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Distraídos del significado

Permitir que la simpleza excluya la grandeza

Lo que nos distrae empezará a definirnos.

Bob Goff

Hoy, más que nunca, nos distrae lo trivial, lo novedoso y lo (aparentemente) urgente. Cada día despertamos con información ilimitada y con una comunicación constante. La consulta del dentista quiere que confirmes tu cita respondiendo «SÍ» en un mensaje. «Oferta exprés: ¡Aprovéchala ya mismo!». Aparece la vista previa de un correo electrónico en la esquina de tu pantalla. Noticias de una tragedia que acaba de ocurrir al otro lado del mundo. Chismes de celebridades. Pitidos, tonos de llamada, notificaciones, recordatorios del calendario y vibraciones. Lo que una persona del partido político opuesto dijo como respuesta a la persona de tu partido político. La última publicación de Becoming Minimalist (no, espera un momento, esa es una distracción buena).

¿Qué iba a decir?

Ah, sí, nos distrae lo trivial, lo novedoso y lo urgente.

Hablaremos de las distracciones causadas por las redes sociales, la información y el entretenimiento en el capítulo 10. Sin embargo, antes de llegar a eso, necesitamos tener una conversación más importante. Porque lo cierto es que las distracciones causadas por nuestros teléfonos móviles, ordenadores y otros aparatos electrónicos no son ni de lejos el único problema que nos hace desviarnos de lo que más nos importa a nosotros y al resto del mundo a nuestro alrededor.

En realidad, nuestras nuevas distracciones tecnológicas son solo elementos añadidos a muchas de las antiguas distracciones que han atormentado a la humanidad durante cientos de generaciones, como tener las prioridades mezcladas o tener una opinión poco útil de nosotros mismos y de los demás. Son distracciones internas antes que externas. Este tipo de distracciones son las que solemos pasar por alto y, sin embargo, yo diría que plantean los obstáculos más graves para vivir de cara a lo que verdaderamente importa. Así que, de ahora en adelante, aquí es donde centraré gran parte de mi atención (y de la tuya). Tenemos que ver lo que está pasando en nuestro corazón si queremos abrir un camino para perseguir los mayores deseos de nuestra alma. Este libro no pretende culpar a las circunstancias externas, sino que es un libro sobre la introspección.

Permíteme demostrarte que la distracción no es solo una experiencia moderna, y que resistirse a ella es una batalla que vale la pena librar.

Un poco de historia sobre la distracción

Séneca (el mismo filósofo romano que nos dijo en el capítulo 1 que la vida es larga) también afirmó que «nunca habrá un momento donde no aparecerán distracciones; las cosechamos, por lo que varias crecerán de una misma semilla».1

Las distracciones que nos alejan de tener una vida con sentido se han ido cultivando cada vez más desde los albores de la humanidad. Y durante todo ese tiempo, la gente ha intentado averiguar cómo tener sus distracciones bajo control.

Leer que los seres humanos han luchado contra la distracción desde mucho antes de la primera publicación en redes sociales o del nacimiento de los teléfonos inteligentes nos recuerda que la búsqueda focalizada de lo importante es una misión que todos nosotros tenemos en nuestra vida. También podemos encontrar aliento al saber que otras personas han superado las distracciones para tener vidas con sentido, porque eso significa que nosotros también podemos lograrlo.

Cuando una distracción se convierte en un modo de vida

En la encuesta Things that Matter Survey preguntamos: «¿Crees que inviertes tiempo y recursos en objetivos menos importantes a costa de aquello que más te importa?». Más de tres cuartas partes (76 por ciento) de las respuestas fueron: «Sí, las distracciones me alejan de mis objetivos importantes». (Concretamente, el 40 por ciento respondió que «a veces», el 20 por ciento, «con frecuencia» y, lo más triste, el 16 por ciento respondió «siempre»).

¿Crees que inviertes tiempo y recursos en objetivos menos importantes a costa de aquello que más te importa?

También preguntamos: «¿Estas distracciones presentes en tu vida se están convirtiendo en un problema mayor o menor?». Más de la mitad (52 por ciento) dijo que estaban creciendo las distracciones que los alejaban de sus mayores prioridades, mientras que el 32 por ciento reportó una disminución. (El resto de los encuestados respondió que no lo sabían).

¿Qué conclusión saco de esto? Que la distracción es un gran problema que no está mejorando y que somos muy conscientes de ello.

Es evidente que no todas las distracciones son siempre malas. Muchas veces, no hay nada de malo en hacer cosas que distraigan la mente, como ver un programa de televisión, leer una novela, trabajar en el jardín o dedicarnos a cualquier cosa que nos entretenga o relaje. A veces necesitamos distraernos de nuestro trabajo o de nuestros problemas; en esos casos, las distracciones son buenas.

Pero las distracciones tienen un doble filo. «La única cosa que nos consuela de nuestras miserias es la distracción —decía el erudito del siglo xvii Blaise Pascal—, y es ella, sin embargo, la más grande de nuestras miserias. Puesto que es ella principalmente quien nos impide pensar en nosotros y nos hace […] llegar insensiblemente a la muerte».5

¿Estas distracciones presentes en tu vida se están convirtiendo en un problema mayor o menor?

Cuando una distracción se convierte en un modo de vida, perdemos el control de nuestra vida.

El problema surge cuando las distracciones se apoderan de nuestra vida y nos apartan de objetivos más importantes. Entregarse a las distracciones puede abarcar todo un espectro: de tener un pasatiempo ocasional a convertirse en una parte intrínseca de nuestro modo de vida. Esto es lo que sucede cuando pasamos todo nuestro tiempo libre jugando a videojuegos. O cuando ejercitamos tanto que nuestro entrenamiento no nos da energía, sino que la consume. O cuando nos vamos de compras durante horas porque no queremos volver a casa. O cuando la ambición en nuestra carrera se convierte en una adicción al trabajo. Si este tipo de comportamiento se perpetúa, entonces corremos el riesgo de llegar al final de nuestra vida preguntándonos: «¿Por qué desperdicié mi vida en cosas que no eran importantes? Ojalá tuviera más tiempo».

Cuando una distracción se convierte en un modo de vida, perdemos el control de nuestra vida. Perdemos intencionalidad.

Cómo se apoderan las distracciones de nuestra vida

Pocas distracciones empiezan siendo un modo de vida. Al principio, solo son divertidas e interesantes. Disfrutamos de un juego nuevo, de un nuevo programa de televisión, de un nuevo pasatiempo o de un nuevo sitio web. Nos gusta nuestro teléfono nuevo, esa tienda nueva o esa idea nueva que podría convertirse en la nueva oportunidad de ganar dinero de nuestra vida.

Nos atraen más rápido algunas cosas que otras. Pero, en general, el nuevo objeto brillante es una distracción bienvenida de la ardua tarea de vivir.

Sin embargo, poco a poco, la nueva distracción comienza a ocupar más tiempo y a consumirnos más energía. Se nos da cada vez mejor esa distracción, o invertimos más en ella, o disfrutamos más de ella, o empezamos a ganar dinero con ella. Empezamos a realizar cambios para dedicar más tiempo a esa distracción.

No tardamos en racionalizar por qué es bueno involucrarnos más en ella. Robamos unos minutos de otras actividades para poder disfrutar de esa distracción. Pero la cantidad de horas del día es inalterable. Así que poco a poco empezamos a sacrificar lo más importante para entregarnos aún más a la distracción. Antes de que nos demos cuenta, se ha convertido en nuestro modo de vida, y ya no es una distracción bienvenida que nos evade de nuestros problemas.

La distracción se ha convertido ahora en un modo de vida… y, en consecuencia, hemos perdido parte del control sobre nuestra vida.

A veces nos damos cuenta de esto de inmediato y corregimos nuestro rumbo. Pero otras veces se desperdician años, se pierden vínculos y, poco a poco y de manera sutil, echamos a perder nuestro propósito.

Dados los riesgos que conlleva, la distracción debería ser más preocupante de lo que suele ser.

Cómo poner la distracción en su sitio

¿Cómo podemos responder cuando las distracciones se han convertido en nuestras amas en vez de en nuestras sirvientas?

Primero, podemos estar alerta a lo que salga en nuestro proceso de introspección. Deberíamos sentarnos a solas en silencio con frecuencia para analizar la trayectoria de nuestra vida y las distracciones que evitan que seamos nuestra mejor versión. Los próximos ocho capítulos serán una ayuda para que puedas autoevaluarte.

Segundo, podemos expresar verbalmente qué distracciones impiden que demos lo mejor en nuestro trabajo, nos alejan de aquellas personas a las que más amamos o evitan que cumplamos nuestro mayor propósito. Como mencionaba antes, estas distracciones no siempre son malas a primera vista… Pero si han ocupado lugares que no les corresponden, sí que podrían volverse dañinas.

Tercero, podemos actuar a conciencia y deliberadamente para eliminar esas distracciones. Esto tal vez sea difícil y requerirá que luchemos por momentos contra nosotros mismos. Pero aprenderemos a pelear.

Por último, es importante recordarnos el valor de los deberes más importantes que tenemos ante nosotros. Tu labor más importante nunca será la más sencilla: de hecho, es probable que sea una de las cosas más difíciles que hagas. Ser un padre o madre entregado, un cónyuge amoroso, un empleado fiel, un artista inspirador, un buen líder o un miembro generoso de la comunidad nunca es el camino más fácil. Pero a largo plazo, encontrarás más satisfacción y felicidad allí que en cualquier otra parte.

Las distracciones no te definen. Eres tú quien te defines.

Y algunos de los hombres y mujeres más admirables que conozco fueron personas con la valentía suficiente como para corregir el curso de su modo de vida para centrarse en objetivos más importantes.

El cambio de turno de las cinco en punto

Ed Townley, ahora retirado, solía trabajar como ejecutivo en Agri-Mark, una cooperativa láctea al noreste de Estados Unidos, famosa por sus productos con queso gourmet. Cuando yo vivía en Vermont, lo veía como un padre amoroso de dos niños adoptados, un esposo fiel y un miembro de varias juntas de organizaciones sin ánimo de lucro, incluida la de los juegos olímpicos especiales.

Ed había ascendido al puesto de director financiero en Agri-Mark tras haber dedicado largas jornadas a su trabajo, además de por su gran talento. Algo que era muy importante para Ed y para su esposa cuando eran adultos jóvenes era el éxito corporativo, y Ed fue tras ese objetivo con ferocidad. Era bueno en su trabajo, estaba comprometido con sus tareas y consideraba su empleo como un servicio a los granjeros y a los clientes.

Pero se dio cuenta de que el foco de su energía necesitaba un ajuste cuando él y su esposa, Jennifer, adoptaron su segundo hijo.

«Había vivido mi vida de cierta manera durante muchos años —me contó hace poco en una conversación telefónica—. Pero pronto noté que mi esposa necesitaba un nuevo Ed. Y sabía la responsabilidad que se necesitaría en casa».

Así que Ed hizo el cambio de vida que pocos tienen la valentía de hacer.

«Un día, fui a hablar con mi jefe y simplemente le dije: ‘Sabes que, desde que empecé a trabajar aquí, siempre he sido el primero en llegar, a veces el último en irme, y casi siempre he estado disponible para trabajar los fines de semana cuando era necesario. Pero mis responsabilidades en casa han cambiado con nuestro segundo hijo. A partir de ahora, tendré que irme a las cinco en punto cada día sin excepción. Jennifer me necesita en casa. Por supuesto que igualmente rendiré al cien por cien mientras esté aquí. Pero mis prioridades han cambiado».

El corazón de Ed latía desbocado al realizar esta declaración. ¿Su jefe se enfadaría? ¿Lo despedirían o perdería la oportunidad de continuar avanzando en su carrera?

Pero no ocurrió nada de eso. El jefe lo entendió y accedió al cambio de horario.

De hecho, no solo lo entendió su jefe, sino que sus compañeros de oficina también lo hicieron. «Mis compañeros sabían que cada día me iba a las cinco. Y aprendieron a respetarlo; rápido, de hecho. Si necesitaban algo de mí, no podían entrar a mi oficina a las cinco menos cinco. Aprendieron a pedirme lo necesario más temprano».

A pesar del sacrificio profesional que hacía, Ed sabía que era la decisión correcta. Su trayectoria profesional ya no podía ser el único determinante en su modo de vida. Ahora había responsabilidades más importantes.

Años después de ese cambio trascendental en la vida de Ed, le pregunté:

—¿Te mantuviste firme en esa decisión?

—Joshua —me dijo—. Desde ese día, nunca, ni una sola vez, me quedé en la oficina pasadas las cinco. De hecho, cuando me convertí en presidente ejecutivo, la compañía cambió el horario de su reunión anual de negocios para adaptarse a mi decisión.

Su trabajo seguía siendo importante para él. Pero trabajar de más lo apartaría de una prioridad mayor: su familia. Y tuvo el valor suficiente de corregir su curso de acción.

Ed continuó brillando en su trabajo y terminó su trayectoria profesional siendo el presidente de Agri-Mark. Y lo más importante es que su familia también prosperó. Había surgido algo nuevo que le importaba mucho, y él había cambiado sus prioridades para centrarse en ello.

El desafío es grande, pero la recompensa es mayor

Las distracciones están por todas partes, y nunca desaparecerán. Esto significa que nunca es demasiado pronto o demasiado tarde para aprender a decirles que no una y otra vez.

Cada uno de los ocho capítulos siguientes analiza una distracción que evita que tengamos una vida con más sentido y con menos arrepentimientos.

  1. La distracción del miedo. Muchísimas personas nunca comienzan a perseguir sus sueños, o renuncian a ellos demasiado pronto, porque temen algo.
  2. La distracción de los errores del pasado. Para muchas personas, no superar nunca errores que han cometido o el daño que otros les han causado impide que avancen en lo que les importa.
  3. La distracción de la felicidad. Cuando intentamos satisfacer nuestra búsqueda de la felicidad desde la individualidad, no conseguimos alcanzar la felicidad más verdadera y duradera.
  4. La distracción del dinero. El deseo de tener dinero hace que muchas personas sacrifiquen sus pasiones y sus objetivos genuinos solo para enriquecerse más.
  5. La distracción de las posesiones. Todo lo que poseemos exige constantemente nuestra atención.
  6. La distracción del elogio. Que nuestra autoestima dependa de la aprobación de los demás impacta de manera negativa en las decisiones que tomamos y en la vida que escogemos vivir.
  7. La distracción del ocio. Muchos de nosotros estamos más centrados en llegar al fin de semana, a las vacaciones o a la jubilación que en hacer cosas que nos apasionan.
  8. La distracción de la tecnología. Este es un problema que nos caracteriza prácticamente a todos en esta era saturada de tecnología; nos referimos a todas esas publicaciones, notificaciones, recordatorios, titulares y tonos de llamada.

Por supuesto que estas ocho no son las únicas distracciones a las que nos enfrentamos, pero son las que veo que surgen una y otra vez. También son distracciones con el poder suficiente para desviarnos del camino que nos permite alcanzar nuestros objetivos más preciados.

Presentaré los principios cruciales para superar cada una de estas distracciones. Como ves en la lista previa, no se trata de distracciones fáciles de superar. Este libro va más allá de atar una goma elástica alrededor del móvil para usarlo menos. Los pasos que presento son una guía para llevar a cabo el arduo trabajo de eliminar las distracciones personales, sociales y culturales. Vamos a la guerra cada día para derrotar estas distracciones y alinearnos con nuestros mayores objetivos y búsquedas.

Pero recuerda, ir en busca de lo que verdaderamente importa consiste en aprovechar tu vida al máximo y alcanzar la plenitud. Así que, si bien apartar las distracciones puede parecer un sacrificio, en realidad es un esfuerzo que vale la pena a largo plazo. Empezarás a sentirte más satisfecho y menos arrepentido de tu vida hoy mismo si tan solo tomas la decisión de vivir por las cosas y las personas que importan.

Creo que muy pocas personas quieren desperdiciar la vida que se les ha dado. La mayoría quiere centrarse en lo importante. Así que el problema no es que no queramos con todas nuestras ganas encontrar sentido; el problema es que, con mucha frecuencia, nos distraen de ello.

El problema no es que no queramos con todas nuestras ganas encontrar sentido; el problema es que, con mucha frecuencia, nos distraen de ello.

Hay una frase que dice: «Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naciste y el día en que descubres por qué naciste».6 Me gustaría añadir un tercer día: el día en que eliminas las distracciones que te alejan de tu propósito.

¿Estás listo para lidiar con tus distracciones?

Salta mientras puedas

Hace unos años pasé una semana con mi familia en Costa Rica. Hay mucho que ver y hacer en ese hermoso país, y mi esposa, mis dos hijos (de once y quince años en ese momento) y yo disfrutamos mucho el viaje.

Una tarde, salimos en catamarán para ver delfines, contemplar el atardecer y cenar en el océano. En una parada pintoresca del recorrido, el barco echó el ancla y el capitán nos invitó a todos a desembarcar para hacer esnórquel y nadar. Asimismo, el capitán invitó al que quisiera a saltar de la cubierta del catamarán al mar. Como puedes imaginar, los dos adolescentes y los jóvenes adultos fueron los primeros en intentar saltar del barco al agua. Algunos necesitaron un poco de presión de sus pares, pero la mayoría de los hombres jóvenes estaban encantados de saltar (y de intentar impresionar a las chicas que los acompañaban).

Mientras el barco estaba anclado, observé al resto de participantes del recorrido y, por primera vez, noté que había muchas personas mayores a bordo. Disfrutaban del paisaje, pero era evidente que no tenían intención de nadar o hacer esnórquel, y mucho menos de saltar siete metros desde el bote al agua.

Mi esposa interrumpió mis pensamientos al preguntarme si yo iba a saltar con los demás.

—Sí —le respondí—. Saltaré… mientras pueda.

En aquel momento tenía 43 años y estaba sano y en bastante buena forma. Es probable que llegue un día en el que sea incapaz de saltar siete metros desde un barco. Pero aún no había llegado ese día. Aquel día podía saltar. Así que decidí que lo haría.

Hay momentos en la vida cuya importancia es difícil de expresar correctamente con palabras. Las circunstancias son ideales; las emociones están alineadas a la perfección; la voluntad está presente. Este fue uno de esos momentos para mí. Tenía que saltar. No quería arrepentirme de haber dejado pasar la oportunidad.

Quizás este es el tipo de momentos en los que uno debe cambiar el foco y vivir con más intencionalidad en beneficio de aquello que verdaderamente importa. Quizás es hora de que saltes mientras puedas.