Nota sobre las fotografías

Después de que los deportaran de Będzin, y a lo largo de todos los suplicios, de todas las veces que los registraron, los desnudaron y los enviaron a las marchas de la muerte, mi madre y mi padre lograron conservar, cada uno, una fotografía. Mi padre guardó consigo una imagen en la que aparezco con el cabello decolorado, tomada por mi rescatadora, Maria Dyrda. Mi madre alcanzó a salvar una foto en la que está conmigo, ella lleva la banda amarilla con la estrella judía, y yo, un abrigo de Zakopane; la tomó mi padre el día de mi tercer cumpleaños. Mis padres sintieron que aferrarse a esas dos pequeñas fotos, cuando habían perdido el resto de sus preciadas fotografías junto con todo lo demás, les ayudaba a aferrarse también a la esperanza. Mi madre escribe acerca de ambas fotos en sus memorias.

Al terminar la guerra, una vez que supieron que éramos los únicos sobrevivientes de nuestras dos familias, mis padres dedicaron años a rastrear el paradero de los parientes y amigos que habían dejado en Polonia antes de la guerra y que estaban esparcidos por el mundo. Igual que otros sobrevivientes, se sentían ansiosos por reactivar el contacto y tenían la esperanza de encontrar información sobre otros familiares y amigos que hubieran sobrevivido, de alguna forma, en alguna parte. Y, por supuesto, iniciaron la búsqueda de fotografías familiares para remplazar las imágenes que les habían quitado.

Las esperadas noticias de familiares sobrevivientes nunca llegaron, pero, poco a poco empezamos a recibir las fotos, enviadas por primos desde Estados Unidos, Canadá, México, Venezuela, Francia, Israel e incluso Polonia. Antes de la guerra, en una época muy anterior a las redes sociales y al uso masivo del celular, la gente solía comunicarse mandando fotografías improvisadas o de estudio, a veces impresas como tarjetas postales, para compartir noticias sobre acontecimientos felices o simplemente para mantenerse en contacto. Mi padre era un aficionado a la fotografía, y al parecer adoraba usar su querida cámara Leica para documentar cada pequeña etapa de mi vida. Entre las fotografías que llegaron a llenar nuestros álbumes posteriores a la guerra, encontré, para mi asombro, siete que mi padre había tomado durante mi primer año, y sin duda habría más como ésas. No debió sorprenderme. Después de todo, era la primera nieta entre las numerosas familias de mis dos padres.

Nadie habría podido sospechar que sería también la única.

Mira Reym Binford