CAPÍTULO NUEVE

Martes 21 de mayo de 2019

–¿Cómo fue la entrevista?

—Muy bien, papá. Creo que va a gustar mucho.

—¿Cuándo sale?

—La tienen programada para el próximo domingo.

—Se lo voy a decir a Lucy. Se va a alegrar.

—¿Cómo está? Quiero decir, ¿está animada?

—Un poco más que la semana pasada. Ayer empezó con los rayos. Es fuerte, y cada día lo va a llevar mejor. Habló con dos mujeres que pasaron el mismo cáncer y eso sí que le hizo bien. Dicen lo mismo que le dijo el médico, que se lo detectaron a tiempo y que no tiene que preocuparse más de la cuenta.

—Dale un beso de mi parte.

—Se lo daré. ¿Qué hora es allá?

—Las diez de la noche.

—Acá las cinco de la tarde.

—Por eso te llamo a esta hora, papá. No quería molestar. Por si estaban descansando.

—¿Fuiste a… —comenzó a preguntar, y a través del auricular se oyó un carraspeo— Barcelona?

—Sí, papá. Fui.

—¿Te quitaste las ganas?

—Fui al cementerio y me pasé por nuestra casa. Quería conocer Castelldefels. Lo necesitaba.

—¿Y la casa? ¿La encontraste bien?

Dudó un momento.

—Me pasó algo increíble, ¿sabés? La dueña me vio mirando y me preguntó si necesitaba algo. Le dije quién era y zas, no te lo vas a creer. Cuando vendiste la casa se quedó olvidada una carpeta con unas fotos de mamá.

—¿Fotos de Silvia? ¿Estás segura de que son de ella?

—Completamente. ¡Es ella!

—¡Después de tantos años! ¿Guardó esas fotos durante tanto tiempo? ¡No me lo puedo creer!

—Yo pensé lo mismo. Parece de cámara oculta, pero ahí están. Mamá está con amigos, en una playa de Valencia. ¿Te suena de algo?

El silencio se prolongó dos o tres segundos.

—De nada —contestó al fin.

—Están en una playa que se llama Cullera.

—¿Solo había fotos?

Esta vez fue Clara la que se tomó un momento.

—Sí, son pocas. Es curioso que no las tirara. Más bien es un milagro.

Callaron los dos.

—Escuchame, papá. En una aparece un nombre: Sergi Agulló. ¿Vos sabés quién es?

—¿Sergi Agulló?

—Sí. ¿Sabés quién es?

Nuevamente silencio. Esta vez más prolongado.

—No, Clara. No sé quién es.

Se lo oía respirar… Nada más.

—Está bien. No te preocupes. Era por curiosidad.

—¿De dónde sacaste el nombre?

—Te lo acabo de decir. Aparecía detrás de una de las fotos. Son fotos de amigos de verano. Eso parece. ¿Seguro que no te suena de nada?

Por un momento pareció dudar, pero Clara no estuvo segura de aquello.

—No, Clara. No lo recuerdo.

—Se la ve feliz.

—Sí, fuimos muy felices. —Su tono era resignado—. Traémelas a casa cuando vengas. Yo también las quiero ver.

—Claro, no te preocupes. Te las llevo.

—Gracias.

Nuevamente silencio.

—Papá, ¿por qué fue a Valencia? Mamá tuvo el accidente allá, ¿verdad?

A través del auricular se pudo percibir una larga exhalación.

—Clara, ¿qué es lo que está pasando? ¿A qué vienen esas preguntas?

—Ya no soy una nena, papá. Estoy intentando reconstruir mi vida. Solo es eso. No tengo a quién preguntarle. ¿Por qué fue a Valencia?

—No lo sé, Clara. De hecho, jamás me dijo que iba a Valencia, sino a San Sebastián. Allá tenía una amiga. De verdad que no recuerdo cuál era el motivo. Sería solo un fin de semana y me pidió que me quedara con vos. Se fue un viernes y tenía que volver el domingo. Cuando me llamó la policía me enteré de que había viajado a Valencia.

—¿Te mintió?

—Sí.

—¿Por qué?

Esta vez Clara se tomó su tiempo para medir su silencio: uno, dos, tres, cuatro segundos.

—No lo sé, y creo que es mejor dejarla descansar en paz.

—Necesito saber la verdad.

—¿La verdad? ¿Qué verdad?

—¿Por qué murió, papá? Eso es lo que quiero saber.

—Fue un accidente. Un terrible accidente, Clara. Lo hemos hablado muchas veces.

Desde el otro lado del auricular, la periodista percibió una irritación inesperada.

—Ahora tengo que irme, Clara. Creo que Lucy me está llamando.

—Por supuesto. Está bien. Nada más quería saludarte.

—Gracias. ¿Cuándo volvés?

—No sé. Tengo el vuelo para el próximo lunes, pero puede variar.

—Entiendo. Avisame.

—Dale. Un beso.

—Otro.