¿Qué significa ser rico? Hay muchas respuestas diferentes a esta pregunta, no es fácil determinar qué es exactamente la riqueza. De hecho, algunas de estas definiciones incluyen aspectos que no tienen nada que ver con los ingresos ni los activos financieros, sino que se centran en la salud, en la influencia política... Sin embargo, diluir el concepto de riqueza de esta forma solamente contribuye a complicar las cosas, en vez de aclarar el debate.
¿Cómo definir la riqueza? En la tesis publicada Wege zum Reichtum, de Melanie Böwing-Schmalenbrock, cuando se les pidió que ofreciesen su definición de riqueza, los encuestados sobre esta cuestión en Alemania seleccionaron las siguientes respuestas con mayor frecuencia:1
Algunas de estas afirmaciones siguen siendo un tanto vagas. ¿En qué momento uno deja de «preocuparse» por el dinero? ¿Qué significa «poder permitirte lo que quieras, cuando quieras»? Las respuestas a estas preguntas son, en última instancia, opiniones subjetivas que están sujetas a considerables variaciones dependiendo del individuo del que hablemos. Es más tangible, en cambio, la idea de que los ricos pueden «vivir exclusivamente de los ingresos de las inversiones, sin tener que trabajar».
Pero incluso esta definición no es lo suficientemente específica. Piénsalo por un momento: ¿de qué estamos hablando, de una riqueza suficiente para vivir de los intereses que genera o de una riqueza tan grande que resulta difícil agotarla incluso recurriendo a ella continuamente? Lo segundo requeriría una cantidad de dinero mucho menor que lo primero.
De igual modo, ¿cuántos ingresos necesita una persona para «ganarse la vida»? ¿Y en qué tipo de interés están basadas estas suposiciones? Puede que a la mayoría de las personas les parezca que tener un millón de dólares sea equivalente a haber amasado mucho dinero. Pero ¿realmente un millón es tanto dinero? Ten en cuenta que una persona que tenga un millón de dólares en activos invertibles que se beneficien de una rentabilidad de un 3 % anual después de impuestos y descontando la inflación (lo cual ya no es posible con productos de bajo riesgo como, por ejemplo, los bonos de deuda pública) obtendrá unas rentas de 2.500 euros mensuales, lo cual está lejos de ser suficiente para vivir una vida de lujo. Por eso, en mi estudio The wealth elite, establecí un umbral mínimo de 10 millones de dólares para catalogar a alguien como «rico».
En el World Wealth Report (Informe Anual de Riqueza Mundial) de 2021, publicado anualmente por Capgemini, una de las principales empresas de servicios profesionales del mundo, se divide a los ricos en tres grupos distintos:
Si medimos el número de millonarios en dólares y analizamos cómo se reparten por el mundo, encontramos que el 61 % del total reside en apenas cuatro países: Estados Unidos (6,6 millones), Japón (3,5 millones), Alemania (1,5 millones) y China (1,5 millones). No obstante, hay algunos países muy pequeños donde el número de millonarios es muy alto en relación con el tamaño de la población, como sería el caso de Singapur, donde hay 269.000 millonarios en comparación con una población de 5,8 millones. De igual modo, Japón es el único país grande que puede presumir de tener una proporción más alta de millonarios que Alemania, con 3,5 millones de personas en esta categoría y una población total de 126 millones. Por su parte, China tiene una población de 1.400 millones de habitantes, de los cuales 1,5 millones son millonarios, mientras que India tiene 278.000 millonarios y una población total de 1.360 millones de personas. En Estados Unidos, un total de 6,6 millones de personas son millonarias, mientras que el número de habitantes del país asciende a 328 millones de personas. En Alemania, hay 1,5 millones de millonarios en relación con una población de 83 millones, mientras que en Rusia hay 220.000 millonarios y una población de 144 millones.3
Por supuesto, el número exacto de individuos ricos y superricos es difícil de establecer y las cifras varían según la fuente. The Wealth Report 2021 (Informe de riqueza 2021), publicado por Knight Frank Research, sitúa el número de individuos ultrarricos (es decir, con un patrimonio neto de más de 30 millones de dólares) en 521.653 en todo el mundo, de los cuales hay más de dos tercios que viven en sólo cuatro países: 180.060 en Estados Unidos, 70.426 en China, 28.396 en Alemania y 15.503 en Francia.4 Como hemos visto, Alemania tiene un número mayor de millonarios que países más poblados, como India y Rusia —y esto es cierto tanto en el caso de los ultrarricos, que tienen un patrimonio neto de 30 millones de dólares o más, como en el de los «meros» millonarios.
Sin embargo, en cuanto a los multimillonarios, China aparece en cabeza, con 698, superando significativamente los 136 que se observan en Alemania.5 La falsa impresión de que hay muchos más millonarios en Rusia que en Alemania puede deberse a que, en el caso de Rusia, los ricos tienden a exhibir su riqueza de manera extremadamente llamativa, mientras que sus homólogos alemanes prefieren disfrutarla de manera más discreta.
Una tesis doctoral publicada en 2012 explora los factores decisivos que allanan el camino hacia la opulencia o incluso la riqueza, analizando la situación en Alemania en el siglo XXI. El estudio se basa en 472 entrevistas realizadas a personas de ingresos muy altos o individuos que entran en la categoría de «ultrarricos» en el marco del estudio y tesis doctoral Reichtum in Deutschland. Los encuestados que participaron en esta investigación tenían un patrimonio neto medio de 2,3 millones de euros, siendo el dato mediano de 1,4 millones de euros.6
Dicho con otras palabras, este estudio se centraba en los «millonarios comunes» en vez de en los «ultrarricos». El autor comienza describiendo una pirámide de patrimonio cuyo nivel más bajo, clasificado como «opulencia», consiste en hogares cuyos ingresos son dos veces mayores que el ingreso neto del hogar alemán promedio, es decir, 54.320 euros o más. El punto intermedio, al que el autor denomina «riqueza frágil», se compone de hogares con un patrimonio neto de al menos 1,2 millones de euros. Finalmente, los hogares que aparecen en el nivel superior de la pirámide, definidos como familias de «riqueza estable», presentan un patrimonio neto de al menos 2,4 millones de euros.7
La citada tesis doctoral es de gran interés para cualquier persona preocupada por la cuestión de la causalidad, es decir, por determinar cómo llegan a amasar su prosperidad y su riqueza las personas que se sitúan en la cúspide económica de la Alemania contemporánea. El hallazgo más importante del autor y de su investigación es que las personas que trabajan de forma autónoma, por cuenta propia, con su propia empresa o proyectos de actividad económica, tienen muchas más probabilidades de llegar a amasar unos ingresos altos que aquellas personas que trabajan por cuenta ajena. El estudio muestra que es mucho más difícil que los empleados por cuenta ajena lleguen a acumular riqueza. «Sobre todo, el emprendimiento [es] un predictor confiable de la capacidad de tener un nivel alto de riqueza. Hay una diferencia enorme en el patrimonio neto promedio de aquellos cuya riqueza se construyó mediante el emprendimiento y el resto de los millonarios, puesto que la riqueza neta media de los hogares que figuran en este grupo supera en 2,5 millones de dólares la de los hogares donde el factor emprendedor no fue relevante.»8
En el grupo definido como el de «riqueza estable», en el que aparecen los hogares con un patrimonio neto de 2,4 millones de euros o más, el emprendimiento fue un rasgo significativamente más recurrente que en el grupo de la «riqueza frágil», donde figuran los hogares con un patrimonio neto de más de 1,2 millones de euros. La encuesta muestra que los hogares cuya riqueza se construyó predominantemente mediante el emprendimiento tienen el doble de probabilidades de ascender al nivel superior de la pirámide de riqueza.9
Estudios realizados por Wolfgang Lauterbach, uno de los investigadores más conocidos de Alemania en el campo de la teoría de la riqueza, arrojan resultados similares. En su caso, ha encuestado a personas clasificadas como parte de la clase media (patrimonio neto mediano de 160.000 euros), así como a personas con afluencia (750.000 euros), individuos de elevado patrimonio neto (3,4 millones de euros), ciudadanos que figuran en el grupo de los cien alemanes más ricos (patrimonio de 1.500 millones de euros) y milmillonarios que aparecen en la lista de los cien individuos más acaudalados a nivel global (patrimonio de 10.500 millones de euros). Por esta vía, Lauterbach encontró que el 64,5 % de los individuos de alto patrimonio neto en Alemania son emprendedores: «La investigación empírica muestra que la riqueza solamente es alcanzable para aquellos que trabajan por cuenta propia. Hay pocas evidencias de personas que llegan a amasar riqueza a través del empleo por cuenta ajena».10 El 98 % de los cien individuos más ricos de Alemania y el 95,2 % de los cien individuos más ricos del mundo son empresarios. «El emprendimiento es un requisito previo necesario para construir una gran fortuna», concluye al respecto Lauterbach.11
En 2015, un estudio global sobre los multimillonarios publicado conjuntamente por el banco suizo UBS y la firma de consultoría PwC, titulado Billionaires: master architects of great wealth and lasting legacies, confirmó que la mayoría de los multimillonarios no heredaron su fortuna, sino que construyeron su riqueza mediante el emprendimiento y las inversiones. «De los más de 1.300 multimillonarios que hay a nivel global, cuya riqueza asciende a 5.400 millones de dólares —un aumento de 4.700 millones en comparación con los 700 millones de 1995—, un 66 % eran multimillonarios “hechos a sí mismos”, en comparación con el 43 % observado al comienzo del período de estudio, en 1995. La mayoría de estos nuevos multimillonarios viven en Estados Unidos. En concreto, en 2014, el 47 % de la riqueza de los multimillonarios hechos a sí mismos residía en Estados Unidos. Sin embargo, los emprendedores de Asia también han participado en esta explosión emprendedora que ha impulsado al alza la riqueza global. Los multimillonarios de Asia representan el 36 % de la riqueza total amasada por los multimillonarios hechos a sí mismos, relegando a Europa al tercer lugar, donde ya solamente vive el 17 % del total de multimillonarios hechos a sí mismos».12
Si uno repasa la lista de las personas más ricas del mundo, podrá observar que la mayoría de los multimillonarios más ricos del mundo se hicieron ricos como emprendedores, de modo que entran en la categoría de personas «hechas a sí mismas». Aquí está la Lista Forbes que presenta el ranking de las diez personas más ricas del mundo, actualizada en noviembre de 2023:13
La lista también muestra que, con la excepción de Arnault, los hombres más ricos del mundo son todos emprendedores hechos a sí mismos y no personas que han heredado su riqueza. Lo mismo sucede si revisamos los puestos siguientes del ranking. Así, la mayoría de las personas incluidas en la Lista Forbes 400 de los estadounidenses más ricos también son emprendedores hechos a sí mismos. Muchas personas creen que era más fácil acumular riqueza como emprendedor en el pasado y que la mayoría de las personas ricas en el presente han heredado su riqueza; en realidad, la verdad es justo la contraria.
En 1984, menos de la mitad de los nombres incluidos en la Lista Forbes 400 de los estadounidenses más ricos habían cultivado su riqueza en vida. ¡En 2018, el porcentaje había subido al 67 %! Este hallazgo se calculó en función de un sistema de puntuación en el que cada multimillonario incluido en la Lista Forbes 400 se clasifica en una escala del 1 al 10, siendo una nota de 1 el indicativo de que esa persona ha heredado toda su fortuna y no ha hecho nada más por aumentar su riqueza, y siendo una nota de 10 el indicativo de que esa persona tuvo un origen sencillo y logró construir su riqueza gracias a su propio esfuerzo, sin duda superando grandes adversidades en algunos de los casos. Cualquier persona que obtenga una nota de entre 6 y 10 puntos se clasifica como un «rico hecho a sí mismo».
Las posibilidades de salir de la pobreza y llegar a amasar una inmensa riqueza son significativamente mayores en Asia que en Europa o Estados Unidos. «Los nuevos magnates de Asia se diferencian de los de otras regiones del mundo, lo que subraya lo rápido y reciente que ha sido el avance económico de estos países. Así, el 25 % de estos multimillonarios crecieron en la pobreza, en comparación con el 8 % en Estados Unidos y el 6 % en Europa. Además, los multimillonarios asiáticos son más jóvenes que sus homólogos en el resto del mundo, con una edad media de cincuenta y siete años, que se sitúa diez años por debajo que la de sus homólogos de Estados Unidos y Europa.»14
Construir una fortuna como trabajador por cuenta ajena es mucho más difícil. Aunque no es algo imposible, todas las investigaciones citadas coinciden en que el empleo rara vez constituye una fuente de riqueza.15 Los miembros de las «profesiones liberales», como los médicos, abogados, contables, etcétera, figuran en un nivel intermedio, entre el desempeño de la mayoría de los trabajadores y los resultados correspondientes a los empresarios. El empleo autónomo en una profesión liberal «ofrece grandes oportunidades para aquellos que quieren pasar de la clase media a la clase acomodada o de la clase acomodada a niveles de riqueza frágil. Sin embargo, no es un camino capaz de garantizar una riqueza estable».16 En Alemania, por ejemplo, los miembros de las profesiones liberales tienen más de 3,5 veces más probabilidades de ser personas de clase acomodada en vez de obtener simplemente un ingreso superior al promedio. En cambio, para los empresarios, esa ratio aumenta a 4,5.17
La herencia es otro factor importante, pero no tanto como los ingresos laborales. Esto se confirma con los hallazgos del estudio de UBS y PwC mencionado anteriormente, en el que se refleja un aumento global en el porcentaje de multimillonarios hechos a sí mismos en relación con aquellos que heredaron su patrimonio. Aunque el impuesto de sucesiones es más bajo en Alemania que en muchos otros países, los ingresos del trabajo son un factor más relevante en más de la mitad de los hogares de clase acomodada. Sin embargo, casi un tercio de los encuestados consideró la herencia como un aspecto más importante que las rentas del trabajo, mientras que otro 13 % opinó que ambos son igualmente relevantes.
El autor reconoce que hay diferentes tipos de herencia. Heredar riqueza productiva, es decir, un negocio, aumenta significativamente la probabilidad de construir más riqueza. Para los más ricos de Alemania, la herencia juega un papel más importante, tanto en comparación con otros millonarios y multimillonarios como en relación con sus homólogos globales. Como muestra Wolfgang Lauterbach, solamente el 36 % de las personas más ricas en Alemania construyeron su riqueza trabajando por cuenta propia, en comparación con el 56 % que la levantó a partir de una herencia. Pero, a nivel mundial, sólo el 22,4 % de las personas más ricas del globo heredaron su riqueza, mientras que el 73 % la construyó trabajando por cuenta propia.18
Sin embargo, esto no significa que los alemanes más ricos simplemente heredaron su riqueza. Uno de los hombres más ricos de Alemania es Dieter Schwarz (Lidl), que heredó de su padre una cadena regional de supermercados con unas 30 tiendas. Sobre la base de esta herencia, Schwarz creó la segunda cadena de supermercados más grande de Alemania, solamente por detrás de Aldi. Este ejemplo también revela la importancia de las empresas familiares en la economía alemana.19
Se atribuye a F. Scott Fitzgerald la afirmación de que «los ricos son diferentes de ti y de mí»; y se cuenta que Ernest Hemingway respondió «Sí, tienen más dinero». En realidad, Fitzgerald escribió lo siguiente en una historia breve de 1926 titulada El muchacho rico (The rich boy): «Déjenme hablarles de los más ricos. Son diferentes de ti y de mí. Tienen muchos bienes que disfrutan desde niños, y eso los vuelve suaves allí donde nosotros somos duros, los hace cínicos donde el resto somos confiados, y todo esto opera de una forma que, salvo que hayas nacido rico, es muy difícil de entender».20
Siempre se ha sospechado que los ricos son, de alguna manera, «diferentes», no sólo en términos de cuánto dinero o bienes poseen, sino también en lo tocante a su personalidad. Sin embargo, no hay muchos estudios científicos que puedan confirmar o refutar esta tesis, ni en Estados Unidos ni en Europa. En 2018, un equipo de seis economistas y psicólogos alemanes llevaron a cabo un estudio a gran escala en el que entrevistaron a 130 personas adineradas. Los investigadores utilizaron los resultados para derivar un perfil psicológico que compararon con la población en general.21
De los diversos modelos desarrollados por la psicología para describir tipos de personalidad, el de los «cinco grandes rasgos de personalidad» (o los big five) es el que ha tenido mayor alcance en las últimas décadas. Pues bien, este estudio de 2018 utilizó una versión condensada de la prueba de los cinco grandes rasgos de personalidad, con ánimo de diferenciar entre cinco rasgos de personalidad. La clasificación es la siguiente:
Cuando se compararon los rasgos de personalidad de la población en general con los de las personas adineradas entrevistadas por los investigadores, éstos detectaron los siguientes patrones:22
Además de la prueba de los cinco grandes rasgos de personalidad, los investigadores también investigaron otros dos rasgos de personalidad planteados por la psicología: el narcisismo y el locus de control interno. Sus hallazgos son:
Los resultados de este estudio sobre la riqueza son consistentes con los de mi tesis doctoral publicada, The wealth elite, que también concluye que los ricos son psicológicamente muy estables (es decir, ciudadanos muy poco neuróticos) y muestra asimismo que las personas más acaudaladas están particularmente abiertas a nuevas experiencias y son más extrovertidas y concienzudas, aunque no necesariamente más amigables.
A diferencia de la encuesta de 130 personas adineradas mencionada anteriormente, mi estudio sobre los más ricos se apoyó en entrevistas en profundidad de entre una y dos horas de duración cada una. Además, los participantes en el proceso no completaron solamente una versión condensada de la prueba de los cinco grandes rasgos de personalidad, sino que también realizaron la versión detallada, que abarca un total de 50 preguntas.
Uno de los hallazgos clave fue que los ricos son, con frecuencia, personas inconformistas. Disfrutan nadando contra la corriente y desafiando el paradigma predominante, de modo que no tienen reparo a la hora de contradecir la opinión popular o mayoritaria. Otro hallazgo interesante es que los más ricos son especialmente propensos a tomar decisiones basadas en la intuición, y no tanto en un análisis detallado.
Además, los más ricos tienen un enfoque completamente diferente a la hora de gestionar y lidiar con derrotas y contratiempos. La mayoría de la población se atribuye cualquier éxito y no duda en culpar al resto de sus derrotas y contratiempos. En cambio, los más ricos son bastante diferentes en este punto, tal y como mostraron las entrevistas. En su caso, buscan identificar los errores que han cometido y que han provocado situaciones adversas, en vez de excusarse hablando de circunstancias externas o de terceras personas. Esto les brinda una sensación de poder: «Si la culpa es mía, puedo cambiar las cosas. Por lo tanto, tengo el control de mi propia vida». Hay muchas razones por las que algunas personas tienen éxito a la hora de enriquecerse y otras no lo logran, pero la combinación específica de los rasgos de personalidad identificados en ambos estudios es, ciertamente, una razón relevante que explica esos resultados diferentes.
En el estudio de Böwing-Schmalenbrock citado anteriormente se llegó a conclusiones similares. Más precisamente, se encontró que el 64 % de los empresarios y el 68 % de los autónomos están excepcionalmente abiertos a nuevas experiencias, en comparación con el 35 % de las personas de clase media.23 Por otro lado, los empresarios resultaron ser personas de trato más difícil que los miembros de la clase media. Así, mientras que el 69 % de los miembros de la clase media se definieron a sí mismos como personas fáciles de llevar, el porcentaje disminuyó al 60 % entre los empresarios. Sucede al revés en el caso de los trabajadores con salarios superiores al promedio, puesto que en este caso sí se considera que son significativamente más fáciles de llevar que los empresarios y las personas de clase media.24 Estos hallazgos sugieren que los empleados más exitosos requieren un grado por encima del promedio de adaptabilidad y sociabilidad, mientras que, para los empresarios, la capacidad de manejar confrontaciones es un factor más importante.
En un metaestudio publicado en Estados Unidos por Rauch y Frese en 2000 se investiga la conexión entre los rasgos de personalidad y el éxito empresarial. Los autores sugieren la existencia de una relación no lineal entre el éxito empresarial y la disposición a asumir riesgos: hasta cierto punto, dicho factor impacta positivamente en el éxito empresarial; sin embargo, un nivel más alto de propensión al riesgo puede conducir a resultados negativos. «Convertirse en empresario es arriesgado, pero hacer negocios de manera arriesgada también puede ser peligroso.»25 Algunos estudios encuentran incluso que la asunción de riesgos está negativamente asociada con el éxito empresarial.26
En otro artículo de 2007, Rauch y Frese confirman que los metaestudios han mostrado cierta correlación entre la toma de riesgos y el éxito empresarial, aunque el vínculo es débil. «También existe una correlación, aunque débil, en lo referido a otros rasgos de personalidad. Por lo tanto, sugerimos que, en el futuro, será interesante medir si ese vínculo entre la asunción de riesgos, la creación de negocios y el éxito empresarial es, en efecto, un patrón verdadero.»27
Esto también nos obliga a pensar hasta qué punto los propios empresarios califican su propio comportamiento como «arriesgado», especialmente si su comportamiento puede ser percibido como tal por cualquier observador, pero no por sí mismos. «Desde la perspectiva de un observador, un comportamiento puede juzgarse como altamente arriesgado, pero quizá el empresario puede entender que ese mismo comportamiento no es arriesgado e incluso constituye una forma de minimizar riesgos.»28 Pues bien, una investigación coordinada por Elizabeth Chell señala que, desde el punto de vista empresarial, incluso la opción de no hacer nada puede parecer extremadamente arriesgada, mientras que una acción que parece arriesgada cuando se analiza desde fuera puede ser vista como una estrategia de reducción de riesgos por el empresario que adopta este tipo de comportamiento.29
Un sondeo realizado como parte del estudio de 2015 de UBS y PwC encontró que los multimillonarios tienen una comprensión diferente del riesgo en comparación con el resto de la población. Para ellos, un riesgo mayor podría ser la pérdida de una oportunidad de negocio. «Tienen miedo de perderse una oportunidad, de no aprovecharla, de modo que tienden a no preocuparse tanto por las desventajas asociadas a que su nuevo emprendimiento pueda fracasar y, más bien, se concentran y preocupan por no perder su ventaja competitiva.»30
Como hemos visto, la mayoría de las personas adineradas construyeron su fortuna a través de su actividad como empresarios. Por lo tanto, vale la pena examinar los hallazgos de una investigación estadounidense sobre el emprendimiento para responder a la pregunta «cómo se hicieron ricos los ricos».
¿Qué importancia tienen los objetivos que se marcaron estas personas? Michael Frese utiliza el enfoque de la «teoría de la acción» para explorar esta pregunta y señala estudios de autores como Locke o Latham, quienes encontraron que fijarse metas más ambiciosas conduce generalmente a mejores resultados. Ambos citan tres formas diferentes de pensar acerca de las metas: «[...] la primera consiste en fantasear sobre lo bien que estaría haber alcanzado el objetivo; la segunda pasa por preocuparse por lo que supondría dejar de alcanzar una meta, y la tercera se centra en valorar qué supondría lograr esa meta en comparación con la situación y condición actuales de cada uno. Lo primero y lo segundo reducen las posibilidades de éxito, pero lo tercero sí es efectivo para lograr un rendimiento más alto».31
Michael Frese y Judith Stewart señalan que cada uno de nosotros adopta una postura más seria o más relajada ante el cumplimiento de metas y objetivos, cuya planificación difiere también dependiendo de la forma de ser de cada uno de nosotros. Uno y otro factor están conectados, pero no son lo mismo: la meta, en sí misma, y el plan, entendido como el proceso para alcanzar la meta, «son aspectos conceptualmente distintos, aunque probablemente estén relacionados empíricamente. Una persona puede ser extremadamente orientada a cumplir metas, pero carecer de precisión en sus planes». Frese y Stewart hablan a este respecto de distintos «estilos de acción» que pueden aprenderse y entrenarse, al menos hasta cierto punto.32
Los planes llenan el vacío entre los pensamientos y las acciones, traduciendo las metas en proyectos.33 Sin embargo, Frese destaca que, en este ámbito, «planificar» no implica necesariamente el afinar y ajustar cada detalle. A veces, un plan puede ser simplemente una idea general de cómo proceder en el camino hacia un objetivo.34 Además, un empresario que afirma no tener ningún plan en absoluto y dice actuar únicamente por intuición y siguiendo sus «corazonadas» puede estar siguiendo un plan de forma subconsciente.35
El diseño de planes de actuación desempeña un papel importante a la hora de llevar a las personas a la acción y reducir la probabilidad de que se olviden de perseguir sus metas.36 Sin embargo, si los planes son demasiado rígidos y los empresarios se adhieren a ellos religiosamente, incluso en situaciones donde una respuesta flexible podría ser más apropiada, entonces, podríamos decir que estos mecanismos dejan de facilitar el cumplimiento de objetivos e incluso empiezan a obstaculizarlos.37
En un relevante artículo publicado en 2004, J. Robert Baum y Edwin A. Locke discuten la importancia de fijarse metas. La evidencia empírica muestra de manera concluyente que «las metas específicas y desafiantes conducen a un desempeño más alto que otro tipo de metas».38 Esta teoría sobre la motivación que ofrecen las metas concretas y ambiciosas se ha probado de manera exhaustiva en estudios con individuos y también con grupos. Baum y Locke fueron los primeros en aplicarla a los empresarios. Tras encuestas a 229 empresarios, pudieron confirmar su hipótesis de que, «cuanto más altas sean las metas para el crecimiento de la empresa que ha marcado el propietario de la compañía o el CEO de la organización, mayor será el crecimiento posterior de la empresa».39 La evidencia empírica que recopilaron también confirmó que hay una conexión entre la autoeficacia y la ambición: «[...] cuanto más alta sea la autoeficacia del empresario o del CEO con respecto al crecimiento de la empresa, más altas serán las cotas de crecimiento que experimentará la compañía».40 Esto es así tanto para el crecimiento de toda una organización como para el cumplimiento de metas individuales. Así, dicho estudio proporciona pruebas demoledoras que demuestran que fijarse metas ambiciosas a largo plazo tiene un impacto significativo en el éxito cosechado: «[...] de esta forma, traducimos nuestra visión en una meta a largo plazo. Los hallazgos positivos de este estudio deben interpretarse como un respaldo al uso y el establecimiento de objetivos a futuro».41
Muchos jóvenes todavía creen que completar su educación superior en la universidad es la mejor forma de ganar mucho dinero y desarrollar una carrera exitosa. En promedio, es cierto que los graduados ganan más que los no graduados. Sin embargo, estos cálculos deben ser tratados con precaución, porque no siempre tienen en cuenta períodos temporales durante los cuales los ingresos de los estudiantes son nulos y, además, se acometen inversiones sustanciales para sufragar el coste de su educación.
De hecho, las cifras del pasado nos dicen muy poco sobre el futuro. Por lo tanto, los jóvenes que abandonan la universidad o que ni siquiera van a la universidad no deberían pensar que de ninguna manera van a tener oportunidades de enriquecerse. A continuación, destaco algunos ejemplos de personas que no terminaron ningún grado universitario, pero lograron crear una gran fortuna:
En su libro The Education of Millionaires (2011), basado en entrevistas con una amplia gama de millonarios y multimillonarios que no completaron estudios universitarios, Michael Ellsberg desafía la sabiduría convencional y niega que la formación académica sea un factor relevante a la hora de enriquecerse. «Cerca del 90 % de los entrevistados son millonarios, y algunos son multimillonarios [...]. Todos ellos tienen en común que, cuando les pregunté por el actual sistema educativo, me dijeron “no, gracias”, y se centraron en otras cuestiones.»42 Según la provocativa tesis del libro, muy poco de lo que se enseña en las universidades ayuda realmente a los graduados a alcanzar el éxito financiero; de hecho, en algunos casos, lo que la gente aprende en las aulas es incluso un obstáculo para prosperar económicamente. «La educación sigue siendo necesaria para aprender a hacer el trabajo por el que luego ganas dinero, pero, hoy en día, casi toda la educación que termina resultando rentable a la hora de generar ingresos termina siendo autoeducación y desarrollo propio de inteligencia y habilidades prácticas adquiridas fuera de los límites de las instituciones educativas tradicionales.»43
El empresario Erich Sixt, uno de los hombres más ricos de Alemania, abandonó sus estudios de Administración de Empresas después de apenas dos semestres en la universidad, argumentando que lo que le enseñaban se le antojaba completamente irrelevante para su vida y su futura carrera profesional. Razonó que, si las facultades de economía de las universidades conocieran verdaderamente las estrategias y los secretos que permiten enriquecerse, entonces sus profesores serían millonarios o multimillonarios —y claramente no es el caso.
En un experimento interesante, los participantes asumieron el papel del gerente de una fábrica en una simulación de ordenador. Tenían la tarea de mantener un volumen específico de producción de azúcar ajustando las cifras de personal. Durante la fase de aprendizaje, todos los sujetos lograron regular la producción en la fábrica de azúcar a pesar de que no fueron capaces de explicar exactamente cómo lo hicieron.
En otro experimento de simulación con ordenadores, esta vez basado en una fábrica de pantalones vaqueros, los investigadores investigaron la correlación entre el conocimiento y el control del sistema. El estudio concluyó que no había correlaciones significativas entre la calidad del «modelo mental» de un sujeto de prueba y la cantidad de beneficios que generaban. El conocimiento explícito se midió mediante un procedimiento de «enseñanza retrospectiva», cuyos resultados se utilizaron para reconstruir los procesos de pensamiento de los participantes, definiendo de esta forma cuál era su «modelo mental». La investigación no encontró correlaciones significativas entre la calidad del «modelo mental» desarrollado por los participantes en el experimento y la cantidad de ganancias obtenidas a lo largo del mismo. Al mismo tiempo, la calidad de sus procesos de pensamiento para la resolución de problemas no mostró vínculo alguno con la escala de ganancias que generaban. Sorprendentemente, los estudiantes de Administración de Empresas con un conocimiento relativamente amplio de los procesos de negocios generaron ganancias significativamente menores que los estudiantes de otras ramas, como la Educación o la Psicología.
De cara a mi estudio The wealth elite, realicé una serie de 45 entrevistas en profundidad con personas que ostentan un patrimonio muy alto, o ultrarricos. La mayoría de ellos habían completado una educación escolar y universitaria decente, al igual que muchos de sus contemporáneos. Sin embargo, las preguntas biográficas de las entrevistas revelaron que no existe correlación entre el desempeño que tuvieron en la escuela o la universidad y el grado de riqueza que luego alcanzaron. De hecho, los entrevistados que obtuvieron mejores resultados en la escuela o la universidad normalmente no figuraban en las cotas más altas de riqueza de mi estudio. Un tercio de los ultrarricos entrevistados no había estudiado en la universidad, y uno de cada siete no se había graduado siquiera en la escuela secundaria.
Los defensores de la teoría del aprendizaje informal afirman que alrededor del 70 % de todos los procesos de aprendizaje humano tienen lugar fuera de las instituciones educativas formales. Por otro lado, la teoría del aprendizaje implícito afirma que los procesos de aprendizaje son, a menudo, inconscientes y/o no dirigidos conscientemente. Para los ultrarricos que entrevisté, las actividades realizadas fuera de la escuela y de la universidad eran algo mucho más importante que la educación formal. Con pocas excepciones, los participantes fueron deportistas amateurs de cierto nivel o personas que, desde una edad temprana, lograron ganar dinero por vías atípicas, a través del emprendimiento.
Me resultó especialmente llamativo que más de la mitad de los entrevistados practicasen deportes de forma competitiva a lo largo de sus años de formación. De hecho, muchos de ellos consideraron que estas actividades fueron mucho más importantes que lo aprendido en las aulas. Me transmitieron que, como deportistas, aprendieron a afrontar las victorias y, lo que es más importante, a afrontar las derrotas; también aprendieron a lidiar con la frustración y a desarrollar una mayor confianza en sí mismos. Quienes practicaban deportes de equipo también cultivaron de esta forma distintas habilidades útiles para el trabajo con otras personas, pero, en cualquier caso, la mayoría de los entrevistados no practicaban deportes de equipo, sino que competían individualmente en disciplinas como el atletismo, el esquí, la equitación, la natación, el tenis o el judo. Algunos lograron hitos deportivos impresionantes y ganaron títulos locales, regionales e incluso nacionales. Sin embargo, muchos reconocieron en algún punto que les faltaba el gen competitivo para llegar al más alto nivel, mientras que otros se vieron obligados a abandonar sus carreras deportivas como consecuencia de alguna lesión.
También es sorprendente saber cómo estos ultrarricos ganaron mientras iban a la escuela o la universidad. Los trabajos típicos de adolescentes o estudiantes que pagan un dinero por hora fueron la excepción, ya que la mayoría se adentraron en todo tipo de ideas e iniciativas, revelando así su enorme y temprana creatividad. Vendían de todo, desde cosméticos hasta soluciones de jardinería para el invierno, desde llantas usadas hasta sistemas de lavado automáticos para el coche, desde coches y motos usadas hasta productos financieros como seguros o fondos de inversión inmobiliaria, desde animales que ellos mismos habían criado hasta joyas, desde transistores hechos a mano hasta radios de coche de segunda mano. No cabe duda de que estas experiencias moldearon el carácter de estos futuros empresarios de éxito. Todos ellos aprendieron a organizarse, a vender, a pensar como emprendedores. Aprendieron —a menudo, de forma inconsciente— y adquirieron el tipo de conocimiento implícito que es de vital importancia para cualquier negocio o inversión. Además, estas primeras experiencias empresariales fueron una preparación ideal para poder establecer sus propios negocios con el paso de los años.
Por supuesto, nadie diría que un título universitario supone siempre y en todo caso una desventaja. Al fin y al cabo, muchas personas muy ricas fueron a la universidad. Sin embargo, llegar a este nivel de desempeño académico no es, en modo alguno, un requisito previo para crear riqueza. El hecho es que los ricos no aprendieron sus habilidades y mentalidades más importantes en la escuela ni en la universidad.
En su tesis doctoral, Böwing-Schmalenbrock desmiente el mito de los «ricos ociosos». Casi todos sus encuestados, que tenían el denominador común de ser personas adineradas, trabajan activamente. Además, la mayoría de ellos construyeron su fortuna gracias a su espíritu empresarial, al trabajo por cuenta propia o a los puestos de liderazgo que ocuparon en diferentes organizaciones corporativas. Lo mismo es aplicable a la élite mundial de los ultrarricos, como muestra el estudio de Chrystia Freeland, que señala que «una de las características más sorprendentes de los plutócratas modernos es que, a diferencia de sus predecesores del siglo XIX, la mayoría de ellos son trabajadores que se han hecho ricos».44
Incluso un crítico acérrimo de la «creciente desigualdad de ingresos» como Emmanuel Saez ha tenido que admitir que la élite financiera contemporánea está constituida predominantemente por «trabajadores ricos». Según Saez, el trabajo remunerado representaba en 1916 apenas una quinta parte de los ingresos percibidos por el 1 % más rico de los estadounidenses, pero en 2004 ese porcentaje se había triplicado hasta llegar al 60 %.45
Sin embargo, persisten diferencias significativas si comparamos las biografías de los estadounidenses o alemanes ricos, por un lado, y los miembros de las élites financieras de países como India o Rusia, por otro.
Raghuram Rajan, profesor de la Universidad de Chicago nacido en India, enfatiza que, a diferencia de Estados Unidos, la mayoría de los ultrarricos de su país natal no son pioneros del software ni fabricantes innovadores. En cambio, «muchas de estas personas se han vuelto enormemente ricas gracias a su proximidad al gobierno [...]. La tierra, los recursos naturales y los contratos o licencias concedidas por el poder político son la fuente predominante de riqueza de nuestros multimillonarios. Todos los factores determinantes de la riqueza dependen del Estado».46
De igual modo, muchos de los multimillonarios y milmillonarios de Rusia se beneficiaron enormemente del colapso de la Unión Soviética y de la posterior privatización de los recursos de la nación, especialmente los de las grandes compañías petroleras e industrias manufactureras. A diferencia de sus homólogos estadounidenses, que son inventores de compañías como Google, Microsoft, Amazon, Facebook, Oracle o Starbucks, los ultrarricos rusos deben su patrimonio a la recompensa por estar cerca de los centros de poder político.