
De camino a la oficina siempre me paro en la librería que tengo casi a mitad de camino. Soy de esas lectoras que necesita ver el escaparate y buscar nuevas víctimas. Mi mayor pasión, después de comer y viajar, es la lectura. Aunque dormir un sábado hasta que el cuerpo se despierte solo también es otro de los mayores placeres de la vida, o al menos de la mía.
No entiendo a esa gente que dice que dormir es perder el tiempo. Para mí, perder el tiempo es sentarme a cagar cuando tengo diarrea. Esos minutos que estoy en el váter sí que son una pérdida de tiempo. Menos mal que soy estreñida y eso solo ocurre una vez cada cuatro meses, o más.
Suelo llevar en el bolso un libro, no para cuando tengo diarrea, sino en mi día a día. Eso hace que me sienta completa y segura. Es la combinación perfecta. Aunque sepa que no voy a poder leer en ningún momento.
Menos comida, los libros me han dado todo lo que necesitaba. Salir a conocer mundo y enamorarme de personajes que deseo tener en mi cama. Ojalá pudiera encontrar a un chico como los de los libros. ¿Dónde están? ¿De verdad existen o son ideales que crean los autores para hacer mejor nuestro mundo? Mientras tanto, yo sigo disfrutando de esos hombres idílicos, de esos cuerpos que no hace falta que sean normativos y de esas personalidades que me encantaría que compartiera la persona de la que algún día me enamoraré.
¡ERROR! Acabo de incumplir la regla de oro que tenemos Julio y yo: «No repetiremos con el mismo tío y adoraremos al prójimo para evitar caer en más tentaciones. Mónica Naranjo, líbranos del compromiso. Amén».
—Buenos días, Maya. —Laura, la señora de la librería, está ahí detrás del escaparate y sale a saludar cada mañana. Es de ese tipo de personas con las que conectas nada más conocerlas y compartes las mismas energías.
—Buenos días. ¡Hoooy es viernes y el cuerpo lo sabe!
Alcé los brazos y me puse a bailar moviendo las caderas. A ella le encantan los saludos de los viernes porque dice que tiene un brillo especial. Y eso se me nota en la cara. Pero también me regaña porque me recuerda que la vida no está llena de viernes, sino de lunes y martes. De días que están en medio como los miércoles, con m de mierda seca. Y de jueves en los que solo pensamos en los viernes.
—Maya, la nota de hoy tienes que leerla cuando estés absolutamente sola. Y no quiero que me engañes y la leas en la oficina o, peor aún, mientras vas de camino. Promételo. —Su tono de voz era serio y no pude mentir. No podía hacer algo que no sabía hacer.
—Vale, pero dame una pista al menos. —Le puse cara de pena.
—No, Maya, hoy no hay pistas. Solo que esta nota la guardes para siempre y la leas cada vez que la necesites. —Asentí con la cabeza y me despedí de ella.
Laura tiene sesenta y un años y es como una amiga más. Su pelo rubio, que cae sobre sus hombros, enmarca su rostro de manera elegante. Sus ojos azules son increíbles, reflejan una mezcla de serenidad y vivacidad. Es la persona más simpática que conozco. Irradia confianza y actitud positiva, y se las contagia a todos a su alrededor. Siempre me dice que tiene brazos olímpicos. Está dispuesta a entablar conversaciones amigables y a mostrar un genuino interés por los demás, lo que hace que pasar la tarde entera en la librería hablando con ella sea un verdadero placer. Con su optimismo, encuentra la alegría en las pequeñas cosas de la vida y logra transmitirla cuando estamos juntas. A pesar de su edad, mantiene un espíritu joven y una energía envidiables.
Nos contamos casi todo cada vez que visito la librería; incluso me reserva libros que sabe que me van a gustar. Un día me dejó una nota escrita en el interior de uno de ellos, y así hasta hoy. Se ha vuelto una costumbre. Al principio solo eran notas dentro de los libros que me llevaba, pero ahora es nuestra rutina. Una de mis rutinas más bonitas que quiero mantener. A veces son frases extraídas de libros y, en ocasiones, reflexiones propias de su puño y letra.
Laura, además de ser dependienta de la librería, es escritora. Siempre he pensado que los escritores tienen un alma diferente, una energía que hace vibrar a las personas que los rodean. Yo de mayor quiero ser ella, quiero tener su energía y hacer vibrar a alguien.