Riley Andersen aceleró sobre la pista de hielo. Las Foghorns participaban en el campeonato de hockey, y ella se había propuesto hacer todo lo posible para que su equipo ganara.

¡Vamos, Foghorns! —exclamaron los padres de Riley desde las gradas.

Poco después, todo el público las aplaudía y animaba.

En la Central, dentro de la mente de Riley, sus cinco emociones esenciales —Ira, Miedo, Alegría, Tristeza y Asco— estaban delante de la consola. En el último año, habían cambiado muchas cosas.

Riley había cumplido trece años, ya había terminado la educación primaria y era más alta, mucho más alta. En otoño, comenzaría el instituto, y las emociones ansiaban ver qué le depararía el futuro.

La joven tenía dos mejores amigas: Grace y Bree. Las conoció en la escuela cuando ayudó a Grace a salir de un apuro. En ese momento, Riley no solo hizo nuevas amistades, sino que también creó algo nuevo en la Central…

¡Ahora Riley tenía una Identidad! Estaba formada por sus creencias y sus recuerdos, y la guiaba en la vida.

Cuando Alegría la tocó con suavidad, la Identidad emitió unas palabras: «Soy una buena persona».

La Identidad le dio a Riley la confianza que necesitaba para hacer la jugada que ayudó a su equipo a ganar el partido de hockey. Le pasó el disco a Grace, ¡y su amiga marcó un gol!

Mientras el público vitoreaba, Riley y sus amigas hicieron el baile de celebración de las Foghorns.

—¡Ahh-wooga! —exclamaron entre risas.

En la Central, las emociones también estaban de celebración. —¡Ahh-wooga!

Después del partido, la entrenadora Roberts, del equipo de hockey del instituto local, las Fire Hawks, felicitó a Riley y a sus amigas y las invitó a asistir a un campamento de hockey de tres días. ¡Las tres estaban entusiasmadas!

Pero, esa noche, Riley no podía dejar de pensar en los errores

que había cometido durante el partido del campeonato. ¿Y si no era lo suficientemente buena para el campamento… o para las Fire Hawks?

—Oh, Riley es demasiado dura consigo misma —dijo Tristeza.

—Se está agobiando. ¡Tenemos que aligerarle esa carga! —repuso Alegría. De inmediato, mandó los malos recuerdos que hacían sentir mal a Riley al Fondo de la Mente utilizando su sistema de protección casero—. ¡Nos quedamos los mejores y tiramos los otros!

Riley se quedó dormida. Alegría y Tristeza bajaron el recuerdo de la victoria en el campeonato hasta el Sistema de Creencias. En forma de relucientes hilos, las creencias de Riley surgían de una corriente de recuerdos y se conectaban con su Identidad.

Cuando Alegría dejó el recuerdo del hockey en el agua, se formó una nueva creencia. Alegría la tocó.

«Soy una ganadora», emitió la creencia con la voz de Riley.

A primera hora de la mañana, unos pitidos repetitivos despertaron a las emociones. Bajaron a rastras de sus dormitorios y se encontraron con que se había activado una luz roja intermitente en la consola. ¡Era la Alarma de la Pubertad!

De pronto, ¡se puso a sonar escandalosamente! Desesperada, Alegría intentó pararla. Al ver que no podía, la arrancó de la consola y se deshizo de ella metiéndola en el tubo del Fondo de la Mente.

Justo cuando volvía a reinar la calma, una bola de demolición impactó contra una ventana de la Central. A continuación, entraron un montón de obreros y empezaron a destrozarlo todo.

—Acaba de llegar la autorización —anunció el encargado—. ¡Tenemos que expandir esto! ¡Ya sabéis, para los demás!

¿Los demás? —preguntó Alegría. Horrorizada, observó cómo otro obrero manipulaba la consola.

Cuando Riley se despertó, algo había cambiado. Las emociones apretaron los botones de la consola como siempre, pero Riley reaccionó de una manera muy diferente. Sus sentimientos eran más intensos que nunca.

Las emociones incluso probaron a utilizar un palo largo para apretar los botones con más suavidad. Sin embargo, cuando su madre trató de consolarla, Riley explotó.

—¡Por dios, mamá! ¡Vete de una vez! ¡Uf!

De camino al campamento de hockey, Riley empezó a sentirse mejor y más optimista.

—Simplemente tenemos que ser superguáis en el campamento —les dijo a sus amigas—. ¡Así la entrenadora nos admitirá y las tres seremos Fire Hawks!

Pero Bree y Grace tenían malas noticias: ellas no estarían en las Fire Hawks porque las habían admitido en otro instituto. Riley apenas consiguió forzar una sonrisa mientras les prometía que jugaría en el mismo equipo que ellas una última vez.

Más tarde, mientras estaba distraída, Riley chocó contra la capitana de las Fire Hawks, Valentina Ortiz. ¡La consideraba su heroína!

Val la ayudó a levantarse. No obstante, cuando la capitana dio por hecho que era de Míchigan en lugar de Minesota, Riley se puso tan nerviosa que fue incapaz de corregirle el error.

En la Central, la consola de pronto emitió una luz que no habían visto nunca. Alegría y las otras emociones la miraron con perplejidad.

¿Naranja? —dijo Alegría—. ¿Quién ha puesto la consola naranja?

Entonces, oyeron una voz.

—¡Hola a todos!

Era Ansiedad, ¡una emoción nueva! Estaba encantada de poder conocer a Alegría y ayudar en la Central. Y no había llegado sola.

Envidia era demasiado bajita para llegar a la consola.

—Ojalá fuera tan alta como todos vosotros —comentó.

Vergüenza no dijo nada. Se puso rojo y se encogió dentro de su sudadera.

La última emoción nueva, Ennui, ni se molestó en levantarse del sofá. Controlaba la consola con una aplicación del móvil.

En ese momento, Val invitó a Riley a conocer al resto de las Fire Hawks. Ansiedad estaba inquieta.

—Si no hacemos amigas, ¡estaremos solos en el instituto! —exclamó.

Y puso una proyección de Riley comiendo sola. A Ansiedad le preocupaba que esto pudiera sucederle a Riley de verdad en el futuro.

Pero Alegría no estaba de acuerdo con ella.

—Estos tres próximos días tienen que ser con Bree y Grace.

—Vale, lo que tú digas —dijo Ansiedad—. Tú mandas.

Con Alegría al mando, Riley eligió guardar asientos para sus mejores amigas en lugar de ir a sentarse con las Fire Hawks en el vestuario.

Cuando Bree y Grace llegaron, las tres se saludaron haciendo su baile de celebración. Después, estaban tan ocupadas haciéndose fotos que no se dieron cuenta de que la entrenadora Roberts pedía al equipo que le prestaran atención.

¡Estáis aquí para trabajar, no para hacer el tonto! —les dijo la entrenadora. Como castigo, les quitó el móvil a todas. Y, cuando a Riley se le escapó una risa nerviosa, ¡las puso a todas a patinar en línea!

—Si no se espabila, la entrenadora no la admitirá en el equipo —dijo una Fire Hawk llamada Dani.

Riley oyó perfectamente lo que había dicho. Humillada, trató de contener las lágrimas.

—Alegría, y ahora ¿qué hacemos? —preguntó Tristeza.

Ansiedad entró en acción.

—Si conseguimos que Val se ponga de nuestra parte, todo irá sobre ruedas. —Puso una idea en la consola y Riley la aceptó.

—Ehm… ¿Val? —dijo Riley mientras se acercaba a la capitana del equipo—. Lo siento. Yo no quería que todo el equipo acabara patinando en línea.

Val se ofreció a ayudarla y la invitó a jugar en su equipo.

Las emociones nuevas aplaudieron la gran idea de Ansiedad, pero Alegría estaba preocupada.

Cuando llegó el momento de formar los equipos, Riley no sabía si unirse al de Val o quedarse con Bree y Grace.

Hizo una promesa a sus amigas —dijo Alegría—. No la va a romper.

Sabía que eso iría en contra de su Identidad. Pero Ansiedad quería que Riley hiciera nuevas amigas, así que arrancó la Identidad de su pedestal y ¡la lanzó al Fondo de la Mente!

Sin la guía de su Identidad, Riley dejó de lado a sus amigas y se unió a Val. Ahora era una Fire Hawk

—¡Riley no es así! —exclamó Alegría.

Pero Ansiedad estaba decidida a crear una nueva Riley cambiando sus creencias y su Identidad. Así que cogió el recuerdo naranja de cuando Riley había conocido a Val y se dirigió al ascensor del Sistema de Creencias.

Cuando Alegría y las otras emociones esenciales intentaron pararle los pies, Ansiedad ordenó a Vergüenza que los detuviera.

—Ahora la vida de Riley es más compleja —explicó Ansiedad—. Requiere emociones más sofisticadas que vosotros. Ahora ya no sois todo lo que ella necesita, Alegría.

Vergüenza metió a las emociones esenciales en un tarro gigante, y la policía mental las llevó a la Cámara. La Cámara contenía todos los secretos de Riley, como Bloofy, un personaje de unos dibujos animados infantiles que a Riley aún le gustaban, y Lance Slashblade, un personaje de videojuego del que Riley se había enamorado.

Bloofy estaba demasiado ocupado hablando con sus espectadores imaginarios como para ayudarlos, mientras que Lance no se creía lo suficientemente fuerte como para llevar a cabo esa tarea.

Entonces, las emociones conocieron al Secreto Inconfesable de Riley. No sabían qué secreto era ni tampoco estaban seguras de querer saberlo. Alegría le suplicó que las ayudara. La enorme figura encapuchada gruñó y rompió el tarro de un puñetazo.

Pero las emociones aún tenían que escapar de la Cámara.

—Mi riñonera tiene justo lo que necesitamos para salir de aquí —dijo Bloofy—. ¡Vamos! Decid todos: ¡Pooouchy!

Cuando todos repitieron la llamada, Pouchy cobró vida y les ofreció tres cosas: un tomate, una rana y una barra de dinamita. Ira utilizó la dinamita para hacer estallar la puerta, ¡y las emociones salieron corriendo de la Cámara!

Después, Alegría les contó su plan: quería recuperar la Identidad de Riley, que estaba en el Fondo de la Mente, antes de que Ansiedad creara una nueva.

Alegría señaló la Identidad, un puntito que brillaba a lo lejos. La Corriente de la Consciencia los llevaría hasta allí en un abrir y cerrar de ojos, y luego podían utilizar el tubo del Fondo de la Mente para regresar a la Central.

No obstante, cuando se encontraron en un callejón sin salida, las emociones se desanimaron.

Así que… estamos perdidos —refunfuñó Ira.

—¡Uno nunca está perdido si se divierte! —exclamó Alegría.

Gracias a Ansiedad, Riley se levantó antes del amanecer para entrenar. Cada vez que fallaba un lanzamiento, se obligaba a dar una vuelta a la pista. De repente, se dio cuenta de que no estaba sola. ¡Val también había ido antes! Val quedó tan impresionada al verla que la invitó a quedar con ellas esa noche.

Mientras tanto, Alegría y las otras emociones llegaron a la Corriente de la Consciencia. Como Riley estaba pensando en comida, bajaban flotando todos sus alimentos preferidos. Al ver un trozo de pizza de masa gruesa, pensaron que sería una barca perfecta. Asco, Miedo e Ira se subieron encima de inmediato.

Pero Tristeza les hizo ver que una de las emociones tenía que volver a la Central para apretar el botón de recuperación de la consola. Era la única manera de que las emociones pudieran salir del Fondo de la Mente y llegar a la Central a tiempo. Alegría suspiró al darse cuenta de que Tristeza tenía razón.

Las emociones bajaron de su embarcación y se acercaron corriendo a un tubo de recuperación. Todas miraron a Tristeza.

—¡No, no, no! ¡Yo no! —exclamó Tristeza.

—Tristeza, ¡tú podrías hacerlo! —dijo Alegría mientras le daba un walkie-talkie—. Te avisaremos cuando estemos ahí y, entonces, nos llevarás de vuelta.

—Alegría, yo no puedo hacerlo —lloriqueó Tristeza—. ¡No soy fuerte como vosotros!

¡Sí que lo eres! —dijo Alegría—. ¡Tú puedes!

De mala gana, Tristeza empezó a trepar por el tubo.

El resto de las emociones volvieron a la Corriente de la Consciencia. Nada más llegar, se dieron cuenta de que los pensamientos de Riley habían cambiado y no les quedó más remedio que subirse a un ramito de brócoli, la peor pesadilla para Asco.

Ese día, después de entrenar, Riley salió del vestuario con las Fire Hawks. Dani se paró delante del despacho de la entrenadora.

—Mirad. Esa es la libreta roja —dijo—. Contiene todo lo que la entrenadora piensa de nosotras, tanto lo bueno como lo malo.

Riley miró fijamente la libreta, preguntándose qué habría escrito sobre ella.

Esa noche, mientras Riley estaba con las Fire Hawks, sentía que le costaba seguir las conversaciones. Le tocaba a Ennui arreglar la situación.

Para encajar con las Fire Hawks, Riley recurrió al sarcasmo. Se burló de una banda de música que en realidad les encantaba a sus amigas y a ella. Las Fire Hawks se reían, pero Bree y Grace no. La nueva Riley las hería y confundía.

Las bromas sarcásticas de Riley también cambiaron su Mundo Mental. Mientras Alegría y las demás emociones bajaban rápidamente por la Corriente de la Consciencia, el suelo se abrió. ¡Estaban a punto de precipitarse al Abismo del Sarcasmo!

¡Evacuemos el brócoli! —gritó Alegría.

Las emociones saltaron a la orilla, pero Alegría no consiguió llegar. Se agarró al borde del abismo mientras el brócoli que les había hecho de embarcación se perdía en las profundidades.

Después de que las emociones agarraran a Alegría y la pusieran a salvo, echaron a caminar junto al Abismo del Sarcasmo. Horas después, habían perdido de vista la Identidad. Alegría se subió a una plataforma elevadora para intentar tener mejores vistas. Pero, cuando vio que los botones no funcionaban y que las otras emociones no dejaban de quejarse, Alegría finalmente se rindió.

—Ansiedad tiene razón —dijo cabizbaja—. Riley no nos necesita tanto como a ellos. Y eso duele. Duele mucho.

Las otras emociones nunca habían visto así a Alegría.

Ira, Asco y Miedo sabían que tenían que ayudar a Alegría y a Riley. Ira le quitó una aspiradora a un trabajador mental que estaba desechando recuerdos. Las emociones se sentaron encima de la aspiradora y, al hacer que expulsara los recuerdos, salieron propulsadas y aterrizaron en lo alto de los estantes de la Memoria a Largo Plazo.

—Mirad… —dijo Alegría

A lo lejos, volvía a vislumbrarse el brillo de la Identidad. De nuevo esperanzadas, las emociones se dirigieron hacia allí.

En la Central, Vergüenza había descubierto algo: ¡a Tristeza! Tristeza se había colado dentro mientras las otras emociones estaban distraídas. Temía que Vergüenza la delatara, pero, en lugar de ello, vio que deslizaba unos libros para esconderla mejor.

Alegría y el resto de la pandilla llegaron a Imaginalandia, donde descubrieron que el Castillo de las Almohadas alojaba cientos de cubículos y pantallas de proyección. Los trabajadores mentales dibujaban imágenes de todo lo que podía salirle mal a Riley.

Ansiedad daba órdenes desde una pantalla gigante.

—¡Tenemos que ayudar a Riley a prepararse!

Mientras las pantallas mostraban a Riley fallando goles y decepcionado a la entrenadora, Riley daba vueltas en la cama.

¡Usan la imaginación de Riley en su contra! —exclamó Asco.

—¡No podemos permitir que le haga esto a Riley! —dijo Alegría—. ¡Tenemos que detenerla!

Alegría dibujó proyecciones positivas de Riley marcando goles y celebrándolos con su equipo. Después, con la ayuda de Ira, convenció a los trabajadores mentales para que se rebelaran, y estos empezaron a derribar los proyectores y a lanzar almohadas.

Cuando Ansiedad llamó a la policía mental, Alegría y las otras emociones se vieron obligadas a huir.

—¡Deprisa! ¡Hacia el desfile de futuras profesiones! —gritó Alegría.

Las emociones se agarraron a las cuerdas que colgaban de un globo que representaba a Riley como jueza del Tribunal Supremo. Y así salieron volando de Imaginalandia.

Ansiedad bajó un montón de recuerdos al Sistema de Creencias y, de las antiguas creencias de Riley, surgieron nuevos hilos de creencias naranjas. Solo era cuestión de tiempo que Ansiedad tuviera las creencias suficientes para poder crear una nueva Identidad.

Pero, hasta entonces, ¿qué podía hacer para que Riley tuviera ventaja en el último partido del campamento?

Ansiedad se dio cuenta de que si averiguaban lo que la entrenadora pensaba de Riley, sabrían cómo impresionarla. ¡Tenían que leer su libreta!

Riley se escabulló del dormitorio y fue de puntillas hasta el despacho de la entrenadora. Estaba a punto de abrir la libreta cuando se vio a sí misma en un reflejo. Se puso a llorar y volvió a dejar la libreta sobre el escritorio.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Ansiedad.

Entonces, ¡la consola se volvió azul! Ansiedad sabía que era cosa de Tristeza. Pero ¿dónde estaba? ¿Cómo se había hecho con el control?

En el dormitorio, descubrió que salía un suave brillo de debajo de una colcha. Tristeza utilizaba el móvil de Ennui para dirigir la consola.

—Sé que salir a husmear no es lo mejor, pero es la única manera de ayudarla —le dijo para calmarla antes de quitarle el móvil de las manos.

Con Ansiedad de nuevo al mando, Riley volvió a coger la libreta. La hojeó hasta que leyó: «ANDERSEN: AÚN NO ESTÁ LISTA». ¿Que aún no estaba lista? A Riley se le cayó el alma a los pies.

Espera. ¡¿La entrenadora ya lo ha decidido?! —exclamó Ansiedad—. ¿No vamos a entrar en el equipo?

Ansiedad se puso a caminar de un lado a otro.

—Vamos a tener que hacer que la entrenadora cambie de opinión. Lo que significa que necesitaremos ideas… ¡muchas ideas!

Apretó varios botones y movió algunas palancas para crear una lluvia de ideas. ¡Cientos de ideas inundaron la Central!

Mientras tanto, Alegría y las otras emociones se vieron atrapadas en la intensa lluvia de ideas. Estallaban relámpagos mientras las ideas caían del cielo. Miedo se fijó en que las ideas volaban hacia arriba y salían de la tormenta. Al ver pasar una de grandes dimensiones, les dijo a las emociones que se agarraran a ella.

Pero Alegría no quería que las malas ideas llegaran hasta Riley, así que intentó destruir tantas como pudo.

—Alegría, en el peor de los casos, Riley sobrevivirá —dijo Miedo—. ¡Pero no puedo decir lo mismo de nosotros!

Todos saltaron a la enorme bombilla y se aferraron a ella.

Mientras la gran idea se dirigía al tubo conectado con la Central, las emociones tuvieron que soltarse ¡y se precipitaron hacia el suelo! Miedo les dijo a todos que se agarraran a él y, entonces, abrió su paracaídas de emergencias.

¿Llevas un paracaídas? —le preguntó Asco estupefacta.

—Eh, sí —dijo Miedo—. La pregunta es: ¿por qué vosotros no?

Las emociones aterrizaron sanas y salvas.

Alegría y las otras emociones corrieron hacia la Identidad, que brillaba en el Fondo de la Mente. Pero pronto se dieron cuenta de que estaba en lo alto de una montaña de recuerdos. Todos se sorprendieron al ver la cantidad de recuerdos malos que había mandado allí Alegría, incluida ella misma.

Sintiéndose aliviada al pensar que Riley estaba protegida de todos aquellos malos recuerdos, Alegría empezó a escalar la montaña.

La mañana del partido final del campamento, Riley se tiñó de rojo un mechón de pelo para ir igual que las Fire Hawks. Ahora que parecía y hablaba como una Fire Hawk, era hora de que también jugara como una de ellas.

Con la gran idea que había obtenido con la lluvia de ideas, Ansiedad planeó marcar tres goles en un mismo partido, algo que ninguna jugadora había conseguido nunca en el campamento.

Riley marcó el primero fácilmente. En la siguiente jugada, robó el disco a una compañera de equipo, se dirigió a la portería… ¡y gol!

Ahora solo le faltaba marcar un gol. ¡Ansiedad estaba pletórica! Pero, de repente, Riley empezó a cometer un error tras otro. Primero, se cayó en el hielo.

Después, una adversaria le robó el disco. La entrenadora Roberts escribió algo en su libreta.

Ansiedad se aferraba a la consola: ¡tenía que marcar el último gol! Cuando otra jugadora se interpuso en el camino de Riley, ella la golpeó con el hombro. ¡Era Grace! Grace se cayó y resbaló hasta la valla. La entrenadora Roberts mandó a Riley al banquillo.

En el Fondo de la Mente, Alegría finalmente había llegado hasta la Identidad.

¡Aquí está! —exclamó.

La Identidad se desvanecía con rapidez. ¡Tenían que volver cuanto antes a la Central!

Pero Ansiedad también había conseguido su objetivo. Le había creado a Riley una nueva Identidad, que manifestaba algo inesperado: «No soy lo suficientemente buena».

—¿Por qué dice eso? —preguntó Envidia.

Las otras emociones también estaban preocupadas.

Ansiedad reaccionó deprisa.

¡No os preocupéis! —les dijo—. Simplemente ahora sabe que uno siempre tiene margen de mejora. ¡Estará bien!

De repente, la voz de Alegría se oyó por el walkie-talkie de Tristeza.

—Tristeza, tenemos la Identidad. ¡Tráenos de vuelta!

Tristeza apretó el botón de recuperación para activar el tubo del Fondo de la Mente. Pero, de inmediato, Ansiedad arrancó el tubo del techo, ¡el cual se desplomó entero, desde ahí hasta el Fondo de la Mente! Ahora Alegría y las otras emociones no tenían manera de volver a la Central.

Aturdida, Alegría miraba fijamente cómo se iba desvaneciendo la Identidad de Riley.

Venga, va. ¿Qué se me está escapando?

—Alegría… Y ahora… ¿qué hacemos? —preguntó Asco.

—No lo sé —admitió Alegría—. No sé cómo detener a Ansiedad. Tal vez no podamos. Tal vez esto es lo que pasa cuando uno crece. Que siente menos alegría. —Alzó la Identidad—. Pero hay una cosa que sí sé: Riley nunca será ella misma si no devolvemos esto a la Central, ¡y rápido!

Mientras tanto, Ansiedad iba frenética de un lado a otro de la consola, apretando botones y tirando de palancas sin parar. Sus movimientos creaban una intensa vorágine que impedía que las otras emociones pudieran acercarse.

Riley se sentía tan sobrepasada que le costaba respirar. Grace y Bree se dieron cuenta y se acercaron al banquillo para ver si estaba bien.

A las emociones esenciales se les agotaba el tiempo.

—Yo tengo una idea, pero no me gusta nada —dijo Ira.

—Ira —dijo Alegría—, Riley nos necesita.

Ira cogió aire y exclamó:

¡Pooouchy!

Cuando las otras emociones también llamaron a su viejo amigo, Pouchy apareció. De inmediato, Ira le metió la mano en la boca y sacó unas barras de dinamita. Alegría supo exactamente qué debía hacer con ellas.

Las emociones colocaron la dinamita a lo largo de un peñasco que contenía la montaña de recuerdos. Querían provocar una avalancha de recuerdos que los arrastrara hasta el Sistema de Creencias.

Alegría sabía que el plan tenía muchos riesgos y fisuras, pero todos estaban dispuestos a hacer cualquier cosa.

¡Ya venimos, Riley! —exclamó Miedo.

Detonaron la dinamita. ¡BUM! Los recuerdos bajaron rodando por el desfiladero mientras las emociones procuraban mantenerse a flote.

Alegría saltó por el borde del Abismo del Sarcasmo y fue a parar a la Corriente de la Consciencia. Los recuerdos caían a su alrededor y se hundían en el agua. La corriente la arrastró hasta la orilla del Sistema de Creencias. De la avalancha de malos recuerdos surgieron nuevos hilos de creencias.

Pero ahora Alegría no podía preocuparse de eso. Ella y las demás emociones corrieron hacia el ascensor que las llevaría de vuelta a la Central.

Cuando llegaron a la Central, Alegría y las otras emociones intentaron arrancar del pedestal la Identidad que había creado Ansiedad. Pero, con Ansiedad al mando, era imposible.

Alegría avanzó contra la furiosa ventolera hasta que consiguió entrar en la vorágine. Ansiedad estaba bien aferrada a los controles.

—Ansiedad, tú no puedes decidir quién es Riley —le dijo Alegría—. Déjala.

Durante unos instantes, Ansiedad se quedó quieta. Después, soltó los controles, y Alegría la sacó de la vorágine.

Alegría reemplazó la Identidad de Ansiedad por la original, pero la tormenta huracanada no se detuvo.

—Alegría, lo siento —dijo Ansiedad—. Yo solo quería protegerla, pero tienes razón. Nosotros no podemos decidir quién es Riley.

Alegría se dio cuenta de que ella también había cometido errores. Mandar los malos recuerdos al Fondo de la Mente también impedía que Riley fuera ella misma. Solo podían hacer una cosa. Alegría retiró la Identidad original para dejar que todos los hilos de creencias —desde las mejores hasta las peores— formaran una nueva Identidad que estuviera en constante cambio.

Alegría dio un abrazo protector a la nueva Identidad. Cuando las otras emociones se unieron al abrazo, la tormenta amainó.

Retrocedieron para admirar la Identidad, una identidad que cambiaría con Riley pero que al fin encajaría con ella.

Riley empezó a calmarse. Pidió perdón a Grace y a Bree por su comportamiento y admitió que se había tomado mal que las dos fueran a ir a otro instituto.

—Si no queréis que sigamos siendo amigas, lo entenderé. Pero espero que podáis perdonarme. Algún día.

Grace y Bree extendieron el puño para chocarlo con ella.

—Vamos —dijo Grace—. Tenemos un partido que terminar.

En la Central, alrededor de Alegría se formaron unas partículas doradas que se fueron flotando hacia la consola, dejando una estela centelleante.

Alegría, Riley te quiere a ti —dijo Tristeza.

Alegría empezó a manejar la consola.

Riley volvió a la pista con Grace y Bree. En lugar de intentar ganar, recordó lo mucho que le gustaba el hockey y jugó para disfrutar.

Al final del partido, Riley, Grace, Bree y las Fire Hawks se felicitaron unas a otras por haber acabado el partido y por el tiempo que habían pasado en el campamento. Riley miró a sus amigas con una sonrisa radiante, tanto a las antiguas como a las nuevas.

Las emociones observaban lo que ocurría desde la Central, sintiéndose felices y orgullosas de su chica.

Unos meses después, Riley estaba en la cafetería del instituto con Val y las Fire Hawks. La entrenadora Roberts había quedado impresionada con ella durante el campamento y la había invitado a las pruebas oficiales. Riley miraba fijamente su teléfono, esperando el resultado. ¿Había conseguido entrar en el equipo?

En la Central, Ansiedad no paraba quieta.

—¿Y si no llegamos a ser una Fire Hawk? —dijo mientras empezaba a imaginar todas las cosas malas que eso implicaría.

Nosotros no podemos controlar si Riley entra en el equipo —le recordó Alegría. Y la llevó a un sillón de masajes para que se relajara un poco.

Incluso Ira y su nuevo amigo, Pouchy, tenían puestas grandes esperanzas en Riley.

Riley sabía que estaría bien incluso si no lograba entrar en el equipo. Siempre podía volver a intentarlo el año siguiente. Y pasara lo que pasara, las emociones siempre amarían cada parte de ella, cada preciosa y complicada parte de su ser.

Cuando su teléfono hizo un ruidito, Riley leyó el mensaje y luego se miró en el espejo de su taquilla con una sonrisa.