Los recuerdos afloran.
Se convierten en destellos de luz en la oscuridad.
Estoy acordándome de mi pasado a propósito. Estoy acordándome de mi pasado con un propósito.
Julie Wisnowski era una de esas alumnas que lloraba cuando le ponían una nota más baja de lo normal. Álgebra, Biología, Lengua…, daba igual la asignatura. Sus notas eran prácticamente impecables, pero todo el mundo se enteraba cuando bajaba del notable. En una ocasión, lloró tanto en clase de Historia que el señor Lommel le concedió puntos extra para cambiarle la calificación. En ciertos momentos, me habría atrevido a asegurar que todo era un numerito. Y, en esos momentos, me habría atrevido a asegurar que me habría caído mejor de haber sido así. Si lo hacía a propósito, al menos podría entender esos berrinches como una táctica de supervivencia y no como una debilidad nacida de su incapacidad para aceptar los errores.
Julie era de las nuestras. Aunque ella también era un rostro en el río, el suyo era un poco más visible que el del resto al ser la eterna delegada de clase.
En primero, íbamos a la misma clase avanzada de Álgebra que algunos alumnos de segundo. A ella se le daban las mates mejor que a mí, pero tampoco importaba mucho: ninguna de las dos éramos unos genios e, independientemente de lo mucho que Julie estudiara, sus exámenes siempre se los devolvían decorados con un enorme y precioso bien. Yo quedaba más que conforme con mis suficientes, pero ella se pasaba el resto del día hecha polvo si no sacaba, como mínimo, un notable.
Cuando nos dieron la nota del examen final, y antes de que Julie tuviese oportunidad siquiera de mirar la suya, Raph Johnson organizó al resto de la clase para que todo el mundo se girase a fin de observar su reacción. Ella se dio cuenta de lo que ocurría cuando ya era demasiado tarde, porque se echó a llorar a moco tendido en cuanto le dio la vuelta al papel. Cuando alzó la vista, se encontró con que toda la clase la estaba mirando con una sonrisa en los labios al haber conseguido justo lo que querían. Yo estaba sentada a su lado y me miró como si tuviese el poder de detener las burlas, de conseguirle unas notas mejores o de ayudarla a dejar de llorar.
Pero me sentía atada de pies y manos. ¿Por qué querría ayudarla? Cualquiera que estuviese dispuesto a intervenir acababa convirtiéndose también en un objetivo.
Ya se me daba de maravilla pasar desapercibida por aquel entonces.