
Takeshi Kitano es conocido, especialmente en Japón, por su faceta de cómico, aunque en Occidente lo recordamos más por papeles como el del sargento Hara en Feliz Navidad, Mr. Lawrence, o por películas violentas como Hana-bi. Flores de fuego.
NO OBSTANTE, para nuestro libro de la toalla vamos a evocar el melancólico film El verano de Kikujiro, escrito, dirigido e interpretado por el propio Kitano, que encarna a un antiguo miembro de la yakuza, el equivalente japonés de la mafia.
El otro protagonista es Masao, un niño sin recursos que, a diferencia de sus compañeros de clase, tiene que pasar las vacaciones con su abuela. Esta, además, trabaja todo el tiempo y no puede ocuparse de él, con lo que el pequeño se aburre soberanamente.
Una mañana le llega una carta de su madre donde consta su nueva dirección, así que Masao decide tomar sus bártulos y ponerse en camino. Ante la preocupación de la abuela, una vecina propondrá a su marido Kikujiro, un antiguo criminal, que acompañe al niño en su aventura.
Este desigual tándem vivirá toda clase de situaciones en un verano que parece no tener fin. Entre ellos dos se forma un vínculo inesperado en el que ambos recuperan la magia de la infancia.
Para hacer sonreír a Masao, el yakuza retirado se inventará toda clase de juegos e historias, creando un universo paralelo.
Esta película llena de belleza nos recuerda los veranos eternos de nuestra niñez. En esa época de la vida, un día de vacaciones nos parecía infinito por la cantidad de aventuras y descubrimientos que podía contener. En cambio, en el fragor de la edad adulta, sentimos que los años pasan con una velocidad que nos asusta.
¿Podemos recuperar ese lento disfrutar que experimentan Masao y Kikujiro?
La respuesta es «sí». En otro capítulo, hablaremos de las cualidades de ese tiempo especial que se estira como una goma elástica irrompible, pero, para poder vivir un verano como el de Kikujiro, puedes…
Recordar las actividades de tu infancia. ¿Qué solías hacer? ¿Qué te causaba asombro? ¿Qué te hacía reír por encima de todas las cosas?
Retomar alguno de esos entretenimientos con la seriedad con la que jugabas de niño. Es decir, sin reloj y con pasión, como si no hubiera mañana.
¿Cuál era tu lista de proyectos? ¿Qué querías ser «de mayor»? ¿Puedes recuperar alguno de esos deseos?
Si vuelves a ser un pequeño frasco lleno de sueños y aparcas por un rato las obligaciones y ansiedades de los adultos, lograrás vivir la transformación que, gracias a Masao, experimenta Kikujiro.