Cuando estaba definiendo el método para articular este libro, inicialmente pensé que como ya he escrito mucho sobre las diversas etapas del movimiento que nos llevó a ganar la Presidencia de la República en 2018, solo debía darle continuidad a mi último texto A la mitad del camino, que describe lo alcanzado en los primeros tres años de gobierno y que únicamente faltaba narrar el final de mi mandato.
Además, ya me voy, y aunque la vida sigue su curso, porque como se lee en los memoriales de Culhuacán: «Mientras exista el mundo no acabará la gloria y fama de Meshico Tenochtitlan», serán otros los que entrarán al relevo generacional para seguir construyendo una patria libre, digna y cada vez más humana.
No obstante, pensé que, aun cuando en la academia se cita y se remite al lector a fuentes propias o de otros autores, en este que es mi último libro sobre política, necesitaba reiterar acerca del pasado para comprender mejor el presente y el porvenir: no hay texto sin contexto y tampoco los procesos políticos y sociales surgen de repente, de la nada, son frutos de un largo camino, de resistencias, fatigas, en los cuales participan muchos, que son, como ha sucedido en nuestro movimiento, los protagonistas principales de esta histórica transformación. Yo soy uno de ellos, de los autores de esta obra, pero no el único, a mí me tocó encabezar esta lucha, pero fui apoyado por hombres y mujeres que forjaron una voluntad colectiva dispuesta a cambiar de verdad la vida pública de México. De todas formas, ofrezco disculpas por lo extenso de este libro, aunque pueden leerlo poco a poco o elegir el capítulo que más les interese o les llame la atención.
En fin, con este texto dirigido a los jóvenes, me retiro por anticipado; al término de mi mandato me iré de la actividad política con la satisfacción de haber cumplido y con el criterio de que no debemos tener demasiado apego ni al dinero ni al poder.
Le agradezco a Pedro Miguel sus comentarios y la revisión de este extenso libro. Así como a mi imprescindible apoyo de siempre, Laura, «Laurita». Y a todas y todos de corazón. Gracias.