Incluso para los glaciales estándares del Ártico, los pueblos inuits de Alaska, Canadá y Groenlandia concibieron una visión del inframundo notablemente gélida. Tu destino más probable en este itinerario es una inquietante casa que parece directamente sacada de una película de terror moderna de ínfimo presupuesto, pero al menos solo tendrás que pasar un año allí.
Según los inuits, todos los seres vivos poseen un alma, que llaman tarniq. Tu tarniq es una versión diminuta de ti mismo que vive dentro de una burbuja en la ingle y flota a su aire en el momento de tu muerte. ¿Has cometido alguna fechoría o acto de violencia en tu vida? En ese caso, no hay buenas noticias. Te dirigirás a Adlivun, una tierra que se halla bajo el mar.
Adlivun es un oscuro y siniestro inframundo de tormentas eternas. Cuando llegues, sigue el rastro de las prendas de ropa que veas en el hielo, dejadas allí por las víctimas ahogadas. Te conducirán a la puerta de la Mujer del Mar. Se la conoce por muchos nombres —Takannaaluk, Nerrivik, Idliragijenget—, pero la mayoría la llama Sedna.
La morada de Sedna, la Casa del Viento, podría tener el aspecto de un simple iglú o el de una gran mansión de piedra y costillas de ballena. Ten cuidado al entrar, porque el perro de Sedna estará tendido en el umbral sur, royendo unos huesos de pinta sospechosa.
Una vez que estés dentro de la penumbrosa casa, oirás los terribles suspiros y gemidos de los muertos, amortiguados como si proviniesen de debajo del agua, así como los soplidos y los chapoteos de las criaturas marinas. En el otro extremo de la sala, estará Sedna, sentada sobre un lecho y de espaldas a una lámpara de piedra. Sedna conserva las almas de las criaturas marinas en el cuenco recogegotas de la lámpara y les otorga una nueva vida con cuerpos nuevos. (La excepción son los tiburones, que guarda en su orinal. Por eso la carne de tiburón tiene ese sabor úrico, como a amoniaco, por si alguna vez te lo has preguntado.)
El rostro de Sedna, con su único ojo inexpresivo, está tapado por su cabello sucio y enmarañado. Está casi asfixiada por el fétido humo que sube, el de las nubes de pecados desde el tormento de los muertos. En cuanto te hayas hecho a la idea de esta espeluznante escena, notarás algo en el tobillo, frío y agrietado como el cuerno de un caribú. La helada mano de la muerte ha salido de debajo de una piel de oso y te ha atrapado con su firme garra. Es el padre de Sedna, a quien se trajo a vivir con ella en Adlivun. A él también le faltan un ojo y algunos dedos, debido a la venganza de Sedna, mucho tiempo atrás. Él está al otro lado de la sala, congelado y casi inmóvil bajo unas viejas y mugrientas pieles, y está esperando a meterte bajo sus mantas y a atormentarte durante un año mientras yaces a su lado, sufriendo por todos tus pecados.
Una vez cumplido tu tiempo con el perturbador padre con la piel de oso, puede que te reencarnes en una de las criaturas marinas de Sedna, pero la mayoría de los muertos son entregados a los qimiujarmiuts, «los habitantes de las tierras angostas» que viven en medio de un mar subterráneo. Allí podrás vivir y cazar abundantes piezas en la Tierra de los Muertos para siempre.
Hay un grupo de personas que se libran de los horrores de Adlivun. Si has llevado una vida virtuosa o has tenido una muerte violenta (también si te la has provocado tú, lo que podría explicar por qué, a lo largo de la historia, el suicidio no ha sido muy infrecuente en algunas culturas inuits), puedes seguir el rastro del arcoíris y ascender al amanecer en dirección a Qudlivun, la tierra del espíritu de la luna.
El espíritu de la luna había sido antes Igaluk, un muchacho ciego al que un somormujo atrajo mar adentro en un kayak y le otorgó un «segundo sentido de la vista». Cuando él y su hermana Malina ascendieron al cielo, se persiguieron el uno al otro, como el sol y la luna. La luna nocturna es Igaluk, que surca los cielos en su trineo tirado por perros sobre el hielo celeste y los bancos de nieve de las nubes. Es un poderoso cazador y bondadoso protector de su reino celestial abovedado, que rota alrededor de las montañas del norte.
Qudlivun es un inigualable paraíso al aire libre. Allí las «gentes diurnas» viven en una tierra donde nunca hay hielo o nieve, y pueden cazar todos los ciervos que quieran. Estarás contento, en un clima cálido eterno y jugando con una cabeza de morsa a modo de pelota. Tu destreza atlética también será muy valorada en la tierra, porque son esos seres inmortales que le dan patadas a una cabeza de morsa en el cielo los que en realidad producen las auroras boreales. ¿Quién lo hubiera pensado?