気
の
錬
磨

誠をば更に誠に練りあげて 顕幽一如の真諦を知れ
«Forjar la verdad una y otra vez, para conocer la verdad absoluta donde los mundos visible e invisible son uno.»
Maestro Morihei Ueshiba
La expresión ki no renma está compuesta por dos palabras japonesas: «ki» 気 y «renma» 錬磨, y la partícula «no» の. El término ki tiene varios significados:
En Japón, la palabra ki se emplea habitualmente para expresar un estado de espíritu, un ambiente o algo que pertenece al mundo invisible. En relación con el ki, Takuro Kishine, investigador interdisciplinar y profesor emérito de la Universidad de Kioto, escribe en su libro El mundo invisible del espíritu:1
«El ki es la energía de las ondas vibratorias de los electrones. No solo tiene la función de unificar el cuerpo y el espíritu, y por consiguiente la carne y el alma, sino que también está profundamente vinculado, a través de la meditación, a la formación de los pensamientos misteriosos de Oriente, como el budismo, y tiene una relación sumamente sólida con la teoría cuántica.»
En cuanto al término renma, está compuesto por dos caracteres chinos. El primero, «ren» 錬, significa «forjar, moldear, trabajar». El segundo, «ma» 磨, significa «pulir, hacer brillar». Se trata, pues, de trabajar en profundidad, en detalle, con dedicación, ya sea en el ámbito de la mente, de una competencia artística o de los estudios.

El objetivo del ki no renma es alcanzar un gran dominio de la utilización del cuerpo y del espíritu, elevar y reforzar la fuerza vital a partir de las enseñanzas filosóficas que se practican desde hace más de dos mil años adaptándolas a nuestras necesidades de hoy. También consiste en vivir de forma positiva respetando las artes, la cultura, el amor y la paz.
La palabra «artes» debe tomarse aquí en el sentido japonés del término, el de «vía de las artes», como el aikido, la danza tradicional japonesa, la caligrafía o la ceremonia del té.
El ki no renma es una síntesis de varios elementos:
A todo ello se suma lo que he sentido y experimentado durante los ayunos o en mi práctica del aikido en Japón y en Europa.
Para comprender el ki no renma es necesario haber adquirido previamente algunos conocimientos sobre cultura oriental, sobre el ki, así como algunas bases en materia de respiración y meditación. Antaño, los japoneses comprendían todas estas nociones, pero los tiempos han cambiado, el mundo ha evolucionado, e incluso en el archipiélago son cada vez más las personas que las han olvidado. Así lo he observado cuando he impartido cursos de aikido en los clubes universitarios o en los dojos de Tokio.
Esta es la razón por la que, aun a riesgo de que pueda parecer pretencioso, he creado este programa: el ki no renma agrupa todas las enseñanzas indispensables para practicar el aikido, pero también para llevar una vida meditativa satisfactoria.
Como ya he dicho, el ki no renma es necesario para practicar el aikido, pero aquellos que no ejerciten el aikido también podrán seguirlo, ¡y obtener no pocos beneficios!
El bujutsu es la vía de las artes marciales japonesas. Abundan las obras que hablan de ella, y coinciden en que todo el mundo debe emprender «el trabajo absolutamente formidable y casi misterioso del cuerpo y el espíritu». En otras palabras, como seres humanos, tenemos el deber y el objetivo de alcanzar el mejor estado de nosotros mismos a través de la meditación y de las prácticas que se acercan a ella.

En nuestros días hay personas que siguen percibiendo la meditación como una práctica compleja y poco accesible. Sin embargo, es cada vez más popular y se ha adoptado en ámbitos muy distintos: en el deporte para ganar en concentración, en las escuelas para reducir las tensiones y hasta en el marco de la empresa para el bienestar de los empleados. Algunos especialistas del cerebro llegan a afirmar que la meditación tiene beneficios probados científicamente. Desde mi punto de vista, considero muy positivo que esta disciplina que se nos ha transmitido desde la Antigüedad se practique en el mundo actual.
Si tuviéramos que elegir una imagen para describir el método de entrenamiento del ki no renma, podríamos escoger la de una corriente de energía semejante al impulso de un curso de agua que nace en un lago y se convierte en río. El aspecto físico del entrenamiento se hará de forma natural en armonía con esa corriente. El objetivo es conseguir que lo invisible, es decir el ki, y el espíritu se encuentren en armonía de manera natural y se fusionen en uno con lo visible, es decir, el cuerpo. Esto recibe el nombre de «armonía del ki, el espíritu y el cuerpo» (気心体の一致, kishintai no icchi).
Implanté este método en un dojo de Roma, cuando llegué a Italia en 1964 para instalarme en la ciudad. Insistí especialmente en este entrenamiento en el primer curso internacional de verano de la Aikikai d’Italia en el Lido di Venezia en 1968. Los participantes se entrenaban al unísono de 6 a 9 de la mañana. Esto era necesario para poder ejercitar juntos el ki no renma y las técnicas de aikido.
En aquel momento ignoraba si los practicantes occidentales de la Aikikai estaban en condiciones de comprender y practicar siguiendo las enseñanzas del maestro fundador, Morihei Ueshiba. Al terminar el curso, estos compartieron conmigo sus impresiones. El ki no renma les había permitido captar la muy estrecha relación que existe entre espíritu y técnica, así como el estado mental en el que hay que estar, algo que les había costado percibir en sus cursos habituales.
Desde entonces, cada año, hasta 2019, he enseñado el ki no renma a practicantes italianos y europeos. También en Japón, el ki no renma se integró con naturalidad en la práctica durante los cursos de aikido que impartí en la universidad, así como en los demás dojos, y ha dado buenos resultados.
El ki no renma está muy influido por las tradiciones que llegaron de Asia Oriental y que se han desarrollado en suelo japonés desde hace varios siglos. En el mapa del mundo, al norte de la India y de Nepal se yergue la majestuosa cadena montañosa del Himalaya. Toda la zona al este de estas montañas está sujeta a períodos de monzón y a los tifones.
En Asia Oriental, la abundante lluvia que cae durante el monzón ha favorecido el desarrollo de numerosos bosques y de una agricultura próspera. Sus habitantes no han intentado luchar contra esta naturaleza que, de vez en cuando, exhibe una fuerza impresionante, sino que han creado una cultura de convivencia con ella. Según los científicos, cuando el Hombre vive de este modo en comunión con la naturaleza, sus sentimientos y emociones se basan en esta, y la idea de que Dios, el Hombre y la naturaleza son una misma cosa comienza a germinar. Así nació este pensamiento oriental característico: «El Cielo y el Hombre son uno». El «Cielo» designa a Dios y la naturaleza.
En este entorno propicio para la vida meditativa han aparecido pensadores geniales que han creado corrientes de pensamiento en las que el Hombre convive con la naturaleza. De ahí nació una civilización del monismo que considera que el mundo está constituido por una única sustancia.
Situado en el Extremo Oriente, Japón es un país insular del océano Pacífico, rodeado de violentas corrientes marinas. Se ha librado de las invasiones integrando muy pronto los avances tecnológicos y filosóficos desarrollados en el continente asiático, en particular en lo que se refiere a la escritura y los caracteres chinos. La mayoría de estos elementos culturales se importaron a Japón pasando por la península de Corea, sobre todo por la isla de Tsushima. Esta isla, de la que es originaria mi familia, está situada a 100 kilómetros de la isla de Kyushu y a solo 48 kilómetros del extremo meridional de la costa de Corea del Sur. A esta distancia es posible ver un país desde el otro. La corriente de Kuroshio, a veces muy agitada, no siempre facilitaba la travesía entre ambos, pero esto no ha impedido los numerosos intercambios entre Corea y Japón desde la Antigüedad.
En la escuela primaria se enseña la historia de Japón a partir del período Jomon. Jomon significa literalmente «motivos de cuerdas», y hace referencia a los motivos que figuraban en la cerámica de barro representativa de esta época que comenzó en el año 15000 a. C. y se prolongó hasta el 4000 a. C. En el período Jomon había muchos bosques caducifolios. Los hombres vivían principalmente de la recolección: recogían bellotas, bayas, setas y frutos de los árboles.
Pescaban peces y cazaban animales. Es posible que ya en esta época se hubieran producido avances en materia de plantaciones de castaños y de pesca de altura que requerían la invención de herramientas específicas. La actividad cultural no era tan primitiva como se suponía, y el hecho de que no se haya descubierto ningún resto óseo que dé fe de asesinatos o muertes brutales indica el estado anímico en el que vivían estas personas. En mi opinión, considero que también es palpable en la expresión misteriosa, interesante y rica de la cerámica de barro Jomon. Este período fue asombrosamente largo, ya que duró más de diez mil años.
El período Yayoi sucedió al Jomon, prolongándose hasta el siglo iii de nuestra era. Gracias a la influencia cultural del continente asiático, el archipiélago japonés adopta en ese momento la cultura del arroz. A medida que esta se desarrollaba, se ponen en marcha grandes obras de deforestación o de conversión de las llanuras salvajes en campos. Los habitantes comenzaron a colaborar para preservar su modo de vida. La vida se organiza en aldeas y aparecen poderosos clanes. Los resultados de las excavaciones arqueológicas evidencian intercambios activos en el seno de los grupos del archipiélago.
A partir del siglo iii, y hasta el vii, se pasa al período Kofun, durante el cual se construirán gigantescos túmulos. Los intercambios con el continente se intensifican. Por otro lado, diferentes fuerzas comienzan a unificarse prácticamente en todo Japón y un gran poder se establece en la región de Kinki. En esta época se sentaron las bases de un país sometido al poder del emperador.
Entre los elementos culturales procedentes del continente asiático, la introducción de los caracteres chinos fue el que ejerció la mayor influencia en la cultura japonesa. Este sistema de escritura fue creado en la China antigua y su origen se remonta al siglo x a. C. Se trata de unos símbolos que representan ideas o cosas de manera más o menos abstracta: se habla entonces de «ideogramas». En japonés, hoy se les llama «kanji».
En general, se considera que los caracteres chinos fueron introducidos en Japón hace unos 2000 años. Siguiendo el sistema de uso original, poco a poco se añadieron ideogramas propiamente japoneses y se modificaron los caracteres chinos. Se inventaron los silabarios japoneses hiragana y katakana, más adaptados a la pronunciación del japonés.
Se compiló la primera antología de poemas japoneses waka en 31 sílabas, el Manyoshu (hacia el 760 d. C.). Con la difusión de los hiragana, la literatura se desarrolla —especialmente las recopilaciones de poemas, los cuentos y las biografías— hasta llegar a ser un gran pilar de la cultura japonesa. La introducción de los caracteres chinos y su adaptación en Japón permitieron una mejor comprensión de las obras denominadas «del espíritu», como la filosofía, la religión, los pensamientos, la literatura o las artes.
El confucianismo fue importado oficialmente en el año 513, después del reinado de Baekje en Corea. Se trata de un término genérico que designa el pensamiento teórico-práctico basado en las enseñanzas de Confucio (551-479 a. C.). Estas enseñanzas conceden importancia a la cortesía para establecer un orden ideal, a la benevolencia como moral, así como al respeto a los ancianos, a la familia y a la lealtad hacia uno mismo y hacia los demás. Confucio sirvió a varios países, pero al no ser aceptado su pensamiento, se consagró a la formación de sus discípulos, que más tarde redactaron una recopilación de las conversaciones con su maestro: Las analectas de Confucio.
Confucio ejerció una gran influencia en Corea y Japón, y sus enseñanzas siguen impregnando las maneras de pensar en estas sociedades. En Japón, sobre todo en el período de los Tokugawa (1603-1868), se comenzó a aprender de memoria, desde la más tierna edad, Las analectas de Confucio, que también ejercieron una gran influencia en el bushido, la vía del samurái, probablemente porque la sinceridad que predica el confucianismo encontró eco entre los japoneses que querían vivir en ese estado espiritual.
Incluso después de la restauración de Meiji en 1868, cuando se derrocó el poder del shogunato y de los samuráis, las enseñanzas de Confucio siguieron ocupando un lugar preponderante en la educación japonesa y en el mundo de los negocios, donde las referencias a sus analectas son frecuentes.
El budismo es una religión que se difundió a partir de las «enseñanzas para ser buda» prodigadas por Siddharta Gautama, en el siglo vi a. C. Nacido soberano de los Sakyas, al pie del Himalaya, al este de la India, Siddharta Gautama vivía con su esposa y su hijo en un entorno protegido y privilegiado. Un día, al salir de su palacio, observó que los hombres sufrían numerosos tormentos como la enfermedad, la vejez o la muerte y que no podían escapar de ellos. Desde entonces se dedicó a buscar un medio para salvarlos y liberarlos de sus tormentos. Siguió el aprendizaje de la filosofía yóguica: la búsqueda de la verdad del universo. Alcanzó la iluminación, el despertar, y se convirtió en el Buda histórico, Sakyamuni. Más tarde legó a la humanidad su experiencia a través de las Cuatro Nobles Verdades: la verdad del sufrimiento (dukkha), la verdad de la causa del sufrimiento (samudaya), la verdad del fin del sufrimiento (nirhoda) y la verdad de la vía que nos libera del sufrimiento (magga).
Al comienzo de nuestra era se difundieron las enseñanzas del budismo Hinayana, llamado del «Pequeño Vehículo», que propone alcanzar la liberación individual renunciando a la vida material y haciéndose bonzo. Esta corriente sigue estando muy presente en el Sudeste Asiático. Más tarde aparece en la India la corriente reformadora del budismo Mahayana, también llamado del «Gran Vehículo». Pretende diferenciarse del «budismo de los antiguos», centrado en el individuo, su interés personal y la renuncia a la vida material. El Hinayana propone que todo hombre y toda mujer puedan acceder a la iluminación. Los discípulos bodhisattvas anteponen la felicidad de los demás a la suya y sirven de guías.
El budismo introducido en Japón es el del Gran Vehículo, cuyos tres aspectos fundamentales son:

El budismo llegó a China en el siglo i y después rápidamente a Corea. Se importó oficialmente a Japón en el año 538, cuando el rey Seong del reino de Baekje, uno de los tres reinos que constituían la península coreana, regaló al emperador Kinmei (509-571) una estatua de Buda en cobre dorado, así como escrituras búdicas y accesorios para el altar. Más tarde, misioneros japoneses fueron enviados a la China de la dinastía Sui (600-614) y a la de los Tang (630-894) para formarse en las últimas técnicas y desarrollar sus conocimientos. Grandes bonzos, como Saicho o Kukai, regresan a Japón con el budismo mikkyo, o Vajrayana, la corriente más reciente de la época. El bonzo Saicho fundará la escuela Tendai y Kukai, la escuela Shingon en el monte Koya.
Más tarde, en el siglo xii, se desarrollará la rama zen del budismo: una mezcla de las enseñanzas tradicionales y el pensamiento de los sabios chinos Lao Zi y Zhuang Zi.
Fue así como el budismo japonés se desarrolló y ejerció una gran influencia en la política y la cultura del país. Es, junto con el confucianismo, uno de los elementos culturales importados que más han influido en la cultura japonesa.
No existen archivos que indiquen de forma precisa la fecha en la que el taoísmo llegó de forma oficial a Japón desde Corea, pero es evidente que ejerció una gran influencia en la cultura japonesa, especialmente los pensamientos de los sabios Lao Zi y Zhuang Zi.
El taoísmo es una filosofía o una religión surgida de la cultura del pueblo Han en China. Según la leyenda, tiene su origen en el Emperador amarillo (Huangdi), personaje legendario de la Antigüedad china, y Lao Zi fue su fundador. La idea central del taoísmo es hacer lo que es natural, «seguir el movimiento», de acuerdo con el Tao, una fuerza cósmica que atraviesa todas las cosas, las une y las libera. El taoísmo, al que vienen a sumarse la corriente de Zhuang Zi y las técnicas de juventud eterna y de inmortalidad, sigue siendo en nuestros días una corriente muy popular a nivel mundial.
Si entendemos el confucianismo como la vía que aspira a estabilizar la sociedad de los hombres, el mundo visible que aparece en la superficie como una criatura terrestre, el taoísmo de Lao Zi y de Zhuang Zi es la vía del mundo invisible, el que no aparece en la superficie. Esta «vía del espíritu del desapego» penetró profundamente en la cultura japonesa antes de difundirse en ella.
El sintoísmo es un conjunto de creencias propias de Japón. No existen maestros fundadores ni escritos sagrados, sino una cultura politeísta con diferentes deidades. El sintoísmo impregna la vida diaria de todos los japoneses. Por ejemplo, cada año, en el año nuevo, es costumbre dirigirse al santuario más cercano para rezar a los kamis (dioses sintoístas) y desear todo lo mejor para el año que comienza.

Otra particularidad de Japón, en comparación con los países vecinos, es la presencia de un emperador. Aunque ya no es así en nuestros días, durante mucho tiempo fue considerado el descendiente de los dioses, por lo que está estrechamente vinculado a la práctica sintoísta.
El Kojiki (Crónicas de las cosas antiguas) es una recopilación de textos del año 712 que explica el origen mitológico de Japón y la legitimidad del poder imperial. Es la obra histórica más antigua de este país. En el prefacio del Kojiki figura la palabra keikoshokon, que significa «el aprendizaje que se remite al pasado para esclarecer (hacer justo) el mundo presente». Los caracteres chinos del término keiko 稽古, que significan «aprendizaje», incluyen 稽, la idea de «venerar como algo noble y que tiene valor». Hoy en día, durante la práctica del aikido, el judo, el kendo, la caligrafía, la ceremonia del té o incluso el ikebana, se utiliza este término con el sentido de un «noble aprendizaje».
La cultura japonesa ha sido capaz de asimilar las enseñanzas del confucianismo, el budismo y el taoísmo, sin dejar de cultivar sus características específicas. Cada una de estas diferentes enseñanzas, que nacieron y se desarrollaron en Asia Oriental, posee poderosas corrientes. Son fuentes de enseñanzas sobre el mundo en su conjunto, desde la existencia de lo infinitamente pequeño hasta la inmensidad infinita del universo.
En japonés, el término «universo», 宇宙 (uchu), está compuesto por dos ideogramas: 宇 u y 宙 chu. «u» contiene la idea concreta de un techo o una casa, pero también posee un sentido abstracto, de la inmensidad, de todas las direcciones.
Existe una obra de la China antigua titulada Huainaizi, que es una recopilación de los pensamientos de la época, entre ellos los de Lao Zi y Zhuang Zi, recogidos por numerosos sabios a petición de Liu An (179-112 a. C.), príncipe de la casa de los Han y rey de Huainan. En este texto se dice que «el tiempo que perdura desde antaño hasta hoy es el “chu”, y que los cuatro puntos cardinales, y lo alto y lo bajo, son el “u”. “Chu” es el tiempo y “u” es el espacio». Así pues, hace más de 2000 años, los pensadores chinos afirmaban que el universo estaba compuesto por el tiempo y el espacio. Naturalmente, esto era fruto de una intuición derivada de la meditación.
En las ciencias modernas y en la filosofía, el tiempo y el espacio forman parte de los temas más importantes. Cuando los japoneses utilizan los términos «universo» o «naturaleza», es frecuente que expresen no solo la apariencia, el aspecto del universo o de la naturaleza como materia, sino también la gran potencia invisible que permite su existencia. En el uso de estos términos se entiende que existe una fuerza del universo invisible que se activa detrás de lo que es visible.
Somos criaturas terrestres, terrícolas que viven sobre la tierra. La Tierra como planeta pertenece al sistema solar y, por tanto, se rige por las leyes del universo. Por consiguiente, también somos criaturas del universo; en otras palabras, extraterrestres.
No existe nada en este mundo que no esté vinculado a la energía del universo. Nosotros, los seres humanos, nacimos y vivimos gracias a la fuerza y a las leyes del universo. La característica de la cultura oriental es reconocer la existencia de este mundo invisible.
Como hemos podido ver, el ki no renma se nutre de toda clase de prácticas meditativas orientales. En Japón siempre ha existido la costumbre de no rechazar las culturas extranjeras, sino de asimilar los mejores aspectos y armonizarlos. Algo que sigue siendo vigente hoy con la civilización occidental muy avanzada, especialmente en el ámbito científico. Así pues, Japón es, desde siempre, una tierra donde se reúnen y se mezclan todas las corrientes culturales.
Su objetivo es aprender a estirar correctamente la punta de los dedos, a apaciguar el espíritu y, de este modo, sentar las bases para practicar correctamente el ki no renma. Comienza por memorizar las etapas de cada ejercicio. Hazlos con ritmo, con movimientos precisos, estirando lentamente la punta de los dedos. Cuando conozcas el orden de cada ejercicio, procura moverte lo más rápido posible y con agilidad.
Puedes practicar primero el que te parezca más sencillo y pasar después al siguiente. No es necesario encadenarlos.
EJERCICIO 1
De pie, con los pies juntos y abiertos formando un triángulo.
EJERCICIO 2
Alternativa A
Alternativa B
EJERCICIO 3
Alternativa A
Alternativa B
EJERCICIO 4
Alternativa A
Alternativa B
Alternativa C
Alternativa D
Alternativa E
EJERCICIO 5

EJERCICIO 6