficiente como para que alguien le procurara algo con lo que taparse. La calidez que había sentido al escucharlo afirmar que siempre se quedaría conmigo brotó de nuevo e inundó mi pecho.

—¿Cómo de malo es? He notado algo raro en su magia.

Raven asintió.

—No quiere saber nada de volver a dejar salir la oscuridad de su interior, piensa que es un peligro para todos. Más aún que antes. El problema es que reprimirla no va a funcionar. Ya no. Necesita sacarla de vez en cuando o acabará consumido por ella. Y ya lleva un mes…

—¡¿Un mes?! —inquirí, alarmada. No creía haber estado tanto tiempo inconsciente.

Raven dibujó la curva de mi pómulo con la punta de los dedos mientras yo volvía a mirar la butaca. ¿Llevaba todo un mes fuera de juego? ¿Y Alex lo había pasado instalado allí?

—Tu cuerpo necesitaba descansar.

—Ya, bueno, pues se lo ha tomado con mucha calma —bromeé, aunque supuse que aquello era una señal evidente de lo cerca que había estado de morir.

Cerré los ojos en un intento de asimilar… todo. Respiré hondo y los abrí de nuevo.

—Me alegra que estés bien —susurré—. Si te hubiera ocurrido algo, no creo que pudiera soportarlo.

Él esquivó mi mirada y se puso a juguetear con uno de mis mechones. Gracias a Dios, alguien se había preocupado de mantener mi melena limpia. Aparté esa frivolidad de mi mente para concentrarme en el comportamiento de Raven. Sabía que Alexander le preocupaba, pero había algo más.

Le di un toque en el hombro y, cuando eso hizo que me mirase, le pregunté con suavidad:

—¿Rav? ¿Qué va mal?

—Lo siento.

—¿Por qué? Nada de esto es culpa tuya, tampoco de Alex o de ninguno de nosotros.

Sí, habíamos convertido la profecía en una realidad, pero al final eso era lo que pasaba con la mayoría de ellas, ¿no? Y tampoco se nos podía acusar de no haberlo intentado todo.

—Debería haberlo visto. No… no lo vi. Yo solo… —balbuceó, compungido—. Supe que me… llevaría, pero creía que la profecía moriría con ella.

No mencionó a Mercy y tampoco hacía falta. Imaginé que en algún momento había tenido una visión no solo sobre la muerte de esta, sino que había sido muy consciente de que iban a secuestrarlo y no había dicho nada porque había pensado que así tenía que ser para que la bruja muriese. Él también había optado por sacrificarse, y eso me rompió un poco más el corazón.

—Ey, está bien. No pasa nada, Rav —lo consolé, acunando su rostro para asegurarme de que pudiese captar lo que decía—. Estoy orgullosa de ti. Muy orgullosa. Ninguno esperaba que pasara nada de todo esto, pero encontraremos el modo de arreglarlo. Saldremos adelante.

Se mordisqueó el labio inferior y parpadeó para espantar las lágrimas; nunca me había parecido tan joven, vulnerable y herido como en ese instante. Ojalá pudiera ahorrarle cualquier dolor o pesar. Raven también había sufrido demasiado; de un modo u otro, todos lo habíamos hecho.

Opté por cambiar de tema. Ya habría tiempo para enterarme de todos los detalles que me había perdido después de desmayarme en Ravenswood. De todas formas, él había estado también inconsciente durante nuestro enfrentamiento con Elijah, así que poco iba a poder aclararme sobre lo sucedido entonces.

—¿Dónde está Cam? Me extraña que no ande ya por aquí señalando lo perezosa que soy.

—Él… —titubeó, y eso encendió todas mis alarmas.

—Tu hermano dijo que estaba bien.

Raven esbozó una mueca y, con el corazón desbocado, contuve el aliento. Cam no podía haber muerto, Wood no me mentiría sobre eso, ¿no?

—Lo que sea que Mercy le hizo la Noche de Difuntos contaminó su magia. No ha sido él mismo desde entonces.

Bueno, estaba vivo, podíamos arreglar lo demás. Tenía que pensar que podríamos hacerlo, al igual que necesitaba creer que terminaríamos acabando con Elijah y que el mundo no estaba yéndose definitivamente a la mierda.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué le hizo Mercy?

Agitó la cabeza, negando.

—No estoy seguro. Nadie ha sido capaz de descubrir qué le ocurre exactamente, pero pasa muchas horas durmiendo y sigue muy cansado a pesar de que sus heridas están curadas por completo. Y hay otra cosa… Thomas Hubbard está muerto.

Se me cayó el alma a los pies. El director de Abbot no había sido mi persona preferida en el mundo durante mi estancia en la academia, pero era el padre de Cameron y de los pocos adultos que había dado la cara por nosotros. Había tratado de protegernos de lo que estaba sucediendo y, al resultar evidente que no había manera de apartarnos de todo aquel lío, nos había acompañado a Ravenswood para rescatar a Raven y pelear junto a nosotros. Había sido un hombre noble al que le preocupaban de verdad sus estudiantes. Cam debía de estar devastado.

Desolada por las noticias, miré a Raven y él supo lo que deseaba sin que tuviera que decírselo.

—Vamos, te llevo con él.

Era probable que Alexander se pusiera como loco cuando llegara y no nos encontrara allí, pero necesitaba ver a mi amigo; necesitaba comprobar que de verdad seguía vivo con mis propios ojos. Comprendía demasiado bien lo que era perder a alguien y sabía que yo jamás hubiera sobrevivido de no haber tenido a Dith a mi lado. Y a no ser que alguien de su familia estuviera en aquella academia, algo que dudaba, Cam solo contaba con nosotros.

Me deslicé fuera de la cama y fui hacia la puerta seguida de Raven. Alguien me había vestido con un camisón de tirantes que me llegaba a medio muslo y unos simples calcetines, pero no me molesté en ponerme algo más de ropa. Si tropezábamos con algún alumno y eso le molestaba, no era mi problema. Supongo que había muchas cosas que habían dejado de tener relevancia después de tanta muerte y oscuridad.

—¿Dith sigue…? —comencé a preguntar, cuando salimos a un pasillo amplio y muy luminoso.

—Está aquí aún, posiblemente con Wood o revisando los alrededores. Y sigue siendo ella misma.

«Por ahora». Esa era otra de las cosas que tendríamos que solucionar. Verla de nuevo había sido un auténtico regalo a pesar de las circunstancias, pero no estaba segura de cuánto tiempo tardaba un fantasma en convertirse en espectro. Y aunque Dith era fuerte y resistiría todo lo que pudiese, no podía quedarse con nosotros para siempre.

—¿Qué hay de Sebastian y los otros Ibis?

—Sebastian y Elizabetta tenían heridas bastante graves cuando los sacaron de Ravenswood, pero se han recuperado muy bien gracias a Aaron y Laila.

No tenía ni idea de quién era Laila, pero ya me caía bien.

—¿Y Derek? —pregunté, aunque temía cuál sería su respuesta, ya que no lo había mencionado.

Rav negó mientras me guiaba por el corredor, y otra pequeña parte de mi corazón se marchitó. Casi no había conocido al Ibis; sin embargo, se había quedado para pelear y solo por eso ya se había ganado mi respeto.

Más muertes que se añadían a una lista demasiado larga.

—¿Los rehenes de Mercy?

—La mayoría se están recuperando. Está siendo duro para ellos. No tenían control alguno sobre sus actos, pero recuerdan todo lo sucedido. Físicamente están bien; emocionalmente…, no tanto.

Joder, nada de aquello era muy alentador, pero necesitaba saberlo todo y agradecía que Raven fuese directo y sincero conmigo. Inspiré mientras intentaba encontrar el modo de hacer la siguiente pregunta.

—Las muertes… Son… Ellos… —Ni siquiera podía decirlo en voz alta, me dolía incluso pensarlo, pero de nuevo Raven comprendió enseguida lo que quería saber.

—No hay certeza de que fueran causadas por Alex, tampoco de lo contrario. Es difícil saberlo, y creo que eso lo está matando. Además de…

—Ya, lo sé. Drenarme y drenar a esos niños.

Seguimos avanzando en un silencio pesado. No creía que Rav culpara a Alexander, y yo tampoco lo hacía. ¿Cómo hacerlo si me había salvado? Era un pensamiento egoísta, tal y como le había dicho, pero no había duda de que Alex había sido colocado en una situación imposible.

No había prestado demasiada atención a mi poder o a la magia de los demás ocupantes del lugar al despertar, salvo a la de Alexander. Así que, a pesar del caos de emociones que era mi mente en ese momento, permití que se abriera a lo que me rodeaba. Lo primero que percibí fue a Raven; su magia brillante y cálida fue una caricia para mi alma dolorida, como el primer rayo de un amanecer sobre la cara después de una noche demasiado larga. Luego sentí a muchos otros, brujos oscuros y blancos; aunque me parecía que los primeros eran ligeramente superiores en número. Fui capaz de encontrar a Alexander en el edificio y también creí dar con otras huellas mágicas que me resultaron familiares. Pero tras la puerta frente a la que Raven se detuvo…

—¿Cam está ahí?

—Sí, lo he dejado durmiendo.

Así que allí era donde había estado Rav cuando yo me había despertado, junto a Cam. Lo hubiera interrogado sobre esa reciente obsesión por mi amigo, pero me preocupaba más lo que estaba percibiendo. Cuando me había reencontrado con Cam al regresar a Abbot, con mi poder ya despierto, su magia me había resultado… chispeante, por decirlo de algún modo. No tan brillante como la de Rav, pero sí vibrante y con un toque salino, como un soplo de brisa procedente del mar. Ahora, en cambio, la sentía apagada, débil, y pensé en las ramificaciones oscuras que había alcanzado a ver en su piel y en lo que había dicho Rav sobre que Mercy lo había contaminado.

—Quiero verlo de todas formas. No haré ruido.

Raven esbozó una pequeña sonrisa.

—Lo sé.

El dormitorio tenía la misma distribución que en el que yo había despertado. Las cortinas también estaban corridas, pero había una lamparita en la mesilla de noche que desprendía una luz tenue, por lo que el ambiente resultaba acogedor y podía ver a Cam en la cama, hecho un ovillo en el interior de un nido de mantas a pesar de que la temperatura del edificio era agradable. Avancé hasta él mientras Raven cerraba la puerta. Solo podía verle un lado de la cara. No capté ningún rastro oscuro y el color de su piel era saludable, pero había huellas del cansancio del que Rav había hablado en forma de leves arrugas en torno a su boca y ojos que permanecían incluso cuando parecía estar durmiendo profundamente.

—Aún dormirá un rato —susurró Raven.

Asentí. No iba a despertarlo, pero me quedé mirándolo unos minutos más. Desde que nos habíamos conocido siendo niños, Cam siempre había estado lleno de energía. Incluso cuando yo al principio había sido bastante reacia a entablar conversación con nadie en Abbot después de que mi padre me hubiera dejado allí, él no se había rendido conmigo; me había pinchado hasta conseguir una reacción y luego se había convertido, junto con Dith, en mi compañero de travesuras. Descubrirlo así y pensar en lo que estaría sufriendo por la muerte de su padre agregó otra capa de amargura a la que ya sentía.

Poco después salimos de puntillas al pasillo, por suerte, desierto. Me apoyé en la pared junto a la puerta para evitar derrumbarme. Mi cuerpo podría estar casi libre de cicatrices o heridas, pero en mi interior todo se sentía en carne viva.

—Dani, ¿estás bien? —Asentí de forma apresurada, lo cual solo hizo que Rav frunciera el ceño—. No te sientas culpable, no lo eres más de lo que podemos serlo los demás.

Supongo que era más fácil decirle a los demás que habían hecho todo lo posible, que solo se trataba de aquellas circunstancias de mierda y que no podían sentirse responsables de lo que había sucedido… Pero tal vez lo fuésemos todos y quizás lo único que podíamos hacer era repartir esa carga y acarrearla juntos.

Alguien giró en la esquina del final del pasillo. El paso resuelto de Sebastian tropezó un poco cuando su mirada recayó en mí, aunque enseguida se recuperó y siguió avanzando hacia nosotros. Llevaba puesto el uniforme de los Ibis, ahora sin ningún escudo en el lado izquierdo de su pecho, y tenía buen aspecto. Una pequeña victoria, supuse.

—Me alegra verte por fin en pie, Danielle.

—Lo mismo digo.

Me forcé a devolverle la sonrisa amable que me dedicó y traté de no pensar en cuántos más tendrían que caer antes de que Elijah fuese derrotado y devuelto a la oscuridad de la que había salido.