Tú a Valencia y yo a Galicia

Las desgracias vienen todas juntas y no hace falta que lo diga Esperanza Gracia para saberlo. Marina y yo somos la prueba. Vivimos mil y una vidas de lunes a viernes y nos sobra tiempo para que nos pasen catastróficas desdichas de las que no solo nos escapamos sin despeinarnos, si no que salimos con cardado y laca. Meter la mano en nuestro bolso es un viaje al centro de la Tierra, una prueba del Grand Prix, un capítulo de Doraemon.

A simple vista, parecemos la versión española de Tú a Londres y yo a California; parecidas por fuera, pero diferentes por dentro: una con familia feliz y la otra con una desestructurada; una matrícula de honor y la otra con un 0,2 en conducta; elegante frente a descarada; de la capital de la Comunitat Valenciana y de una aldea gallega de treinta habitantes; una sensible y la otra tosca; bis informativa frente a bis cómica; botas de cowboy y zapas; americana y sudadera… Pero aunque al principio de la peli parezca que las diferencias son irreconciliables, agárrate, porque el plot twist está llenito de coincidencias: las dos somos libra sin carnet de conducir; somos desordenadas, procrastinadoras y caóticas; con calcetines, sapos y dragones en el bolso; fiesteras, viajeras, kamikazes, aventureras, pasotas; y a la vez, exigentes hasta la autoflagelación, tanoréxicas y, sobre todo, tardonas. Y en algo más coincidimos: en el bus C52 cada mañana, ese que nos deja en la puerta de nuestro curro en Madrid veinte minutos tarde.

También coincidimos en el destino final: la televisión; el reporterismo; la calle. El plató. Un lugar donde el autoexamen ensancha y el relax limita. Donde hay que ir con la duda metódica de Descartes siempre a proa; con el «hoy arriba y mañana abajo», sin desviar la atención del eje. 

Y, por supuesto, partimos de la misma casilla de salida: piso compartido; una en Malasaña, la otra en la Guindalera, que el alquiler en Madrid está caro para el bolsillo de dos reporteras que no pueden permitirse un adosado en El Viso. 

«¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?», se pregunta Miguel Costas en esa canción que todos habréis tarareado alguna vez de Siniestro Total. Le respondo: nosotras somos puro código binario valenciano y galego y nos dedicamos a surcar mares y bares. 

Nos reconocerás en este libro porque en los capítulos en los que habla Marina en primera persona aparecen unas gafas de sol que nunca se quita. No es que sea un spin off de Grease, es que no ve un burro a tres pasos ni entiende de sencilleces: miop(r)esumida se nace, no se hace. Y cuando lo hago yo, María, sale un sombrero de cowgirl y por un puñado de dólares te revelaré su significado. O bueno, también puedes leer este libro y te saldrá gratis. Ah no, que ya lo has pagado. Si es que la información siempre tiene un precio.

¿A dónde vamos ahora? ¡Al bus! Coge aire y esprintemos, que quedan tres minutos para que salga el C52 del intercambiador de la madrileña plaza de Castilla.

 

 

 

 

Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.