ORÍGENES E HISTORIA

Existen varias teorías sobre el origen y la antigüedad del boyero de Berna. Una de las más habituales y repetidas propone que los dogos europeos, en cuyo grupo se incluye el boyero de Berna, descienden del dogo del Tíbet, que llegó a Suiza a través de una cadena que se inicia en los asirios y continúa por los antiguos griegos y los romanos.

UNOS ORÍGENES IMPRECISOS

Por tentadora que pueda parecer la hipótesis indicada arriba, no parece ser válida. Una pequeña lámpara de arcilla, hallada en Vindonissa (Suiza) durante una excavación realizada en un campamento militar romano, adornada con la efigie de un perro de pelo largo con la cola alzada, no es suficiente para determinar qué raza fue la que inspiró esta imagen, y qué tamaño real tenía.

A principios del siglo XX se realizaron estudios genealógicos que abarcaban cientos de años, cuyo fin era demostrar que el lobo no tenía nada que ver con el perro doméstico. En efecto, la mentalidad de la época se negaba a aceptar la idea de que un perro de raza pudiera tener la misma sangre que aquel monstruo sanguinario y salvaje.

Lo único cierto es que en Suiza hay perros desde el año 4000 a. de C., y que en una época que podríamos situar entre los años 1000 y 600 a. de C. había canes de un formato exacto al boyero de Berna. En los restos de un poblado a orillas del lago Zúrich, ocho de los cráneos de perro descubiertos en 1924 miden, como mínimo, de 180 a 205 mm de longitud, lo cual corresponde a la medida del cráneo de un boyero de Berna. Sin duda, los romanos que se instalaron en Suiza ya poseían algunos perros. Los restos de los esqueletos, cuyos tamaños van desde la medida de un teckel a la de un pastor alemán, no nos proporcionan ninguna indicación respecto a la raza a que habrían podido pertenecer. Sin embargo, lo que está claro es que el boyero de Berna no existe, como raza, hasta principios del siglo XX. Se estabilizó poco a poco a partir de perros indígenas de los que ignoramos por completo los orígenes, la época y las transformaciones que experimentaron a lo largo de los años. De todos modos, ciertos indicios permiten afirmar que se trata de una raza muy antigua y localizada, pero nadie tiene pruebas de su antigüedad real.

HISTORIA DE LA RAZA

La producción lechera era una de las principales riquezas agrícolas del país. La leche se consumía en el lugar donde se producía o se transformaba en mantequilla y quesos, como el emmental o el gruyer. El pasado del boyero de Berna está muy unido a la historia de su región: la colonización que tuvo lugar entre los siglos VIII y X, la orientación hacia la ganadería y su decadencia a partir del siglo XIX.

Un importante narrador de la vida rural bernesa, el Sr. Gotthelf, nos ha dejado magníficas descripciones de perros de granja de Berna, entre los años 1836 y 1850. Desafortunadamente, el autor no describe detalladamente estos canes, y sólo aclara que un perro llamado Ringgi tenía un collar blanco y que Bläss poseía una lista blanca entre los ojos hasta la parte posterior del cráneo. En lo que respecta a las distintas razas suizas, en aquella época todavía no tenían nombre.

Las pinturas y los dibujos de los siglos VII y XVIII muestran perros grandes de tipo dogo con una cabeza de dimensiones normales y orejas colgantes triangulares, unos miembros robustos y una frente que se llevaba alta la mayor parte del tiempo. No existe ninguna unidad de color o de pelaje.

Encontramos, pues, todas las variedades posibles, que van desde un perro blanco con manchas de colores, pasando por el blanco y amarillo, hasta el leonado con manchas blancas y negras. Existen algunos pelajes tricolores, pero desgraciadamente no son más habituales que los otros. El parecido morfológico de todos estos perros es sorprendente, y sin duda está relacionado con sus funciones prácticas.

Entre los siglos VIII y X, los territorios prealpinos de Schwarzenburg y Emmenthal, la región de Berna y de Bürgdorf fueron colonizados. Los colonos se instalaron en tierras que pertenecían a la nobleza o a los monasterios, roturaron los bosques para cultivar las tierras y construyeron allí. Las explotaciones consistían en granjas aisladas, que a veces se juntaban para formar aldeas, pero que raramente llegaban a constituir pueblos. Las condiciones climáticas, el tipo de suelo y los acontecimientos políticos contribuyeron a mejorar las condiciones de vida de los campesinos berneses y a aumentar su seguridad económica; gozaban de un bienestar material único, en comparación con las condiciones en las que vivían las poblaciones rurales de las otras regiones y cantones. De ahí surgió la conveniencia de tener perros de granja de un tamaño bastante imponente.

Existen diversas teorías que intentan explicar el origen del boyero de Berna

LA VOZ DE UN EXPERTO CINÓFILO

El Dr. Scheidegger, veterinario en Heim, escribía: «Para un campesino, un perro es bueno si hace la guarda sin morder, sigue a su dueño a pie, camina entre las ruedas del carro sin ponerse a jugar en los cultivos, defiende a su amo en caso de necesidad, guarda los objetos que se dejan en los campos, no caza, no ataca a los gatos ni a las gallinas, ni tampoco merodea. La disposición hacia la guarda es muy acusada en el boyero de Berna, aunque también le gusta participar en los juegos de los niños. Es atento, observador y demuestra ser un animal inteligente y reflexivo. Es vivo y cariñoso, simpático, fiel, leal y valiente; no conoce el miedo, pero tampoco busca pelea. Todas estas características son el resultado de una selección bien conducida y están profundamente arraigadas en el boyero de Berna».

Las granjas bernesas, debido a su opulencia, no tardaron en atraer a mendigos, pobres y vagabundos, un flujo de personas que aparece mencionado a partir del siglo XVI en los anales del cantón de Berna. Acudían a mendigar y los granjeros ricos temían negarse por miedo a las represalias en forma de incendios o robos, y, sobre todo, por la posibilidad de epidemias. Por tanto, en este contexto se convirtió en imprescindible saber quién llegaba y quién se marchaba.

Este conjunto de circunstancias constituyó, sin duda, la base de una selección rigurosa a fin de crear un can que respondía a las necesidades de la población: es decir, un perro de un tamaño respetable, atento, incorruptible, con mucho apego por sus dueños, y también por los animales y los objetos de la granja, que sabe cuál es su radio de acción y defiende su territorio. No se trata de un perro peligroso, sino de un animal capaz de proteger a los suyos y a sus bienes contra aquellas personas que puedan presentarse albergando malas intenciones.

Todas estas características se encuentran en el boyero de Berna, y son estas, más que el color del pelaje, las que despertaron el interés de los cinólogos a finales del siglo XIX.

El campesinado de la zona prealpina de Berna gozaba de una riqueza económica que le permitía mantener perros de talla grande, como hemos visto anteriormente. En aquella época, el vaquero era una persona respetada que combinaba las funciones de granjero especialista en la cría del ganado bovino y productor de queso. Los perros de granja de Berna fueron asimilados rápidamente con los boyeros (un término que proviene del latín bovarius y significa «especializado en la conducción de ganado de gran tamaño»), ya que esta actividad se encontraba relacionada directamente con la existencia de los vaqueros.

En la Edad Media, la nobleza y el clero confiaron sus rebaños bovinos a los vaqueros. En el periodo que va del siglo XVI al XVII, estos se convirtieron en propietarios de los rebaños, que llevaban a pastar a los valles alpinos, y dispusieron libremente de sus vacas y de los productos lecheros que les proporcionaban. Poco a poco, se tejió una estrecha relación entre los agricultores del valle y los pastores, seguramente única en su género. Al llegar el otoño, los vaqueros llevaban sus rebaños a regiones más bajas y menos hostiles, y alquilaban una vivienda a los campesinos, que estaban contentos de poder venderles heno, víveres y leña, ya que los pastores eran buena gente y, a su vez, les abastecían de estiércol. Inevitablemente, con el paso de los siglos, los perros de las granjas y los de pastor se mezclaron hasta el punto que se podía encontrar a uno de cada en una misma camada.

Fue así como el boyero de Berna unió poco a poco sus cualidades de conductor de rebaños con las de guardián de la granja. Entre 1839 y 1860 se abrieron queserías en las llanuras, ya que se descubrió que la calidad del queso hecho con leche de vacas de los valles y de la llanura era idéntica a la del queso de los Alpes. Este hecho supuso el fin de la colaboración secular entre campesinos y pastores, pues los agricultores incrementaron sus rebaños lecheros y, de esta manera, privaron a los vaqueros de sus refugios de invierno. A los perros boyeros se les confió una nueva tarea: allí donde la configuración del suelo lo permitía, se les enganchó a una carreta y, después del ordeño, se encargaban de transportar la leche de la granja hasta la quesería. Así, la imagen del can que trabajaba como guardián de vacas se transformó en la del perro de la quesería.

La predisposición hacia la guarda es uno de los rasgos del boyero de Berna

UNA NUEVA DENOMINACIÓN

La denominación perro de Dürrbach o Dürrbachler, derivada del nombre de la aldea de Dürrbach. Apareció probablemente a finales del siglo XIX en la ciudad de Berna y sus aledaños en el momento de la creación de la Sociedad Cinológica Suiza. Un criador de San Bernardos de la época nos ha dejado una descripción de los perros que había en el cantón de Berna. Según él eran de la raza Riggisberg; pero, antiguamente, la pequeña aldea de Dürrbach formaba parte del municipio de Riggisberg, y resulta fácil suponer que aquellos perros eran en realidad Dürrbachler. Hay que saber también que en aquel tiempo, la aldea de Dürrbach estaba formada por una granja y un hostal.

Gracias a la instalación de los principales ejes ferroviarios de Europa después de 1860, la cría de perros de razas grandes conoció un periodo de auge, especialmente el San Bernardo. La demanda era alta y los precios elevados, y como no existía ningún estándar de la raza, los grandes perros de granja del cantón de Berna se exportaron con la denominación de grandes perros de los Alpes. Los canes con manchas de color amarillo o fuego estaban muy valorados, mientras los boyeros tricolores fueron rebajados a la categoría de simples perros guardianes de vacas.

La moda fue la responsable de que se importaran perros de las razas leonberg, dogo y terranova, que, de vez en cuando, se cruzaban con los perros autóctonos.

El territorio de Schwarzenburg es una región que se abrió al mundo exterior relativamente tarde. Al igual que en Emmenthal, su estructura rural se caracterizaba por la presencia de granjas aisladas y la trashumancia del ganado bovino entre los pastos de verano en altitud y los valles. En esta difícil región, se refugió durante los siglos XVI y XVIII un gran grupo de mendigos que vivía miserablemente de la venta de los productos que confeccionaban. A ningún comerciante de perros se le habría pasado por la cabeza ir a buscar animales de calidad superior en este rincón perdido del mundo. Por ello, allí los perros de granja de pelaje tricolor pudieron conservarse sin perder ni un ápice de su calidad. Atados a una carreta, hacían las veces de caballo para los comerciantes ambulantes de Rueschegg cuando iban a vender su mercancía a los valles. La preferencia por los perros de pelo largo estaba motivada por el riguroso clima. Además, corría una superstición popular en la época según la cual el perro negro alejaba los malos espíritus, lo que sin duda favoreció la aparición de pelajes con predominio de este color.

En el siglo XIX, el hostal de Gurnigelwald adquirió fama mundial gracias a sus manantiales y a sus instalaciones. En 1857 se instauró un servicio regular de diligencias que unía el establecimiento termal de Berna con la línea de ferrocarril Berna-Bâle y pasaba obligatoriamente por Dürrbach. La carretera tuvo que ser ensanchada y mejorada para satisfacer las exigencias del tráfico, y fue durante mucho tiempo la única vía de acceso a las regiones de Gurnigel y Schwarzenburg. Este hostal de Dürrbach era el punto de encuentro de quienes querían vender o comprar vacas, queso o acudían a cazar en los bosques cercanos acompañados de sus perros. Su propietario poseía también perros de este mismo tipo que servían de guardianes y conductores de ganado. Los carniceros, lecheros, artesanos y jardineros de Berna que habían comprado buenos canes de trabajo a su paso por el hotel en cuestión les bautizaron, como es lógico, como perros de Dürrbach. Y así se expandió por el resto del cantón este nombre para designar a los grandes perros tricolores aptos para el tiro, la guarda y la conducción de ganado.

No fue hasta relativamente tarde cuando los criadores de perros de raza del cantón de Berna decidieron agruparse. En 1899 fue creada la sociedad cinológica «La Berna». Esta organización permitió a los criadores y propietarios de perros plantear los problemas relacionados con la cría. La exposición nacional celebrada en Galgenfeld, Ostermudigen, reunió a 320 canes de razas diferentes. El periódico Tierbörse publicó el siguiente artículo sobre este tema, firmado por el redactor Tagmann: «Esta exposición incluía una clase a prueba. Era la de los Dürrbachler, un tipo de perro que desempeña en el cantón de Berna la misma función que en el cantón de Appenzell el boyero del mismo nombre, con la diferencia de que el primero es más grande y tiene el pelo largo. Es de color negro y fuego con una mancha roja sobre los ojos, como el pinscher enano alemán. Los Dürrbachler deben su nombre a la localidad de Dürrbach, en el cantón de Berna, una región donde se crían y son apreciados desde hace mucho tiempo. Si un criador con iniciativa se ocupara de esta raza e hiciera la publicidad indispensable para darla a conocer, tendría tanto derecho a la existencia como muchas otras particularidades de la cría canina que hoy se han presentado en esta exposición como perros de raza de sangre azul».

El nombre «boyero de Berna» fue aceptado en 1913

Los berneses siguen manteniéndose fieles al nombre Dürrbachler

Según los datos registrados en la RSCE, las inscripciones en el LOE de las cuatro variedades de boyeros suizos en España son las que reflejan la siguiente tabla:

Inscripciones en el LOE de las cuatro variedades suizas en España: boyero de Berna, de Appenzell, de Entlebuch, gran boyero

 

2002

2003

2004

2005

2006

2007

Boyero de Berna

115

75

107

116

101

172

Boyero de Appenzell

0

0

0

1

0

0

Boyero de Entlebuch

0

0

0

0

1

0

Gran boyero suizo

0

1

1

1

0

1

Cuatro Dürrbachler participaron en esta exposición, procedentes de la ciudad de Berna y alrededores. Sin embargo, no fueron inscritos en el Libro de Orígenes suizo, porque con una sola presentación en una exposición no bastaba para figurar en él. El promotor de esta raza, ignorada por los medios cinófilos, fue Fritz Probst (1867-1945), un restaurador y cazador bernés; también era criador de perros de caza y le gustaban los animales. Era miembro de La Berna y conocía los problemas que afectaban a los perros de raza, sobre los cuales se discutía en las reuniones. En sus salidas al bosque veía a menudo ejemplares de Dürrbachler en las granjas aisladas o en la ciudad, tirando de carretas, y se sentía atraído por este perro. En Berna, el profesor Heim del Instituto Geológico de la Escuela Politécnica Federal de Zurich, conocido también por su faceta de criador de terranovas y juez de exposición, famoso en Suiza y en el extranjero, vio por primera vez ejemplares de Dürrbachler participando en una prueba de trabajo en agua con sus terranovas. La Sociedad Cinológica Suiza ya había confiado los boyeros de Appenzell al profesor Heim, los cuales lo conquistaron rápidamente. Para la siguiente exposición canina, ofreció un premio de diez francos (una cantidad considerable en la época) al mejor perro de esta raza.

Los primeros criadores fueron los «señores de Bürgdorf», Schafroth, Heiniger, Günther (empresarios) y un hombre de negocios, el Sr. Mumenthaler, que compraron sus primeros perros de cría entre 1905 y 1906.

Schafroth, después de buscar mucho, encontró en Gergensee la perra Prisca, y en Reichenbach, cerca de Frutigen, un macho, Bäri, que el profesor Heim designó posteriormente como «el perro más original».

Mumenthaler tuvo la suerte de adquirir a la campeona Belline en Berna y pidió al redactor Tagmann que le encontrara un buen macho, que fue Sultan. Según el profesor Heim, Franz Schertenleib, comerciante de vinos y futuro fundador de un balneario en Rothôbe, ya había comprado un Dürrbachler en 1892 cerca de Riggisberg y lo había llevado a Bürgdorf, pero al parecer no se inició en la cría de esta raza antes de la exposición de Berna. Así pues, se unió a los primeros criadores citados anteriormente y se convirtió en el promotor y el defensor más activo de esta raza, además de un excelente criador.

En 1907, en la exposición canina de Lucerna, los criadores de Bürgdorf presentaron por primera vez sus perros, que fueron juzgados por el profesor Heim. Este escribió un primer artículo publicado en Centralblatt für Jagd und Hunde Liebhaber, el órgano oficial de la Sociedad Cinológica Suiza, después de haber reunido todas las informaciones necesarias aquellos criadores que ese día se encontraban presentes. Sin embargo, algunos ejemplares presentaban un detalle, la trufa partida «que los criadores afirmaban que era propia de un auténtico Dürrbachler», lo que dio lugar al único punto de divergencia entre los criadores y el profesor. Afortunadamente, estos aceptaron eliminar dicha anomalía de la reproducción canina.

En 1907, los criadores decidieron fundar, en una sesión presidida por Fritz Prbst, el Club Suizo del Perro de Dürrbach para la mejora de la raza. Fueron apoyados por Tagmann y alentados por el eco favorable que recibió este proyecto. Con motivo del vigésimo quinto aniversario de la Sociedad Cinológica Suiza, en 1908, este nuevo club logró presentar al profesor Heim veintidós ejemplares de raza Dürrbachler; la mitad de ellos procedían del criadero de Bürgdorf. El futuro de la raza parecía asegurado, y el perro de Dürrbach conquistó pacientemente su lugar entre las razas reconocidas de canes gracias a la iniciativa y al tesón de sus criadores.

En Langenthal, el juez y profesor Heim propuso bautizar esta raza como bouvier bernois (boyero de Berna), por analogía con los otros boyeros suizos. A pesar de la fuerte oposición de los criadores de Bürgdorf y de Berna, esta denominación fue aceptada por la Sociedad Cinológica Suiza en 1913. A pesar de todo, la población de Berna sigue siendo fiel al antiguo nombre de Dürrbachler, aunque esta raza se conoce en todo el mundo con el nombre de boyero «o bouvier» de Berna.

La cría de boyeros de Berna es relativamente reciente en España

PRIMEROS PASOS DE LA CRÍA

De 1913 a 1948, la raza evolucionó poco. En este último año, en Suiza, el terranova negro Pluto von Erlengut consiguió saltar una verja y aparearse con una hembra de boyero de Berna, Christine von Lux.

El 21 de diciembre de 1948 nacieron de esta unión siete cachorros, que parecían terranovas, pero con marcas blancas en las patas. De esta camada, sólo Babette fue montada por un boyero de Berna macho, Aldo von Tiefferurt. El 23 de marzo de 1951 dio a luz a ocho cachorros, dos de los cuales tenían el aspecto de boyeros de Berna, aunque sin manchas blancas en las patas traseras. Una hembra de esta camada, Christine von Schwarzwasserbachli, fue apareada con el boyero de Berna Osi von Allenluften, conocido por proporcionar patas de color blanco. Cinco cachorros nacieron el 15 de marzo de 1952, todos ellos con la apariencia de boyeros. De ellos, sólo Alex y Bella von Angstorf se destinaron a la cría. Alex fue campeón internacional en 1956, y produjo 51 camadas; Bella, apareada con Dana von Enggistein, produjo ocho cachorros boyeros de Berna.

Esta aportación única de sangre de terranova hizo mucho bien a la raza. Alex von Angstorf, uno de los bisnietos de la pareja original, se hizo famoso al producir 51 camadas. Los resultados fueron espléndidos: un brillante pelo negro más bonito, una mejor estructura y, sobre todo, un carácter y un temperamento más tranquilos.

Por desgracia, en los años setenta hubo un grave problema caracterial en los Países Bajos, hasta el punto de que se estableció una prohibición absoluta de reproducción durante dos años seguidos.

Sin embargo, los criadores serios lograron atajar las líneas de sangre afectadas y, en la actualidad, todo ha vuelto a su sitio.

Unos artículos publicados en 1990 sobre unos test de carácter realizados en Inglaterra a boyeros de Berna constatan un número significativo de perros miedosos, tímidos o imprevisibles, los cuales no lograron superar pruebas fáciles. ¿Podría ser el resultado de una excesiva consanguinidad en este hermético país por culpa de la cuarentena?

No hay que olvidar que la agresividad puede aparecer en cualquier raza, sin que la talla tenga algo que ver que ello.

Corresponde a los criadores, pertenezcan o no al club de la raza, afrontar este problema desde que se manifiesta por primera vez, a fin de tomar sin demora todas las medidas necesarias para solucionarlo.